Cómo escriben los que escriben La cocina del escritor Compilación y prólogo LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS CLAUDIA ALBARRÁN SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS CÓMO ESCRIBEN LOS QUE ESCRIBEN Cómo escriben los que escriben LA COCINA DEL ESCRITOR Compilación y prólogo CLAUDIA ALBARRÁN FONDO DE CULTURA ECONÓMICA INSTITUTO TECNOLÓGICO AUTÓNOMO DE MÉXICO Primera edición, 2011 Albarrán, Claudia (comp.) ¿Cómo escriben los que escriben? La cocina del escritor / comp. y pról. de Claudia Albarrán. — México : FCE, ITAM, 2011 112 p. : 23 × 17 cm — (Colec. Lengua y Estudios Literarios) ISBN 978-607-16-0722-5 1. Escritura — Estudio y enseñanza 2. Literatura — Estudio y enseñanza 3. Lectura — Fomento I. Ser. II. t. LC PN179 Dewey 372.64 A664c Distribución mundial Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit D. R. © 2011, Instituto Tecnológico Autónomo de México Río Hondo, 1, col. Progreso Tizapán; 01080 México, D. F. D. R. © 2011, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] www.fondodeculturaeconomica.com Tel. (55) 5227-4672; fax (55) 5227-4640 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos. ISBN 978-607-16-0722-5 Impreso en México • Printed in Mexico Índice A manera de prólogo, Claudia Albarrán 11 PRIMER TIEMPO El fogón de la golosa, Julián Meza 17 Algunos mitos en torno a la escritura, Armando Pereira 23 Reflexiones de un pseudoescritor sobre dos tipos de platillos sustancialmente distintos: artículos de investigación y notas ejecutivas, Carlos Zozaya 29 Detalles sobre mi cocina, Daniel Cassany 41 SEGUNDO TIEMPO Cómo cocina el lenguaje un matemático, Carlos Bosch Escribir para transmitir, Marta Lamas 55 Escritura e identidad, Claudia Albarrán 61 Escribir es inevitable, Alejandro Hernández D. 69 49 TERCER TIEMPO Un economista escribiendo, Isaac Katz 75 La escritura y sus senderos, Nora Pasternac Escribir sobre filosofía del derecho, Jorge Cerdio 79 87 ϐ 7 Informes, artículos y columnas: la tarea de escribir, Olga Pellicer 95 El oficio de escribir sobre política, Denise Dresser Información sobre los autores 8 ϒ 101 107 ÍNDICE Un escritor es una persona para la cual escribir es más difícil que para el resto de la gente. THOMAS M ANN Escribir es mucho más fácil si uno tiene algo que decir. PAUL DEMANGE Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre. AUGUSTO MONTERROSO A manera de prólogo CLAUDIA ALBARRÁN Se cree que escribir es una actividad exclusiva de poetas, de cuentistas y de novelistas. Se cree que un escritor sólo puede serlo si nace con un don especial —heredado de sus antepasados u otorgado por los dioses— o si recibe un llamado misterioso ante el que no puede resistirse, como si se tratara de un destino ineludible que debe cumplirse y alimentarse con breves ráfagas de inspiración que sólo otorgan las musas. Se cree que escribir es una actividad anticuada, aburrida e inútil, que no hace falta desarrollar porque se adquirió ya durante la alfabetización básica. Se cree que a los economistas, politólogos, matemáticos, sociólogos, ingenieros, abogados o actuarios no les hace falta leer ni escribir ni conocer tampoco el lenguaje especializado de sus respectivas disciplinas. Se cree que, gracias a las nuevas tecnologías que han generado otras formas de comunicación escrita (como el chat, el mensaje de texto y el correo electrónico), ya no hace falta saber gramática, ortografía o puntuación. Desmentir estas falsas creencias que suelen anidar en las mentes de las personas, despertar en ellas el entusiasmo por la lectura y la escritura, hacerles ver la importancia que siguen teniendo hoy estas dos actividades para tener éxito en cualquier profesión fueron, justamente, los