Transparencia

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Adoro este invento, la canoa transparente, uno de los más extraordinarios
y sencillos que he visto en los últimos
tiempos. La experiencia de navegar con
un fondo traslúcido es otra cosa.
Esa misma sensación liberadora se siente
en otros ámbitos donde se practica
un estilo transparente de gestión y de
convivencia.
Transparencia
Qué bonita palabra esa. Tan mágica y
entrañable como difícil de convertir en
hábito. Está de moda, porque es muy
2.0 y se ha colado (con más ruido que
sustancia) en los guiones del discurso
político, que es siempre un gran escaparate.
Resulta mucho más fácil hablar de
transparencia que practicarla con un
mínimo de coherencia porque hemos
crecido en la opacidad, en la cultura-deesconder-los-trapos-sucios.
Parece una palabra de consenso porque
todo el mundo la reclama, y si uno se
guía por los discursos, creería que se
trata de un fin conseguido. Es que hoy
provoca antipatía declararse públicamente en contra de la transparencia,
pero hay mucha hipocresía en todo esto,
pues tendemos a reclamar una transparencia en otros que después no
somos capaces de aplicarnos en casa.
Así que éste es un tema del que quería
escribir hace tiempo, porque estoy
convencido que la transparencia es uno
de los principios 2.0 que más pueden
contribuir a la mejora del mundo en que
vivimos.En noviembre del año pasado,
Por: Amalio A. Rey
en el aeropuerto indio de Bangalore,
casi a punto de embarcar nuestro avión,
hice una rápida visita a una librería
donde encontré un librito pequeño con
el título “Transparency: how leaders
create a culture of candor”, escrito
por Wa-rren Bennis, Daniel Goleman
y James O’Toole. No sabía que se había
publicado, así que me lo compré y casi
lo termino antes de llegar a Málaga, previa escala de una noche en Londres.
La calidad de los artículos de la trilogía
con que se arma esta obra es irregular,
pero me sirvió para reflexionar y mucho… sobre el concepto de transparencia. Así es como se juntaron el hambre
con las ganas de comer, y nació la idea
de escribir este artículo.
Me gusta utilizar esta imagen como
metáfora de la transparencia.
El grado de transparencia suele servir
de diagnóstico para medir la salud ética de una
persona u organización. Las instituciones sanas,
incluidas las empresas, son más abiertas que las
que no lo están.
En definitiva, la actitud 2.0 necesita de
la transparencia como el amor de la
química. Es la amalgama que permite
fundir todas las piezas de este puzzle
2.0, y sobre todo, la que le da consistencia.
Juguemos a las palabras: Transparencia, sinceridad e inocencia
Lo primero que llamó mi atención del
libro que cité antes es la asociación que
establece, en su título original, entre los
términos “transparency” y “culture of
candor”.
El libro afirma que “un dilema urgente de
cualquier líder contemporáneo es crear
una cultura del candor”. Pero la palabra “candor” puede confundir un poco,
porque su uso práctico en castellano no
tiene exactamente las mismas connotaciones del inglés.
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Veamos qué dicen los diccionarios al
respecto. Wordreference.com traduce
“candor” como “sencillez, ingenuidad,
falta de malicia”. La Real Academia
Española define “candor” como “sinceridad, sencillez, ingenuidad y pureza
del ánimo”. Para el mismo diccionario,
“cándido” es ser “sencillo, sin malicia,
ni doblez”. The Free Dictionary dice,
por su parte, que candidez significa
“falta de malicia, astucia o hipocresía
al actuar”, y también “ingenuidad o
inocencia”.
De todo esto podemos inferir que la
palabra “candor” en inglés (y quizás
también en español, aunque con matices) sugiere a la vez dos acepciones:
1) sinceridad y franqueza, 2) inocencia e ingenuidad.
Obsérvese que en castellano la segunda acepción (ser inocente o ingenuo)
explica mejor la palabra, hasta el punto
que si dijéramos que necesitamos “directivos cándidos”, la mayoría lo vería
más como un defecto (ser un
ingenuo) que como una virtud (ser sincero).
