Curso de doctorado:

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Política de Octavio Amadeo: la derecha conservadora ante el desafío de la
ampliación electoral.
Matías Bisso
El texto que nos proponemos analizar es el libro de 1916 de Octavio Amadeo
titulado Política. Este libro fue escrito por el autor como una suerte de documento de
lanzamiento de la candidatura presidencial del por entonces gobernador conservador de
la provincia de Buenos Aires, doctor Marcelino Ugarte. A pesar de que fue protagonista
de todo el proceso electoral, Ugarte finalmente no compitió en esas elecciones que
ungieron a Hipólito Yrigoyen como primer presidente electo bajo las reglas de juego de
la reforma saenzpeñista. Nuestro objetivo no es el de relevar cuán exitoso fue el
llamamiento de Amadeo, si no qué cuestiones de la identidad de los conservadores
bonaerenses como fuerza de derecha podemos rastrear a través de sus páginas, y qué
cuestiones novedosas puede aportarnos el discurso oficioso del autor en relación a lo
que creemos saber de esta fuerza política en cuanto a definiciones ideológicas. Nos
centraremos especialmente en los capítulos que se dedican a realizar una caracterización
de Radicales y Conservadores y de las figuras de Ugarte e Yrigoyen, precedida por un
panorama del análisis que Amadeo hace del pasado argentino.
Los conservadores bonaerenses
Lo primero que debemos aclarar es que con respecto a los conservadores y el
propósito que perseguimos, tenemos una ventaja que es poco habitual en la política
argentina del siglo XX: esta fuerza política se reconocía a sí misma como una fuerza de
derecha y, obviamente, conservadora. Por supuesto que la propia mirada de los
protagonistas no nos exime de consideraciones extras, pero al menos nos da un punto de
partida importante en cuanto a ubicar al partido en ese lugar nebuloso del arco político
que genéricamente rotulamos como derecha 1 .
La caracterización de los conservadores bonaerenses nos lleva a ubicarlos en el
lugar de un partido de derecha preparado para la contienda electoral. No es un partido
de “masas” en el sentido que se le dará al término a partir de los años 20 y 30
especialmente, en el caso de la derecha, para referirse a los partidos fascistas o
filofascistas, pero sí en el sentido de que tenían la capacidad de movilización popular
1
En parte nebuloso, precisamente, por la resistencia de los protagonistas políticos a rotularse a si mismo
como de derecha
necesaria para enfrentar el tipo de régimen de sufragio masivo que, paulatinamente, se
instalaba en la Argentina 2 .
En principio los podemos caracterizar como un partido defensor del “estado de
cosas” y de los valores liberales sobre los que constituyeron la nación argentina desde
sus orígenes, pero sobretodo a partir de la unificación y el proyecto ochentista. Por eso
mismo, tal como señala Béjar, encontramos en su seno esa combinación, a menudo
tensa, entre conservadurismo y liberalismo propio de esa línea. 3
El autor y el libro
Amadeo era un dirigente conservador, muy cercano a Ugarte que podemos
ubicar dentro del ala más intelectual del partido conservador, en el sentido de que su
acción y llegada a distintos cargos electivos y de gestión no se sostenían por el respaldo
que podía darle el manejo de una situación local, es decir un desarrollo territorial, si no
las capacidades que se le reconocían en cuanto a manejo político y del discurso. Es así
que llegó a ser legislador en numerosas ocasiones y Procurador de la Suprema Corte de
Justicia de la Provincia en 1916 (luego de escribir el texto que analizamos).
El libro Política tiene en gran medida la estructura habitual en los ensayos
políticos de la época en los que se hacía una genealogía 4 de la nación desde la
conquista, y se procuraba explicar el presente a través de una mezcla de ingredientes
relacionados con las idiosincracias de las razas constitutivas de la argentinidad y de las
acciones ( a menudo fundamentadas en la psicología de los protagonistas) de los líderes
políticos de los diferentes momentos. Así sintetiza Amadeo las décadas anteriores al
momento en el que está escribiendo:
“
Resumiendo ese pasado cabe afirmar el concepto corriente de que los primeros gobiernos
centrales tuvieron la ineludible tarea de defender la revolución, y, caída la tiranía, Urquiza y Mitre, la de
organizar la nacionalidad.
2
A pesar de la utilización sistemática del fraude y la manipulación del sufragio el partido conservador
poseía una innegable capacidad de movilización legítima de votantes y muchos de sus bastiones
electorales (el caso paradigmático es la Avellaneda de Barceló) siempre fueron huesos duros de roer para
el radicalismo, aún en los momentos en que este era oficialismo nacional y provincial.
