UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLITICO EN LA REGION

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KOBIE (Serie Anejos). Bilbao
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
N.° 8, pp. 337 a 402, año 2004.
ISSN 0214-7971
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLITICO EN LA REGION
CANTÁBRICA
New Times: the Mesolithic in Cantabrian Spain
Miguel A. Fano Martínez (''')
RESUMEN
El capítulo recoge una síntesis de la información disponible sobre el Mesolítico en la región cantábrica, es
decir, sobre las sociedades que poblaron los espacios cantábricos entre el IX y el VI milenio a.C. Inicialmente
se analiza la historia de la investigación sobre el período, con objeto de comprender el estado actual de nuestros
conocimientos sobre aquellas sociedades. Con posterioridad se hace referencia a las principales secuencias
arqueológicas que albergan ocupaciones del Mesolítico. Tras describir sumariamente el medio natural del Holoceno antiguo y evaluar el impacto de las transformaciones ambientales de esa etapa sobre el registro arqueológico, se analiza el patrón de poblamiento, la tecnología y la economía de los grupos mesolíticos. En el texto también tienen cabida otros aspectos sociales, entre los que destaca ahora el comportamiento de carácter funerario,
al menos por lo que se refiere al notable incremento de evidencias de ese tipo.
Palabras clave: Mesolítico, Región Cantábrica, Historiografía, Paleoambiente, Poblamiento, Tecnología,
Subsistencia, contextos funerarios
ABSTRACT
This chapter summarises the available information about the Mesolithic in Cantabrian Spain, i.e. the societies that occupied the Cantabrian Region between the 9th and 6th Millenniums B.C. First the history of research
on the period is analysed in order to understand the current state of our knowledge about these societies. Next,
the main archaeological sequences holding Mesolithic occupations are explained. After briefly describing the
environment in the early Holocene and assessing the impact of environmental changes during this period on the
archaeological record, the population structure, technology and economy of the Mesolithic societies are analysed. Finally, references are made to other social aspects, especially funerary behaviour, particularly regarding
the notable increase in the number of sites with this type of evidence.
Key words: Mesolithic, Cantabrian Spain, Historiography, Palaeo-environment, Population, Technology,
Subsistence, Funerary contexts
(*) Universidad de Deusto
338
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
LABURPENA
Kapituluan Kantauri aldeko eskualdeko Mesolitoari buruz dagoen informazioa, hau da, Kristo aurreko IX.
eta VI. milurtekoen artean, Kantauri aldeko eremuetan bizi izan ziren gizarteen gainean dakiguna, laburbiltzen
da. Hasteko, garai had buruzko ikerkuntzaren historia aztertzen da, egun gizarte haien gainean zer dakigun ulertzeko. Gero, Mesolitoko okupazioak lekutu ziren sekuentzia arkeologiko nagusiak hartzen dira hizpide. Lehen
Holozeno ingurune naturala labur deskribatu eta garai hartako ingurumeneko transformazioek erregistro arkeologikoaren gainean izandako eragina ebaluatu ondoren, gizarte haien populatze eredua, teknologia eta ekonomia aztertzen dira. Testuan gizarteko beste alderdi batzuk ere sartzen dira, besteak beste, hiletalhilobi jokaera,
halako aurkikuntzak izugarri gehitu diren aldetik behintzat.
Gako-hitzak: Mesolitoa, Kantauri aldeko Eskualdea, Historiografia, Paleoinguru2iroa, Populatzea, Teknologia, Biz:iraupena, Hileta/hi.lobi aztarnategiak.
1. INTRODUCCIÓN
Siempre es conveniente explicitar el sentido que
otorgamos a las expresiones empleadas, máxime
cuando un término se utiliza para designar un período de la Prehistoria, En nuestro caso la conveniencia
se torna necesidad, dado que el término Mesolítico no
se ha utilizado siempre con el mismo sentido desde
que fuera acuñado por el arqueólogo irlandés H.M.
Westropp en 1866 —véanse entre otros Zvelebil 1998;
Kozlowski 2003; Milner y Woodman 2005. Hubo que
esperar además a los años 30 del s. XX para que el
empleo del término comenzara a generalizarse en el
seno de algunas tradiciones académicas como la británica y la alemana. En otros contextos académicos,
como el español o el francés, apenas se ha hecho uso
de él hasta hace muy poco tiempo.
La historia de la investigación sobre el período en
el espacio que aquí nos ocupa aporta reveladores
ejemplos de lo comentado. Valga como muestra el
rechazo del término por parte de H. Obermaier en las
. 1924,
.
sucesivas ediciones de El Hombre Fósil (1916,
1925), en las que el autor alemán se hizo eco del inicio de las investigaciones sobre el Mesolítico en el.
Norte peninsular. Será en alguna publicación posterior así como en las anotaciones que el propio autor
realizó en su ejemplar personal, interfoliado y corregido, de la edición de 1925 de El Hombre Fósil, cuando el prehistoriador alemán se muestre proclive a utilizar el término para referirse al período intermedio
entre el Paleolítico y el Neolítico (Fano 2005).
Por esos mismos años se acuñó el término Epipaleolítico, pero en este caso no para llenar el vacío
dejado en el modelo evolucionista de las Tres Edades
entre el Paleolítico y el Neolítico, sino para designar
aquellos conjuntos arqueológicos que mostraban un
alto grado de continuidad con respecto al final del
Paleolítico superior. En general, ha sido este el término que ha gozado de mayor predicamento a la hora de
designar a las sociedades postglaciares del Sur del
continente europeo, precisamente por ser una expresión que refleja de un modo adecuado la continuidad
industrial comúnmente observada en esta parte del
continente en el tránsito Pleistoceno-Holoceno; valgan como ejemplos peninsulares el Aziliense cantábrico y el Epipaleolítico Microlaminar del ámbito
mediterráneo (Aura et al. 1998). En cambio, en los
espacios septentrionales del continente es el término
Mesolítico el que se utiliza y apenas se ha planteado
la discusión terminológica. Sin duda, en ello influye
el hecho de que en algunas de esas regiones del
Noroeste de Europa resulte imposible advertir esa
continuidad industrial registrada en el Sur del continente, dada la falta de ocupaciones continuas durante
el Tardiglacial (Bemabeu et al. 1993).
Al igual que en otros ámbitos peninsulares, el
empleo generalizado del término Mesolítico en la
región cantábrica es reciente. De hecho, el término
Epipaleolítico siguió empleándose en trabajos publicados en la década de los 90 para hacer referencia a
los contextos postazilienses (véanse entre otros Bery aún hoy se sigue hacienganza 1990; Arias 1991)
.
do, aunque de modo netamente minoritario. En los
últimos años hemos asistido al empleo sistemático en
la región del término acuñado por Westropp, pero sin
que se haya producido una discusión al respecto. De
hecho, son contados los casos en los que se explicita,
al menos mínimamente, el sentido con el que se
emplea la expresión. Las claves parecen ser la definitiva ruptura con el registro superopaleolítico respecto
a la tecnología, así como un nuevo modo de concebir
la subsistencia (González Morales 1995a; Arias y
Fano 2003). En su síntesis de los años noventa sobre
el Mesolítico del valle del Ebro, también A. Cava
(1994) entendió el período en clave de ruptura res-
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pecto a lo que había significado el Paleolítico superior y atribuyó al Epipaleolítico aquellas situaciones
culturales previas en las que se percibe una continuidad manifiesta respecto al final del Paleolítico superior.
del Conde de la Vega del Sella en Asturias, al margen
de los trabajos de J.M. de Barandiarán, T. de Aranzadi y E. de Eguren en Santimamiñe (Kortezubi, Bizkaia), sitio que comenzó a excavarse en 1918
. (Aranzadi et al. 1931).
En nuestro caso, creemos que resulta operativo
calificar como mesolíticas a aquellas sociedades que
ocuparon los espacios cantábricos entre el IX° y el
VI° milenio cal BC. La distancia con respecto al
registro aziliense previo —claramente emparentado
con los contextos del Magdaleniense final— es evidente, en particular si atendemos al peculiar registro
asturiense. De partida empleamos el término Mesolítico con un sentido cronológico y lo aplicamos al
conjunto de la región para referirnos a las sociedades
postazilienses. A su vez, trataremos de entrever a lo
largo del capítulo las claves de ese "nuevo tiempo" en
la región y de la naturaleza de su "ruptura" respecto
al tiempo anterior, a caballo entre la última glaciación
y el Holoceno.
Fue en El Penicial (Nueva, Llanes), cueva excavada por Vega del Sella en 1914, donde comenzó el
estudio sistemático del período que aquí nos ocupa
(Fig. 1). Durante la excavación el Conde localizó un
único nivel fértil, que incluía una industria lítica sin
precedentes en la región. Como elemento más significativo cabe citar, en palabras del Conde, una serie
de "hachas de cuarcita" fielmente reproducidas por J.
Cabré en la memoria de El Penicial (Vega del Sella
1914). Con posterioridad, a ese tipo de utensilio se le
denominó "pico asturiense".
Nos situamos en un momento de gran actividad
investigadora en el Cantábrico, que perseguía esencialmente el establecimiento de una secuencia estrati-
Inicialmente abordamos la historia de la investigación sobre el período con el ánimo, por un lado, de
subrayar los principales hitos de dicha historia y, por
otro, de explicitar los enfoques teóricos que han guiado esa investigación; todo ello con objeto de comprender por qué el estado de la investigación sobre el
Mesolítico cantábrico es el que es. A continuación
nos referimos al marco cronológico del período y a
las principales fuentes de información, es decir, a las
secuencias arqueológicas en las que reside la base del
conocimiento sobre la época estudiada. Después, y
tras una breve introducción al medio natural en el que
se desenvolvieron las sociedades mesolíticas, se analizan las peculiaridades de su tecnología, las bases de
su subsistencia y otros aspectos sociales como las
manifestaciones de carácter funerario. Finalmente, se
analiza el patrón de poblamiento, con especial atención al registro asturiense.
2. LA "CONSTRUCCIÓN" DEL MESOLITICO
CANTÁBRICO: NUEVE DÉCADAS DE
INVESTIGACIÓN
2.1. Primeras décadas del s. XX
Si atendemos a los años en que se excavaron los
primeros sitios con ocupaciones del Mesolítico, comprobamos que fue en el ámbito asturiano donde
comenzó la investigación sobre el Mesolítico cantábrico. Las excavaciones llevadas a cabo en Cantabria,
Bizkaia, Gipuzkoa o Norte de Navarra, en las que se
documentaron por primera vez niveles del Mesolítico
son muy posteriores a las actuaciones arqueológicas
Figura 1. El Conde de la Vega del Sella frente a la cueva de El Penicial (Vega del Sella 1914).
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gráfico-cultural de la Prehistoria regional. En ese
contexto, la cuestión clave a resolver fue la de la cronología de la nueva industria documentada en El
Penicial, un hecho claramente perceptible en la
correspondencia de la época (Márquez Urfa 1988).
Los distintos planteamientos formulados a lo largo
del s. XX en torno a la cronología y significado del
registro arqueológico que nos ocupa cuentan con un
común denominador: el carácter de la industria lírica
documentada inicialmente en El Penicial y después
en otros sitios asturianos.
Dada la imposibilidad de extraer conclusiones a
partir de la estratigrafía de El Penicial, el Conde hubo
de recurrir a la tipología para plantear una primera
hipótesis de trabajo sobre la edad de la nueva industria. En la memoria de excavación atribuyó el material al Paleolítico antiguo, pero sin descartar posibles
perduraciones en el tiempo. Un año después, en su
"Avance al estudio del Paleolítico Superior en la
Región Asturiana", Vega del Sella estimó que los
concheros del oriente de Asturias eran de cronología
aziliense (Vega del Sella 1915); pero poco después
sus trabajos en Fonfría (Niembro, Llanes) y Mazaculos II (La Franca, Ribadedeva) permitieron verificar
el vínculo existente entre los concheros y el tipo de
industria documentada en El Penicial (Vega del Sella
1916). En esas mismas fechas las estratigrafías documentadas por Vega del Sella en otros yacimientos,
como Cueto de la Mina (Bricia, Llanes), acreditaron
la cronología postpaleolítica de esos depósitos y de la
industria asociada (Fig. 2). Pero será Obermaier
quien ofrezca, en la primera edición de El Hombre
Fósil, la primicia de la cronología postpaleolítica del
Asturiense —término acuñado por el autor alemán
para hacer referencia a la nueva "civilización" descubierta por el Conde— (Obermaier 1916). Durante la
redacción de la obra Obermaier estaba al tanto de los
trabajos de campo de Vega del Sella y todo parece
indicar que el Conde facilitó esta y otra información
inédita al autor alemán para la redacción de El Hombre Fósil.
Cabe en cualquier caso citar la cueva de La Riera
(Bricia, Llanes), excavada por Vega del Sella en
1917-18, como el sitio que aportó la información de
orden estratigráfico más sólida para fijar la cronología relativa del Asturiense; con una clara sucesión de
niveles correspondientes al Solutrense, Magdaleniense, Aziliense y Asturiense, que el Conde presentó en
su trabajo de conjunto sobre el período y más tarde en
una completa memoria de excavación (Vega del Sella
1923; 1930). Ello, unido a la falta de cerámica y piedra pulimentada en los concheros, condujo a Vega del
Sella a situar el Asturiense en el período de tiempo
que media entre el Paleolítico y el Neolítico, pero sin
considerar una evolución cultural continua. El. Asturiense era para él una cultura "Preneol.ítica", sin contacto con el final del Paleolítico (Aziliense incluido)
ni con el Neolítico (Vega del Sella 1923; 1925), postura que constituye un buen ejemplo de la influencia
que tuvo en esos años la llamada teoría ciel hiato de
G. y A. de Mortillet.
Producto de su rigor científico, Vega del Sella
tuvo en cuenta el territorio por él prospectado (costa
desde Ribadesella hasta el puerto de Santander) a la
hora de valorar el alcance de sus observaciones sobre
el Asturiense. Ciertamente, no se conoce actividad
investigadora suya a lo largo de la costa situada al
Oeste de Ribadesella (Jordá 1956, Márquez Urfa
.
1974,
Rasilla 1991), pero ésta sí fue notoria en otras
zonas alejadas del litoral: valles del Deva, Sella y
Nalôn, y también en puntos ubicados al Oeste de este
último curso fluvial. No resulta en cualquier caso
fácil precisar la labor prospectora del Conde, dado
que la investigación sobre su trabajo se ha centrado
fundamentalmente en la actividad arqueológica que
arrojó resultados, y no tanto en el conjunto de su trabajo de campo.
Durante los años 20 del siglo pasado no faltaron
voces críticas respecto a la atribución cultural del
registro asturiense, como las de P. Bosch-Gimpera
(1922) o J. Fernández-Menéndez (1927). Los planteamientos alternativos fueron respondidos por Vega
.
y no trascendieron, aunque el
del Sella (1923, 1927)
segundo autor siguió abogando en los años siguientes
por la cronología neolítica de los concheros (Fernández-Menéndez 1931, 1940). Tras sus críticas iniciales, J. Carballo, autor que también excavó concheros
en Asturias y Cantabria, aceptó la idea del Asturiense como período y no como una simple "forma lítica"
(Carballo 1924, 1926); mientras que Obermaier recogiô, en las sucesivas ediciones de El Hombre Fósil, la
información generada por Vega del Sella y fue el
encargado de situar el Asturiense en su contexto
europeo junto al resto de culturas del Mesolítico'.
El s. XX se inauguró en la entonces provincia de
Santander con los trabajos de H. Alcalde del Río y L.
Siena, que darían paso después a las excavaciones
del Institut de Paléontologie Humaine. En esos años
se reconocen cavidades con conchero, como las cuevas del Mar y del Truchiro (Omoño) por parte de L.
Siena (1909), dos sitios hoy incluidos en el Complejo Arqueológico de La Gama. Pero a diferencia de lo
ocurrido en Asturias, en Cantabria no se generó una
1
Véase en González Morales 1982 (pág. 25 en adelante) la
ampliación y simplificación que sufrió el concepto de Asturiense tras la definición del mismo por parte de Vega del Sella.
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investigación específica sobre ese tipo de registro,
mientras que Vega del Sella apenas consideró las evidencias de la provincia vecina.
Por lo que respecta al conchero de Santimamiñe,
Vega del Sella, que había visitado el sitio durante la
excavación, apuntó que éste era "de una facies completamente distinta" a la de los depósitos asturienses,
tanto por lo que respecta a la industria como a la
malacofauna (Vega del Sella 1923); pero en la memoria de excavación del sitio se apuntó la posible atribución al Asturiense del tramo inferior del depósito
(nivel IV) (Aranzadi et al. 1931). No faltan referencias a esta cuestión en trabajos posteriores, pero será
A. Cava quien niegue definitivamente esa posibilidad
tras el análisis de la industria lítica de los niveles III
y IV del yacimiento vasco (Cava 1975). Es por tanto
en los albores de la investigación cuando comienza a
fraguarse la "fractura" que dividirá el Mesolítico cantábrico en dos complejos arqueológicos: el Asturiense por un lado y el Mesolítico postaziliense del Cantábrico oriental por otro. A ello contribuyó —y en parte aún sigue contribuyendo— la existencia de una
investigación específica sobre el Mesolítico en el
Cantábrico occidental y la falta de la misma en la parte oriental de la región.
2.2. El paréntesis de los años 30 y 40 y la
reanudación posterior de la investigación
Tras los trabajos en Santimamiñe y en los yacimientos asturianos la investigación sobre el Mesolítico se detuvo durante años. Cesaron los trabajos de
campo y el Asturiense fue mencionado en los años 40
y 50 en obras de carácter general que se hicieron eco
de las ideas de Vega del Sella (vid. entre otros Pericot
1942, 1950; Almagro 1944; Bosch-Gimpera 1945).
En Cantabria cabe mencionar la labor desarrollada
por el equipo de Camineros de la Diputación, que
incluyó el sondeo de varios concheros, pero el aporte
para el conocimiento de ese tipo de depósitos resultó
mínimo dada la falta de publicaciones (Muñoz 1997).
En Navarra será a finales de los años 30 cuando
comiencen las excavaciones del Marqués de Loriana
(1943) en la cueva de Berroberría (Urdax), uno de los
yacimientos con ocupaciones del período que nos
ocupa.
En los años 50 se abrió una nueva etapa en el estudio del período, ya sin solución de continuidad hasta
el presente. Ello se debiô a F. Jordá Cerdá, investigador que en esa década excavó varios sitios asturienses
como la cueva de Bricia (Jordá 1954) y abordó la
cuestión de la cronología del Asturiense. Jordá quiso
valorar en su estudio de los depósitos de conchero los
procesos geológicos que pudieran haber afectado a
Figura 2. Tesis de Vega del Sella respecto al proceso de formación y
erosión de los concheros asturienses en las cavidades: 1- "estado de
una cueva a la terminación del Paleolítico"; 2- "durante el Asturiense"; 3- "estado actual" (Vega del Sella 1923).
los yacimientos y para ello contó con la colaboración
del geólogo N. Llopis (1953a, 1953b). Según las
observaciones de éste, la formación de los depósitos
asturienses, como el de la Lloseta (Ardines, Ribadesella), habría sido previa a la sedimentación de los
niveles del Paleolítico superior. Probablemente, estas
observaciones de orden geológico condujeron a Jordá
a recuperar, como argumento cronológico, el aspecto
primitivo de los picos asturienses y estimó que esa
industria era de derivación achelense, volviendo de
ese modo al punto de partida de la investigación del
Conde de la Vega del Sella (Jordá 1959)2. La revisión
de la cronología del Asturiense gozó de mayor predicamento en la década siguiente (Crusafont 1963;
González 1965) y constituye un buen ejemplo de la
vinculación de la Prehistoria española del momento
al concepto normativo de cultura. En este sentido,
resulta evidente el valor que se sigue otorgando al utillaje como indicador cultural; mas el planteamiento
2
Véase un análisis detallado de la cuestión en Fano 1998a.
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de Jordá tampoco resulta ajeno a la perspectiva evolucionista unilineal.
2.3. La intensificación de los estudios sobre el
Mesolítico cantábrico: los años 60 y 70
Por esas fechas y coincidiendo con el regreso del
exilio de J. M. de Barandiarán, comienzan a excavarse en Bizkaia y Gipuzkoa sitios con ocupaciones del
Mesolítico, pero no dentro de programas de investigación específicos sobre el período. Por tanto, van a
faltar trabajos de síntesis que recojan e integren los
nuevos datos procedentes de sitios como Marizulo
(Urnieta, Gipuzkoa), Kobeaga (Ispaster, Bizkaia) y
Tarrerón (Soba, Cantabria), excepción hecha de la
tesis doctoral de I. Barandiarán (1967), en la que el
autor incluyó la nueva (y escasa) información sobre
el utillaje óseo mesolítico del Pirineo Occidental, o
los comentarios de A. Cava (1978) respecto al carácter y contextualización del depósito de Marizulo.
Apenas es tratado el período por J. Ma Apellániz
(1975a, 1975b) y M. Muñoz (1976), y pasarán algunos años hasta que I. Barandiarán (1979a) presente su
modelo evolutivo del Epipaleolítico vasco, para cuyo
establecimiento también consideró los sitios de la
vertiente meridional, con especial atención al sitio
navarro de Zatoya (Abaurrea).
En 1962
.
se crea en Santander el "Seminario de
Prehistoria y Arqueología Sautuola". Desde el. Seminario se trató de fomentar la investigación sobre la
Prehistoria reciente regional', dado su evidente retraso con respecto a la investigación sobre el Paleolítico. No obstante, la síntesis de García Guinea relativa
al período que nos ocupa sigue mostrando una evidente escasez de información al respecto (García
Guinea 1975), a pesar de que miembros del Seminario y también de colectivos espeleológicos de la
región habían localizado nuevos depósitos de conchero en los años precedentes.
A partir de los años 60 el aporte de los arqueólogos norteamericanos G. A. Clark y L. G. Straus al
estudio del Mesolítico cantábrico constituye un buen
ejemplo del impacto teôrico de la Arqueología procesual, un hecho que, como puede comprobarse en
otros capítulos de este libro, no es exclusivo del
período que aquí nos ocupa. Una de las contribuciones esenciales de Clark fue la introducción de las
dataciones radiocarbónicas, hecho que, junto a la adecuada valoración de una serie de evidencias estratigráficas, permitió confimar la cronología postpaleolítica del Asturiense (Clark 1972)
.
en los términos propuestos por Vega del. Sella a comienzos de siglo.
3
Véase como trabajo de conjunto Rincón 1985.
Pero, sin duda, la aportación metodológica clave consistió en el desarrollo de proyectos sistemáticos de
prospección y excavación con objeto de verificar en
el registro arqueológico hipótesis previamente formuladas; es decir, la aplicación de un enfoque científico en la investigación arqueológica, en el marco de
una concepción positivista de la ciencia. Del mismo
modo, la adopción del concepto de cultura como sistema adaptativo provocó un interés por el medio
ambiente del pasado, así como por la subsistencia y el
patrón de poblamiento de los grupos asturienses.
Encontramos buen reflejo de todo ello en la tesis doctoral de Clark (1976, 1983a) y en trabajos suyos posteriores (Clark y Lerner 1980).
A comienzos de los años 70 el arqueólogo británico G. N. Bailey también se interesó por el tema y tras
su estancia en Asturias en 1971 publicó una nota en
la que, a modo de "hipótesis preliminar", ofreció su
punto de vista sobre el significado de los concheros
asturienses. Bailey fundamentó su idea a partir del
tipo de observaciones enfatizadas por la escuela
paieoeconóm.ica de Cambridge (Bailey 1973), ámbito en el que se formó el hoy Professor- de la Universidad de York.
Al igual que sus predecesores, los arqueólogos
procesuales también enfrentaron, desde los nuevos
principios teóricos, el "problema" de la macroindustria asturiense. Ésta resultaba absolutamente ajena a
la tendencia observada en el Cantábrico desde el final
del Paleolítico. En un primer momento, Clark atribuyó a un problema de muestreo la neta distancia existente entre el registro aziliense y asturiense. El
arqueólogo norteamericano trató de verificar su hipótesis, sin éxito, realizando sondeos en las entradas de
distintas cavidades, con objeto de localizar áreas de
habitación ajenas a los concheros que incluyesen una
industria más acorde con el Mesolítico. Pero fue
Straus (1979) quien definitivamente abogó por abordar el problema desde una perspectiva funcionalista,
al no concebir el Aziliense y el Asturiense corno dos
culturas sucesivas, sino corno dos facies funcionales
—interi or y costera respectivamente— correspondientes a los mismos grupos humanos (vid. la evolución
.
de la idea en Straus 1981, 1985,
1986, 1992, Straus et
al. 1983;
.
Straus y Clark 1986; Clark 1983b, 1989,
2000).
Curiosamente, años después de la formulación
inicial de la hipótesis de la complementariedad funcional, Straus (1992, 228) no dudó en reforzar sus
argumentos iniciales con otros de carácter normativo.
Efectivamente, al referirse al hallazgo de cantos pintados azilienses en contextos asturienses Straus recupera el concepto normativo de cultura, dado que per-
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cibe esos objetos corno expresión de una norma cultural propia de un determinado grupo humano. Lo
mismo ocurre cuando el autor norteamericano incide
en las similitudes existentes entre la tumba aziliense
de Los Azules (Contranquil, Cangas de Onís) y el
enterramiento asturiense de Molina de Gasparín
(Bojes, Ribadedeva). Ahora la norma cultural hace
referencia a un modo concreto de enterrar a los muertos. Lo comentado es buen reflejo de la persistencia
en las últimas décadas de los enfoques tradicionales
en la investigación sobre el Paleolítico cantábrico y
evidencia que las influencias en el ámbito de la Teoría no se han producido exclusivamente en un único
sentido.
Es también en los años 60 y 70 cuando comienzan
a publicarse trabajos que dan cuenta de la localización de materiales asturienses (picos) al Oeste de la
zona clásica de dispersión de los concheros. Se trataba, salvo en el caso de Bañugues, de material lítico
descontextualizado (González 1965; Pérez 1975; de
Blas et cil. 1978). Más difícil resulta hoy valorar las
observaciones realizadas en 1964
.
en la hoy desaparecida cueva Oscura de Perán, donde al parecer se conservaban restos de un conchero (Fernández y Mallo
1965, 67) y piezas que recordaban a los picos asturienses; así como las referencias de Jordá (1975,
1976,
.
1977) a materiales de tipología asturiense en la
zona de Cudillero.
