André dos Santos

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ESTRENO
André dos Santos:
Locura por Britten
A
por Hugo Roca Joglar
ndré Dos Santos estaba triste: Benjamin Britten (1913-1976), su compositor más
querido, iba a celebrar en la Ciudad de México sus 100 años de nacido sin arte
lírico, así que decidió financiar de su propio bolsillo una producción de The Rape of
Lucretia (La violación de Lucrecia) de 1946, tercera de las 12 óperas en el repertorio
del compositor inglés y primera que escribió para una orquesta de cámara.
André no tenía ninguna garantía de recuperar lo invertido; de hecho, era casi seguro
que perdería. El INBA le prestó el foro y ése fue el único apoyo que consiguió. De
su bolsillo salió el sueldo de los 13 músicos, ocho solistas, el director de escena,
maquillista y el diseño de iluminación y escenografía. “Fue tal vez una locura,
pero siempre supe que debía hacerla; nunca pensé en que ganaría dinero,
siempre me planteé perder, pero lo hago por auténtico amor al arte, amor a
Britten y a sus óperas maravillosas”, asegura André.
André nació en Brasil y comenzó su carrera como pianista en
orquestas de su país, Grecia y Austria. En 2001 ingresó en el Centre
de Formation Lyrique de l’Opéra de Paris para perfeccionarse en el
arte del canto. Desde entonces, ha preparado vocalmente producciones
para la Opéra National de Paris y el Teatro Colón de Buenos Aires,
como Capriccio de Richard Strauss), Falstaff de Verdi, Die sieben
Todsünden de Kurt Weill, Gianni Schicchi de Puccini y L’enfant et
les sortiléges de Ravel. A México llegó como coach vocal en 2011 y
fundó la Offenbach Operetta Studio, agrupación dedicada a presentar
temporadas itinerantes de opereta en varios recintos del Distrito
Federal.
Sin embargo, su gran salto al escenario lírico de la capital fue su
decisión de producir La violación de Lucrecia, que se presentó tres
días de septiembre (viernes 20, sábado 21 y domingo 22) en el Teatro
Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, en lo que constituye
su estreno en la Ciudad de México. En el foso, concertó el propio
Dos Santos, con dirección escénica de Oswaldo Martín del Campo
y un elenco protagonizado por la mezzosoprano Belem Rodríguez
(Lucrecia), el tenor Ricardo Castrejón (coro masculino), la soprano
Carolina Wong (coro femenino), el barítono Óscar Velázquez
(Tarquino), el barítono Mariano Fernández (Junius) y el bajo
Alejandro López (Collatinus).
“Esta ópera de cámara es una pequeña obra maestra; Britten la
escribió justo después de su Peter Grimes (1945). En ese momento se
habían descubierto los campos de exterminio que los nazis utilizaron
antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Esto resultó determinante
para Britten, que nos presenta una partitura llena de dolor que
denuncia a una humanidad cruel, que destruye la pureza y lo sagrado;
de cierta manera la Lucrecia de Britten representa a Cristo, es la
16 pro ópera
“Esta ópera de cámara es una
pequeña obra maestra”
variante femenina del cordero
de Dios”.
¿Es ésta la lectura que propone la
dirección escénica?
Sí, el trazo escénico está plagado
de símbolos cristianos sutiles pero
constantes; proponen una lectura que
representa una ceremonia religiosa, un
gran rito cristiano, y en este sentido la
Lucrecia de Britten es el equivalente al
Parsifal wagneriano.
¿Y musicalmente qué tan cerca está
aquí Britten de Wagner?
Foto: Ana Lourdes Herrera
La partitura está escrita para 14 instrumentos (quinteto de cuerdas,
flauta, oboe, corno inglés, clarinete, fagot, corno, percusión y arpa)
con la peculiaridad del piano (cuya ejecución corresponde al director
musical) como acompañante de los recitativos, a la usanza de finales
del siglo XVIII. Se divide en prólogo y dos actos, tiene libreto de
Ronald Duncan basado en el drama homónimo de André Obey (que
a su vez está inspirado en sendas obras de Tito Livio y Shakespeare);
la historia está ambientada en el año 500 a. C. y narra cómo Tarquino,
rey romano de origen etrusco, viola a Lucrecia, esposa del general
Collatinus y única mujer de Roma que se mantuvo fiel durante la
guerra.
The Rape of Lucretia
en el Centro Cultural del Bosque
ara el perfil de la
P
programación operística
en México y de los directivos
encargados de esa oferta,
siempre es de celebrar que
alguna instancia productora
opte por presentar un título
lírico alternativo al A-B-C.
Britten se encontraba en un momento
temprano de su carrera; no trabaja todavía
con música serial, como lo haría, por
ejemplo, en su posterior ópera de cámara
The Turn of the Screw (Otra vuelta de
tuerca); sus lenguajes en esta partitura
van del impresionismo a las técnicas
aleatorias y también hay mucho de
posromanticismo con ecos wagnerianos,
sobre todo en el tratamiento lírico de los
pasajes instrumentales y en el hecho de que
la orquesta es un personaje independiente.