3
Cfr Béjar (2005), Introducción.
4
“El encadenamiento de los hechos históricos es más fuerte que todas las teorías del hombre” Amadeo
(1916), p.7
Sarmiento , Avellaneda y Roca consolidan la autoridad del gobierno contra los retoños de la
anarquía; y Sáenz Peña, por último, da vida a las instituciones representativas y es el hombre de la
democracia 5 ”
En principio se puede notar que Amadeo reivindica el eje Mayo-Caseros como
constitutivo de la nación, corolado por la etapa de la organización nacional y
consolidación del estado expresado finalmente en el proyecto roquista. El autor expresa
en este sentido una fuerte adscripción, conservadora, al estado de cosas consecuencia
del proyecto de la generación del ochenta de integración de la Argentina al mercado
mundial. Esto iría en consonancia con el ideario conservador de sentirse herederos de
los “padres fundadores” en la misión de mantener a la nación en la línea de progreso
económico y la construcción de un orden político “liberal-conservador”, es decir
republicano, positivista y constitucional, pero a la vez tutor del pueblo hasta la llegada
de la madurez de las masas.
Sin embargo, Amadeo agrega al final de esa línea a Saenz Peña, y esa no me
parece una cuestión menor. En principio puede parecer llamativo que se lo incluya
siendo un contemporáneo tan cercano, pero su temprana muerte seguramente facilitó
esta “entrada en la historia”. Lo que es más interesante es que Amadeo lo presenta casi
más como una ruptura que como una continuidad. Aunque no es tajante en esa
consideración, no realiza el razonamiento por el cual la reforma electoral vendría a ser
el corolario final e inevitable de la construcción liberal desde la sanción de la
constitución, según el cual el tiempo transcurrido entre 1853 (ó 1861) y 1912 habría
sido el de acomodamiento “natural” de las instituciones. Amadeo admite lisa y
llanamente que el periodo anterior a 1912, no fue democrático y que por eso ubica a
Saenz Peña en el lugar de dar “vida a las instituciones representativas y es el hombre de
la democracia”. Es por eso, también, que el autor se anima a decir “nuestra historia
constitucional no se ha escrito aún”.
Lo qué sí está presente en Amadeo es la idea de que ese proceso de ampliación
política, una vez disparado, no parecería tener vuelta atrás.
De ninguna manera Amadeo reniega de esa reivindicación de Mayo-CaserosOchenta que mencionamos. Resalta la idea de que Argentina ha tenido durante esos
años los mejores gobiernos posibles, que ha tenido “enfermedades leves” pero no las
peores, y contó con la ventaja de que sus caudillos no han sido militaristas. Pero el autor
5
ídem
engloba ese período en lo que denomina “democracia inorgánica”, una etapa en la que
adrede se cumplía a medias con los dictados constitucionales 6 . En esa situación de
génesis los gobierno fueron necesariamente fuertes más que legales, de hecho no es
llamativo para Amadeo que “ningún congreso nuestro ha vencido a un presidente” 7 .
Tal como mencionábamos Amadeo, lejos de criticar ese estado de cosas lo alaba
en nombre de la idea de “república posible” alberdiana, en la que un pueblo aún no
preparado para gobernar era tutelado por una elite política:
“la impractibilidad de nuestras constituciones escritas no debe imputarse únicamente a sus creadores, si
bien predominara en ellos el criterio de las construcciones subjetivas y simétricas, proveniente de la
especulación filosófica, y del afán por lo mejor, que no siempre es lo bueno; si no también a la deficiencia
del objeto, a la incongruencia, a la blandura de la masa, que se escurría entre los dedos, a la incoherencia
de un país todavía incapacitado para cualquier sistema de gobierno...” 8
Más allá de eso, la postura de Amadeo no es exclusivamente conservadora,
existe en él algo así como una noción de “progreso prudente” o de orden y progreso,
para utilizar la máxima del positivismo político, a partir del cual reivindica lo realizado
hasta el momento por el “orden conservador” pero a la vez se muestra abierto, y hasta
esperanzado, de la novedad que significa la reforma saenzpeñista.
En su análisis está muy presente la necesidad de equilibrios entre la
conservación y el renovación, lo ideal y lo posible, y alerta tanto de los peligros de
adelantarse demasiado como los de quedarse excesivamente en el pasado. Es bajo esa
lógica que analiza las presidencias previas a Saenz Peña, y especialmente la obra de
Julio Argentino Roca. El roquismo es presentado por Amadeo casi como “un mal
necesario” al que le justifica el uso del fraude y la violencia en pos de la “paz interna y
externa” y lo consagra como un político ejemplar.
