LECTURAS PARA GERENTES MUY OCUPADOS Guillermo S. Edelberg DBA Profesor Emérito Distintos diarios y revistas nos informan de vez en cuando acerca de las lecturas de los gerentes: qué libros han leído, leen, van a leer o debieran leer. Las listas que se publican permiten satisfacer nuestra curiosidad o imitar o criticar a aquellos que brindan las respuestas. También, si somos desconfiados, sospechar que obedecen a algún interés comercial. Los criterios para agrupar los libros son variados y responden a distintas preguntas o a una combinación de éstas. Por ejemplo: ¿cuáles son los que más han influido en su carrera profesional? ¿Cuáles ha leído en los últimos meses? ¿Cuáles leerá en el futuro inmediato o en sus próximas vacaciones? En otras ocasiones, las listas no se derivan de encuestas. Comprenden libros que algún autor, profesor o periodista recomiendan leer. Sin embargo, las distintas listas tienen algo en común: los títulos se refieren, por lo general, a libros de negocios. Las listas que sugieren la lectura de obras específicas de la literatura universal son menos frecuentes. Harold Bloom preparó una de éstas. Sus conocimientos y su prestigio le brindan autoridad intelectual para hacerlo. Nacido en Nueva York en 1930 y Profesor de Humanidades en la Universidad de Yale desde hace varias décadas, es uno de los críticos literarios más destacados de los Estados Unidos. Autor de numerosas obras, en 1994 publicó The Western Canon (“El Canon Occidental”) que lo convirtió en una especie de celebridad. En una entrevista se le preguntó qué le recomendaría leer a un ejecutivo muy ocupado. En primer lugar, dijo, lo alentaría a que se hiciese de tiempo para leer las obras de William Shakespeare (¿muchos más han visto la película Shakespeare Enamorado que ganó un Oscar en 1998 que leído sus obras?). Éstas fueron sus palabras: Todo lo que quisiéramos saber sobre nosotros lo podemos encontrar en Shakespeare. Se inventó tan brillantemente que terminó por inventarnos a todos. Leerlo es como oírnos sin querer, lo cual es muy distinto a oírnos tal como lo hacemos habitualmente. Cuando nos oímos sin querer aprendemos acerca de nosotros sin darnos cuenta. Para aquellos que tienen dificultades en hablar consigo sospecho que éste es el caso de muchos homres de negocios leer a Shakespeare es un modo increíble de aprender acerca de sí. George Orwell, autor de 1984 y Rebelión en la Granja, leyó por radio hace muchos años un texto sobre Macbeth que ilustra lo anterior. Dijo lo siguiente (La Nación. Buenos Aires: febrero de 2003): Macbeth mata a Duncan y desvía fraudulentamente las sospechas hacia los dos hijos del rey. Este primer delito arrastra inexorablemente otros y lo lleva por último a la ruina y a la muerte. Un hombre, en principio valiente y de ningún modo malvado, es empujado de delito en delito no por su innata maldad sino por lo que se le aparece como una necesidad ineluctable. 2 En todas las grandes tragedias shakesperianas el tema presenta nexos reconocibles con la vida diaria. En Antonio y Cleopatra es el poder que una mujer indigna puede llegar a tener sobre un hombre muy valiente y dotado. En Hamlet es la disociación entre la inteligencia y la habilidad práctica. En Rey Lear tenemos un tema muy sutil: la dificultad de distinguir entre generosidad y debilidad. En Macbeth es la ambición. Es también la historia de cualquier empleado de banco que falsifique un cheque, de un funcionario que acepte una mordida, de un ser humano que aproveche cualquier mezquina conveniencia para sentirse más importante y superar un poco a sus colegas. Esto se funda sobre la ilusoria convicción humana de que una acción pueda permanecer aislada. Harold Bloom también recomienda leer a Don Miguel de Cervantes. Dice que permanece como el mejor de los novelistas así como Shakespeare permanece como el mejor de los dramaturgos. Y agrega: “existen partes de nosotros que no conoceremos a fondo si no conocemos antes a Don Quijote y Sancho; pero existe una diferencia fundamental entre Cervantes y Shakespeare. Mientras que Sancho y Don Quijote desarrollan egos nuevos y más ricos a través del diálogo, Falstaff y Hamlet llevan a cabo este proceso por medio de soliloquios”. (En otro artículo dice lo siguiente: “La novela de Cervantes es memorable por dos seres humanos maravillosos y por su confraternidad, a la vez afectuosa e irascible. Esta relación no existe en Shakespeare; éste le enseña a uno a hablar consigo mismo. Sólo Cervantes nos enseña a dialogar entre nosotros). El Dr. Bloom luego recomienda a Ralph Waldo Emerson; pero, en mi humilde opinión, prefiero no ahondar en su obra por cuanto parece ser más adecuado a los Estado Unidos al decir que “captura más que cualquier otro americano escritor o no el ethos del espíritu del país”. Finalmente recomienda leer los escritos de Sigmund Freud: “los hombres de negocios no deben evitarlo por el hecho de ser considerado el padre del psicoanálisis. Constituye la imaginación central de nuestra época y ningún autor del siglo XX está a su altura. Es el más fascinante de los escritores realmente polémicos en la tradición intelectual de Occidente. Sus concepciones son tan magníficas que constituyen la única mitología occidental común a los intelectuales contemporáneos”. Harold Bloom dice que el humanismo, enseñado en forma adecuada, tiene mucho que ofrecer a los hombres de negocios. “Los textos que nos dejaron los grandes escritores son el mejor camino para llegar a la sabiduría. Creo que éste es el verdadero uso de la literatura en la vida”. Y agrega: “pero no estoy de acuerdo en que su estudio hará a los hombres de negocios más morales”. Por si acaso lo que antecede diera lugar a escepticismo o incredulidad por parte de algún lector o lectora, aclaro que la entrevista, titulada A Conversation with Literary Critic Harold Bloom, fue publicada en la Harvard Business Review en mayo de 2001. Su subtítulo era: A Reading List for Bill Gates and You (“Lecturas para Bill Gates y Usted”).