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La gaceta
13 de julio de 2009
El
lenguaje
que
oculta
FANNY ENRIGUE
E
n el hermetismo de un mundo donde vigilancia y castigo determinan
la orientación del pensamiento, del
cuerpo y de las palabras —como narra
George Orwell en su visionaria obra 1984—, ahí
donde “la libertad es la esclavitud”, mirar por
una ventana o hacer cualquier gesto fuera de
los estrechos márgenes permitidos por el Partido, representa un crimen.
Una alteración en el ritmo cardíaco, un pestañeo son signos delatores. Traiciona un movimiento del rostro, y ese caracrimen debe ser
pagado. Tampoco es posible ocultar por mucho
tiempo los deseos y pensamientos: crimentales
(crímenes mentales). El enemigo del Ingsoc,
del Partido, en dicha ficción, es destinado o a
convertirse en una nopersona: se esfuma, como
si no hubiera existido nunca (gracias al principio de la mutabilidad del pasado);
o es condenado
a la horca, a la
lengua azul
brillante, a convertirse en el espectáculo favorito de los niños.
“Control control control control…”, aulló
Ginsberg sobre esta sociedad, tan análoga en
algunos aspectos a la que creó Orwell.
Se impone la mentira, en 1984. Se queman
rastros de cualquier pasaje que no sea lo que
dicta el Gran Hermano. Permanece “una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria”. El control
de la realidad se ejerce, primeramente a través
del doblepensar, laberinto que consiste en “inducir conscientemente a la inconsciencia, y
luego hacerse inconsciente para no reconocer
que se había realizado un acto de autosugestión”. Entonces, se hace corriente habitar el
desconocimiento, el no saber y el olvido.
La novela presenta asimismo otra forma
de
control, que en Orwell se encuentra
vinculada al pensamiento:
el lenguaje. Con la neolengua, idioma oficial de
Oceanía —donde ocurre la
trama—, no se pretende, a
decir del personaje Syme,
crear nuevas palabras sino
destruirlas, mutilar el idioma hasta dejarlo escuálido.
El fin que se persigue con
la neolengua es “limitar el
alcance del pensamiento
[…] ¿cómo puede haber
crimental si cada concepto se expresa claramente
con una sola palabra, una
palabra cuyo significado
esté decidido rigurosamente y con todos sus
significados secundarios
eliminados y olvidados
para siempre? […] habrá
menos palabras y el radio
de acción de la conciencia
será cada vez más pequeño”.
Desde ese enfoque:
al restringir el lenguaje
queda limitado el espacio
pensamiento
Vivimos la feria de las consignas. Desde la política hasta la
televisión, de la prensa hasta internet, los discursos se ahogan en
metáforas gastadas. La neolengua de la novela 1984, de George
Orwell, parece anticipar un poder absoluto, que a través del
lenguaje trillado es capaz de distorsionar la realidad
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del pensamiento; al constreñir la lengua se reduciría, en esa medida, el desarrollo mental.
El panorama de nuestra sociedad no es tan
distante: adelgazamiento del lenguaje, la palabra en los huesos… pero, ¿es posible considerar, como escribe Orwell en 1984, que hay una
correspondencia entre el desarrollo lingüístico
y el desarrollo mental? ¿El hecho de que en
ciertos grupos el universo lingüístico sufra una
desnutrición evidente nos autoriza a pensar
que ocurre algo paralelo en el ámbito conceptual?
Las relaciones entre pensamiento y lenguaje
han suscitado interés en las distintas épocas y
cada una ha aportado nuevos puntos de vista y
métodos para investigarlas. Sobresalen durante
el siglo XX aproximaciones como la psicolingüística y la psicogenética; mas estamos lejos
de obtener avances definitivos, apunta el doctor José Luis Iturrioz. Las hipótesis y especulaciones abundan en un terreno donde hay poco
conocimiento probado científicamente: desde
aquellas que siguen la línea aristotélica —de
la que participa 1984— que consideran que el
lenguaje es un reflejo del pensamiento (tesis demasiado sencilla a juicio de Iturrioz); hasta las
que sostienen que el lenguaje determina el pensamiento; o las que consideran que lenguaje y
pensamiento son dos módulos independientes.
Si la ciencia puede decirnos tan poco, sostiene
el investigador, hay que ser cautos y no emitir
juicios valorativos. Es un tema complicado en el
que se precisan muchas matizaciones.
Ciertas situaciones pueden hacernos replantearnos la distancia de la sociedad actual
respecto a la pesadilla orwelliana (en el eje que
nos situamos; fuera de juicios sobre la ganancia o pérdida derivada del empobrecimiento
del lenguaje, fuera de valoraciones sobre los
medios de comunicación o la “maquinaria”
empleada en esta sociedad como mecanismo
de control).
Algunos prejuicios según los cuales la pérdida del vocabulario implicaría una pérdida
de conceptos, derivan de que solemos calificar
el lenguaje desde una óptica literaria. Ello sin
atender a que el terreno estético representa
sólo una de las funciones del lenguaje; la comunicación y la función biológica (construcción
de mundos), juegan papeles determinantes.
En la sociedad mexicana nos encontramos
con que, por ejemplo, los jóvenes son capaces
de comunicarse con muy pocas palabras…
Cada palabra posee muchos sentidos, transmite múltiples conceptos, y por tanto se debe
llevar a cabo todo un esfuerzo de interpretación para entender y reconstruir aquello de
que se está hablando (recuérdese El laberinto
de la soledad, donde Paz dejó constancia de los
múltiples usos de la palabra “chingar”… extendamos tal amplitud de significados a diversos
términos como “madre”, “cosa”, etcétera).
La pérdida del vocabulario puede ser un
síntoma de la pobreza de conceptos, pero no es
fácil establecer una relación de causalidad; lo
más probable es que se trata de una coadaptación. Y la cantidad de vocabulario no es el único
indicador, tal vez ni siquiera el más importante, de la actividad mental. La perspectiva entonces se invierte: fuera de 1984 —desde la visión comunicativa— es incluso de ponderarse
el poder decir lo que se necesita expresar con
pocas palabras… La escritura de Orwell, allende su postura, puede conducirnos a re-pensar y
examinar ciertos juicios, a no dejarnos seducir
por ideas preconcebidas. [
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