Saenz Peña
La acción del presidente Saenz Peña es presentada por Amadeo como una
cruzada casi digna de un martirologio. La decisión de reformar el sistema político
6
De hecho Amadeo señala que esas primeras constituciones hispanoamericanas tuvieron más la misión
de demostrarle a Europa que éramos civilizados que la de ordenar efectivamente nuestras naciones.
7
Amadeo (1916), p.10
8
Amadeo (1916), p.13 (subrayado mío)
argentino es presentado como una gesta lúcida, solitaria y valiente, agigantada por la
muerte posterior del presidente 9 :
“Los grande hombres debieran ser como las reinas de las abejas, que ponen los huevos y mueren.
Sobrevivirse es a menudo un infortunio para su patria y para ellos. Saenz Peña, que había sido oportuno
siempre, lo fue también para morir. Cumplida su tarea, debía irse y se fue, para no vulgarizarse, para
velar, con el prestigio de la muerte y la apoteosis, desde la tumba, su obra, como aquellos mariscales de
Francia, que, desde sus sarcófagos de mármol, en los Inválidos, hacen guardia al Emperador.” 10
No parecen existir en el autor las dudas que tenían muchos de sus compañeros
de fuerza política, y que mantendrían durante décadas, acerca de la oportunidad de la
apertura e inclusión política que significaba la reforma. El reformismo electoral es visto
por Amadeo como una ruptura armoniosa, con el pasado, casi el corolario necesario a la
conformación del estado iniciado en Caseros. Las palabras de Amadeo parecen estar
contestándole todo el tiempo a aquellos que ven en el paso dado por el presidente
fallecido una innecesaria modificación del status quo, o al menos un apresuramiento o
una radicalidad excesiva en dicha modificación.
Más allá de la aceptación fervorosa del legado saenzpeñista, Amadeo aclara que
no deben malinterpretarse alguna de las opciones del ex presidente, haciendo de la
necesidad, virtud. Efectivamente el autor acepta que la excepcionalidad de su obra lo
llevó a actuar casi en soledad, aislándose de las banderías y los partidos políticos, como
una forma de asegurarse que la reforma política fuera “de todos”. Esto lo posicionó en
el lugar de presidente sin partido, y facilitó que su proyecto reformista se llevara a cabo.
Lo que Amadeo se niega a aceptar, es que esta situación de excepcionalidad sea leída
como una regla, por la cual, los presidentes venideros debieran seguir idéntica actitud.
Para el autor no hay dudas de que el nuevo proceso iniciado debe sostenerse en los
partidos políticos, y de que el próximo presidente deberá ser un hombre de partido. En
este punto la relación entre pasado y futuro comienza a hacerse más palpable en el texto.
Amadeo tiene en la cabeza el próximo escenario electoral, y así como analizó el pasado
sobre todo en términos de hombres, parece convencido del papel presente y futuro de
los partidos políticos en dicho escenario. Además de los hombres, a los que ya veremos
que les sigue dando un papel preponderante, la próxima pugna electoral será de partidos
9
Este recurso de poner a Saenz Peña como responsable único del proceso reformista también le permite a
Amadeo evitar darle parte del crédito a la movilización política del radicalismo.
10
Amadeo (1916), p.18
políticos, y quien no lo entienda así, especialmente dentro de las filas conservadoras, le
estará sirviendo en bandeja el triunfo a la fuerza política más consistente: el radicalismo.
En este punto comienza a hacerse más palpable el objetivo principal del libro,
apoyar la candidatura de Ugarte a la presidencia de la nación, y por eso el autor deja
rápidamente el pasado para ocuparse del presente y a partir de ese diagnóstico de la
centralidad que desempeñarían los partidos en la futura elección Amadeo se ocupa de
analizar a las principales fuerzas políticas.
El radicalismo
No encontramos en Amadeo una critica rabiosa a los radicales. Por el contrario
el texto referido a ese partido destaca en muchos casos sus virtudes. En general la
descripción que encontramos pareciera tener como objetivo exhorcisar el temor que el
radicalismo genera en el oficialismo, presentándolo como a una fuerza política más, que
inexorablemente llegará al poder en algún momento, que no se diferencia en extremo al
resto de las fuerzas políticas, pero que aún no está madura para hacerse del poder.
Más allá de que los radicales hagan gala de su postura jacobina ante el régimen,
afirma que no debiera tomarse por cierta esa imagen que el partido presenta de sí
mismo.
