Real Basílica de San Francisco el Grande

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REAL BASÍLICA DE SAN FRANCISCO EL GRANDE
Por su acusada volumetría, la Real Basílica de San Francisco el Grande es uno
de los inmuebles más conocidos de Madrid. Su decoración interior, realizada a
finales del siglo XIX, junto a la colección de pinturas de los siglos XVII a XIX,
la convierten en uno de los principales edificios religiosos de la ciudad.
Orígenes, evolución y características del templo
Decoración mural de la basílica
Conocida originalmente bajo la advocación de Nuestra
Señora de los Ángeles, la Real Basílica de San Francisco
el Grande forma parte del conjunto conventual franciscano que sustituyó al monasterio medieval fundado a
principios del siglo XIII, sobre una desaparecida ermita
dedicada a Santa María.
El objetivo de la restauración de 1880 era renovar la
imagen artística del templo dieciochesco para convertir
en uno de los nuevos escenarios de la corte y en emblema
estético del complejo período histórico que vivía el país.
Su antiguo edificio fue derribado en 1760, encargándose
de la construcción del nuevo templo fray Francisco Cabezas, concluyendo finalmente el proyecto Francisco
Sabatini en 1784.
El templo de estilo neoclásico está compuesto por una
gran nave circular cubierta con cúpula -de 33 metros de
diámetro y 70 metros de altura-, seis capillas cuadradas
entre los contrafuertes, una capilla mayor en el eje de la
composición con planta semicircular, y un gran pórtico
con triple arco de medio punto sobre escalinata. Sobre
él, un cuerpo adintelado se remata con un frontón y balaustrada con esculturas a ambos lados.
José Bonaparte quiso convertir la iglesia en salón de Cortes, según proyecto de Silvestre Pérez. Y tras la desamortización de 1836, el convento fue convertido en cuartel
y se abandonó la iglesia. Entre 1870 y 1874 se planteó
la posibilidad de convertirlo en Panteón Nacional. Años
después, en 1880, con el impulso de Cánovas del Castillo se llevó a cabo su primera restauración por parte de
Simeón de Ábalos y Ramiro Amador de los Ríos.
Para ello se elaboró un importante conjunto de pintura
religiosa centrado en la gran cúpula del edificio. La dirección del programa artístico fue encargada a Carlos
Luis de Ribera, quien fue ayudado por un pintor más
joven Casto Plasencia, cuyo estilo fue el que realmente
predominó en la concepción del conjunto.
El argumento central del programa decorativo fue la Coronación de María ante la corte celeste, concediéndole
un marcado acento nacionalista al seleccionar únicamente santos españoles para representar a la corte.
Las pinturas de los gajos principales de la cúpula y de
su arranque fueron encargadas a varios artistas: Alejandro Ferrant, Francisco Jover, el mencionado Casto Plasencia y Manuel Domínguez.
Por su parte, los accesos al altar y a la entrada del
templo fueron decorados respectivamente por José
Marcelo Contreras y Salvador Martínez Cubells, cerrando el tema central y recordando que, aunque el
inmueble pertenecía al Estado, era atendido por los
franciscanos al incluir La impresión de las llagas de
San Francisco.
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