Los falsos profetas

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Los falsos profetas (Mt. 7:15-20)
por Pedro Puigvert
Como vimos en la exposición anterior, este texto y hasta el final del capítulo se ocupa de un gran
mensaje: enfatiza la importancia de entrar por la puerta estrecha y asegurarse que estamos andando
por el camino angosto. Pero mientras caminamos por él, encontraremos peligros, dificultades y
obstáculos que nos saldrán al paso. El Señor Jesús plantea el asunto con la mención de dos peligros
específicos y especiales y nos muestra la forma cómo debemos reconocerlos y una vez reconocidos,
cómo enfrentarlos. Luego, una vez expuestos estos dos peligros, concluye el argumento y todo el
sermón planteándolo en función de la metáfora de las dos casas, una construida sobre la roca y la
otra sobre la arena. El primer peligro son los falsos profetas.
¿Quiénes eran en la mente e Jesús estos falsos profetas? En primer lugar, los doctores de la ley, los
fariseos, los jefes de los sacerdotes, los cuales, semejantes a sus antecesores arrastraban al pueblo
a la ruina. Pero el Señor, va más allá de su tiempo, sabía que en su iglesia también se levantarían
falsos maestros pretendiendo hablar en nombre de Dios. Sin embargo, no siempre es fácil distinguir
el error de la verdad, por eso Jesús nos da una señal por la que podemos reconocer a los falsos
profetas: por sus frutos. Con esto no debemos entender solamente la doctrina que predican, sino
también la vida que llevan y no necesariamente que sean hombres impíos o inmorales, pues saben
disfrazarse con ropajes de oveja cuando por dentro son lobos rapaces, aunque acaban
descubriéndose y si esto no se hace pronto pueden llegar a destruir todo el rebaño.
1. El falso profeta va disfrazado con vestido de oveja
La mayoría de creyentes que poseen cierto discernimiento espiritual pueden detectar a un
hereje. Si alguien se pone a predicar dudando acerca de la existencia de Dios, negando la
divinidad de Cristo o los milagros que realizó, inmediatamente lo identificaríamos como hereje
o falso predicador. Esto es fácil, pero Jesús en la metáfora sugiere que existe cierta dificultad
en identificarlo porque hay algo sutil como el disfraz con que se presenta y al principio uno no
se imagina que lo sea (Cf. 2 P.2: l-3). El falso profeta es uno que viene a nosotros con
aspecto agradable, aparenta ser muy cristiano y parece que lo que dice está muy bien. En
general su enseñanza es correcta, utiliza términos que cualquier maestro cristiano emplea:
habla acerca de Dios, de Jesucristo, de la cruz, enfatiza el amor de Dios, pero claro va
disfrazado y supuestamente su vida debe corresponder con lo que dice. En cierta ocasión, un
predicador dio un impresionante sermón sobre el mandamiento "no cometerás adulterio" con
tanto impacto que alguien se sintió compungido y confesó que había adulterado. Poco tiempo
después este predicador tuvo que dejar el ministerio porque se descubrió que había sido infiel
a su esposa: por sus frutos los conoceréis. Los falsos maestros son descubiertos no tanto por
la falsedad de su enseñanza, sino más bien por lo que NO dicen, es decir, lo que ocultan y
que un día es puesto en evidencia.
2. El falso profeta predica un evangelio "light".
Es decir, en su mensaje no incluye la enseñanza de la puerta estrecha y el camino angosto.
No dice nada que pueda ofender al hombre natural, agrada a todo el mundo. Va con vestido
de oveja, es atractivo y agradable. Presenta un mensaje bonito, confortable y consolador.
