F MOUJAN - PSICOPATIA Y ADOLESCENCIA

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FERNANDEZ MOUJAN, O. “Abordaje teórico y clínico del adolescente”
NUEVA VISION – BUENOS AIRES – 1986 – 2ª EDICION
Capítulo XVIII
PSICOPATIA Y ADOLESCENCIA
Escrito en marzo de 1972
Semejanzas y diferencias
El problema de la psicopatía tiene especial interés para la psicopatología de la adolescencia por
la semejanza de los rasgos clínicos de ambas y la importancia decisiva que tiene el ambiente en el
manejo de los mismos.
Frente a un adolescente con rasgos psicopáticos, cosa muy frecuente, es importante intentar un
diagnóstico preciso en cuanto a su psicogénesis, en el sentido de si corresponden a un cuadro clínico
definido con pronóstico reservado o a una, manera instrumental de elaborar las ansiedades propias de
la edad.
Desarrollaremos éste tema comenzando por una breve síntesis de los conceptos vertidos sobre la
ruptura del equilibrio de la personalidad ocurrida en la pubertad que puede manifestarse clínicamente
con lo que llamamos rasgos psicopáticos instrumentales y transitorios de la adolescencia, que los
distinguimos de la psicopatía.
Definimos como núcleo (desde el punto de vista psicológico) de la adolescencia a "un estado
confusional normal provocado por un duelo en las tres áreas (cuerpo, mente y mundo externo),
percibido a través de un Yo que conserva su capacidad sintética y elaborada dentro del desarrollo de las
fantasías pregenitales provenientes de la etapa polimorfo perversa (Edipo temprano), situación que
incrementa las defensas esquizoparanoides y maníacas".
Este estado es constantemente modificado por las modificaciones que sufre el pensamiento (hacia
el pensamiento lógico) dado el interjuego entre fantasía y realidad, símbolo y simbolizado, mundo
infantil y mundo adulto. De esta manera, la incorporación de nuevas representaciones se va realizando
paulatinamente.
El estado de confusión proviene del carácter "transicional" que tiene la adolescencia, en donde
detrás de una fantasía adulta (cuerpo desarrollado, roles más adultos) se esconde un incremento de
pulsiones primitivas de carácter polimorfo perverso, cuyo odio que implican (sadismo oral y anal) las
hace desintegradoras. El mundo objetal poco discriminado por la gran decatexis de los objetos infantiles
y dificultades (por la ansiedad depresiva persecutoria) de revestir libidinalmente los nuevos objetos que
despiertan empeoran por otra parte la confusión.
El poco desarrollo instrumental del Yo provoca regresiones defensivas (esquizoparanoides) con
una finalidad discriminatoria especialmente la disociación, la omnipotencia y la identificación proyectiva
e introyectiva. El gran incremento de estas últimas temporariamente tiene el efecto de volver borrosa la
distinción entre la autorepresentación y la realidad empírica (juicio de realidad), creando situaciones
confusas. Clínicamente solemos ver esta situación como francos estados de desorientación tanto en la
tarea (asunción de roles) como en lo efectivo (bisexualidad), también en un extremado narcisismo en los
vínculos, omnipotencia en los sentimientos, extrañeza en las reacciones e inhibición del pensamiento.
El yo del adolescente, que conserva intactas sus funciones básicas trata de salir de esta situación de
confusión y caos interno, proyectando en el mundo externo emociones, fantasías y partes suyas,
buscando objetos donde identificarse y aliviarse. El grupo ambiental haría las funciones de un Yo auxiliar
(grupo) que devolvería modificadas estas proyecciones que junto al sentimiento interno de bondad e
identidad despertarán el deseo de introyectar nuevas experiencias, que a su vez irán mejorando el
mundo interno y las nuevas proyecciones.
En la clínica corresponde esta situación a la típica ambivalencia e inestabilidad de los adolescentes.
Pueden tomar cuatro Yermas psicopatológicas: a) retracción excesiva (inhibiciones, depresión. neurosis);
b) expansión excesiva mediante identificación proyectiva (psicopatías, hipomanías); c) inhibición y
rigidez (neurosis y caracteropatías) y d) fragmentación (psicosis).
Vamos a tomar tres aspectos de la adolescencia que son utilizados para elaborar el estado de
confusión, persecución y culpa durante el triple duelo (cuerpo, mente y roles infantiles), aspectos que
por otra parte nos servirán para hacer un estudio comparativo con la psicopatía y diferenciada de los
rasgos psicopáticos de la adolescencia. Son: 1) el pensamiento, 2) por actitud ante los objetos (la
identificación proyectiva) y 3) la actividad en grupos.
