28 l TRIBUNA Miércoles 1 de julio de 2015 l Heraldo de Aragón EL MERIDIANO LA OPINIÓN I Por José Luis de Arce Carlos Sauras La cigarrera del Tubo Arte en Alcañiz E s una magnífica noticia para Alcañiz el anuncio de la futura ubicación de la colección de arte renacentista de Ángel Quílez. Por la importancia de la colección y por el lugar donde podría tener su sede, la Lonja. El patrimonio de Alcañiz quedó muy malparado tras la Guerra de la Independencia. Más adelante, como el resto del Aragón Oriental, vivió la destrucción de otros muchos bienes artísticos y religiosos durante la Guerra Civil, a causa de la violencia desatada por los anarquistas. Por eso esta donación sería fundamental y enmarcaría el período más brillante de la ciudad, el que corresponde al Renacimiento. Estas setenta esculturas y pinturas llegarían a la ciudad de manos del neurólogo alcañizano Ángel Quílez, afincado en Barcelona. Este coleccionista no tiene hijos y desea dar una proyección pública al arte coleccionado, al que tanto se ha dedicado. Una proyección pública en su lugar de origen, para lo que ya se puso en marcha en 2007 la Fundación Quílez Llisterri, con el objetivo de animar el mundo de la cultura en Alcañiz. Un ejemplo más de lo que pueden aportar tantos hi- jos de esta tierra para llevar vida a los lugares que tuvieron que dejar. Después de darle vueltas se ha considerado que el lugar más idóneo para este futuro museo sería la Lonja, edificio unido a la Casa Consistorial alcañizana, ocupado en parte hasta hace muy poco por el Conservatorio de Música. El lugar reúne todos los atractivos de Alcañiz, ya que es el centro de la vida social y el imán de cuantos visitan la ciudad. Allí se encuentran la Colegiata de Santa María y la magnífica plaza Mayor. Desde su oficina de turismo se visitan los pasadizos subterráneos, un atractivo en alza. Que Alcañiz vaya adelante en materia turística, comercial, cultural o deportiva es importante para todo el Bajo Aragón, al ser una comarca muy interrelacionada y con comunicaciones fluidas. Para que el proyecto llegue a buen fin es preciso arbitrar vías de financiación. El Ayuntamiento confía en la subvención del 1% cultural del Ministerio de Fomento. Sea como sea, el Gobierno aragonés y las demás administraciones públicas deberían volcarse y apoyar al Ayuntamiento, para que la instalación de la colección sea un hecho y no se produzcan más retrasos. EL FOCO Javier Usoz Los nuevos oráculos L a aparición de ‘El espíritu de las leyes’ de Montesquieu, en 1747, marcó un hito definitivo respecto a que, para entender la sociedad política de cada momento, el individuo moderno y contemporáneo haya venido recurriendo al oráculo de los nuevos intelectuales, convertidos en las primeras luces de la naciente opinión pública. Sin embargo, esto está dejando de ser así. Por una parte, en las instituciones científicas y educativas de prestigio cada vez predominan más los especialistas que solo se dirigen a otros especialistas, en tanto que los méritos reconocidos por la comunidad científica se basan en artículos de no más de veinte páginas, que dan mucho de sí, pero no para andarse por las ramas. Por otra parte, respecto a otros ámbitos académicos, tampoco cabe esperar una reflexión comprometida con la actualidad de la actividad de las Reales Academias de las ciencias naturales, sociales, humanísticas e incluso artísticas, a las que, en general, les queda poco del espíritu innovador que las impulsó en el siglo XVIII. Al margen de la cultura oficial, por lo que se refiere al mundo editorial, ensayístico o de ficción, se aprecia que el lector, por más que siga a los autores recomendados por la crítica especializada, apenas encuentra interpretaciones novedosas e independientes. Sirva de ejemplo el tratamiento que recibe el autor francés Michel Houellebecq, presentado como uno de los pensadores más controvertidos e innovadores del momento, aunque se trate de la enésima propuesta xenófoba, misógina y reaccionaria de la literatura europea, barnizada de meditada transgresión y de cierta elegancia literaria. En este contexto, es difícil que surjan figuras que sustituyan, digamos, a Vázquez Montalbán o a Vargas Llosa, herederos, cada uno a su manera, de la tradición de Montesquieu y representantes de una época que termina. En consecuencia, el espacio que dejan está siendo colonizado por los oráculos de la nueva era. Se trata de millones de analistas sociales cuya visión es de muy corto alcance, pero muy nítida. Y no andan por ahí a lo loco, como pollos sin cabeza, sino que se arraciman en las redes sociales y van configurando las fuerzas de la nueva opinión pública. [email protected] Serafina, la cigarrera del Tubo fue una protagonista entrañable de la vida zaragozana. Es justo que su memoria permanezca en el personaje de un nuevo cabezudo C uando era estudiante y cobraba mis pequeños emolumentos de las clases particulares que daba y de otros trabajillos, siempre me iba al Tubo en busca de Serafina, a comprarle algunos pitillos y, cuando era posible, algún paquete de aquellos maravillosos cigarros que me vienen ahora a la memoria envueltos en los vahos y humaredas que producíamos al fumarlos: unos procedían de la base aérea, los rubios americanos, los LM, los Marlboro, los Salem, los Chesterfield o los insuperables Pall-Mall; otros no sé dónde los sacaba esta mujer, pero ofrecía verdaderas delicias inglesas: Craven A, Players, Navy Cut, Rothmans, State Express, 555… En fin, aquello era un lujo de vez en cuando que alternábamos con los