Edgar Morin.

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Edgar Morin.
El Método
La vida de la Vida
Traducción de Ana Sánchez
LA ECOLOGÍA GENERAL
La eco-(bio-socio)-logía
Hemos visto que el desarrollo de nuestras sociedades:
— Inscribe cada vez más a la ecología natural en la esfera antropo-social.
— Inscribe cada vez más a las sociedades en la eco-esfera, incluso y sobre todo cuanto estas
sociedades se creen liberadas de la naturaleza.
— Crea ecosistemas mixtos, más o menos «salvajes» o domesticados, a la vez ecoorganizados y socio-organizados.
— Crea eco-sistemas sociales, particularmente urbanos, en los que la parte biológica natural
es reducida al mínimo y en los que se hipertrofia la parte artificial (tecnosfera). Hay pues, una
doble inscripción compleja, de la organización antroposocial en la eco-organización natural por
una parte, y de la eco-organización natural en la organización antroposocial por la otra.
De ahí la constitución de un inmenso y variable eco-socio-sistema que comporta
ecosistemas naturales domesticados y sojuzgados de maneras diversas, ya no se puede
circunscribir de forma verdaderamente neta (salvo ciertos biomas muy poco humanizados, como
la taiga, la tundra, la selva amazónica) las fronteras entre la naturaleza «salvaje» y la naturaleza
domesticada/sojuzgada. No se podrían abstraer los ecosistemas urbanos, de naturaleza antroposocial, de los ecosistemas rurales o domesticados que les rodean y de los que son
dependientes. La verdadera realidad, en adelante polarizada entre la eco-organización natural y
la socio-organización humana es mixta, vaga, multidimensional: la verdadera realidades la eco(bio-socio)-logía compleja constituida por eco-organizaciones biológicas y sociales en las que lo
urbano, lo rural, lo salvaje se en-cabalgan e interfieren en interacciones complementarias,
concurrentes, antagonistas e inciertas.
Nuestro universo pluri-ecológico es, pues, un universo en donde todo se organiza, a
partir de innumerables interacciones entre constituyentes físicos, químicos, climáticos, vegetales,
animales, humanos, sociales, económicos, tecnológicos, ideológicos.
Vemos que las sociedades, incluidas sobre todo las nuestras, son entidades geo-bio-ecoantropológicas, y que los ecosistemas, incluidos sobre todo los de nuestra época, son también
antropo-socio-ecológicos. Ya no hay naturaleza pura, y nunca hubo sociedad pura.
Hay que concebir de manera recursiva el doble englobamiento de la sociología por la
ecología y de la ecología por la sociología, doble englobamiento necesariamente abierto, en el
que ninguna de estas dos ciencias encierra a la otra, sino en el que las dos se hallanen el
movimiento de su relación rotativa.
La ecología general es, pues, la ecología que se constituye en el circuito: ecologíasociología. Llama de golpe a una transformación de la sociología por la introducción de la
dimensión ecológica y singularmente al eje: economía-ecología
De este modo, la ecología general debe englobar la dimensión antroposocial como la
antroposociología general debe englobar la dimensión ecológica. La sociedad debe entrar en la
naturaleza mientras que la naturaleza debe entrar en la sociedad4.
LA ECOLOGÍA PLANETARIA
La problemática ecológica no solamente es local, regional, nacional, continental. Se plantea
en términos de biosfera y de humanidad. Al plantear el problema de la relación
hombre/naturaleza en su conjunto, su extensión, su actualidad, la ciencia ecológica se convierte
en una ciencia planetaria y la consciencia ecológica se convierte en consciencia planetaria. El
informe Meadows (1972) marca el surgimiento simultáneo de esta ciencia/consciencia
planetaria: concierne a la biosfera en su conjunto, a la humanidad en su conjunto y a una y otra
juntas. Es cierto que este trabajo, encargado por el Club de Roma y efectuado por el MIT,
según métodos de análisis sistémico, sufre de simplificación (en la limitación y naturaleza de los
parámetros) y de arrogancia (en la pretendida exactitud del cálculo). El pensamiento ecológico
ya está parasitado por el pensamiento tecnocrático que, sin embargo, es su enemigo personal.