objetivos que Rosa Margarita Galán, jefa del Departamento Académico de Lenguas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), se propuso conseguir cuando, en 2005, le pidió a Nora Pasternac que organizara el primer panel interdisciplinario titulado “Cómo escriben los que escriben. La cocina del escritor”, que se llevó a cabo en las instalaciones del ITAM. La idea original era invitar a distintos profesores para que hablaran sobre las dificultades, ventajas, manías y experiencias que habían tenido con la escritura a lo largo de sus respectivas trayectorias, desde tribunas distintas y en ϐ 11 contextos diferentes. Nunca imaginamos que ese primer panel tendría tanto éxito, así que decidimos organizar dos paneles más, en los que amablemente participaron otros catedráticos e investigadores de diversos programas académicos. El presente libro es el resultado de ese esfuerzo. Está dividido en tres tiempos, y los artículos que integran el volumen están organizados respetando la sucesión original en la que se llevaron a cabo los paneles, de acuerdo con el orden en el que intervinieron los invitados. El primer tiempo se inaugura con Julián Meza, quien, con ese estilo mordaz que siempre lo ha caracterizado, nos convida a abrir boca con un breve relato, construido a partir de un mono-diálogo aparentemente absurdo, para mofarse del ridículo papel que desempeñan en México algunos escritores al crear obras de alta cocina para un público iletrado, que no alcanza siquiera a leer la mitad de un libro por año y que, en todo caso, se conforma con “deglutir obritas” mal cocinadas, de nulo o escaso valor. Armando Pereira, por su parte, elabora un ensayo inteligente en el que reflexiona sobre las experiencias que él (y muchos de los autores que lo formaron como escritor) ha tenido al momento de crear sus propias obras literarias, con el fin de develar las falsedades y los secretos que se esconden detrás de cinco grandes mitos que la gente suele atribuirle al acto de escribir. Le sigue el artículo de Carlos Zozaya, un original recetario en el que detalla los ingredientes y los procedimientos que ha venido acuñando a lo largo de su trayectoria como ingeniero, investigador, ejecutivo y asesor de importantes empresas. Las personas suelen pensar que estas áreas no tienen nada que ver con la escritura, pero, como Carlos demuestra de manera contundente, en la realidad sucede todo lo contrario: a los profesionistas se les exige el dominio de una serie de destrezas lingüísticas para la construcción eficaz de documentos muy elaborados —como informes de negocios, artículos científicos y libros de investigación o de divulgación—, que van dirigidos a lectores por demás exigentes. Este primer bloque culmina con un texto de Daniel Cassany, investigador catalán que aprovecha la metáfora de la cocina para explicarnos el funcionamiento de su “restaurante letrado”, en el que se fabrican y exportan distintas recetas y manuales de escritura para ayudar a académicos, científicos, profesionistas y estudiantes en la elaboración de sus documentos. El segundo tiempo inicia con un artículo de Carlos Bosch, quien ha dedicado buena parte de su vida a escribir artículos de investigación y de divulgación científica para que estudiantes de todos los niveles de escolarización puedan comprender fácilmente temas y problemas complejos, relacionados 12 ϒ A MANERA DE PRÓLOGO con las matemáticas y las ciencias exactas. Marta Lamas recuerda el papel que ha tenido la escritura en distintos momentos claves de su trayectoria como intelectual y militante, hasta significar una valiosa herramienta de lucha y de transmisión de ideas, gracias a la cual ha podido defender y dar voz a una de