«Se Necesitan Madres Valerosa y con Visión» (Mateo 20:20–21)

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«Se Necesitan Madres Valerosa y con Visión»
(Mateo 20:20–21)
INTRODUCCIÓN
Los hijos son una bendición de Dios (Salmos 127:3-5) «3 He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre. 4 Como saetas en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud. 5
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; No será avergonzado Cuando hablare con los enemigos en la
puerta» Por ello los padres verdaderos los aman con todo el corazón.
Yo creo que esto es una verdad que usted ya conoce, especialmente las madres. ¿Qué no
haría una madre por sus hijos? Haría lo imposible.
Ilustración: El Poder Sin Igual Del Amor (Por Carlos Rey)
Hace muchos años, en una aldea de Escocia, una mujer acostó a su bebé, bien envuelto
en una frazada, sobre un montón de heno en el campo donde ella trabajaba. De pronto, una
enorme sombra pasó sobre los trabajadores y, antes de que alguien pudiera impedirlo, una
gigantesca águila se llevó entre sus garras al pequeño con frazada y todo. No hubo tiempo
para reaccionar: la reina de las aves se elevó con la misma rapidez con que había bajado en
picada, y ascendió hasta perderse de vista en la cúspide de la montaña.
Un fornido marinero se ofreció a escalar la montaña donde el águila tenía su nido, pero
luego de intentarlo se dio por vencido y regresó sin nada. Acto seguido, emprendió el
ascenso un robusto leñador con el mismo propósito, pero las fuerzas le faltaron y volvió
frustrado.
La pobre mujer había cifrado sus esperanzas en que uno de los dos hombres rescatara a su
hijito, pero nada pudieron hacer. Así que determinó que no había más remedio que hacer el
intento ella misma. Cuanto más procuraron disuadirla de su empeño por los peligros que
había, más resuelta estuvo a arriesgarlo todo por salvar a su hijo.
La angustiada madre, presa del terror pero armada de valor, comenzó el penoso ascenso
de la montaña y, a pesar del intenso dolor que le provocó la fatiga, no se detuvo hasta que
llegó al enorme nido del águila. Allí, con mucho cuidado rescató del nido el precioso
envoltorio, se lo ató al pecho y descendió con él hasta llevarlo de vuelta a su aldea, sano y
salvo.
¿Cómo se explica que aquella mujer, a pesar de tenerlo todo en contra, lograra lo que no
habían sido capaces de hacer ni el marinero ni el leñador? La respuesta está en que a ella la
impulsó un poder extraordinario, el poder del vínculo invisible que la unía espiritualmente a
su hijo. ¡Era el poder del amor!
En esta ocasión estaremos considerando la historia de una madre que deseaba lo mejor para
su hijos, lo cual le llevo a pedir una petición (aunque ambiciosa e ignorante) que demuestras
sus buenos deseos para su amados. El tema de esta ocasión es: «Se Necesitan Madres
Valerosas y con Visión» Estaremos considerando el ejemplo de Salome.
I. SALOME: UNA MADRE VALEROSA (v.20)
«Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo»
A. Antecedentes de Salome.
1. Esposa de Zebedeo, padre de Juan y Jacabo.
2. Puede que hubiera una razón muy natural para esta petición. Es probable que
Santiago y Juan fueran parientes cercanos de Jesús. Mateo, Marcos y Juan nos dan la
lista de las mujeres que estaban al pie de la Cruz. Vamos a ponerlas por orden.
La lista de Mateo es: María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la
madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 27:56).
La lista de Marcos es: María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de
José, y Salomé (Marcos 15:40).
La lista de Juan es: La Madre de Jesús, la hermana de Su Madre, María la mujer de
Cleofas, y María Magdalena (Juan 19:25).
3. María Magdalena aparece en todas las listas; María la madre de Santiago y José debe
de ser la misma que María la mujer de Cleofas; por tanto, la tercera mujer se
describe de tres maneras diferentes.
 Mateo la llama la madre de los hijos de Zebedeo; Marcos la llama Salomé, y Juan la
llama la hermana de la madre de Jesús. Así que se nos dice que la madre de Santiago y
Juan se llamaba Salomé, y que era hermana de María la Madre de Jesús. Eso quiere
decir que Santiago y Juan eran primos hermanos de Jesús; puede ser que creyeran que
su parentesco les daba derecho a un lugar especial en Su Reino.
Aplicación:
Quizás nuestros antecedentes no sea importantes, por el contrario fueron negativos, no
somos de una familia pudiente, pero una cosa hay que tenerle en cuenta; ahora en Cristo
Jesús somos especiales, tenemos valor y tenemos propósito en la vida.
