343 SIGNOS DEL TIEMPO RECORDANDO AL PADRE

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SIGNOS DEL
TIEMPO
RECORDANDO
ALBERTO
AL
P A D R E
H U R T A D O
Martha Holley de Benavente
18 de agosto de 1952. A través de 25 años recuerdo ese día como si fuera ayer. El Padre HurtaJo se moría en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. Cerrando los ojos, vuelvo a ver las
idas y venidas nerviosas de 5os módicos, los amigos
esperando silenciosos y acongojados en el pasillo, las
oraciones de sus hermanos jesuítas alrededor de su
cama y la respiración angustiosa del enfermo. ¡Cuánto cuesta morir!.. . pero esta muerte daba paz, daba
alegría porque era el hijo que entraba a la casa del
Padre, era el recibir el premio de la labor de una
jornada fructífera, era el caer en "brazos de su Padre Dios" a quien tanto había amado en la tierra.
25 años. .. sólo ayer. Y uno a distancia traía do
valorar el testimonio no de palabras sino de vida
de un sacerdote alegre, dinámico, lleno de Dios, sencillo y profundo, con una riqueza humana, un potencial de trabajo raramente igualados y una voluntad
de servicio que le hacía decir a todo aquel que se
le acercaba: "Patroncito", lo que equivale a: Mande,
BU qué puedo servirlo.
Mueho.s hablarán de su labor con la juventud,
del deber de justicia que despertaba por doquier, del
sacerdote santo que irradiaba a Cristo; hoy me aflora su amor y respeto al pobre.
El pobre por MI misma condición es rudo, es sucio, no porque le guste, sino porque antes de comprar jabón o tener oirá camisa de recambio debe
córner. Ahora bien, nuestra superficialidad nos hace
fijarnos más que nada en lo externe y cuando vemos a alguien que nos parece un "sub-hombre" lo
despreciamos, si no de palabra, por lo menos en
nuestros actos. Para el Pudre Hurtado, todos eran
sus hermanos, todos hijos de Dios, todos merecedores del mayor respeto. A la antesala de su oficina,
llegahan ricos y pobres, jóvenes y viejos; a todos
los recibía con cariño, con una dedicación, como si
fueran lo más importante para él. Muchas veces estaban sentadas codo a codo, la modesta señara de
una callampa y la señora acaudalada, pero el estricto orden de llegada era respetado; y cuando el Pai're Hurtado sentía que el poderoso pudría impacientarse, con la mejor de sus sonrisas le pedía disculpas por la demora.
A sus colaboradores más inmediatos les decía;
"Es una gracia de Dios estar cerca de un pobre.
Cuando suban a un micro elijan el asiento o la vecindad del más desvalido. Cristo está en él mucho
más que en nosotros".
Recuerdo un día en quE se celebraba al Padre
Hurtado. Había Misa en la hospedería del Hogar de
Crislu. Hacía mucho frío y la Misa era temprano.
Muchos de los que trabajaban con é! pensaron que
ssría una Misa muy exclusiva en un barrio pobre,
can diría tenebroso en ese entonces. El altar se arregló en el comedor de la Hospedería y fue llegando
la gente. Caballeros abrigados en sus sobretodos, señoras con pie-les, porque, ¿no era acaso invierno y
la escarcha crujía bajo los pies?,. . Personas del barrio con sus rebozos, trabajadores con la infaltable
bufanda sobre el modesto vestón. Todos se saludaban, se conocían a pesar de las desigualdades. Se
abrió la puerta y entró también la gente de las hospederías: mujeres con sus niños, hombres sin trabajo, sin techo propio; algunos con harapos que dejaban ver sus carnes azuladas por el frío. Como en el
convite de bodas del Evangelio se fueron llenando
IUÍ primeros lugares, pero el Padre Hurtado abrió
cancha, y sin saber cómu, vimos los harapos en sitio
de honor. Comenzó la Misa en el mayor de los recogimientos y Jlegó el momento después del Evangelio en que el Padre se dio vuelta para hablar. No se
di rigió a sus colaboradores, ni tampoco a las personan importantes que asistían. Se dirigió a ellos. .. los
pobres que no tenían nada, explicando lo que era
el Hogar de Cristo, lo que deseaba realizar con la
generosidad de tantos amigos anónimos que se despajaban quizás de lo necesario para que ellos tuvie-
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"Cuando stamus grandes te recordaremos"
ran algo. "Pero, dijo, falta mucho todavía. Las camas
no son tocio lo confortables que Uds. merecen despucs de una ruda jornada en busca de trabajo; la
comida no es suficientemente variada y rica para organismos desnutridos: el ropero no puede dar siempre ropa en buen estado para que puedan andar
decentes; el Servicio Social no puede encontrar Irabajo para todos. Este Hogar de Cristo, pese a tantos
esfuerzos, no es lo que Uds. se merecen. Por eso hoy
quiero en nombre de todos pedirles perdón, perdón
por la comida, por las camas, por todo la que Uds.