las causas que más le apasionan: el feminismo. Viene luego un ensayo mío, en el que trato de explicar cómo la lectura y la escritura de géneros incluso opuestos entre sí me han permitido tener distintas experiencias letradas que, al cabo de los años, han terminado por configurar mi identidad como académica y como profesional. El bloque culmina con un artículo de Alejandro Hernández D., en el que, de manera clara y sencilla, describe el proceso que, como economista, suele seguir en la construcción de sus escritos. Subraya el cuidado que los especialistas de una disciplina tan compleja como la suya deben tener para lograr que sus textos cumplan con las expectativas y con las necesidades de los distintos públicos a los que van dirigidos. El tercero y último tiempo comienza a servirse con un texto de Isaac Katz, para quien las limitaciones de tiempo y de espacio que los periódicos y revistas suelen imponer a sus colaboradores le han permitido desarrollar interesantes estrategias de planeación, redacción y corrección de documentos, como la selección del tema, la búsqueda eficaz de instrumentos teóricos, el diseño de una estructura adecuada para sustentar las ideas y la construcción del primer párrafo, entre otros aspectos que considera esenciales para escribir correctamente. Por su parte, Nora Pasternac realiza un delicioso recorrido a través del libro y sus rincones —como objeto material y como objeto de deseo—, porque piensa que la lectura es, en realidad, la semilla que despierta y, a la larga, alimenta el interés de las personas por escribir. Describe, asimismo, la ruta que ella comúnmente sigue a través de los libros y los diccionarios para consolidar sus opiniones y sustentar los ensayos que elabora como crítica literaria. En un ensayo brillante y divertido, Jorge Cerdio explica que —como estudioso de temas jurídicos y, especialmente, como escritor de artículos relacionados con la filosofía del derecho— su tarea consiste en tejer argumentos y discutir aquellas ideas y conceptos que realmente sean útiles para la práctica de la jurisprudencia, procurando evitar esa retórica farragosa (plagada de palabrerías y de términos confusos o ambiguos) que predomina en los documentos que se redactan en su disciplina. Olga Pellicer comparte con nosotros sus experiencias como ex embajadora, funcionaria pública, coordinadora de tareas editoriales, académica y columA MANERA DE PRÓLOGO ϐ 13 nista, papeles que ha desempeñado desde distintas tribunas, para las que ha tenido que redactar un amplio abanico de documentos —como informes políticos, resúmenes ejecutivos, columnas periodísticas, ensayos académicos o libros colectivos—, dirigidos a diferentes públicos, en situaciones y contextos específicos. El testimonio de Olga sobre la importancia que ha tenido la escritura en su carrera como internacionalista se ve enriquecido por el sitio privilegiado que ella ha ocupado al ser testigo de grandes acontecimientos históricos, como la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín, el desmoronamiento de la Unión Soviética y la Guerra de Irak, entre otros. Para concluir el tercer tiempo, Denise Dresser nos regala un texto excepcional, en el que reflexiona sobre las lecturas y los personajes que la han marcado, sobre los desafíos que ha enfrentado al escribir de temas políticos y sobre las fortalezas que todo crítico comprometido debe enarbolar si verdaderamente desea conformar un equipo de rescate para liberar a un país secuestrado como el nuestro. Por último, ofrecemos información sobre la trayectoria de los autores que hicieron posible este libro. Estamos seguros de que los platillos que conforman este delicioso banquete no sólo deleitarán los paladares