1) Piaget dice que las transformaciones de las estructuras lógicas del pensamiento van a la par de
las modificaciones generales características de la adolescencia. Lo ejemplifica diciendo que cuando el
adolescente ama no sólo influye el desarrollo biológico sino también la tendencia a adherirse a modelos
adultos de conducta, construcción de teorías y utilización de ideologías ambientales.
La idea es el instrumento por excelencia típico de la adolescencia. Reemplaza al grupo infantil y la ayuda
a irse incorporando al nuevo mundo social. Con ella toma distancia de los objetos (abstracción) y de esa
manera lo concreto pasa a ser simbólico. Es en este nivel de abstracción donde las fantasías infantiles
(especialmente las relaciones con el Edipo temprano), incrementadas por el duelo y desarrollo, toman
contacto con los modelos de pensamiento adulto, sus teorías, objetos e ideologías.
En este período adolescente aparecen los sueños diurnos, las especulaciones, teorías, etcétera, que
van formando la base donde se insertan los nuevos elementos aprendidos y que van creando una nueva
función del pensamiento: la capacidad anticipatoria.
Esta nueva adquisición del pensamiento es puesta a prueba mediante el tanteo pragmático, que va
confirmando en qué medida las especulaciones corresponden a la realidad. En este quehacer la
reflexión se va consolidando y desarrollando, pues es imprescindible estar constantemente pensando
sobre lo que uno mismo piensa; así se van construyendo teorías. Para Piaget esta actividad es
indispensable para asimilar las ideologías.
Esta actividad anticipatoria y la reflexión consumen energía que temporariamente se quita a la
actividad inmediata. El peligro radica en que esto sea una huida y un refugio sin tanteos concretos
posteriores; en este caso el consumo de energía es enorme y paraliza otras áreas. (1) Esto depende de
las fantasías inconscientes infantiles removidas que se mezclan durante este período e impiden pensar
tranquilamente al confundirse el símbolo con lo simbolizado y formar emociones simbólicas y "símbolos
transicionales" (sin dejar de lado las determinantes culturales).
La finalidad de esta huida posible sería la negación de la pérdida y control omnipotente de los
objetos infantiles persecutorios. La palabra en el adolescente toma las características de los objetos
transicionales; es "la envoltura" cuyos contenidos todavía implican realidades infantiles: las fantasías y
sueños diurnos que sirven como juego ("palabra-juguete") y se manejan omnipotentemente te como en
el jugar; su inhibición tiene las mismas características que el no jugar. La dificultad para distinguir
fantasía y realidad del niño equivaldría a la de no distinguir el símbolo de lo simbolizado del púber, por
la formación de ecuaciones simbólicas.
Las palabras como símbolos transicionales serían entonces una manera de retener aspectos
infantiles (objetos conocidos y control omnipotente), que cuando están cargados de contenidos muy
persecutorios se inhiben para convertirse en ecuaciones simbólicas que las proyectan.
En este sentido también tienen caracteres de objetos transicionales el "amigo íntimo", el diario
íntimo e incluso la "barra". En el amigo íntimo, dice BIos, el adolescente pone siempre su ideal de Yo que
coincide con aspectos de algún progenitor.
El psicópata confunde el símbolo con lo simbolizado dado que sus primitivos vínculos son
indiscriminados y se mezclan durante el pensamiento reflexivo a través de las fantasías inconscientes
muy persecutorias que impiden la formación de símbolos, teniendo que proyectados a través del
pensamiento concreto que lo impulsa a la acción. Actúan los roles fantaseados como verdaderos al
perder la capacidad de esperar pensando. Por eso no tantean sino que imponen sus proyecciones
perdiendo la capacidad de ir asimilando experiencias.
Sin embargo tienen un buen contacto con la realidad y discriminan muy bien el objeto
depositario. Esto se explicaría con lo que Ferschtut y Serebriani denominaron seudosímbolos: la
aceptación de cierta pérdida del objeto pero no la pérdida de la situación omnipotente, o sea, un
símbolo que tiene la forma externa de tal pero el contenido de una ecuación simbólica que continúa
cargada· de la persecución infantil inmodificada.
