DE LAS SEPARACIONES AL ENCUENTRO: TRAS 15 SIGLOS DE

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DE LAS SEPARACIONES AL ENCUENTRO:
TRAS 15 SIGLOS DE DESCONOCIMIENTO,
INTENSO DIÁLOGO CATÓLICO-ORTODOXO
José Luis DÍEZ MORENO
Director de Pastoral Ecuménica
C/ José Arcones Gil, 37, 2º. - 28017 MADRID [España]
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Fax: 91 377 06 85
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Dadas las actuales circunstancias positivas en el diálogo entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxa ,esta charla pronunciada en Mayo de 2008 en el
Grupo Ecuménico “Ecudir” de la Institución Teresiana en Madrid, texto ahora aumentado, goza de plena vigencia y sirve a muchas personas interesadas
en las relaciones católico-ortodoxas como síntesis bastante completa de los
documentos aparecidos a lo largo de tantos años, especialmente del siglo XX
y lo que llevamos del XXI y hacerse una idea de la riqueza nacida de estas
Iglesias en la búsqueda de su unión. Lo mismo habría que hacer con documentos y acontecimientos surgidos en estas épocas entre la Iglesia Católica,
la Anglicana ,las Iglesias de la Reforma, Bautistas, Pentecostales y otras.
Deseo entroncar con la Conferencia de Juan de Dios Martín Velasco, como en un dicebamus
heri, recalcando que en los primeros tiempos del cristianismo se excluía de la interpretación de
su doctrina todo aquello en desacuerdo con el Credo, lo que daba a entender y reflejaba enseguida las diferencias doctrinales surgidas.
Cuando Juan escribe su IV Evangelio, allá por el año 100, han sucedido muchas cosas y este
apóstol, ha sido testigo de las primeras divergencias cristianas. El tema de la unidad entre los
seguidores de Jesús se encontraba ya un poco resquebrajado. Recordemos como Pablo, ya
antes, también alude a ciertos enfrentamientos.
Esta situación empuja, sin duda, a Juan a subrayar la cuestión de la unidad que, seguramente
él, como testigo de la Última Cena, recuerda con muy especiales connotaciones. Por eso recalca lo que ahora nosotros leemos: la recomendación de Jesús en su oración sacerdotal, el núcleo de nuestra oración, nuestro carisma y del don ecuménico que intentamos vivir y transmitir:
“Que como Tú, Padre, y Yo somos una sola cosa, que también ellos sean uno como nosotros,
para que el mundo crea que Tú me has enviado”. (Jn. 17, 21).
La desunión que vivimos los cristianos es una trágica paradoja frente a la unidad que Jesús
vive y predica constantemente.
Que, al menos, comencemos a vivirlo no como una situación de normalidad, sino como algo
que por todos los medios debemos recuperar.
No voy aquí a desgranar la historia de las separaciones cristianas, que pueden leerse en cualquier libro de Historia de la Iglesia o en artículos o tratados de ecumenismo. Más bien fijándome en algunas de esas divisiones o rupturas, trataré de exponer cómo mediante la acción del
Espíritu Santo, en estas últimas décadas el avance hacia la búsqueda de la unidad ha sido impresionante.
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Herejías y herejes.
La persona de Jesús apasionó, además de a
los Apóstoles, a Pablo, a la Magdalena, la primera persona que le vio resucitado, a tantos
discípulos como le siguieron y encontraron en
Él una vida nueva.
¿Cómo entender a Jesús? ¿Cómo entender su
persona? ¿Es Dios, era hombre? ¿Las dos cosas a la vez? Todos sus seguidores querían
conocerlo sin segundas intenciones, sin ánimo
de disensiones. Y así comenzaron las diversas
opiniones acerca del Señor.
Surgieron de los pensadores ideas sobre la
realidad de Jesús, que era necesario contrastar
con los postulados del Credo.
Apareció el arrianismo en cuya doctrina se decía: Jesús no es Dios. El macedonianismo que
negaba la divinidad del Espíritu Santo. El apolinarismo defendía una sola naturaleza en Cristo... Estos errores cristológicos tuvieron mucha
repercusión y fueron punto de partida para las
herejías posteriores, pero no dividieron la Iglesia todavía.
Icono que representa el concilio de Nicea
Los Concilios de Nicea (325), Constantinopolitano I (381) y Éfeso (431) pusieron las cosas en
su sitio. Pero lo que debía haber sido una labor de Iglesia: la curación de aquellas heridas, se
politizó por la intervención de los emperadores, que vieron amenazada la unidad de su imperio
por aquellas ideas religiosas. Así aparecieron los vocablos: adversarios, enemigos y los combates políticos e incluso militares, persecuciones, destierros, ejecuciones.
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I.- IGLESIAS PRE-CALCEDONENSES
Pero todavía no había tenido lugar ninguna separación en la Iglesia, sino de personas y a veces de grupos. La separación de la Iglesia dio comienzo con las herejías cristológicas siguientes, entretejidas de intereses nacionalistas.
Nestorio, Patriarca de Constantinopla, admitía en Cristo dos naturalezas independientes completas y exageraba tal forma de independencia indicando que su unión era accidental de manera que formaban dos personas distintas.
Los monofisitas, por reacción contraria, empezaron a defender una sola voluntad física en Cristo, es decir, una sola naturaleza.
De estas ideas surgieron dos Iglesias que, a partir de las condenas de los Concilios, mantuvieron sus posiciones: Nestorio y el Nestorianismo fue condenado en Éfeso (381). Los monofisitas
en el Concilio de Calcedonia (451).
Desde entonces los seguidores de Nestorio y de la doctrina monofisita se denominaron Iglesias
Pre-Calcedonenses, Apostólicas o Iglesias Ortodoxas Orientales. Comprenden principalmente
las Iglesias Orientales Ortodoxas de Siria de Oriente, que son nestorianos o caldeos y las Iglesias Monofisitas compuestas por la Iglesia Armenia, Copta, Etiópica, Siríaca, Siríaca Ortodoxa
de la India, etc...
Quedaron desde entonces muy alejadas de la Iglesia Universal y conservaron celosamente sus
doctrinas, liturgias y tradiciones. Hasta el Concilio Vaticano II, al que enviaron observadores,
desde el primer momento, eran unas Iglesias poco conocidas. De los armenios apenas si se
tenían noticias claras. La Iglesia armenia es una Iglesia mártir pues en el siglo XX sufrió una
gran persecución de los turcos y después también del régimen comunista. Más noticias se tenían de los coptos, por ser de Egipto, con el Patriarcado de Alejandría.
Tras el Concilio Vaticano II los contactos de estas Iglesias con la católica fueron en progresión
y cabe destacar como motores del acercamiento a los Patriarcas armenios Karekin I y Kerekin
II. Al primero lo visitó Juan Pablo II en su lecho de muerte. Entre los coptos ha destacado por
su sensibilidad ecuménica el Patriarca Shenouda III.
Con ambas Iglesias, entre 1980-1990 se han solucionado aquellas cuestiones cristológicas.
Aludidas anteriormente. Tanto Pablo VI como Juan Pablo II fueron los Papas que actuaron en
este sentido.
Sin embargo, quedan algunas cuestiones de Eclesiología a tratar, cuyo comienzo a tenido lugar
entre los días 27 de enero y 2 de febrero de 2008, debatiendo un documento: “ Naturaleza,
Constitución y Misión de la Iglesia”. Por efecto de tantos siglos todo ello se realiza paso a
paso, aunque desde el primer momento surgió un especial idilio entre estas Iglesias y la Iglesia
católica.
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a) Iglesias caldeas (Nestorianos)
En este idilio comenzaron a producirse Declaraciones Conjuntas y Comisiones Mixtas.
La Iglesia Siria recibió influencias de Antioquia y en el año 410 se reunieron 30 obispos decretando la separación del resto de la Iglesia y nombraron un katolikós. Aquí se inició la separación de los nestorianos con la Iglesia Universal.
Diálogo con la Iglesia católica.
Comenzó con Juan XXIII y la convocatoria del Concilio Vaticano II al que enviaron observadores. Con estas Iglesias las diferencias han sido menores. El diálogo con los Nestorianos se
inició concretamente en 1984 CON EL Patriarca Mar Dinka IV que visitó a Juan Pablo II y bosquejaron una futura declaración conjunta. En noviembre de 1994 se firmó tal Declaración Conjunta Cristológica.
A partir de esta Declaración se creó una Comisión Mixta entre la Iglesia católica y la Iglesia
Asiria, con una reunión en los últimos días de 1995. Era necesario después del acercamiento
cristológico tratar de la Eclesiología y de los Sacramentos. Esto es lo que se ha comenzado
en enero de 2008.
b) Iglesias Monofisitas.
