¿superación de la secularización?

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KARL LEHMANN
¿SUPERACIÓN DE LA SECULARIZACIÓN?
«Secularización» es el término central con el que se describe hoy, teológicamente, la
situación fundamental del mundo moderno y la relación de la fe cristiana con este
mundo. Pero llama la atención la forma poco critica como se aplica esta categoría. El
presente articulo quiere ofrecer una diferenciación hermenéutica del uso teológico del
término «secularización», siendo consciente el autor de lo limitado de su intento: una
indicación de la pauta a seguir para lograr la solución teológica del problema.
MULTIPLICIDAD DE SENTIDOS DE "SECULARIZACIÓN"
La historia conceptual y terminológica de "secularización", "secularismo", ha sido ya
más o menos aclarada. Terminológicamente, hay tres acepciones fundamentales:
1) La palabra recuerda históricamente las latinas saeculum, saecularizatio (permiso para
que un religioso deje el convento y el hábito y viva en el mundo). Esta acepción
canónica parece que no llegó a emplearse corrientemente hasta el siglo XIX. El uso
actual viene, más bien, de un proceso jurídico: la confiscación de los bienes
eclesiásticos en la época de la Reforma.
2) De la sustracción de una cosa, territorio o institución del dominio eclesiástico, el
término ha pasado a designar un proceso de generalización de actit udes y experiencias
que antes no tenían más que un sentido bíblico-dogmático.
3) Aún existe una acepción más radical: llamase "secularización" al proceso de
liberación del mundo de un contexto dominado por unas estructuras de sentido
religioso. El mundo "secularizado" ya no necesita que se le añada un sentido divino;
sino que se entiende a partir de sí mismo. Se trata, más en concreto, de la emancipación
del mundo del elemento cristiano. Esta acepción se encuentra ya en Inglaterra a
mediados del siglo pasado.
La historia formal-conceptual del término encubre, naturalmente, el trasfondo político o
ideológico de significados que, por asociación, laten en la palabra. En efecto, la mayor
parte de las veces, el sentido que se le da implica una valoración - legalidad o ilegalidaddel proceso de secularización. Cuando se refiere, por ejemplo, a la expropiación de
bienes eclesiásticos, se resalta normalmente lo que significa de quebrantamiento del
derecho, etc. Asimismo, y por el contrario, cuando se refiere a la liberación del
ordenamiento político de sus determinaciones religiosas, se insiste entonces en que se
trata de un acto legítimo de justa emancipación. Tales valoraciones aparecen también
cuando se aplica análogamente en contextos más propios de la historia del espíritu: la
transformación de representaciones originariamente religiosas en otras "seculares", más
marcadas por la razón que por la fe, se considera unas veces negativamente, como
pérdida de fe, y otras positivamente, como un verdadero incremento de "ganancia
mundana".
Así, pues, el concepto originario de secularización se va ampliando cada vez más. Esto
y su vinculación con valoraciones de legitimidad o ilegitimidad respecto de los procesos
históricos a los que se aplica el término, hace que se haya convertido en una voz
cargada de implicaciones histórico-filosóficas, diagnóstico-culturales o crítico-
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culturales, muy teñida con los correspondientes presupuestos o prejuicios. Y al mismo
tiempo queda la posibilidad de servirse del término como una categoría interpretativa
fundamental que concentra en sí misma el sello espiritual de toda una época.
DIFERENCIAS HISTÓRICO-EPOCALES
Ahora bien, si se prescinde de los diversos motivos, elementos de valoración, etc, el
concepto como tal de secularización se hace tremendamente abstracto, ahistórico y casi
inutilizable.
La historia del espíritu ha conocido siempre rupturas y cambios en los que ciertos
enunciados religiosos se han refundido con ideas de la razón (por ejemplo, la relación
de los primeros pensadores gr iegos con la religión popular, la lucha de Platón con los
poetas inspirados o su interpretación del mito, etc). La historia de las iglesias sabe bien
que junto con procesos de sacralización se han dado sorprendentes contramovimientos
de secularización (por ejemplo, la "desacralización" de la investidura, el derecho a
resistir al tirano, etc). La lucha de las investiduras, con la disolución del imperio
universal de la Iglesia y la separación de lo "espiritual" y lo "mundano", trajo consigo
los presupuestos para una secularización radical posterior, en concreto en la política.