No obstante, al mismo tiempo que se cierra sobre el mundo el ordenador, se abre al mundo y, a
despecho de sus carencias, el informe Meadows donstituye un doble nacimiento siamés: el de
la nueva ecología general, en su plena apertura planetaria, que engloba las inter-retroacciones
entre la biosfera y la esfera antroposocial; el de la nueva consciencia ecológica, en toda su
amplitud antropo-eco-planetaria.
En el sentido que anunciara la fórmula de Marx: «Las ciencias naturales englobarán (...)
la ciencia del hombre, al igual que la ciencia del hombre englobará las ciencias de la naturaleza»
(Marx, 1844).
LA ECOLOGÍA SOCIAL
Los caracteres cuasi eco-organizacionales inherentes a las sociedades humanas . El
tejido de las sociedades de mamíferos, primates incluidos, no sólo se constituye de
solidaridades respecto del exterior, sino también de interacciones de carácter concurrencial o
antagonista (cfr. Morin, 1972, págs. 35-50). Y, en este sentido, hay una componente cuasi ecoorganizacional en las sociedades de mamíferos.
Es una componente cuasi eco-organizacional de una amplitud totalmente distinta de la
que aparece en las sociedades humanas históricas. Aunque estas sociedades se rijan por un
aparato central de Estado que ramifica en todo el cuerpo social su orden organizador en forma
de prohibiciones, mandatos, reglamentos; aunque (y por-que) comportan asociaciones de todo
tipo, las concurrencias, rivalidades, antagonismos, se desencadenan en ellas, y no sólo entre
individuos, sino también entre castas, clanes,
clases, empresas que provocan
dominaciones/sumisiones y sojuzgamientos/explotaciones.
Según la tesis de Amos Hawley (Hawley, 1950), las interacciones entre clases y grupos
socio-económicos tienen el lugar, en las sociedades humanas, de las interacciones entre
especies en los ecosistemas. Y, según una lógica cuasi eco-organizacional, todas estas
inter-retroacciones egoístas y miopes, concurrenciales y antagonistas, se engranan en bucles
no «tróficos», como en los ecosistemas, sino económicos, produciendo organización social.
Estas inter-retroacciones «espontáneas» se combinan bajo la acción de las leyes, reglas y
prescripciones impuestas por el Estado. Se constituye una dialógica antroposocial entre un
Orden programador que emana desde lo alto y desde el centro por una parte, y una cuasi ecoorganización espontánea, de carácter acéntrico/policéntrico, que asciende desde abajo y de
todas partes, por la otra. Así pues, aunque no es preciso asimilar eco-organización y antroposocio-organización1, vemos que ésta comporta fenómenos de complementariedad / situaciones
de antagonismos, de acentrismos/ policentrismos de tipo eco-organizador.
Así, por ejemplo, los caracteres de la dominancia, de la explotación, de la muerte
cambian muy profundamente. A diferencia de los ecosistemas, el aparato de Estado de las
sociedades históricas permite a los individuos o grupos ocupar de manera estable el puesto de
mando central, y de este modo el control se transforma en dominación de algunos sobre la
antropo-masa mayoritaria, cuya «dominancia» demográfica es dominada política y
económicamente. Por otra parte, la explotación muy «especializada» y limitada en los
ecosistemas (así, el león no puede «explotar» más que al nervíboro grande), resulta
potencialmente ilimitada: un hombre o un grupo humano pueden explotar a las plantas, los
animales, los arrendatarios, a los explotadores de arrendatarios, etc.,
ECOLOGÍA URBANA Y TECNOSFERA
Sistemas
Se puede hablar, no obstante, de ecoorganizaciones Socíales cuando se considera a las
sociedades históricas en su complementariedad organizadora ciudad-> campo. En efecto, ciudad
y campo no sólo constituyen un «medio» urbano y un «medio» rural; son dos tipos de
ecosistemas bio-antropo-sociales que se oponen y diferencian, particularmente por la fuerte
componente natural del primero y la fuerte componente artificial del segundo.