Las Iglesias que componen este grupo son las siguientes:
1- Iglesia Armenia: fundada por S. Gregorio el
Iluminado. El Patriarca con quien se han realizado más acercamientos ha sido Karekin I, Patriarca Supremo de todos los Armenios, con sede en Etchmiadzín. En esta Iglesia existen otros
Patriarcas de segundo rango: el de Jerusalén,
con el que Pablo VI celebró un encuentro en su
viaje a Tierra Santa en 1964. Otro Patriarca armenio reside en Constantinopla y durante un
tiempo ha sido Patriarca de esta Sede Karekin
II, actualmente Katolikós, o Patriarca supremo
de los armenios, el último Patriarca que ha visitado al Papa días antes de Pentecostés de
2008. Por fin está el Patriarca de Cilicia, de
donde ha sido Patriarca el conocido Arán I , al
que hemos conocido tan activo en el Consejo
Mundial de las Iglesias en la 9º Conferencia en
Porto Alegre en el año 2004.
Karekin II
2- Iglesia Copta: fundada por S. Marcos. Existe en Egipto y Abisinia y se ha destacado
por su sentido ecuménico y su trabajo en este campo el Patriarca Shenouda III.
3- Iglesia Etíope: fundada por S. Frumencio, se separó del Estado después de muchos
inconvenientes en el año 1974 y congrega a varios millones de fieles. Ha destacado
ecuménicamente el Patriarca Abuna Paulos.
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4- Iglesia Siro- Ortodoxa, en la que ha destacado por su ecumenismo el Patriarca Ignacio
Zakkis I Ivas.
5- Iglesia Siro-Ortodoxa de la India: fundada por S. Tomás. Su Patriarca Mar Besileus
Paulose II. Ha sido figura destacada en la acción ecuménica.
Todas estas Iglesias son minorías y muy martirizadas por los diversos regímenes políticos en
los que viven. De ellas la más importante podría ser la Iglesia Copta.
El deshielo comenzó después del Concilio Vaticano II al que habían enviado observadores. El
Metropolita Melitón comenzó el diálogo de la caridad, en el que se realizaron multitud de encuentros, llenos de afecto y buena acogida por ambas partes.
Diálogo teológico con la Iglesia católica
1.- La Iglesia Armenia:
1964: Entrevista de Pablo VI con el Patriarca Armenio de Jerusalén y meses después con el
Patriarca Armenio de Constantinopla, en esa ciudad al visitar al Patriarca Atenegoras I .
1967: Entrevista en Roma entre Pablo VI y el Patriarca Armenio de Cilicia.
1970: Visita del Patriarca supremo de los armenios Vasken II, con Declaración Conjunta Cristológica.
1980: Juan Pablo II se reúne con una delegación de Estambul y se redacta un Comunicado
Conjunto.
1983: Juan Pablo II se reúne con el Patriarca armenio de Cilicia y se produce un Comunicado
Conjunto Cristológico.
1986: Kareken I, que da muestras de ser un entusiasta del acercamiento a la Iglesia católica,
asiste a la primera reunión Interreligiosa de Asís, convocada y presidida por Juan Pablo II.
1987: El mismo Katolikós Karekin I suscribe el Acuerdo Cristológico, a la vez que todos los
Patriarcas Ortodoxos, lo que le hace acercarse más a la Iglesia católica y realizar profundos
contactos con los Patriarcas Ortodoxos. Decididamente Karekin I se manifiesta como un abanderado de la unión de los cristianos.
1996: Karekin I vuelve a Roma, asiste con Juan Pablo II a una audiencia papal en el aula de
Pablo VI, donde es presentado a los fieles católicos por el Papa y vitoreado por éstos. Esos
mismos días pronuncia varias conferencias y Juan Pablo II y Karekin I firman una Declaración
Común Cristológica.
1997: Arán I de Cilicia acude a Roma en la Semana de la Unidad y en un documento expresa
la fe común en el Verbo de Dios. Este Patriarca ha trabajado incansablemente en el Consejo
Mundial de las Iglesias desde 1991.
1997: Juan Pablo II visita a Karekin I en su lecho de muerte en su sede de Etchmiadzín, a su
regreso de un viaje apostólico, llamándole queridísimo hermano. La muerte de este Patriarca
hizo que no se pudiera llevar a cabo un acercamiento previsto entre ambas Iglesias. La verdad
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es que su sucesor Karekin II, hasta entonces Patriarca Armenio de Constantinopla, retomó el
interés ecuménico, ha viajado varias veces a Roma y la última el 9 de mayo de 2008 para, según sus palabras, “observar como siguen las relaciones fraternas entre la Iglesia Armenia y la
Iglesia Católica”.
2.- La Iglesia Copta:
1973: Pablo VI se entrevista con el Patriarca Shenouda III y establecen una Comisión Mixta
con varios encuentros inmediatos:
– En El Cairo, en marzo y octubre de 1974 donde inician la posibilidad de una Declaración
Conjunta.
– Esta declaración se llamó Declaración de Viena y versó sobre la Cristología (Agosto
1976) . Fue una Declaración magnífica, pues con fórmulas distintas pudieron decir las
mismas cosas. (Como en la Declaración entre la Iglesia católica y la Iglesia evangélica
alemana en el Documento sobre la Justificación por la fe).
– Retenido Shenouda III en un monasterio, continuó la Comisión Mixta y se sucedieron
el V Encuentro en ese Monasterio de S. Biekoy (1988), el VI Encuentro en 1990 en ese
mismo lugar, el VII en 1991 y el VIII en 1992, incluso sin la presencia del Patriarca Shenouda III, en viaje por diversos países.
Este Patriarca ha sido otro de los abanderados de la unidad de los Cristianos.
3.- La Iglesia Etíope:
Hasta 1959 perteneció esta Iglesia al Patriarcado Copto.
1981: Tuvo lugar una visita a Juan Pablo II para superar malentendidos, por parte del Patriarca
Abuna Tekle.
1993: Su sucesor Abuna Paulos, visitó a Juan Pablo II.
1996: En la Reunión de Adís Abeba para la preparación de la Conferencia Mundial sobre la
Misión y Evangelización el Patriarca Abuna Paulos realizó una significativa confesión ecuménica en su alocución en esa reunión, aunque no participaba la Iglesia católica, dejando claros los
presupuestos católicos cristológicos.
4.- La Iglesia Siria:
1971: El Patriarca Mar Ignacio Jacobo III abrazó a Pablo VI y en 1980 a Juan Pablo II.
1984: Su sucesor Mar Ignacio Zakka I Iwlas abrazó a Juan Pablo II en compañía del Patriarca
de la India Basileos Mar Paulose.
Suscribieron una Declaración Conjunta, en la que se decía que no hay diferencia en la fe de
esas Iglesias con la católica. El hecho era importantísimo: por primera vez autorizaban a los
fieles de esas Iglesias a participar de la Eucaristía, si fuera necesario, aunque quedaban algunos pasos hasta la plena comunión.
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II.- IGLESIAS ORTODOXAS DE TRADICIÓN BIZANTINA, SIRIA Y ESLAVA.
Estas Iglesias son: el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, el Patriarcado Ortodoxo Ruso,
la Iglesia Ortodoxa de Grecia, la Iglesia Ortodoxa Rumana, la Iglesia Ortodoxa Serbia, la Iglesia
Ortodoxa Búlgara, la Iglesia Ortodoxa de Chipre y otras.
Separaciones:
Causas políticas, sociales, psicológicas y religiosas influyeron en la separación definitiva de
Oriente y Occidente, que culminó el día 16 de julio de 1054.
Fue el comienzo de una ofensiva de siglos, nueve, que condujo al desconocimiento de 900
años.
Desde que el emperador Constantino se estableciera en Bizancio surgió en antagonismo:
Causas políticas: la influencia de los emperadores, sobre todo la mayor preponderancia de que
comenzaron a gozar los de Occidente. Las Cruzadas constituyeron motivos de verdadera fricción y especialmente la Conquista de Constantinopla por los cruzados.
Causas sociológicas: la mayor influencia de Occidente en todos los terrenos.
Causas psicológicas: el complejo de inferioridad de los orientales, que todavía arrastran.
Causas religiosas: todas de poca monta, incluido el filioque, costumbres litúrgicas, exclusivismos, etc.
Focio y Cerulario:
Basílica de Santa Sofía de Estambul
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Focio, (858) un laico, funcionario imperial, buen teólogo, hombre honesto, fue elegido Patriarca
como sucesor del desterrado Patriarca Ignacio, por haber denunciado abusos de poder en la
familia imperial. Repuesto Ignacio a su muerte fue elegido de nuevo Focio, quien mantuvo bastantes buenas relaciones con Roma.
