Capitulo 6 - San Lorenzo y El Escorial

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LA BASILICA
La iglesia ocupa la parte central del complejo monástico y tiene su acceso a través del
Patio de los Reyes.
A continuación se sitúa el templo pequeño, un espacio cuadrado bajo el coro llamado
nártex cuya finalidad es la de servir de nave para la asistencia del pueblo a las
celebraciones.
Desde aquí, a través de un atrio interior, se entra el templo propiamente dicho al
fondo del cual se encuentra la capilla mayor y el altar. La sacristía está anexa.
El gran cuadrado de nueve naves está destinado exclusivamente a la familia real y a
su corte. Yo me cuelo siempre que puedo.
El templo tiene la consideración de basílica en sentido litúrgico, gracias al privilegio
papal que se lo permite, sin embargo no lo es en sentido arquitectónico, según me
dicen los especialistas. En este cuadrado perfecto de cincuenta metros de lado
encontramos tres naves respondiendo a la concepción basilical del siglo XV. Sin
embargo, la construcción del Monasterio se inicia el año en el que finaliza el
Concilio de Trento donde se establece que todas las iglesias deben tener planta de
cruz latina.
Para solventar esta circunstancia El Rey obliga a buscar una solución arquitectónica
prolongando la cubierta del templo por el este sobre la capilla mayor, y por el oeste
sobre el coro y el atrio. Del mismo modo la nave central perpendicular a ese eje se
cubre para que el conjunto se convierta en una perfecta cruz latina Las cubiertas, así
pues, que no se corresponden con la planta del templo.
Si queréis dar una vuelta conmigo veréis que en su interior, además de la capilla
mayor, hay dos grandes capillas al fondo de las naves laterales y un gran número de
capillas menores y hornacinas en las que se disponen otros tantos altares que Juan de
Herrera los enumera del uno al treinta y seis. En total hay cuarenta y cuatro altares.
También dos púlpitos de mármol con pasamanos y adornos de bronce.
Los monumentos situados a ambos lados del altar acogen los cenotafios –
monumentos funerarios sin cadáver - del emperador Carlos I y de su hijo Felipe II. A
la izquierda mirando hacia el retablo, el del Emperador, acompañado de su esposa
Isabel de Portugal, de la infanta María, hija de ambos, y de las infantas Leonor y
María, hermanas de Carlos I. A la derecha, el del rey acompañado de su cuarta esposa
Anna María de Austria, madre de Felipe III, de su mujer Isabel de Valois y de María
Manuela de Portugal, madre del infante don Carlos, que aparece detrás de ella.
Las estatuas, obra de Leone Leoni y de su hijo Pompeo Leoni, están realizadas en
bronce dorado con incrustaciones de piedras y esmaltes. Las figuras se realizan en
Milán y se ensamblan en la Basílica en 1587.
La decoración figurativa del Monasterio se reduce a la estatua de San Lorenzo, en el
centro de la fachada principal a la entrada de la Basílica, como creador del poder
intercesor de los Santos ante Dios, y las figuras de los seis reyes de Judá: David,
Salomón, Josué, Josafat, Ezequiel y Menasés. En los medallones que se colocan sobre
las puertas como recordatorio de la primera y última piedra, Felipe se declara Rey de
Jerusalén.
Para conmemorar el Monasterio, se acuñan dos medallas. En la más antigua, que se
acuña en 1563, figura un templo circular cubierto por una cúpula y la siguiente
inscripción: “Pietas Philippi 1563”, que significa el bondadoso, defensor de la
justicia divina, piadoso y devoto Felipe.
El significado del templo circular me parece que no está claro. En época romana los
templos circulares eran templos de la victoria pero en el Renacimiento pudieron ser
también templos del Señor. Ambas interpretaciones son aceptables en nuestro caso
pues Felipe II, que no quiere ser emperador del imperio heredado, opino yo, quiere
representar en esta medalla al templo del Señor junto a la victoria de San Quintín.
Así la victoria queda santificada.
Sin embargo en la segunda medalla conmemorativa escurialense acuñada en 1578 se
honra a Juan de Herrera en la figura alegórica de la “Architectura” junto a una iglesia
abovedada alusiva a la basílica escurialense. En el exergo, parte de la moneda donde
se graba la dedicatoria, podemos leer: “Deo et Optimo Principi,” que significa Dios
es el origen de todo. Esta medalla celebra el nacimiento de Felipe III.
Con estas dos monedas pudiera parecer descartado que el monasterio estuviera
dedicado exclusivamente a la victoria de San Quintín.
El lector tiene la palabra.
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