TRATEMOS A LOS DEMAS COMO QUEREMOS SER TRATADOS

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REF: 134 / 2004
PARA LA VIDA DE CHILE
MENSAJE DE LA 87ª ASAMBLEA PLENARIA
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
“Muerte y vida libraron un combate admirable,
El Viviente muerto, reina vivo” (Liturgia Pascual)
1. Con los ecos de la celebración gozosa de Pascua de Resurrección, los Obispos de Chile reunidos en
nuestra 87ª Asamblea Plenaria, agradecemos a Dios por la próxima canonización del Beato Padre
Alberto Hurtado s.j. El ha sido ‘una gran visita de Dios a nuestra patria’. En su vida venció Cristo, de
tal manera que su fe se hizo entrega y aportó significativamente al bienestar de Chile. Su influencia ha
sido incalculable y perdura hasta hoy. El reconocimiento eclesial de su santidad, que también
agradeceremos de manera particular al Santo Padre Juan Pablo II, será un acontecimiento providencial
para la Iglesia y para Chile en camino hacia el Bicentenario. Traerá muchas bendiciones como lo
fueron la visita del Santo Padre y la canonización de Santa Teresa de los Andes. Nos da también la
posibilidad de iniciar una etapa nueva de reflexión para hacer más efectivo nuestro aporte como
discípulos de Jesucristo a la construcción de la sociedad que anhelamos.
2. El Padre Hurtado, ‘apóstol de Jesucristo’ fue un hombre de nuestro tiempo, sacerdote ejemplar que
amaba intensamente a su Patria y a su Iglesia. Por su amor apasionado a Dios y su seguimiento del
Señor crucificado, manifestado en una intensa y profunda vida espiritual, alimentada por la Eucaristía,
orientó su vida, sus energías y capacidades al servicio concreto y radical a los demás. Allí estaba su
secreto, como el Maestro ‘no vino a ser servido sino a servir’, experimentando mucha alegría, pero
también muchas contrariedades y sufrimientos que lo purificaron. Permitió con su variada acción,
verificar la presencia de Dios entre nosotros. Mucho realizó gracias a su efectiva compasión con los
pobres, según el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, su lucha por la justicia y por condiciones
más dignas de vida, la preocupación por la coherencia entre fe y vida de quienes se confesaban
católicos, la cercanía a los jóvenes, su valiente promoción de las vocaciones, su atención a las familias,
su lúcido discernimiento crítico de la nueva cultura que estaba naciendo, su atención a los constructores
de la sociedad, su apoyo a los sindicalistas, su amor y fidelidad a la Iglesia.
3. Su figura hoy, para muchos cristianos, es una oportunidad para tomar conciencia de la tarea
insustituible que tenemos de aportar al ‘alma de Chile’, orientando el sentido de nuestra historia hacia
un desarrollo más pleno y humanizado para todos. Los santos no son un episodio en la vida de la
Iglesia, hay muchos en nuestro tiempo que nos dan testimonio de su seguimiento de Cristo, ayudan con
su intercesión, alientan en el camino y son una prueba evidente del amor de Dios por nosotros. Su
testimonio nos invita a ser santos y a colaborar en la obra de la salvación, siendo pobres de espíritu,
puros y misericordiosos de corazón, operarios de la paz y la justicia. Los santos son una necesidad
urgente, un bien para Chile, pues tienen por otra parte, la más alta y duradera fecundidad social en su
acción.
4. En estos días, teniendo presente la figura del Padre Hurtado, hemos reflexionado sobre nuestra realidad
nacional con ojos de pastores. Nos interesan especialmente los cambios culturales, la tarea de construir
una sociedad más justa donde sea plenamente respetada la dignidad de toda vida humana desde su
concepción, la pedagogía que necesitamos para realizar el aporte que nace de la fe, la comunicación
eficaz de nuestras convicciones, la programación orgánica de nuestras actividades pastorales.
Queremos que la caridad que motivó al Padre Hurtado nos permita encontrar los caminos más
adecuados para vivir el presente. Esperamos que el respeto por la honra de las personas e instituciones
sea una realidad en nuestra convivencia cotidiana.
5. Los cristianos no podemos restarnos a la construcción del futuro como lo exige la coherencia con la fe.
Hacemos un llamado a todos los fieles que admiran la persona y las obras del Padre Hurtado, a
prepararnos con especial provecho a su canonización, descubriendo el paso que Dios quiere hacer entre
nosotros en los albores del año 2010, en que Chile enfrenta una nueva etapa de su historia. Como
pastores nos comprometemos a cuidar nuestra cultura, para que Chile pueda enfrentar con éxito los
nuevos desafíos desde sus innegables raíces cristianas.
6. Que la Santísima Virgen del Carmen, a quien tanto amó con ternura el Padre Hurtado, extienda su
manto protector sobre nuestra tierra, sobre hombres y mujeres, jóvenes y niños, especialmente sobre
pobres, enfermos y afligidos, que a todos nos dé pan, trabajo y alegría.
Padre Hurtado, 23 de abril de 2004
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile
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