Miguel Celulario era un Patriarca, celoso de su autoridad y su independencia patriarcal. Para
investigar sobre algunos sucesos llegó a Constantinopla el legado pontificio, cardenal Humberto Da Silva Cándida, un portugués más celoso aún de la autoridad religiosa del Occidente que
el mismo0 celulario de la suya. Enzarzados en discusiones, cuando había muerto el Papa y,
por tanto, sin autoridad alguna de delegado pontificio, el cardenal Da Silva presentó sobre el
altar de la Basílica de Santa Sofía en Constantinopla, el 16 de julio de 1054, mientras celebraban una solemne función litúrgica presidida por el mismo Patriarca, bulas por las que excomulgaba al Patriarca Celulario y a todos sus seguidores. El cardenal salió de Constantinopla a Uña
de caballo y el Patriarca Ortodoxo lanzó también su excomunión contra el cardenal y sus seguidores. Fue el momento en que comenzó la total separación entre Oriente y Occidente.
Intentos de arreglo.
En varias ocasiones se buscaron formas para volver a la unidad., con intentos de latinización,
con el método de uniones generales: reconciliación de las jerarquías orientales con las latinas
en un concilio ecuménico.
Así, pues, en el siglo XIII, el primeros de estos concilios considerados como unionistas, fue el
Concilio II de Lyón (1274). En su sesión IV se determinó la unión de las Iglesias latina y griega, contenida en la profesión de fe del emperador Miguel VIII, paleólogo. Sin embargo los intereses políticos no hicieron fructífera esta intención.
El mayor esfuerzo por la unidad se llevó a cabo en el Concilio iniciado en Basilea en 1431, trasladado a Ferrara en 1438 y a Florencia en 1439, para recalar finalmente en Roma en 1443. El
Concilio se llama de Ferrara-Florencia. En el se puso mucho interés en la asistencia de obispos
orientales, formación de comisiones mixtas, etc. Fueron famosas las palabras iniciales de la
célebre bula la Etentur Coeli, que expresaban bien en anhelo de la Iglesia por la plena comunión de los cristianos.
En este mismo Concilio tuvo lugar también la unión con los armenios y coptos, según las bulas
Exhultate Deo y Cantate Dómino y trasladado el Concilio a Roma allí se efectuó la unión con
los sirios, los caldeos y maronitas de Chipre. Además se había nombrado cardenal al Patriarca
Besarión, muerto y enterrado en la misma Florencia. Sin embargo la firma de unión con los
griegos tuvo poco éxito, pues si las jerarquías eclesiásticas querían la unión, los fieles ortodoxos no estaban preparados para ella y la rechazaron. En 1453 cae la ciudad de Constantinopla en poder del Imperio Turco. El diálogo cesó y se desvanecieron las esperanzas de reunificación.
No obstante, Europa del Este, fuera de la dominación turca, incluida Rusia y el gran ducado de
Lituania, naciones ortodoxas mantuvieron la esperanza de nuevos contactos. Con la dominación turca del Patriarcado de Constantinopla se erigió un nuevo Metropolita únicamente para
Rusia en el año 1448, que luego constituyó el Patriarcado ortodoxo de Moscú.
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III.- RELACIONES CATÓLICO-ORTODOXAS EN EL SIGLO XIX.
La verdad es que hasta el siglo XIX no volvieron a sentirse claras intenciones de la búsqueda
de la unidad entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas. Pío IX fue Papa de 1846 a 1878,
32 años. Desde el punto de vista ecuménico Pío IX gozaba de buena voluntad, aunque sus
intervenciones no contribuyeron a crear un clima de acercamiento. El Papa decidió invitar a los
ortodoxos y también a los protestantes a la celebración del Concilio Vaticano I . Escribió dos
cartas publicadas en fechas diferentes a unos y a otros. El documento a los ortodoxos Arcano
Divinae Providentiae (1868) invitaba a la reconciliación, tomando parte en el Concilio. La carta
decía: “ Volved, nosotros respetaremos vuestros ritos y vuestras costumbres, pero volved, volved a la Madre Iglesia”.
Los orientales rechazaron la invitación, aunque se conservan testimonios de obispos de esa
Iglesia que recibieron con respeto la bula pontificia. En la revista de ecumenismo Re- Unión, de
1963, se halla un interesante artículo a este respecto. Así pues, el Concilio Vaticano I (18691870) se desarrolló sin la presencia de ningún observador ni ortodoxo ni protestante y en las
diversas sesiones conciliares para nada se aludió a la Iglesia ortodoxa.
León XIII comenzó su Pontificado en el año 1878 y ya
desde sus comienzos se mostró un Papa ecuménico al
nombrar cardenal a J. H. Newman. El momento más
importante del ecumenismo de León XIII tuvo lugar en su
carta Preclara Gratulationis (1894), con motivo de su
jubileo episcopal y constituye un extenso llamamiento a
la unidad de todos los cristianos en la única Iglesia de
Cristo. Distingue dos niveles entre los “disidentes”: las
Iglesias orientales y todos los demás cristianos. Ponía de
manifiesto la unidad primigenia de la Iglesia e invitaba al
Oriente Cristiano a la unidad del Primer Milenio en el que
todos los cristianos reconocían la autoridad del obispo
de Roma.
León XIII no se limitó a las exposiciones doctrinales y
promovió iniciativas hacia la unidad, sobre todo con los
ortodoxos. Así, en 1824 promulgó la Constitución Orientalium Dignitas, con enérgicas medidas contra todo
intento de latinización de los orientales unidos a Roma.
Esta carta tiene una extensión lógica hasta Juan Pablo
II, quien con motivo del centenario de este escrito publicó la carta Orientale Lumen (1995).
León XIII
No se puede olvidar que León XIII acogió con buenos ojos el proyecto de Lord. Halifax y del
Padre Portal, que pretendían la creación de un ámbito común de diálogo y con este motivo escribió una carta en 1895 Amantíssime Voluntatis. Finalmente señalar que León XIII comenzó
en la Iglesia católica la semana de oración por la unidad, fijada en los días precedentes a Pentecostés.
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IV.- RELACIONES COTÓLICO-ORTODOXAS EN EL SIGLO XX.
Pio X no se caracterizó por una gran labor ecuménica, llenaron su pontificado acontecimientos
históricos como el modernismo. Esta situación explicó la poca resonancia en estos años en la
Iglesia católica del fenómeno ecuménico protestante nacido en Edimburgo en 1910 con la Conferencia Internacional de Misiones, punto de referencia de la historia del ecumenismo en 1910.
En lo referente al mundo oriental Pio X quiso sumarse a los trabajos de sus predecesores y así
lo manifestó hasta con énfasis en su Carta Apostólica Ex quo (1910), en la que cita testimonios
de pasados Pontífices y termina hablando de León XIII que “invitó a las naciones de Oriente a
unirse de nuevo con la Iglesia Romana... ciertamente, nuestro deseo no es menor”. Pio X sintió
dolorosamente la desunión entre Roma y las Iglesias Orientales, pero sigue pensando que esa
desunión perjudica sólo a las Iglesias de Oriente. Sí se destacó en el impulso a la oración por
la unidad de las Iglesias.
Benedicto XV (1914-1922) tuvo interés por fomentar el ecumenismo y trató de segur la línea
de León XIII en lo relativo a los cristianos de Oriente. Se produjeron dos acontecimientos: en
1917 creó la Congregación especial para la Iglesia Católica Oriental. Miraba directamente a las
Iglesias Orientales Católicas e indirectamente a los ortodoxos. En ese mismo año fundó el Instituto Pontificio de Estudios Orientales, complemento a la Sagrada Congregación creada meses
antes. Sobre estos insistió después Pio XI y juega un gran papel la investigación científica que
en este instituto se comenzó.
Benedicto XV quiso intensificar el ecumenismo por la concesión de indulgencias al Octavario
por la Unión de las iglesias. Bajo su pontificado se iniciaron las conocidas conversaciones de
Malinas (1921- 1926). Pero las relaciones con el Movimiento Ecuménico siguieron bastante
tensas, como se dirá al tratar de las Iglesias Protestantes.
Pio XI (1922- 1939) tomó en serio el tema de la unión de los cristianos durante los primeros
años de su pontificado, hasta que le embargó totalmente la organización de la Acción Católica.
Su interés ecuménico se movió en dos direcciones: fue testigo de las Conversaciones de Malinas e intensificó constantemente las relaciones con el Oriente. Por otro lado, la relación con los
movimientos ecuménicos protestantes siguieron tensas, como se verá al tratar de los protestantes.