de los lectores, sino que los ayudarán en la elaboración de sus propias recetas de escritura. No queda sino agradecer el apoyo que recibimos del Instituto Tecnológico Autónomo de México, ITAM, y de la Asociación Mexicana de Cultura, A. C., para la realización de este proyecto. ¡Buen provecho! Ciudad de México, 3 de octubre de 2010 14 ϒ A MANERA DE PRÓLOGO PRIMER TIEMPO El fogón de la golosa JULIÁN MEZA 1 CREO QUE LLEGARÁN los invitados de Rodrigo y no tendré nada que ofrecerles de comer porque no se me ocurre combinar algo apropiado tanto para sus pantagruélicas como para sus minúsculas necesidades. Mientras pienso en la manera de salir del trance iré a ver si Iván ya acabó de quitar la nieve del patio para que esta gente pueda meter sus coches. ¡Mierda, no está! Espero que no se convierta en una aventura encontrarlo. La última vez que lo necesité tardé más de una hora en dar con él. ¿Alcachofas? ¡No, qué lata hervirlas, enfriarlas y preparar el aderezo en tan poco tiempo! Además, creo que no tengo todos los ingredientes para condimentar la salsa. ¿En dónde demonios se habrá metido este muchacho? “¡Iván! ¡Iván!” Silencio. Silencio total. ¿Habrá salido? ¿En qué estaba? Mmm… ¿Espárragos? Defi nitivamente no. Es en verdad desesperante ver cómo, pudiendo usar los dedos, intentan pincharlos con el tenedor como si fueran aceitunas o canicas. Además… nunca se los acaban. Son muy finos y los dejan siempre a la mitad. Creo que abriré algunas latas de angulas, camarones, mejillones y ostiones ahumados para que se entretengan mientras se hace el asado. Además, hay una montaña de nueces para que picoteen y la ensalada ya está. Quizá sólo falte añadirle un poco más de queso. ¿En dónde se habrá metido este maldito muchacho? La nieve se está congelando y los coches van a patinar. “¡Iv…!” “¿En dónde diablos estabas?” “åπæ®ø æ¬ √æ©^>ø >ø ®ß†å ¥ >ø ∂æ ¬å ¬¬å√æ ∂æ ¬å ©ø©™æ®] ªπ^¥®.” “No la necesitas. Con la pala que tienes es suficiente.” ϐ 17 “πæ®ø æß œ€æ μæ √ø¥ å †å®∂å® €> å¬.” “No protestes. ¡Cállate! Y ponte a trabajar.” ¿Y estos fulanos merecen, en realidad, que me ponga a cocinar con esmero? ¿En verdad saben comer? Por supuesto que no, pero sólo yo tengo la culpa al aceptar que Rodrigo me meta en estos líos. ¿Por qué los invita si ya sabe que es imposible hacerlos disfrutar de la buena mesa? Son capaces de añadir Tabasco al caviar, y de comer el foie gras con salsa de soya y a cucharadas… como marranos. Sí, ¡qué cerdos! ¡Vaya!, aquí llegan Aquilino, el gran lector de la sección financiera de El cementerio (ese fúnebre periódico cuyos editores se divierten publicando sólo notas sobre asesinatos y llenan páginas enteras de esquelas) y Margarita, la obsesiva lectora de best sellers. A ver cuál me recomienda ahora. Apuesto a que será Tras las Lomas, de Sara Mango, o La loción más transpirada en el metro, de Fountains. Es muy raro, pero llegaron temprano estos impuntuales. “Me da mucho gusto que hayan venido. ¿Me acompañan a la cocina? Voy a meter el asado al horno.” “©ø> 쀩™ø @€ß†ø †æ å©øμπå¬åμøß œ€æ®^∂å…” “æ߆å∫åμøß ßæ@€®øß ∂æ ßæ® ¬øß π®^μæ®øß.” “No sé cómo le hicieron para llegar temprano, pues en esta ciudad es una verdadera proeza no llegar tarde. Uno puede saber a qué hora va a salir, pero nunca a qué hora va a llegar… si llega.” “¿Champagne?” Sí, claro que champagne, pues en dónde más si no es en mi casa en donde pueden darse esos lujos. Champagne, entonces, para los adictos al ron blanco made in las cuevas del murciélago. Murciégalo, diría Margarita. “¿μ>™†® ¬ƒ∂åπ?” “Sí, claro que ya está preparado el aliño.” “¿¥ œ€æ ¬æ πø>æß?” “Pues sólo con aceite, limón, eneldo, pimienta blanca y sal gruesa.” “¿Ÿ¬~¥æƒ©∫ ¬ø@∂å∂æ?” “¡No! ¿Qué demonios tiene