Finalmente, en los trabajos de los arqueólogos
norteamericanos queda bien reflejada otra de las
características clave del enfoque procesual: el alejamiento de la Historia. Los nuevos arqueólogos que
trabajaron en el Cantábrico estuvieron interesados en
conocer cómo se adaptaron al medio los cazadoresrecolectores del Mesolítico y no tanto en comprender
la génesis de los procesos históricos. Buen ejemplo
de ello es el desinterés de Clark por el final del Mesolítico y el inicio del proceso de neolitización.
2.4. La investigación de los años 80 y 90
La influencia de los arqueólogos procesuales en la
investigación sobre el Mesolítico cantábrico se ha
venido manifestando sin solución de continuidad hasta el presente. Buen ejemplo de ello son los temas que
han centrado la investigación en las últimas décadas,
así como el interés por verificar o refutar, a través de
nuevas actuaciones arqueológicas y análisis específicos, hipótesis previamente formuladas por aquellos.
Lo que ha prevalecido en los últimos años ha sido un
Positivismo atemperado, un "enfoque blando" en
expresión de M. Johnson (2000, 53), ajeno a las propuestas radicales de los años 60 y 70. Probablemente,
lo que más nos ha separado del enfoque procesual a
todos los que hemos venido trabajando con posterioridad ha sido el interés por recuperar el discurso histórico. Frente a las explicaciones funcionalistas, de
carácter eminentemente sincrónico, la investigación
posterior recuperó el interés por el plano diacrónico,
es decir, por el análisis de los procesos históricos.
Por lo que a la investigación de campo se refiere,
Clark trabajó en la costa Oriental de Asturias —al margen del controvertido sitio de "Liencres" (Clark
1975; véase González Morales 1996a; Fano y González Morales 2004)— en yacimientos que, en su mayor
parte, ya habían sido excavados con anterioridad por
Vega del Sella y/o Jordá. Entre ellos cabe destacar La
Riera, donde tras los sondeos de 1969 se llevó a cabo
una excavación sistemática en la década de los años
70 (Straus y Clark 1986).
El trabajo de referencia en los años posteriores a
las investigaciones de Clark es la tesis doctoral de M.
R, González Morales, publicada en 1982, sobre el
Asturiense y otras culturas locales, que consideró
exclusivamente los sitios desde los que se explotó el
medio litoral. El título de la obra da buena cuenta del
contenido, puesto que a pesar de considerar el conjunto de la región cantábrica la escasez de información para la parte oriental de la regiôn resulta evidente —de hecho, el autor sólo considera en sus análisis
los sitios "no asturienses" de Marizulo, Santimamiñe,
Kobeaga II, y Tarrerón. Una vez más la costa cántabra resulta parca en información, a la vez que el
registro mesolítico vuelve a incrementarse de un
modo notable en Asturias, sobre todo en la costa
oriental, que es donde González Morales desarrolla
su labor de campo. La reexcavación del conchero de
Mazaculos II, realizada ahora con una metodología
que incluyó el cribado con malla fina del sedimento
extraído, contribuyó a disipar la duda acerca de la
posible relación existente entre los protocolos de las
excavaciones antiguas y el carácter de la industria
lítica asturiense —hasta finales de los 70 conocida
básicamente a través de las excavaciones (previas a
1920) de Vega del. Sella. Durante la excavación se
recuperaron restos de muy pequeña talla (ictiofauna,
microfauna, etc.) pero apenas utillaje microlítico.
Fueron diversas las categorías de datos que permitieron refutar la hipótesis de la complementariedad
funcional y recuperar de ese modo el interés por comprender el tránsito del Epipaleolítico al Mesolítico.
Efectivamente, el aparente empleo de Mazaculos
como asentamiento de ciclo anual —según información isotópica 16/180 proveniente de moluscos marinos analizados (Morzodonta) y de observaciones pre4
Véase también al respecto la síntesis sobre la Prehistoria en Cantabria de esos años (González Sainz y González Morales 1986).
KOBIE (Serie Anejos n." 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
344
MIGUEL ANGEL FANO MARTÍNEZ
liminares relativas a patrones de captura de mamíferos (González Morales 1992)—, así como la localización de superficies de ocupación en el propio conchero conservado en el sitio (Fig. 3), no avalaban precisamente la consideración de estos depósitos como
simples basureros producto de ocupaciones estacionales de grupos que en espacios alejados de la costa
habrían generado un registro distinto (el Aziliense).
Del mismo modo, el progresivo incremento de dataciones radiocarbónicas para el lapso temporal considerado refutó definitivamente el argumento clave de
la propuesta de Straus, es decir, la supuesta contemporaneidad de parte de los asentamientos azilienses y
asturienses (González Morales 1989, 1995a).
Entre las aportaciones de los años 80 cabe también mencionar la memoria de licenciatura de C.
Pérez Suárez (1982), revisada con posterioridad por
el propio autor (Pérez 1992, 1995), así como una contribución de J. A. Gavelas (1980), que incrementaron
el número de sitios asturienses conocidos en los concejos asturianos de Ribadesella, Llanes y Ribadedeva.
Figura 4. Vista de la desembocadura del río Asón; a la derecha de la
imagen puede observarse el Monte Buciero, en cuyas laderas se localizan los abrigos de la Peña del Perro y la cueva de La Fragua (foto
cortesía de F. I. Gutiérrez Zugasti).
investigadores del Paleolítico cantábrico de ese enfoque positivista "blando" comentado con anterioridad.
Las excavaciones dirigidas por el profesor de la
Universidad de Cantabria en el bajo Asón, primero en
El Perro (Santoña) y después en La Fragua (Santoña),
confirmaron el "modelo de transición" observado en
Asturias, con la documentación en ambos sitios de
depósitos de conchero suprayacentes a niveles azilienses, sin picos pero de nuevo con la misma escasez
de industria que la observada en los concheros asturienses (González Morales y Díaz Casado 1991-92;
González Morales 2000). El proyecto de investigación en el bajo Asón incluyó, entre otras actuaciones,
el muestreo de la cueva de La Chora
0, Stones
(Voto),
que permitió verificar la
Charcoal
existencia
de una ocupación mesolíA Asturian Pick
tica en el sitio (González Morales et
al. 2000). Más recientemente las
excavaciones en El. Mirón (Ramales)
han revelado la ocupación esporádica de este asentamiento del alto
Asón durante el Mesolítico (Straus
et al. 2002).
El traslado de González Morales a la entonces
Universidad de Santander (hoy de Cantabria) en 1981
propició el desarrollo del proyecto "La Prehistoria de
las Marismas", que permitió paliar el vacío de información hasta entonces existente en la costa oriental
de Cantabria (Fig. 4). La formulación del proyecto,
que contó con unos objetivos precisos y unas hipótesis a contrastar mediante unas actuaciones arqueológicas concretas (González Morales et al. 1992), da
buena cuenta de la adopción por parte de algunos
■ Lithics
Mazaculos Cave
• Bones
La Franca (Asturias)
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Figura 3. Superficie de ocupación en el nivel 3.3 de Mazaculos II, excavaciones de M. R. González Morales (Fano y González Morales 2004).
Por lo que respecta al registro vasco,
las publicaciones posteriores a la
tesis de González Morales seguirán
reflejando una escasez de información, en general para el ámbito geográfico considerado en la síntesis de
I. Barandiarán de 1979 y en particular para la vertiente atlántica del País
Vasco (Barandiarán 1983; Cava
1988, 1990; Berganza 1990). La cueva vizcaína de Urratxa III (Orozko)
KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGION CANTÁBRICA
345
se excavó en 1983
y su publicación definitiva se pro.
dujo en la siguiente década (Muñoz y Berganza 1997),
pero la información resulta difícilmente utilizable,
puesto que procede de un nivel revuelto con materiales azilienses, mesolíticos y de la Edad del Bronce.
Durante los años 90 se emprendieron nuevas
investigaciones, a la vez que algunos trabajos iniciados en los 80 dieron sus frutos. Ese es el caso de la
tesis doctoral de P. Arias (1991), que incluyó una
revisión exhaustiva del registro mesolítico y neolítico
(industrias, paleoeconomía, aspectos simbólicos ...)
del conjunto de la región cantábrica en el marco de un
trabajo pionero sobre el proceso de neolitización. Fue
éste el trabajo que dinamizó una línea de investigación rica en contribuciones y debates desde entonces
y constituyó un buen ejemplo de la recuperación del
interés por el análisis de los procesos históricos al que
hacíamos referencia más arriba. No obstante, también
en este caso resulta obvia la influencia de la Arqueología procesual, valgan como ejemplo, entre otros, las
sugerentes observaciones del autor con relación al
patrón de poblamiento asturiense.
Otra de las aportaciones de Arias, ahora en colaboración con C. Pérez Suárez, fue el trabajo arqueológico de campo desarrollado en la Depresión Prelitoral del Oriente de Asturias, que permitió documentar de manera fehaciente ocupaciones mesolíticas en
la vertiente meridional de la Sierra de Cuera (Fig. 5).
Ésta, con cotas que superan los 1000 m. de altitud,
diferencia netamente el espacio donde se localizan las
cuevas de Arangas y Los Canes (ambas en Arangas,
Cabrales) del medio litoral en el que se hallan los
concheros asturienses, aunque a vuelo de pájaro tan
sólo son 11 Km. los que distancian la población de
Arangas del litoral (Arias y Pérez 1995). Más al Sur
y en un contexto de Alta Montaña, cabe mencionar
también los trabajos de A. Díez Castillo (1996) en la
comarca de Liébana (abrigo de la Calvera, Camaleño,
Cantabria), así como los trabajos de A. Neira y otros
en la cueva del Espertín (Burón, León), asentamiento
éste último localizado en la vertiente Sur de la Cordillera Cantábrica a escasos kilómetros de la divisoria
de aguas (Neira et al. 2004).
Nuestro trabajo de los años 90, centrado en el análisis del significado de los depósitos de conchero de
la costa Oriental de Asturias, también constituye un
buen ejemplo de la influencia del enfoque procesual
en la investigación posterior a los años 70 (Fano
1998b). El análisis partió de la premisa de la existencia de una relación recíproca entre las características
de los asentamientos y las actividades desarrolladas
en o desde esos lugares y, en consecuencia, se consideró la posibilidad de hallar un vínculo entre las
Figura 5. Localización de las cuevas de Los Canes y de Arangas en la
vertiente meridional de la Sierra de Cuera (Arias y Fano 2005).
características de esos hábitats y los restos procedentes de las actividades desarrolladas por los grupos
humanos, es decir, el registro arqueológico sensu
stricto. Desde esta perspectiva, cobraba interés el
análisis de aquellos factores que determinan las condiciones de habitabilidad de los asentamientos, dado
que ello nos iba a permitir conocer, de un modo más
objetivo, las características de los sitios ocupados y,
de este modo, las decisiones del grupo con respecto a
la ubicación de sus campamentos. En síntesis, el estudio del hábitat, entendido como el lugar en el que el
hombre fija de una manera más o menos estable su
residencia, iba a formar parte de nuestra estrategia de
investigación a la hora de plantear interrogantes acerca del papel jugado por los diferentes asentamientos,
en este caso caracterizados por la presencia de concheros. Una vez más fue en la costa Oriental de Asturias donde se llevó a cabo la labor de campo, en este
caso con objeto de obtener una muestra estadísticamente significativa de yacimientos, necesaria para la
aplicación del enfoque descrito.
En la segunda parte de los años 90 nuevos proyectos han incrementado nuestros conocimientos sobre
el registro mesolítico en Cantabria. Nos referimos a
los concheros (Garma A y cueva del Mar, en Omoño)
incluidos en el Complejo Arqueológico de La Garma
(Arias et al. 2003), así como a las ocupaciones meso-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
MIGUEL ANGEL FANO MARTÍNEZ
346
líricas registradas por J. Ruiz Cobo y P. Smith (2001,
2003) en el marco de sus investigaciones sobre la
Prehistoria del valle de Matienzo (cuevas de Cubío
Redondo y Cofresnedo, en Ruesga). También se ha
hecho referencia a la existencia de una posible ocupación mesolítica en el abrigo del Cráneo, uno de los
sitios excavados por R. Ontañón (2000, 281) en Castro Urdiales. Cabe así mismo citar la memoria de
licenciatura de E. Muñoz (1997), en la que se sistematiza la información relativa a los depósitos de conchero del Holoceno localizados en Cantabria. Un
centenar de ellos se atribuye al Mesolítico aunque, tal
y como indica el propio autor, en la mayor parte de
los casos la información disponible procede de observaciones de superficie y son pocas las excavaciones
realizadas con una metodología adecuada —las anteriormente citadas de El Perro, La Garma, etc. De este
modo, el extenso y exhaustivo catálogo de Muñoz
resulta aún un tanto difícil de manejar, pero sin duda
constituye un punto de arranque para tratar de poner
orden en el vasto registro de concheros de Cantabria.
2.5. Las aportaciones de los últimos cinco años
La actualidad nos conduce de nuevo a la costa
oriental de Asturias, donde en los últimos años (2000,
2001 y 2002) hemos llevado a cabo, en colaboración
con P. Arias, un programa de sondeos en concheros
asturienses (Fig. 6) con el que tratamos de cubrir una
serie de vacíos de conocimiento, relativos al período
que nos ocupa en general y al registro asturiense en
particular (Arias, Fano et al., en prensa). En Cantabria
prosiguen los análisis interdisciplinares relativos al
proyecto iniciado en el bajo Asón en los años 80, como
los recientemente concluidos sobre la fauna de La Fragua. Cabe así mismo mencionar las evidencias de
carácter funerario identificadas en los últimos años en
la cueva del Truchiro (Arias et al. 2003). Los datos
más recientes del Cantábrico oriental proceden del
abrigo guipuzcoano de J3, localizado en la sierra de
Jaizkibel y en el que se ha documentado una inhumación en conchero datada en el Mesolítico (Iriarte et al.
2005a). Cabe finalmente mencionar las recientes aportaciones teóricas de E. Gassiot (2001, 2002), autor crítico con los modelos explicativos del cambio basados
en la adaptación ecológica, y que aboga por el materialismo histórico como marco teórico de análisis.
Finalmente, los trabajos desarrollados por J. C.
López Quintana en el territorio vizcaíno de la cuenca
de Urdaibai han posibilitado un mejor conocimiento
del período en la vertiente atlántica del País Vasco. El
aporte de sus intervenciones arqueológicas en Kobeaga II y Pareko-Landa (Busturia-Bermeo) se ha producido además en el marco de una investigación que ha
permitido establecer un modelo de la organización
del territorio durante la transición del Mesolítico al
Neolítico en el Cantábrico oriental (López Quintana
2005a).
De este rápido repaso de la investigación sobre el
Mesolítico en la región podemos extraer algunas conclusiones. Existe una neta desproporción entre los
distintos espacios cantábricos respecto a la intensidad
de la investigación desarrollada. Ésta comenzó en
Asturias con Vega del Sella y tras las aportaciones del
profesor Jordá han sido varias las tesis doctorales
Cuetu La Hoz
Ribadeselto
Mar 3
Colomba
Poza i'Egua
AHoru
o
Covajorno
Pallota
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Clanes
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Cámara
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Figura 6. Concheros asturienses del oriente de Asturias, con indicación de los yacimientos incluidos en el programa de sondeos llevado a cabo
entre 2000 y 2002 (Arias, Fano et al., en prensa).
KOBlE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGION CANTÁBRICA
—realizadas en los años 70, 80 y 90— que han tenido
corno marco preferente de estudio el registro asturiano. En Cantabria el panorama es diferente, son tarnbién muchos los concheros conocidos fruto de diversas actuaciones —L. Sierra, Camineros de la Diputación, Seminario de Prehistoria y Arqueología Sautuola, etc.— pero el desarrollo de una investigación específica sobre el Mesolítico en la región que incluyese
la excavación sistemática de ese tipo de depósitos es
relativamente reciente (trabajos en la cuenca baja del
Asón). La escasa información disponible para la vertiente atlántica del País Vasco se ha venido valorando
en diversos trabajos de síntesis —no sólo en aquellos
centrados específicamente en la región cantábrica,
como los de González Morales y Arias ya citados,
sino también en otros trabajos centrados en el Valle
del Ebro (Cava 1994) o que han buscado contextualizar en un marco amplio las series industriales de yacimientos, como Kampanoste (Virgala, Álava) y Mendandia (Treviño, Álava), localizados al Sur de la divisoriaa de aguas (véanse respectivamente Cava 2004;
Alday 2005a, 2005b)—, pero sólo en los años 90 se
ponen en marcha proyectos de excavación que van
más allá del estudio de un único yacimiento y que
incluyen entre sus objetivos el estudio del período
que nos ocupa en un determinado espacio (Urdaibai).
Respecto a los enfoques teóricos aplicados en la
investigación, se distingue con nitidez una etapa previa al impacto teórico de la Arqueología procesual.
Hasta los años 60/70 podernos hablar del desarrollo
de una investigación conducida por los enfoques tradicionales, es decir, de corte evolucionista o normativo. Tras las aportaciones de los arqueólogos anglosajones, el "eco procesual" se percibe con mayor o
menor intensidad en los trabajos que en los años 80 y
90 han tenido corno objeto de investigación el Mesolítico cantábrico y aún hoy sigue siendo una constante. A su vez, los enfoques de carácter postprocesual
resultan ajenos a la investigación sobre este período
en la región (González Morales y Fano 2005).
3. EL MARCO CRONOLÓGICO Y LAS
PRINCIPALES FUENTES DE INFORMACIÓN
Tal y corno se indicó en la introducción, el período tratado comprende el espacio cronológico comprendido entre el IX y el VI milenio a.C. (aprox.
9500-6000 en fechas BP sin calibrar), es decir, varios
milenios a caballo entre el Epipaleolítico/Aziliense y
el proceso de neolitización. No son muchos los sitios
con niveles azilienses que albergaron después ocupaciones del Mesolítico (véase Fig. 7 y la Fig. 1 del
capítulo 9), y menos aún los que cuentan con publicaciones de detalle respecto a dicha sucesión estratiKOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en
347
gráfica, pero yacimientos como La Riera, El Perro o
Berroberría, entre otros, dan buena cuenta de ella. Al
tiempo, la amplia nómina de dataciones radiocarbônicas disponibles contribuye a precisar la distancia temporal existente entre los contextos azilienses y los
mesolíticos, al margen del lógico solapamiento de
algunas fechas (Cuadro 1).
Tras el debate de los años 90 respecto a la cronología del inicio del Neolítico, los últimos datos recabados en sitios corno El Mirón (Peña-Chocarro et al.
2005), Los Gitanos (Castro Urdiales, Cantabria)
(Ontañón 2005), Arenaza (Galdames, Bizkaia) (Arias
y Altuna 1999), Kobaederra (Kortezubi, Bizkaia)
(Zapata et al. 1997) y Herriko Barra (Zarautz, Gipuzkoa) (Iriarte et al. 2005b) permiten una mayor precisión sobre esta cuestión, y hoy cabe situar el inicio del
proceso de neolítización en la primera parte del V
milenio cal BC, es decir, en una cronología previa al
desarrollo del Megalitismo en la región. La interpretación de la evidencia radiocarbónica disponible revela
que este fenómeno funerario se inició en el último tercio del V milenio y que alcanzó su cenit en torno a
4000-3900 a.C. (Arias et al. 2005; Scarre et al. 2003)5.
La nómina de sitios en los que se documenta una
continuidad de las ocupaciones durante el primer
neolítico se ha incrementado en los últimos años. A la
espera de publicaciones de detalle cabe citar, por
ejemplo, los casos de La Garma A y Pareko Landa,
que se suman a la secuencia de Kobeaga II, ya publicada en detalle, y a otras excavadas con anterioridad
pero pendientes de estudio y/o publicación definitiva
como Arenaza. En el Cuadro 1 también hemos incluido las dataciones correspondientes a los contextos
neolíticos más antiguos de la región, dado que tarn5
6
No faltan dataciones que alcanzan incluso la primera mitad del V
milenio, pero se consideran problemáticas. Ese es el caso de la
fecha de Monte Areo VI-B en Asturias (GrN-19123: 5820 ± 70
BP), considerada incompatible con la antigiiedad estimada para el
dólmen (de Blas 1995); o la de Larrarte en Gipuzkoa (I-14781:
5810 ± 290), que parece demasiado antigua e incompatible con
otra obtenida para el mismo nivel (Alday y Mujika 1999).
Se ha empleado como límite arbitrario de esa etapa el 5500 BP no
cal., momento al que corresponden las primeras fechas aceptadas
para monumentos megalíticos. Así mismo, en la tabla no se han
incluido algunas dataciones comprendidas en el rango temporal
considerado. Ese es el caso de las fechas ya comentadas en la
nota anterior, y de otras como la del nivel 1 de El Buxu (GrN19384: 7140 ± 750 BP), de difícil valoración (Menéndez 1999);
la datación de compleja interpretación de Atxeta D (Ua-4282:
8355 ± 12013P) (Memoria 1995); las fechas no aceptadas para los
niveles VIIb de Ekain (I-8628: 7880 BP) y C de Urtiaga (CSIC63: 8700 ± 170 BP) (Mariezkurrena 1990); así como la fecha del
nivel Ib de Urtao I.I (I-14098: 6220 ± 120 BP) carente de un contexto arqueológico explícito (Almendariz 1989). Tampoco la
fecha del nivel 7 de Santimamiñe se considera coherente con el
contexto arqueológico datado (Gif-130: 9470 ± 400 BP).
la región cantábrica
MIGUE1. ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
348
MAR CANTÁBRICO
Bariugues
Gijón
ico Ramos
La Garma A El Perro
El Truchiro La Fragua
La Trecha
Santander
Arenillas
Bricia, Cueto de la Mina
Coberizas I a Riera
El Peniciall ~Fonírla
Sierra Plana
1 Balmori
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i La Llana
•
ÍE-61,T
Pareko Landa
Santimamihe
Kobaederra
Kobeaga It
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BérrpberT(~-;
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El Tamerón
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Altitud en metros
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400
0
1000
50
kilómetros
100
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Figura 7. Localización de los principales yacimientos de la región cantábrica con niveles atribuidos al Mesolítico y/o al Neolítico inicial.
bién conocernos contextos del V milenio en los que
nada o casi nada (presencia de cerámica) parece
haber cambiado respecto a la etapa previa (Los
Canes, Les Pedroses, La Trecha, Pico Ramos...). Se
trata ésta de una circunstancia recogida en la bibliografía de manera reiterada y que se ha valorado desde diferentes puntos de vista al abordar la cuestión
del final del Mesolítico y del inicio del Neolítico (vid.
entre otros González Morales 1996b; Arias 1997;
Fano 2000). Lo más probable es que . al menos una
parte de estos contextos arqueológicos correspondan
ya a poblaciones neolíticas, y que se trate de lugares
especializados en actividades que no incluyeron la
producción de alimentos.
Referirnos ahora las principales fuentes de información disponibles sobre las sociedades mesolíticas
del Cantábrico, es decir, aquellos niveles arqueológicos —en especial aquellos excavados en las últimas
décadas— que constituyen o van a constituir tras su
estudio definitivo la base para el conocimiento del
período tratado. En Asturias son numerosas las intervenciones arqueológicas practicadas sobre depósitos
mesolíticos, aunque gran parte de ellas se llevaron a
cabo en los albores de la investigación o bien afectaron a superficies muy reducidas. De las excavaciones
recientes —de finales de los años 70 en adelante— sôlo
contamos con una publicación definitiva en el caso de
La Riera (Straus y Clark 1986), que incluye un estudio interdisciplinar del conchero asturiense excavado
en 1977-78 sobre una superficie de 3 m' (nivel 29).
Los restos de conchero concrecionado que cuelgan del
7
Una síntesis del resto de intervenciones arqueológicas puede
consultarse en Fano 1998b.
techo de la entrada de la cueva (nivel 30.1) están en
sucesión estratigráfica con el nivel 29 y ambos se
encuentran bajo un nivel de travertino (nivel 30). En
la memoria de excavación también se considera la
información procedente del sondeo practicado por
Clark en 1969 sobre el conchero asturiense, año en el
que el depósito fue sondeado con mayor intensidad.
Tal y como apuntamos en un apartado previo, la
reexcavación de Mazaculos II (1976-1983 y 1993)
supuso un salto de carácter cualitativo en la comprensión del registro asturiense —la conservación de niveles asturienses intactos, no cementados y de extensión considerable contribuyó a ello (Fig. 8)— aunque
carecemos aún de un estudio definitivo del sitio
González Morales
.
(González Morales et al. 1980;
1982, 1995b). Se documentaron ocupaciones del
período en el abrigo exterior, con varios niveles entre
los que destaca 3.3 por la conservación de varias
superficies de ocupación en el mismo, así como en el
interior de la cueva, con un nivel de conchero mesolítico (A3) sobre el que reposan niveles con cerámica
(A2, A2base y A2fondo). En los años 80 González
Morales también excavó en la cueva de la Llana
(Andrín), donde se identificó un depósito mesolítico
(nivel 1) sobre el que carecemos aún de información
detallada al margen del análisis arqueomalacológico
realizado recientemente por F. I. Gutiérrez Zugasti
(2005).
La cueva de Los Canes es, por distintos motivos,
uno de los yacimientos más interesantes del período
en la región. Tras una ocupación correspondiente al
Aziliense reciente o a un momento ya postaziliense
(U.E. 4), la cueva fue empleada como espacio funerario durante la última parte del Mesolítico (U.E. 6)
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
ticoen laregióncantábrica
Nivel
Método
Mat. Datado
Laboratorio
Fecha BP
calBC, 2 sigma
Adsc. Cultural
Ref. Bibliograf.
.Boheriza
túmulo
C14
carbón
Ua-3228
5500 ± 100
Neolítico
Yarritu y Gorrotxategi 1995
El Mirón
El Mirón
El Mirón
El Mirón
Arenillas (Cantabria)
La Trecha
Cuevas del Mar [11
303
303.1
303.3
10
conchero
conchero
conchero
C14 cony.
Cl4 cony.
C I4AMS
C 14AMS
C14 cony.
C14 cony.
C14 cotte.
carbón
carbón
cereal
carbón
carbón
carbón
concha
GX-25854
GX-25855
GX-30910
GX-23414
GrN-19596
URU-005 I
UBAR-794
55(X) ± 90
5520±70
5550 ± 40
5570 ± 50
5580 ± 80
5600 ± 310
5610 ± 100
4542-4219 (0,87); 4213-4149
(0,06); 4135-4054 (0,07)
4535-4224 (0,9)
4502-4236(1)
4457-4338 (1)
4496-4337 (1)
4604-4317 (0,97)
5208-3791 (1)
Neolítico
Neolítico
Neolítico
Neolítico
Neolítico?
Neolítico'?
Neolítico?
