Folklor y Vida Cotidiana

Anuncio
FOLKLOR Y VIDA COTIDIANA
Acaba de celebrarse en Cobán, el 45º Festival Folklórico Nacional que eligió a la
representante de San Juan Chamelco como nueva soberana Rabin Ajaw. Lesly
Yesenia Tupil Tzub es estudiante de Derecho y labora en la Defensoría de la Mujer
Indígena. Respondiendo a la pregunta que se le hizo antes de la votación final, la
candidata manifestó la necesidad de promover, con realismo y decisión, los
derechos de los pueblos indígenas. Esta llamada de atención reconoce un desafío
más allá de lo festivo, artístico y lúdico del folklor. Con frecuencia se han denunciado
anomalías, situaciones discriminatorias con las jóvenes indígenas que han venido
a Cobán para participar en el Festival. Eso refleja la folklorización, manipulación y
utilitarismo comercial del acontecimiento artístico y el silencio, consciente o no, de
la obligada promoción y desarrollo de los pueblos indígenas, con todos los
elementos que integran su identidad.
En su inicio, este evento que se celebra cada año, nació como una actividad propicia
para reconocer y mantener un conjunto variado de expresiones artísticas de los
pueblos mayas de Verapaz y pocos años después, de toda Guatemala. Se llevaron
a cabo festivales de numerosos bailes y danzas prehispánicas y coloniales de los
pueblos indígenas, expresiones de signos diacríticos de la cultura (trajes, lugares,
objetos…), con el propósito de concientizar el valor y respeto a la diversidad cultural
indígena. Con el transcurso de los años, las expresiones artísticas se fueron
restringiendo a motivaciones menos significativas y de alcance permanente.
El folklor, decíamos antes, es parte de la expresión artística y, ésta, de la cultura de
los pueblos. Pero sucede a menudo que los eventos folklóricos sólo ponen la
atención en lo lúdico, en lo artístico y festivo, pero mucho menos en los sujetos que
cotidianamente los realizan o reflejan cotidianamente. De esa manera, el folklor se
cosifica, se reduce a objeto y se desprende de su contexto vital. El arte hay que
vincularla al artista, al creador y mantenedor y estos han de ser los mayores
beneficiados del producto que generan.
No ponemos en tela de juicio o deslegitimación la celebración del Festival Folklórico
Nacional, sino la escasa atención que se dan, en su seguimiento, a los problemas
vitales de los pueblos a quienes las jóvenes representan. En ocasiones, algunos
discursos de las candidatas elegidas en anteriores eventos han sido fuertes,
denunciando injusticias y atropellos al derecho de las identidades, pero a fin de
cuentas, los reclamos han quedado en discursos, sin incidir en la práctica o en
generar cambios. La legislación guatemalteca y la internacional han formulado con
claridad los derechos de los pueblos indígenas de nuestro país y de nuestro mundo.
De ahí que el Festival Folklórico, más allá de la expresión artística y festiva, debería
ser una oportunidad para hacer memoria y avanzar en el proceso de
implementación de los derechos de los pueblos.
Referirse a “oportunidad” es preguntarse: ¿Cómo se están aplicando los Acuerdos
de Paz en el campo de la educación, de la salud, el derecho consuetudinario, en la
participación política, el poder local de la mujer indígena…, o la auténtica escucha
de las propuestas y reclamos de las numerosas consultas comunitarias realizadas
en Guatemala? ¿Son los pueblos indígenas actores secundarios, interlocutores de
ocasión o conveniencia o son verdaderos sujetos de coparticipación política y
democrática? Hay, en fin, en Guatemala, fechas importantes para aprovechar la
estimulación de la dignidad y revitalización de los pueblos indígenas, para renovar
su memoria histórica y empujarla formalmente hacia adelante, en bien de una
auténtica democracia.
La folklorización, distanciada del beneficio del representado, ha sido un hecho
repetido en la historia de los pueblos indígenas: La apropiación comercial y
mercantilista del arte indígena en los períodos coloniales, republicanos y
contemporáneos; la actividad turística que muestra la cultura de los pueblos y sus
variadas manifestaciones, beneficia a los intermediarios y a las empresas hoteleras
y afines, siendo un pequeño porcentaje de ganancia que reciben sus artesanos; las
instituciones públicas y privadas expresan el orgullo de sus raíces indígenas, de la
cultura maya, pero el tejido de sus decisiones y movimientos no involucra a los
actores indígenas, al sujeto maya. Se habla, en fin, de una “cultura nacional”, con
gran ingrediente indígena, pero aún estamos muy lejos de reconocer el valor y
derecho del sujeto indígena. La parcialidad, que se comprueba en la folklorización,
se manifiesta, en fin, en muchos otros ámbitos de la vida económica, social y política
de Guatemala.
Ensalcemos y sintámonos orgullosos de la herencia maya, de la cultura indígena,
de la realidad plurilingüe y multicultural, pero esforcémonos por legitimar
estructuralmente el hecho multicultural en la cotidianidad de nuestros pueblos;
trabajemos por superar la disgregación entre el discurso político, folklórico, populista
o interesado para constituir la diversidad étnico-cultural, como tejido de unidad
nacional. Celebremos el Festival Folklórico Nacional, pero impulsemos el derecho
de los pueblos con su cosmovisión, su riqueza lingüístico-cultural y su legítima
participación y corresponsabilidad en las decisiones que les afectan. ¡Que los actos
de elección y coronación de las reinas indígenas en los distintos municipios no sean
únicamente acontecimientos fortuitos, aislados o simplemente folklóricos, de
naturaleza parcial, sino pasos de un continuum, comprometido en la construcción
de otra Guatemala, plural, justa y equitativa!
Descargar