que hacer el cilantro en el aderezo?” ¡Irremediable especie de chiva bizca!, iba a añadir, pero me contuve. “Por cierto, ya se pueden quitar los abrigos, que aquí adentro no va a nevar.” “¡πæ®ø √åμøß å å©å∫å® μ€¥ ©å¬^æ>†æß…∆å ∆å!” ¡Y pensar que se cree graciosa esta estúpida! La incapacidad de Iván es conmovedora. Al ritmo que va, apenas logrará 18 ϒ EL FOGÓN DE LA GOLOSA despejar un poco la entrada. Los siguientes en llegar tendrán que estacionar el coche sobre alguna montaña de nieve. ¡Los Gómez! Tengo que encender el horno porque el gordo ese querrá atragantarse de inmediato, y los dos kilos de nueces que puse sobre la mesa apenas serán para él un huevo de pichón. ¿Huevo de pichón? No creo que en su vida haya probado algo así. “¿∆€∂æß∫™ ßå@™ †® Ÿ¬§^ †ƒ?” “Sí, por favor, ve a recibirlos. Mientras, meteré la carne al horno.” “¿©®ææß œ€æ 嬩å>©æ?” “Sí, siempre llega hambriento.” Es como la gigantesca Menina hacendista que se ceba con nuestros impuestos. “>ø ßæåß μå¬æ∂^©æ>†æ.” “No es maledicencia, sino mero principio de realidad.” Y se trata, por cierto, de una enorme realidad. Espero que no crea que ocho kilos de carne son sólo para él o piense que se trata de un mero antipasto, pues nuestro amigo tiene un apetito tan desmesurado como el de la Menina o Boterada hacendista. Esta carne va a tardar por lo menos una hora en estar lista porque a cuatro mil quinientos metros de altura así son las cosas. Tendré que armarme de paciencia. “¡Bienvenidos! ¡Qué gusto tenerlos de nuevo por aquí! Sinceramente, los extrañaba.” Añoraba sobre todo sus pringosas manos cuando devoran costillas de cerdo… como ustedes. “¡πæ®ø ß^ >ø ™å©æ 쀩™ø œ€æ >øß √^μøߟ œ€æ®^∂å!” “Sí, es verdad, nos vimos en casa de los Hernández”, pero no en mi casa, por fortuna. “¿¥ æ> ∂ø>∂æ å>∂å †€ μå®å√^¬¬øßø μå®^∂ø?” Tal vez en el décimo círculo del infierno. “Llegará un poco tarde”, el irresponsable, “porque tuvo que ir a la oficina a buscar unos papeles que se le olvidaron, y le urgen porque el lunes tiene reunión æ©ø>øμ^©åŸ ƒ^>å>©^æ®å†^¬ con los consejeros”. “¿¬§∆ƒ >∆¥ß∂ƒ®?” “Sí, estará aquí antes de que empecemos a comer.” Y ahora López y familia. ¡Qué bruto Pedro!, estuvo a punto de matar al baboso de Iván, que bien merecido se lo habría tenido por vago. Pero no, no es posible, ¡vienen con sus monstruosos hijos! “¡Qué niños más lindos! Los vistieron como príncipes. Parece que van a Palacio Nacional.” Si hubiera concursos de pésimo gusto, la López arrasaría. Pobres niños. Parecen Diego Rivera vestido de marinero. JULIÁN MEZA ϐ 19 “å~ß∂π ¬ø@∞¢« μ@®æß.” “∆∂å‘“£¥@≈μ π™ƒå∂æå.” “No, definitivamente esto no es un palacio.” Por supuesto que la casa es grande, pero no es el Castillo de Chapultepic, ni siquiera Los Pinoles. Y aquí tenemos la llegada triunfal de Lucrecia y Gimeno, que entre los dos deben sumar apenas ochenta kilos. Algo evidente cuando se sabe que su platillo favorito es la lechuga. Sólo faltan Rosalba y Eustaquio. Espero que no lleguen después de mi maridillo. “>∂€¬ø>@æœ ª]∆∂å¥\|∞.” “Sí, por supuesto que no hay problema.” Y ahora será inevitable que los infernales niños destrocen la sala de juegos, que no está precisamente diseñada para poseídos como éstos. Que Dios nos coja, sin abusar, confesados, pues siempre se puede tratar de una divinidad con complejo de Zeus. ¿Dios lleva faldita como los curas, o los curas visten a su imagen y semejanza? ¡Rodrigo! Bendito sea el que acabo de hundir en el fango de la ignominia. Sólo que deberemos esperar porque a la carne le faltan unos buenos veinte minutos. Espero que, mientras tanto, el consejero financiero, bursátil y bancario se ocupe de sus patéticos invitados. “¿~ø@®† ∫∂åß ∫∆™€@?” “Sí, ya podemos sentarnos”, y así evitaremos