Dicho más claro, descubrí que la
inocencia (bien entendida) es un ingrediente
esencial para que la sinceridad, y con ella, la
transparencia, desplieguen todas sus posibilidades, y sean una realidad en la empresa.
Esta idea entronca con un post que
escribí hace tiempo en mi blog, y que
titulé recuperar la inocencia. En él
decía que la inocencia, por definición,
no es hipócrita, ni calculadora, ni
cínica. Es un sentimiento fresco y
espontáneo que ayuda a practicar un
lenguaje más directo y sincero.
Pero esto nos lleva a una reflexión
aún muy interesante. Si la transparencia genuina implica en cierto modo
falta de malicia, entonces qué estamos proponiendo: ¿Falta de malicia
en un directivo empresarial? ¿Puede
ser tan “buena gente” quien dirige una
empresa?
Bueno, bueno… pero y por qué me he
metido en este berenjenal semántico. Pues porque queriendo ser preciso en la traducción del título original,
descubrí que la palabra “candidez” encierra en sí misma muchas respuestas
para el desafío de la transparencia.
¡¡EUREKA!! Esta definición de astucia
allana mucho el camino para encontrar ese nuevo directivo “híbrido” que
combine astucia e inocencia a la vez.
Necesitamos una fórmula intermedia
que compagine lo mejor de ambos
adjetivos, y creo que la hemos encontrado:
Un líder tiene que ser astuto para
“evitar que le engañen” pero cándido e
inocente para “no engañar”.
La combinación es óptima,
la quiero pero… también es
cierto que esta sociedad no
ve tan mal a aquellos que
son capaces de engañar a su
rival dentro del juego competitivo. Por ejemplo, ¿es
intrínsecamente malo engañar
a un competidor? O dicho
en los términos que estamos
hablando, ¿habría que ser
transparentes también con
el competidor?
Está claro que la “candidez”,
tal como se interpreta en España, es una cualidad poco
reconocible en un directivo
exitoso de los que ocupan las
portadas de las revistas.
Tan es así que Alienta Editorial ha publicado hace poco
la versión en español de este
libro con el título: “Transparencia: cómo los líderes
forjan una cultura de la
sinceridad”, y como se ve,
la segunda acepción de “ingenuidad e inocencia” desaparece prácticamente bajo el término más reconocible por los empresarios de “sinceridad”.
Ser “astuto” es interpretado en
el mundo empresarial como una
virtud. Al buen directivo se le supone
astucia. Pero veamos cómo la RAE
define ser astuto: “Agudo, hábil para
engañar o evitar el engaño o para
lograr artificiosamente cualquier fin”.
Otro diccionario define “astucia” en
términos parecidos: “Habilidad para
conseguir algo, especialmente para: 1)
engañar o, 2) evitar un engaño”.
Sigamos retorciendo las palabras. Da
la impresión que la palabra “sinceridad”
presupone, para bien y para mal, un
cierto ejercicio de “ingenuidad” = Si eres
sincero, estas siendo ingenuo. La verdad es
que ser sincero no tendría por qué ser
sinónimo de ingenuo, pero la vida ha
querido que sea así, y no le falta razón: en
esta sociedad decir siempre la verdad se
interpreta como un acto de ingenuidad, y
mucho más en los negocios y la política.
Fijémonos en esto. La candidez se asocia
con la inocencia y también con la inexperiencia. Así que si tienes experiencia,
rodaje, habrás aprendido a ser astuto/a.
El antónimo de la candidez es la picardía,
y lo contrario del cándido es el astuto.
A ver, cuando participas en
un juego de ganar-perder, en
el que si no ganas, pierdes,
entonces engañar al otro se suele ver
bien. Las estrategias que se dan en
las competencias deportivas o en las
carreras por una patente (donde sólo
hay un ganador) son buenos ejemplos
de esto. Ser astuto aquí, incluso para
engañar, se ve con simpatía.