Bisonte, los Jirafa, los Ben-Hur o los Celtas de elaboración nacional. «Venga, para ti una pesetica más barato», me decía la Serafina cuando me veía contar afanosamente las monedas. «Que los tengo a doce, pero te lo dejo en once». Se refería a pesetas, claro. Hoy serían apenas siete céntimos de euro por un paquete de veinte cigarrillos. Todo un índice de precios al consumo y de cómo ha cambiado la vida. Si los comprabas sueltos, salían algo más caros. La cosa es que gracias a Serafina, seria, de mal genio, de ademán adusto y fumadora, también, empedernida, alguno de mis hermanos y los amigos podíamos saborear aquellas bocanadas con las que estrenamos un vicio que permaneció durante años y que hoy, afortunadamente, hemos dejado. Serafina era realmente una institución en el Tubo zaragozano, apostada siempre con su caja de mercancía, cigarrillos y mazos de puros, entre los olores a fritanga de los bocadillos de calamares que en ocasiones completaban la fiesta. Seguro que muchos zaragozanos se aprovisionaron con ella de sus dosis de tabaco y agradecían aquel contrabando menor, inocente y necesario para traer al país algunas de las cosas de que carecía. Serafina era también una mujer sensible y generosa, como revela la lectura de su biografía. Por eso, me ha parecido un acierto esa idea del Ayuntamiento de dedicarle un nuevo cabezudo, con su gesto, con su atuendo y con su letrilla, seguro que con su perenne cigarro entre los labios, para que encorra ahora a los niños, a los que tanto quería y que serán sin duda nietos de aquellos que se acercaban a su humilde puesto ambulante a comprarle unos cigarrillos. No es frecuente, pero ocurre, que nuestro Ayuntamiento tiene a veces buenas ideas; y para mí, sin duda, esta es una de ellas: perpetuar la memoria de gentes sencillas que llegaron a convertirse en símbolos de la ciudad y de las que quienes ya somos mayores tenemos un recuerdo que a veces llega a rozar la emoción. Así que, en este caso, no me duelen prendas para felicitar a los autores de la idea. Y pedir que para el Pilar se pasee por Zaragoza y por el Tubo la cabezuda Serafina, que provocará, sin duda, alguna que otra lagrimilla entre quienes la conocieron. LA TRIBUNA I Por José Manuel López Tricas y Ángela Álvarez de Toledo Bayarte Los medicamentos y la ola de calor E stamos en medio de una intensa ola de calor. Se trata de uno de los varios episodios que normalmente se presentan en España durante el verano, afectando sobre todo a los valles del Guadiana, Guadalquivir y Ebro. Los principales inconvenientes son, además de las llamativas temperaturas máximas, la calma atmosférica y el escaso refrescamiento nocturno, que dificulta el descanso. En cualquier caso, nada que ver con las célebres calmas ecuatoriales, tan temidas por los marinos que veían cómo sus barcos se detenían en medio de los mares tropicales africanos, sucumbiendo a la humedad, el calor y las infecciones. Por ello es prudente relativizar nuestros agobios caniculares. No obstante, conviene recordar que aquellas personas afectadas por diversas enfermedades crónicas y que toman determinados medicamentos son más susceptibles a los posibles efectos indeseados de las elevadas temperaturas. Deben informarse y seguir los consejos médicos. No es posible detallar en un breve texto periodístico los medicamentos que pueden interferir con los mecanismos fisiológicos que ayudan a mante- ner una temperatura corporal adecuada. En sus médicos y farmacéuticos encontrarán asesoramiento adecuado. Aun cuando se recuerda cada verano, es prudente conocer que los denominados golpes de calor son una situación que puede presentarse a cualquier edad si se realiza una actividad física intensa en horas de máxima insolación. Algunos síntomas (fiebre muy elevada, descoordinación, mareo, aturdimiento) son indicativos de este grave cuadro clínico, ante el que hay que actuar con extrema urgencia. Muchos medicamentos son factores que pueden aumentar la posibilidad del golpe de calor. Otros, de amplia utilización, disminuyen la eficiencia de los mecanismos corporales que nos permiten regular la temperatura en condiciones extremas. Por ello, conviene volver a subrayar la importancia que tiene seguir siempre el consejo y las indicaciones que nos proporcione el médico. Otro aspecto importante es la adecuada conservación de sus medicamentos. Recuerde que no deben estar en ambientes demasiado recalentados, por lo que se aconseja su conservación en nevera, incluso para aquellos que no lo precisen normalmente. Salvo excepciones muy contadas, los preparados farmacéuticos no se deben guardar en el congelador. De hecho, la congelación daña más los medicamentos que el calor. Hay que tener especial cuidado durante los viajes. Un coche cerrado al sol puede alcanzar en su interior temperaturas superiores a 50 grados. Algunas formas farmacéuticas (pomadas, ungüentos, cremas, soluciones, jarabes, supositorios, colutorios, óvulos vaginales, colirios) son más termolábiles que las formas orales (comprimidos, cápsulas). Por encima de todo, hay que usar el sentido común. Los niños muy pequeños, los ancianos y las personas con enfermedades crónicas o convalecientes deben manejarse con especial precaución, adaptando la alimentación y la vestimenta. No podemos modificar la meteorología, pero disponemos de los recursos intelectuales y tecnológicos para sobrellevar estas situaciones en condiciones incomparablemente mejores que nuestros antepasados. José Manuel López Tricas y Ángela Álvarez de Toledo Bayarte son farmacéuticos