Para Amadeo detrás de la “pasión hipnotizadora” que genera su líder se puede
encontrar un partido no muy diferente al resto. Pero también está claro para el autor que
la impronta de su líder no debe subestimarse. El liderazgo de Yrigoyen es
imprescindible para comprender las características del partido y Amadeo se permite
señalarle a aquellos radicales no muy conformes con “la dictadura de Hipólito” que es
ese liderazgo el que le ha dado la particular idiosincracia al partido opositor y agrega
que algunos radicales de la primera hora son injustos al menospreciar
“los kilowattes de energía nerviosa que el general ha derrochado en su misterioso laboratorio
hipnótico, donde las voluntades quedan apresadas tan completamente que hasta se produce una
transfusión de lenguaje del hipnotizador al medium, orginándose un genuino vocabulario radical,
impregnado de misticismo y de tragedia” 11
11
Amadeo (1916), p.155
De la mano de este liderazgo los radicales han crecido a través de la estrategia de
la diferenciación radical con el adversario, lo que genera en palabras de Amadeo una
suerte de mirada “absolutista” de la realidad, que le es útil al partido pero no debe
tomarse al pie de la letra.
Amadeo presenta al radicalismo casi como un partido normal con un liderazgo
especial, lo que más adelante le servirá para argumentar que se lo debe enfrentar con
armas similares. Está convencido de que si los conservadores no son capaces de
presentar batalla con una conjunción propia de partido y líder (aunque sea uno de otro
tipo), la batalla será desigual, pero si lo hacen las limitaciones del radicalismo quedarán
más expuestas.
¿Y cuales serían esas limitaciones?
Primero es interesante destacar cuáles de las que algunos de su compañeros
políticos señalan como debilidades del radicalismo Amadeo no comparte que lo sean.
Una, como ya señalamos es el “liderazgo místico” de Yrigoyen, que lejos de ser
considerado por Amadeo como punto de debilidad, lo es de fortaleza.
Otra sería la remanida “falta de programa” que sus adversarios le achacaban a la
UCR. Amadeo, lejos de compartir esa mirada, señala que esa cuestión es
tranquilizadora, ya que pone al radicalismo, más allá de sus formas, en el lote de los
partidos pragmáticos: “Los radicales, por instinto, o por falta de ideas, han tenido la
suerte de no traer programas en sus mochilas y así llegan más livianos, porque los
programas son trastos que pesan sin utilidad”. Lejos de ser un motivo de preocupación,
la falta de programa demostraría que una vez en el poder, las intenciones de los
radicales no serían tan radicales:
“No temais, burgueses míos, por las ideas demoledoras de los radicales. Ellos mismos se asombran del
nombre que llevan; es una etiqueta equivocada y cuando piensan que estan representando de partido
extremo, les pasa como a los chicos que se asustan al mirarse en el espejo disfrazados de diablitos. No son
sus ideas las temibles, por cierto, sino el procedimiento” 12
La verdadera debilidad del radicalismo es a juicio de Amadeo, su falta de
experiencia e incapacidad de gobernar el país. Allí es donde los conservadores tendrían
“su as de espada”. El tipo de construcción carismático-místico del yrigoyenismo puede
ser útil para la victoria electoral, pero una vez en el gobierno no da garantías de gestión.
12
Amadeo (1916), p.159
“Y con esto no me desdigo de lo dicho. El partido radical irá al gobierno de la nación, pero más
tarde; la experiencia de Santa Fé le ha sido fatal; y el país exige de ellos garantías más serias, que sólo
serán satisfactorias cuando hayan realizado buenas administraciones de provincia. Esa será su antesala.
Entretanto, tengan paciencia, que los conservadores guardaremos las butacas para otra sección” 13
A pesar de que Amadeo intenta desdramatizar la elección futura y parece
convencido de que el radicalismo llegará al poder en algún momento, y que cuando eso
suceda, los conservadores simplemente se alejarán del gobierno momentáneamente lo
que parece tener claro es que el conservadurismo deberá esforzarse para evitar que el
país abandone “lo malo conocido, que no es tan malo, para entrar en la gran aventura
radical.” 14
Finalmente Amadeo se permite entrometerse en la interna radical entre “los del
Parque”, es decir los de mayor trayectoria, y los “recién llegados”. Como una nueva
demostración de que más allá de las formas los conservadores y los radicales no son tan
distintos señala que muchos de los primeros miembros de la UCR, inconformes con el
liderazgo de Yrigoyen, se han volcado a las filas del conservadurismo.