que tu marido se ponga a rugir como león y los anoréxicos acaben con la ensalada. “¬å∆ß> @∂∫@ß\|°£.” “¿Qué otra cosa te podría decir si las cosas son como son?” 2 ¡Bendito sea el del nombre del que no se debe pronunciar! Al fin termina esta horrible comida anegada en vino y vulgaridades. ¡Qué bárbaros! ¡Se despacharon seis botellas de champagne y una caja de Nuit Saint Georges!, más los aperitivos, más los digestivos, más… Le paro, o no acabo nunca. Ahora me pondré a escribir mientras Rodrigo da rienda suelta a su insana grafomanía de cuenta chiles económico-bursátil-financiero. Soy tan imbécil que escribo libros que jamás entenderán las legiones de retrasados mentales estacionados en un país donde la mayoría de la gente no tiene qué comer ni dinero para comprar libros. Y cuando tiene para comer o lee, se deleita con hamburguesas de carne de perro y novelas comprometi20 ϒ EL FOGÓN DE LA GOLOSA das, ¡y cuánto!, de Helenita π€†å>ø√ߧå, o no sé qué, o de Charles μø>ß^√å^ß, y librillos de, hágame usted el favor, superávit personal. Gente condenada a ayunar perpetuamente (nadie puede comer si le pagan la fortuna de tres bilimbiques por ocho horas de trabajo: un pedazo de pan cuesta el doble) ni siquiera puede imaginarse que los libros existen. Y cuando sabe que existen y es capaz de comprarlos (o robarlos, porque el horno no está para bolillos) decide chapotear en las ciénagas de Helenita, Charles, Sara Mango, Fountains, o ese Alien de la postmodernidad, catapultado a la fama por Fountains, y al que por algo más que mera economía habría que llamar ET, pues es casi un abreviado etcétera o un minúsculo molusco. ¿Qué comerán estos bichos? Seguramente se trata de devoradores de hot dogs y otras perradas por el estilo. ¿O tendrán tan buen gusto que se dan el lujo de comer anchoas, tal vez aderezadas… ¡con sal de grano!? Quisiera ya empezar a escribir, pero no puedo hacerlo, y no porque tenga miedo a la hoja en blanco o no se me ocurra nada, sino porque me pregunto ¿para qué escribo?, ¿para quién pretendo escribir?, ¿por qué escribo? Existen países en donde las personas leen en promedio 38, 28, 17 o 4 libros cada año, pero en Kakania sólo se consumen 0.5 libros al año. Creo que cuando escribo es como si cocinara una pierna de cordero con berenjenas o un filete con morillas para los amigos de Rodrigo. Y a propósito de la mala bestia… parece que me llama. “¿Qué desea su señoría?” “¿¬å @®ßn π€†å œ€æ †æ πå®^ø œ€e®^∂å å©åßø >ø μæ √åß å ∂å® ∂æ ©æ>å®?” “Sí, querido. ¿Un cartígalo de murciégalo?” “¿πø® ƒå√ø® >ø †æ ∫€®¬æß ∂æ μ^ åμå>†æ ßø∫®ø ©å®>æ?” “Sólo quedaron los huesos, pero encantada te los sirvo. ¿O prefieres pimientos rellenos de codorniz?” “¡√æ†æ å ¬å μ^æ®∂å!” “Ya sé. Te serviré algo que se me acaba de ocurrir, aunque es tal vez un antojo y no un manjar digno de nosotros.” “¿¥ æ> œ€æ πæ>ßå∫åß?” “Me conmovieron el buen beber y el apetito de tus amigos, y para escapar a la conmoción me puse a pensar que lo mejor que puedo hacer en lo sucesivo es escribir sobre asesinatos para el periódico El cementerio. Quizá inaugure una columna sobre el crimen por envenenamiento de un marido que se dedicaba a escribir sobre los riesgos financieros en la bolsa de calores de los murciégalos, que son un poco fríos, por cierto.” JULIÁN MEZA ϐ 21 “¡√æ†æ å ¬å μ^æ®∂å!” “No, después de la cena empezaré a escribir una novela que lleve como ingredientes 350 gramos de sexo, 300 gramos de crímenes, 200 gramos de vulgaridades y 150 gramos de lugares comunes. ¡El kilo perfecto!” 