Capítulo 4 Edema macular quístico afáquico 1. Introducción 2. Clínica 2.1. Manifestaciones clínicas 2.2. Diagnóstico 2.2.1. Angiografía fluoresceínica (AGF) 2.2.2. Heidelberg Retina Tomagraph (HRT) 2.2.3. Optical Coherence Tomograph (OCT) 2.2.4. Test de función retiniana 3. Histopatología 4. Incidencia 5. Etiopatogenia 5.1. Teoría de tracción vítrea 5.2. Teoría inflamatoria 5.3. Situaciones especiales 5.3.1. Retención de fragmentos cristalinianos 5.3.2. Uveítis 5.3.3. Diabetes 5.3.4. Fármacos hipotensores oculares 5.3.5. Capsulotomía posterior con láser YAG 6. Tratamiento 6.1. Tratamiento etiológico 6.2. Tratamiento médico 6.2.1. AINEs 6.2.2. AIEs 6.2.3. Acetazolamida 6.3. Tratamiento quirúrgico 7. Experiencia personal Bibliografía Capítulo 4 Edema macular quístico afáquico Clemencia Torrón Fernández-Blanco, Óscar Ruiz-Moreno, Eugenio Ferrer Novella, Francisco M. Honrubia López 1. INTRODUCCIÓN 2. CLÍNICA Es una complicación clásica de la cirugía de la catarata, aparece como una manifestación no específica, causada por la ruptura de la barrera hematorretiniana interna, inducida por mediadores inflamatorios, con salida de plasma desde el interior de los capilares, dando lugar a la formación de espacios quísticos intrarretinianos. El cuadro clínico fue descrito por primera vez en 1953 por Irvine (1) en pacientes tras cirugía intracapsular del cristalino, posteriormente Gass demostró la aparición del edema macular quístico (EMQ) angiográficamente, (2) denominándose desde entonces Síndrome de Irvine-Gass. Actualmente se aplica a todos los casos de edema macular causados por la cirugía de la catarata, independientemente de la técnica quirúrgica utilizada (3-5). Los principales factores de riesgo asociados son la ruptura de la cápsula posterior, vitreorragia, incarceración del iris, uso de lentes fijadas al iris, uveítis activa y diabetes (6). Clásicamente se distinguen dos tipos, el edema macular quístico angiográfico (EMQA), presente en un importante número de pacientes intervenidos de catarata y sin repercusión en la agudeza visual y el edema macular quístico clínico (EMQC) que produce una pérdida visual variable en un porcentaje que oscila entre 0,2 y 13% de pacientes intervenidos de catarata con o sin complicaciones (7-12). El diagnóstico puede hacerse generalmente mediante la observación biomicroscópica de quistes perifoveales y confirmarse con la observación del patrón de difusión petaloide en la angiografía fluoresceínica (AGF). 2.1. Manifestaciones clínicas Las manifestaciones clínicas suelen aparecer generalmente entre la 3.ª y la 12 semana después de la cirugía, aunque en ocasiones pueden aparecer meses o incluso años después (13-15). Existe un intervalo libre de clínica que es inferior a 6 meses en el 51% de los casos y de 6 a 12 meses en el 32% de los casos (16). En la mayoría de las ocasiones el cuadro es autolimitado, con mejoría de la agudeza visual de 3 a 12 meses después en el 80% de los casos (17). El pronóstico funcional va a ser peor en los casos persistentes y en los de aparición tardía. Los pacientes con EMQ pueden estar completamente asintomáticos o presentar visión borrosa, escotoma central positivo y metamorfopsia (18). El descenso de la visión es variable, siendo habitual agudezas visuales entre 0,3 y 0,6. Inicialmente pueden darse signos de irritación de polo anterior como hiperemia ciliar y fotofobia, especialmente en los casos de adherencias vítreas como los descritos inicialmente por Irving (1). El aspecto oftalmoscópico dependerá de la localización, extensión e intensidad del edema, desde una disminución del reflejo foveolar, acompañado o no de pequeños precipitados blanco-amarillentos, hasta la presencia de los típicos quistes concentrados alrededor de la fóvea de los casos más avanzados (fig. 1). Se han descrito también la presencia de precipitados finos, hemorragias intrarretinianas e incluso la formación de una membrana epirretiniana o agujero macular en los casos cronificados (fig. 2), así como cierto grado de papiledema (9,19,21). 