Kobaederra
Los Gitanos
El Mirón
Herriko Barra
Arenaza
Les Pedroses
Los Gitanos
Cobbo Redondo
Tarrerón
El Mirón
IV
A2
10
D
1C2
conchero
A3
conchero
1.11
303.3
carbón
UBAR-470
cerámica
MAD-654
carbón
GX-23413
materia vegetal I-15350
hueso
OxA-7156
carbón
Gak-2547
cerámica
MAD-656
carbón
Beta-106049
1-4030
carbón
carbón
GX-25856
5630 ± 100
5669 ± 541
5690 ± 50
5730 ± 110
5755 ± 65
5760 ± 180
5771 ± 499
5780 ± 50
5780 ± 120
5790 ± 90
Herriko Barra
Herriko Barra
Kobaederra
Los Gitanos
Pico Ramos
Los Canes
Los Gitanos
Herriko Barra
Herriko Barra
Marizulo
Arenaza
La Trecha
Los Canes
La Chora
Marizulo
Arenillas (Asturias)
D
B
III
A4
4
7
A3
C
C
11-Sup.
IC2
conchero
6-1
conchero
[-base
conchero
C14 cony.
TL
C14AMS
C14 cony.
C I4AMS
C14 cony.
TL
C14AMS
C14 cony.
recuento
extendido
C14
C14
C14 cony.
TL
C14
C I4AMS
C14AMS
C14AMS
C14AMS
C14AMS
C14AMS
C14 cony.
C 14AMS
C14
C14AMS
C14 cony.
Straus y González Morales 2003
Straus y González Morales 2003
Peña Chocarro et al. 2005
Straus y González Morales 2003
Bohigas y Muñoz 2002
González Morales et cd. 2002
Mestres 2006, comunicación
personal
Zapata et al. 1997
Ontañón 2000
Straus y González Morales 2003
Iriarte et al. 2005b
Arias y Altuna 1999
Clark 1976
Ontañón 2000
Ruiz y Smith 2001
Apellániz 1971
Straus y González Morales 2003
materia vegetal
materia vegetal
carbón
carbonato
carbón
carbón
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
concha
hueso
carbón
hueso
concha
UBAR-471
MAD-860
Ua-3051
AA-5788
AA-29113
Ua-4821
Ua-482()
Ua-48I9
OxA-7157
URU-0039
AA-5294
GrN-2096I
Ua-10272
UBAR-775
5800± 1 10
5810 ± 170
5820 ± 240
5834 ± 566
5860 ± 65
5865 ± 70
5945 ± 55
5960 ± 95
6010 ± 90
6035 ± 100
6040 ± 75
6240 ± 100
6265 ± 75
6360 ± 80
6425 ± 85
6455 ± 60
El Truchiro
La Riera
Cubío Redondo
Pareko Landa
conchero
29sup.
conchero
Is-Smk
Cl4AMS
C14 cony.
C14AMS
C14 cony.
hueso
carbón
hueso
carbón
TO-10912
Gak-3046
Beta-106050
GrN-22429
6470 ± 70
6500 ± 200
6630 ± 50
6650 ± 130
5557-5311 (I)
5803-4989 (1)
5629-5486 (1)
5793-5338 (0,99)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
La Fragua
Cueva del Mar
Los Canes
Bricia
Marizulo
Cueva del Mar
Sierra Plana
La Fragua
Los Canes
C14 conv.
I sup.
conchero-sup.
C I4AMS
6-1I
C 14AMS
A
C14 conv.
IV
C14
conchero -medio C14AMS
Paleosuelo
C14AMS
C14 conv.
lmed.
6-11
Cl4AMS
carbón
carbón
hueso
carbón
hueso
carbón
carbón
carbón
hueso
GrN-20963
AA-45576
AA-5296
Gak-2908
I-16.190
AA-45573
OxA-69l6
GrN-20964
AA-5295
6650 ± 120
6725 ± 52
6770 ± 65
6800 ± 160
6820 ± 150
6825 ± 41
683() ± 55
6860 ± 60
6860 ± 65
5776-5363 (1)
5724-5555 (1)
5784-5558 (1)
6008-5473 (1)
5988-5486 (1)
5783-5636 (1)
5815-5631 (0,97)
5850-5640 (0,97)
5883-5637 (1)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
1-15351
4709-4326 (0,99)
4686-4446 (0,97)
4800-4352 (0,99)
4728-4457 (0,98)
5057-4221 (0,99)
4728-4499 (0,99)
4856-4363 (0,97)
4848-4449 (0,99)
4915-4446 (0,98)
5072-4332 (0,99)
5306-4230 (0,99)
4850-4547 (0,98)
4856-4545 (0,95)
4963-4708 (0,99)
5074-4590 (0.98)
5207-5145 (0,05); 5081-4712 (0,92)
5214-4718 (1)
5208-5088 (0,1); 5084-4779 (0,9)
5379-5018 (0,98)
5484-5207 (0,98)
5532-5222 (1)
Neolítico
Neolítico
Neolítico
Neolítico
Neolítico?
Neolítico
Neolítico?
Neolítico?
Neolítico
Neolítico
Neolítico'?
Neolítico?
Neolítico
Neolítico
Neolítico
Neolítico
Neolítico
Neolítico?
Mesolítico
Mesolítico
Neolítico
Neolítico?
Iriarte et al. 2005b
Iriarte et al. 2005b
Zapata et al. 1997
Ontañón 2000
Zapata 1995
Arias y Pérez 1995
Ontañón 2000
Iriarte et al. 2005b
Iriarte et al. 2005b
Alday y Mujika 1999
Arias y Altuna 1999
González Morales et al. 2002
Arias y Pérez 1992
Straus et al. 2002
Alday y Mujika 1999
Mestres 2006, comunicación
personal
Arias y Álvarez 2004
Straus y Clark 1986
Ruiz y Smith 2001
López Quintana 2005a y com.
personal
González Morales 2000
Inédita
Arias y Pérez 1992
Clark 1976
Alday y Mujika 1999
Inédita
Arias et al. 1999b
González Morales 200(
Arias y Pérez 1992
UNN UEVO TIEMPO:
EL MESOLÍTICOENLAREGIÓN CANTÁBRICA
KOBIE(SerieAnejosn.° 8),año2004.
Lassociedadesdel
Yacimiento
Nivel
Método
Mat. Datado
Laboratorio Fecha BP
calBC, 2 sigma
Adsc. Cultural
Cofresnedo
La Garma A
La Garma A
Los Canes
Urratxa
Kobeaga Il
Urratxa
Cueva del Mar
Colomba
conchero
2
nivel fértil
conchero aisl.
conchero
CI4AMS
C 14AMS
CI4AMS
C 14AMS
C14AMS
C 14AMS
C14AMS
C14AMS
C14 cony.
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
carbón
carbón
GrA-20146
OxA-7150
OxA-6889
AA-6071
Ua-1 í 434
Ua-4286
Ua-1 1435
AA-45572
UBAR-833
6865 ± 45
6870 ± 50
6920 ± 50
6930 ± 95
6940 ± 75
6945 ± 65
6955 ± 80
7013 ± 42
7020 ± 90
5845-5659 (0,99)
5849-5661 (0,97)
5910-5715 (0,98)
5993-5659 (1)
5987-5706 (0,99)
5983-5939 (0,1); 5931-5718 (0,9)
6001-5707 (1)
5991-5792 (1)
6035-5732 (0,99)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Los Canes
Mazaculos II
Toralete
6-II
A3
conchero
Cl4AMS
C14 cony.
C14 cony.
hueso
carbón
concha
AA-I1744
Gak-15222
UBAR-777
7025 ± 80
7030 ± 120
7060 ± 80
6029-5736 (1)
6101-5667 (0,99)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Pendueles
conchero
C14 cony.
concha
UBAR-793 7080 ± 80
Colomba
Coberizas
Arangas
La Garma B
Cueva del Mar
Mazaculos II
Colomba
conchcro
1B
E2
Cl 4AMS
C14 cony.
C14 cony.
C 14AMS
conchero-base Cl4AMS
C14 cony.
1I
conchero
C14 cony.
hueso
carbón
carbón
hueso
carbón
carbón
concha
7090 ± 60
TO-10223
7100 ± 170
Gak-2907
UBAR-465 7150±470
7165 ± 65
OxA-7300
7225 ± 44
AA-45575
Gak-8162
7280 ± 220
UBAR-791 7450 ± 120
5910-5534(I)
6265-5660 (0,98)
7083-5193 (0,98)
6212-5971 (0,91); 5954-59 I I (0,09)
6212-6016 (1)
6530-5726 (0,99)
6230-5548 (1)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
La Trecha
Pareko Landa
C14 conv.
C14 cony.
concha
carbón
URU-0038 7500 ± 70
GrN-24782 7510 ± 100
6573-6208 (0,97)
Mesolítico
Mesolítico
La Fragua
Covajorno
1
I-Smk
(hogar Smk-h2)
!inf.
conchero
C14 cony.
C14 cony.
carbón
concha
GrN-20965 7530 ± 70
UBAR-773 7540 ± 1()0
6484-6235 (0,99)
Mesolítico
Mesolítico
Sierra Plana
Colomba
IC
conchero
C14
C14 cony.
carbón
concha
6829-6011 (0,99)
UGRA-209 7550 ± 190
UBAR-782 7570 ± 140 6379-5639 (I)
Mesolítico
Mesolítico
Covajorno
conchero
C14 cony.
concha
UBAR-774 7580 t 60
Mesolítico
Toralete
conchero
C14 cony.
concha
UBAR-776 7680 ± 50
Mesolítico
La Garma A
Cuetu la Hoz
conchero
C 14AMS
C14 cony.
hueso
concha
OxA-7284 7685 ± 65
UBAR-792 7690 ± 130
carbón
hueso
concha
GrN-24780
OxA-7495
UBAR-795
7690 ± 270
7710 ± 90
7705 ± 50
7030-6874 (0,15); 6866-6443 (0,85)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
6448-6060 (1)
7145-6685 (0,98)
6650-6235 (1)
6666-6244 (1)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
6-111
nivel fértil
Kobeaga H
La Garma A
El Aguila
Amck-h
conchero
C14
C14AMS
C14 cony.
J3
El Espertín
Toralete
conchero
n. fértil
conchero
CI4AMS concha
hueso
C14 cony.
concha
GrN-28008
UBAR-780
7780 ± 130
7790 ± 120
7890 ± 80
La Garma A
Arangas
La Garma A
La Garma A
2B
2
2
C14 cony.
C I4AMS
CI4 cony.
C14 cony.
UBAR-658
OxA-7160
LIBAR-656
UBAR-657
7985 ± 65
8025 ± 80
8165±65
8175 t 65
concha
hueso
concha
concha
Mesolítico
6639-6439 (I)
Mesolítico
Mesolítico
7193-6018 (0,99)
6714-6397 (0,98)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Ref. Bibliograf.
Ruiz y Smith 2003
Arias et al. 200(1
Arias et al. 2000
Arias y Pérez 1992
Muñoz y Berganza 1997
Memoria 1994
Muñoz y Berganza 1997
Inédita
Mestres 2006, comunicación
personal
Arias y Pérez 1995
González Morales 1995b
Mestres 2006, comunicación
personal
Mestres 2006, comunicación
personal
Arias y Fano 2003
Clark 1976
Arias, Altuna et al. 1999
Arias, Altuna et al. 1999
Inédita
González Morales 1982
Mestres 2006, comunicación
personal
González Morales et al. 2002
López Quintana 2005a y com.
personal
González Morales 2000
Mestres 2006, comunicación
personal
Arias y Pérez 1990
Mestres 2006, comunicación
personal
Mestres 2006, comunicación
personal
Mestres 2006, comunicación
personal
Arias et al. 2000
Mestres 2006, comunicación
personal
López Quintana 2000
Arias et al. 2000
Mestres 2006, comunicación
personal
Iriarte et al. 2005a
Neira et al. 2004
Mestres 2006, comunicación
personal
Mestres y Arias 2006
Arias, Altuna et al. 1999
Mestres y Arias 2006
Mestres y Arias 2006
~
o
Z3Iv1121ti1N ONV3 330NN 13í101W
KOBLE(Serie Anejosn.° 8),año 2(X)4.
LassociedadesdelPaleolíticoen laregióncantábrica
Yacimiento
Nivel
Método
Mat. Datado
Laboratorio
Fecha BP
calBC, 2 sigma
Adsc. Cultural
Ref. Bibliograf.
J3
Arangas
Arangas
La Garma A
Arangas
J3
Alloru
conchero
3
4
2
3
conchero
conchero
C14AMS
C I4AMS
C14AMS
C14 cony.
C14AMS
C14AMS .
C 14 cony.
carbón
hueso
carbón
concha
carbón
hueso
concha
GrN-27984
OxA-7149
OxA-6888
LIBAR-655
OxA-6887
GrA-23733
UBAR-781
8190 ± 100
8195 ± 60
8280 ± 55
8295 ± 65
8300 ± 50
8300 ± 50
8360 ± 70
7512-7024 (0,97)
7358-7060 (0,98)
7490-7142 (1)
6896-6394 (I)
7492-7183 (1)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
El Mirón
10.1
carbón
GX-24463
8380 ± 175
7825-7020 (0,98)
Mesolítico
_Liso de Hayas
Tito Bustillo
sondeo IH-3
enterramiento
recuento
extendido
C14 cony.
C14
Iriarte et al. 2005a
Arias, Altuna et al. 1999
Arias, Altuna et al. 1999
Mestres y Arias 2006
Arias, Altuna et cil. 1999
Iriarte et al. 2005a
Mestres 2006, comunicación
personal
Straus et al. 2002
carbón
diente
GrN-21231 8440 ± 130
Beta-197042 8470 ± 50
7735-7136 (0,99)
7592-7469 (I)
Mesolítico
Mesolítico
Berroberría
Berroberría
La Poza l'Egua
Berroberría
Berroberría
Berroberría
La Calvera
La Riera
El Penicial
El Mirón
Berroberría
Berroberría
La Calvera
Morin
El Perro
B
C
2
B
B
C
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
carbón
carbón
carbón
carbón
hueso
hueso
carbón
8470 ± 80
8510 ± 90
8550 ± 80
8580 ± 80
8580 ± 80
8630 ± 70
8640 ± 50
8650 ± 300
8650 ± 180
8700 ± 40
8800 ± 80
8860 ± 100
8950 ± 50
9000 ± 150
9260 t 110
7610-7329 (1)
7732-7351 (1)
8763-8277 (1)
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Mesolítico
Aziliense?
Mesolítico
Mesolítico
Mazaculos II
El Mirón
9290 ± 440
9550 ± 50
9885-7493 (0,99)
9152-8755 (1)
Mesolítico
Mesolítico?
29inf.
conchero
10.1
B
C
4
27
1.3
C14
C14
CI4AMS
C14
CI4
C14
C14AMS
C14 cony.
C14 cony.
C 14AMS
C14
C14
CI4AMS
C14
C14 cony.
carbón
GrN-16619
GrN-16618
TO-10222
GrN-18422
GrN-18423
GrN-18426
GrA-6994
Gak-2909
Gak-2906
GX-25852
GrN-18424
GrN-18425
GrA-6999
1-5150
GrN-18115
3.3
10.1
C14 cony.
C14AMS
carbón
carbón
Gak-6884
GX-24464
7817-7484 (1)
7817-7484 (1)
7838-7536 (0,99)
7755-7579 (0,99)
8558-7037 (I)
8245-7419 (0,97)
7830-7595 (0,99)
8209-7647 (0,99)
8264-7677 ( I )
8276-8161 (0,43); 8150-7965 (0,57)
Serna 2000
Arias, Armendáriz el al., en
prensa
Barandiarán 1990
Barandiarán 1990
Arias y Fano 2003
Barandiarán 1993-94
Barandiarán 1993-94
Barandiarán 1993-94
Diez Castillo 2005
Straus y Clark 1986
Clark 1976
Straus et al. 2002
Barandiarán 1993-94
Barandiarán 1993-94
Diez Castillo 2005
González Morales 1982
González Morales y Díaz 199192
González Morales 1978
Straus et al. 2002
Cuadro I. Fechas disponibles para el Mesolítico y el Neolítico inicial de la región cantábrica. La calibración de las fechas obtenidas a partir de materiales de origen terrestre corresponde a la
curva IntCal04 (Reimer et al. 2004). El cálculo del parámetro AR para la costa cantábrica se encuentra aún en un estado muy inicial. Los exiguos datos hasta ahora disponibles, obtenidos a
partir de muestras terrestres y marinas procedentes de las ocupaciones mesolíticas de Colomba en Asturias y de La Garma en Cantabria, revelan valores sensiblemente distintos (85 y 220 años
respectivamente, discrepancia posiblemente debida -si la diferencia fuera significativa- a diferencias en el entorno oceanográfico) para cronologías relativamente próximas.. Utilizamos la curva Marine04 (Hughen et al. 2004) para calibrar las dataciones de muestras marinas procedentes de esos contextos junto con aquellos valores preliminares y provisionales del parámetro AR.
Es necesario añadir que la exigüidad de los datos tampoco permite calcular la incertidumbre asociada a los valores provisionales de AR; por este motivo se utiliza como estimación de la incertidumbre la combinación de las desviaciones típicas asociadas a las fechas radiocarbónicas de la pareja de materiales y aún así la estimación resulta manifiestamente optimista. Para el resto
de fechas sobre concha no es posible, ni siquiera de manera provisional, realizar la calibración, dada la falta de un valor de AR conocido que permita, como en el caso de los dos yacimientos
citados, una aproximación, al menos provisional y local, al parámetro AR. Por las mismas razones, salvo en el caso de Colomba resulta de momento comprometido el empleo de la curva mixta para la calibración de muestras de origen terrestre que muestran evidencia clara de dieta con un componente marino relevante (comunicación personal de Joan S. Mestres). Para el cálculo
de la calibración se ha utilizado el programa CALIB, versión 5.0.1 (Stuiver y Reimer 1993), indicándose en cada caso la fracción de la probabilidad. Los intervalos con una fracción de probabilidad igual o inferior a 0,05 han sido desestimados.
UNNUEVOTIEMPO:
ELMESOLÍTICO EN LAREGIÓNCANTÁBRICA
KOBIE (SerieAnejosn.° 8),año 2004.
Lassociedades del Paleolíticoen laregióncantábrica
Yacimiento
w
v~
353
MIGUEL ANGEL FANO MARTÍNEZ
tados preliminares relativos a la cronología (dataciones 14C), industria, restos humanos, fauna y AntracoloQía.
Figura 8. Detalle de la excavación del conchero de Mazaculos II
(campaña de 1977). Adviértase la presencia de un pico asturiense en
el centro de la imagen (foto cortesía de M. R. González Morales).
(Arias y Pérez 1995; Arias y Fano 2003), habiéndose
documentado una serie de inhumaciones en el sitio,
cuyo estudio definitivo está prácticamente ultimado.
Los trabajos llevados a cabo en los años 80 y 90 en
un yacimiento próximo, la cueva de Arangas, permitieron identificar en el sitio dos niveles mesolíticos
contemporáneos del "Asturiense antiguo" de la costa.
Se trata de niveles de desigual potencia y volumen de
material no publicados hasta el momento en detalle
(Arias y Pérez 1995; Arias y Ontañón 1999). Más al
Sur y es un espacio ya extracantábrico aunque próximo a la divisoria de aguas, la cueva del Espertín ha
proporcionado un único nivel fértil, el nivel 2, inicialmente atribuido al Paleolítico superior final y más
recientemente al Mesolítico por el hallazgo de microlitos geométricos y la datación disponible para el
nivel. De momento contamos con un avance de resultados (Neira et al. 2004).
Cabe también mencionar aquí los sitios incluidos
en el Programa de sondeos en concheros asturienses
desarrollado recientemente en la costa oriental de
Asturias sobre un total de 14 sitios: Cuetu La Hoz
(Collera) en el concejo de Ribadesella, Cuevas del
Mar III (Nueva), Colomba (Cardosu), Cámara
(Meré), El Alloru (Balmori) (Fig. 9), Covajorno
(Parres), La Pallota (Pancar), El Aguila (San Roque
del Acebal), Las Madalenas (Vidiago), Puerto de
Vidiago II (Vidiago), abrigos de Pendueles (Pendueles), Arenillas (Buelna), El Toralete (Santiuste) en el
concejo de Llanes, y el yacimiento al aire libre de
Tina 2 (Pimiango) en el concejo de Ribadedeva
(Arias, Fano et al., en prensa). A estos sitios hay que
unir la cueva de la Poza l'Egua (Lledías, Llanes), en
la que se practicó una excavación de urgencia en el
año 2000 (Arias, Fernández-Tresguerres et al., en
prensa). Los materiales están aún en estudio, pero se
dispone ya para algunos de los sitios citados de resul-
Figura 9. Detalle del conchero asturiense del abrigo de El Alloru una
vez practicado el muestreo.
Finalmente, cabe citar también algunas intervenciones sobre yacimientos al aire libre, como los trabajos de P. Arias y C. Pérez en la Sierra Plana de la Borbolla (Llanes) y los de J.A. Rodríguez Asensio en
Bañugues (Gozón). En el primer caso con relación al
hallazgo de un utillaje y unos índices de materias primas similares a los de los concheros asturienses, todo
ello asociado a una fecha coherente con esta relación
—obtenida para el nivel lC del sondeo oriental del
sector C—, hecho que respondería a una presencia más
o menos ocasional de grupos mesolíticos en la Sierra
(Arias y Pérez 1990; Arias 1991). Y en el segundo
caso respecto a las observaciones de orden estratigráfico que permitieron ordenar, al menos en parte y desde un punto de vista cronológico, el material arqueológico disperso por la playa de Bañugues producto de
la acción erosiva del mar sobre una terraza (de 2,5 m
aprox.) inmediata al mar. En efecto, el hallazgo in situ
de un pico asturiense en el corte estratigráfico de la
playa —en el contacto de los niveles II y III—, así corno
el hecho de que no se hallaran picos en los niveles
inferiores del área excavada y tampoco materiales
propios del Paleolítico antiguo en los niveles superiores, parece abogar por la modernidad del material de
tipología asturiense, que resultaría ajeno al del Paleolítico antiguo (De Blas et al. 1978; González Morales
1982; Rodríguez Asensio 1983). A su vez, estas
observaciones otorgan una cierta "cobertura estratigráfica" a los hallazgos asturienses (picos) de superficie de la costa central y occidental de Asturias'.
8
Véase en Fano 1997 una síntesis y discusión sobre dichos hallazgos.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
Son varias las secuencias con niveles del Mesolítico establecidas recientemente en Cantabria, pero
de nuevo escasean los estudios definitivos sobre las
mismas y en la mayor parte de los casos sólo contamos con avances de resultados y algunos análisis
específicos. Por su localización a más de mil metros
de altitud, tienen especial interés los hallazgos recientes en el abrigo de La Calvera, donde se han identificado dos niveles —el 2 y el 3— con materiales "de
aspecto mesolítico" no publicados aún en detalle
(Díez Castillo 1996; 2005). Tal y corno apuntamos en
el apartado previo, son varios los sitios excavados en
la cuenca del río Asón. El nivel 1 de El Perro es un
conchero atribuido al Mesolítico que reposa sobre
ocupaciones azilienses y magdalenienses (niveles
2b/2a y 2c respectivamente) (Fig. 10 y 11). Las
observaciones de orden estratigráfico están avaladas
por la batería de fechas disponible para el sitio (González Morales y Díaz Casado 1991-92, 2000), a la vez
que se dispone ya de análisis arqueomalacológico
(Moreno 1995) y antracológico (Uzquiano 1995). En
líneas generales la secuencia de El Perro parece repetirse en la vecina cueva de La Fragua, donde también
se documentó un conchero mesolítico (nivel 1) que
cubre —en ocasiones directamente y en otros casos
tras un nivel de limos interpretado como un período
de desocupación de la cueva (nivel 2)— un posible
nivel aziliense (nivel 3) y un nivel magdaleniense
(nivel 4) (González Morales 2000) (Fig. 12). En este
caso también se dispone de una batería de fechas
coherente con la secuencia descrita y de análisis específicos de fauna (Marín 2004; Gutiérrez Zugasti
2006). Así mismo, la intervención arqueológica de
urgencia en la cueva de La Trecha (Islares, Castro
Urdiales), localizada en el bajo Agüera algunos Km.
al Este de los asentamientos del bajo Asón, permitió
documentar y datar en las zonas 2 y 4 del yacimiento
un conchero mesolítico cuya formación parece prolongarse durante el V milenio (González Morales et
al. 2002). De momento se dispone del análisis
arqueomalacológico del testigo de conchero excavado en la zona 4 (Gutiérrez Zugasti 2005).
En el caso de El Mirón, las distintas áreas de excavación (Cabaña, Trinchera y Corral) han arrojado
niveles (respectivamente 10.1, 304 y 102) que se atribuyen al período que nos ocupa y que de modo preliminar se han interpretado como ocupaciones de corta
duración (Straus et al. 2002). Los niveles citados
cubren unidades estratigráficas correspondientes al
Aziliense o al Magdaleniense final, a la vez que subyacen (salvo 102) a ocupaciones neolíticas. De
momento se dispone de un avance preliminar del
estudio de la fauna (Altuna et al. 2004).
Figura 10. Detalle de la estratigrafía del abrigo de la Peña del Perro,
campaña de 1990 (foto cortesía de M. R. González Morales).
Los trabajos llevados a cabo en 1996-97 en la cueva del Cubío Redondo (Matienzo, Ruesga) revelaron
una estratigrafía en la que tras varios niveles estériles
se documenta un nivel de conchero con predominio
H15
H16
H17
353
H14
Abrigo de la Peña del Perro
Corte SE
2
1.
_
-.;
_
=
r'
2b
•
_
f
.~ ~7-
3
r,Fond. 8
Figura 11. Dibujo de la estratigrafía del abri go de la Peña del Perro, corte SE (imagen cortesía de M. R. González Morales).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
354
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
así mismo de avances de resultados de los trabajos
desarrollados en otro asentamiento, en este caso al
aire libre, de la cuenca de Urdaibai: Pareko Landa. El
nivel de base (Snib) se atribuye a un "Epipaleolítico
microlaminar de aspecto aziloide" y está cubierto por
un depósito (Sink) que, según el excavador del sitio,
incluye dos etapas de ocupación distintas dentro del
Mesolítico ("avanzado" y "terminal"). Finalmente, la
estructura estratigráfica superior (Sn) correspondería
a una etapa inicial del Neolítico (López Quintana
2005a).
