Shoshin Semana Diez

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Shoshin
Semana Diez
Lunes
¿Deseas liberarte de los nudos mentales y emocionales
y hacerte uno con el Tao?
Si es así, existen dos posibles caminos para ti.
El primero es el camino de la aceptación.
Afirma a cada uno y cada cosa.
Extiende libremente tu buena voluntad y tu virtud encualquier dirección,
cualesquiera que sean las circunstancias.
Acepta de corazón todas las cosas como parte de la Unidad Armoniosa,
y entonces empezarás a percibirla.
El segundo camino es el del rechazo.
Reconoce que todo lo que ves y piensas es una falsedad,
una ilusión, un velo sobre la verdad.
Aunque estos caminos son totalmente diferentes,
te conducirán al mismo lugar: la conciencia espontánea de la Gran Unidad.
Una vez que llegues a ella, recuerda:
ya no es necesario luchar para mantener la unidad.
Todo lo que tienes que hacer es participar de ella.
--Hua Hu Ching
Las enseñanzas desconocidas de Lao Tsu
Shoshin
Semana Diez
Martes
Viendo sufrimiento en las ideas y opiniones,
encuentro paz y libertad
no adoptando ninguna de ellas.
El que es libre
no retiene ideas ni opiniones en disputa.
Para una persona sabia, no hay alto ni bajo,
igual o desigual, no hay lugar
al que la mente pueda aferrarse.
-
El Buda
Sutta Nipata
Shoshin
Semana Diez
Miércoles
Un pensamiento sigue al otro
sin interrupción. Pero si permites
que esos pensamientos se encadenen
te condenas a la esclavitud.
-
Refrán traditional Zen
Shoshin
Semana Diez
Jueves
El mapa no es el territorio.
--Alfred Korzybski
Shoshin
Semana Diez
Viernes
Chao-chou preguntó: “¿Qué es el Tao?”
El maestro contestó: “La mente de cualquier hombre es el Tao”.
Chao-chou preguntó entonces: “¿Cómo es posible llegar a ella?
“Si quieres llegar a ella, no hay duda de que se te escapará”.
“Si no llegas a ella, ¿cómo puedes saber que es el Tao?”.
“El Tao no es un problema que consiste en saber, o en no saber.
Conocer es una manera ilusoria de pensar,
y no saber es una forma de insensibilidad.
Si se realiza el Tao correctamente,
la mente será semejante a un gran espacio, vasto, vacío y claro.
¿Cómo es posible, pues, que esto nos parezca justo
y aquello nos parezca erróneo?”
--Wu-men Kuan
Shoshin
Semana Diez
Sábado
El tonto rechaza lo que ve, no lo que piensa.
El sabio rechaza lo que piensa, no lo que ve.
--Huang Po
Shoshin
Semana Diez
Domingo
En lugar de acumular conocimiento, deberías tratar de
aclarar tu mente. Si tu mente está clara, tienes ya el
verdadero conocimiento… esto se llama vacío, vacuidad, el
sí mismo omnipotente, el conocimiento total. Cuando
conoces todo, eres como un cielo oscuro en el que a veces
aparece un relámpago. Después que pasa, uno se olvida del
mismo por completo, y sólo queda el cielo oscuro. El cielo no
se sorprende cuando el relámpago irrumpe, y cuando lo
hace, se tiene una visión maravillosa. Cuando tenemos
vacuidad, estamos siempre preparados para contemplar la
luz.
--Shunryu Suzuki Roshi
Shoshin
Semana Diez
Guía para el grupo de apoyo
COMPARTIENDO
Comiencen dando a cada miembro del grupo una oportunidad para compartir lo
más destacado de su experiencia de la semana pasada: alegrías o tristezas,
entusiasmo o aburrimiento, éxito o fracaso.
Luego compartan sobre las lecturas de esta semana, las cuales tratan sobre la
verdad que es a la vez la más fácil y la más difícil de alcanzar. Las cosas son
exactamente como en este momento son, y no diferentes. Las piedras son
duras, el agua es mojada.
Las montañas azules son por sí mismas montañas azules.
Las nubes blancas son por sí mismas nubes blancas.
Parece tan obvio que es inútil decirlo, tan común que no es necesario aclararlo.
Entonces, ¿Cuál es el punto? ¿Cuál es el significado? ¿Por qué el captar esto
es lo que hace la diferencia entre estar despierto o estar dormido? ¿O es sólo
un juego de la mente, sin un real significado?