110 4. Edema macular quístico afáquico 2.2. Diagnóstico El examen clínico con biomicroscopía de polo posterior y diferentes tipos de lente, no puede confirmar el diagnóstico entre el 5 y el 10% de los casos por lo que en estos casos lo haremos mediante AGF (18). 2.2.1. Angiografía fluoresceínica (AGF) Fig. 1: Retinografia de ojo derecho de paciente intervenido de catarata extracapsular sin complicaciones 2 meses antes: se observa pérdida del reflejo foveal y discretos quistes perifoveales. Fig. 2: Retinografía de paciente intervenida de catarata mediante facoemulsificación con implante acrílico sin complicaciones 6 meses antes, agudeza visual 0,2: se aprecian al menos 2 quistes perifoveales de gran tamaño de coloración rojiza, que hace sospechar la existencia de agujero lamelar. La AGF demuestra la extravasación del contraste hacia el área perifoveal que comienza en la fase arteriovenosa del angiograma. Los puntos de hiperfluorescencia focal se unen para adoptar el típico patrón en «pétalos de flor» durante la fase arteriovenosa tardía, persistiendo durante muchos minutos por el estancamiento del colorante en los espacios microquísticos (2,22,23). La gravedad del EMQ puede determinarse mediante la clínica y la AGF. Yannuzzi clasificó los hallazgos angiográficos en 5 grados: grado 0 no hiperfluorescencia perifoveal, grado 1 hiperfluorescencia perifoveal incompleta, grado 2 hiperfluorescencia moderada de 360 grados, grado 3 hiperfluorescencia moderada de 360 grados con el área de hiperfluorescencia de aproximadamente un diámetro de disco, grado 4 hiperfluorescencia severa de 360 grados grados con el área de hiperfluorescencia de aproximadamente un diámetro y medio de disco (figs. 3-6). Aunque esta clasificación no tiene un gran interés clínico, ya que se ha demostrado que no hay una gran correlación entre el grado de hiperfluorescencia y la pérdida visual (21), puede servirnos sin Fig. 3: A, B, C. Distintas fases de la AGF del paciente de la figura 1, se observa hiperfluorescencia perifoveal incompleta en fases muy tardías (grado 1). Resolución con ketorolaco tópico y triamcinolona sub-tenon. 4. Edema macular quístico afáquico 111 Fig. 4: A, B, C. Distintas fases de AGF de paciente intervenida de catarata mediante facoemulsificación con implante acrílico monobloque sin complicaciones 1 mes antes: hiperfluorescencia perifoveal de 360° (grado 2). Resolución espontánea. Fig. 5: A, B. Fases tardías de AGF de paciente intervenido de catarata mediante extracción extracapsular complicada con rotura capsular y vitreorragia con implante de lente de cámara anterior: hiperfluorescencia moderada perifoveal de 360°, de 1 diámetro de disco (grado 3). Curso crónico, resolución parcial con AINEs y AIEs tópicos, AIEs perioculares y acetazolamida oral. Fig. 6: A, B. Fases intermedia y tardía de la AGF de paciente con panuveitis crónica intervenido de catarata mediante extracción intracapsular sin lente intraocular: hiperfluorescencia severa perifoveal de 360°, de más de 1 diámetro de disco (grado 4). Curso crónico, sin respuesta a los tratamientos habituales. embargo para evaluar diferentes pautas terapéuticas (18,24,25). El espesor retiniano medido en el área foveal tiene una mayor correlación con el estado visual del paciente que la extensión de la fluoresceína intrarretiniana (21,26). La valoración del espesor retiniano puede hacerse mediante estereoangiografias del polo posterior (21,26), pero esta 112 técnica es muy poco sensible para detectar pequeños cambios del espesor retiniano. En los últimos años se han desarrollado nuevas tecnologías que permiten la cuantificación del espesor retiniano y pueden diferenciar entre ojos con y sin edema macular; se trata de técnicas de no contacto y no invasivas que están siendo cada vez más utilizadas en la oftalmología clínica y que son de gran utilidad para el estudio de diversas patologías maculares (27-39). 2.2.2. Heidelberg Retina Tomagraph (HRT) El Heidelberg Retina Tomograph II (HRT) es un tomógrafo láser confocal de barrido, que produce y analiza imágenes topográficas tridimensionales del polo posterior; la resolución axial es de 60 micras y la transversal de 10 micras aproximadamente. 