El parecido con "el objeto transicional o palabra juguete" del adolescente está en su estructura
envoltura-contenido; en su finalidad defensiva de los aspectos persecutorios de la posición depresiva y
en el manejo omnipotente de la realidad a través de la palabra.
Las diferencias apuntan a que en el adolescente es un fenómeno transitorio; no busca la
identificación proyectiva del contenido sino más bien un pasaje paulatino de identificación proyectiva
con el fin de hacer más lento el duelo que enfrenta. Por otra parte, no se concreta en actos, sino todo lo
contrario: sirven para poder esperar.
En el psicópata el lenguaje a través de seudosímbolos no es transitaría, busca la identificación
proyectiva violenta y la evitación de cualquier posible reintroyección; negación de todo duelo,
concretización en actos inmediatos. En los primeros la defensa tiene características reparatorias, y en
los psicópatas, maníacas.
La búsqueda de lo concreto, para el adolescente, no es una huida de sí, sino una urgencia de calmar
expectativas, de tantear la realidad, de ponerse a prueba. Si hay algo de huida (al revés de lo que ocurra
con el psicópata) lo es de una realidad todavía cargada de ansiedad para pensar. El psicópata huye de su
interior para no pensar y explota la realidad.
2) La actividad en grupos de los adolescentes tiene también algunas características que la asemejan
a los psicópatas. En primer lugar la necesidad imperiosa que muchos adolescentes tienen de alivio del
caos interno y la ansiedad por el anonimato que trae la crisis de identidad. Participan activamente de la
vida grupal y se sienten responsables del mismo dado que el grupo les es vital, entre otras cosas porque
tienen que cuidar los ideales del Yo allí puestos que sustituyen a los ideales familiares. La intensa
actividad grupal se va perdiendo en la medida en que el propio autorreconocimiento necesita menos de
los demás, de los suministros narcisísticos, la omnipotencia y las normas externas (asimilación del
Superyó).
El psicópata busca también el grupo por necesidad vital, pero no temporaria sino permanente. No
participa del grupo, lo utiliza y carece de responsabilidad grupal. En realidad no busca el ideal del Yo que
compensa el caos interno, como el adolescente; busca el Yo ideal, y proyectar en los demás el objeto
destruido que luego controla omnipotentemente para evitar la reintroyección. Los caracteriza una
actitud exigente, controladora y explotadora. A partir de la clasificación de identificaciones proyectivas
de Grinberg, trataremos de ubicarlas en la adolescencia y compararlas con la diferenciación que
Grinberg hace de las del psicópata.
3) Podemos diferenciar la identificación proyectiva adolescente en su origen anal (respeta al
objeto), en que su finalidad es ambivalente (amor-odio); son poco violentas, dirigidas a objetos en las
tres áreas, transitorias, sin perder conexión con la realidad; contienen especialmente aspectos perversos
de la sexualidad, ideales del Yo e identificaciones infantiles especialmente relacionadas con el complejo
de Edipo. Asimismo, sirven para descargar tensión y cargarse con cierta energía que se atribuye al
objeto; producen alivio, dependencia, omnipotencia y trastornos pasajeros de la identidad.
Grinberg sintetiza la identificación proyectiva del psicópata: "son de origen oral y anal sádico,
controladoras e inductoras, omnipotentes pero con mayor contacto con la realidad; dirigidas a objetos
externos; son más permanentes, violentos y hacen actuar al objeto provocando contraidentificaciones
proyectivas".
Lo fundamental de la diferencia es la tendencia del adolescente a preservar el objeto donde
proyecta la transitoriedad de estos vínculos y que los contenidos de las proyecciones no estén alterados
(fragmentados). Lo más frecuente es la proyección del ideal del Yo, de partes del Yo rechazados, del
Superyó y de impulsos sexuales de carácter perverso, para dar mayor transitoriedad a los procesos de
duelo. En general podemos decir que las introyecciones proyectivas del adolescente normal son
instrumentales no esterotipados y están al servicio del aprendizaje.
En cambio, las del psicópata son defensivas, esterotipadas omnipotentemente y están al servicio de la
negación de lo destruido y la identificación del Yo con el objeto ideal.
En síntesis, el adolescente desorganiza sus defensas ante el cambio de relaciones objetales
realizado en las tres áreas y el aumento de las pulsiones instintivas provocadas por el desarrollo
biológico. Tiende a restablecer el equilibrio mediante técnicas esquizoparanoides y maníacas,
especialmente el control omnipotente, la disociación y la identificación proyectiva, que le permiten
discriminar la confusión de objetos y sentimientos. Busca vínculos narcisistas temporarios con la
finalidad de elaborar las pérdidas fundamentales: la bisexualidad, las figuras idealizadas de los padres y
las identificaciones infantiles ("duelo por el Yo", Grinberg).