Figura 12. Vista de la estratigrafía de la cueva de La Fragua, campaña de 1991 (foto cortesía de M. R. González Morales).
neto de malacofauna terrestre para el que se dispone
ya de una publicación definitiva (Ruiz Cobo y Smith
2001)9. Por lo que a la Zona Arqueológica de La Garma se refiere, cabe citar el nivel de conchero —paquete estratigráfico Q— documentado en la amplia
secuencia estratigráfica de La Garma A. En el sector
interior de la cavidad el conchero subyace a ocupaciones del Neolítico inicial —paquete estratigráfico Ry cubre una costra estalágmítica —paquete estratigráfico P— que sella un nivel del Tardiglacial —paquete
estratigráfico O— cuya industria corresponde al Aziliense o a una fase terminal del Magdaleniense (Arias
et cil. 2003). Otros sitios mesolíticos de La Garma se
encuentran igualmente en estudio: la cueva del Mar,
con restos de un conchero datado gracias al muestreo
practicado por nosotros en 1999; y El Truchiro, donde A. Armendáriz ha excavado, bajo un nivel sepulcral atribuido al Calcolítico, una inhumación individual datada en el VI milenio cal BC.
Tal y como ya indicamos con anterioridad, el
número de sitios sobre los que se ha trabajado en la
vertiente atlántica del País Vasco es sensiblemente
menor, pero contamos ya con algunos estudios definitivos. Ese es el caso de la cueva de Kobeaga II,
excavada inicialmente por J.Ma Apellániz en 1973 y
reexcavada, sobre una superficie muy reducida, por
J.C. Lôpez Quintana en 1998. La intervención reciente, junto a la revisión de los trabajos de 1973, ha revelado la existencia en el sitio de ocupaciones correspondientes al Mesolítico (horizonte sedimentológico
Aincic y subestructura arqueológica Annk-i) que subyacen a un episodio neolítico (subestructura arqueológica Aink-s) (López Quintana 1999, 2000). Disponemos
9
Los resultados de la investigación aparecen igualmente recogidos en distintas contribuciones al n" 53 (2001) de la revista
LYtunibe.
Es un lugar común en la bibliografía las dificultades de comprensión que presenta de momento la
secuencia holocena de Santimamiñe. A luz de la
información recabada por Arias (1991, 69 y ss.)
durante su trabajo de revisión del material, resulta
obvia la imposibilidad de manejar con unas ciertas
garantías el registro del nivel IV (tramo inferior del
conchero), de cronología mesolítica según la
"secuencia estratigráfica" definitiva expuesta en la
"Recapitulación y apéndice" de J. M. de Barandiarán
(1976). Es por ello que resulta del mayor interés el
trabajo de revisión de la estratigrafía iniciado por J.
C. López Quintana en 2004 (López Quintana 2005b).
Entre otros aspectos, dicha revisión nos permitirá
visualizar con precisión las distintas etapas de formación del conchero —superando la simple distinción
entre un conchero con algo de cerámica y un conchero sin cerámica— así como el registro arqueológico
correspondiente a cada período.
Es poco aún lo que puede comentarse sobre la
secuencia de Arenaza dada la falta de una publicación
detallada del sitio (Apellániz y Altuna 1975a, 1975b).
Interpretaciones posteriores de lo publicado coinciden en la existencia de una ocupación mesolítica en
este yacimiento vizcaíno. Desde la "perspectiva cantábrica" P. Arias (1991, 59) catalogó corno de "epipaleolítico antiguo de fuerte tradición aziliense" los
niveles III y II (subyacentes a 1C2, uno de los niveles
que en los últimos años han contribuido a precisar la
cronología y el carácter del primer Neolítico en la
región, Arias y Altuna 1999); más recientemente A.
Alday (1999, 169), en este caso desde la "perspectiva
del Alto Valle del Ebro", ha atribuido los niveles III y
II a un Mesolítico de "base laminar" y de "estilo campiñoide" respectivamente.
La investigación en curso de L. Zapata sobre el
nivel 4 Pico Ramos —un conchero de reducidas
dimensiones que subyace a un contexto sepulcral del
Calcolítico (nivel 3) (Zapata 1995, 2002)— va a proporcionar, dadas las fechas recientemente obtenidas,
una información relevante para la comprensión de los
contextos de transición entre el VI y el V milenio
KOBIE (Serie Anejos n." 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL ti'IESOL[TICO EN LA REGION CANTÁBRICA
(Zapata, comunicación personal). Otro de esos contextos transicionales es Herriko Barra, yacimiento al
aire libre próximo a la playa de Zarautz sobre el que
se practicó una excavación arqueológica de urgencia.
La atribución a un momento inicial del Neolítico del
nivel arqueolôgicamente fértil (C) se ha basado en las
fechas disponibles, en la industria lítica y en la presencia de polen de Cerealia (Alday y Mújika 1999;
Iriarte et al. 2005b), dado que en la amplia muestra de
fauna estudiada no se identificaron domésticos
(Mariezkurrena y Altuna 1995).
Además de contribuir a incrementar nuestro escaso conocimiento sobre el Mesolítico en el extremo
oriental del Cantábrico, la futura memoria del sitio
guipuzcoano de J3, que incluye un conchero en el que
se han identificado niveles con y sin cerámica (Iriarte et al. 2005a), aportará datos de interés a los debates de los últimos años sobre cuestiones como la de
los "concheros con cerámica" y la pervivencia o no
de este tipo de depósitos más allá del VI milenio.
En el caso de Marizulo, las fechas obtenidas hace
algunos años a partir de muestras procedentes de la
excavación practicada en el sitio en los años 60, primero por J. M. Merino y más tarde por J. M. de
Barandiarán, han corroborado una secuencia caracterizada por la presencia de una industria escasa y poco
diagnóstica (Cava 1978). A la luz de los nuevos datos
se confirma la cronología mesolítica de los niveles
inferiores —IV y III-; a su vez, la inversión de las
fechas obtenidas para el techo del nivel II y la base
del nivel I se relaciona con distintos factores —remociones prehistóricas, posibles buzamientos, etc.— ,
descartándose la existencia de una solución de continuidad entre el techo del II y la base del .I, que se atribuyen al inicio del Neolítico (Alday y Mujika 1999).
Tras los trabajos de Loriana, Rivera y Maluquer
de Motes, en 1977 I. Barandiarán inició un proyecto
de excavación en Berroberría que se prolongó hasta
mediados de los años 90 y que está pendiente de
publicación definitiva (Barandiarán 1979b, 1990,
1993-94, 1995-96). Durante la fase reciente de excavaciones se verificó, sobre la secuencia del Tardiglacial (con niveles magdalenienses y azilienses), la
existencia de ocupaciones correspondientes al Mesolítico en el nivel C y en parte del nivel B. El hallazgo
de cerámica en la parte media del nivel B se interpreta como una novedad neolítica.
4. EL MEDIO NATURAL
Tras el Younger Diyas, período .frío probablemente provocado por un debilitamiento del sistema de
355
corrientes del Atlántico, el aumento de la temperatura iniciado durante el Tardiglacial se aceleró y motivó las transformaciones ambientales que dieron lugar
al establecimiento de las condiciones actuales. Los
datos recientes revelan que el Younger Dryas concluyó de manera brusca, dado que sólo en algunas decenas de años se produjo una subida térmica de hasta
10°C. La variación registrada en la curva de la acumulación de nieve establecida en Summit (Groenlandia) constituye un buen ejemplo de ese cambio brusco en las condiciones ambientales del final del Pleistoceno. Al adoptar las corrientes oceánicas su modo
de funcionamiento actual, las aguas superficiales del
Atlántico Norte se volvieron a calentar y en poco
tiempo las temperaturas ascendieron varios grados en
Europa. De este modo dio comienzo el último período interglaciar del Cuaternario, el Holoceno, cuyo
paleoclima no ha sido tan estable como hasta hace
poco se creía. De hecho, se han detectado ciertas
oscilaciones cíclicas en las temperaturas probablemente vinculadas a tenues cambios en la circulación
oceánica (Uriarte 2003). El calentamiento del Holoceno provocó cambios en la flora y en la fauna a nivel
global, así como en la propia configuración de los
continentes, dados el proceso de fusión de los hielos
continentales y el consiguiente ascenso del nivel del
mar.
En el marco de una puesta en valor de los cambios súbitos y de su trascendencia en el desarrollo
de las sociedades prehistóricas, recientemente se ha
llamado la atención sobre la contemporaneidad de
este violento cambio ambiental y el hiato de dataciones documentado en el Cantábrico hacia 10,19,6 ka BP no cal, una circunstancia igualmente
documentada en otros espacios europeos. La hipótesis, sugerente sin duda, consiste en asumir que las
violentas transformaciones ambientales pudieron
tener un efecto negativo para las poblaciones de
cazadores-recolectores que poblaban la costa cantábrica al comienzo del Holoceno (Estévez 2005). Sin
ánimo determinista, se sugiere que el cambio climático habría podido actuar como detonante de una
situación ya de por sí delicada. Así por ejemplo, un
fuerte incremento de las nevadas habría bastado
para reducir drásticamente el número de ungulados
como el ciervo, máxime si éstos estaban sometidos
(como era el caso) a una continuada presión cinegética. La evidencia arqueológica disponible revela la
persistencia de contextos azilienses tras el supuesto
"apagón", por lo que, en principio, el evento no
coincidiría con la transición al período que ahora
nos ocupa, y no contribuiría por tanto a explicar —al
menos como factor causal determinante— las transformaciones culturales documentadas en la región a
partir del IX milenio.
KOBIE (Serie Anejos n." 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
356
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
Respecto a los indicadores climáticos, tanto la
información procedente de los niveles mesolíticos
como la proporcionada por los depósitos no antrópicos (fondos marinos, lagos y turberas) atestiguan la
mejora climática descrita (Arias 1992a; Fano 1998b).
A los datos sedimentolôgicos, polínicos, antracológicos o faunísticos de yacimientos como La Riera,
Mazaculos y El Perro, hay que añadir hoy la información de interés ambiental recabada recientemente en
sitios como Kobeaga II, La Trecha, El Mirón, La Fragua, La Llana, Poza l'Egua y otros concheros asturienses sondeados recientemente.
Son muy escasos los estudios de sedimentos llevados a cabo hasta la fecha, pero los que se han efectuado recientemente —como el análisis sedimentológico de Kobeaga II (Areso y Uriz 2000) o el análisis
micromorfológico de El Mirón (Courty y Vallverdu
2001)— coinciden en señalar la mejora climática del
Holoceno. Así mismo, la mayor parte de los concheros en cueva están cementados, y la formación de las
costras y concreciones estalagmíticas que se asocian
a ese registro y contribuyen a caracterizarlo son producto de un proceso fisicoquímico que se ve favorecido por unas determinadas condiciones de temperatura y humedad (Butzer 1964, 204). Como ejemplo
reciente bien documentado cabe citar la potente costra estalagmítica localizada en La Garma A, infrayacente al nivel Mesolítico y datada por Termoluminiscencia hacia el 9000 a.C. (Arias, González Sainz et
al. 1999).
La información paleobotánica hasta ahora recuperada en los yacimientos cársticos —como el importante porcentaje de polen de avellano y de otras especies
arbóreas termôfilas de La Riera (Leroi-Gourhan
1986); la madera carbonizada de roble, avellano, fresno, encina, madroño, y en mucha menor medida de
pino y abedul de Mazaculos (Uzquiano 1995); o la
abundante presencia de madera de roble en Kobeaga
II (Zapata 2000a) y en los concheros asturienses sondeados en los últimos años (Arias, Fano et al., en
prensa)— es coherente con el panorama vegetal que
revelan los depósitos no antrópicos del norte peninsular (Ramil 1993; Peñalba 1992, 1993; Montserrat
1992). La etapa previa al inicio del Holoceno se
caracterizó por la ausencia de vegetación arbórea en
los ambientes de montaña; pinos, robles y abedules
sólo florecieron en fondos de valle y lugares protegidos. Más tarde, entre 10000 y 8000 BP no cal. aproximadamente, pinos y abedules comenzaron a colonizar las zonas de montaña, a la vez que los robles ocuparon espacios de menor altitud. Con posterioridad la
consolidación de las condiciones ambientales interglaciares se materializó, desde el punto de vista botánico, con el desarrollo del bosque mixto caducifolio
dominado por los géneros termófilos Oi.iercus y
Corvlus.
Son pocos los datos disponibles sobre microfauna
para el período que nos ocupa, no obstante la información es coherente con lo hasta ahora comentado
(Arias 1992a). Resulta sintomática por ejemplo la
presencia del lirón gris (Glis guis) en el nivel 29 de La
Riera, un micromamífero de carácter eminentemente
forestal (Pemán 1990). Los últimos datos recabados
proceden del nivel 10.1 de El Mirón y del depósito de
Kobeaga II. El Mirón ha proporcionado una colección de microfauna propia de un clima templado y
húmedo, con especies adaptadas a los medios boscosos como el topil.lo rojo (Clethrionomys glareolus), el
lirón gris (Glis glis) y la ratilla agreste (Mic rotï_.is
agresti.$) entre otros (Altuna et al. 2004). El escaso
material recuperado en Kobeaga II resulta también
coherente con el medio natural descrito (Murelaga et
al. 2005).
Por otro lado, el notable incremento en el registro
arqueológico de comienzos del Holoceno de algunas
especies de ungulados resulta también coherente con
el medio ambiente que indican los análisis paleobotánicos. Uno de esos taxones es Sus scrofa, cuyo incremento se ha asociado a la expansión del bosque,
medio al que está perfectamente adaptado (Altuna
1992, 1995, 1999). Lo mismo ocurre con Capreoius
capreolus; salvo alguna excepción ambos taxones
están presentes en el conjunto de los niveles mesolíticos estudiados, y en el caso de La Fragua el jabalí es
el ungulado mejor representado, tanto en número de
restos corno en aporte cárnico. Así mismo, la presencia en El Espertín (a 1260 m de altitud) de taxones
propios de climas templados, entre ellos el jabalí,
resulta especialmente significativo. Tampoco faltan
en niveles excavados recientemente aves bien adaptadas al medio forestal, como la paloma zurita, el cárabo y el ratonero, y aunque anecdótico cabe citar también el resto de ardilla hallado en Kobeaga H.
Una cuestión ya advertida por Vega del Sella en su
monografía sobre Cueto de la Mina (1916) es la sustitución de Littorina littorea por Monodonta lineata
en los niveles mesolíticos. Se trata de dos gasterópodos marinos que muestran un distinto grado de adaptación a las temperaturas elevadas (Newell et al.
1971). De ese modo, todo parece indicar que la
mayor o menor presencia en el registro arqueológico
de ambas especies se vincula a las condiciones
ambientales y no tanto a una posible selección antrôpica, dado que ambos gasterópodos ocupan espacios
muy similares dentro del ambiente intermareal y su
aporte a la dieta parece haber sido también muy parecido. Los detallados análisis arquemalacológicos rea-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
lizados recientemente sobre las colecciones de
Kobeaga II, La Trecha, La Fragua, La Llana, Poza
l'Egua y de otros concheros asturienses sondeados
recientemente, parecen corroborar el hecho, ya referido en otros trabajos (Fano 1998b, 2000), de la muy
escasa o nula presencia del caracol de aguas frías, Littorina littorea, en los niveles mesolíticos.
Probablemente, el notable incremento de Patella
intermedia en depósitos mesolíticos como los de La
Riera, Poza l'Egua y La Fragua consta también de
una lectura ambiental. A diferencia de Patella vulgata —la lapa más recolectada durante el Paleolítico,
bien adaptada al frío— Patella intermedia tiene unas
preferencias climáticas templadas (Craighead 1995;
Bailey y Craighead 2004; Gutiérrez Zugasti 2006);
aunque el incremento de esta especie de Patella
durante el Mesolítico también se ha vinculado a una
explotación más intensa del intermareal, dado que en
este caso ambos gasterópodos ocupan espacios distintos, Patella vulgata zonas poco expuestas al batido de
las olas y Patella intermedia zonas batidas (Ortea
1986).
Apenas disponemos de análisis sistemáticos de las
colecciones de malacofauna terrestre halladas en los
sitios mesolíticos del Cantábrico, pero cuando existen, como en el caso de Cubío Redondo (Aparicio
2001), nos muestran un conjunto de especies propias
de ambientes boscosos y húmedos.
En síntesis, todo parece indicar que las sociedades
mesolíticas del cantábrico conocieron, sobre todo a
partir del Boreal, un medio natural similar al actual,
con una cobertera vegetal caracterizada por el bosque
mixto caducifolio y un clima de tipo oceánico, quizá
más húmedo que el actual (Harrison y Digerfeldt
1993, 241). Un medio ambiente, por tanto, propio del
período interglaciar en el que aun nos encontramos.
El ascenso eustático del nivel marino producto del
calentamiento global del planeta, proceso que se aceleró hace unos diez mil años, afectó a la costa del Tardiglacial y también a la del Holoceno. El proceso,
ocurrido a nivel mundial, muestra ciertas particularidades según el área de estudio y no resulta posible
establecer una curva universal, ya que cada uno de los
fenómenos relacionados con las variaciones del nivel
del mar —pulsaciones de la curva eustática, movimientos isostáticos, geotectónica y desplazamientos
del geoide— gozó de una particular dinámica espaciotemporal (Mórner 1995).
El proceso de subida del nivel del mar a lo largo
del Holoceno se ha seguido en distintos puntos de la
costa cantábrica (véase entre otros Edeso 1991; Cea-
357
rreta et al. 1992; Cearreta y Murray 1996; Flor y Martínez 1997; Mary 1992), pero de momento resulta
difícil precisar la ubicación de la línea de costa a lo
largo del tiempo. En el caso del Cantábrico, la escasa
plataforma continental existente motiva que las regresiones y transgresiones marinas resulten modestas,
sobre todo si se comparan con las documentadas en
otros espacios europeos, y durante el Holoceno el
ascenso del nivel del mar no debió de producir una
pérdida importante de territorios hasta entonces
emergidos. Pero ello no es óbice para soslayar el problema; en primer término, la inundación de los espacios litorales y la acumulación de un importante volumen de sedimentos en la parte baja de los valles, producto de la modificación del nivel de base marino,
provocaron la pérdida de una parte del registro. No
sabemos cuántos yacimientos mesolíticos han desaparecido, pero sí contamos con un dato significativo:
más de la mitad (por encima del 65%) de los yacimientos asturienses localizados en el primer km de
costa se sitúan a menos de 500 m de la línea de costa
actual1', hecho que nos permite plantear, corno hipótesis razonable, que en la franja de costa afectada por
la transgresión marina el número de yacimientos
debió de ser importante (Fig. 13). En segundo término, no disponemos de una información veraz relativa
a la ubicación de los asentamientos con respecto al
medio litoral pretérito, circunstancia que, de no considerarla, alteraría sustancialmente nuestras inferencias sobre aspectos tales como el patrón de poblamiento y los modos de subsistencia de las sociedades
mesolíticas.
Otro buen ejemplo de lo comentado se documenta en la parte baja de uno de los valles cantábricos, el
del Asón, donde sitios como los abrigos de la Peña
del Perro (Santoña) han quedado literalmente colga-
50
45
40
f, 35
Ë 30
_
~ 25 4
• 20
~ 15
• 10
5 a
a
m0-1 km
■1-2km
o 2-3 km
umásde3km
~.,,..
Distancia respecto a la line*
de costa actual
Figura 13. Ubicación de la muestra de yacimientos mesolíticos analizada con respecto a la línea de costa actual.
10 Calculo efectuado a partir de una muestra de 81 sitios asturienses localizados en los concejos asturianos de Llanes y Ribadedeva (Fano 1998b), véase Fig. 28.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica
358
MIGUEL ANGEL FANO MARTÍNEZ
dos en los acantilados (Fig. 14), al provocar el ascenso del nivel del mar el desmantelamiento de los taludes que comunicaban los citados asentamientos con
el fondo del valle; a la vez que el progresivo acercamiento de la línea de costa ha dejado su huella en el
registro arqueológico, con una progresiva intensificación del marisqueo en la secuencia del abrigo principal desde el nivel Magdaleniense al nivel Mesolítico
(González Morales 1990; Moreno 1995). Se trata éste
de un hecho también observado en la inmediata cueva de La Fragua (Gutiérrez Zugasti 2006) y que no
resulta ajeno a otros depósitos peninsulares corno el
de la cueva de Nerja (Jordá Pardo 1984-85).
Figura 14. Vista de uno de los abrigos de la Peña del Perro en la ladera SE del Monte Buciero (foto cortesía de M. R. González Morales).
5. ASPECTOS TECNOLÓGICOS
Textos recientes, como los de A. Cava (2004) y A.
Alday (2005a, 2005b) en las concienzudas memorias
de excavación de Kampanoste y Mendandia, se hacen
eco de la "indefinición" de lo cantábrico en lo relativo a las industrias líticas. Efectivamente, la acusada
personalidad de los conjuntos cantábricos parece
difuminarse de repente, al margen quizá de lo asturiense, cuya singularidad ha marcado, como ya
vimos, la historia de la investigación sobre el período. La indeterminación del registro postaziliense del
Cantábrico oriental —probablemente vinculada, al
menos en parte, a la falta de investigaciones específicas sobre el período— y la originalidad del registro
asturiense —caracterizado en buena medida por la
habitual ausencia de utillaje en los depósitos— dificultan Iógicamente la búsqueda de parangón en espacios
próximos. Encontramos buen reflejo de ello en los
trabajos que han contextualizado, en un marco
amplio, -las unidades industriales mesolíticas (laminar, de muescas y clenticulados, y geométrica) definidas en la Alta-Media Cuenca del Ebro gracias a trabajos de campo recientes en sitios corno Atxoste,
Menclandia, Kampanoste, Kampanoste Goikoa
(Álava), Aizpea (Navarra) o Peña 14 (Zaragoza),
entre otros.
De esa indefinición comentada también da buena
cuenta el conato de debate que encontramos en la
bibliografía de los años 90 respecto a la organización
del registro cantábrico. La propuesta de P. Arias consistió en dividirlo en dos bloques industriales: el
Asturiense por un lado, y el Mesolítico postaziliense
del Cantábrico oriental por otro. El predominio neto
del sílex, una producción laminar importante, la elaboración de un utillaje más próximo al superopaleolítico, y la presencia de microlíticos geométricos,
serían algunos de los caracteres definitorios de ese
Mesolítico postaziliense, cuyas diferencias con el
complejo industrial asturiense se relacionaron con un
posible comportamiento territorial durante el período
(Arias 1991, 1997). Para la crítica de este modelo se
esgrimieron argumentos de diferente naturaleza, que
abogan por un mayor grado de homogeneidad para el
registro mesolítico. Así, las diferencias entre determinadas categorías de útiles vendrían determinadas por
factores como la materia prima —poco propicia en el
Cantábrico occidental para la producción laminar— y
las actividades realizadas, que sólo determinaron por
ejemplo el empleo del pico asturiense en el Cantábrico occidental. En alguna ocasión el utillaje lítico
pudo resultar sencillamente prescindible para el tipo
de actividad llevada a cabo en/desde el asentamiento,
o bien éste no se depositó en el sitio, como parece
haber ocurrido en La Fragua, donde se identificaron
signos evidentes de actividad en el área de ocupación
de la cueva pero apenas útiles. Al tiempo, una lectura más crítica del incierto y frágil registro vasco revelaría la elaboración de un utillaje no tan ajeno al de
las colecciones asturianas, con predominio de raspa-
KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2()04. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
359
dores, piezas de retoque continuo, muescas, denticulados, y de nuevo una mínima presencia de microlitos
geométricos (González Morales 1995a).
Los yacimientos excavados recientemente no permiten superar el panorama descrito. Sólo disponemos
de publicaciones definitivas para Kobeaga II y Cubío
Redondo, dos sitios que han arrojado exiguas colecciones -341 piezas (41 retocadas) la reexcavación del
primero, y 304 piezas (21 retocadas) el segundo—.
Para otros yacimientos como El Espertín, Los Canes,
Arangas, La Calvera, La Garma A, Pareko Landa o
Berroberría, sólo contamos con avances de resultados
en general poco detallados. En otros casos apenas se
han documentado evidencias, como ocurre en La
Poza l'Egua y en otros concheros asturienses sondeados recientemente, o en depósitos corno los de La
Trecha, El Mirón o Cofresnedo. De este modo, no es
mucho lo que la información reciente aporta al conocimiento de la cadena operativa del utillaje lítico del
período.
Por lo que respecta a la tipología, el utillaje de
piedra hallado hasta la fecha en los contextos asturienses es muy distinto al del período aziliense previo, tanto cuantitativa como cualitativamente. Niveles con una presencia importante de material retocado —con dominio del utillaje microlaminar— y de restos de talla, dan paso a un registro muy pobre en
materiales y caracterizado por el utillaje pesado. Valga corno ejemplo la experiencia de Mazaculos, donde
sólo se hallaron media docena de piezas retocadas y
unos tres centenares de restos de talla (sin una sola
hojita) tras excavar varios m' de un potente conchero.
La característica más sobresaliente de las colecciones es la importancia del utillaje sobre canto rodado, básicamente picos asturienses (Fig. 15 y 16) y
cantos trabajados. No resulta posible valorar con precisión el peso relativo de estos útiles en el conjunto
del utillaje, dada la evidente sobrerrepresentación del
pico asturiense. Su carácter de "fôsi.l director" motivó la sistemática recuperación del mismo en las excavaciones antiguas, así corno la atribución al Asturiense de piezas procedentes de contextos poco seguros
(niveles revueltos, hallazgos de superficie ... j. El
caso de los cantos trabajados es el contrario, dado que
se trata de piezas poco espectaculares y no definitorias desde el punto de vista cultural (Arias 1991). Por
lo que se refiere a los picos, el análisis de las dimensiones absolutas (longitud, anchura, espesor) y sus
proporciones reveló la existencia de un módulo original para la elaboración de este tipo de últiles, en el
que encajaría la mayor parte de las piezas analizadas
(González Morales 1982). Esa estandarización en sus
proporciones revelaría una selección de la materia
Figura 15. Pico asturiense de Mazaculos Il (foto cortesía de M. R.
González Morales).
Figura 16. Picos asturienses de La .Providencia, Gijón (izq.), y de la
Punta de la Vaca de Luanco. Gozón (dcha.).
prima, dado que el canto original definiría directamente las proporciones del útil. El utillaje sobre lasca u hoja es muy escaso en los contextos asturienses,
con predominio de raspadores, muescas y denticulados, y casi total ausencia de microlitos geométricos.
Hallazgos recientes en concheros, como El Aguila,
La Poza l'Egua y Arenillas confirman este hecho.