La admiración que profesamos por
el “astuto” nace de la excesiva visión bélicolúdica de rivalidad que se ha instalado en el
mundo de la empresa
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Por lo tanto, si en el juego competitivo
se es ingenioso en la estrategia, y se
consigue ganar al contrario (incluso
ocultando y mintiendo), el astuto se
convierte en un sujeto admirado por su
ingenio e inteligencia pero, sobre todo,
porque es el que al final ganó. En este
contexto la transparencia equivale a
ingenuidad, y es mal vista.
Pero la interacción con clientes y empleados debería ser otra cosa, aunque
se siga viendo en muchas empresas
como un juego de suma cero (lo que
gana uno, lo pierde necesariamente el
otro). Con esta lógica, ganar-a-costadel-otro es cuestión de supervivencia
y el empresario será todo lo astuto
que pueda para conseguirlo, así que la
transparencia en estas condiciones es
imposible.
Sin embargo, hay mucho espacio en esa
interacción para el win-win basado en
la confianza. Si siguiéramos esta premisa, entonces el astuto entendido como
aquel que es hábil para engañar no
cabe. Sería contraproducente actuar así
porque destruye confianza. El juego de
ganar-perder se ha acabado, y también
la coartada que justifica a la opacidad.
Cuatro posturas ante la transparencia
De acuerdo a mi experiencia, creo que
alrededor de la transparencia se manifiestan cuatro posturas bastante diferenciadas. Por resumir, las actitudes más
frecuentes y contrapuestas ven a este
concepto como:
1.Una oportunidad: Los que ven a la
transparencia como una oportunidad,
y por tanto la abrazan por convicción
y con todas sus consecuencias porque
creen que es buena.
2.Un mal necesario: Los que la ven
solo como un mal necesario, de modo
que la aplican pero por mera conveniencia, y obligados por las circunstancias.
3.Una utopía: Los que opinan que es
“bonita” pero imposible de aplicar en
la realidad, así que renuncian a ella por
mero pragmatismo posibilista.
4.Una amenaza: Los que ni quieren
escuchar hablar de tamaño disparate
porque la perciben como una tremenda
ingenuidad e incluso, una amenaza.
Dicen que solo generaría caos y problemas (y un franco deterioro de su poder,
aunque esto no lo digan públicamente)
Estas cuatro posturas son muy comunes,
y definen una cierta gradualidad dentro
del continuo entre opacidad y transparencia. Conozco a empresarios que están
claramente situados en el “nivel-4” de
máxima beligerancia, y lo reconocen en
círculos privados, pero también a otros
que ven a la transparencia como una
estupenda oportunidad que no quieren
desaprovechar.
Si bien las posturas son estas cuatro,
a mi me parece que solo quedan dos
caminos. Una cosa es la actitud, y
otra la realidad. En un entorno en el
que la reputación de una organización
o de una persona puede quedar hecha
añicos con un simple “clic” de ordenador,
la transparencia entrará en las organizaciones como elefante en chatarrería,
quieran o no sus gestores.
Los empresarios que habitan en los
niveles 3 y 4 comprenderán que se está
reduciendo el margen para hacer cosas
sin ser observados.
Abundan los medios para burlar el
silencio. Hoy, la gente saca fotos con la
cámara de su teléfono móvil y la cuelga
en un blog. Así de fácil.
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Como dice Warren Bennis, no solo hay
testigos en todas partes con medios a
su alcance para que sea fácil recoger
evidencias del secreto y hacerlo público,
sino que cuando se publica en Internet,
éste indexa y facilita mucho que se
pueda encontrar rápidamente.
Esto
último es
muy importante,
y marca
una gran
diferencia
respecto
del pasado: Es fácil
“enviar
memos al
mundo” y
además,
que el mundo los encuentre.
como una oportunidad o como un mal
necesario.