Buscan además en la omnipotencia (especialmente de las ideas) el control y asimilación de los
nuevos objetos adultos aún persecutorios y la posibilidad de llevar adelante las expectativas anticipatorias
teñidas de fantasías infantiles perversas y el desarrollo del pensamiento lógico.
Por último, el grupo de pares y la vida social es imprescindible en la adolescencia como sostén ante
la crisis de identidad del Yo que es compensada temporariamente participando de la identidad grupal.
Psicogénesis de la psicopatía
En el desarrollo se van dando estructuraciones del sistema individuo-medio; las representaciones del
medio se mezclan con las personales, surgiendo nuevas imágenes con significado preciso que pueden
explicar enfermedades posteriores.
En el psicópata la estructuración infantil subyacente promotora de la enfermedad es la oral sádica.
En dicha época el niño expresa sus necesidades por la acción y símbolos verbales como equivalentes de
la acción. Es entonces cuando las madres tienen que comprender el sentido de estos mensajes, asimilar
lo proyectado y devolver objetos más discriminados que calman al niño, disminuyendo paulatinamente
la voracidad y envidia tan intensas en ese período. Cuando la respuesta materna fracasa se incrementa
el aprendizaje de esta etapa sensorio-motriz (para calmar la voracidad y la envidia), así como las
conductas sin espera. Se perturbará el aprendizaje por la experiencia, la formación de hábitos y la futura
adquisición de símbolos verbales.
Estas relaciones primitivas con el pecho crean vínculos indiscriminados y confusionantes que desde
entonces consumen mucha energía para mantenerlo disociado (enquistado) de los aspectos más
integrados (instrumentales) del Self. A esta situación constitucional se agrega el aporte de las
identificaciones proyectivas de los padres que también tenían vínculos con objetos dañados.
Helen Deutsch señala al respecto la combinación entre indulgencia excesiva y severa disciplina de
los padres, como precursora en el chico del sentimiento de privación y pasividad. Esto incrementaría el
refugio en el narcisismo infantil y el deterioro de futuras relaciones objetales.
Ante esta situación el Yo tiene, que disociarse intrapsíquicamente e identificarse con el objeto ideal
para contrarrestar la amenaza del objeto dañado (vínculo indiscriminado con el pecho), congelándose
así la energía del psicópata, lo cual será uno de los motivos que impedirán la simbolización.
Geográficamente tenemos un objeto-pecho dañado (para algunos en un objeto indiscriminado y
fragmentado) que se controla desde un objeto ideal. Además de estos aspectos no asimilados al Yo
(enquistados) están los asimilados instrumentales, con buenos significados que dan al psicópata la
posibilidad de adaptación.
Este objeto "enquistado", dice Grinberg, se re activa ante circunstancias frustrantes; se pierde así el
equilibrio intrapsíquico aumentando la tensión por la peligrosidad de los mismos. Entonces es cuando el
Yo del psicópata, para liberarse del peligro interno, recurre a violentas identificaciones proyectivas de
los objetos enquistados, librándose del objeto. Con anterioridad, necesita detectar en el objeto
depositante sus partes necesitadas (para complementarlas) y débiles y así poder manejarlas. Una vez
liberado del motivo de tensión, se queda con el resto del Self que retiene lo instrumental del Yo y el Yo
ideal.
El objeto depositante es controlado obsesivamente por una combinación de defensas que lo
mantienen en equilibrio (estado psicopático). Con esta proyección se libera de la culpa, la depresión y la
persecución.
El control de la proyección incrementa los sentimientos de omnipotencia; cuando éstos están en
peligro, el psicópata vuelve a la acción para seguir evitando darse cuenta de su sadismo y responsabilidad (Alberto Campo).
Esta proyección tiene que ver violenta y rápida, pues así evitará el pensar y darse cuenta de la
consecuencia en el sujeto así como la imposibilidad de defenderse en el objeto. Este estado psicopático
no tolera el aburrimiento, la humillación, la decepción y la sorpresa (Alberto Campo), pues cualquiera de
estos estados lo enfrenta con la pérdida de la omnipotencia, la amenaza interna de los objetos
destruidos y la responsabilidad por el uso tiránico de los objetos externos.