La investigación desarrollada en los últimos años
en espacios interiores del Cantábrico occidental está
revelando un panorama más complejo, con colecciones no tan ajenas a la tradición superopaleolítica. De
momento el material más significativo procede de El
Espertín, donde se ha documentado algo más de un
25% de utillaje laminar, compuesto esencialmente
por hojitas de dorso. En proporción similar aparecen
los útiles de sustrato (denticulados, muescas, raederas... ), a la vez que no faltan otros grupos tipológicos
como raspadores (con buena presencia de unguiformes), buriles (con predominio de diedros), truncaduras, piezas de retoque continuo, y en menor medida
perforadores y microlitos geométricos (triángulos y
KOBIE (Serie Anejos n.° 3), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
36(}
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
trapecios) (Fig. 17). Se trata de una colección próxima a los conjuntos del final del Paleolítico y no sorprende que inicialmente fuese atribuida a ese momento. Habremos de esperar a la publicación definitiva de
esta colección, así como de los materiales hallados en
Los Canes —donde debido al contexto de procedencia
(tumbas) sólo una parte de la industria puede atribuirse con cierta seguridad al Mesolítico— y sobre todo en
la cueva de Arangas, donde se ha señalado la presencia de raspadores, perforadores, piezas de dorso rebajado, piezas astilladas, piezas de retoque continuo,
muescas y denticulados, para conocer con algo más
de detalle el utillaje empleado por los grupos que
poblaron esos espacios interiores de la región.
2
Ya en Bizkaia, la reexcavación de Kobeaga II ha
revelado la producción de un utillaje tanto sobre lasca como sobre soportes laminares y microlaminares.
En general éstos últimos se reservan para la producciôn de "armaduras microlíticas", es decir, para la
elaboración de puntas y laminillas de dorso y de
microlitos geométricos (triángulos). En el nivel
Amck algo más del 27% de la colección está compuesta por armaduras microlíticas, con presencia
también significativa de raederas, denticulada y ecaillés (Fig. 18). Carecemos aun de detalles respecto al
importante repertorio de industria lítica del nivel Smk
de Pareko Landa, caracterizado en su parte inferior (ISmk) por los geométricos (triángulos) y los denticulados de retoque can-ipir%oide, mientras que en el tramo superior (Is-Smk) destaca la presencia, entre las
armaduras microlíticas, de trapecios de retoque
abrupto (Aguirre et al. 2000).
3
gaN
6
Hacia el Este, la industria del conchero de La Garma A parece ser abundante, al menos en comparación
con el panorama que habitualmente presentan los
contextos de este tipo. La colección estudiada por E.
Muñoz en su memoria de licenciatura incluye 1396
efectivos, de los cuales 74 son útiles. Predomina el
utillaje de sustrato: denticulados, muescas, raederas y
astillados suponen casi el 40% de la colección. La
proporción de raspadores también es importante, en
torno al 24%, y sin que falten circulares y unguiformes. El utillaje microlaminar supone a su vez el 19%,
con predominio de las laminillas de dorso, y también
se refiere la presencia de láminas retocadas y de un
trapecio". También se da cuenta de la presencia de
utillaje microlaminar en Cubío Redondo, así como de
algún geométrico. además de raspadores, piezas de
retoque continuo y muescas, entre otros objetos retocados.
7
.e2;27.cf2.
9
Finalmente, las últimas valoraciones sobre el
registro lítico del sitio navarro de Berroberría insisten
en la presencia en el nivel C de una colección de
material retocado acorde con la tipología clásica de
los conjuntos de muescas y denticulados, con presencia de denticulados de estilo campiñzoide en este nivel
y también en el suprayacente B. Las observaciones de
orden tipológico estarían avaladas por la contemporaneidad de las ocupaciones mesolíticas de Berroberría
y de la unidad industrial de muescas y denticulados
identificada en un buen número de niveles de la AltaMedia Cuenca del Ebro.
10
~ c~,1
12
13
14
Con relación a las materias primas, es la cuarcita, de fácil recogida en playas y lechos fluviales, la
Figura 17. Microlitos geométricos de El Espertín: triángulos (1 a J O)
y trapecios (11 a 14) (imagen cortesía de N. Fuertes Prieto, Fuertes
2000-2001).
1I
En un trabajo posterior se alude, en plural, a la presencia de
microlitos geométricos (Arias, González Sainz et al. 1999).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
361
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
que domina entre los restos de talla de los conjuntos
costeros del oriente de Asturias (supone en torno al
75%). En mucha menor proporción aparecen el cuarzo y la arenisca y de manera mínima la caliza. La proporción de sílex se sitúa en torno al 10% y es de procedencia local, al menos por lo que respecta a las
variedades identificadas a través de observaciones
macroscópicas en esta parte del Cantábrico —con predominio de la radiolarita y del sílex negro—, en general de mala calidad para la talla (Arias 1992b). El
registro de La Riera, con predominio de la cuarcita y
presencia de radiolarita y en menor medida de sílex
negro en los niveles mesolíticos (Straus y Clark
1986), constituye un buen ejemplo de lo comentado;
y también de la tendencia observada desde finales del
Tardiglacial hacia el empleo de material primas locales de peor calidad, con un mayor uso de la cuarcita y
de las variedades locales de s lex.
Por lo que atañe al utillaje, se observa que los útiles pesados, como los picos asturienses y los choppers, se elaboraron en cuarcita, mientras que para los
útiles en lascas y hojas pudo emplearse preferentemente el sílex. No obstante, la escasez del utillaje
asturiense elaborado sobre este tipo de soportes no
permite verificar este comportamiento. Si atendemos
a los últimos (y de nuevo parcos) datos, observamos
que en La Poza l'Egua de cuatro piezas retocadas tres
son en sílex y una en cuarcita, mientras que el soporte del material retocado recuperado en los sondeos de
varios concheros asturienses —sólo dos piezas procedentes de Arenillas y El Aguila— es el cuarzo y la
cuarcita.
En los espacios alejados del litoral se percibe la
misma tendencia en cuanto a la procedencia de la
materia prima. En el caso de Los Canes, el sflex cretácico dominante en los niveles del Paleolítico superior (procedente probablemente de afloramientos
localizados en el Oeste de Cantabria, al menos a 40
Km. de distancia) es sustituido durante el Holoceno
por materias primas locales como el sílex gris y, en
menor medida, el sílex negro (Arias, Fernández et al.,
en prensa). La finalidad del utillaje pudo influir en la
selección de la materia prima a emplear. De ese modo
se ha explicado la importante presencia de sílex gris
(la materia prima de mayor calidad entre las variedades locales) en las tumbas de Los Canes, donde una
buena parte del material probablemente se vincule al
tratamiento funerario de los inhumados (ofrendas, instrumentos vinculados a algún tipo de actividad ritual
...). En cambio, en la cercana cueva de Arangas, lugar
con una funcionalidad radicalmente distinta, predomina la cuarcita y el sílex gris pierde claramente el protagonismo a favor de otras variedades locales de peor
calidad como el sílex negro y la radiolarita.
2
4
-~-
-~-
10
9
2cm
12
13
Figura 18. Material lítico del nivel Amck de Kobeaga II: armaduras
microlíticas (1 a 7), microburil krukowski (8), raspador (9), raederas
(H)-12) y ecaillé (13) (imagen cortesía de J. C. López Quintana,
López Quintana 2000).
En El Espertín la norma también parece haber
sido el aprovechamiento de la materia prima local,
como el sílex negro y la cuarcita, pero no faltan algunos materiales exóticos que en algún caso habrían
sido introducidos en el sitio en forma de piezas retocadas. Así mismo, la distancia existente a las fuentes
de aprovisionamiento de materias primas líticas también parece tener su reflejo en el modo en que éstas
fueron trasladadas hasta el asentamiento: en forma de
cantos sin desbastar en el caso de la cuarcita y del
sílex negro, y en forma de núcleos ya conformados
tras un trabajo de preparación previo en el caso de
materiales de procedencia más lejana (Fuertes 20002001; Neira et al. 2004).
Por lo que respecta a los útiles, en Los Canes se ha
observado que la materia prima no se distribuye al
azar. Por ejemplo, en el caso de los microlitos geométricos se ha advertido la existencia de una relación
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
362
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
entre el tipo de materia prima y la técnica de retoque
empleada. Al igual que en Los Canes, los microlitos
geométricos de El Espertín se elaboraron sobre distintas rocas, en este caso con predominio de la radiolarita.
Por tanto, en la parte occidental de la región la
materia prima sería de procedencia fundamentalmente local, con una presencia limitada del sílex debido a
su escasez en el sustrato geológico de esta parte del
Cantábrico, compuesto esencialmente por materiales
paleozoicos. El sílex resulta mucho más accesible en
el Cantábrico oriental, circunstancia que queda perfectamente reflejada en los niveles mesolíticos (y de
otros períodos) de esta parte de la región; valgan
como ejemplo los registros recientes de yacimientos
cántabros como La Garma o Cubío Redondo, para los
que también se señala un aprovechamiento prioritario
de los sílex locales.
En la Cuenca Vasco Cantábrica y Pirineo navarro
se ha documentado un elevado número de silicificaciones, pero fueron pocos los tipos de sílex aprovechados por las sociedades paleolíticas. En especial,
son los sílex del Flysch, de Urbasa y de Teviño los
que presentan unas condiciones geomorfológicas que
posibilitaron una explotación sistemática de los mismos (Tarriño 2001a). Recientemente, el análisis
macro y microscópico de los sílex por parte de A.
Tarriño está permitiendo un avance cualitativo de
nuestros conocimientos sobre los tipos de sílex explotados y sus procedencias. Sus estudios, centrados en
el Pals Vasco, revelan un panorama no muy distinto
al observado en Asturias. Efectivamente, sitios como
Kobeaga II, Aizpea, Kampanoste o Mendandia
(Tarriño 2000, 2001 b, 2004 y 2005 respectivamente)
muestran un neto predominio de los sílex de procedencia local, aunque en Kampanoste los materiales
más próximos (sílex de Loza, Treviño y Urbasa) proceden de afloramientos naturales localizados a distancias comprendidas entre los 20 y los 30 Km. En los
otros tres casos, los sílex locales (del Flysch Cretácico en Kobeaga II; de Loza y de Treviño en Mendandia; y del Flysch pirenaico en Aizpea) proceden de
afloramientos más próximos (10-15 km.).
No faltan sílex de procedencia más o menos remota, pero están presentes de manera netamente minoritaria. Ese es el caso, muy interesante, de la presencia
de sílex del Flysch Cretácico en Mendandia, Kampanoste y Aizpea, es decir, en sitios localizados al otro
lado de la divisoria de aguas y a muchos kilómetros
de distancia de los afloramientos —en torno a 80-90,
70-80, y 40-60 Km., respectivamente. Si bien es cierto que este material aparece en pequeña proporción
(con un máximo del 6% en el nivel Lanh-i de Kam-
panoste), su presencia (algo más importante entre el
material retocado) revela, al igual que otro tipo de
evidencias que después comentaremos, la existencia
de relaciones entre los contextos mesolíticos del Alto
Ebro y los de la vertiente atlántica. En este sentido,
cabe también recordar la mínima presencia de sílex
de Urbasa en Kobeaga II. En los yacimientos del Alto
Ebro y Pirineo navarro se han localizado otros materiales de procedencia lejana como el sílex de la Chalosse y de la zona litoral de Las Landas en Aizpea
(0,2% en el nivel Ainf.) o el sílex de Urbasa en Aizpea (0,3% en el nivel Ainf.) y Mendandia (2,2% en el
nivel IIIinf.).
Por lo que respecta a la tecnología, en el caso de
las colecciones asturienses P. Arias ha constatado el
empleo de una técnica de talla especialmente indicada para las particularidades de la materia prima predominante; se trata de la denominada técnica del
núcleo unidireccional con plano de percusión cortical (N.U.P.C.) (Arias 1987). Consiste en la talla de un
canto rodado por medio de golpes oblicuos, aplicados
de manera sucesiva en toda la anchura de una de sus
caras planas, comenzando por un extremo del eje
mayor, y renovando, por tanto, el plano de percusión
a cada hilada. Al estar cercano el agotamiento del
canto, se modificaría ligeramente la estrategia,
mediante la ampliación del plano de percusión a todo
el contorno cortical del canto. Los núcleos abandonados en las primeras fases de la talla (los N.U.P.C. propiamente dichos) tendrían una forma similar a la de
un chopper —de hecho, así fueron interpretados inicialmente—, a la vez que los próximos al agotamiento
serían de tipo discoide. Los productos obtenidos son
lascas con talón cortical, gran parte de ellas de decorticado secundario, de dimensiones bastante regulares
(unos 3 cm. de longitud y anchura). Las colecciones
asturienses, procedentes tanto de concheros corno de
yacimientos al aire libre (Sierra Plana de la Borbolla
y Cuesta de Pimiango), revelan el empleo de la técnica descrita: índices elevados de núcleos de los tipos
correspondientes, elevados porcentajes de lascas de
decorticado secundario y predominio de las lascas de
talón cortical. No parece que la abundancia de lascas
de decorticado secundario en los conjuntos deba considerarse como indicio de la importancia de las primeras fases de la talla en los sitios, puesto que en una
técnica como la del N.U.P.C. ese tipo de productos se
habrían extraído en casi todo el proceso de aprovechamiento del núcleo.
La técnica habría posibilitado un aprovechamiento prácticamente completo de los cantos de cuarcita y
favorecería la obtención de lascas bastante uniformes
desde el punto de vista dimensional y morfológico,
sin necesidad de una preparación previa del núcleo,
KOBIE (Serie Anejos n." 8), afeo 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGION CANTÁBRICA
363
algo que resulta complicado de llevar a cabo con un
material como la cuarcita. Sería por tanto una técnica
apropiada para confeccionar útiles tecnológicamente
sencillos como los picos asturienses, a la vez que las
características de lascas obtenidas (cortas, robustas y
con filos resistentes) serían las apropiadas para elaborar los útiles comunes (como muescas y denticulados)
en los yacimientos asturienses.
A su vez, N. Fuertes ha identificado, entre los
tipos de roca tallados con intensidad en El Espertín,
una cadena operativa de talla laminar destinada a la
obtención de hojas y hojitas, producidas a partir de
núcleos prismáticos con dirección de talla unipolar.
También se ha verificado la producción de lascas a
partir de un esquema de talla centrípeto, sobre todo en
cuarcita. La producción de los microlitos geométricos
se llevó a cabo en el marco de la cadena operativa de
talla laminar identificada, salvo en algún caso en el
que parecen haberse empleado fragmentos de lascas
de cuarcita. La elaboración de geométricos a partir de
soportes laminares se llevó a término mediante la técnica ciel microburil (identificada fundamentalmente
por los restos de talla) y mediante la llamada técnica
de rotura transversal. Es decir, se emplearon dos procedimientos distintos para fracturar las láminas utilizadas para la elaboración de los geométricos. El
empleo de la técnica del microburil para la fabricación de geométricos se ha identificado igualmente en
otros yacimientos corno Los Canes, La Garma y
Kobeaga II.
La técnica de rotura transversal es un procedimiento técnico más sencillo, indicado para la fabricación de puntas triangulares. Consiste en fracturar
—posiblemente mediante percusión directa— una hoja a
partir de la cara inferior y en su zona central. De este
modo se obtiene una superficie de rotura perpendicular al eje y es el fragmento distal del soporte el que se
emplea para elaborar el instrumento. El triángulo vendrá definido por la intersección de un dorso rebajado
sobre un borde lateral del soporté y una truncadura
proximal realizada sobre la rotura (Fig. 19).
Por lo que se refiere a la funcionalidad del utillaje lítico, el material asturiense se lia vinculado a prácticas económicas como el incremento de la actividad
recolectora y la puesta en práctica de técnicas de caza
menos dependientes del empleo de proyectiles; así
como al trabajo (con útiles como las muescas y los
denticulados) de la madera, material muy accesible
en los bosques cantábricos del Holoceno cuyo uso
sistemático para la confección de herramientas habría
coincidido con la brusca reducción del empleo del
material óseo. De momento carecemos de estudios
funcionales que verifiquen estas observaciones. Sí
I "Tticníca de rotura transversal": íractu ación de
una hoja pur percusión sobré s,i cara inferior
2: Retoque sobre la pane distal de la hoja fracturada
l'unta triangular
Figura 19. Proceso de elaboración de las puntas triangulares en dos
pasos. I : "Técnica de rotura transversal"; 2: Retoque (imagen cortesía
de N. Fuertes Prieto. Fuertes 2000-2001).
contamos con análisis de este tipo en un yacimiento
prôximo al Cantábrico, Mendandia; donde el raspado
y cepillado de materiales duros orgánicos se realizó
fundamentalmente con muescas y denticulados, pero
sólo ha podido reconocerse de manera absoluta algo
más de un tercio de las huellas correspondientes a ese
tipo de materiales, con similar representación de la
madera y el hueso y en menor medida del asta (Mazo
2005).
Tampoco se han realizado análisis como los que
en otros contextos han permitido, por ejemplo, identificar utillaje lítico empleado para procesar el pescado (Clemente 1997). A su vez, la presencia de armaduras microlíticas se ha vinculado a la actividad cinegética, pero de nuevo carecemos de análisis funcionales que lo verifiquen, tal y como se ha hecho en Mendandia, donde algo más de un tercio de los microlitos
geométricos del nivel IIlinf. presentan huellas funcionales que corresponden a su uso como elementos de
proyectil (Domingo 2005).
En el Cantábrico el instrumento que ha monopolizado el debate respecto a la funcionalidad del utillaje
KOBIE (Serie Anejos n.° S), año 20)4. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
364
MIGUEL ANGEL FAIN MARTÍNEZ
ha sido el pico asturiense. En los albores de la investigación se le denominó '`pico marisquero" y se estimó su utilidad para la recolección de patellas (Vega
del Sella 1923). En trabajos posteriores se apuntaron
otras posibilidades, como su empleo para abrir los
erizos de mar que encontramos comúnmente en los
concheros (Madariaga 1976), o su uso para cavar
superficialmente la tierra en busca de raíces comestibles (Jordá 1970, Pérez 1999). Aún hoy desconocemos la función precisa de este útil, pero en consonancia con lo apuntado hace años por González Morales
(1982), pensamos que existen una serie de evidencias
que permiten suponer para este instrumento un uso
vinculado a las tareas de explotación del litoral.
Como hecho más relevante cabe citar la vinculación
de los picos a los depósitos de conchero, circunstancia que permite establecer una relación directa entre
estos instrumentos y los asentamientos costeros desde los que se practicó el marisqueo. Esperamos que el
programa experimental que desarrolla actualmente F.
I. Gutiérrez Zugasti contribuya a esclarecer la cuestión.
En síntesis, resulta difícil ofrecer una visión integradora para el conjunto del Cantábrico respecto al
utillaje lítico, pero lo que sí parecen verificar los nuevos datos es la distancia existente entre los concheros
del Cantábrico occidental y otros yacimientos ubicados tanto al Sur como al Este del área clásica de dispersión del Asturiense. En el Espertín se ha identificado una cadena operativa de talla laminar y el utillaje microlaminar también está presente en sitios del.
Cantábrico oriental excavados recientemente como
La Garma A, Kobeaga II y Pareko Landa. Sólo el utillaje de sustrato parece conferir una cierta homogeneidad al registro lítico de la región. A su vez, los
geométricos, prácticamente inéditos en los concheros
asturienses, se documentan en buena parte de los
sitios en los que se ha trabajado recientemente, aunque su peso en las colecciones no parece ser importante, al menos en los casos para los que se dispone
de datos más detallados. La información relativa a las
materias primas líticas de las colecciones asturienses
se han venido interpretando como evidencia de unas
sociedades menos móviles —quizá marcadas por un
incipiente comportamiento territorial—, bien adaptadas a unas áreas de captación de recursos más reducidas que habrían sido explotadas de manera intensiva.
Al otro lado del Cantábrico son aún pocos los yacimientos paleolíticos estudiados con detalle (Labeko
koba, Antoliñako koba), pero los datos disponibles
parecen apuntar en la misma dirección, es decir, hacia
un mayor aprovechamiento de los sílex cercanos o
próximos durante el Mesolítico (Tarriño y Aguirre
1997; Tarriño 2001a). Finalmente, la carencia de análisis funcionales sistemáticos motiva, como después
veremos, un limitado aporte del utillaje lítico al conocimiento de las prácticas económicas de las sociedades mesolíticas de la región.
Las nuevas excavaciones confirman la pobreza de
la industria ósea hallada en los niveles mesolíticos del
Cantábrico, tanto en lo que se refiere a número de
objetos como a la variedad tipológica de los mismos,
sobre todo en los contextos asturienses. El repertorio
se reduce a algunos bastones perforados no decorados, como los hallados por Vega del Sella en Fonfría
y Trescalabres, así como a algunas azagayas, esquirlas biapuntadas o "anzuelos", huesos aguzados y
espátulas. El largo punzón de hueso que acompaña a
un bastón similar a los asturienses en la tumba II de
Los Canes resulta excepcional. Es así mismo muy
destacable la total ausencia de objetos decorados en
la exigua colección de utillaje óseo procedente de los
yacimientos mesolíticos de la región.
Entre el utillaje mencionado cobran especial significado las piezas biapuntadas, que presentan una
escotadura central o bien una forma ligeramente curva. A partir de la analogía etnográfica Vega del Sella
(1916) consideró que se trataba de anzuelos biapuntados (Fig. 20). Aparecen por primera vez en contextos azilienses (Fernández-Tresguerres 1980, 149;
González Morales y Díaz Casado 1992, 56), cuando
aún se empleaban arpones, y los encontramos después en yacimientos mesolíticos como Mazaculos, La
Riera, Kobeaga II y Marizulo (González Morales
1982; Arias 1991; López Quintana 2000). Se ha indicado la presencia de una pieza similar en El Espertín
ar
Figura 20. "Anzuelos" procedentes del conchero de Mazaculos II
(González Morales 1982).
KOBIE (Serie Anejos n." 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
(Neira et al. 2004), y algunos ejemplares hallados en
Aizpea se han publicado también recientemente
(Barandiarán 2001a). El útil siguió utilizándose
durante el Neolítico, tal y como atestigua su presencia en la ocupación neolítica de Mazaculos. Esta
innovación técnica se ha interpretado como uno de
los indicadores del cambio acontecido durante el
Mesolítico en el modo de concebir la actividad pesquera (González Morales 1982, Fernández 2001). En
efecto, la "caza de peces" con arpón, eficaz sobre
todo en el medio fluvial, da paso a una tecnología
más indicada para la explotación del medio marino.
6. LA SUBSISTENCIA DURANTE EL PERÍODO
6.1. El aprovechamiento del medio terrestre: caza
y recolección
En los últimos años hemos avanzado algo en el
conocimiento de la caza de ungulados y otros mamíferos practicada por los grupos mesolíticos del Cantábrico. A las síntesis de los años 90 (Arias 1991,
1992c; Quesada 1999) hay que añadir hoy los datos
producto de los análisis (concluidos o en curso) de
nuevas colecciones de fauna. Cabe citar, entre otras,
las de Kobeaga II (Castaños 2000), La Fragua (Marín
2004), El Mirón (Altuna et al. 2004), Cubío Redondo
(Castaños 2001), Poza l'Egua (Arias, FernándezTresguerres et al., en prensa), El :Espertín (Neira et al.
2004) y Los Canes (Castaños 2001). No obstante, las
observaciones de orden tafonómico y arqueozoológico siguen teniendo un alcance limitado, dado que la
mayor parte de las colecciones están compuestas por
un número reducido de restos.
Respecto a la captura de ungulados, las nuevas
colecciones -como la de Poza l'Egua— corroboran la
importancia del ciervo en los contextos asturienses.
El jabalí, el corzo y la cabra también parecen haber
jugado un papel relevante en la dieta de los grupos
mesolíticos del Cantábrico occidental. A su vez, los
yacimientos de montaña localizados al Sur del área
clásica de dispersión de los concheros asturienses
revelan un espectro faunístico distinto al de los asentamientos costeros, con predominio de rebeco y cabra
tanto en Los Canes como en El Espertín, hecho sin
duda relacionado con la propia ubicación geográfica
de los yacimientos. Así mismo, el predominio del
jabalí en La Fragua abonaría la idea de la existencia
de un espectro más diversificado de ungulados en el
Cantábrico oriental, con un superioridad mitigada del
ciervo en los recuentos (vid. al respecto Estévez y
Gassiot 2002, 58). En este sentido, cabe mencionar el
predominio del ciervo entre las especies de ungulados
de Cubío Redondo (54% N.R.), pero con una propor-
365
ción sensiblemente inferior a la registrada en los
depósitos asturienses de Mazaculos y La Riera (en
torno al 70% y 84% respectivamente). La presencia
de restos de bovinos y caballos en los niveles mesolíticos es discreta, pero no conviene obviar el posible
aporte cárnico de estos taxones, tal y como ha revelado el análisis de La Fragua en el caso de los restos de
bovino.
En los pocos casos en que existe información al
respecto las presas son de edades diversas. Constituyen buen ejemplo de ello los jabalíes de La Fragua,
dado que se han documentado ejemplares correspondientes a diferentes grupos de edad (neonato o infantil, juvenil, adulto y senil). En el Espertín parece darse una situación similar, al menos entre los taxones
predominantes (rebeco y cabra). La presencia de
ejemplares de diferentes edades correspondientes al
mismo taxón también se verifica en los depósitos de
La Riera, Mazaculos, Cubío Redondo y Kobeaga. La
información sobre las épocas de captura de las presas
resulta aún más limitada; cabe mencionar las observaciones preliminares realizadas sobre la colección
de fauna del nivel 3.3 de Mazaculos, donde la mayoría de ejemplares de ungulados de edad determinable
fueron capturados muy jóvenes, a finales de la primavera o en verano.
En La Fragua se han registrado diferentes patrones de transporte en función de los taxones y edad de
las presas: transporte parcial de los jabalíes —sólo
extremidades y cabeza- y ciervos adultos —sin evidencias del esqueleto axial—, y probablemente completo
de ciervos jóvenes y de cabras. En La Riera, las partes esqueléticas de ciervo representadas se han interpretado como evidencia de un traslado íntegro de las
presas, quizá precedido de labores de desarticulación
destinadas a abandonar las partes anatómicas menos
rentables. Así mismo, el análisis preliminar de la
colección de fauna recuperada en los concheros asturienses recientemente sondeados muestra el mismo
número de restos del esqueleto axial que de extremidades.