Ciertas propuestas ecuménicas obligaron a Pio XI a dirigir a los católicos la encíclica Mortalium
Ánimus (1928), severa y enérgica, denunciando los peligros y errores que, desde la fe católica
se observaban en el Movimiento Ecuménico, fijándose especialmente en lo que el Papa denomina “pancristianismo”. Donde verdaderamente Pio XI manifestó su espíritu ecuménico fue en
la relación con las Iglesias orientales.
Dos instrumentos le valieron para llevar a cabo su acercamiento a Oriente: un nuevo método
ecuménico que en muchos aspectos ha quedado consagrado en el Vaticano II, y el estudio y la
investigación sobre el Oriente cristiano, a lo que dedica gran parte del dinero recibido del Tratado de Letrán dedicándolo al Instituto de Estudios Orientales. Dedicó, además, una encíclica a
este asunto, Rerum Orientlium (1928), donde ofreció todo un pensamiento ecuménico.
Este pontífice encaminó el ecumenismo por la importante vía de la espiritualidad y el monaquismo. En 1924 había escrito una carta dirigida al primado de los Benedictinos de Bélgica, Equiden Verba, por la que el monaquismo pasaba a ser un instrumento fecundo del ecumenismo.
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Pio XII (1939- 1958) continuó haciendo progresos en el ecumenismo católico. Dos circunstancias sitúan sus perspectivas:
la creación del Consejo Ecuménico de las Iglesias en Amstedan en 1948 y la gran crisis por la que travesaron las relaciones políticas internacionales. Las encíclicas la Místicy Corpois
(1943), Mediator Dei (1947) y Humani Generis (1950), contienen indicaciones doctrinales de gran interés en lo relativo a la
unidad de los cristianos. Sobre todo la Místicy Corporis desarrolló una eclesiología que implica muchas cosas profundas
e interesantes, tenidas en cuenta después en el Vaticano II,
aunque hoy no se considera a esta encíclica demasiado ecuménica.
Un elemento que dificultó las relaciones con los otros cristianos, especialmente con los ortodoxos, fue la definición del
dogma mariano de la Asunción (1950). Las relaciones de la
Iglesia católica con el Consejo Ecuménico de las Iglesias se
articularon durante el pontificado de Pio XII durante la Célebre
instrucción Eclessia Cathólica (1949), donde se aborda de
forma expresa la participación de los católicos en el diálogo
ecuménico. En conjunto la Instrucción adoptaba una postura
constructiva y positiva respecto a la actividad ecuménica y
daba un amplio margen de posibilidades a la colaboración y al
diálogo.
Pío XII
Siguiendo a sus predecesores, Pio XII no ocultó su afecto por las Iglesias Orientales a las que
dedicó tres encíclicas: Orientalis Eclsiae Deus (1944), Orientales Homnes Ecclesias (1945),
motivada por los problemas de la Iglesia católica en Ucrania, y Orientales Ecclesias (1952). En
todas ellas se nota un cambio terminológico positivo respecto a las Iglesias ortodoxas a las que
ya llama hermanas, término consagrado por el Vaticano II. De Pio XII conviene señalar la cantidad de visitas de jerarquías protestantes que en esos años recibió, aunque en más de la mitad
de su pontificado los cardenales de Curia no eran nada propicios al acercamiento ecuménico.
Juan XXIII (1958- 1963): el carisma ecuménico.
Juan XXIIII había tenido durante su cargo de Nuncio en Bulgaria y Turquía importantes contactos con los ortodoxos y,
debido a su carácter afable y conciliador, logró profundas
amistades con ellos, especialmente con el patriarca Atenágoras I, en la Sede Patriarcal de Constantinopla desde 1948.
Este ecumenismo práctico llenó su corazón y encaminó su
mente hacia la comprensión de la absoluta necesidad de
buscar la unión eclesial de los que ya estaban unidos en
Cristo. Desde entonces mantuvo relación afectiva y profundo
conocimiento psicológico, pastoral y doctrinal de estos hermanos.
Juan XXIII
Quiso la voluntad de Dios que el cardenal Roncalli de Venecia fuera el sucesor del Papa Pio XII, dos figuras muy distintas, incluso en lo físico, pero ambos en la avanzadilla de la
Iglesia de aquellos tiempos. Pio XII en la brecha de lo intelectual y de el acoplamiento de la Iglesia a los tiempos mo-
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dernos. Juan XXIII en la avanzadilla de la concordia, el encuentro, el aire fresco en la Iglesia.
Los avances bíblicos, litúrgicos, pastorales y hasta los esbozos ecuménicos de Pio XII los
transformó en cosa normal la sencillez del Papa bueno.
Su pontificado supuso una nueva etapa en el ecumenismo católico centrado en el Concilio Vaticano II. Su pontificado es el cenit de la fase de los pioneros en el ecumenismo e inicia el diálogo ecuménico institucionalizado en la Iglesia católica. Su sensibilidad con respecto a la unión
de los cristianos fue enorme, producto de la sensibilidad de su vida interior. Llegado a la Sede
Romana, ya fue muy importante su mensaje navideño de aquel 1958, cuando sólo llevaba dos
meses de Papa. Pero lo que causó la convulsión del mundo cristiano fue la noticia del 25 de
enero de aquel 1959, en el que anunció la convocatoria de un Concilio ecuménico, que tuvo
dos objetivos principales: la reforma de la Iglesia y la búsqueda de la Unión de los Cristianos.
Para conseguir este segundo objetivo constituyó el Secretariado para la Unidad de los Cristianos desde el cual con el cardenal Agustín Bea y Mons. Joan Willebrans comenzó imparable la
marcha del ecumenismo en la Iglesia católica. Un año después de su elección escribía la encíclica Aeterna Dei Sapientia (1961) para celebrar el XV Centenario de la muerte de León Magno, verdadero servidor de la unidad de la Iglesia, en la que Juan XXIII hacía una llamada a la
Unidad de todos los Cristianos.
Rasgos característicos de la actividad ecuménica de Juan XXIII fueron: la creación de la Comisión para la unidad de los cristianos, en 1960, la única que perduró en el Concilio transformándose en Secretariado para la Unidad de los Cristianos y después en Comisión conciliar. Desde
ese día 5 de junio de 1960 puede decirse que se abrió la Iglesia católica al ecumenismo y desde ese momento las visitas a gran número de Iglesias ortodoxas, Iglesias luteranas, Reformadas, anglicanas, a personas determinadas del ecumenismo fueron constantes. Desde finales
de 1961 se sucedieron los documentos: la Constitución Apostólica Humanae Salutis convocando el Concilio para 1962, el Motu Proprio Concilium del 2 de febrero de 1962 fechando el Concilio para el 11 de septiembre de ese mismo año, la encíclica Poenitentiam agüere, de primeros
de septiembre el Motu Proprio Apropincuante Concilio Oecuménico y el reglamento para la
Asamblea Ecuménica, el 11 de septiembre el Radio- Mensaje sobre el Concilio y, por fin, la
solemnísima Apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, en cuyo discurso Juan XXIIII se pronunció con palabras vibrantes.
Juan XXIII, en su sencillez carismática, pensaba que el Concilio iba a ser cuestión de unos meses, pero moría el 3 de junio de 1963, conmoviendo al mundo por su entrega en aras de la
Unidad de los Cristianos.
En la clausura de la Semana de la Unidad el 25 de enero de 1959 y en la Basílica de San Pablo Extramuros, pocos meses después de su elección, convocaba Juan XXIII el Concilio Vaticano II con una finalidad verdaderamente ecuménica, sucediéndose en años inmediatos toda la
producción documental referida anteriormente. Ya en la clausura del Cónclave (1958) saludaba
Juan XXIII a las Iglesias Orientales:
“Abrazamos con paternal amor... a las Iglesias de Oriente, aún a las separadas de la Sede
Apostólica”.
En el radiomensaje de Navidad de 1958 decía:
“La tristeza de esta dolorosa comprobación no detiene... el esfuerzo de nuestra alma para proseguir la invitación amorosa a aquellos hermanos nuestros separados...”
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En el Año Nuevo de 1959, el Patriarca Atenágoras contestaba a todas estas palabras del Papa:
“Acogemos con gozo toda llamada a la paz, venga de donde venga...especialmente si procede
de un centro cristiano como la antigua Roma...”
Habían comenzado los primeros encuentros entre Roma y Constantinopla, a cargo de los dos
antiguos amigos, el Nuncio Roncalli y el Patriarca Atenágoras I .
En 1959 Atenágoras valoraba la iniciativa de Juan XXIII el 17 de noviembre:
“La iniciativa más valorada por la Iglesia Ortodoxa es la emprendida por el Papa de Roma,
Juan XXIII”
De esta manera, las contestaciones de uno y otro mantenían y aceleraban el inicial encuentro
entre las dos Iglesias hermanas. La muerte de Juan XXIIII pareció un corte en este bello diálogo. Pero la semilla estaba puesta y crecía como se aprecia enseguida en la actitud del sucesor
de Juan XXIII, el Papa Pablo VI.