2.2.3. Optical Coherence Tomograph (OCT) El Optical Coherence Tomograph (OCT) permite obtener imágenes pseudohistológicas de la retina humana. El sistema es similar a la ultraso- 4. Edema macular quístico afáquico nografia b, pero la formación de la imagen depende de la reflexión de ondas ópticas en lugar de acústicas, lo que permite una mayor resolución axial (10 micras) siendo la transversal de 20 micras aproximadamente. El espesor retiniano de una tomografía es calculado automáticamente como la distancia entre la interfase vítreo-retiniana y la superficie anterior del epitelio pigmentario de la retina, definido por cierto cambio en la reflectividad. Puede obtenerse un mapa topográfico macular de espesor o volumen, mediante 6 tomogramas lineales radiales centrados en el punto de fijación. El edema macular incipiente puede ser detectado comparando medidas del grosor macular con OCT con valores obtenidos de la población normal (aproximadamente 150 µ el espesor foveal y 220 µ el del circulo central de 1 mm) (28,31) o lo que es más interesante, comparando los tomogramas en distintos momentos evolutivos con el tomograma basal, lo que permite valorar la respuesta al tratamiento instaurado, aumento del edema tras la cirugía de catarata etc. (5,18,39). En pacientes con edema macular quístico, muestra los quistes intrarretinianos como áreas de baja o nula señal, similar apariencia al cuadro histológico (fig. 7). Fig. 7: A) OCT de paciente con EMQ: importante aumento del espesor central, áreas de baja reflectividad que corresponden a los quistes intrarretinianos. B) Disminución del espesor central, menor tamaño de los quistes 2 semanas después de la inyección de triamcinolona intavítrea. 4. Edema macular quístico afáquico 113 Fig. 8: A, B, C. Distintas fases de la angiografía de la paciente de la figura 2: discreta hiperfluorescencia que no aumenta de tamaño ni intensidad en fases tardías. Se ha mostrado también muy útil para diferenciar el EMQ del edema macular por tracción vítrea y de agujeros lamelares (figs. 8 y 9). microscopía electrónica (43), así como por los estudios con OCT que muestran un aumento en el tamaño de los quistes, pero no rotura de su 2.2.4. Test de función retiniana La función macular puede verse afectada no sólo por disminución de la agudeza visual sino también de la sensibilidad al contraste; lo que explicaría la dificultad de algunos pacientes con EMQ crónico, a pesar de una buena agudeza visual (40). 3. HISTOPATOLOGÍA La histopatología del EMQ es poco conocida, ya que son enucleados muy pocos ojos. Según la teoría clásica de Gass, el edema macular se debe a una expansión de líquido seroso en el espacio extracelular que ocasionaría los quistes en la capa plexiforme externa de la retina (capa de Henle) que adopta una orientación oblicua en el área macular, explicando el típico aspecto de pétalos de flor en la angiografía (41). Otros autores como Yanoff (42), en cambio, defienden la teoría intracelular según la cual los quistes provienen de las células de Müller degeneradas; éstas estarían edematizadas en su inicio, presentando posteriormente vacuolización del citoplasma y rotura de su pared. La rotura de células adyacentes originaría los quistes. Este concepto, resultado del estudio histológico en un plano único, parece haberse modificado por el examen tridimensional de los quistes con Fig. 9: A, B, C. Distintos cortes de la OCT de la misma paciente con imagen compatible con agujero lamelar. El contorno sugiere la ruptura de 2 grandes quistes. 114 pared, que estaría formada presumiblemente por células de Müller (36,43,44). Tso demostró en pacientes con EMQ post-quirúrgico, que los quistes pueden formarse en la capa nuclear externa, nuclear interna, plexiforme interna e incluso en la capa de células ganglionares (45). Otani usó la OCT para describir espacios quísticos en las capas medias de la retina en pacientes con edema macular diabético (46). Marchomichelakis en una serie de pacientes con uveitis, describió las áreas de baja reflectividad en OCT principalmente en las capas externas pero también cerca de la retina interna en los casos más crónicos (44). 