El conservadorismo
Lo que primero llama la atención en el apartado que Amadeo reserva a los
conservadores es la victimización que hace de esa fuerza política. Detrás de las palabras
del autor permanentemente está la idea de que los conservadores están siendo
injustamente tratados por sus contemporáneos, que sobreestiman sus errores y
minimizan sus virtudes. En esta posición Amadeo señala irónicamente:
“Somos los hombres del antiguo régimen, vale decir, los réprobos. Todos los pecados de Israel se purgan
sobre nuestras cabezas... Somos el pasado, lo conocido, lo gastado. Hemos desvirtuado la carta,
conculcado el sufragio, e interrumpido la revolución de Mayo” 15 (199)
Amadeo parece convencido de que el mal concepto que la opinión pública ha
generalizado con respecto a los conservadores se debe a que, a diferencia de las otras
fuerzas políticas, les ha tocado gestionar el poder del estado por las últimas décadas, y
13
Amadeo (1916), p.160
Amadeo (1916), p.160 (subrayado mío)
15
Amadeo (1916), p.199
14
que si efectivamente se le pueden achacar errores, son los inevitables de quienes hacen.
Según el autor quienes critican, o han cometido errores similares en el pasado, o no los
han cometido porque jamás han realizado ninguna acción política de peso.
Y aún cuando acepte errores, no deja de señalar que son errores menores; que los
pecados de los conservadores son vulgares, no mortales, de esos que “aburren a los
confesores de viejas”. El autor incluye en esos a la manipulación del sufragio que según
él mismo no debe escandalizar a nadie ya que se viene realizando “ desde el 22 de mayo
de 1810 en que los guardias patricios, apostados en las boca-calles de la Plaza Mayor,
impedían la entrada a los peninsulares para que no votaran por el virrey en contra de la
revolución.” 16
Hay otras dos grandes líneas a través de las cuales Amadeo impugna la crítica
anti conservadora. En primer lugar está convencido de que los principales críticos, los
radicales, no son esencialmente diferentes a ellos. De hecho,como ya vimos, varias
veces hace mención en el libro del habitual cruce de dirigentes y militantes de un bando
hacia el otro 17 . Pero, más allá de esta intercambiabilidad del personal político el centro
del argumento de Amadeo pasa por el hecho de que la misma es posible, porque la
tradición histórica y política que reivindican y el ambiente social del que provienen
tanto radicales como conservadores es el mismo.
En segundo lugar, e íntimamente relacionado con el argumento anterior,
Amadeo denuncia la hipocresía de una sociedad que no se hace cargo de la construcción
social y política que fue el antiguo régimen, y que luego de haber disfrutado de los
beneficios económicos y sociales del orden conservador pone a los herederos de sus
ejecutores en el papel de “chivos emisarios”. Para Amadeo no es posible reivindicar a
Urquiza, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Pelllegrini, Roca, Uriburu, Quintana, Sáenz
Peña y denostar al régimen que crearon. Es injusto no reconocer el progreso generado
por este régimen al que ahora se condena por sus pecado vulgares.
Amadeo recuerda también que muchos de los actuales adversarios fueron parte
de ese mismo orden que ahora critican y que olvidan que este régimen es incluso el que
les permite ser parte del escenario político, ya que “abrió la puerta por mano de uno de
sus hijos, para que los ángeles descendieran al festín de los demonios” 18
16
Amadeo (1916), p.200
En el caso de los conservadores pasados al bando radical los caracteriza como quienes “temerosos de la
divina cólera, se zambullen en el Jordán y reaparecen en la otra orilla, entre los bautistas, frescos y
purificados”
18
Amadeo (1916), p.204
17
El autor va más allá... no solamente los adversarios son olvidadizos, la sociedad
argentina en pleno está pecando de desagradecida y de hipócrita, y por eso se anima a
arengar:
“No, no maldigáis. El régimen es la tradición y el temperamento del país; somos todos, nosotros y
vosotros. Se gobierna desde arriba y desde abajo. Gobiernan los vivos y los muertos. La falta que comete
la cabeza proviene a menudo del estómago; y la desidia o el despilfarro de un gobierno es a veces un
atenuado reflejo de la holganza y el derroche, harto frecuentes en los ciudadanos de la oposición o del
régimen” 19
Con esta suerte de “el régimen somos todos” Amadeo redondea su alegato en
contra de la, para él injustificada, crítica al estado de cosas construido por los
conservadores.
