nuestra madre maría de la merced, ternura de dios

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NUESTRA MADRE MARÍA DE LA MERCED, TERNURA DE DIOS
Este mes de setiembre se convierte para nosotros, hijos e hijas de María de la Merced, en
un espacio para renovar nuestra fe de la forma más creativa, nuestra consagración a
Cristo Redentor, desde el modelo de mujer que tenemos en María, Madre y Maestra.
El Papa Francisco ha empleado la figura de una madre para definir cómo trata Dios a
cada persona. “Es tanta la cercanía que Dios se presenta aquí como una mamá que
dialoga con su niño”, dijo el pontífice. Esta madre que acurruca y canta a su bebé en
brazos. Esta mujer que alejándose de la vergüenza se convierte en la misma ternura de
Dios, que se expresa en sus gestos y en la forma de proteger a su niño.
Para Francisco I, esta ternura es la manifestación de la gracia de Dios, y para
nosotros(as), fieles seguidores de Lutgarda Mas I Mateu, comprendemos que esta gracia
es la cercanía con el Dios, que es todo Misericordia todo Ternura. Es así que, cada vez
que queremos asombrarnos de la gracia de Dios, podemos recordar a esa mujer, en la
persona de María de Merced, que posaba en su regazo al niño Jesús y transmitía, desde su
interior, el amor del mismo Dios.
Queridos padres e integrantes de la familia mercedaria, les pedimos respondan esta
pregunta, que nos ayudará a contemplar el propósito de nuestros ideales para este mes
¿Hace cuánto tiempo nos hemos alejado de la ternura de Dios? ¿Hace cuánto dejamos de
manifestar esa ternura a nuestros seres queridos? ¿Hace cuánto dejamos de recibir con
gratitud la gracia de Dios? Tal vez son las
dificultades del trabajo o los problemas cotidianos
vividos en la familia, que nos han alejado de este
ideal. Podríamos afirmar que nos hemos encadenado
a estas situaciones y hemos olvidado el sentido
verdadero de Ternura. Pues al iniciar este mes,
dedicado a Nuestra Madre de la Merced, dejémonos
guiar por la caricia maternal de María y mediante
detalles pequeños a nuestros seres más queridos,
acojamos la gracia de Dios en nuestros corazones.
¡Viva Nuestra Madre de la Merced! ¡Viva la Ternura
y la Misericordia de Dios!
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MIRAR LA SONRISA DE MARÍA ES CONTEMPLAR Y RECIBIR LA TERNURA DE DIOS
El Papa Francisco, en cada una de sus homilías acerca de nuestra siempre Madre virginal,
nos asegura que María mira a todos y a cada uno de nosotros, como Madre y con una gran
ternura, misericordia y con amor, y siempre nos anima a sentir su mirada amable.
Nuestro Señor Jesucristo, tiene una Madre, y en ella reconocemos realmente la bondad
maternal de Dios que es el auxilio de los cristianos, es nuestro consuelo permanente,
nuestra gran ayuda.
La Virgen es siempre Santa María de la Vida, el primer y gran don del Dios del amor, cuya
gloria es la vida del hombre. Conscientes de ello, oremos en favor de la vida, esa vida a
la que proyectos de ley como los anunciados sobre el aborto y el suicidio asistido cercena
y destruye.
Estimados Padres y Madres, que, la Virgen Nuestra Madre de la Merced siga intercediendo
sobre todos y sobre cada uno nosotros: para que el patrimonio de valores evangélicos se
transmita íntegramente a las nuevas generaciones y para que Cristo reine en las familias,
en las comunidades y en la sociedad. Que en particular la Virgen proteja a cuantos, en
este momento, tienen más necesidad de su intervención maternal: los niños y los
jóvenes, las gestantes con problemas, los ancianos y las familias, los enfermos y todos los
que sufren.
Pidamos a María, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, que proteja a cada mamá
terrena: a aquéllas que, junto al esposo educan a los hijos en un contexto familiar
armonioso, y a aquéllas que, por muchos motivos, tienen que afrontar solas una tarea tan
ardua. Que todas puedan desempeñar con entrega y fidelidad su servicio cotidiano en la
familia, en la Iglesia y en la sociedad. La imagen de María de la Merced, nos ayuda a
sentir su presencia entre nosotros.
Es una realidad: María siempre nos lleva a Jesús. Es una mujer de fe, una verdadera
creyente. Podemos preguntarnos ¿Cómo es la fe de María? 1. El primer elemento de su fe
es éste: La fe de María desata el nudo del pecado (cf. LG, 56). ¿Qué significa esto? Los
Padres conciliares han tomado una expresión de san Ireneo que dice así: “El nudo de la
desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su
falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe” (Adv. Haer., III, 22, 4). El “nudo” de la
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desobediencia, el “nudo” de la incredulidad. Cuando un niño desobedece a su madre o a
su padre, podríamos decir que se forma un pequeño “nudo”. Esto sucede si el niño actúa
dándose cuenta de lo que hace, especialmente si hay de por medio una mentira; en ese
momento no se fía de la mamá o del papá. Nosotros sabemos, ¡Cuántas veces pasa esto!
Entonces, la relación con los padres necesita ser limpiada de esta falta y, de hecho, se
pide perdón para que haya de nuevo armonía y confianza. Algo parecido ocurre en
nuestras relaciones con Dios.