COACHING
Usen un mínimo de palabras. Concéntrense en compartir su experiencia de un
modo relevante para los demás; entrenen con el ejemplo, sin dar consejos.
DESCUBRIENDO
Durante la semana uno, discutimos la enseñanza Zen sobre “barrer el camino
para que esté limpio". La misma historia se repite nuevamente. Vuelvan a leerla,
esta vez en silencio, o pueden también elegir a alguien para que la lea en voz
alta para todos.
Había una vez un mercader muy rico e importante que, habiendo hecho mucha
fortuna, decidió que había llegado el tiempo en su vida en el cual debía buscar la
iluminación. Durante años había escuchado hablar de un maestro iluminado que
vivía en las montañas, a diez días de caminata más allá del fin del camino. El
mercader decidió emprender la travesía y pedirle al maestro que lo ilumine.
Arregló sus asuntos para poder irse por unas pocas semanas, y se puso en
camino para encontrar al maestro, acompañado por dos de sus sirvientes.
Luego de llegar al fin del camino y caminar por diez días en la montaña, el
mercader llegó finalmente a la morada del maestro. Le ordenó a sus sirvientes
que regresaran a su casa y caminó hacia la puerta de entrada. Golpeó fuerte y
se sorprendió de que nadie viniera a la puerta a saludarlo. Golpeó por segunda
vez, y luego por tercera vez. Finalmente, le pareció escuchar una voz que desde
adentro le decía: "Entre”.
El mercader abrió la puerta de la casa y vio a un anciano sentado en un simple
banco, rodeado por varios hombres y mujeres más jóvenes sentados en el suelo
con las piernas cruzadas, que parecían ser sus alumnos. “He venido para ser
iluminado ", anunció el mercader, dejando sus pertenencias en el suelo y
preparándose para sentarse en el suelo a los pies del maestro, como los otros
estudiantes.
El maestro miró al mercader por un momento y luego dijo, en voz baja pero con
firmeza:”Como puedes ver, ya hemos comenzado la lección del día”. “No es el
momento adecuado para que comiences”. Hizo una pausa y miró al mercader
levantando sus cejas. ¿Ves esa escoba allí? El maestro señaló una simple
escoba hecha de un manojo de paja atado en un extremo de un palo de bambú.
¿Por qué no coges esa escoba y barres el camino fuera de la casa? “Te dejaré
saber cuando sea tiempo de comenzar”
Entonces el mercader cogió la escoba, fue afuera y empezó a barrer el camino
que llevaba de la casa del maestro al camino a través de la montaña. Estaba
ansioso por entrar e iniciar el camino hacia la iluminación, por lo que barría de
forma rápida y enérgica. Al rato, estaba de vuelta golpeando la puerta.
Nuevamente, tuvo que golpear tres veces antes de escuchar la voz del maestro
diciendo: “Entra”.
El mercader se precipitó al interior de la casa y se detuvo bajo la puerta. Le
pareció que nadie se había movido desde que él había salido a barrer el camino.
Colocó nuevamente la escoba en el rincón. “Barrí el camino”, dijo. "Estoy listo
para comenzar”. El anciano maestro lo miró nuevamente levantando las cejas.
“Quizás”, dijo, “pero todavía no es el momento adecuado para que empieces".
“Coge la escoba nuevamente y barre el camino limpio". “Te dejaré saber cuando
sea tiempo de comenzar”
El mercader tomó la vieja escoba y fue nuevamente afuera, cerrando la puerta
tras él un poco más fuerte de lo necesario. “Bueno”, se dijo a sí mismo, “ya veo,
es una prueba, trata de medir mi determinación y voluntad de trabajar fuerte”.
“Yo les mostraré”. Esta vez estuvo más de una hora barriendo cuidadosamente
el camino, asegurándose de barrer cada hoja y cada ramita, alisando la
superficie. Incluso sacó las pocas malezas que crecían entre las piedras planas
que se usaron para hacer los simples escalones que había a lo largo del camino.
Cuando terminó, el mercader se enderezó y miró el camino. Se sintió orgulloso
de sí mismo. “Ahora el anciano maestro me dejará comenzar”, se dijo a sí
mismo.
Entonces volvió a la casa y golpeó la puerta, un poco más fuerte esta vez.
Golpeó tres veces y ya estaba abriendo la puerta cuando el maestro dijo:
“Entra”. El mercader entró con confianza y depositó la escoba en el rincón. Con
un tono de voz demasiado elevado para una casa tan pequeña, dijo: "Maestro,
su camino nunca estuvo mejor barrido". “No he dejado ni una hoja, rama o
maleza”. “Venga a ver, está perfecto”.