Marcelino Ugarte
Como ya comentamos la finalidad del libro, no confesada pero poco disimulada,
es apoyar la candidatura presidencial del gobernador Marcelino Ugarte. El sustento a
esta candidatura está respaldado en gran medida en una idea que recorre las páginas de
Política: la historia la escriben los líderes de hombres, y eso líderes en nuestras tierras
toman la forma de caudillos. Amadeo insiste en utilizar ese término como desafiando a
quienes pretenden forjar una división entre “próceres” y líderes “plebeyos” o
“politiqueros”.
El autor, que no disimula su admiración por la figura de Yrigoyen, parece
convencido de que solamente otra figura tan fuerte como la del dirigente radical podría
oponerle batalla. Ugarte sería esta figura, y no necesariamente una figura
diametralmente opuesta a la de “el peludo”.
Según la taxonomía de caudillos que hace Amadeo, Yrigoyen y Ugarte
compartirían la característica de ser caudillos de individuos, es decir aquellos que no
cautivan a la masa como a un todo 20 , si no que colectan voluntades de a una.
También hay otra similitud que rescata Amadeo. Ugarte, como Yrigoyen, son
hombres de partido. La llegada a la presidencia de cualquiera sería compatible con la
idea del autor de que la “independencia” de Saenz Peña fue tan solo una excepción
19
20
idem
Como por ejemplo, para el autor, hacía Alem.
necesaria para comandar el proceso reformista, pero que en el espíritu de la renovación
electoral se encuentra la necesidad de que los candidatos lo sean a través de partidos
sólidos.
Una vez explayadas las similitudes debemos centrarnos en aquellas
características de Ugarte que para Amadeo lo hacen único como presidenciable. El
primer rasgo a destacar es que Ugarte es además de caudillo, un hombre de estado, a
diferencia de otros que son lo primero y no lo segundo (como Yrigoyen) y otros que son
lo segundo pero no lo primero (como otros posibles candidatos conservadores). Su
capacidad de gestión y administración demostrada en el manejo de la Provincia de
Buenos Aires no admiten discusión. No es casual que a la hora de criticar a los radicales
Amadeo les enrostre precisamente su falta de experiencia provincial en unos casos, o lo
desastroso de sus administraciones en otro.
Otra de las ventajas de la figura de Ugarte sería su isocronía, es decir su
capacidad para estar a tiempo con respecto al “reloj de la sociedad”, sin retrasar ni
adelantar excesivamente las acciones necesarias. Y en ese tiempo justo de las sociedad
la figura de Ugarte es la apropiada para el momento:
“Ugarte tiene el instinto de la actualidad; por eso es posibilista, como debe ser un gobernante discreto,
que no trae mesianismos en el fagín. El sabe que gobernar es transigir, y que la línea recta sólo existe en
geometría y en la mollera de los ideólogos, pero que es utópica en el trazado de los ferrocarriles y en el
mundo de los gobernantes.” 21
Y ese tiempo es, a criterio de Amadeo, el de la administración y no el de la
innovación:
“Los innovadores son necesarios, sobre todo cuando llegan a tiempo; pero la innovación trascendental es
un momento heroico que pasa; no es el pan nuestro de cada día. Para amasar este pan se requiere un
espíritu tranquilo, no dramatizado por la cruzada; y para eso hace falta un administrador.” 22
En otro orden de cosas, Amadeo señala que Ugarte no ha quedado al margen de
la excesiva crítica que cae sobre los conservadores. “Tiene a los grandes diarios en
contra”, pero porque los diarios son opositores por naturaleza, y cuanto más fuerte es el
gobierno, más opositores son... y el de Ugarte es un gobierno fuerte. Es precisamente la
21
22
Amadeo (1916), P.212
idem
forma “fuerte” y absorbente de ejercer el poder, lo que no se le perdonaría al
gobernador.
Es interesante como Amadeo describe el armado político de Ugarte, poniendo en
un primer plano aquellos elementos que generalmente se le critican, como intentando
quitarle a los mismos la pátina vergonzante que le otorga cierta opinión pública
ilustrada. Para el autor la política del gobernador funciona a través de dos resortes
maestros: “el ejecutivo fuerte y los caudillos de la campaña”, ambos elementos:
“Son la cabeza del proceso que sus adversarios le incoan. Antes hablé del ejecutivo fuerte y de los
caudillos, mostrando cómo eran éstas, dos instituciones vividas, organizaciones de las cosas, más fuertes
que los estatutos y las teorías, -como el caudillo es la institución más democrática de nuestra política; y
que el ejecutivo fuerte es la necesidad, la tradición y la ley.”23
Amadeo no tiene dudas, por otra parte, que la pelea de fondo en las elecciones
será Yrigoyen-Ugarte, dos caudillos ampliamente capacitados para la contienda,
distintos pero parecidos. Y a pesar de que tiene perfectamente claro que Yrigoyen puede
ser el vencedor, tiene la esperanza que la sociedad en lugar de elegir ese liderazgo
oscuro del líder radical “del que nadie sabe qué piensa” opte por la posibilidad más
racional y luminosa que encarna Ugarte.