Podríamos decir que en este proceso se decidió espiritualmente más de lo que podía
repercutir histórica y políticamente.
El proceso de secularización de la época moderna, revela elementos estructurales que
apenas son considerados en las tesis corrientes sobre la secularización. Veamos algunos
detalles. La cristiandad europea se desgarraba en los siglos XVI y XVII por un sinfín de
guerras civiles confesionales, en las que se entrecruzaban casi inseparablemente
intereses políticos y religiosos. La lucha por la verdad no toleraba ningún compromiso;
los gobernantes tenían a su cuidado también la pureza del evangelio. Ante esta
situación, la cristiandad no podía encontrar una paz políticamente eficaz. Pero la razón
política concreta tenía que buscar un arreglo. Frente a la lucha por la verdad, la
preocupación por la paz era en sí misma un bien justificado. El príncipe no puede
decidir la cuestión de la verdad; se ha de preocupar más bien de que sus súbditos no se
aniquilen. De esta manera, la religión deja de ser un elemento del orden político, el
pluralismo confesional se convierte en un asunto eclesial, la autonomía de la política se
va imponiendo casi sin sentir (cfr. Edicto de Nantes, 1958).
No se trata de desarrollar este proceso al detalle. Con estas breves referencias sólo
queremos hacer caer en la cuenta de lo siguiente: 1) las diferencias históricas; 2 ) la
multiplicidad de elementos intrínsecos al proceso; 3) la necesidad relativa del proceso
de secularización; 4) la sucesión de los hechos, según unas leyes propias en cada caso;
5) la continuidad y lógica internas de un proceso iniciado tempranamente y con muchos
estadios. El término abstracto "secularización" en la teología actual apenas deja entrever
algo de todo esto. Y lo cierto es que los fundamentos de la modernidad se sitúan mucho
más atrás de lo que creemos. Si se desconocen o no se les tiene en cuenta, todo intento
de interpretar teológicamente el proceso de secularización está abocado al vacío.
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UNA CATEGORÍA INTERPRETATIVA INSUFICIENTE
Mientras que la teología actual se sirve de "secularización" para interpretar la época
presente, la sociología religiosa abriga serias dudas sobre su aplicabilidad. Lo que
acabamos de aclarar desde un punto de vista más histórico, aparece también desde la
determinación empírica de la relación entre sociedad y religión.
Una primera impugnación se dirige a un presupuesto implícito en la tesis de la
secularización, puesto que el punto de partida del debate es la religión institucional:
"secularización" se suele entender como "deseclesialización", en el sentido más material
de la palabra. Según esto, la asistencia a la iglesia se considera como el dato primario
para medir la religiosidad. Tal óptica es incapaz de captar la religiosidad extraeclesial o
no ligada a la Iglesia. Las teorías de la secularización son ciegas frente a la posibilidad
de nuevas formas religiosas surgidas al margen de las instituciones corrientes; olvidan,
además, que la función de la conducta religiosa se transforma o se desplaza. Finalmente,
se señala también que dichas teorías están muy poco fundadas empíricamente.
Tampoco hay que olvidar que una determinada forma de "secularidad oficial" puede ser
motivo de confusión: hay una imagen del mundo públicamente aceptada como
standard, que se nos mete por la educación y los medios de comunicación. En ella
muchas acciones religiosas de épocas pasadas son devaluadas, expresa o tácitamente,
como restos de infantilismo, ideología o fenómenos psicopáticos. Pero al mismo
tiempo, con esto se oculta que en medio de esos desenmascaramientos "racionales" y de
la imagen general del mundo, se encuentran también ciertos comportamientos arcaicos
que son sede más o menos subterránea de formas masivas e indiscriminadas de
religiosidad oficialmente reprimidas. Investigaciones diversas han mostrado que en
nuestros días no es raro encontrar brujería, prácticas mágicas, astrología,
representaciones mitológicas, etc, verdaderos sustitutos de los rituales religiosos de
otros tiempos. Asimismo, se podría hacer referencia aquí al movimiento hippy, la nueva
cultura de la juventud, etc.