4. INCIDENCIA La incidencia variará dependiendo del tipo de técnica quirúrgica utilizada y, sobre todo, de si ha habido o no complicaciones. La incidencia de EMQA varía entre un 40% y un 70% de las cirugías extracapsulares (ECCC) e intracapsulares (EICC) respectivamente, apareciendo con mayor frecuencia entre el 1.º y 4.º mes después de la cirugía, con resolución espontánea de la mayor parte de los casos (47,48). Menos de un 14% persiste a los 4 meses y menos del 9% a los 2 años (49). La técnica actual de facoemulsificación con implante de lente intraocular (LIO) plegable en saco, ha hecho descender esta incidencia hasta el 9% de los casos en cirugías no complicadas (50). El EMQC con afectación visual importante incide en un 2%-10% de las cirugías intracapsulares, en un 1,2%-2% de las cirugías extracapsulares (8,16,51,52). En una serie de 252 ojos intervenidos con facoemulsificación no complicada, la incidencia fue de 0% (50). En una publicación de 1999 sobre datos recogidos en cuatro centros de otros tantos paises por el International Catarat Surgery Outcomes Study, la incidencia de EMQ como complicación de la cirugía de catarata mediante facoemulsificación fue de un 0,3% en Estados Unidos, de un 1,4% en Canadá, de un 0,0% en Dinamarca y de un 0,6% en España. La incidencia media de estos estudios se cifra entorno al 0,4% con una técni- 4. Edema macular quístico afáquico ca quirúrgica que no tenía estandarizada la anestesia tópica y en la que ni el instrumental ni los implantes intraoculares tenían el desarrollo actual (53). En ocasiones el EMQ puede cronificarse (1-3%) con una grave afectación de la función visual (0,3% de las cirugías extracapsulares) (8,54). La presentación de complicaciones quirúrgicas como vitreorragia aumenta considerablemente esta cifra, así en una serie de 438 ojos intervenidos mediante EECC o facoemulsificación y LIO de cámara posterior o cámara anterior, la incidencia de EMQ demostrado mediante biomicroscopía y AGF fue de 13,2% (10). En una serie más reciente de 230 ojos con pérdida de vítreo, la incidencia fue de 11,5% versus 3,6% en un grupo de 521 ojos sin vitreorragia (11), similar al 10% recogido por Blonquist (55). 5. ETIOPATOGENIA La etiología específica del EMQ es desconocida aunque existen varias teorías patogenéticas: teoría de la tracción vítrea y teoría inflamatoria, más aceptada en la actualidad, aunque probablemente se trate de una enfermedad multifactorial. 5.1. Teoría de tracción vítrea En pacientes con cirugía intracapsular o extracapsular, con rotura de la cápsula posterior, con salida de vítreo e incarceración de éste en la incisión, las tracciones del vítreo sobre el área macular (fig. 10) es uno de los factores más importantes implicados en la aparición del EMQ. Se ha descrito hasta un 20% de incidencia de EMQ en pacientes con pérdida de vítreo durante la cirugía (fig. 11) (56,57). 5.2. Teoría inflamatoria Aunque la cirugía actual de la catarata es mínimamente invasiva, no ha podido eliminar por completo la reacción inflamatoria conocida 4. Edema macular quístico afáquico Fig. 10: OCT de polo anterior donde se observa brida vítrea adherida a la incisión provocando EMQ crónico y con mala respuesta al tratamiento. como «cascada del ácido araquidónico» (fig. 12). En el inicio de esta reacción, la enzima fosfolipasa A posibilita la liberación de ácido araquidónico a partir de los fosfolípidos de las membranas celulares dañadas por el trauma quirúrgico. La ciclooxigenasa puede convertir el ácido araquidónico en prostaglandinas, potentes mediadores de la inflamación. Las prostaglandinas pueden causar la rotura de la barrera hemato-acuosa, dolor, fotofobia y aumentar los efectos de otros mediadores de la inflamación (58,59). La llegada de las prostaglandinas al segmento posterior provoca una rotura de la barrera hematorretiniana interna con dilatación y alteración de la permeabilidad de los capilares maculares induciendo el EMQ. Lógicamente esta reacción será mayor si