no tienen", til silencio era sepulcral. El Padre Hurtado con lágrimas en los ojos seguía insistiendo:
"¿Me perdonan? ¿Nos perdonan?..." Luego se oyeron voces. .. como urt ronquido largo y profundo:
"Sí, Padrecito. lo perdonamos". Los hombres y mujeres modestos bajaban la cabeza llorosos, conmovidos; ellos en esc momento eran el centro, lo más importante, eran serts humanos tomados en cuenta, respetados, queridos.
Al término de la Misa se sirvió el desayuno para
todos. Yo estaba como petrificada. Esto era cristianismo, esto era acercarse el uno al otro sin odio buscando el mayor bien de los más desposeídos.
Cuando volví en mí, vi una señora que antes había lucido un abrigo de piel, con el forro para afuera y la piet hacia adentro. No había podido soportar
su lujo en medio de esa concurrencia. Detalles sin
importancia, se pensará, pero el impacto interior seguramente perdura en ella, como perdura mi recuerdo.
Martín Hombauer
Por eso. al morir podía despedirse confiando su
último anhelo: "Que a medida que aparecieran las
necesidades de los pobres se les aliviara como se
aliviaría al Maestro". Siempre uniendo al pobre con
Cristo, Cristo desnudo, Cristo con hambre. Cristo
preso, Cristo vilipendiado. En una reunión del Comité de Señoras del Hogar de Crislo se suscitó una
discusión sobre salarios, derecho a huelgas, etc. Una
señora expuso su punto de vista. Nuestro pueblo es
flojo, abusador; así Chile nunca pudra surgir. Veo
al Padre. Se levantó como con un resorte, tanto que
la silla se tambaleó. "Son nuestros hermanos, tienen
sus derechos, tienen su dignidad; una sociedad que
no cumple sus deberes sociales está en pecado mortal. Nos decimos cristianos; no demos una caricatura de Cristo dando un anti-testimonio de todo lo que
predicó y que firmó con su muerte".
Paladín de los indefensos
Y siguen los recuerdos fluyendo en forma desordenada.
• Una mañana, gran alboroto en uno de los dormilorios de la hospedería de hombres. En una de las
camas había pasado la noche el Padre y allí dormía
aún, mientras los más madrugadores lo contemplaban. Las camas, pese a la limpieza que se hacía, no
eran un modelo de higiene. Los parásitos, el olor pro-
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pió de cuerpos que habrían necesitado no el baño
de ducha disponible, sino uno de lejía, tenían que
producir un rechazo, pero allí estaba el Padre como
uno de ellos.
• El Padre Hurtado descolgándose de los puentes del río Mtipocho para buscar a esos niños harapienios, quizás delincuentes, para llevarlos a su Hogar de Cristo. El Padre llevándolas para tomar un
tale caliente y un sandwich en "Las Cachas grande*" en la Estación Central y enfrentándose a los
mozos que no querían servirles. El Padre oyendo
las tragedias de esos niños, sus rebeldías, sus ansias
de cariño y poniendo el bálsamo de su infinita caridad en sus almas dolidas.
• El Padre hablandu desde el pulpito de la Iglesia de San Francisco y pidiendo a los ricos que le
oían que pagaran justos salarios a sus empleados antes de golpearse el pecho, y encontrando al día siguiente el frontis de la Iglesia y del Colegio de San
Ignacio pintado con alquitrán: "Padre Hurtado comunista. Que lo silencien".