Las observaciones de orden tafonómico realizadas son también escasas. No obstante, cuando disponemos de información de ese tipo comprobamos,
entre otros aspectos, el alto grado de fragmentación
que presentan los huesos. P. Castaños se refiere a una
colección "literalmente triturada" en el caso de
Kobeaga y otros autores destacan también la fuerte
fragmentación de las colecciones de El Espertín,
Cubío Redondo y La Fragua. En este último caso se
ha verificado el carácter antrópico de buena parte de
las fracturas: en el caso del ciervo casi un 40% de los
restos presentan fractura antrópica. La autora del
KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
366
MIGUEL ÁNGEL FANO) MARTÍNEZ
análisis se refiere a una reducción de grado de fracturación de los huesos del nivel mesolítico respecto
a los niveles tardiglaciares previos, en los que sí
parece haberse producido un aprovechamiento intensivo de la médula. Las fracturas observadas en el
nivel mesolítico parecen vincularse a un aprovechamiento cárnico y no tanto medular. No obstante, el
aprovechamiento medular está bien documentado en
otro yacimiento de la cuenca del Asón (El Mirón), a
tenor de las observaciones de M. Pérez Ripoll sobre
restos de corzo. Así mismo, las marcas de corte
observadas en algunas colecciones como la de La
Fragua y El Mirón confirman el aprovechamiento
cárnico de las presas: el 33% de los restos de ciervo
del primer sitio presenta trazas producidas durante el
proceso de carnicería. Si los datos relativos a la primera fase de aprovechamiento de las carcasas —trabajo de carnicería— resultan escasos, resulta aún más
parca la información correspondiente a la fase de
cocinado y consumo del alimento. Sin duda, las huelias de fuego identificadas en algunas colecciones
—el 33% de los restos de ciervo de La Fragua muestran huellas de cremación— están en buena medida
relacionadas con esta segunda fase del aprovechamiento de las carcasas.
Los últimos análisis confirman que la presencia
de restos de pequeños y grandes carnívoros —comadreja, tejón, garduña, zorro, gato montés y oso pardo,
entre otros— en los niveles mesolíticos del Cantábrico
es un hecho relativamente comtin. De momento, la
información disponible no permite despejar la incógnita respecto al carácter natural y/o antrópico de su
presencia en el registro arqueológico. Algunas evidencias -como las incisiones observadas en el resto
de zorro de La Fragua, que A. B. Marín relaciona con
un posible aprovechamiento cárnico del animal— abogan por la segunda posibilidad, y no cabe descartar
que al menos una parte de los restos documentados
sea producto del aprovechamiento de la carne y/o piel
de estos mamíferos. El análisis tafonó.mico de la interesante colección de carnívoros de El Espertín,
actualmente en curso por parte de C. Fernández,
aportará una información relevante sobre esta cuestión. Mención especial merece la presencia de perro
en el nivel II Marizulo (escápula cuya determinación
como Canis familiaris es segura) y quizá en Arenaza
(un solo resto de canino en el nivel III) (Altuna 1994).
En el caso del yacimiento guipuzcoano, el brusco
incremento de restos de jabalí en el mismo nivel se ha
relacionado con una posible utilización del perro para
la caza de este suido (Arias 1991, 328).
En la bibliografía son comunes las referencias,
más o menos precisas, a la presencia de restos de aves
en los niveles mesolíticos del Cantábrico (Clark
1976; Elorza 1990; Arias 1992c). La captura y consumo de estos vertebrados se documenta en mayor o
menor medida a lo largo del Paleolítico superior (véase el caso de Berroberría, Diez et al. 1995) y no resulta sorprendente, todo lo contrario, su presencia en los
niveles del Holoceno antiguo. No obstante, carecemos de análisis tafonómicos y arqueozoológicos
sobre colecciones amplias que nos permitan valorar
el papel de las aves en la dieta de los grupos mesolíticos. En algunos casos, como el de Santimamiñe
(Aranzadi et al. 1931; Elorza 1990) por citar la colección más sobresaliente, no disponemos de información de carácter cuantitativo, y cuando ésta existe
—como en los casos de El Mirón (Altuna et al. 2004)
y Cubío Redondo (Sánchez Marco 2001)— los restos
recuperados son muy escasos. En Cubío Redondo
sólo se han documentado restos de rapaces y de córvidos; y en el Mirón de paloma (Columba livia/oenas; Coluniba palumbus), de gallo lira (Tetrao tetrix),
de cárabo (Strix aluco) y de cuervo (Corvus corax).
Ambas colecciones no muestran evidencia alguna de
procesado —huellas de corte o fuego— que pudiera
indicar algún uso, alimenticio o de otra naturaleza, de
estos animales. En otras excavaciones recientes apenas se ha recuperado avifauna (en Kobeaga II un solo
resto de tordo, Turdus rnerula) o bien ésta se encuentra en estudio (El Espertín).
La colección más relevante procede del conchero
de Santimamiñe —aunque en este caso a la falta de
cuantificación hay que unir las dificultades de comprensión, ya comentadas, que ofrece la secuencia
holocena del sitio—, con presencia, entre otra avifauna, de paloma zurita y torcaz (Columba nenas/palumbus), perdiz pardilla y roja (Perdix perdiz, Alectoris
rttfa), tordo (Turdus iliacas), arrendajo (Garrulas
glandarius), mirlo de collar (Tordus torquatus), chovas (Pyrrhocorax Pyrrhocorax, Pyrrhocorax graculus), lechuza (Tilo alba), urraca (Pica pica)..., así
como de aves acuáticas como el ánsar (Ariser anser),
el ánade (Anas platyrrhyncha) y el ave fría (Vanellus
vanellus). En este sentido, cabe recordar que los ocupantes de Herriko Barra abatieron —al parecer en los
albores del Neolítico— aves marinas (Elorza y Sánchez Marco 1993).
La mejora climática del Holoceno y la consiguiente implantación del bosque mixto caducifolio en
el Cantábrico incrementó de manera notable la oferta
de recursos vegetales silvestres susceptibles de ser
consumidos. Tal y como se indica en el capítulo dedicado al medio físico, el diferente ritmo de adaptación
a las nuevas condiciones ambientales de las comunidades vegetales en La Marina y en las áreas de mayor
altitud —donde persistieron durante más tiempo las
especies propias de entornos fríos— contribuyó tam-
KOBIE (Serie Anejos n.' 8). año 2()04. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESC)LÍ7"IC'O EN LA REGION C'ANTABRICA
bién a incrementar la diversidad de los recursos bióticos potencialmente consumibles.
Seguramente, los frutos silvestres, como avellanas
y bellotas, jugaron un papel muy relevante en la alimentación de las sociedades mesolíticas del Cantábrico, dado que fueron alimentos abundantes, predecibles y que pudieron recolectarse y almacenarse. Los
incipientes análisis químicos y dentarios, como los
llevados a cabo a partir de la mujer inhumada en Aizpea (Aribe, Navarra), abonan la idea de la importancia de los recursos vegetales en la dieta (de la Rúa et
al. 2001). Sin embargo, apenas disponemos de evidencias materiales al respecto. En ello influye la difícil conservación de frutos y semillas —en nuestras
latitudes prácticamente sólo si se produce un proceso
casual o intencional de carbonización—, los sesgos
predeposicionales —consumo exclusivo de tallos y
hojas, consumo in sitar sin traslado hasta el asentamiento, etc.—, y la falta hasta fechas recientes de
muestreos arqueológicos específicos (Zapata 2000b).
En su caso, habrá que esperar a la publicación de
los datos recabados en los últimos años en las excavaciones —como la de La Garma A, El Mirón y Pareko Landa, entre otras— en las que se ha venido flotando el sedimento procedente de niveles mesolíticos,
para poder contar con una mínima información al respecto. De momento, y al margen de los restos de avellana localizados en el nivel transicional de Pico
Ramos, sólo podemos sospechar ese consumo de productos vegetales silvestres, tal y como ya hiciera P.
Uzquiano (1995) hace algunos años a la luz del registro antracológico de Mazaculos II. Apoya esta idea la
reciente documentación de evidencias en algunos
yacimientos próximos al Cantábrico, como el pirenaico de Aizpea ya citado, y los de Kampanoste Goikoa
y Mendandia en el Alto Ebro. Los dos primeros han
proporcionado restos de avellana y de frutos tipo
manzana/serbal (Zapata 1998, 2001), mientras que el
tercero sólo arrojó dos restos de cáscara de avellana,
probablemente por no haber sido Mendandia un asentamiento desde el que se practicara de manera habitual la recolección de frutos (Zapata y Peña-Chocarro
2005). Además, y al igual que ocurre en los yacimientos cantábricos, el polen y la madera carbonizada recuperados en los sitios citados revelan un paisaje vegetal rico en frutos; valga como ejemplo, entre
otros, la presencia de Pino albar (Pinus Svlvestris L.)
y endrino (Prunus spinosa).
En síntesis, el bosque mixto caducifolio del Cantábrico posibilitó el consumo de un importante y
variado volumen de frutos silvestres, pero estamos
aún muy lejos de poder esbozar un listado de productos consumidos. A pesar de la aplicación en los últi-
367
mos años de la metodología necesaria para la recuperación de los macrorrestos vegetales conservados,
debe valorarse el hecho de que estos no siempre se
conservan de forma identificable. Destaca en este
sentido la común identificación de restos de avellana,
sin duda relacionada con la fuerte presencia de avellanos en el medio y con la frecuente carbonización
de este fruto seco, pero también con la resistencia y
dureza de su pericarpio. En cambio, las cáscaras de
bellota —fruto también muy abundante en el medio
dada la proliferaciôn del roble en los bosques cantábricos del Holoceno— apenas están presentes en las
muestras estudiadas, quizá por su mayor fragilidad o
por encontrarse las bellotas descascarilladas en el
momento de entrar en contacto con el fuego (Zapata 2002).
Probablemente los caracoles de tierra formaron
también parte, con un peso específico difícil de precisar, de la dieta de los grupos mesolíticos del Cantábrico. A la información recabada hace algunos años
(Arias 1992c) se unen nuevos datos producto de análisis arqueomalacológicos recientes. Aunque en proporciones discretas (siempre por debajo del 2% del
NMI), la especie Cepaea nernoralis es una constante
en depósitos mesolíticos costeros como los de La Llana, La Fragua y La Trecha. La Familia Helicklae aparece en el nivel l de El Perro en proporciones similares. En el caso de los concheros asturienses, los últimos datos recabados en sitios como Poza l'Egua y
otros depósitos muestreados recientemente, confirman la escasa presencia de gasterópodos terrestres en
los concheros, pero sin que falten ejemplares de
Cepaea nenzoralis. Su presencia se verifica también
en sitios del interior de Asturias como Arangas y Los
Canes, en este último quizá como depósito intencional que acompaña a uno de los individuos inhumados
en el sitio.
A su vez, en el sitio interior de Cubío Redondo se
ha excavado recientemente un conchero muy rico en
gasterópodos terrestres con importante presencia de
Cepaea nernoralis, la única especie (de las 21 reconocidas) que se considera de origen antrópico y cuya
recolección se habría llevado a cabo con fines alimenticios (Aparicio 2001). Esta práctica se ha documentado con seguridad en La Fragua en un momento
aun aziliense (nivel 3) —al menos por lo que a la datación disponible se refiere—, dada la conservación de
un potente conchero de Cepaea rzernoralis (esta especie constituye el 94% del NMI del depósito) en esta
pequeña cavidad. Al margen de los casos de Cubío
Redondo y Cofresnedo, en Cantabria (en particular
en las cuencas de los ríos Miera y Asón) se ha contabilizado un importante número de yacimientos en
cueva que muestran, entre otros componentes, impor-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
368
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
tantes acumulaciones de gasterópodos terrestres
(Cepaea), pero de momento apenas disponemos de
información al respecto (Ruiz Cobo et al. 1999).
6.2. El aprovechamiento del medio marino: pesca
y marisqueo
Tras las escasas evidencias documentadas en los
contextos del Paleolítico medio reciente y del Paleolítico superior inicial de la región cantábrica, serán
los contextos solutrenses los que muestren un incremento significativo de la explotación del medio marino, con presencia de moluscos y de peces de ambientes estuarinos. Durante el Tardiglacial ya se documentan concheros y la pesca parece haber sido una
actividad de peso entre las sociedades del final del
Paleolítico, con capturas de especies marinas desde el
Magdaleniense final (Fernández García 2001). Pero
será durante el Mesolítico cuando los recursos marinos se exploten con mayor intensidad, de hecho el
conchero es el tipo de yacimiento más común durante este período, sobre todo en el Cantábrico occidental. No obstante, sabemos que algunos factores sesgan nuestros conocimientos sobre el aprovechamiento del medio por parte de las sociedades paleolíticas
del Cantábrico. Ese es el caso de la transgresión flandriense ya comentada, que sin duda afectó a la costa
del Tardiglacial, ocasionando la desaparición de los
más que probables asentamientos magdalenienses
costeros.
Contamos con un número relativamente amplio
de yacimientos sondeados o excavados en las últimas
décadas que han proporcionado o van a proporcionar
información de calidad acerca del empleo de los
recursos marinos por parte de las sociedades mesolíticas. Pero de momento son pocos los estudios
arqueozoológicos de carácter cuantitativo realizados
a partir de muestras amplias. Por lo que a la malacofauna marina se refiere, en Asturias disponemos ya
de análisis cuantitativos —no siempre con el mismo
grado de detalle— para las ocupaciones mesolíticas de
Mazaculos (González Morales et al. 1980, campaña
de 1977), La Riera (Ortea 1986), La Llana (Gutiérrez
Zugasti 2005), Los Canes (Vásquez y Rosales 2002,
n.d., citado en Álvarez Fernández 2005-2006), Poza
l'Egua (Arias, Fernández-Tresguerres et al., en prensa), así como para parte de los concheros asturienses
en cueva sondeados recientemente (Arias, Fano et al.,
en prensa) y para los sitios en los que trabajó Clark
(1976)
.
durante la elaboración de su tesis doctoral (en
especial El Penicial, Coberizas, La Riera y Bricia); en
Cantabria disponemos de análisis detallados para El
Perro (Moreno 1995) así como para La Fragua y La
Trecha (Gutiérrez Zugasti 2005, 2006); entre los
yacimientos vascos sólo disponemos de una informa-
ción de cierto detalle en los casos de Santimamiñe
(Altuna 1972), Kobeaga II (López Quintana 2000) y
Pico Ramos (Moreno 1995). Se dispone además de
alguna información, ya comentada con anterioridad,
relativa a los patrones de recogida de moluscos gracias a los análisis isotópicos (160-180) y de bandas
de crecimiento efectuados a partir de muestras de
Monodonta y Patella.
La información sobre la actividad pesquera resulta mucho más limitada. Existe un problema evidente
de muestreo, dado que a los protocolos de las excavaciones antiguas se une el estado de conservación de la
mayor parte de los concheros, fuertemente concrecionados, circunstancia que dificulta la recuperación de
materiales frágiles como los restos de pescado. De
hecho, un trabajo reciente sobre el tema sólo recoge
1.1 sitios mesolíticos con evidencias de carácter ictiológico (Fernández 2001), y de momento la información sobre la actividad pesquera procede fundamentalmente del depósito de Mazaculos. Son muy pocos
los análisis ictiológicos efectuados en la región
(Menéndez de la Hoz et al. 1986 para La Riera; Roselló 1990 para Mazaculos y Los Canes), pero existen
muestras pendientes de estudio, como las de La Garma A y las procedentes de concheros asturienses en
los 9ue hemos trabajado recientemente (Poza l'Egua,
El Aguila, Covajorno, Colomba y Puerto de Vidiago
II), que esperamos contribuyan a mejorar el panorama descrito.
La actividad mejor documentada es el marisqueo,
gracias al importante volumen de restos de moluscos,
crustáceos y equinodermos documentados en los
depósitos mesolíticos de la región. Los concheros
asturienses incluyen lapas (fundamentalmente Patella vulgata y Patella intermedia, Fig. 21 y 22 ) y minchas (Monodonta lineata), así como otros invertebra-
Figura 21. Ejemplares de Patella vulgata del nivel mesolítico de La
Fragua (foto cortesía de F. 1. Gutiérrez Zugasti).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
369
Figura 23. Ambiente intermareal de la costa Oriental de Asturias.
Figura 22. Ejemplares de Patella intermedia del nivel mesolítico de
La Fragua (foto cortesía de F. 1. Gutiérrez Zugasti).
dos marinos como los erizos (Paracentrotus livi.dccs)
y los mejillones (Mvtilus galloprovincialis). Ello
revela que el marisqueo se practicó esencialmente en
áreas de sustrato rocoso, muy comunes en los
ambientes intennareales de la costa asturiana (Fig.
23). En menor medida también se documentan restos
de crustáceos.
Los análisis arqueomalacológicos disponibles para
los sitios de la costa Este de Cantabria también revelan el predominio de la explotación de las áreas de
roquedo, con importante presencia de lapas —con predominio de Patella intermedia cuando se han distinguido las especies presentes del género Patella—, minchas (Monodonta lineata) y mejillones (Mytilus galloprovincialis). En mucha menor medida también aparecen en los recuentos especies propias de fondos arenosos o fangosos como las almejas (Tapes decussatus), y son relativamente comunes las ostras (Ostrea
edolis), bivalvos que, preferentemente, también ocupan zonas de sustrato blando. Los crustáceos, como
Balarucs sp., también están presentes y en algún caso
(La Fragua) se documenta Paracentrotus lividus.
El mayor contraste con los concheros asturienses
lo encontramos en el País Vasco, en el conchero de
Santimamiñe, donde existe un predominio neto de las
ostras (Ostrea sp.) y de las almejas (Tapes sp.), y una
modesta presencia de los moluscos propios de sustratos rocosos (Patella sp. y Monodonta sp.). Ello parece responder a la explotación del estuario de Urdaibai
próximo a Santimamiñe. Los biotopos explotados en
Asturias fueron muy diferentes y, en consecuencia,
también las especies de marisco recolectadas'=. En
12 Véase en Gassiot 2001 un enfoque alternativo al meramente
ecológico.
cambio, Kobeaga II —a menos de 6 Km. en línea recta de Santimamiñe— muestra un neto predominio del
género Patella, hecho que revela un área de explotación distinta, seguramente localizada en el ambiente
intermareal de las calas más accesibles desde el sitio.
La abundancia de concheros avala sin duda la idea
de que durante el Mesolítico se produjo, respecto a
los períodos precedentes, un incremento notable del
aprovechamiento de los recursos marinos. Algunas
secuencias con ocupaciones desde el Tardiglacial,
corno las de La Fragua y El Perro entre otras, avalan
igualmente este hecho. No obstante, al igual que en
otros casos peninsulares como el de Nerja (Jordá Pardo 1984-85), el incremento del marisqueo a lo largo
de las secuencias de los yacimientos del bajo Asón
cabe relacionarlo con el progresivo acercamiento del
mar a los sitios.
Otras observaciones de carácter más específico,
como las relativas a las áreas concretas de recolección dentro del ambiente intermareal, o a la variación
del tamaño de alguno de los taxones recolectados,
también se han presentado como pruebas de esa creciente explotación del medio marino. En efecto, el
incremento de Patella intermedia respecto a las etapas precedentes, hecho visible en algunas secuencias
como las de La Riera, Poza l'Egua y La Fragua, se ha
vinculado a una ampliación del área de captación de
recursos, dado que frente a la especie niás común
durante el Paleolítico, Patella vulgata, más propia de
estuarios y zonas resguardadas, Patella intermedio
ocupa espacios relativamente batidos por el oleaje. A
partir del registro de La Riera, Ortea (1986) estimó
que el inicio de la explotación de espacios más
expuestos, que supuso la incorporación al registro
arqueológico de especies como Patella intermedio,
KOBIE (Serie Anejos n.° 3). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
370
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
pudo ser la solución a una creciente demanda de alimento motivada por un incremento demográfico. No
obstante el análisis de variables como la edad de los
especimenes de Patella vulgata recolectados —cuya
media apenas parece verse afectada por la reducción
de la talla de estos gasterópodos, según datos del
nivel 28 de La Riera— o las preferencias climáticas de
ambas especies —Patella intermedia es una especie
bien adaptada a los ambientes templados y su expansión pudo verse favorecida por las condiciones
ambientales posglaciares— cuestionan seriamente el
vínculo establecido entre la reducción de la presencia
de Patella vulgata y una supuesta sobreexplotación
de los recursos malacológicos (Bailey y Craihead
2004).
Es cierto que el análisis reciente del nivel mesolítico de La Fragua por parte de Gutiérrez Zugasti ha
revelado que Patella vulgata se ve incluso superada
por Patella ulyssiponensis, una especie que habita
espacios aún más batidos que los propios de Patella
intermedia; pero ésta no es la tónica habitual, y en
general no parece que los espacios más expuestos al
oleaje fuesen explotados con asiduidad durante el
Mesolítico. Valga como ejemplo la común escasez o
inexistencia en los concheros de especies como el
percebe (Pollicipes cornucopia).
La reducción del tamaño de los ejemplares de
Patella vulgata a lo largo de la secuencia de La Riera también se ha relacionado con una intensificación
creciente de la recolección de recursos litorales
(Clark y Straus 1986, 355, 365), pero existen otros
factores que pueden incidir en la reducción de la talla
de estos gasterópodos, como las variaciones de temperatura de la superficie del mar (Bailey y Craighead
2004). Recientemente, dicha reducción se ha registrado también en Poza l'Egua, pero no sólo en el paso
del nivel A, de cronología probablemente Aziliense,
a los niveles mesolíticos, sino que también se han
registrado diferencias en el seno del conchero mesolítico, con ejemplares de menor tamaño en el nivel
superior. En este caso cobra más fuerza la hipótesis
de la sobreexplotación, pero su contrastación requiere una mayor precisión cronológica. De hecho, si
existiese un lapso cronológico importante entre los
niveles mesolíticos, la reducción de la talla de Patella vulgata podría relacionarse con la variación de
determinadas condiciones de la costa (exposición,
descenso del volumen de nutrientes, etc.).
Respecto a la actividad pesquera, el dato más significativo es el incremento, con relación a los periodos precedentes, en la captura de especies marinas.
Efectivamente, a pesar de la escasez de datos en términos absolutos, la información disponible sugiere
que el medio marino se explotó con mayor intensidad
durante el Mesolítico. En este sentido, es destacable
la presencia de nuevas especies pelágicas, ausentes
del registro arqueológico hasta ahora, como la sardina (Sardina pilchar-dus), el bocarte (o anchoa)
(Engraulis inordax) y el jurel (Trachurus trachurus).
Con toda probabilidad la captura de sardinas y bocartes requirió el empleo de redes, pero carecemos de
pruebas definitivas de su uso.
Los pescadores mesolíticos también capturaron
especies propias de los fondos rocosos costeros
—Lubina (Dicentrarchus labrax) y restos de la Familia Labridae—, de estuario —restos de la Familia Sparidae—, y del medio fluvial —trucha (Salmo trutta
,fario). Carecemos para el Mesolítico de información
relativa a la explotación del medio estrictamente
oceánico, y sólo se dispone de una cantidad mínima
de restos de merluza (Merluccius Merluccius) y de
escualo para el conjunto del Paleolítico superior. Lo
mismo cabe indicar respecto a los mamíferos marinos, cuyos restos —foca y otras especies como el
cachalote— sí aparecen en pequeño número en varios
sitios del Paleolítico superior (Fernández 2001, Corchón et al., en prensa). Otro dato revelador de los
cambios en la actividad pesquera, también apuntado
por R. Fernández, es la coincidencia en el tiempo de
la desaparición del arpón —común durante el Magdaleniense reciente y el Aziliense— y el descenso significativo de la talla de las capturas durante el Mesolítico.
6.3. Un balance sobre la dieta de las sociedades
mesolíticas: el aporte de los análisis químicos
A pesar de que, como se ha mostrado, la información sobre la subsistencia de los grupos mesolíticos
del Cantábrico ha experimentado un notable incremento en los últimos años, sigue resultando difícil
estimar el aporte relativo de cada tipo de alimento a
la dieta; máxime cuando sabemos que algunas prácticas económicas, como la recolección de frutos silvestres, están claramente infrarepresentadas en el registro arqueológico, a la vez que otras, como el marisqueo, probablemente estén sobredimensionadas gracias a las favorables condiciones de conservación de
las conchas y a la alta visibilidad arqueológica de
éstas.
Hasta hace muy poco tiempo apenas disponíamos
de algunos indicadores indirectos relativos al peso de
los distintos recursos en la dieta de las sociedades
mesolíticas. Por ejemplo, la ubicación no estrictamente litoral de los concheros, aspecto sobre el que
insistiremos más adelante, se ha venido utilizando
como un argumento a favor de la consideración de los
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004, Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
recursos marinos corno un elemento secundario en la
dieta de estos cazadores-recolectores postglaciares
(Arias 1992c). Así mismo, el posible carácter estacional del marisqueo, a tenor de los datos isotópicos y de
bandas de crecimiento de moluscos, así como la
explotación de un sector limitado del intermareal, que
en general no comprendió los espacios más batidos
por el oleaje, serían otros indicadores indirectos de
esa importancia relativa de los recursos marinos (o al
menos del marisqueo) en la dieta (Arias y Fano
2005).
Con el fin de realizar un acercamiento más objetivo a la dieta de las sociedades mesolíticas del Cantábrico, recientemente se han llevado a cabo análisis de
isótopos estables (813C y 815N) del colágeno de
varios restos humanos de la región. Se trata de un
método que comenzó a emplearse en los años 80 del
siglo pasado y que constituye una herramienta eficaz
para el estudio de las paleodietas (Schwarcz 1991),
aunque no exenta de problemas (Milner et al. 2004).
Cabe destacar su aporte en los últimos años al estudio
de los procesos de neolitización (Schulting 1998;
Richards et al. 2003).
Para el período y parte del planeta en la que trabajamos, los estudios de 813C están indicados para
determinar la procedencia (marina o terrestre) de las
proteínas ingeridas por un individuo durante la última
parte de su vida; a la vez que los estudios de 815N
nos informan sobre el nivel que ocupa un organismo
en la cadena trófica. Este dato puede emplearse indirectamente como un indicador del origen terrestre o
marítimo de las proteínas consumidas, dado que las
cadenas tróficas de los ecosistemas marinos son
mucho más complejas, circunstancia que motiva
valores más elevados de 815N.
De momenta, disponemos de datos para cuatro de
los cinco individuos inhumados en la cueva de Los
Canes, para los restos humanos hallados en los concheros asturienses de Poza l'Egua y Colomba, y para
el individuo inhumado en el conchero de J3. Los
resultados obtenidos se distribuyen claramente en dos
grupos: por un lado las muestras de la cueva de los
Canes, y por otro las de La Poza l'Egua, Colomba y
J3 (Arias y Fano 2005; Arias 2005/2006).