existen complicaciones: vitreorragia, daño iridiano etc., lo que parece probado por el aumento notable de la incidencia ya comentado. La implantación de lente intraocular, excepto en las lentes fijadas a iris (8,16), no parece implicada en la patogénesis del cuadro (10,56) aunque si se ha descrito en implantes secundarios (60). La influencia del fototraumatismo macular en el EMQ postquirúrgico es controvertida, si bien se ha demostrado que el tiempo de exposición a la luz del microscopio puede generar una lesión a nivel del tejido macular que potencia la formación de radicales libres, la protección mediante filtros sobre la córnea no demostró una diferencia significativa en la incidencia de 115 Fig. 11: Rotura capsular con pérdida de vítreo en facoemulsificación con implante acrílico colocado sobre capsulorrexis . El paciente presentó EMQ crónico con respuesta parcial al tratamiento. Fig. 12: Cascada del ácido araquidónico (modificado de Simone) (58). EMQ clínico ni angiográfico. Sí parece sin embargo, que el filtro de los rayos UV reduce la incidencia de alteraciones maculares (61-63). 5.3. Situaciones especiales 5.3.1. Retención de fragmentos cristalinianos La inflamación intraocular crónica producida por restos de cristalino que quedan sin extraer o que han caído a vítreo si se ha roto la cápsula posterior es un factor de riesgo para el desarrollo de EMQ incluso en los casos en que son extraídos mediante vitrectomía (64-65), además algunos de estos pacientes obtienen una visión final muy baja. Rosseti ha publicado un estudio 116 comparativo entre tratamiento con vitrectomía versus tratamiento médico en pacientes con fragmentos cristalinianos en vítreo. A los 6 meses de la cirugía el 27,7% de los pacientes presentaban EMQ, detectado oftalmoscópicamente, versus 72,2% de los tratados sólo con medicación. La recomendación sería realizar vitrectomía en ojos con fragmentos retenidos que causen inflamación significativa o hipertensión intraocular (66). 5.3.2. Uveítis En algunos cuadros inflamatorios crónicos como el síndrome de Fuchs, el pronóstico de la cirugía de catarata es muy bueno con poca incidencia de complicaciones como el EMQ; otros cuadros de uveitis crónica como la artritis cró- 4. Edema macular quístico afáquico nica juvenil, enfermedad de Behçet o pars planitis suponen un aumento del riesgo de EMQ de hasta el 50% de casos. A pesar de ello, la cirugía de catarata con lente intraocular en saco capsular es generalmente exitosa y está indicada en adultos (67-70). En una serie de 86 ojos con uveitis de distinta etiología intervenidos de catarata con lente intraocular (71), sólo 2 desarrollaron EMQ, cifra muy inferior a las publicadas en la literatura de hasta un 46% (72) y de la que estos mismos autores han publicado más recientemente (70). Esta diferencia puede justificarse por la inclusión de 34 ojos con síndrome de Fuchs, que tienen mucho menor riesgo de desarrollar EMQ. En resumen, la cirugía de catarata en pacientes con uveitis supone un reto añadido, siendo muy importante realizar una cirugía lo más atraumática posible, implantar la lente en saco capsular y un control óptimo de la inflamación en el preoperatorio y postoperatorio (65,68,71,73). 5.3.3. Diabetes Fig. 13: Retinografia de paciente con retinopatía diabética y edema macular fotocoagulada en varias ocasiones, intervenida de catarata mediante facoemulsificación con implante acrílico monobloque sin complicaciones 3 meses antes. Agudeza visual previa 0,05, al 5° día 0,6, al mes 0,6, a los 3 meses 0,3. Según diversos autores, el resultado de la cirugía de catarata en pacientes diabéticos, especialmente en los que presentaban una retinopatía diabética es peor que en los no diabéticos, objetivándose una mayor incidencia y duración de EMQ (74-79) (figs. 13-15). En una serie de Pollack de 44 ojos de pacientes diabéticos sin EMQ preoperatorio, intervenidos con técnica extracapsular con LIO, encontró una incidencia al año de un 56% frente a 7% de los pacientes sin retinopatía. Sólo 33% de los ojos con EMQC alcanzaron una agudeza visual de Fig. 14: A, B, C. Fases inicial, intermedia y tardía de la AGF que muestra importantes áreas de isquemia, hiperfluorescencia marcada en polo posterior con patrón petaloide y en panal de abeja. 