Los resultados serán muy distintos si el
empresario la asume con convicción a si
lo hace por conveniencia impuesta. La
primera postura ayuda a construir confianza, que es
la energía vital
que propulsa el
círculo virtuoso
de la transparencia.
Pon la cocina
en la entrada
del restaurante…para
que esté
siempre
limpia
Por ejemplo, James O’Toole nos recuerda que Youtube ha cambiado el discurso político americano, y Google ha
hecho imposible que cualquier candidato niegue o no reconozca una acción o
algo que haya dicho antes. Todo queda
registrado. En cuestión de segundos,
cualquiera con un portátil en la mano
puede chequear lo que ha dicho antes el
candidato.
Vamos ahora a introducirnos en aspectos más prácticos y utilitarios de la
transparencia. Esto va para empresarios
descreídos, que todavía desconfían de
las ventajas de practicarla.
En un mundo donde la información
viaja a golpe de ratón, la transparencia no
sólo es deseable sino inevitable. En la era
digital la transparencia ha dejado de ser una
opción.
Aunque asusta un poco, lo reconozco,
es un buen argumento para intentar
ser más transparentes: no escondas la
suciedad debajo de la cama porque va
a terminar devorándote.
Lo que quiero decir con esto es que el
abandono de las dos últimas posturas
(dar la espalda a la transparencia por
considerarla una amenaza o una utopía)
se dará de forma natural, forzados por
las circunstancias. Los reclamos de transparencia entrarán en las organizaciones
de una forma u otra.
A los empresarios siempre les digo
esto: Sed transparentes si hacéis las cosas
bien, PERO sedlo aún más si pensad que lo
podéis hacer mal. ¡¡Que se puedan ver los
trapos sucios, te obliga a lavarlos!!
Warren Bennis alerta que sin transparencia, corremos el riesgo de que
intereses personales se sobrepongan
a los colectivos. Y por eso, revelar los
peores secretos puede ayudar, en
última instancia, a mejorar la organización porque ocultar los errores en
lugar de revelarlos para aprender de
ellos hace que las organizaciones sigan
cometiéndolos
El mismo autor llama “The vicious
spiral of silence” (el espiral vicioso del
silencio) a situaciones de falta de transparencia que pueden ser enormemente
dañinas, y cita como ejemplo, el desastre del Columbia, donde los ingenieros
temían insistir en los problemas de seguridad a unos directivos que estaban más
preocupados por cumplir con los plazos
del calendario que de los riesgos.
Bennis también nos recuerda que la
transparencia y la apertura reducen los
“costes de transacción” en la gestión
de las organizaciones. Si hay confianza, y
unas reglas de juego claras, entonces te
ahorras la necesidad de tener que repetir, demostrar, controlar, insistir y reducir
sospechas constantemente.
Está claro que la falta de transparencia es más cómoda a corto plazo para el
empresario pues en teoría, se busca menos
líos, y sobre todo, tiene que pensar menos.
Pero a la larga, afecta la cohesión interna,
sobre todo porque al final, “todo se sabe”.
Voy a poner un ejemplo muy claro de lo
que quiero decir. Es el resultado de una
reflexión que me inspiró la visita a un
conocido restaurante.
La inmensa mayoría de los dueños de
restaurantes prefiere poner la cocina
al fondo, bien resguardada de la vista
del público. Es su “back Office”, y cuidado con que alguien vaya a ver lo que
ahí se hace. Mientras que unos pocos
defienden la idea de poner la cocina a la
vista del público, para que la gente vea,
si quiere, cómo trabajan sus cocineros.
Es el caso del restaurante que visité.
Es cierto que lo segundo es más
arriesgado, te puede traer más líos a
corto plazo pero al final, amigo/a, se ha
demostrado que “abrir la cocina” hace
que tu personal trabaje mejor, cometa
menos errores, porque sabe que está
siendo examinado ¡¡¡todo el tiempo!!!
por los propios clientes.