La mayor parte de las veces la tesis de la secularización se utiliza en estrecha conexión
con otras categorías interpretativas de la moderna civilización social y técnica:
pluralismo, sociedad industrial, funcionalización y segmentación de la vida,
urbanización, sacralización de la naturaleza, etc. Sin duda, secularización y pluralismo,
por ejemplo, se condicionan. Pero, por una parte, ampliar la tesis de la secularización
hasta llegar casi a equipararla con fenómenos y cambios sociales, hace que dicha tesis
pierda en determinabilidad epocal y en revisibilidad concreta. Y, por otra parte, estas
relaciones causales tan globales (por ejemplo, secularización como simple efecto de la
industrialización) apenas se pueden verificar empíricamente.
Existe otro motivo muy diverso por el que se discute la capacidad del concepto
"secularización" para describir la relación entre religión cristiana y sociedad moderna.
La tesis de la secularización parte de la oposición entre fe y cultura y hace su valoración
desde la Iglesia. Se distingue entonces una secularización "legítima" (desde la fe) de un
secularismo "ilegítimo". El "mundo mundano" se considera "neutral en sí". Pero esta
diferenciación muestra bien a las claras que el proceso de secularización recibe su
legitimación desde la fe cristiana y desde la Iglesia. Hans Blumenberg se sitúa en la
parte opuesta y pregunta críticamente si es legítimo el hacer derivar la época moderna
de impulsos cristianos. La crítica de Blumenberg se dirige sobre todo contra el carácter
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"jurídico" del concepto de secularización. Según este carácter jurídico, el proceso de
secularización aparece como una expropiación. Y al comprender al mundo moderno
según el modelo de la expropiación, como resultado de una secularización del
cristianismo, la tesis acepta, según Blumenberg, un "momento ideológico al menos
latente", lo cual no aporta nada a la comprensión verdadera de la constitución del
mundo moderno. La tesis de la secularización sería una última explicación teológica que
pretende infligir a los herederos de la teología -por su entrada en la época moderna- una
cierta conciencia de culpa y un malestar en el presente.
Naturalmente, la discusión sobre todos estos puntos está aún en marcha y se ha de
intensificar todavía más. Pero lo expuesto es suficiente para mostrar la problemática
interna de estas teorías.
LA CUESTIÓN DE LA IRREVERSIBILIDAD
Es obvio que estas objeciones no pueden conducir a rechazar la tesis de la
secularización en su totalidad ni a evitar sus consecuencias necesarias. No obstante, se
plantea el problema de si el proceso de secularización continúa simplemente adelante.
Normalmente, se acepta sin mayor discusión la irreversibilidad del proceso, lo cual
reviste enorme importancia. Pues en este caso, todos los intentos y estrategias de
acomodación de la religión cristiana a la sociedad moderna, están destinados al fracaso.
P. L. Berger opina que si la teoría de la secularización está en lo cierto respecto a la
irreversibilidad, los intentos de "hacer relevante" la religión y la Iglesia al mundo
moderno no harán sino acelerar su distanciamiento.
El pronóstico de Berger muestra la gravedad de la cuestión. En general, los sociólogos
cuentan con que la religión y las diversas iglesias tendrán que existir en un ambiente
socio-cultural cada vez menos favorable. Nadie se atreve a emitir un pronóstico
optimista sobre el desarrollo de las instituciones religiosas. Todo parece indicar que se
trata de un proceso irreversible. Y, sin embargo, quizá sea necesario modificar la teoría
de la secularización. Berger opina que la irreversibilidad no está probada en absoluto:
"Es posible, o al menos se puede pensar, que un cierto pesimismo cultural y político
cada vez más profundo ofrezca nuevas posibilidades a una religiosidad tradicional, pero
también que nuevas formas religiosas correspondan a esta actitud espiritual".
En el supuesto de que el proceso de secularización sea modificado, aunque sólo dentro
de ciertos límites, o que sea reversible en algunos sectores, las formas de la religión
futura ya no pueden fijarse ideológicamente y por principio. Y a partir de estas
consideraciones se ve lo problemático, o incluso erróneo, que resulta la equiparación de
modernidad y secularidad tan evidente para muchos. La secularidad puede tener
también regresiones y asumir de nuevo formas masivas de superstición tenidas ya por
superadas.