En síntesis, para Amadeo, Ugarte es la figura más apropiada para el paso que
iniciaría nuestra “historia constitucional”, ya que sin estridencias reúne experiencia en la
administración, una visión lúcida de las necesidades del momento, el respaldo de un
partido político como el conservador y además es el único capaz de vencer a Yrigoyen.
Conclusiones
Hemos analizado el contenido del libro de Amadeo a través de cuatro tópicos
centrales: el análisis que hace del pasado argentino y el cambio que significa la reforma
saenzpeñista, la caracterización del partido radical, la caracterización del partido
conservador y los argumentos a favor de la candidatura presidencial del gobernador de
la Provincia de Buenos Aires, Marcelino Ugarte.
El análisis me lleva a ubicar a Amadeo en lo que podríamos definir como una
derecha conservadora lúcida, que reivindica el estado de cosas forjado a la luz de la
23
Amadeo (1916), p.216
tradición liberal-conservador a nacida con la revolución de mayo y consolidada por el
proyecto del 80, “el régimen”, pero que admite que la actualización del sistema político
es inevitable, y hasta deseable.
La reivindicación del pasado forjado por la línea Mayo-Caseros-Ochenta, no
solamente es evidente, sino que además aparece en Amadeo como parte de una idea más
amplia. El autor afirma que los conservadores de hoy son los herederos de esa
construcción que algunos llaman despectivamente “régimen”, pero que ha sido liderada
por los mejores hombres de las distintas generaciones, y que a pesar de ser
desproporcionadamente criticada no fue hecha a espaldas de la sociedad. Con errores,
ese proyecto político ha convertido a la Argentina en lo que es y es hipócrita no admitir
el gran cúmulo de virtudes.
En ese halago al “régimen” podemos ver en Amadeo una tendencia a la mirada
“pragmática” y “posibilista” en la que a menudo se escudan las ideas de derecha para
impugnar críticas al status quo. El autor no tiene ningún empacho en admitir que el
“régimen” no respetó la limpieza del sufragio, y que además se ha manejado con cierta
discrecionalidad con respecto a las normas emanadas de constituciones y códigos. Una
vez más esta situación es justificada por la excepcionalidad que significaba la
construcción de una nación “desde la nada” y la necesidad, ante semejante desafío, de
“gobiernos fuertes”. Y no es solamente para los tiempos pasados que Amadeo
reivindica ese accionar, también lo pondera como una de las virtudes de Ugarte al frente
de la provincia de Buenos Aires.
Si tomamos la idea de Elley 24 de que ante las políticas democratizadoras de fines
del siglo XIX y principios del XX, izquierda y derecha se diferenciaban en el sentido de
que la primera tendía a pretender gobiernos en los que los organismos colegiados y
parlamentarios tuvieran la mayor cuota del poder y que la segunda prefería ejecutivos
fuertes y unipersonales, encontraríamos otra característica que nos permita ubicar al
pensamiento de Amadeo en el campo derechista 25 .
El pensamiento de Amadeo es llamativamente lúcido en dos aspectos que lo
presentan como a un exponente especialmente razonable de la élite conservadora: el
autor no cae en el pánico que muchos experimentan ante el proceso de democratización
y el ascenso del radicalismo. A este último lo ubica como un partido peligroso, pero
24
Cfr. Elley (2003), p.21
La cuestión de los ejecutivos fuertes serían repensados por la izquierda a partir sobre todo de la
revolución rusa, generando una reacción “democrática” por parte del liberalismo, pero ese proceso
todavía no había comenzado.
25
solamente en términos de que es capaz de arrebatarle el poder al grupo conservador que
tanto ha hecho hasta ese momento por la patria. Más aún, el autor da casi por seguro que
en algún momento el radicalismo se va a hacer del poder y aunque preferiría que no
fuera en este inicio de “nuestra historia constitucional” no le teme especialmente a esa
posibilidad. Los radicales, a criterio de Amadeo, ni siquiera saben muy bien por qué
llevan ese nombre, y si algo tienen de radicalizados son sus formas, no su fondo. Son
parte de la misma tradición que los conservadores, y no habría motivos para esperar
políticas muy diferentes a las aplicadas por ellos.