Evidentemente, son las ciudades las que se convierten en la sede de una ecología
propiamente antroposocial, y son los fenómenos urbanos los que han sugerido la idea de una
ecología humana (Mc- Kenzie, 1926). La biocenosis natural se halla cada vez más
empobrecida en éstas y, en la actualidad, las grandes megápolis ya no comportan, aparte de
nuestros microorganismos parásitos o simbiontes, más que una reliquia de vida vegetal y animal
domesticada en los parques, plazas, jardincillos, patios de los inmuebles, hogares, jaulas,
macetas. Es cierto que el ecosistema urbano no podría prescindir de los constituyentes físicos
primarios de toda vida: sol, agua, aire. Pero por sí mismo crea su oikos físico, hecho de piedras,
ladrillos, después metal, y este oikos físico se ha vuelto tan artificial que, desde hace un siglo, los
motores/máquinas artefactos de todo tipo proliferan en las fábricas, en las calles (coches,
camiones), en los hogares (eclectrodomésticos). Todo esto constituye la componente ecológica
propia de nuestro siglo y que Georges Friedmann denominara con mucha perspicacia medio
técnico (Friedmann, 1953): la tecnosfera.
En adelante, las megápolis modernas de varios millones de habitantes constituyen un
antropo-topo artificial/técnico en el que nuevas posibilidades a la explotación de la naturaleza y
del hombre por el hombre. En fin, señalemos aquí la transformación de la muerte: la muerte
ecológica es ciegamente masacradora por una parte, y reguladora (de las poblaciones) y
nutridora de los individuos (cadenas tróficas) por la otra. El asesinato de un viviente por otro
viviente se limita a las necesidades de supervivencia del que mata (alimentación, defensa). En
las sociedades humanas de la era histórica, el asesinato se desencadena por el poder, el lucro,
el odio, la pasión, el placer, y se transforma colectivamente en masacres. Por el contrario, la
muerte nutre a los humanos no biológicamente (salvo canibalismos residuales), sino
mágicamente (ritos, mitos, religiones). Quizá tengamos la energía de examinar estos problemas
(El Método: L'Humanité de humanité).
Las inter-retro-acciones entre individuos y grupos constituyen una antropo-cenosis
urbana. La unión de este antropo-topo y de esta antropo-cenosis constituye un ecosistema
propiamente social: el ecosistema urbano.
Como un ecosistema natural, la megápolis a primera vista parece obedecer a un gran
orden cósmico y constituir un hormigueo sin sentido de agitaciones egoístas. Vista desde arriba,
se trata de una enorme máquina cronometrada que obedece estrictamente al reloj astral; por la
mañana se despiertan, se lavan, se visten, salen de sus casas las oleadas sucesivas de
panaderos, obreros, empleados, patronos, ejecutivos; los metros, autobuses, taxis, coches,
camiones circulan como los glóbulos sanguíneos en las arterias y distribuyen sus cargamentos
en las Obras, las fábricas, las oficinas; el consumo de gas, de electricidad, de carburante sigue
cada día la misma curva, conoce los mismos máximos y mínimos; entre las doce y las catorce
horas millones de bocas se alimentan y abrevan; después todo recomienza hasta las horas de la
tarde en que, por oleadas, se opera la vuelta a los hogares, seguida de un flujo de salidas por la
noche que obedecen a constantes y regularidades. Todo se inscribe en ciclos, ritmos,
periodicidades, incluida la tasa de accidentes de muertes súbitas, de suicidios.