Pero no basta para el "equilibrio" el tipo de acción violenta, impulsiva; es necesario al Yo del
psicópata no tener luego la menor posibilidad de elaborar la acción, lo que logra porque junto con la
identificación proyectiva de sus aspectos más carenciales y persecutorios, proyecta aspectos de su
pensamiento. De esta manera, es totalmente irresponsable de sus actos y no queda atrapado por la
culpa que por el monto de sadismo ligado a sus pulsiones le sería intolerable.
Lo tremendo de esta situación es que no tiene fin, el caos interno es un perseguidor continuo que
constantemente hay que evitar con la proyección y control omnipotente en el objeto externo de la
amenaza interna.
Prácticamente esta es la única acción placentera (erotizada): el manejo de los demás. Por eso es
que no pueden estar solos ni inactivos, pues surgiría la necesidad con espera, situación intolerable que
los llevaría a descubrir el vacío de representaciones capaces de contener sus pulsiones, así como a sentir
su voracidad y envidia (negada); si aceptan los objetos externos como tales llegarían a verse a sí mismos
con mayor objetividad. El valorar lo otro (lo ajeno) lleva siempre a cuestionar el valor de lo propio, lo
propio en el psicópata sólo es valorado €n la transformación de la acción (destreza) y no en la
transformación de la percepción de lo real (pensamiento) lo que provocaría conductas verificadoras,
cuestionadoras, El psicópata no se expone a este cuestionamiento, pues su acción no pasa por un
pensamiento sino por la necesidad surgida de la percepción como tal, sin ninguna transformación; no
requiere por lo tanto verificación, sólo descarga.
Sólo produciendo transformaciones a las percepciones las conductas tienen un valor de cambio y
salen de la pura descarga o de la pura transformación de la acción (destreza).
La toma de conciencia de esta carencia de pensamiento transformador llevaría al psicópata a una
gran desvalorización de la propia identidad en sus aspectos más psicológicos (Yo psicológico,
"continuidad y unidad"). Oculta entonces esta carencia sobrevalorando la identidad grupal, aquella que
proviene de la acción social, pero únicamente en lo concerniente a la destreza, o sea al manejo de los
otros que son en el fondo su sostén.
En otras palabras, la acción del psicópata no es para verificar, es para negar el vacío de
representaciones, de modos de producción propios (pensamiento transformador) que los lleva necesariamente a vivir de la producción ajena y mantener así la identificación del Yo con el objeto ideal a costa
del "robo". Esto de vivir de la identidad ajena es sólo un "consolador", pues la insatisfacción de su
verdadera identidad es constante, lo cual explica un dato clínico: la incapacidad de disfrutar del éxito y
de aprender de la experiencia. Todo esto que estamos diciendo tiene que ver con lo que ya dijimos de
los psicodinamismos o sea que lo que permanentemente tiene que negar el psicópata son sus aspectos
infantiles deteriorados y persecutorios que tiene que proyectar en los otros y controlados.
Esta misma línea de categorías explicativas del hecho ps1copático se puede utilizar respecto de otro
síntoma: la intolerancia al aburrimiento. Se vive como encierro de su voracidad, sus impulsos, que
amenazarían con volverse contra sí y sumir al Yo en una ansiedad desintegradora de la que tiene que
salir violentamente (el desequilibrio psicopático puede llevar al suicidio o al crimen).
Uno no se termina de preguntar de dónde le viene al psicópata este rechazo tan imperioso de su
propia identidad compensado por una utilización tiránica de los objetos de los que depende a su vez de
una manera dramática, pues tiene que "robar" la identidad para poder sobrevivir (el "robo" puede
convertirse en un crimen). O sea que sólo la tiene cuando los otros no la tienen.
Esto es importante para entender su esencia. Se define y se presenta ante los demás como el
complemento (lo reprimido). Por ejemplo ante el alegre se presenta triste, ante el melancólico, maníaco; de esta manera nunca está solo sino pegado a los demás,
Así estructura el Edipo, su vínculo con la madre es pregenital y sin culpa; es su complemento, su
"pene". No tolera otra identidad que la del otro: la madre. Este es el modelo relacional que repite en sus
relaciones psicopáticas, para evitar quizá su angustia más profunda, la de haber nacido, pues así castró a
la madre. Su culpa no es edípica, es existencial: el haber nacido (Edmundo Roca).