En cualquier caso, el enjuiciamiento exacto de la tesis de la secularización se complica
más si nos guardamos de equiparar religiosidad como tal. Atrofia de trascendencia no es
lo mismo que pérdida de trascendencia. Aun aceptando la irreversibilidad del proceso
de secularización, no deben pasarse por alto las posibles modificaciones que pueda
sufrir. De esto depende una utilización teológica correcta de esta categoría
interpretativa.
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ALGUNAS TESIS TEOLÓGICAS
1) Es reconocido casi universalmente que la revelación bíblica implica una
desmitologización del cosmos y una posibilitación de su mundanidad. Pero de este
principio no se sigue que la mundanidad derive, como de su única causa, sólo de
impulsos originariamente cristianos.
2) La secularización no se debe interpretar simplemente como "deseclesialización" y
como fenómeno de desaparición de la fe. Al menos, en muchos casos, el verdadero fin
no es una actitud anticristiana o la mera destrucción del modelo vigente para sustituirlo
por otro opuesto. Los "seculares" mantienen mucho de lo pasado, si bien tienen la
capacidad de asumirlo en un nuevo ámbito de sentido. Quizá haya secularización sólo
porque las fuerzas tradicionales religiosas ya no son suficientes para las exigencias y
tareas necesarias en un tiempo nuevo. La secularización es siempre un signo de que una
religión se ha hecho vieja. Decir que lo cristiano es llevado, algo así como
"estructuralmente", a una época nueva y distinta, es un análisis insuficiente del
problema.
3) La fórmula "mundanidad del mundo" es sólo un indicador formal del problema, que
apenas dice nada sobre la estructura propia del mundo. Da impresión de una neutralidad
abstracta, ahistórica, que como tal no existe. Las teologías de la secularización adolecen
de no poder formular ninguna referencia mundana. La consecuencia es que la fe se
vacía del mundo y el mundo de Dios. Frente a esto, hay que formular teológicamente la
constitución histórico-salvífica del mundo, también del secularizado, la profunda
ambivalencia de la "mundanización" y también la permanente miseria de toda figura del
mundo. En un mundo emancipado y mayor de edad son también posibles nuevas
demonizaciones. Y esto ha de tenerlo presente la teología de la secularización si ha de
ser teología.
4) El punto crítico de la secularación es la consideración del hombre. Para saber en
concreto qué significa secularización, hay que leerlo en su imagen del hombre. Donde
éste es considerado sólo según sus necesidades vitales inmediatas, su consumo, sus
reacciones a la propaganda, su eficacia..., la realidad secularizada viene a parar en una
fatal y triste unidimensionalidad. Un análisis adecuado de la sociedad secularizada debe
poner de relieve que ésta vive de unos presupuestos incapaces de garantizarla. Esta
paradoja es un hecho. La misma teología no puede tampoco fundamentarse a sí misma,
si no consigue fundamentar positivamente en su necesidad lo no- funcional dentro de la
sociedad moderna. Un "mundo mundano" donde sólo hubiese cosas disponibles y
utilizables, pero nada de lo que puede gozarse olvidando su utilidad (reflexión,
memoria, fiesta, gracias, música, poesía... ), sería un mundo no sólo sin consuelo y
esperanza, sino también un mundo sin posibilidad de trascender la cotidianidad de la
vida en un ámbito de existencia auténticamente liberador. Donde no hay ciertos
elementos de abundancia y superfluidad, de no-cálculo, de in- utilidad, acaba por no
haber tampoco verdadera libertad porque se vive sin distanciamiento de la presión de lo
existente. El sentido futuro de la adoración podría consistir antropológicamente en
salvar, para el ho mbre de un mundo secularizado, un último lugar de la existencia,
donde pudiese hacer una experiencia de su libertad verdaderamente libre y no
manipulada. El fenómeno de la secularización se ha de afrontar, al parecer, de nuevo
teológicamente. En cuanto se acerca uno a la interpretación de síntomas concretos de la
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secularización, aparecen enormes dificultades. La teología habrá de tener en cuenta las
ciencias no teológicas, pero sin perderse en una total acomodación.
Tradujo y condensó: ANTONIO CAPARRÓS
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