B. Su Valor (v.20a)
«Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos,…»
1. La palabra «se le acerco» demuestra no solo la confianza de esta madre, sino
también su valor.
2. Se demuestra su valor, ya no era cualquier cosa lo que ella iba a pedir, ya que se
arriesgaba a ser rechazada, y criticada por los demás apóstoles.
C. Su Reverencia (v.20b)
«…postrándose ante él y pidiéndole algo»
1. Esta madre a parte de la confianza que le da valor al acercase al Jesús, nos cautiva su
acto de reverencia.
2. Se postro, en señal de que reconocía la autoridad de Cristo y su poder para hacer todas
las cosas. Puede ser que ella ya lo había reconocido como el Mesías prometido.
II. SALOME: UNA MADRE CON VISIÓN (v.21)
«Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu
derecha, y el otro a tu izquierda»
A. Salome capto la atención de Jesús (v.21a)
«Él le dijo: ¿Qué quieres?...»
1. Ho, que hermoso es oír estas palabras «¿Que quieres?» Para esta madre al
escuchar estas palabras le daban más valor para hacer su petición.
2. Es muy hermoso también saber que Jesús se interesa en conocer las peticiones de
aquellos que con un corazón sincero se acercan a Él.
Aplicación:
Aun que el Señor ya sabe lo que queremos a Él le gusta oír que se las expresemos. Él
siempre está interesado en nosotros. Él quiere saber tu necesidad o tu problema. Él nos
ama y está dispuesto a darnos lo que pidamos (Juan 14:13-14) siempre y cuando sea
conforme a su voluntad. (1 Juan 5:14)
Por ello no callemos delante de Él, sea como sea, no importa si sabemos expresar
palabras bonitas o no. A Él lo que le interesa son las palabras que salen del corazón,
palabras de un corazón contrito y humillado, lo cual Él no rechaza jamás.
B. Salome presenta su petición (v.21a)
«…Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a
tu izquierda»
1. Esta madre sabia que Jesús era el Mesías y del poder y autoridad de Él.
2. La petición aunque un poco egoísta, era importante para ella.
a. Quería el mejor lugar para sus hijos en su Reino.
b. Un lugar de autoridad y poder.
c. Un lugar de excelencia y honor.
d. No es malo que los padres deseen lo mejor para sus hijos. En Dios hay la esperanza
de que puedan ser concedidas.
Aplicación:
Por ello debemos siempre pedir a Dios para nuestros hijos lo mejor. Los buenos
padres se preocupan por el bienestar de sus hijos, esperanza como se ha dicho
anteriormente que sea en lo espiritual, para la vida eterna. Sigamos orando y hay
esperanza que Dios nos contestará nuestras peticiones en relación de nuestros hijos.
No importa la situación que esté. Dios escucha y el puede hacer la obra. ¿Salvación,
Sanidad, Liberación, Trabajo? Cualquiera que sea. Dios tiene el poder... Amén...
CONCLUSIÓN
Para concluir. Es portante que consideremos lo siguiente:
1. Aquí encontramos a una madre, hacienda una petición especial delante del Señor
Jesús. Una petición por sus dos hijos. Aunque la petición en cierta manera pareciera
como egoísta, lo positivo es como la madre se preocupaba por sus hijos. Así actúan las
verdaderas madres.
2. No solamente las madres, sino también nosotros los padres debemos preocuparnos
por el futuro espiritual de los hijos. ¿Qué le estamos pidiendo a Dios por nuestros
hijos? ¿Solamente que los bendiga y los cuide? O estamos preocupados, anhelantes
de que nuestros hijos pueden ahora y un día servir a Señor y vivir una vida cristiana
verdadera y no tradicional y rutinaria.
3. El hecho de que nuestros hijos estén en la iglesia y no hagan aparentemente cosas
malas, eso no garantiza que sean salvos y aunque lo sean pueden perderse. ¿Cuál es la
relación que nuestros hijos tienen con Dios? ¿Están orando? ¿Están leyendo la Biblia?
Bueno si a veces ni nosotros lo hacemos ¿Cómo lo van a hacer ellos? ¿Están dando
buen testimonio? ¿Están hablando de Cristo y ganando almas? Debemos estar alertas,
no sea que pensemos que nuestros hijos estén bien, cuando tristemente no lo están.
4. No olvidemos también que debemos siempre postrarnos ante Dios para pedirle por el
bienestar espiritual, físico, económico, de nuestros hijos.
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