Los conceptos dinámicos expuestos ponen a esta estructura psicopatológica como un mecanismo
básicamente inductor y ladrón de identidades, relación que se vive sin culpa pues complementa. Lo que
saca lo "paga", pero como él quiere (omnipotencia).
En la adolescencia es fundamental entender estos mecanismos, especialmente al llegar a la
pubertad o a los "15 años". En el primer caso se empieza a valorar primero al cuerpo y como consecuencia se revive la ruptura del vínculo simbiótico con la madre; a los 15 años surge el pensamiento
lógico que posibilita la elaboración secundaria de los actos y el planeamiento del futuro que tiene como
consecuencia la ruptura de la identidad familiar. Ambas son situaciones que impactan a todo
adolescente, pues lo individualizan y socializan, lo que siempre es vivido con ansiedad porque resulta
como corolario la formación de la nueva identidad. El duelo ante esta situación sería la causa de esta
ansiedad de carácter depresivo o persecutorio y que lleva a los adolescentes a defensas variadas,
muchas de ellas psicopáticas.
Los rasgos psicopáticos normales de la adolescencia llevan frecuentemente a confundirlos con
psicopatías verdaderas. Ya nos referimos en parte a la forma de diferenciarlos; ahora quisiera ocuparme
de la descripción del trastorno de identidad del psicópata y su explicación en la clínica; creo que de este
modo se nos hará más eficaz la lectura valorativa de las conductas psicopáticas durante la adolescencia.
Contraría el trastorno de la identidad en que el Yo no entra en crisis (de identidad), pues no logra
separarse de los objetos externos que lo definen (por complementariedad) de manera simbiótica:
necesita someter al otro para valorarse. Al no lograr una mayor discriminación la identidad es grupal,
pero en sentido absoluto, en detrimento del Yo psicológico y corporal ("continuidad" y "unidad"). (2)
La cronicidad de esta estructuración de la identidad se debe a que en la constitución del Yo prima la
confusión del Yo con el objeto, dado el trato narcístico dado por los padres al hijo y la extrema
voracidad y envidia de estos pacientes. La constitución del núcleo del Yo es confusa; tiene que ser
encapsulado como intento de diferenciarse, expresar sus necesidades directamente en la acción y
manejar en forma omnipotente los objetos externos, sintiéndolos como constitutivos de su identidad.
En términos más psicoanalíticos reemplaza la identificación en un objeto interno (representación) por la
identificación proyectiva en un objeto externo. El Yo observador (aspecto del Yo que integra la
identidad) está tan perturbado por la confusión que sólo funciona para observar el objeto externo;
carece de autoobservación.
Pero lo que realmente cronifica la situación es la incapacidad de entrar en posición depresiva, o sea,
de percibir la ambivalencia frente al objeto interno externo. Generalmente se ha atribuido este
fenómeno al monto de hostilidad alimentada por la enorme labilidad causada por la frustración a que
inevitablemente está expuesto el psicópata, dada su incapacidad de autosatisfacerse. De allí la destreza
enorme en el uso de los objetos externos para la satisfacción, uso o manejo que se convierte en sí
mismo erotizado.
El psicópata adolescente siente su conducta impulsiva sintónica con el Yo, o sea que el objeto
depositario de la acción no es reconocido como tal, no hay diálogo ni aprendizaje del objeto. Sólo se
capacita cada vez más en la destreza del manejo y control.
A partir de los 15 años esta situación se agrava; se pone más en evidencia el trastorno del
pensamiento y el tipo de relaciones heterosexuales y grupales. Esta diferencia aumenta la tensión del
psicópata adolescente (Liberman la llamó "el tedio") quien entonces intensifica sus conductas
impulsivas. Es cuando las conductas psicopáticas pasan a 3er motivo de consulta de los padres.
No podría ser de otro modo; hasta los 15 años los rasgos psicopáticos suelen pasar desapercibidos
porque durante la pubertad la conducta en los grupos tiene un monto de identificación proyectiva muy
importante. Además los púberes tienen un umbral de frustración muy bajo y la irresponsabilidad es
compartida por la pandilla. La tendencia a la aglutinación que tienen se puede confundir también con la
adherencia psicopática. Otra confusión posible es respecto del tipo de pensamiento ·concreto (poco
reflexivo): si no se indaga se puede tomar como un trastorno de la simbolización (recuérdense "las
palabras como objetos transicionales").