3 “†æ ¬¬åμå>.” “¿Es el editor?” “>ø †æ>@ø ¬å μåß π€†å ^∂æå.” Espero que me tenga buenas noticias este fulano. “¡Haló!” “Joaquina, te tengo malas noticias. El comité editorial rechazó tu novela porque, de acuerdo con la actual política editorial, la dosis de sexo aumentó a 450 gramos y tu novela se queda corta, muy corta.” “¡√æ†æ å ¬å μ^æ®∂å!” 22 ϒ EL FOGÓN DE LA GOLOSA Algunos mitos en torno a la escritura ARMANDO PEREIRA SON MUCHOS los mitos que se han generado en torno a la escritura, algunos de ellos tan antiguos como la escritura misma. Aquí voy a referirme a algunos de esos mitos, precisamente a los que más daño le han hecho a la escritura. Uno de ellos es el que se refiere a la relación entre el autor y sus personajes. Generalmente se cree (incluso lo creen muchos escritores) que el cuento o la novela constituyen serios o angustiados intentos por dar vida a los fantasmas o demonios que atormentan la vida del escritor, por construir una historia que le permita al fin exorcizarlos, deshacerse de ellos convirtiéndolos en personajes ficticios (o quizá reales) para otros. Quisiera recordar aquí unas palabras de Madame Bovary. Madame Bovary dijo alguna vez: “Gustave Flaubert c’est moi”. Esto, al principio, le molestó bastante a Flaubert. Y creo que le costó meses o años darse cuenta que Madame Bovary tenía razón, que él no era más que una excrecencia de ella, que era a ella a la que le debía su existencia. Me parece que a fin de cuentas todo escritor termina aceptando lo que siempre fue obvio, lo que desde el principio tuvo ante los ojos y no supo ver: que él no ha creado nada, que el verdadero creador es el personaje, que gracias a él el escritor cobra una imagen ante los otros. Borges, en un texto breve y conciso (y exquisito como pocos), escribe sobre Borges. Durante las primeras líneas, no sabemos quién es el autor y quién es el personaje, quién escribe sobre quién. Por momentos suponemos que, en ese juego de espejos, en ese desdoblamiento incesante de la escritura, es el autor el que habla del personaje, pero un instante después dudamos y decidimos que ocurre lo contrario. Al final del texto, Borges nos saca de la duda: “No sé cuál de los dos —concluye— escribe esta página”. Como lectores, me parece que no cabe la menor duda, siempre conocereϐ 23 Cómo escriben los que escriben reúne las más diversas reflexiones de un conjunto de reconocidos profesionistas en distintos ámbitos del panorama intelectual y académico. Personalidades como Denise Dresser, Julián Meza y Nora Pasternac, entre otras, hablan de su relación, experiencia y conexión con la escritura, y sobre las herramientas que cotidianamente acompañan su labor. “Se cree que un escritor sólo puede serlo si nace con un don especial o si recibe un llamado misterioso ante el que no puede resistirse, y que escribir es una actividad anticuada, aburrida e inútil, que no hace falta desarrollar porque se adquirió ya durante la alfabetización básica”, dice Claudia Albarrán; los testimonios aquí reunidos buscan desmentir estas falsas creencias y alentar en el lector el entusiasmo por la lectura. www.fondodeculturaeconomica.com Claudia Albarrán es licenciada en humanidades por el Centro Universitario de Ciencias Humanas, maestra en letras por El Colegio de México y doctora en letras hispánicas por la UNAM. Autora de Luna menguante. Vida y obra de Inés Arredondo (2000), y coautora de los siguientes libros: Diccionario de literatura mexicana. Siglo XX (2000 y 2004), Narrativa mexicana del fin del milenio (2005), Nueve escritoras mexicanas nacidas en la primera mitad del siglo XX, y una revista (2006) y Narradores mexicanos en la transición de medio siglo. 1947-1968 (2007). Colabora regularmente en distintas revistas y suplementos culturales del país. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y profesora de tiempo completo del Departamento Académico de Lenguas del ITAM.