Pablo VI (1963-1978): signos ecuménicos y Diálogo de la Caridad.
Pablo VI con Atenágoras
Apenas elegido Papa, Pablo VI despejó la incógnita: continuaría el Concilio y mantendría el
gran objetivo de la búsqueda de la unidad de los cristianos. Este objetivo ecuménico lo fue
desarrollando en dos sentidos: el diálogo y el encuentro. En la homilía de su misa de coronación decía el nuevo Papa:
“Y así se ofrezca a los hermanos cristianos separados de su perfecta unidad, de una manera
que hagan posible su reintegración en el Cuerpo Místico de Cristo en la Iglesia católica en la
verdad y en la caridad, fácil y jubilosamente”
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Sonaba todavía a los pasados modos, pero valía para dar ánimos tanto a los católicos como no
católicos. Si se proseguía el camino del ecumenismo éste cambiaría formas ya caducas de
pensar. El 29 de septiembre, después de que en una memorable jornada, el 6 de agosto en la
abadía griega católica de Grottaferrata (Italia) dijera que “nuestro Credo sea unívoco y solidario, compacta y articulada nuestra unión jerárquica... Roma no quiere absorber ni amortiguar la
gran floración de Iglesias orientales, que el Señor nos haga oír la voz de la Historia”, añadió en
su homilía de la inauguración de la segunda etapa del Concilio estas etapas:
“Aquí, nuestras palabras se dirigen con respeto a los representantes de las denominaciones
cristianas separadas de la Iglesia católica, que han sido invitadas por ella a asistir en caridad
de observadores a esta solemne Asamblea. Los saludamos de corazón, les agradecemos su
intervención. Enviamos, valiéndonos de su presencia, nuestro mensaje de paternidad y fraternidad a las venerables comunidades cristianas que están representadas aquí”.
No llegaron nuevos observadores de los patriarcados ortodoxos, pero el número de Iglesias
con observadores ascendía en esta segunda etapa a 22, 61 representantes. En el discurso a
éstos en la audiencia papal, Pablo VI dijo que nada de mirar a pasado sino al futuro, les dio las
gracias por haber aceptado la invitación, subrayó que no esperaban soluciones milagrosas inmediatas, sino que los frutos esperados debían madurar largamente con el estudio y la oración.
Eran aquellos días de septiembre de 1963 en que la Ortodoxia buscaba ponerse de acuerdo
para enviar sus observadores Al Concilio. Ya a primeros de julio Atenágoras había indicado
que “el Patriarcado ecuménico de acuerdo con los otros Patriarcas ortodoxos reexaminaría la
actitud de la Ortodoxia después de que el nuevo Papa hubiera manifestado sus intenciones
respecto a la Ortodoxia”. Y Pablo VI los manifestó positivamente.
Pero después de las celebraciones del milenario del Monte Athos, donde estuvieron los Patriarcas días después de las palabras de Atenágoras, se comentó que los jefes de la Ortodoxia
habían acordado no enviar observadores a la segunda etapa del Concilio. Pablo VI no podía
haber hablado más claro en su mensaje del 22 de junio, ya señalado, como en su visita a la
abadía bizantina de Grottaferrata. Atenágoras lo conocía todo y, aunque tachado por algunos
obispos ortodoxos de traicionar la tradición ortodoxa, se decidió a presidir una reunión en Rodas a mediados de septiembre, para decidir claramente la cuestión de los observadores, aún
en contra del arzobispo griego Crisóstomos. Sin la presencia de este tomaron la decisión de
que cada Iglesia actuara libremente en el envío de observadores. Posteriormente tuvo lugar en
Rodas las III Conferencia Pan-Ortodoxa en noviembre de 1964.
El día 18 de noviembre de 1963 comenzó a discutirse en el Aula conciliar el esquema sobre
ecumenismo, debatido hasta el 2 de diciembre, en cuyas discusiones participaron muy activamente las Iglesias ortodoxas presentes.
Esta segunda etapa finalizó con la preparación del viaje de Pablo VI y Atenágoras I a Jerusalén, verdadero culmen de aquel inicial ecumenismo El 5 de enero de 1964 se encontraron en el
Huerto de los Olivos:
“Nosotros, peregrinos de Roma y Constantinopla pudimos encontrarnos y unirnos en oración
común”, dijo Pablo VI.
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Por su parte Atenágoras I afirmó:
“El mundo cristiano ha vencido la noche negra de la separación, los ojos de los cristianos están
fatigados de haberse sumergido en esta noche. Este momento puede ser la aurora luminosa y
bendita a cuya luz las generaciones futuras participarán en el mismo fervor en la Sangre y el
Cuerpo de Cristo”
El día 6 de enero, en Belén, subrayó Pablo VI:
“Estamos dispuestos a tomar en consideración todo medio razonable”.
De profundo contenido fueron los encuentros y mutuas palabras de Su Beatitud el Patriarca
Greco-Ortodoxo Benedictos de Jerusalén y la respuesta del Papa, las del Patriarca Yegüishe
Derderian, de los armenios, la contestación del Papa o su discurso a las jerarquías católicas
orientales.
El encuentro ecuménico finalizó con un comunicado conjunto de Pablo VI y Atenágoras I en el
que destacaban la gran significación del encuentro, su acción de gracias a Dios por este gesto
fraterno anuncio y preludio de acontecimientos futuros, tras siglos de silencio, confiando en que
estos deseos fueran reconocidos por los miembros de las Iglesias respectivas, jerarquías y
fieles.
La Semana de la Unidad de 1964 y todo ese año estuvo impregnado por este gran acontecimiento ecuménico, incluso en España.
Su primera encíclica Ecclesiam Suam (1964), profundiza en el diálogo como medio para alcanzar la unidad de todos los cristianos, manteniendo y potenciando la actividad del secretariado
romano para la unidad de los cristianos. Con esta bagaje ecuménico muy bien podía exclamar
Pablo VI en la inauguración de la Tercera Etapa del Concilio, y en esta ocasión ante 72 observadores y huéspedes no católicos, incluidos, ahora sí, los de la Ortodoxia del Patriarcado de
Constantinopla:
“¡Oh Iglesias, objeto de nuestros anhelos... sabed que ya os llevamos en el corazón¡ ¡Oh Iglesias, lejanas y a nosotros tan próximas¡ ¡Oh Iglesias, objeto de nuestros sinceros anhelos¡ ¡Oh
Iglesias, de nuestra insomne nostalgia¡ ¡Oh Iglesias, de nuestras lágrimas y nuestro deseo de
poder honraros con nuestro abrazo en el verdadero amor de Cristo, desde este Centro de la
UNIDAD que es la tumba del Apóstol y Mártir Pedro, desde este Concilio Ecuménico de fraternidad y de paz, llegue hasta vosotras nuestro afectuoso clamor¡. Quizá todavía nos tiene separados una gran distancia y habrá de pasar mucho tiempo antes de que se cumpla la reunión
plena y efectiva; pero sabed que ya os llevamos en el corazón y que el Dios de las misericordias confirme tan gran anhelo y tan gran esperanza”.
Los siguientes meses a estas hermosísimas palabras fueron trepidantes en el Aula conciliar,
pues estaban a punto de aprobarse documentos tan importantes como la Constitución Lumen
Gentium, El Decreto sobre Ecumenismo Unitatis Redintegratio y Orientalium Ecclesiarum, sobre las Iglesias orientales católicas. Así fue el día 21 de noviembre de 1964, una de las fechas
ecuménicas por excelencia.
Para finalizar este recuento de riquezas ecuménicas producidas por el Concilio Vaticano II voy
a finalizar citando el más grande signo ecuménico de nuestros tiempos, sucedido la víspera de
la clausura del Concilio, el 7 de diciembre de 1965, cuando en la Basílica de San Pedro, al fina-
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lizar la Eucaristía ante todos los padres conciliares y los más de cien observadores de las Iglesias no católicas, Pablo VI y el representante del Patriarca Atenágoras de Constantinopla, el
Metropolita Melitón de Hierápolis levantaban la recíproca excomunión desde hacía 900 años,
fundiéndose en un fraternal abrazo, subrayado con un estruendoso aplauso de todos los presentes. Quienes estuvimos presentes nos consideramos ungidos de forma especial para la
labor ecuménica. A la vez en la Catedral Ortodoxa del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, en El Fanar (Estambul) tenía lugar una ceremonia similar entre el enviado de Pablo VI,
cardenal Shean, y el Patriarca Atenágoras I.