En el caso de Los Canes, los valores de 813C
obtenidos (entre -20 y -19 %c) sugieren que las personas inhumadas en esta cueva apenas consumieron
alimentos de origen marino en los últimos 5-10 años
de su vida. Pudieron consumir ocasionalmente algunos pescados o invertebrados marinos pero su aporte
no habría resultado significativo desde el punto de
vista energético. A su vez, los valores de 81. 5N (en
371
torno a 8 %o salvo en un caso que supera el 9 %o) se
aproximan a los niveles característicos de los depredadores, lo que sugiere una dieta rica en carne, aunque es probable una aportación de recursos vegetales.
De hecho, las características de la patología bucodental observada en la mujer inhumada en una de las
tumbas serían coherentes con esta última posibilidad.
Así mismo, los datos revelan que la dieta fue similar
para todos los individuos del grupo (al menos los
adultos y subadultos), independientemente de su
edad y sexo, y que no se produjeron cambios apreciables en la dieta durante el empleo de la cueva como
espacio funerario.
El panorama que nos ofrecen los resultados procedentes de los yacimientos costeros es sensiblemente
distinto. Los valores de 813C arrojados por las muestras de La Poza l'Egua, Coloraba y J3 se sitúan en una
posición aproximadamente equidistante entre los
extremos de dietas cuyas proteínas son de origen
exclusivamente marino y terrestre (hacia -13 8 y -20
o respectivamente), lo que refleja que los tres individuos estudiados consumieron proporciones similares
de proteínas procedentes del mar y del medio terrestre. Así mismo, los valores de 813N (hacia 11-12 8)
sugieren la posibilidad de que las proteínas procedieran en mayor medida del consumo de pescado que de
la explotación de invertebrados.
Aunque las muestras estudiadas son aun demasiado escasas para obtener conclusiones firmes, resulta
muy interesante observar la similitud existente entre
los valores arrojados por los restos humanos hallados
en los concheros asturienses y el individuo de J3.
Recuérdese que los concheros son muy comunes
(apenas encontramos otra cosa) en la costa asturiana
pero nada habituales en la costa de Gipuzkoa. Así
mismo, resulta del mayor interés preguntarse qué
comportamientos sociales pudieron conducir a los
individuos inhumados en la cueva de Los Canes,
situada en la vertiente Sur de la sierra de Cuera a unas
5 h. de marcha de la costa, a no explotar unos recursos alimenticios que en ese momento sí formaron parte de la dieta de los individuos hallados en los yacimientos de la costa, tal y como acreditan los concheros conservados y los primeros análisis de isótopos
estables efectuados (Fig. 24). El hecho quizá pueda
interpretarse como un indicio de la existencia de un
comportamiento territorial. De esta manera, las
poblaciones costeras habrían impedido de algún
modo el acceso de las poblaciones del interior a los
recursos marinos. De confirmarse la hipótesis de la
existencia de un comportamiento territorial, habría
que replantearse el grado de complejidad social tradicionalmente atribuido a las sociedades del Mesolítico
cantábrico (Arias 1999).
KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
372
Colomba
Poza l'Egua gatmori
Cuartamentero
J
~~-
Mazaculos ti
Molino de Gasparín
14 km
D
Tumbas mesoliticas
° Restos humanos del Mesolitico
A
Los Cane!
+1300 1200 1100 1000 900 800 700 600 500 400 300 200 100
.•
.....-.x.... ~~..:'... _~..-. _ .-
Figura 24. Yacimientos mesolíticos del Oriente de Asturias con indicación de los sitios en los que se han documentado tumbas o restos humanos
(Arias y Fano 2005).
En síntesis, tras el final del Paleolítico las sociedades postglaciares explotaron con mayor intensidad el
Mar Cantábrico. La presencia de concheros, muy
comunes a partir del Mesolítico, da buena cuesta de
ello, a la vez que las novedades en la actividad pesquera acreditan un decidido interés por explotar de un
modo más sistemático el medio marino. En cualquier
caso, los primeros análisis de isótopos estables realizados a partir de restos humanos hallados en concheros confirman, en la línea de lo apuntado por el patrón
de poblamiento y la información arqueozoológica,
que el mar no fue la única fuente de recursos
alimenticios. Los alimentos de origen terrestre —como
la carne de diferentes especies de ungulados, sobre
todo de ciervo en el caso de los depósitos asturienses— jugaron un papel determinante en la dieta de
estas sociedades postglaciares. Al tiempo, el aporte
de los productos vegetales silvestres debió de resultar
clave, pero los datos son todavía escasos para poder
valorar adecuadamente su importancia en la dieta.
7. OTROS ASPECTOS SOCIALES:
EL ADORNO, LAS "MANIFESTACIONES
ARTÍSTICAS", Y LOS CONTEXTOS
SEPULCRALES
El mar no fue sólo una fuente de recursos comestibles para las sociedades del Mesolítico cantábrico.
Al igual que para las sociedades previas del Tardiglacial, el medio marino proporcionó alimentos pero
también otros recursos no directamente vinculados a
la subsistencia (Álvarez Fernández, en prensa). Ese
es el caso de determinadas especies marinas de gasterópodos empleadas como materia prima para la elaboración de objetos de adorno personal'. Los ejemplares fueron recogidos en las playas, fuera de su
hábitat natural y una vez muertos, tal y como acreditan las huellas del batido del mar que habitualmente
presentan. La investigación ha prestado especial atención al registro del Paleolítico superior (Alvarez Fernández 2005), pero en varios niveles mesolíticos de
la región también se han documentado objetos de
adorno elaborados a partir de conchas marinas.
Curiosamente, el número de evidencias conocidas es
ligeramente superior en los contextos mesolíticos del
vecino valle del Ebro (Alvarez Fernández 2006).
Son dos los factores que pueden explicar, al
menos en parte, la escasez de evidencias en el Cantábrico: 1- De nuevo las condiciones de conservación
de muchos de los depósitos mesolíticos, que dificultan la recuperación de objetos delicados, como pudiera ser el caso de los objetos elaborados sobre gasterópodos de pequeña talla, como Trivia sp.; 2- La falta
de investigaciones específicas sobre el tema. En el
caso concreto de los concheros asturienses, resulta
sintomático que los primeros hallazgos seguros, tras
el ejemplar de Nassarius reticulatus documentado
I 3 En un momento en el que los muy escasos adornos elaborados
sobre caninos atróficos de ciervo, habituales en las etapas precedentes, se vinculan exclusivamente a las tumbas de Los Canes.
KOBIE (Serie Anejos n." 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
por Vega del Sella (1916) en Cueto de la Mina, se
hayan producido en Poza l'Egua en el año 2000, precisamente en el marco de un proyecto que contaba
con un especialista en la materia. Es probable que el
análisis de colecciones de fauna malacológica
amplias —como la de Mazaculos, actualmente en estudio por parte de F. I. Gutiérrez Zugasti — proporcione
nuevos objetos de adorno.
Asî mismo, no puede descartarse la posibilidad de
que determinados recursos no consumidos fueran
empleados con fines distintos a los del adorno. A ello
parece apuntar la presencia de algunos ejemplares de
especies de moluscos con interés bromatológico que
fueron recogidos ya muertos y,que pudieron utilizarse con distintas finalidades (Alvarez Fernández, en
prensa), pero la información al respecto es aun muy
escasa, tanto para el Paleolítico superior como para el
Mesolítico.
Sin ánimo de exhaustividad cabe citar la recolección y uso como objetos de adorno —una vez perforados— de ejemplares de Nassarius reticulatus (Cueto
de la Mina, Poza l'Egua, Los Canes, La Garma A,
Arenaza), Trivia sp. (El Espertín, Los Canes, La Garma A, Berroberría), Littorina obtusata (Poza l'Egua,
Los Canes), Littorina fabalis (Los Canes), familia
Naticidae (Los Canes, La Garma A), Callista chione
(Los Canes), Cerastoderma eduJe (El Truchiro) y
Columbela rustica (Berroberría). Ejemplares no trabajados de algunos de estos taxones -en especial
Nassarius reticulatus— aparecen en buena parte de los
niveles mesolíticos estudiados. Lo más probable es
que se trate de materia prima recogida en las playas
para la elaboración de objetos de adorno (Alvarez
Fernández 2005-2006, 2006, en prensa).
Al igual que en el caso de las sociedades tardiglaciares, este tipo de objetos formaron parte del acervo
cultural de las sociedades mesolíticas. Buen ejemplo
de ello sería la presencia de numerosas conchas perforadas (sobre todo Trivia sp.) en el entorno y detrás
de la cabeza y del tronco de uno de los individuos
inhumados en la cueva de Los Canes, y que se interpreta como los restos de un collar y/o los adornos de
un vestido, quizá una capa o manto (Arias and Alvarez Fernández 2004).
Resulta interesante el hallazgo de estas evidencias
en un sitio de montaña y relativamente alejado del
mar como Los Canes; pero la presencia de adornos
personales elaborados sobre conchas marinas cobra
aun mayor relevancia cuando los hallazgos se producen en asentamientos netamente alejados del mar
como los del Alto valle del Ebro. Valgan corno ejemplo, entre las contribuciones más recientes, los casos
373
de los asentamientos mesolíticos de Kampanoste y
Mendandia en la provincia de Álava, situados a unos
100 km del Mar Cantábrico y donde encontramos una
de las especies comunes de los asentamientos cantábricos, Nassarius reticulatus (Alday 2004, 2005c). Al
igual que comentamos con relación a la procedencia
de algunas materias primas líticas, este dato revela la
existencia de relaciones entre las sociedades mesolíticas asentadas a uno y otro lado de la divisoria de
aguas. En otros yacimientos mesolíticos de Álava y
Navarra, como Atxoste, Kampanoste Goikoa y Zatoya entre otros, se han documentado además ejemplares de una especie (Columbella rustica) considerada
de procedencia mediterránea, es decir, de un medio
costero situado a más de 300 km de los asentamientos en los que se han producido los hallazgos (Alvarez Fernández 2003, 2006). El yacimiento navarro de
Berroberría, situado al Norte de la divisoria de aguas,
dista aún más del Mar Mediterráneo.
Apenas tenemos constancia de manifestaciones
propiamente artísticas en el registro mesolítico del
Cantábrico, al margen de algunos cantos pintados,
como el canto rodado de cuarcita con manchas de
colorante rojo hallado en la base del conchero de
Mazaculos II. Más difícil resulta interpretar algunos
bastones perforados, ya citados, carentes de decoración. De la tumba II de Los Canes procede un canto
piqueteado, quizá la representación esquemática de
un rostro humano. Otras supuestas piezas de arte
mueble procedentes de sitios como Marizulo y Santimamiñe resultan difíciles de valorar (Arias 1991,
232).
Sí son comunes en cambio las manifestaciones de
carácter funerario, buena parte de ellas conocidas
gracias a trabajos de campo muy recientes. De hecho
el Cantábrico es, después del centro y sur de Portugal,
la región de la Península Ibérica con mayor número
de evidencias (Arias y Alvarez 2004; Arias, Armendáriz et al., en prensa; Drak y Garralda, en prensa).
Al margen de los contextos de carácter claramente
sepulcral, existen otros, también con restos humanos,
de más difícil interpretación.
El primer contexto funerario fue identificado por
J. Carballo (1926) en el pequeño abrigo de Molino de
Gasparín, donde se excavó apresuradamente una
sepultura individual. Al parecer, se trataba de una
fosa abierta en el propio conchero asturiense depositado en el sitio, en la que el inhumado reposaba en
decúbito supino. Carballo indica que la sepultura se
cubrió con un pequeño túmulo de piedras y tierra.
Cerca de la cabeza del finado se halló un lote de tres
picos asturienses y una tibia de ciervo. La imprecisión de la información publicada aconseja cierta pru-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8)..año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
374
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
dencia respecto a la consideración de estos materiales
como ajuar funerario; no obstante, el hecho de que
uno de los picos se encuentre sin usar apoyaría esta
posibilidad (Arias 1991, 220).
nódulos de sílex, a la vez que también se han documentado sobre el tronco varias conchas perforadas
de Cerastoderma edule, ya citadas, que probablemente constituyen los restos de un objeto de adorno
personal.
Una de las evidencias más recientes procede también de la costa oriental de Asturias, en concreto de la
cueva de Tito Bustillo. Las excavaciones llevadas a
cabo por R. de Balbín y J. Alcolea desde 2001 en el
área XI de la cueva han permitido documentar una
sepultura datada en el octavo milenio. Los restos en
conexión anatómica conservados revelan que el cadáver se depositó directamente en la superficie de la
cavidad, flexionado sobre su lado izquierdo, al parecer sin ningún tipo de cubrición artificial de piedras o
tierra. Se observaron restos de pigmento rojo asociados al esqueleto, pero no ajuar alguno.
Todo apunta a que la cueva de Los Canes fue un
espacio sepulcral más complejo que los hasta ahora
comentados, al menos por lo que respecta al número
de evidencias y, sobre todo, a su uso prolongado
corno espacio funerario durante buena parte del sexto
milenio. Fueron tres las tumbas excavadas por P.
Arias y C. Pérez a finales de los años 80, todas ellas
en muy buen estado de conservación y con restos
humanos correspondientes a un total de cinco individuos (Fig. 25).
Durante la excavación en 2003 del abrigo de J3 se
documentó una inhumación individual en el seno del
conchero conservado en el abrigo. La sepultura
corresponde también al octavo milenio. Se trata de un
individuo probablemente masculino de entre 30 y 40
años de edad. A pesar de las malas condiciones de
conservación, su descubrimiento en posición primaria ha posibilitado la interpretación del depósito. El
cadáver fue inhumado en posición lateral, apoyado
sobre su lado derecho (tronco y cabeza), y con flexión
forzada de las extremidades: los brazos flexionados
sobre el abdomen con contacto directo de los antebrazos, que se hallaban superpuestos, y por encima de
ellos las rodillas y en general ambas piernas. Todo
parece indicar que el cuerpo se encontraría atado o
envuelto en el momento de proceder a su inhumación.
Más reciente, del sexto milenio, es el contexto
sepulcral mesolítico registrado en la cueva de El
Truchiro. Se trata de una fosa, de límites sin precisar, localizada en el seno de un conchero, en la que
reposa un individuo grácil (posiblemente femenino
o inmaduro). Su estado de conservación es muy
malo debido al estado fuertemente cementado del
depósito. De hecho, ante la imposibilidad de excavarlo con técnicas convencionales, el depósito que
contiene el enterramiento ha sido trasladado al laboratorio del IIIPC en Santander para proseguir allí
con la excavación. De momento sólo se han exhumado (en su posición anatómica) fragmentos de
ambos brazos y algunas costillas; la parte donde
deberían situarse las extremidades inferiores está
pendiente de excavación. La información disponible sugiere que el cadáver fue colocado en posición
extendida, con la cabeza hacia el exterior y las piernas hacia el interior de la galería. El ajuar parece
haber estado compuesto por al menos 30 núcleos y
La estructura más reciente (tumba III) está constituida por una fosa oval en la que se halló un esquele-
1
2
Figura 25. Planta de la cueva de Los Canes con indicación de las
sepulturas documentadas (Arias y Fano 2005).
KOBIE (Serie Anejos 11.° 8), ario 2004. Las sociedades del Paleolítico en is región cantábrica
LiN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGION CANTÁBRICA
to de un varón adulto en decúbito supino, con las
piernas flexionadas, de modo que las rodillas estaban
unos 30 cm. por encima del nivel del cuerpo, y los
pies pegados a las caderas. La cabeza estaba ligeramente inclinada a la derecha y los brazos extendidos
a lo largo del cuerpo, con el codo izquierdo doblado,
de modo que la mano izquierda se hallaba sobre la
pelvis, mientras que la derecha estaba, de canto,
pegada a la pierna de su lado. Inmediatamente por
encima de las rodillas se hallaron los restos de un
niño pequeño asociados a huesos de rebeco, ciervo y
jabalí. No está clara la relación entre ambos difuntos:
o es una inhumación doble o bien se reabrió la tumba
(no mucho tiempo después) para introducir un nuevo
cadáver. De ser cierta la segunda opción, la tumba
habría tenido que incorporar algún tipo de señalización, o al menos su contorno tendría que haber podido reconocerse en la superficie de la cavidad.
En la tumba II, de planta ovalada y próxima a la
boca de la cueva, también se hallaron restos de dos
individuos: el esqueleto prácticamente completo de
un varón joven y, junto a su cabeza, los pies de otro
individuo, dispuestos en la misma dirección pero sentido opuesto. Lo más probable es que los pies aislados correspondan a una inhumación previa, cuyos
restos fueron retirados casi en su totalidad con objeto
de utilizar la tumba para inhumar al varón joven. Las
dataciones radiocarbónicas disponibles para los pies
y el esqueleto completo apoyan esta hipótesis pero no
la confirman, dado el solapamiento de los intervalos.
La posición del esqueleto completo era ligeramente
lateral, apoyado sobre el hombro izquierdo, con los
brazos extendidos a lo largo del tronco y las piernas
flexionadas. Quizá debido a la descomposición del
cadáver en un espacio hueco, tres partes del esqueleto estaban desplazadas de su posición anatómica (el
cráneo, las vértebras dorsales y lumbares, y la pelvis).
El probable ajuar estaba compuesto por el punzón de
hueso, el bastón perforado y el canto piqueteado ya
comentados con anterioridad, además de por dos testuces de cabra, un canto rodado oval con ocre, y un
importante número de conchas de diferentes especies
perforadas, en su mayor parte destinadas al adorno
del manto o capa que portaría el finado. Algunas conchas perforadas y un canino atrófico de ciervo localizados bajo los pies del esqueleto completo podrían
ser restos de los adornos que acompañaron a la inhumación anterior.
En la tumba I se hallaron los restos de un individuo, una mujer de talla muy reducida y de edad avanzada, depositada en decúbito supino con las piernas
violentamente flexionadas y los pies posados en piano, pegados a la cadera, es decir, en una posición
similar a la del individuo adulto de la tumba III. Todo
375
parece indicar que las piernas habrían sido destruidas
por una excavación posterior que habría violentado la
parte superior del relleno de la tumba, cortando los
huesos que más sobresalían, de modo que sólo se
conservan los pies. El cráneo estaba ligeramente
incorporado e inclinado hacia su derecha. Los brazos
estaban extendidos a lo largo del cuerpo, con el codo
derecho ligeramente flexionado, de modo que la
mano reposaba sobre la cadera. El antebrazo izquierdo cruzaba el vientre, y la mano izquierda reposaba
sobre el antebrazo derecho, por encima de la cadera.
Una escápula de ciervo, colocada junto al pie izquierdo, parece ser la ofrenda más evidente. Probablemente, la anormal acumulación de caracoles de tierra
(Cepaea nemoralis) observada también esté relacionada con el ritual funerario. Así mismo, los tres caninos atróficos de ciervo perforados inmediatos al lado
exterior del pie izquierdo formaron probablemente
parte del adorno personal de la difunta en el momento del enterramiento.
Un contexto funerario próximo al Cantábrico y
publicado en detalle recientemente es el de Aizpea
(Barandiarán 2001b). Se trata de un abrigo en cuyo
fondo fue depositada directamente sobre el suelo
una mujer de unos 30 años y baja estatura. El cuerpo se colocó en posición completamente replegada,
recostado sobre su lado derecho, con las piernas
encogidas y los brazos plegados tocando casi los
codos con las rodillas, es decir, en una postura plegada muy forzada. Inmediatamente sobre el cadáver
se depositaron bastantes bloques de tamaño variable.
Algunas piezas (una espátula y dos cantos de caliza)
halladas en las inmediaciones de los restos humanos
quizá constituyan un depósito intencional (Barandiarán 2001b).
Los restos humanos hallados en la cueva de
Colomba, en el marco del programa se sondeos en
concheros asturienses llevado a cabo en 2000-2002,
resultan más difíciles de interpretar (Fig. 26 y 27).
Algunos huesos (una tibia —datada a comienzos del
sexto milenio- y un astrágalo del lado derecho y un
peroné del lado izquierdo) correspondientes a las piernas de un varón adulto fueron localizados en un testigo de conchero asturiense conservado en la pared
derecha de la cueva a unos 2,5 m de la entrada. A
pesar de no tratarse de restos en conexión anatómica,
éstos fueron hallados en un espacio muy reducido, por
lo que es probable que correspondan al mismo individuo. Con los datos disponibles no es posible determinar con seguridad las causas de la presencia de huesos
humanos en ese lugar. No obstante, algunos indicios
abogan por la posibilidad de que en esa zona de la
cueva hubiera una tumba, desmantelada por procesos
erosivos o por la acción humana o animal. Cabe en
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades ciel Paleolítico en la region cantábrica
376
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
este sentido destacar la asociación de tres huesos anatómicamente contiguos; la horizontalidad de los dos
huesos largos; así corno la propia posición marginal,
en un lugar de techo bajo, de los restos.
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Figura 26. Plano de la cueva de Colomba con indicación del testigo
de conchero en el que se localizaron los restos humanos (Arias. Fano
et al.. en prensa).
Figura 27. Conchero de Colombo: tibia humana in situ (Arias. Fano et
al., en prensa).
El resto de información disponible corresponde a
restos humanos aislados. El mejor documentado es la
mandíbula recuperada durante la excavación arqueológica de urgencia practicada en el año 2000 en la
cueva de la Poza l'Egua. La mandíbula, correspondiente a un varón adulto y datada en el octavo milenio, estaba depositada en el seno de un conchero asturiense. Durante la excavación se descartó la posibilidad de que el depósito fuera el relleno de una fosa, así
como la presencia de otros restos humanos. Otros restos aislados (también mandíbulas) proceden de los
concheros de las cuevas de Balmori y Mazaculos II.
Aunque proceden de contextos revueltos lo más probable es que correspondan al Mesolítico. Más problemático resulta el hallazgo del cráneo de Cuartamentero, sólo a través de la datación radiocarbónica directa del mismo, actualmente en curso, podremos
comprobar si realmente procede del conchero asturiense conservado en la cueva.
En conclusión, podemos señalar que la mayor
parte de las manifestaciones funerarias las encontramos en cuevas y abrigos, dato que no sorprende
puesto que es en esos lugares donde se conserva la
práctica totalidad de los yacimientos conocidos. Con
la única excepción de Tito Bustillo, se trata de lugares ocupados también como zonas de hábitat durante
el Mesolítico, aunque todo parece indicar que existió
una separación, bien temporal bien espacial, entre los
espacios sepulcrales y las áreas de actividad doméstica. Al parecer, la inhumación individual en fosa
parece haber sido una práctica común, con el cadáver
habitualmente colocado en decúbito supino o en
posición lateral flexionada, aunque no faltan otras
posibilidades como la registrada en J3. Los objetos
asociados a los cadáveres son de carácter variado
(instrumentos de uso cotidiano, restos de fauna
—¿ofrendas de carne?—, objetos de adorno personal
...) y su valoración no siempre es fácil. De hecho, al
haber afectado las fosas niveles de ocupación, habitualmente resulta difícil discernir entre objetos incorporados de manera intencional y objetos que aparecen de manera casual. De especial interés y difícil
explicación resulta el hallazgo aislado de restos
humanos en algunos concheros de la .región. Pudieran ser producto de algún otro tipo de práctica funeraria, pero las evidencias de Colomba y la común
presencia de inhumaciones en concheros abogan más
bien por la idea de que se trate de restos de estructuras desmanteladas, bien por la actividad humana bien
por procesos naturales.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2(X)4. Las sociedades del Paleolítico en la región cantbrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
Probablemente, el hecho más relevante a destacar
sea el notable incremento de las evidencias funerarias
durante el Mesolítico, en especial durante el sexto
milenio. De hecho, durante todo el Paleolítico regional apenas contamos con algunas manifestaciones
seguras de este tipo. Ese incremento es común al conjunto de la Península Ibérica, y tras más de un siglo
de investigaciones no parece que nos encontremos
ante un problema de muestreo. Quizá ello responda a
un cambio en el comportamiento funerario relacionado con algunos rasgos propios de momentos avanzados del Mesolítico, como la menor movilidad y el
desarrollo de un comportamiento territorial, aspectos
bien perceptibles en otros contextos europeos como
el nórdico o el bretón donde, de hecho, proliferan los
cementerios. Cabe en cualquier caso recordar que el
documento funerario no es sólo un producto material
de la acción social en el pasado, sino también un signo, cuyo significado sólo es accesible desde el discurso que le da sentido, y ese discurso, el de la sociedad
que dio sepultura a aquellos cadáveres que ahora
exhumamos, está definitivamente ausente (Vicent
1995). Quizá quepa por tanto otra explicación para el
fenómeno descrito, al margen de las vinculadas al
molde procesual que, como es bien sabido, enfatizan
el papel de las prácticas simbólicas en su contexto
cultural y no tanto el significado último de las mismas.
8. OCUPACIÓN Y GESTIÓN DE LOS
ESPACIOS CANTÁBRICOS DURANTE EL
MESOLITICO
La información recabada en los últimos años a lo
largo de la región pone en tela de juicio una idea que
cabe considerar ya como clásica en el marco de la
historiografía de la Prehistoria cantábrica, es decir, el
abandono sistemático de los espacios interiores de la
región por parte de los grupos mesolíticos (González
Morales, 1999; Straus y González Morales 2003a,
entre otros), tal y como acreditaban varios sitios interiores que habían albergado ocupaciones humanas
durante el Tardiglacial y que no siguieron utilizándose en el Mesolítico: Los Azules en Asturias (Fernández-Tresguerres, 1980), Piélago, Rascaño, Salitre, y
El Castillo en Cantabria (vid. respectivamente García
Guinea, 1985; González Echegaray y Barandiarán,
1981; Fernández-Tresguerres, 1980; Cabrera Valdés,
1984), y Anton Koba en el País Vasco (Armendáriz,
1997). Recuérdese que ese fue precisamente uno de
los argumentos esgrimidos por L.G. Straus a la hora
de considerar los sitios azilienses (interiores) y asturienses (costeros) como dos facies funcionales correspondientes a los mismos grupos humanos. Hoy sin
embargo conocemos un buen número de sitios azi-
377
Iienses costeros, y también algunos yacimientos del
Mesolítico netamente alejados de la costa como los
ya citados de Los Canes, Arangas, El Mirón, Cubío
Redondo, Pareko Landa y Urratxa; y sin que falten
emplazamientos de Alta Montaña como El Espertín,
localizado a menos de 10 Km. del paso de "El Pontón", o La Calvera (y quizá La Mina) en el corazón de
los Picos de Europa (Arias y Fano 2003). A su vez,
los análisis de paleodietas efectuados confirman la
existencia de un poblamiento mesolítico interior en la
región cantábrica, dado que los datos de Los Canes
constituyen una prueba evidente de la existencia de
un poblamiento permanente en las áreas interiores
montañosas del Oriente de Asturias.