4. Edema macular quístico afáquico 117 Fig. 15: A) OCT de la misma paciente a los 5 días de la cirugía: espesor central 264 µ. B) OCT al mes: espesor central 330 µ, quistes foveales. C) OCT a los 3 meses: espesor central 365 µ, quistes de mayor tamaño. 0,5, por lo que recomiendan la cirugía de catarata solo en pacientes con visión inferior a 0,2 (74). Este mismo autor observó un pronóstico mejor en pacientes tratados previamente con láser, con una incidencia menor de EMQ y una mejoría de visión en la mayoría de los ojos (75). La moderna cirugía de la catarata, parece haber mejorado el pronóstico de estos pacientes, con agudezas visuales de 0,5 en el 71% de los casos (77). Los resultados de los estudios de Dowler parecen indicar que tan importante como la técnica quirúrgica es el tratamiento precoz (80). Algunos autores, han utilizado con éxito la inyección de triamcinolona intravítrea en pacientes con catarata y edema macular diabético a pesar de la fotocoagulación láser, bien preoperatoriamente o al finalizar la cirugía (65,81). 5.3.4. Fármacos hipotensores oculares En ocasiones deben utilizarse fármacos hipotensores oculares en el postoperatorio de la cirugía de la catarata, bien por hipertensión ocular post-quirúrgica o por la coexistencia de glaucoma. Algunos de estos fármacos como los análogos de la epinefrina, timolol (82,83) y fundamentalmente los análogos de las prostaglandinas, cada vez más utilizados, se han implicado en la aparición de EMQ postquirúr- gico (84-88) no sólo en el postoperatorio inmediato sino incluso 2 años después (89). Aunque el EMQ suele ceder al retirar el fármaco y responde al tratamiento con AINEs, los autores recomiendan precaución en el uso de éstos fármacos sobre todo en los primeros meses tras la cirugía. 5.3.5. Capsulotomía posterior con láser YAG A pesar de los notables avances en la técnica quirúrgica, materiales y diseño de las lentes intraoculares, la opacificación de la cápsula posterior sigue siendo la principal complicación de la cirugía de la catarata, con una incidencia estimada del 11% el primer año y del 38% el tercer año (90-91). El hecho de que dicha cirugía sea un procedimiento cada vez más frecuente, ha provocado también un aumento del número de capsulotomías YAG que se realizan (92). Aunque la incidencia del EMQ después de realizar capsulotomía YAG no es alta, oscilando entre el 0 y el 3%, debe ser tenida en cuenta (93-97). En un amplio estudio publicado por Stark con 2.110 enfermos, la incidencia fue solamente de 1,2%. Cuanto más tiempo ha transcurrido entre la cirugía de la catarata y la práctica de la capsulotomía, menor es la incidencia (95,98). No parece existir relación entre la energía utilizada y desarrollo de EMQ (95,96). El diámetro de la capsulotomía no debe 118 de ser grande, para evitar prolapsos de vítreo; en la misma línea debe intentarse mantener la integridad de la hialoides posterior, para evitar el movimiento anterior del cuerpo vítreo y la tracción vítrea que pueda inducir. 6. TRATAMIENTO El tratamiento fundamental se basa en la prevención. La incidencia de EMQ se reduce si la cirugía se realiza en el menor tiempo posible, no lesionando el tejido iridiano, extrayendo la totalidad del tejido cristaliniano y del materal viscoelástico utilizado, así como utilizando implantes oculares alojados dentro del saco capsular. El uso de implantes oculares con filtro ultravioleta como profilaxis de diversas enfermedades maculares, es actualmente controvertido (99,100). La utilización de antiinflamatorios no esteroides (AINEs) tópicos en los días previos a la cirugía también se ha demostrado eficaz en la reducción de la inflamación postoperatoria, pero su uso en la profilaxis del EMQ con respecto al resultado visual, es más discutible (6). Aunque existen pocos estudios randomizados y con adecuada metodología, parece que la utilización de AINEs en el post-operatorio, tiene un efecto profiláctico sobre el EMQ afáquico (63,101-103) El tratamiento del EMQ clínico debe ser etiológico, médico y quirúrgico. 