El día 4 se producía otro de los hechos más significativos del Concilio: a las cuatro de la tarde y
en la Basílica de San Pablo Extramuros despedía Pablo VI a los 103 observadores, teniendo
palabras afectuosas para cada uno de ellos, estrechando sus manos, abrazándoles e indicando
como después de aquellos cuatro años parecía imposible que la Iglesia católica pudiera vivir en
Roma sin la presencia de tantos hermanos cristianos, cuando todos habían llegado al corazón
de todos. Fueron escenas conmovedoras, indicativas hasta el extremo del talante ecuménico
de Pablo VI. Tuve la suerte de presenciarlas y así lo he narrado con detalle en el artículo titulado: Vaticano II: “Ningún Concilio ha hecho tanto por la unidad”, publicado en el nº 67 de Pastoral Ecuménica, p. 45. Todo este artículo narra el contexto ecuménico del Vaticano II.
En 1967, Pablo VI visitó a Atenágoras el 25- 26 de Julio en El Fanar.
En 1967,26 de octubre, Atenágoras devolvió la visita a Pablo VI en Roma.
En 1968- 69-70 se dirigieron mensajes mutuos en la Semana de la Unidad.
En 1972 tuvo lugar un hecho importante, el 24 de marzo. En una visita de la Delegación del
Patriarcado se le entregó a Pablo VI el TOMOS AGAPIS. Era la reunión de todos los documentos de los 10 años anteriores, 1958-1968 entre la Santa Sede y el Patriarcado Ecuménico.
En 1972 tuvo lugar un importante intercambio de dones entre Atenágoras y Pablo VI en la pascua. Pablo VI le envió después una carta el 4 de junio de ese 1972, a la que contestaba Atenágoras el día 22 de julio. Era la última comunicación entre ambos.
En 1972, el 7 de julio, fallece Atenágoras.
En 1972 el 16 de julio es elegido y proclamado Demetrio I, Patriarca Ecuménico, quien decide
seguir los contactos con Roma.
En 1973-74 no se produjeron mensajes.
En 1975 se celebró el X Aniversario de la Anulación de las Excomuniones y se abrió de nuevo
la actividad ecuménica con entusiasmo entre Roma y Constantinopla. Se creó entonces la
Comisión Teológica.
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Juan Pablo II (1978-2005): el Diálogo Teológico.
Desde los primeros momentos de su pontificado, en 1978,
Juan Pablo II dio muestras de su intención de proseguir en el
camino de la búsqueda de la Unidad de los Cristianos. Muy
pronto se advirtió que, incluso, pretendía ampliarlo como veremos en los párrafos siguientes. Sus continuos viajes a todo
el mundo le ayudaron a intensificar el trato directo con todas
las Iglesias Cristianas y especialmente con las Ortodoxas.
Juan Pablo II recibe al Patriarca
Al año siguiente de su elección, en 1979, realizó un viaje por Ecuménico Bartolomeo I (5-X-1991)
tierras de la ortodoxia: Ankara, Estambul, Éfeso y Esmirna,
ocasión que aprovechó para visitar al Patriarca Ecuménico en El Fanar en los días 29-30 de
noviembre, aprovechando la fiesta de San Andrés Apóstol y firmar con Demetrio I una Declaración Conjunta para el comienzo del Diálogo Teológico, sobre el cual ya en 1975 se había creado, como hemos dicho, la Comisión Teológica Mixta. Esta visita tuvo una gran relevancia y daba continuidad al ecumenismo iniciado por Pablo VI. En esa Declaración conjunta y en sus discursos se hablaba de: “continuidad con lo anterior, estimular los esfuerzos unionistas, insistir en
que la tarea ecuménica va con todos, expresar que Constantinopla es reconocida como portavoz oficial y principal de la Ortodoxia reencontrarse en la fe apostólica y común”.
En 1987 el Patriarca ecuménico Demetrio I devolvió la visita y en diciembre de ese año fue recibido en Roma con sincero afecto y solemnidad. Una nueva reunión tuvo lugar en Roma en
1995 con el sucesor del Patriarca Demetrio I, Bartolomé I, que anteriormente y fruto de las
buenas relaciones, había preparado el tradicional Vía Crucis del Viernes Santo de 1994. Con
este Patriarca las visitas comunes en las fiestas patronales de San Pedro y San Andrés han
sido constantes.
En 1980 comenzó a funcional la Comisión Teológica mixta que explicaremos según las diversas reuniones.
Primera Reunión, 29 de mayo a 4 de junio de 1980 en Patmos-Rodas. Asistieron 60 obispos y
teólogos católicos y ortodoxos. Copresidentes fueron el cardenal Willebrands y el Metropolita
Stilianos de Australia. El objetivo fue:
– Definir el procedimiento.
– Organizar los detalles del trabajo para la primera fase.
En 1982, en Munich, 30 de junio, con un documento-acuerdo, titulado: “El Ministerio de la Iglesia a la luz del Misterio de la Santísima Trinidad”. Se trataba la Koinonía: comunión eclesial;
comunión entre Iglesias locales e Iglesia universal. Todos estos estudios dieron lugar al llamado DOCUMENTO DE MUNICH, 1972.Para esclarecer la naturaleza de la comunión se subrayó
la relación entre fe y sacramentos.
En 1984 tuvo lugar la tercera reunión de esta Comisión Teológica Mixta en Creta, del 30 de
mayo al 8 de junio. El tema era: “Fe, Sacramentos y Unidad de la Iglesia”. Aunque el documento no se pudo presentar por falta de tiempo, fue un paso adelante en las cosas que unen y separan.
En este mismo año 1984 se celebró el XI Centenario de la obra evangelizadora de los Santos
Cirilo y Metodio, proclamados por el mismo Juan Pablo II copatronos de Europa en 1990.
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En 1987 tuvo lugar la cuarta reunión en Bari (Italia), tratándose la cuestión de los sacramentos
de la iniciación. Fue reflejado en el llamado DOCUMENTO DE BARI. Dio la impresión de cierto
fracaso, pues la Iglesia de Grecia y el Patriarcado Ortodoxo de Jerusalén se negaron a participar; otras dos Iglesias se retiraron durante la reunión, la Iglesia Ortodoxa de Serbia y Chipre.
Para que no quedara la impresión de fracaso el arzobispo Mons. Magrassi invitó a la Comisión
Mixta a continuar las discusiones, pasado un tiempo, en el mismo 1987. Para que Jerusalén y
Grecia asistieran se abstendrían de proselitismo y uniatismo. En Bari se trató del Sacramento
del Orden y la Sucesión Apostólica luego en el DOCUMENTO DE VÁLAMO de 1988.
En 1989-90 el cambio político complicó las cosas, pues con la reclamación de templos y otras
cosas por parte de la Iglesia católica y la vuelta del proselitismo uniata, las Iglesias Ortodoxas
se negaron a continuar en la Comisión mixta. En abril de 1991 la Iglesia católica nombró administradores apostólicos para Moscú, Kazastán y Siberia. La protesta de Alexis II y la de los Patriarcas de Sofía, Bucarest y Belgrado fue inequívoca. Todos los Patriarcas denunciaron a la
Iglesia católica por su proselitismo en territorios de la Ortodoxia. Este malestar tuvo su expresión más clara cuando todas las Iglesias ortodoxas, incluida la griega y armenia, rechazaron la
invitación a la asamblea especial del Sínodo de los Obispos sobre Europa, en noviembre de
1991. Juan Pablo II supo ver una lección en esta postura que calificó de “kénosis del Sínodo” y
puso un esmero especial hacia la reconciliación y el diálogo.
Entre 1999-2000 la principal cuestión fue el uniatismo, reflejado en el DOCUMENTO DE
BALAMAND de 1993 y en el DOCUMENTO DE BALTIMORE del 2000, cuestión a la que dedicarán más tiempo en un futuro próximo.
Antes de continuar con la más inmediata actualidad, voy a destacar los documentos de Juan
Pablo II respecto a la Iglesia Ortodoxa:
En 1985 escribió la Carta Encíclica Slavorum appóstoli, dedicada a los santos Cirilo y Metodio.
En 1988 publicó la Carta Apostólica Euntes in mundum dirigida a los fieles de la Iglesia católica
en la conmemoración del Milenio del Bautismo de Rus, de Kiev.
En 1988 también, la Carta Mágnum Bautismi dominum.
En 1990 publicó el importantísimo Código de Cánones de las Iglesias orientales y puso al día el
antiguo Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (1993).
En 1995 publicó la Carta Apostólica Orientale Lumen.
El 7 de junio de 2003 fue entronizado en la catedral Ortodoxa Griega de San Demetrio de Madrid el primer Metropolita del Patriarcado Ecuménico, Mons. Epiphaneos de España y Portugal,
que estuvo al cargo de esa Sede durante cuatro años, sin lograr ser recibido por el CardenalArzobispo de Madrid.