Existe un factor que contribuye probablemente a
sesgar nuestra percepción del registro mesolítico,
especialmente en el Cantábrico occidental. Allí el
registro conocido está constituido esencialmente por
concheros, es decir, por sitios que se concentran en
los primeros kilómetros de costa. En este sentido,
hemos venido insistiendo en los últimos años en la
desventaja que supone para el prospector el hecho de
que, según se va alejando de la costa, el registro
mesolítico, de existir, varía sustancialmente su aspecto; los concheros desaparecen y con ellos la eficacia
de la prospección de superficie. Téngase en cuenta
que en Asturias los criterios seguidos durante las
prospecciones para atribuir un sitio al Mesolítico han
sido la presencia de canchero con especies características del Holoceno y/o el hallazgo de picos asturienses, es decir, evidencias arqueológicas vinculadas
exclusivamente a los espacios litorales (Fano 1996,
1998b; Arias y Fano 2005).
En síntesis, sin negar que el patrón de poblamiento mesolítico en la región cantábrica fuera esencialmente costero, la información recabada hasta la fecha
no permite defender la idea de que el período se
caracterizó por una desocupaciôn total de los espacios interiores del Cantábrico. Cabe en este sentido
recordar que en un territorio interior próximo corno el
de la Cuenca Alta-Media del Ebro, se documenta un
poblamiento con indicios de estabilidad desde los inicios del Holoceno (Alday 2002).
Al hilo de esta cuestión, también cabe realizar una
reflexión breve acerca del papel que el patrón de
poblamiento ha venido jugando en el análisis del final
del Mesolítico. La idea de que el proceso de neolitización en el Cantábrico supuso un cambio radical del
patrón de poblamiento se vinculaba a una cronología
corta para el inicio del citado proceso; a la vez que
contraponía la densidad del poblamiento mesolítico
costero a la ocupación de los espacios interiores de la
región por parte de los grupos megalíticos, que serían
KOBIE ESeríe Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
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MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
los responsables de la introducción de las novedades
neolíticas en la región (González Morales 1992, 1996).
En cambio, hoy sabemos que el proceso de neolitización comenzó algunos siglos antes de que los megalitos comenzaran a formar parte del paisaje de los espacios cantábricos. Paradójicamente, esos siglos cruciales, y progresivamente menos oscuros, de la primera
mitad del V milenio cal BC resultan parcos en yacimientos arqueológicos; bien por el desconocimiento
de los mismos, bien por nuestra falta de pericia a la
hora de identificar ocupaciones de ese momento en los
sitios arqueológicos conocidos. Se trata ésta de una
matización importante, dado que al comparar los
patrones de poblamiento, en la información relativa al
Neolítico han tenido un peso esencial los datos referentes a la fase de consolidación del proceso de cambio histórico. Es decir, no se ha venido comparando el
patrón de poblamiento del final del Mesolítico (VI
milenio) con el de los primeros siglos del V milenio,
sino con otro posterior, en el que la distribución de los
monumentos megalíticos tiene un peso específico. Sin
duda, esta es una de las razones por las cuales siempre
han resultado tan diferentes los patrones de poblamiento mesolítico y neolítico, especialmente al considerar como sitios arqueológicos de referencia los concheros y los monumentos megalíticos.
Por las razones aludidas en un apartado previo, la
costa oriental de Asturias constituye el territorio del
Cantábrico mejor conocido en lo relativo al patrón de
poblamiento. Si atendemos a la muestra de 81 sitios
(Fig. 28) analizada hace algunos años (Fano 1998b),
observamos un predominio neto de los depósitos conservados en cavidades, una circunstancia común al
conjunto de la región. No faltan en cualquier caso
hallazgos de superficie, como los de la costa central y
occidental de Asturias (de Blas et al. 1978; Fano
1997) o los de la costa de Cantabria (Muñoz et al.
1992), caracterizados por la presencia de picos asturienses y que evidencian la existencia de un poblamiento mesolítico al aire libre del que apenas tenemos constancia en la actualidad.
Figura 28. Localización de los yacimientos mesolíticos de un sector
de la costa Oriental de Asturias (parte centro-oriental del concejo de
Danes y concejo de Ribadedeva) (Fano 19986).
Son concheros, o mejor dicho restos de concheros, lo que encontramos en el área clásica de dispersión del registro asturiense (Fig. 29), es decir, depósitos caracterizados a primera vista por contener
abundantes restos malacológicos. Las cavidades en
las que se conservan son de características diversas,
desde abrigos que no ofrecen un espacio cubierto al
hábitat humano, como el de Arenillas, inmediato a la
playa de Buelna, hasta cavidades con amplios vestíbulos como la de Mazaculos II, próxima en este caso
a la playa de La Franca. Conocemos también cuevas
de menor porte, como la de la Barra sobre la ría de
Tina Mayor, e incluso "covachas" de reducidas
dimensiones como el abrigo del Puente de Puertas,
inmediato a la antigua carretera general N-634 a la
altura del río Purón.
Figura 29. Conchero asturiense de la cueva de las Madalenas (Arias y
Fano 2005).
A pesar de no registrarse desplazamientos importantes —sólo el 20% de los sitios recogidos en la Fig.
28 se localizan a más de 24 minutos de marcha de la
costa actual—, la localización de los concheros no es
estrictamente litoral, máxime si tenemos en cuenta
que el ascenso del nivel del mar probablemente haya
provocado, a nivel general, una reducción de la distancia que separa los asentamientos del mar'. Se produjo por tanto un transporte de los recursos marinos
desde la costa hasta los asentamientos, y ese traslado
incluyó el material en principio desechable corno son
14 Insistimos en que el cálculo de distancias, basado en la fórmula
Naismith, es sólo una aproximación a la realidad, puesto que
como ya se indicó en un apartado previo, existen indicios de que
el número de yacimientos localizados en la franja de costa afectada por la transgresión marina debió de ser importante.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), aiïo 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
las conchas de gasterôpodos y bivalvos'5. En el caso
del marisco ese traslado supone el acarreo de un peso
importante y ese es precisamente el factor que limita
el transporte de este tipo de alimento (Bailey 1978;
.
Davidson y Bailey 1984). De hecho, tanto la Etnografía como la Etnohistoria nos ilustran acerca de posibles soluciones al problema del transporte de la parte
desechable del alimento (Waselkov 1987). Así, en el
caso de los Anbarra de la costa Norte de Australia, el
marisco es procesado previamente en las proximidades de la zona de recolección cuando el campamento
se localiza a cierta distancia de la costa (3-3,5 Km.).
En nuestro caso todo parece indicar que se produjo un
traslado íntegro del marisco desde el litoral, y la distancia a recorrer no parece haber influido en ese comportamiento, dado que conocemos concheros como el
de la cueva de Cámara, en Meré (Lianes), situados a
más de una hora de marcha desde la costa. También
encontramos un posible ejemplo de ese comportamiento en el registro etnográfico de África: las mujeres Nguni recorren de 3 a 5 Km. hasta el mar y regresan con el marisco vivo hasta sus viviendas.
En síntesis, la proximidad al mar no parece que
fuese, en general, el factor clave a la hora de fijar los
asentamientos, aunque sí existieron yacimientos
estrictamente litorales. En cualquier caso, no debemos obviar que, al margen del propio ciclo vital de
las especies y de una posible sobreexplotación, cuando nos referimos a la recolección en el intermareal
hablamos de recursos "seguros". Es decir, se trata de
una labor de recolección en un ambiente concreto, y
como tal, no debieron de ser muchos los factores que
el recolector del medio intertidal hubo de controlar al
margen de la marea y el estado del mar. Se trató además de una actividad en la que, en principio, el recolector conocía el rendimiento que proporcionaba su
labor en el litoral, con un desplazamiento igualmente
conocido desde el asentamiento hasta la costa. Resulta evidente que el cazador no dispuso de esas ventajas. Probablemente, existió un límite lógico para el
transporte (3 Km.?), en alguna ocasión ampliamente
superado, dentro del cual los recolectores mesolíticos
no restringieron sus desplazamientos en función de la
distancia a recorrer.
15 En algunos asentamientos mesolíticos, corno el de Culverwell
en la isla de Portland (sur de Inglaterra), ese material desechable
entró a formar parte de las estructuras de hábitat (Palmer 1990);
y quien esto escribe fue testigo en 1999 de cómo algunas casas
de Bluefields, en la Costa Caribe de Nicaragua, cuentan con un
"pasillo" de acceso a las viviendas cubierto de conchas, quizá
con objeto de facilitar el drenaje del agua producto de las intensas precipitaciones que se producen en esas latitudes. Ese
empleo del material desechable resulta difícil de imaginar en el
caso que aquí nos ocupa, al menos de momento.
379
Tal y corno adelantarnos en el apartado dedicado a
la subsistencia, lo comentado consta de una lectura
paleoeconómica, pero también de una lectura relativa
al propio significado de los concheros. Efectivamente, el transporte de los recursos marinos (y también
terrestres corno ya hemos visto) hasta los sitios apoya la tesis de la existencia allí de una zona de hábitat
concreta, más o menos alejada de la costa y relacionada con las cavidades. No cabe duda de que, en
mayor o menor medida, se produjo un consumo in
situ de marisco, de frutos silvestres e incluso de presas cazadas, pero el traslado de los alimentos hasta
Ios yacimientos que hoy reconocemos denota la existencia de una organización evidente en la práctica de
la subsistencia.
Existen otras evidencias que apoyan la idea de la
ocupación efectiva de las cavidades corno lugares de
hábitats, y consecuentemente la visión de los concheros como áreas de habitación. Una de esas evidencias
está constituida por las superficies de ocupación, ya
comentadas, identificadas en el conchero de Mazaculos II, así como por el propio proceso de formación
del depósito en la cueva (González Morales 1982).
Resulta también significativo el hecho de que, en
general, las condiciones de insolación de los sitios y
de sus entornos próximos resulten muy favorables,
sobre todo en un territorio corno el del Oriente de
Asturias, donde la energía del relieve provoca frecuentemente —sobre todo en invierno, cuando la trayectoria solar sobre el horizonte es más baja y más
corta— un ocultamiento topográfico, es decir, un efecto de sombra por parte del entorno. Los datos hasta
ahora disponibles apuntan a que los grupos mesolíticos evitaron para asentarse aquellas partes del territorio afectadas por las umbrías invernales (Fig. 30).
Téngase en cuenta que los aún escasos análisis isotópicos (160-180) efectuados a partir de muestras de
Monodonta procedentes de La Riera, Mazaculos, La
Llana y otros sitios asturienses (Deith y Shackleton
1986; González Morales 1992), así como los estudios
de bandas de crecimiento de ejemplares de Patella
procedentes de La Riera (Craighead 1995; Bailey y
Craighead 2004), revelan que el marisqueo se practicó preferentemente en otoño e invierno, o al menos
que fue entonces cuando el marisco se trasladó hasta
las cavidades. De este modo, los asentamientos invernales habrían gozado en general de unas condiciones
de insolación favorables (Fano 2001).
16 El "taponamiento" en el pasado de algunas cavidades por enormes acumulaciones de conchero (cuestión sobre la que ya insistió Vega del Sella) y la existencia de cavidades muy poco aptas
para la habitación podrían esgrimirse como argumentos de lo
contrario.
KOBIE (Serie Anejos n,° 8), a►ïo 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
380
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
Figura 30. Modelo de insolación correspondiente al solsticio de invierno. Pueden observarse las extensas zonas que, apantalladas principalmente por la Sierra de Cuera, no reciben radiación solar directa en todo el día. Cada celda del modelo se ha representado con un tono de gris
en función de la insolación recibida. Las celdas más oscuras no reciben insolación directa en ningún momento; las celdas más claras están
sometidas a insolación directa durante casi todo el día. Cada transición entre tonos de gris representa un incremento de 30 minutos de insolación (Fano 1998b).
Otras observaciones hacen referencia a la ubicación concreta de los depósitos en las cavidades y en
ocasiones a la propia ubicación topográfica de los
sitios. En un número importante de aquellas (29%)
los depósitos se conservan a más de 5 m de profundidad, y esto ocurre cuando el tipo de cavidad lo permite, es decir, cuando la cavidad consta de un cierto
desarrollo. Del mismo modo, cuando el depósito conservado es de una cierta entidad, el conchero suele
alcanzar también espacios alejados de la boca de la
cueva. Existe un claro predominio de los casos en los
que los concheros se localizan sólo en la boca de las
cavidades, pero al hablar de boca nos referimos a los
primeros metros de desarrollo de la cueva, lo que
sigue suponiendo la ocupación efectiva de un espacio
interior. Esto resulta aun más evidente en aquellos
casos en los que la ubicación topográfica de la cavidad no permite pensar en una ocupación al aire libre
frente a la misma (Fig. 31). Buen ejemplo de esto
último serían las cuevas de la Barra y de Cámara ya
citadas.
Más difícil resulta pronunciarse, al menos de
momento, respecto al significado concreto de los distintos yacimientos, dado lo fragmentario del registro
y la aún escasa investigación dedicada al terna. En
este sentido, Mazaculos II constituye una excepción,
puesto que sus registros faunístico e isotópico (1601 80) parecen garantizar que se trata de un asentamiento de ciclo anual (González Morales 1992).
Estamos aun lejos de poder entender cómo se vertebró el poblamiento de este territorio, pero lo que parecen descartar los datos disponibles es la existencia de
un modelo de ocupación jerarquizada con "campamentos-base" en la plataforma litoral y asentamientos
satélite en las inmediaciones del mar centrados en la
explotación del medio marino. En este sentido, la
información recabada en los sitios que componen la
muestra de 81 yacimientos que venimos comentando
descarta la existencia de una relación significativa
entre el tipo de cavidad y la localización respecto a la
línea de costa. Es decir, no existe un predominio de
cavidades poco favorables para la habitación (muy
pequeñas, mal insoladas...) en el medio estrictamente costero que pudieran destinarse exclusivamente a
la recolección y procesado de recursos marinos. Del
mismo modo, la ausencia de una relación significativa entre el tipo de cavidad y la entidad de los depósitos conservados, así como entre el volumen de los
concheros y la distancia a la costa, no contribuye precisamente a fundamentar esa posibilidad.
Figura 31. l..ocalización del abrigo 11 del Puerto de Vidiago.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades ciel Paleolítico en 1a región cantñbrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
9. CONCLUSIONES
El período analizado está bien definido en el Cantábrico desde el punto de vista cronoestratigráfico; si
bien es cierto que la importante actividad de campo
desarrollada hasta la fecha apenas ha dado lugar a trabajos definitivos. En esta sentido, las futuras monografías de sitios como Mazaculos, Los Canes, Arangas, El Espertin, La Garma A, La Fragua, El Perro,
Pareko Landa, J3 o Berroberría, entre otros, supondrán un avance cualitativo en nuestro conocimiento
sobre el Mesolítico de la región. Resulta evidente la
existencia de una desproporción entre los distintos
espacios cantábricos en cuanto a la intensidad de la
investigación. La escasez de proyectos específicos en
la vertiente atlántica del País Vasco contrasta además
con el vigor de la investigación al otro lado de la divisoria de aguas, donde los trabajos de campo iniciados
en los años 90 y la publicación de varias monografías
(Aizpea, Kampanoste, Mendandia...) han permitido
un avance muy importante en el conocimiento del
período en la Alta-Media Cuenca del Ebro. Resultan
en cualquier caso relevantes los trabajos recientes en
Urdaibai, y en los próximos años será de especial
interés la información que arroje la revisión de la
secuencia de Santimamiñe.
La investigación sobre el período se ha abordado
desde distintas posiciones teóricas. Se distingue una
etapa, previa a los aros 60/70, marcada por los enfoques tradicionales; otra protagonizada por lós arqueólogos procesuales; y una última etapa, desde los años
80 y sin solución de continuidad hasta el presente,
con claras influencias del enfoque procesual pero en
la que ha existido un decidido interés por recuperar el
discurso histórico.
El medio natural en el que se desenvolvieron las
sociedades mesolíticas fue similar al actual, sobre
todo a partir del Boreal, y el estudio de las transformaciones ambientales que acompañaron al inicio del
Holoceno resulta clave para poder abordar cuestiones
tan cruciales como la del grado de conservación del
registro, un factor que, como hemos venido señalando, puede condicionar seriamente el alcance de nuestras inferencias.
A diferencia de lo que ocurre en el valle del Ebro,
resulta complicado ofrecer una visión integradora
respecto al utillaje sobre piedra elaborado por estas
sociedades, dado que los nuevos datos parecen enfatizan la variabilidad ya observada en el registro aziliense a uno y otro lado del Cantábrico. Tanto al Sur
como al Este del área nuclear del Asturiense encontramos depósitos en los que están presentes las armaduras rnicrolíticas y en general un utillaje sobre pie-
381
dra no tan distante de la tradición superopaleolítica.
En cambio, la observación de determinados comportamientos, como los relacionados con la gestión de
las materias primas .líticas o la propia alimentación (al
menos por lo que a los grupos costeros se refiere),
parece quitar hierro a esas diferencias en las industrias.
En cualquier caso, la distancia tipológica, técnica
y muy probablemente funcional existente entre algunas colecciones, como la de Mazaculos y la de El
Espertin en el Cantábrico occidental, es enorme y
cabe plantearse lo siguiente: ¿corresponden a sociedades mesolíticas distintas, en consonancia con los
resultados de los primeros análisis de paleodietas
efectuados?; ¿o bien debemos recuperar la vieja idea
de la falta de una parte del registro asturiense, en la
línea de lo planteado en su día por Clark?. No se trata de dos opciones excluyentes y lo cierto es que
sigue resultando difícil comprender el registro asturiense a la luz del utillaje conocido. Quizá esta incertidumbre esconda una tecnología bien distinta y centrada en el trabajo de materiales perecederos como la
madera. Una situación similar, en cuanto a la diferencia entre las colecciones, se documenta en el Alto
Ebro y estribaciones pirenaicas, con sitios como
Mendandia y Kampanoste Goikoa con predominio de
denticulados y escasa o nula presencia de dorsos y
geométricos, y yacimientos como Aizpea o Peña 14
con predominio del utillaje laminar y buena presencia
de geométricos. Frente al utillaje asturiense y al de
otros contextos (como el de El Perro o La Fragua),
cabe plantearse la misma pregunta que recientemente
se formulaba A. Cava con relación al nivel IV de
Mendandia, es decir, ¿qué utillaje se empleó para
abatir los ungulados cuyos restos encontramos en los
depósitos? El empleo, ya sugerido, de materiales
perecederos como la madera para la elaboración de
proyectiles es una posibilidad; y quizá también el
empleo de técnicas de caza no tan vinculadas al
empleo de ese tipo de instrumentos.
El declive (o sustitución) del utillaje óseo, bien
documentado desde el Magclaleniense final, prosigue
con fuerza durante el Mesolítico, tanto en número de
efectivos como en variedad de tipos. Sólo destaca la
presencia del "anzuelo" que, junto a la desaparición
del arpón, denota un cambio cualitativo en el modo
de concebir la actividad pesquera. De hecho, todo
parece indicar que tras el final del Paleolítico las
sociedades postglaciares explotaron con mayor intensidad el Mar Cantábrico, hecho que constituye un
buen ejemplo del proceso, iniciado durante el Magdaleniense reciente, de diversificación de los recursos
explotados. La presencia de concheros, muy comunes
a partir del Mesolítico, da buena cuesta de ello, a la
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
382
MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
vez que las novedades en la actividad pesquera acreditan un decidido interés por explotar de un modo
más sistemático el medio marino. En cualquier caso,
los primeros análisis de isótopos estables realizados a
partir de restos humanos hallados en concheros confirman que el mar no fue la única fuente de alimentación, tal y como ya habían revelado el patrón de
poblamiento y las observaciones de orden arqueozoológico. Los alimentos de origen terrestre, como la
carne de diferentes especies de ungulados, jugaron un
papel determinante (en algún caso parece que exclusivo) en la dieta de estas sociedades postglaciares. El
papel de los frutos silvestres debió de ser importante,
pero no es posible de momento valorar su importancia en la dieta. También las aves y los moluscos
terrestres formaron parte de la alimentación, con un
peso específico también difícil de precisar.
La liquidación definitiva del lenguaje artístico
paleolítico es otro de los indicadores de este nuevo
tiempo, sin reminiscencia alguna ya del gran arte de
los cazadores del Paleolítico superior. Si" seguimos
contando con objetos de adorno personal, elaborados
casi en exclusiva a partir de especies marinas de gasterópodos, en ocasiones asociados a contextos sepulcrales. La presencia en yacimientos del valle del Ebro
de adornos elaborados a partir de conchas procedentes del Cantábrico evidencia una vez más la existencia de relaciones a uno y otro lado de la divisoria de
aguas. Las manifestaciones de carácter funerario son
muy comunes ahora, al menos en comparación con el
registro paleolítico, y a la luz de los nuevos datos es
posible que, al igual que en otros espacios peninsulares, la inhumación en conchero fuese una práctica
habitual entre estas sociedades.
El patrón de poblamiento mesolítico es fundamentalmente costero, con masiva presencia de concheros sobre todo en Asturias y Cantabria. Pero ello
no significó un abandono total de los espacios interiores. De hecho, los análisis de paleodietas efectuados
parecen revelar la existencia de grupos que ocuparon
el interior montañoso del oriente de Asturias y que
apenas tuvieron contacto con la costa, al menos por lo
que a su alimentación se refiere. En el caso concreto
de los concheros asturienses, se comprueba que su
ubicación no fue estrictamente litoral. No parece por
tanto que la proximidad al mar fuese una prioridad;
quizá el carácter "seguro" del marisqueo restó importancia al transporte del alimento hasta los asentamientos. Al margen de ese transporte, que también
incluyó otros recursos de origen terrestre, distintas
evidencias como las superficies de ocupación de
Mazaculos, las buenas condiciones de insolación
registradas —no siempre fáciles en una región marcada por la energía del relieve—, la localización concre-
ta de los concheros en las cavidades, y la ubicación
topográfica de algunas cavidades, abogan igualmente
por la consideración de los concheros como espacios
habitacionales. Y no parece que se trate de asentamientos marcados por la inmediatez, sino más bien
por una concepción relativamente estable del hábitat,
o al menos por un empleo recurrente de los sitios.
Téngase en cuenta el volumen que alcanzaron habitualmente estos depósitos.
El declive/sustitución del ciclo artístico paleolítico, bien palpable ya durante el Aziliense, se ha venido relacionando con una menor interacción cultural a
larga distancia, ya apuntada para las sociedades del
final del Magdaleniense. En este sentido, y desde una
perspectiva sistémica de los procesos de cambio,
otras observaciones relativas a las sociedades que
aquí nos han ocupado, como la gestión de las materias primas líticas, la creciente diversificación de los
recursos explotados (con buena presencia de los
marinos, próximos a la gran mayoría de los yacimientos conocidos), la ocupación relativamente estable
y/o recurrente de los asentamientos, nos indicarían
que el Mesolítico habría supuesto un paso más en la
dirección señalada, con poblaciones probablemente
más importantes desde el punto de vista demográfico,
bien adaptadas a entornos versátiles en cuanto a la
disponibilidad de recursos, y quizá apegadas a territorios más limitados. El notable incremento de los
contextos funerarios, en algún caso con evidencias de
un uso reiterado del espacio sepulcral, sería coherente con este modelo, pero sin que falten indicadores,
más tímidos ahora, de relaciones a larga distancia.
Tal y como se ha venido planteando recientemente (Arias 2005-2006), un comportamiento territorial
pudo tener su influencia en el inicio del proceso de
neolitización, en el sentido de que una conducta
social de ese tipo en un contexto de probable alta
densidad de población puede relacionarse con una
competición por los recursos. Y en una región no
especialmente rica como la Cantábrica ello pudo
derivar en situaciones complicadas para algunas
poblaciones. Los indicios de stress alimentario
observados en el individuo mesolítico más reciente
de Los Canes apoyaría este punto de vista. Pero cabe
también otra lectura respecto al inicio del proceso de
neolitización. Si asumimos, a partir de los primeros
análisis de paleodietas efectuados, la existencia de
poblaciones distintas en el VI milenio, deberemos
valorar el hecho de que las novedades neolíticas probablemente fueran adoptadas/interpretadas por distintas realidades sociales. A este respecto no conviene olvidar que el primer Neolítico de la región nos
muestra situaciones dispares, desde lugares en los
que parece acontecer una irrupción brusca de todo el
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 20()4. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
UN NUEVO TIEMPO: EL MESOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA
"paquete neolítico" (cerámica, agricultura, ganadería...) hasta otros en los que nada parece haber cambiado en fechas del V milenio cal BC. O dicho de
otro modo, ¿esa disparidad de situaciones es producto del propio proceso de neolitización o tiene sus raíces en el período anterior?
AGRADECIMIENTOS
Han sido varios los colegas que, de alguna u otra
manera, han facilitado la elaboración de este capítulo. En texto se ha visto enriquecido por la lectura crítica que del manuscrito inicial hizo J. E. González
Urquijo, y también por los comentarios de L. Zapata
relativos al apartado en el que se aborda la cuestión
del aprovechamiento del medio vegetal. F. I. Gutiérrez Zugasti y E. Alvarez Fernández nos proporcionaron datos inéditos fruto de sus investigaciones, y
agradecemos del mismo modo la información proporcionada por R. de Balbín, A. Arrizabalaga, J. Mujika,
L. Zapata, P. Arias y J. C. López Quintana sobre sus
trabajos recientes en Tito Bustillo, J3, Marizulo, Pico
383
Ramos, La Garma A y Kobeaga II, respectivamente.
Las nuevas dataciones de concheros asturienses recogidas en el cuadro 1 son producto del programa de
sondeos llevado a cabo por R Arias y M. A. Fano
entre 2000 y 2002, en el marco del Proyecto coordinado del Programa Sectorial de Promoción General
del Conocimiento (Dirección General de Enseñanza
Superior e Investigación Científica) "La transición al
Neolítico en la región cantábrica. Cronología, subsistencia y organización social" (PB98-1098-0O2),
desarrollado por las Universidades de Cantabria y
Barcelona y dirigido por P. Arias. J. S. Mestres nos
facilitó la información generada sobre el parámetro
OR en el marco del Subproyecto "Datación por radiocarbono y calibración de las fechas radiométricas
aplicadas a materiales de origen terrestre y marino
procedentes de la región cantábrica" (PB98-10980O2-02). Buena parte de las imágenes que ilustran el
texto son cortesía de Manuel R. González Morales, I.
Fernández Zugasti, N. Fuertes Prieto y J. C. López
Quintana. El trabajo se ha realizado con el apoyo de
una Beca de Incorporación de Doctores a la C.A.P.V.
concedida por el Gobierno Vasco.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
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MIGUEL ÁNGEL FANO MARTÍNEZ
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