A pesar de todo, los púberes no pierden la necesidad de estar por momentos solos, la masturbación
es casi siempre con una rica fantasía, la bisexualidad es detectable en los rasgos de carácter (en el
psicópata es detectable en el objeto como parte del Yo por "identidad"), no manejan a los otros, sólo se
ocultan y confunden, tienen capacidad de culpa, etcétera.
Es raro ver al psicópata "puro" en la consulta hospitalaria o privada durante la adolescencia; viene
acompañado de estructuras adaptativas neuróticas histéricas, fóbicas u obsesivas. La manera de
detectarlo es a través de lo reprimido, que es proyectado. Por ejemplo, con el histérico, que proyecta
sus inhibiciones y lo simbólico dramático se convierte en acciones concretas que satisfacen su Yo ideal
edípico. El fóbico somete al acompañante a actuar el ideal del Yo contrafóbico o el castratorio
(fobígeno) y el obsesivo complementa al objeto sometido actuando de Superyó sádico para realizar el
objeto de la ambivalencia.
Pondré ejemplos de estos cuadros.
Carlos es un muchacho de 19 años que vino al hospital consultando por impotencia sexual. Durante
la entrevista surgen otros datos muy importantes, como que estaba sin trabajo porque había estado
preso por robo y que la impotencia es más bien una inhibición muy marcada hacia el otro sexo. Es el
menor de tres hermanos, nunca se sintió muy aceptado en su familia y a los 16 años empezó a vagar con
otros compañeros pero sin robar.
Se muestra durante la entrevista tímido, lúcido, sin ningún problema por lo de la cárcel, sólo le
preocupa la "impotencia sexual". Siempre fue apegado a la madre y distante del padre que es un
hombre muy trabajador (actualmente trabaja con él). El trabajo le aburre y necesita salir con los amigos,
cuando está solo es cuando le viene el problema sexual; lo vive como que ninguna mujer le dará bolilla.
Sin embargo, indagando, no es que no le den bolilla (es "pintón"), sino que con su actitud él hace que las
chicas tomen el rol de castradoras y él termina siendo despreciado. Por ejemplo, va a un baile, "ficha"
una chica y se le acerca cuando ya obtuvo con la mirada una señal de aprobación, una vez que está con
ella empieza a encontrarle defectos, a mirar a otras chicas, a no dialogar, a decir que no sabe bailar o
negarse a hacerla, o conductas parecidas que tienen como desenlace que la chica se vaya y lo haga
sentir despreciado (castrado).
El episodio del robo también es muy significativo, lo realiza con otros, no sabían qué hacer, estaban
aburridos, entonces se les ocurrió robar a las parejas que estaban en los autos. El organizaba los
operativos pero no se arriesgaba. Un día deciden robar en un negocio cerrado y a pesar de que habían
visto pasar a un patrullero hacía un rato (que también los había visto) entran igual y los atrapan.
Refiere que actualmente le cuesta mucho trabajar, que anda como perdido y se pasa el día
planeando alguna acción que sería lo único que lo tranquilizaría. Piensa que es como si escapara del
problema con las mujeres; pero no entiende por qué cuando está frente a una chica tiene fantasías muy
destructivas.
Preguntado sobre su pubertad y mediana adolescencia informa que generalmente él era así, tímido,
dependiente de su familia, con fugas periódicas y trastornos en el colegio desde la secundaria. Las
fantasías sádicas sobre las mujeres siempre fueron iguales, no las entiende pero le divierten y le dan
placer, como la vagancia.
No quiero extenderme en datos, pues para lo que quería ejemplificar creo que es suficiente. Carlos
nos muestra claramente cómo actúa sin ansiedad su castración que estructuralmente es de carácter
fóbico. Y cuando logra actuar el ideal del Yo contrafóbico (siempre acompañado) se las ingenia para ser
castigado de alguna manera (ver robo del negocio). Su verdadero síntoma neurótico es la inhibición y él
la percibe como impotencia por la total falta de conciencia, de su rol complementario frente a la· mujer
(similar al que jugó con su madre) y su incapacidad para salir del rol, o sea, dejar el vínculo simbiótico
con la mujer y enfrentar la crisis edípica que sólo lo puede hacer con algún acompañante contrafóbico
que necesita tener permanentemente.
De modo que la crisis de su identidad sólo la realiza a través de grupos donde los otros juegan el
papel de aspectos de él, seguramente como él se sintió en su familia.