Se aprecia por este gran número de documentos la preocupación de Juan Pablo II por las Iglesias ortodoxas. No se puede olvidar la participación de las Iglesias ortodoxas y especialmente
del Patriarca Ecuménico Bartolomé I en el Año Santo del 2.000 en distintos actos de oración y
petición de perdón las separaciones, así como la referencia de Juan Pablo II a la Ortodoxia en
documentos con motivo de esa celebración jubilar.
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V.- RELACIONES CATÓLICO-ORTODOXAS EN EL SIGLO XXI.
Benedicto XVI (2005...): continuación del diálogo.
Desde el primer momento de su elección,
Benedicto XVI dejó claro su compromiso con
el ecumenismo, al que consideró sin marcha
atrás. Por tanto, se vislumbraba radiante el
futuro inmediato del diálogo católico- ortodoxo. Ahora vuelven las cuestiones planteadas en el Documento de Válamo sobre la
Comunión eclesial, la Conciliaridad y la Autoridad.
La proverbial enemistad entre polacos y rusos, de alguna manera se había hecho presente en la época de Juan Pablo II, en especial con el nombramiento del arzobispo de la
nueva diócesis católica de la Madre de Dios
en Moscú, para cuya sede se nombró al polaco Mons. Tadeus Kondrusiwiez, siempre impositivo y distante.
El Papa Benedicto XVI
junto al Patriarca Bartolomé I
La acogida a Benedicto XVI fue excelente también en el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla desde el primer momento, como consta por los diferentes mensajes intercambiados,
culminados en la recordada visita de Benedicto XVI a El Fanar en noviembre de 2006. Todos
recordamos aquellos discursos e imágenes fraternas, sólo faltó una celebración conjunta de la
Eucaristía. Con este viaje el Papa quería consolidar la posición del Patriarca Ecuménico frente
a las pretensiones del de Moscú. Con la excelente acogida de Bartolomé I al libro del Papa
sobre Jesús de Nazaret contestaba el Patriarca en 2007 a aquella visita papal de 2066 al igual
que con sucesivas visitas patriarcales a Roma ha mantenido un constante diálogo entre ambas
Iglesias.
Fue el 2007 un año significativamente repleto de contenidos ecuménicos, desde su comienzo
con la Semana de la Unidad cuyo tema fue el diálogo reflexionando sobre el pasaje bíblico:
“Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc. 7,37), hasta el famoso informe sobre la situación del ecumenismo pronunciado por el cardenal Kasper ante los cardenales.
En la Ortodoxia tres Patriarcados lograban una curiosa actividad ecuménica: Constantinopla,
Moscú, Rumania. A lo largo del año fueron suplantándose con acontecimientos.
El 13 de marzo Putin, el presidente de Rusia, visitó al Papa. Su visita era de contenido político
pero también religioso, un tanto en nombre Alexis II.
El 17 de mayo es cuando Bartolomé I da la bienvenida a la publicación del libro del Papa, tan
importante, dice, para el buen entendimiento ecuménico.
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El 17 de mayo el turno lo toma Rusia unificando las dos tendencias ortodoxas que habían durante tanto tiempo desunido a la Iglesia en Rusia. Fue un acontecimiento ecuménico, lleno de
solemnidad y gozo.
El 12 de junio irrumpe en la escena ecuménica con su visita a Roma el Metropolita Chrisóstomos II de Chipre, a fin de construir nuevos puentes de reconciliación y acercamiento.
El 16 de junio de 2007 fue entronizado en la catedral Ortodoxa Griega el segundo Metropolita
de esta diócesis, Mons. Policarpos de España y Portugal. A este acto acudió el obispo auxiliar
de Madrid, Mons. Fidel Herráez Vegas. Meses después fue recibido en una corta audiencia por
el Cardenal de Madrid.
En julio aparece en Roma el documento del Consejo Pontificio de la Doctrina de la Fe sobre:
“respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia”. La
falta de concreción de su título nos hace ya comprender su falta de precisión, repitiendo, más o
menos, postulados del documento de infausta memoria de dicho dicasterio titulado: “ Dominus
Jesús”. ¿Qué se pretendía, ahora con esto, a las puertas de la III Asamblea Ecuménica Europea de Sibiu (Rumania)?. Fue un considerable percance antes de esa Asamblea, a punto de
dar al traste con ella, y fue motivo de controversias en la misma celebración de la Asamblea, en
cuyo asunto el cardenal Kasper pudo demostrar a todos su sabiduría, verdad y humildad, como
consta en tantas crónicas y, entre otras, en las aparecidas en el semanario religioso Vida Nueva de mediados de septiembre de 2007 y en la revista de ecumenismo Pastoral Ecuménica, nº
72, septiembre-diciembre 2007.
El 30 de julio falleció en Bucarest el anciano Patriarca Teoctist, de 92 años, campeón de la
unidad cristiana, como se expresa en el nº 72 también de Pastoral Ecuménica, dejando ya a
punto la celebración de la Asamblea Ecuménica de Sibiu. El Papa Benedicto XVI envió al Metropolita Daniel un mensaje de condolencia.
En agosto se produjo un ataque del gobierno turco al Patriarca Bartolomé I, desposeyéndolo,
absurdamente, de su título de Patriarca Ecuménico. No era el primer ataque. En el 1964, con
Atenágoras I, intentó el gobierno turco expulsar de su territorio al Patriarcado de Constantinopla. Entonces la cristiandad entera, con Pablo VI a la cabeza, se levantó contra este intento.
Ahora ha ocurrido otro tanto, con lo que otra vez ha quedado demostrado la fraternidad eclesial, incluso la del Patriarcado de Moscú.
El 8 de agosto el cardenal Roger Ectchegaray asistió al X aniversario de la consagración de la
Catedral de Novosibirsk. (tras el comunismo en Rusia el Patriarca Alexis fue rehabilitando catedrales y monasterios) portaba el cardenal un mensaje de Benedicto XVI para el Patriarca de
Moscú y días después la Conferencia Episcopal Italiana destacó representantes suyos a Moscú, lo que estuvo a punto de lograr un viaje de Alexis II a Italia.
El 15 de agosto obispos italianos celebraron la festividad de la Dormición de la Virgen María
en la Catedral de Cristo Redentor de Moscú, preparado todo ello por el Metropolita Kiril de
Smolesnsco y Kalingrado, a la sazón y desde hacía años Responsable del Departamento de
Relaciones Exteriores del Patriarcado Ortodoxo Ruso.
Del 4-9 de septiembre tuvo lugar en Sibiu (Rumanía) la celebración de la III Asamblea Ecuménica de Europa. Debido a su celebración en su tercera y final etapa en este país ortodoxo
(las dos anteriores tuvieron lugar en Roma y Witenberg respectivamente en meses anteriores),
cobró importancia la presencia de la Iglesia ortodoxa y entre los asistentes y participantes,
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además del Patriarca Bartolomé I, pudimos ver y hasta saludar al Metropolita Daniel, pocos
días después Patriarca de Rumanía, y al Metropolita Kiril de Smolensco y Kalingrado, en la
actualidad Patriarca, de Moscú. Sinceramente, una gran perspectiva ecuménica en un cercano
horizonte. En Pastoral Ecuménica, nº 72 se publicaron muchos aspectos de esa Asamblea
Ecuménica.
El 12 de septiembre era elegido Patriarca de Rumanía el citado Metropolita Daniel, al que antes de morir Toctist, estuvimos a punto de invitar a uno de los Congresos de Ecumenismo del
Centro Ecuménico de Madrid.
Del 16-19 de septiembre de este 2007 en la isla de Tinos se celebró un simposio entre católicos y ortodoxos sobre: “San Juan Crisóstomo, puente entre Oriente y Occidente”, al que llegó
una carta de Benedicto XVI subrayando la importancia del intercambio universitario para la
causa de la unión cristiana.
Del 13-18 de este mismo mes el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla celebró también
otros Simposio científico en Estambul al que asistieron las figuras más grandes de la Ortodoxia.
El 21 de septiembre Mons. lo Pezzi fue nombrado nuevo arzobispo católico de la diócesis de
la Madre de Dios de Moscú, sustituyendo a Mons. Tadeus Kondrusiewiez. Desde su llegada a
este cargo las relaciones entre Moscú y Roma han sido fluidas y agradables para las dos Iglesias.