Vemos, pues, un orden formidable que obedece a la vez al orden del astro Sol y al
orden del estado solar. Pero, visto de muy cerca, este orden se disuelve y transforma en
agitaciones cuasi brownianas. Cada uno busca, encuentra, no encuentra sus amores, sus
amigos, su trabajo por casualidad, suerte, mala suerte, a través de ensayos y errores; cada uno
lleva su clandestinidad, vive un cuerpo a cuerpo secreto, sueña con vidas imaginarias, yerra
entre sueño y realidad.
La demanda corre en todos los sentidos siguiendo a la oferta, la oferta siguiendo a la
demanda, en el mercado del trabajo, de los negocios, de los intercambios, del deseo. En las
calles y plazas, paradas, barullo, empujones. En el metro de la mañana soy aplastado entre
otras nalgas, otros vientres, otras caras. Después del trabajo se desencadenan las necesidades,
se toma una copa, se hace el amor, se telefonea, se entra, se sale, se pasea, se va al
restaurante, al cine, se baila, se disfruta, se intercomunica, se revienta de soledad y de miseria...
Miles de seres son reunidos, agitados, mezclados en la increíble caldera urbana en
estado de ebullición ininterrumpida, de donde brotan por millares palabras, gritos, llamadas,
cantos, esperma que se dispersan en los éteres.
Estas miríadas de acciones, gestos, movimientos, señales, mensajes egoístas, miopes,
derrochadores, disipadores, depredadores dilapidadores se entre-combinan, como en las
biocenosis, en interacciones que se convierten en complementarias/concurrentes/ antagonistas,
nutren ciclos y bucles organizadores, y constituyen la vida de las grandes ciudades.
En adelante estas megápolis son, a la vez y de manera diversa (pero no para los
mismos, en los mismos momentos en los mismos lugares), ciudades-capitales (sede de los
centros organizadores/ordenadores) y ciudades-sin-ley (en las que el subsuelo, el underground
se halla librado al desorden), ciudades-luz (donde la vida urbana se identifica con
emancipación, libertad, creación), ciudades-jungla (donde reinan la concurrencia y la lucha
inexorable),ciudades-ergástula (donde cada uno está encadenado a su trabajo).
Asi, toda sociedad comporta su dimensión ecológica propia. Toda vida humana
comporta su eco-inscripción y su eco-determinación. Toda vida humana está a la vez ecosocio-auto-determinada.
Fuente:
MORIN, Edgar (1988). El Método, La Vida de la Vida. Vol. II. España: Cátedra.
Morín: Fundador del Pensamiento Complejo.
Cuando se habla de reforma del pensamiento, educación y cambio de
paradigmas es inevitable referirse a Edgar Morin como el referente
obligado. Edgar Morin es uno de los pensadores más emblemáticos e
importantes del siglo XX y XXI. De manera unánime, a través del mundo, la
persona de Edgar Morin se considera como la figura más destacada del pensamiento complejo y,
simbólicamente, la publicación en 1977 del tomo uno de su magistral obra El Método marca la primera
formulación científica de este paradigma integrador -esta manera más global de comprender la realidad física y
social- en la cual se reconocerán de inmediato numerosos pensadores y ciudadanos de todas partes del
planeta.
Porque más allá de la formidable cultura del hombre Morin, de su papel indiscutible de fundador -aunque él lo
rechazará-, de sus innumerables doctorados honoris causa o del legado invaluable de sus publicaciones,
aparece también que la gran fuerza, la gran contribución del Doctor Morin ha sido la de conectar y hacer surgir
la coherencia paradigmática entre distintos autores tan diversos como Leonardo da Vinci, Blaise Pascal,
Gaston Bachelard, Norbert Wiener, Jean Piaget, Ilya Prigogine... entre la antigua filosofía y la cibernética, entre
Giambattista Vico y Herbert Simon…
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