En todo caso lo preocupante es que lleguen a la presidencia sin ninguna
experiencia estatal previa, o con algunas que mas vale no recordar. Los radicales no son
peligrosos para la nación por sus ideas, si no por su falta de experiencia. Según Amadeo
están en la situación de poder acceder al poder a causa de su grado organización, pero
no de hacerse efectivamente cargo del poder.
Aquí podemos encontrar nuevos elementos presentes a menudo en la
argumentación de derecha: en primer lugar el razonamiento, claramente defensor del
estado de cosas, de que solamente están en condiciones de gobernar quienes han venido
gobernando hasta ahora, ya que el resto no tiene experiencia en la administración.
Desde este lugar se impugnaría la llegada a la presidencia de cualquiera que no hubiera
sido parte del régimen conservador. En segundo lugar el razonamiento de que por más
que los radicales subieran al poder, no harían más que repetir las fórmulas de gobierno
de los conservadores, ya que esa es la única forma posible de gobernar ese país en ese
momento. Aquí aparece también el componente antiteórico habitual en la derecha. La
idea de que lo realmente existente es natural y salvo modificaciones menores no existen
grandes alternativas, más allá de cualquier utopía alocada y poco realista.
¿Qué es entonces lo inquietante que ve Amadeo en el radicalismo? Precisamente
lo que señalamos antes, que está mejor preparado que los conservadores para adaptarse
a “las políticas de la democracia”. El radicalismo es un partido moderno, que no ha
cometido la torpeza de atarse a un programa, con un liderazgo “oscuro”, como el de
Yrigoyen, pero muy efectivo a la hora de recolectar voluntades, y que parece haber
comprendido a la perfección las demandas de un nuevo tiempo de ampliación del
sufragio.
Aquí entra también la lucidez de Amadeo, a la hora de buscar una candidatura.
Es cierto que obviamente hay un componente faccioso en el levantamiento del nombre
de Ugarte, que es su jefe político, pero los argumentos del autor no dejan por eso de ser
convincentes.
Para Amadeo evidentemente Ugarte es el líder conservador más compatible con
este nuevo tiempo. En primer lugar porque es el único de los tres caudillos vivos que
puede ser candidato oficialista, Máximo Paz está retirado e Yrigoyen es radical. El
único posible en discordia sería Lisandro de la Torre, pero no ha demostrado todavía
que esté a la altura de las circunstancias.
Por otro lado porque su gobierno provincial se basa, además de en ese “ejecutivo
fuerte del que ya hablamos, en esa red de caudillos de campaña que Amadeo, lejos de la
imagen que la prensa capitalina presenta de ellos, considera como al componente más
democrático, perfectamente compatible con la movilización de sufragantes que
necesitarían los nuevos tiempos de la política.
Puede quedar la duda de si la apuesta de Amadeo a la reforma del sistema
político es sincera, o simplemente es parte de ese “aceptar lo inevitable” que Hobsbawm
describe para cierta derecha lúcida en el marco del ascenso de la democracia de sufragio
universal que se inicia en Europa a fines del siglo XIX. Aunque lo que realmente
pensara el autor no es irrelevante, es difícil analizar desde sus escritos la honestidad de
sus afirmaciones. Es cierto que puede que, más allá de principios, lo viera como un
proceso que dejara en mejores condiciones para competir a ese tipo de
“conservadorismo de masas” que parece encarnar Ugarte, sobre todo en relación a las
viejas elites provinciales conservadoras del interior, con menos posibilidades de
adaptarse a los nuevos tiempos políticos.
Como fuera, es interesante descubrir en Amadeo ideas que a la vez marcan
continuidades y rupturas con respecto a la tradición conservadora argentina.
Continuidades sobre todo en cuanto a la reivindicación de lo hecho hasta ese momento
y rupturas en relación a la necesidad de dar cuenta de modificaciones políticas y
sociales innegables, la cuales, de no ser tenidas en cuenta, darían por tierra la
continuidad del proceso de progreso liderado por los conservadores.
Bibliografía
Amadeo, Octavio (1916) Política, Buenos Aires, Librería Mendesky Editor.
Béjar, María Dolores (2005) El régimen fraudulento. La política en la provincia de
Buenos Aires, 1930-1943. Buenos Aires, Siglo XXI
Elley, Geoff (2003) Un mundo que ganar. Historia de la izquierda en Europa, 18502000, Barcelona, Crítica
Hobsbawm, Eric (1988) La era del imperio1875-1914, Barcelona, Crítica.
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