El tratamiento indicado o el trabajo indicado sería uno donde Carlos pudiera expresar su enorme
hostilidad hacia la madre, que le permitiera "destruida" como objeto real y reconstruida como
representación propia (ruptura de la simbiosis). La psicoterapia pudiera ser una gran ayuda siempre y
cuando se pueda paralelamente mostrar la gran admiración por lo femenino e ir construyendo un
objeto ambivalente internamente (Carlos lo actúa). A nivel laboral creo que la expresión más libre y
apropiación posterior de su "creación" (producción) permitirá un clivaje paulatino entre sus deseos y
actos de producción, que al principio será la construcción laboral impulsiva, pero el vínculo real con lo
producido facilitaría las construcciones representacionales que el psicópata tiene confundidas. Así, la
relación con los otros se hará cada vez menos tiránica.
Es importante señalar que el aburrimiento y la intolerancia al trabajo que tienen los psicópatas es
también (además de un síntoma) una denuncia inconsciente del sistema de relaciones de producción
que nosotros tendríamos que saber leer; denuncia que consiste en la intolerancia a un trabajo alienado
donde el producto realizado se quita y con él el acto de producir: la explotación del hombre por el
hombre.
Para el psicópata producir, o sea actuar, es transformar a los objetos en cosas de su pertenencia;
actúa lo que el sistema capitalista realiza con el hombre que trabaja al apropiarse de su producción. Por
esto la laborterapia (3) es una técnica indicada con el psicópata, así como una psicoterapia donde
constantemente el trato sea muy personal (objeto "bueno") y desde ahí interpretar la transferencia o las
regresiones: ir fomentando la ambivalencia hasta atravesar el umbral de la posición depresiva para la
que está incapacitado.
Rosita tiene 15 años. Tiene el diagnóstico de psicópata histérica. Fue una hija no deseada; fue
educada desde su nacimiento dejándola llorar por mandato del pediatra (objeto, cosa).
Siempre tuvo problemas de conducta en el colegio que recién ahora alarman: actuaba más que
seducía (dibujaba chicas desnudas a los chicos, se dejaba levantar las polleras, besaba a los chicos
cuando les gustaba, etcétera). Salía con muchos para no quedarse sola, tuvo relaciones sexuales
precoces. Solía tener crisis violentas agresivas donde tiraba cosas; grita, insulta y luego no siente la más
mínima culpa.
No puede esperar, exigente y dominante con todos, especialmente con sus hermanas. El
pensamiento está intelectualizado, disociado de todo afecto u emoción. Rasgos histéricos, fóbicos y
obsesivos hasta los 13 años. También tendencia a engordar y pequeñas somatizaciones. En los grupos
siempre manda y utiliza a los demás hasta que la dejan, momento en que empieza a desesperarse; se
pone agresiva: actuaciones y somatizaciones. La familia pertenece a un grupo religioso muy cerrado y
últimamente los padres hablan de separarse, lo que angustia a tal punto a Rosita que ella misma pidió
ser tratada (cosa rara en un psicópata).
Como vemos, muchas de estas cosas coinciden con el cuadro descrito. Sintéticamente, podríamos
decir que Rosita actúa lo que en el sistema familiar se realiza con cada uno desde que nace: se lo trata
como una cosa adherida al grupo (narcisismo paterno). Rosita actúa de tal manera que trata a los demás
como partes de ella, especialmente al otro sexo, evitando entrar en crisis su identidad. Esta tiene la
característica típica del psicópata: la carencia de autoobservación, o sea de un Yo con identificaciones
asimiladas que lo delimiten y desde el cual luego pueda percibir la propia identidad. Cuando decíamos
que Rosita trata a los varones desde la pubertad como partes de ella proyectadas sin poder tener
relaciones con identificaciones masculinas (representaciones) estamos diciendo que carece de la
capacidad de autoobservarse como mujer; sólo lo puede actuar e impulsivamente entonces la"
seducción histérica se convierte en posesión.
El pensamiento es bien intelectualizado. Es decir, no es un pensamiento reflexivo que permita
esperar y actuar previa transformación de lo percibido, sino que usa el lenguaje como acción y no como
ensayo (verificación). Las representaciones verbales no son categorías abstractas (símbolos) para
elaborar lo percibido, sino signos útiles para la comunicación tipo expulsivo. Perciben muy bien, pero
hacen mal uso del pensamiento, cuyas representaciones verbales están usadas para manejar la realidad
y no para dialogar.
(1) La intelectualización es una deformación típica de este aprendizaje.
(2) Véase cap. V
(3) La laborterapia durante la sesión, que estará determinada por el "campo terapéutico".
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