Cuando no lo escuchamos, no seguimos su voluntad, cometemos actos concretos en los
que mostramos falta de confianza en él y esto es pecado, se forma como un nudo en
nuestra interioridad. Estos nudos nos quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque
varios nudos pueden convertirse en una madeja, que siempre es más doloroso y más
difícil de deshacer.
Para la misericordia de Dios, lo sabemos, nada es imposible. Hasta los nudos más
enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su “sí” ha abierto la puerta a Dios
para deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y
ternura nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia
de Padre.
Cada uno de nosotros tiene algunas inquietudes y de pronto, podemos preguntarnos
dentro de nuestro corazón: ¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida?, ¡Los míos no se
pueden aflojar!, esto es una confusión!... Sí, todos los nudos del corazón, todos los nudos
de la conciencia se pueden aflojar, y en oración personal pide a María para que te ayude
a tener confianza, para que por la misericordia de Dios puedas ser renovado y
transformado por la gracia divina. Querida Familia Mercedaria, que Nuestra Madre de la
Merced, sea la mamá que nos dona la salud en el crecimiento, para afrontar y superar los
problemas, en hacernos libres para las opciones definitivas; la mamá que nos enseña a
ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a ser cada vez más fecundos en el bien, en la
alegría, en la esperanza, a no perder jamás la esperanza, a donar vida a los demás, vida
física y espiritual.
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MARIA DE LA MERCED MANIFIESTA TERNURA DE DIOS
HACIA LOS QUE SUFREN
María de la Merced, tú eres compasiva con todos. Dame
compasión hacia quienes no son libres porque alguien o
algo los oprime. Dame el valor de luchar por su libertad
Nuestra Madre de la Merced manifiesta su ternura y amor
infinito a todo el mundo moderno recordando que la
gracia divina es más fuerte que el pecado y la propia
muerte.
María de la Merced se ha convertido en un punto de
atracción para todo el pueblo de Dios, especialmente para
todos aquellos que sufren y se sienten oprimidos en
cuerpo y espíritu.
Nuestra Madre de la Merced viene a liberarnos y a darnos
consuelo a fortalecer nuestro cuerpo y nuestro espíritu,
ella mantiene viva nuestra esperanza, para que fieles a la
enseñanza de su hijo Jesús renovemos el compromiso de
aliviar a los hermanos de enfermedades, que nadie se sienta solo y abandonado en los
momentos de necesidad, sino que al contrario, afronte y sea fuerte a las adversidades de
la vida.
Como dijo Jesús ( Mt. 11, 28): “Venid a mí todos los que estáis fatigados cansados y
fatigados, y yo os aliviaré”
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MARÍA DE LA MERCED, ROSTRO DE LA TERNURA DE DIOS
El rostro de María: Destaca la dulzura, la ternura y la intimidad
que caracterizan el encuentro personal de la Virgen María y de
Jesús y el modo en que María “conservaba todas esas cosas
meditándolas en su corazón” (cfr. Lc. 2,19)
El rostro de María refleja el peso del sufrimiento que lleva
dentro: “Una espada te atravesará el alma” (Lc 2,34-35) y
adopta una actitud de abandono, dejando que su hijo la
abrace, abarcándola por completo. Jesús, con un rostro que
irradia humanidad y ternura, la protege y la consuela con su
mirada compasiva y con el contacto de su mejilla con la de
María. Ante la respuesta amorosa de su Hijo, contemplamos a la
Virgen María gustando en su interior el Salmo 17,8: “Guárdame
como a la niña de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus
alas.”
La belleza del rostro de María no deslumbra exteriormente; se trata de una belleza
interior, propia de quien está impregnada del Espíritu Santo, de cuya gloria es
transparencia.
María mira con ternura y tristeza a los que sufren en su peregrinación terrena y a la
humanidad pecadora que ofende a Su Hijo. Al mismo tiempo nos está diciendo que no
tenemos de qué preocuparnos, pues el Corazón de Jesús nos mira con compasión como lo
hace con Ella: Dios es rico en misericordia, es consuelo para el que sufre y es luz para su
pueblo que camina en tinieblas: “Aunque camines por cañadas oscuras, nada temas,
porque el Señor va contigo”. (Salmo 22, 4).
Querida familia mercedaria les lanzamos una última pregunta ¿Con qué rostro miramos a
nuestros seres queridos, a nuestros colegas de trabajo, a nuestros vecinos y a nuestras
hijas? ¿Será necesario mirar como María que se compadece del dolor humano? ¿Qué debo
hacer para observar las necesidades de los demás?
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Oremos en familia y pidamos a María de la Merced, los favores celestiales que se
necesitan de Dios.
ORACIÓN
A MARÍA DE MERCED, MADRE DE TERNURA
Madre amada de la Merced.
Tú eres la fuente de donde emana,
la bondad, la ternura y la misericordia.
Nos llamas a vivir y caminar en tu presencia,
desde nuestra debilidad y pequeñez humana.
Danos fuerza para buscar sendas de libertad.
Ayúdanos a acercarnos más a tu amado hijo.
Nosotros que necesitamos de su palabra,
Ayúdanos María de la Merced
al pie de nuestra cruz en este mundo,
Arriesgados y comprometidos
para renacer a una vida nueva.
Tú que eres misericordia, ternura y amor,
Cuídanos en nuestro caminar.
AMÉN
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