Pero el anciano lo miró de reojo, levantando sus cejas, esbozando una sonrisa.
Luego de un largo silencio, el mercader dijo, con voz irritada: “¿Me he ganado el
derecho a comenzar?"
“Tienes el derecho, como cualquier otra persona”, dijo el anciano
amigablemente. “Pero aún no estás listo” “Coge la escoba nuevamente y barre
el camino limpio".
El mercader cogió la escoba nuevamente y se fue afuera, dando un portazo.
Enojado, empezó a barrer el camino, levantando una nube de polvo a su paso y
arrojando piedrecillas contra las rocas y árboles a los lados del camino. Pensó
en irse, en retomar el camino de la montaña y regresar a su vida diaria donde la
gente lo trataba con el respeto que un hombre de su altura se merecía. Pero sus
sirvientes ya estaban a varias horas de camino de allí y comenzaba a oscurecer.
“Quizás el anciano maestro tenga alguna razón para hacerme esperar hasta
mañana”, pensó. Así que barrió el camino hasta que se hizo demasiado oscuro y
ya no podía ver. Esa noche, comió un simple plato de arroz y vegetales con los
otros estudiantes y durmió en una cama dura y angosta, añorando su cocina,
sus sirvientes y su vida tan confortable.
Pero el día siguiente, fue más de lo mismo. El mercader barrió el camino una y
otra vez, y cada vez que volvió a preguntar al maestro si podía comenzar su
búsqueda de la iluminación, el anciano lo mandó nuevamente afuera a seguir
barriendo el camino limpio.
A mitad de la tarde, el mercader golpeó la puerta de la casa por la que le pareció
la centésima vez, y cuando se le dijo de entrar, anunció que ya era suficiente,
que se iba y retornaba a su casa.
El maestro lo miró levantando las cejas por un rato que le pareció muy largo.
“Entonces, ¿no era verdad lo que dijiste?” Le preguntó.
¿Qué quieres decir? -dijo el mercader.
“No era verdad que viniste buscando la iluminación”
“Si, es verdad”. “Pero no me dejas ni siquiera comenzar". “Todo lo que quieres
de mi es que barra tu camino, lo cual ya hice veinte veces."
"Dime”, dijo el maestro. “¿Por qué has venido a mí? ¿Por qué no buscas la
iluminación por ti mismo?"
“Por qué no sé dónde buscar, por dónde comenzar", dijo el mercader.
“Entonces, ¿viniste a mí porque pensaste que yo podría mostrarte el camino?”
“Si”
“Pero una vez que estás aquí, no quieres seguir mis instrucciones”
“Pero ni siquiera me dejas unirme a los otros estudiantes”, dijo el mercader. “Me
tratas como a un sirviente, me dices todo el tiempo de barrer el estúpido camino,
aún cuando ya lo he barrido y dejado limpio”
“Como te dije”, replicó el maestro, “no quieres seguir mis instrucciones."
El mercader pensó por un rato. Finalmente dijo: “Si, si quiero”.
“Coge la escoba nuevamente y barre el camino limpio".
Entonces, sintiéndose descorazonado, confuso y frustrado, el mercader volvió a
barrer el camino. Por días, bajo el sol y la lluvia, con rabia, aburrimiento y dudas,
barrió el camino, una y otra vez. A veces miraba por arriba de su hombro a la
casa para ver si el maestro lo estaba mirando. Muchas veces estuvo a punto de
abandonar y emprender el camino de vuelta. Pero algo lo empujaba a continuar.
Finalmente, un día, el maestro miró hacia afuera y vio al mercader barriendo el
camino, silbando y riendo, lleno de energía. El maestro abrió la puerta y salió,
pero el mercader ni siquiera lo notó. Caminó hacia él y le dijo en voz alta: “¿Qué
estás haciendo? “
“Estoy barriendo el camino para que esté limpio”, dijo alegremente el mercader.
"Ven adentro”, dijo el maestro. “Estás listo para comenzar”.
Discutan grupalmente el significado de “barrer el camino para que esté limpio”.
Según vuestra experiencia de las últimas diez semanas, ¿cuáles son ejemplos
específicos de “barrer el camino para que esté limpio” en vuestra vida? ¿Acerca
de qué están confundidos? ¿A qué se encuentran todavía resistiendo? ¿Qué
sucede cuando te entregas completamente a "barrer el camino para que esté
limpio"?
MEDITACIÓN
Cierren su reunión del grupo de apoyo participando juntos de la Meditación #3.
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