Del 1-4 de noviembre de 2007 Alexis II realizó un viaje por Europa. Visitó el Consejo de Europa, Estrasburgo, la diócesis ortodoxa rusa de Quersonerso (Francia) y París, donde fue especialmente agasajado con un culto en Notre Dame. Acompañado del arzobispo de París, veneró
la corona de espinas y se reunió con la Conferencia Episcopal Francesa. Este viaje fue comentadísimo y, sin duda, supuso un considerable acercamiento entre la ortodoxia rusa y la Iglesia
católica. Los pasos, lentos pero debidamente encaminados, iban acercando a las jerarquías de
ambas Iglesias.
El 11 de noviembre consagró el Metropolita Kiril de Smolensco
y Kalingrado una Iglesia ortodoxa rusa en Altea (Alicante) y fue
saludado por Mons Palmero, obispo católico de Alicante.
En la reunión de Rávena de 2007 retornaron las cuestiones
planteadas al final de dicho documento sobre los temas indicados.
A pesar de todo algún diálogo continuó y, sobre todo, los signos
de fraternidad: visitas mutuas, mensajes, comunicados, devolución de reliquias, etc.
Por fin, se reanudaron las reuniones de la Comisión Teológica
Mixta en la Asamblea Católico-ortodoxa de Rávena en octubre
de 2007, donde se han continuado los temas eclesiológicos
pendientes.
Metropolita Kiril
de Smolensco y Kalingrado
Con el título de Comunión eclesial conciliaridad y autoridad,
aparece en una nueva Declaración Conjunta el trabajo realizado
en esa reunión de Rávena.
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La Koinonía ha sido el punto de partida para exponer el sentido de conciliaridad de la Iglesia
desde donde se ha profundizado en la Iglesia local, la regional y la universal. En cada una de
estas partes se manifiesta qué es la autoridad en la Iglesia, siempre en Koinonía o comunión y
participación activa de todos: fieles laicos, clérigos y jerarquías.
Al finalizar, en el DOCUMENTO DE RÁVENA se exponen los principios de la figura del primado
desde su realidad histórica y concluye a este respecto que “la función del obispo de Roma en la
comunión de todas las Iglesias deberá ser objeto de estudio más profundo”. Refiriéndose a la
reunión de Rávena dice que “constituye un avance positivo en nuestro diálogo y proporciona
una base sólida para la futura discusión de la cuestión del Primado en la Iglesia”.
El año 2008 tuvo también mucha trascendencia en las relaciones Católico-Ortodoxa.
El 28 de enero falleció Christodoulos, Arzobispo Greco-Ortodoxo de Atenas, que años antes
había recibido aquella importantísima visita de Juan Pablo II a la Iglesia Autocéfala de Grecia.
El 7 de febrero de ese 2008 fue elegido Arzobispo de la Iglesia Auticéfala de Grecia el Metropolita Hierónimos de Tebas .
El 22 de febrero murió el Metropolita del Patriarcado ecuménico de constantinopla, Mons. EmilianosTimíadis, tantos años representante de ese Patriarcado en el Consejo Mundial de las
Iglesias y gran amigo de D. Julián García Hernando, coofundadores de las Jornadas de Ecumenismo para religiosas/os .
En mayo de ese mes el Patriarca de los Ármanos Karekin II visitó en Roma al Papa Benedicto
XVI.
EL 29 de junio el Patriarca Bartolomé I pedía que se complete el camino de la unidad de los
cristianos en su homilía en la misa de la festividad de San Pedro Apóstol en el Vaticano.
El 30 de junio el arzobispo Paolo Pezzi, que recibía el palio en Roma, dijo que creía que el
camino ecuménico prosigue a pesar de las dificultades.
El 24 de septiembre el Patriarca Ecuménico defendía el ecumenismo como instrumento de
paz ante el Parlamento europeo.
El 5 de diciembre de 2008 murió el Alexis II Patriarca de Moscú y
de todas las Rusias. Fue él quien con verdadero acierto supo reconstruir la Iglesia Ortodoxa Rusa de la catástrofe de las décadas
del Comunismo en Rusia, aunque por las circunstancias apuntadas
no pudo abrir esa Iglesia al diálogo con Roma.
Todavía de mayor importancia en las relaciones Católico-Ortodoxas
comenzó a ser al año 2009, por la importancia ecuménica de la
sucesión en el Patriarcado Ortodoxo de Rusia .
El 27 de enero de 2009 era elegido XVI Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa el Metropolita Kiril de Smolensko y Kalimgrado ,hasta
entonces encargado de la Iglesia Rusa Sede Vacante y durante
largos años responsable de las Relaciones Exteriores de esa Iglesia.
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El patriarca de Moscú y de
todas las Rusias Alexis II
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El 1 de febrero de 2009 era entronizado en la Sede Patriarcal de Moscú Kiril II, durante muchos años cercano al fallecido Metropolita Nicodemos y al mismo Patriarca Alexis II, buen teólogo, ecumenista, avezado al diálogo y esperanza para la unidad entre las Iglesias ortodoxas y
entre la Iglesia Ortodoxa y la Católica.
El 2 de febrero de 2009 el Papa envía un mensaje de felicitación por su entronización al Patriarca Kiril II; ese mismo día el Patriarca de Moscú recibe a la delegación católica en al entronización.
El 4 de febrero el nuevo Patriarca ruso dice que espera un mayor diálogo con los católicos.
Misa ecuménica encabeza por Benedicto XVI,
en la que participó el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I
El día 6 de febrero el Patriarca Ecuménico Bartolomé I espera que la elección de Kiril II conduzca a la unidad ortodoxa y confía en la posibilidad de la celebración del esperado, grande y
santo Sínodo Panortodoxo.
Resulta significativa esta petición del Patriarca Ecuménico acerca del Sínodo Panortodoxo,
sobre el que toda la Iglesia Ortodoxa lleva pensando casi 50 años, sin lograr hasta el momento
su reunión. Sería, indudablemente, un grandísimo avance hacia la unidad especialmente con la
Iglesia Católica, pues es imprescindible la unidad de la Ortodoxia entera para el definitivo acercamiento entre todas las Iglesias.
Para dar contestación a Roma acerca de la asistencia de observadores al Concilio Vaticano II
se celebraron la I y II Conferencia en Rodas, en otoño de 1962. Para decidir una acción ecuménica con Roma y las Iglesias Ortodoxas tuvo lugar la III Conferencia de Rodas, en 1964.
Rodas IV se celebró en 1967 para ver la posibilidad del Concilio Panortodoxo, Conferencia que
tuvo lugar en Cambersy. En 1976 la Comisión Panortodoxa pro Sínodo se reunió en una primera fase y en 1967, segunda fase la Comisión Interortodoxa. ¿Se celebrará algún día, debido
especialmente a la dificultad de la elección del tema central el Sínodo panortodoxo?, era la
pregunta que circulaba por las Iglesias Ortodoxas en 1979 y, en septiembre de 1982, tenía lu-
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gar la II Conferencia Panortodoxa Preconciliar. Desde entonces nada importante ha podido
concretarse respecto a la imprescindible celebración de ese Concilio Panortodoxo.
El 13 de febrero en un mensaje de agradecimiento a Benedicto XVI por su felicitación en la
Sede de Moscú, Kiril II pide al Papa proseguir el diálogo ecuménico.
El 24 de febrero de 2009 el cardenal Kasper visitó por primera vez al Arzobispo Hierónimos de
Atenas, sucesor desde hacía un años del arzobispo Christómos, de la cual el cardenal regresó
muy satisfecho.
El 2 de marzo de 2009, en un mensaje por la entrega a la Iglesia ortodoxa rusa del templo de
San Nicolás de Bari, Benedicto XVI confiesa su nostalgia por la plena unidad con los ortodoxos.
Tras estos innumerables y positivos contactos Católico-Ortodoxo la esperanza sube de grados
con respecto a la posibilidad de un serio acercamiento entre ambas Iglesias. La fraternidad y,
especialmente, el conocimiento entre ambas es considerable. No cabe duda que la llegada de
Kiril II de Moscú va a contribuir mucho a los posteriores encuentros entre las mismas Iglesias
Ortodoxas y con la Iglesia Católica.
El diálogo entre los cristianos, base del ecumenismo, ha crecido de manera potente a lo largo
del siglo XX y aumenta claramente en lo que llevamos del siglo XXI. Ante esta perspectiva se
precisa intensificar el ecumenismo espiritual y también el teológico. Para nosotros en particular
es imprescindible conocer bien la trayectoria de ese diálogo con hechos y documentos. La mayoría de los existentes quedan citados en este trabajo. Convendría disponer de otro elenco
semejante de documentos del diálogo entre la Iglesia Católica, la Iglesia Anglicana, la Luterana, las de la Reforma y las demás Iglesias Protestantes. Sin duda, la celebración del primer
centenario del comienzo del ecumenismo en Edimburgo 1910, puede contribuir al interés y la
necesidad de este conocimiento para el aumento de nuestro ecumenismo.
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