• F.l Padre Hurtado dejándose caer en una silla
en la SL-crelaría del Hognr de Cristo diciendo: "¡Qué
grande es Dios, qué buena es la gente!", ante la generosidad de muchos que le ayudaban en sus obras.
• Ll Píidrc, paladín de los indefensos. Que sabia llegar hasta los de arriba a contarles cómo era
el sub-mundo de la miseria, sin odio, sin abrir hei-idas y que agradecía cualquier gesto por pequeño
que fuera, siendo él, el canal por donde se escurría
la caridad hasta llegar al necesitado.
Con razón los niños del Hogar un dia lo rodearon y con la entonación de "Mantelüo blanco", la
célebre canción de Nicanor Molinare le cantaron estrofas compuestas por ellos:
"Padrecito Hurtado, Padrecito bueno,
Que tienes el alma azul como el cielu.
Tú que sabes tanto de nuestras miserias,
Sacias el hambre, alivias nuestras penas.
Cuando seamos grandes te recordaremos
Lo bueno que fuiste con todos nosotros..."
Por último, otra anécdota que nos impactó mucho. Para el Hogar de Cristo, para los incontables
casos que golpeaban su puerta, el Padre necesilaba
dinero y como su palabra cálida no sólo atraía y
cautivaba, sino que abría voluntades, se planeó que
hablara un domingo en cada Iglesia en todas las mi-
sas. Jornada agotadora para él ya que se entregaba
por ¿tuero en cada plática.
F.l Padre tomaba el Evangelio de! día y explicándolo en forma dará y sencilla pero con destellos
que abrían SEndas luminosas, terminaba con un llamado a favor de esos otros Cristos que necesitaban
nuestra ayuda generosa,.., "dar hasta que duela"
decía, pero esto lo matizaba con ejemplos vividos y
que golpeaban la imaginación. Entre ellos estaba el
Crislo luminoso. Era el nombre de un artículo de su
amigo Monseñor Manuel Larraín en que relataba un
caso de extrema miseria en Talca: un tuberculoso
viviendo en un tugurio, echado sobre aserrín con su
mujer y sus hijos y cuyo único poseer era un Cristo
c¡uo tenía luminosidad par sustancias químicas. "Hijita, muéstrale a Monseñor el Dueño de casa", decía
el hombre. El Padre había hecho suyo este caso y lu
contaba con lujo de detalles y en forma tan cálida
que al audilorio se le caían las lágrimas. Y no solamente al auditorio ocasional. Para ayudar a recibir
las dádivas, un grupo de señoras lo seguían en estas
andanzas y se conmovían por igual aunque ya lo habían oído cientos de veces. Una señora al iniciar la
prédica siguiente se acercó al Padre y le dijo: "Padre, por favor no hable más del Cristo luminoso, ya
no me quedan pañuelos". El Padre se rió y comencé LI hablar, Al poco rato salía a relucir el Cristo luminoso y el mismo fenómeno se repetía en el auditorio.
Los psicólogos, los maestros de oratoria podrán
dar cantidad de razones sobre este fenómeno que
subyuga B Ins masas; para mi no tiene otra explicación que el trasparentar, a través de palabras, de una
convicción muy íntima; el hacer caer en la cuenta
que lo que se eslá diciendo se vive a fondo, y que
se juega entero por ello. El Padre Hurtado, enamorado de Crislo, viendo en El a todo ser humano, no
ienía otro camino sino amar y hacer amar, dando así
ese testimonio que arrastra de una manera sencilla,
alegre y cordial.
ooooOoooo
Con el correr de los años mi pelo se ha tornado
gris. Muchos seres queridos ya no están; personas
extraordinarias por su talento, por su preparación,
inclusive por su santidad se han cruzado en mi vida
dejando una gran huella; pero el Padre Hurtado, tan
sencillo, tan humano, tan de Dios, tiene un lugar
aparte. El sigue siendo faro, guia, a p o y o . . . y cayendo de rodillas me pregunto: Dios mío, Dios mío,
¿por qué tuve yo, por qué tuvimos tantos, esta gracia?
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