Agrada a todos los que le escuchan y todos hablan bien de él, nunca lo persiguen por su
enseñanza ni lo critican con rigor. Predica un evangelio en que se entra en el reino por la
puerta ancha y se camina por el camino espacioso sin ningún tropiezo de la cruz. Cuando
decimos eso debemos recordar lo que hacían los falsos profetas del A.T., los cuales cada vez
que aparecía un verdadero profeta como Jeremías, siempre dudaban de él, le resistían, le
acusaban y ridiculizaban. Por eso Jeremías dice de ellos: "Curan la herida de la hija de mi
pueblo con liviandad, diciendo: paz, paz; y no hay paz" (Jer. 6:14). Éste era un mensaje muy
consolador y atractivo, pero era falso. ¿Cómo se ve esto en la práctica? Porque en su
mensaje no hay doctrina y habla de forma general. Predica mensajes en que no menciona
nunca la santidad, la justicia y la ira de Dios. No es que no crea en estas verdades, la
cuestión es que no habla nunca de ellas, porque sólo menciona el amor de Dios y olvida el
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resto de atributos divinos. Otra doctrina de la que no predica es la del juicio final y el destino
eterno de los condenados en el infierno, porque a la gente no le gusta oír estas cosas por ser
agresivas. En el evangelio del falso profeta no hay espacio para anunciar la condición
pecadora del ser humano y su incapacidad para obtener la salvación por sí mismo. Como
consecuencia, la obra de la cruz queda minimizada y no llama al pecador al arrepentimiento y
la fe.
3. El falso profeta es conocido por sus frutos
Después de hacer esta afirmación, Jesús relata una metáfora del árbol bueno y el árbol malo.
Es decir, cada árbol produce el fruto correspondiente a su propia naturaleza, de lo que se
desprende que ser cristiano es algo que está en la esencia misma de la personalidad y no de
apariencias superficiales con respecto a la creencia y a la vida. Alguien puede predicar de
forma adecuada, puede parecer que vive correctamente y a pesar de ello, según Cristo,
puede ser un falso profeta. Puede tener apariencia de vida cristiana sin ser cristiano. Stott
cuenta la historia de aquel ministro que mientras predicaba, el sermón iba haciendo mella en
él y allí en el pulpito se convirtió al Señor. Al darse cuenta la congregación salió a la calle
gritando “¡el pastor se ha convertido!” Predicó muchos años sin ser salvo primero. Por eso, el
Señor nos avisa que ser cristiano significa un cambio en la vida y en la naturaleza misma del
ser humano. En este sentido el cristianismo bíblico es único porque se preocupa sobre todo
del estado del corazón. En la Biblia el corazón no es el centro de las emociones, sino el
centro de la personalidad (Mt. 12:33-37). En este pasaje lo que el Señor subraya es la
naturaleza del árbol. En otra parte Jesús señala qué es lo que contamina al hombre (Mt.
15:18-20): No es lo externo, sino lo que sale de dentro, por tanto, lo que hay en el corazón
siempre acabará por manifestarse, ya sea en las creencias, la enseñanza y la doctrina, como
en la vida. Lo que uno piensa es lo que viene a ser porque actuamos como pensamos. No
importa el cuidado que se tenga, en un algún momento se descubrirá porque no se obtienen
uvas de los espinos ni uvas de los abrojos. Quizás el falso profeta puede engañar durante un
tiempo aparentando lo que no es, pero no durará mucho tiempo su engaño. El apóstol Pedro
hace una radiografía de los tales tomando como modelo a Balaam, un profeta falso (2 P. 2:1522). Quizás tengamos que esperar antes de encontrar pruebas, porque somos lentos y no nos
damos cuenta, pero en un momento u otro el falso profeta mostrará lo que es.
Conclusión. Finalmente, debemos recordar que aún pudiendo estar nosotros equivocados en
nuestros juicios y por mucho que nos engañen los falsos profetas, Dios es el Juez justo y él nunca se
engaña, porque todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Que Dios nos abra
los ojos a estas cosas y nos capacite para ejercer este discernimiento respecto de nosotros mismos y
de los que quieren engañarnos.
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