Por eso, a mi juicio, el verdadero dilema
del futuro (y del presente) estará en
elegir entre los niveles 1 y 2, es decir,
entre los que adopten la transparencia
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El primer enfoque es más cómodo
porque “esconde bajo la alfombra” los
fallos (de cocina, de calidad, de gestión,
lo mismo me da) mientras que el segundo los “expone a la luz pública” y
esto le obliga a resolverlos de inmediato.
Que la cocina esté abierta al público
te obliga a depurar todos los posibles
fallos, a mejorar la higiene, a formar a los
cocineros, y al final, ¿qué pasa con tus
clientes? que notan en tu servicio algo
diferente y terminan más contentos.
Lo mismo ocurre con las empresas.
Que las decisiones, y los datos que la
sustentan, no sean un secreto exige del
empresario la aplicación de reglas claras,
y evita decisiones injustas, más seguidas por la pasión que por la razón. Una
política transparente termina siendo
buena para todos.
Siempre lo digo: si ocultas información relevante a tu gente, algo estás
haciendo mal. Entonces resuélvelo, pero no
intentes compensarlo con opacidad.
Primero cambiemos nosotros:
¿A qué tipo de directivos admiramos?
Esto de la transparencia empieza, como
es lógico, por revisar nuestras propias
creencias y percepciones. Y yo me pre-
gunto: ¿Queremos (de verdad) a directivos con dosis de inocencia y candidez?
¿O admiramos más al patrón macho-alfa
dominante, tan seguro de sí mismo que
genera tranquilidad en los demás?
Mi impresión es que esta sociedad,
y la prensa, celebran al macho-alfa, al tío
listo, al triunfador por goleada, al que va
sobrado. Al mismo tiempo, machaca el error.
¿Y quién va a reconocer un error (es
decir, va a ser transparente) con semejante panorama? No hablo de errores
deliberados, ni de engaños, sino de fallos honestos, “de innovar”, pero ni éstos
se salvan de la quema.
Y qué decir de los partidos políticos, si estamos en un circo donde todo se reduce
a pillar y machacar el fallo del otro que
se disputa contigo el poder. Si el “juego
político” en España va de eso, ¿cómo vamos a tener políticos humildes con la
transparencia suficiente para admitir
sus errores? A los que lo intentan, el sistema los vomita.
Por cierto, los autores de “Transparency”
advierten que una excesiva testosterona
del “macho-líder” suele ser la responsable de no pocos episodios de falta de
transparencia. Y en esa línea, me resultó
especialmente interesante su llamado a
integrar más mujeres en la dirección de
las organizaciones, porque “vienen bien
algunas virtudes femeninas como la hu-
mildad, el reconocimiento de la vulnerabilidad, la empatía, la vocación de servicio a
otros y el respeto por las personas”.
Por todo esto, uno puede concluir que
en entornos donde el error cuesta demasiado caro y se castiga en exceso, la
transparencia encuentra dificultades
para prosperar. Se apela a la opacidad
con la falsa ilusión de poder ocultar lo
que es motivo de castigo.
Ya en un post que escribí hace algunos
meses, y que titulé “Juego de hipócritas”, venía a decir que la transparencia es
algo que depende de nosotros, y de que
cambiemos primero nuestra actitud.
Me quejaba de que es injusto que reclamemos tener empresarios (o políticos) honestos y transparentes, si nos
escandalizamos cuando lo son. Esta
contradicción obedece, desde mi punto
de vista, a cierto resabio que arrastramos
de nuestra educación, que avala el doble
discurso intra-extramuros.
Ya nuestros padres nos decían
que fuéramos prudentes, y no tan ingenuos de decir lo que pensábamos.
Hay muchos ejemplos de este “juego de
hipócritas”. Desde la Reina cuando se
atreve (o no…) a revelar al gran público
sus ideas conservadoras y estalla el escándalo, al político que reta a la maquinaria partidaria para hacer valer su voz
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propia, o al directivo de una gran
empresa que no se esconde, y
confiesa con honestidad (aunque
no nos guste) qué piensa hacer en la
gestión de las personas, con despidos
incluidos.