En cuanto a la presencia de leitmotifs, no
existen como tal, pero sí hay instrumentos
y temas que se identifican con personajes
específicos a lo largo de la obra; por
ejemplo, las cuerdas están asociadas al coro
masculino, los alientos al coro femenino y
el tema de Lucrecia es una vocalise.
¿Se trata, entonces, de la ópera más
lírica de Britten?
Me parece que sí. Sus ambientes coinciden
con las demás óperas de Britten, en ser
lóbregos, desesperados a veces y de estar
protagonizadas por gente aislada y solitaria;
en este caso Lucrecia está condenada por
su propia virtud, que es la humillación de
una sociedad decadente. No obstante, a
diferencia de otras óperas de Britten que
musicalmente resultan eclécticas, en ésta
hay cierta homogeneidad en los lenguajes
que tienden a un lirismo, no carente de
modernidad y aderezado con prácticas
vanguardistas, pero lirismo después de
todo.
Desde el punto de vista musical, ¿cómo
está expresado el drama en la partitura?
A través de los contrastes. Te pongo dos
ejemplos. En una de las escenas iniciales,
los generales romanos brindan por la vida,
es una celebración de fuerza, y la orquesta
está llena de potencia masculina y vigor.
En cambio, poco después, encontramos la
escena de la rueca, donde las mujeres están
hilando en completa quietud introspectiva y
el arpa recrea este movimiento tranquilo y
circular. Aunque el contraste más importante
acontece al final, cuando acaban de violar a
Lucrecia y el orden de las cosas se vuelve
caótico; luego viene la luz, simbolizada
en la mañana luminosa de sol y flores, y
después otra vez el caos con el suicidio de
Lucrecia. o
Puesto que el espectro de
sensibilidad e interés de cierto
público no puede saciarse sólo
con Bohemias, Butterflies o
Elixires, ya que la necesidad
expresiva artística y vital de los
seres humanos va mucho más
allá de personajes ingenuos,
románticos hasta la caricatura o
francamente cándidos que van
por la vida corriendo aventuras
de pantaloncillo corto aunque
sus intérpretes rebasen ya la
media centena de años.
Ricardo Castrejón (Coro masculino) y Belem
Rodríguez (Lucrecia)
Fotos: Ana Lourdes Herrera
Por eso es para reconocer y aplaudir el reto que asumió el Offenbach Operetta
Studio al ofrecer tres funciones de The Rape of Lucretia (La violación de
Lucrecia) de 1946, ópera de cámara en dos actos de Benjamin Britten (1913-1976)
con libreto de Roland Duncan, bajo la dirección musical y artística de André Dos
Santos, los pasados 20, 21 y 22 de septiembre, en el Teatro Julio Castillo del
Centro Cultural del Bosque.
Y el mérito es mayor si se considera la dignidad de la producción presentada, no
con muchos elementos (algunos estandartes y lanzas, una cama, una tina, un
ciclorama al fondo y poco más), pero con la suficiente idea y orden para ambientar
la trama de esta obra que, conforme avanza, gana en sordidez y dramatismo.
Contribuyó a ello la limpieza en el trazo escénico dispuesto por Oswaldo Martín
del Campo, quien resolvió las acciones con madurez y exactitud, proyectando las
agitadas y violentas pasiones de Tarquino (Óscar Velázquez) que no amainan
hasta vaciarse en el objeto del deseo lujurioso, en medio de un aire de pureza pero
enorme sensualidad que desprende Lucrecia (Belem Rodríguez), quien luego
de sufrir la violación de su cuerpo lo enjuaga con el derramamiento de su propia
sangre.
Ricardo Castrejón (Coro masculino), Carolina Wong (Coro femenino),
Alejandro López (Collatinus), Mariano Fernández (Junius), Rebeca Samaniego
(Blanca) y Graciela Rivera-Quiroz (Lucia) complementaron el elenco en la función
de estreno.
De manera general, los jóvenes cantantes se mostraron enjundiosos,
comprometidos, por lo cual quizás se desbordaron vocalmente en los pasajes de
mayor intensidad, en los que la brutalidad acecha la virtud, y sin duda podrían
haber procurado una mejor dicción del inglés británico, pero en todo caso lograron
apegarse al estilo y mostrar actuaciones honestas, convincentes.
El trabajo musical de Dos Santos con los cantantes y sobre todo con la orquesta
de cámara que se conjuntó para estas funciones alcanzó resultados notables, que
demuestran todo lo que se puede lograr cuando se fijan objetivos estrictamente
artísticos en nuestro país y hay gente con talento, propositiva, arriesgada, que los
persiguen. o
por José Noé Mercado
Nota del editor: más sobre The Rape of Lucretia en el Centro Cultural del
Bosque, en la sección Otras voces del portal www.proopera.org.mx.
pro ópera 17
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