Transparencia: ¿a qué si y a
qué no?
Sería de tontos recetar transparencia
absoluta en las empresas. Sabemos
que éstas actúan en un entorno competitivo que les obliga a gestionar
cierto tipo de información.
La transparencia absoluta no es
posible, ni siquiera deseable.
Reservarse determinada información
es un derecho legítimo y razonable,
del mismo modo que las personas
sensatas no andan por ahí ventilando, por ejemplo, sus problemas de pareja.
más transparentes.
descubrirlos.
Pero yo creo que la mayoría de la
falta de transparencia es inconsciente,
natural, y responde sencillamente a la
pregunta anterior. El directivo cree que
es transparente porque sencillamente
supone que muchas cosas no deben
contarse, y por lo tanto, hace lo correcto.
Así que piensan que son transparentes
en la medida que cuentan todo lo que
ellos consideran que la gente debe
saber. Por lo tanto, el concepto de
transparencia es muy relativo, y puede
estar sometido a una gran subjetividad
que “salva” la consciencia de más de un
espíritu secretista.
Por eso conviene preguntarse, e insisto:
¿Qué es lo que la gente tiene derecho
a saber? ¿Qué temas tu gente necesita
saber para hacer su trabajo o sentirse
¿Entonces dónde están los límites?
¿Qué se debe “transparentar” y qué no? Es
en estas preguntas donde podemos concretar mejor el concepto, y donde conviene
centrarse.
Algunos directivos actúan sin transparencia a plena consciencia. Saben
que ocultan cosas que deberían
contar, y por lo tanto, hay mala fe en
su comportamiento. En estos casos,
lo único que nos queda por hacer es
afinar los mecanismos de control y
Algunos temas que exigen transparencia hacia los empleados:
1. Evolución económico-financiera de
la empresa
2. Estrategia con sus prioridades de
acción
3. Política salarial (seguro que más de
uno se asusta con esto pero defiendo
esta práctica)
4. Decisiones clave que pueden
condicionar la sostenibilidad de
la empresa
Por lo tanto, el reclamo de transparencia tiene sus límites. El libro
de vengo comentando acota
muy bien lo que es un sistema
transparente bien gestionado, y
lo define como aquel donde la
información crítica va a la persona adecuada en el momento
preciso y por la razón correcta.
Warren Bennis, por su parte,
define la falta de transparencia
como aquella situación en la que
uno siente que no se nos está
diciendo todo lo que necesitaríamos
saber, o que tendríamos derecho a
saber.
Si aceptamos que hay problemas que
ocurren en el interior de la empresa
que no tienen por qué ventilarse en el
mercado, lo más realista sería dividir
ese listado en dos, para separar la
transparencia de la empresa hacia sus
trabajadores, de la que recomendaría
de cara al mercado, que son distintas.
Algunos temas que exigen transparencia con el mercado:
1. Evolución económica-financiera REAL de la empresa (información para los accionistas)
parte de tu proyecto? Según dónde se
pongan los límites, así será más fácil o
más difícil constatar y sentir que uno
actúa con o sin transparencia.
El trabajo del consultor 2.0 consiste,
entonces, en demostrar a los directivos con
buena fe que lo que ellos creen que es bueno
mantener en secreto, no lo es. Hacerles ver
que esconder ciertas cosas perjudica más que
beneficia.
Pues bien, reconociendo que el tema
es muy complejo, intentaré enumerar
algunos temas en los que opino que las
organizaciones tendrían que ser mucho
2. Fallos del producto o servicio
que perjudiquen la experiencia
de usuario
3.Errores que puedan suponer un
riesgo, por mínimo que sea, para los
clientes o la sociedad
4. Puntos débiles del producto o servicio, entendidos como oportunidades
de mejora
5. Tretas, trucos o artimañas para retener a los clientes (en este caso, más
bien, evitarlos)
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Este listado es un intento de comenzar
la enumeración. Te invito, como lector,
a seguir reflexionando sobre esto, y que
nos ayudes a completarlo, porque creo
que es aquí donde estamos operacionalizando de verdad el concepto de
Transparencia.
Algunas ideas prácticas para
construir empresas-de-códigoabierto
Como vengo diciendo, es más fácil
hablar de transparencia que practicarla.
Así que para terminar, voy a resumir a
continuación algunas ideas expuestas
en el libro “Transparency” que me parecen importantes para poner en práctica
este concepto:
− ¿Confianza sin transparencia?:
Muchos directivos hablan de generar
confianza, y reconocen que la confianza
es un activo importante, pero no se dan
cuenta que ésta depende en gran medida de la transparencia. La confianza y
la transparencia van siempre de la mano,
y la confianza no se puede crear rápidamente, ni por decreto. Ni siquiera se
puede buscar directamente. Como dice
James O’Toole: “La confianza es difícil de
ganar, fácil de perder, y una vez perdida,
imposible de recuperar”.
−Proteger al mito: Aquel que tiene
cosas que ocultar o practica la dirección
arbitraria (porque le da más poder) no
puede ver la transparencia como una
fuente de confianza, sino todo lo contrario porque en su cabeza está el temor
siguiente: “si ven cómo soy en realidad, se
me cae el mito”
vacío se va a cubrir!! y es falso creer que
va a haber silencio porque el empresario
calle.
− Jerarquizar la información: Una
de las razones que explican la falta de
transparencia es la tendencia humana
a querer saber cosas que los demás
no saben. Algunos ejecutivos parecen
disfrutar, como un placer casi juvenil,
este privilegio que los hace sentir en la
élite de la organización.
− Departamentos de RR.PP.: Ya el
Manifiesto Cluetrain se quejaba de
que estos departamentos funcionan en
realidad como “gabinetes de crisis” para
impedir, en lugar de favorecer, que el
mercado conozca la verdad de lo que
ocurre en las empresas. La práctica de la
transparencia exige una transformación
radical de la función de “relaciones públicas”, para adoptar la versión más honesta
de lo que hoy llamamos “community
managers”.
− Narcisismo de los directivos: Otro
factor que limita el flujo natural de
información es que muchos directivos
se convierten, o se creen, “semidioses”
y dejan de escuchar, siendo imposible
que la gente se les acerque a contarle
cosas. En una empresa donde se mata
al mensajero, nadie quiere ser portador
de malas noticias, así que la arrogancia
del poder los lleva a no escuchar para
no dar signos de debilidad. Los autores
del libro llaman a este fenómeno “The
shimmer factor”.
− Empoderamiento: Una buena
definición de transparencia, según los
autores, es propiciar una organización
donde cualquier empleado se sienta autorizado para decirle la verdad al poder.
Las investigaciones realizadas sugieren
que a más alto están los líderes, a más
ascienden, menos honesto es el feedback que reciben.
− ¿Opacidad significa silencio?: Éste es
un error muy común en los empresarios.
Creen que no dar información ayuda a
que el gallinero esté en silencio, pero se
equivocan. Ocurre todo lo contrario: ¡¡si
no dan información, ese vacío se va a llenar con ruido, con desinformación. ¡¡Ese
− Selección de los directivos: La
transparencia necesita de directivos que
practiquen la bondad, sean sensibles y
eviten actitudes arrogantes. Sin embargo, en muchas escuelas de negocio
se hace más hincapié en la capacidad de
resolución y decisión que en la habilidad de escuchar. Según los autores, los
estudios demuestran que la selección de
directivos prima mucho mas la capacidad.
de competir, de sobresalir, que la de
colaborar y crear equipos.
− Estrés por los resultados: Otro factor
que puede distorsionar el flujo natural
de la información es la necesidad de
rapidez, más presente ahora que nunca.
La transparencia exige que se cumplan
ciertas reglas de reporting y esto si no
se gestiona bien puede ralentizar los
proyectos. Esto lleva a veces a coger
“atajos” que implican opacidad.
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