6.1. Tratamiento etiológico Si la causa del EMQ es una complicación intraoperatoria con salida de vítreo, una brida vítrea que tracciona de la mácula o del iris provocando una inflamación crónica, puede tratarse mediante el láser YAG (104) o por medio de una vitrectomía (105,106). En los casos en los que la causa es una localización de la LIO fuera del saco capsular que irrita el iris o el cuerpo ciliar podemos intentar recolocar la LIO. Debe realizarse también vitrectomía posterior vía pars plana en ojos con fragmentos cristalinianos retenidos (66). 4. Edema macular quístico afáquico 6.2. Tratamiento médico En los EMQC en los que no podemos establecer la causa, el tratamiento se basa en la administración tópica de antiinflamatorios esteroideos (AIEs) y no esteroideos (AINEs), inhibidores de anhidrasa carbónica y recientemente, en la administración de triamcinolona intravítrea. Cuando existen signos de inflamación en cámara anterior, fotofobia, dolor, formación de sinequias, se deben asociar cicloplégicos. Rossetti y col. en 1998 (103), publicaron los resultados de un meta-análisis acerca de la utilidad de la profilaxis y tratamiento médico del EMQ afáquico con AIEs y AINEs, para ello realizaron una revisión de los estudios randomizados publicados en la Literatura Oftalmológica. Encontraron una gran heterogeneidad en la metodología y resultados, pero concluyen que la profilaxis y el tratamiento médico del EMQ con estos fármacos es beneficioso. Un factor a tener en cuenta en la evaluación de los tratamientos del EMQ afáquico es su tendencia a mejorías o empeoramientos cíclicos, efecto llamado por Yannuzzi «fenómeno on-off». Algo similar a lo que ocurre al retirar un tratamiento una vez obtenida la mejoría del cuadro clínico. 6.2.1. AINEs Los AINEs ejercen su acción antiinflamatoria inhibiendo la ciclooxigenasa y por tanto, previenen la formación de prostaglandinas desde el ácido araquidónico (fig. 12). Dado que la acción de los AINES es más tardía en la cascada del ácido araquidónico que la de los corticoesteroides, su efecto antiinflamatorio es más específico y los efectos secundarios menores, siendo también potentes analgésicos (58). Los AINES tópicos utilizados han sido: indometacina, flurbiprofen, fenoprofeno, diclofenaco y ketorolaco, actualmente sólo los 4 últimos están disponibles. Se utilizan habitualmente 4 veces al día y sus efectos secundarios son: irritación, inyección conjuntival, queratopatía puntata y midriasis (15). 4. Edema macular quístico afáquico Han demostrado, según diversos autores, ser efectivos en el tratamiento del EMQ agudo y crónico (18,24,101,107-110). Una revisión de los estudios randomizados conducido recientemente por Sivaprasad (111) acerca de la efectividad del tratamiento con AINEs del EMQ agudo y crónico, pone de manifiesto un efecto positivo del ketorolaco tópico en EMQ crónico y un efecto dudoso de los AINES tópicos en EMQ agudo. La indometacina por vía oral y el fenoprofeno tópico fueron inefectivos en el EMQ crónico. 6.2.2. AIEs Los AIEs son potentes inhibidores de la inflamación y se han usado desde hace décadas para reducir la inflamación en el post-operatorio de la cirugía de la catarata. Bloquean la síntesis de prostaglandinas inhibiendo la fosfolipasa A en las etapas iniciales de la cascada del ácido araquidónico (fig. 12). Debido a ello, tienen otros efectos como la inhibición en la formación de leucotrienos, migración de neutrófilos y macrófagos y disminución de la permeabilidad capilar y de la vasodilatación. Este amplio espectro de actividad es responsable de la mayoría de los efectos secundarios adversos. Los AIE pueden utilizarse por vía tópica, periocular, sistémica o intravítrea. Los AIEs tópicos habitualmente utilizados son: prednisolona, dexametasona, fluormetolona y rimexolona. Esta última parece ejercer el efecto antiinflamatorio reduciendo el riesgo de efectos secundarios (112). Las complicaciones potenciales en el ojo afáquico son: glaucoma, exacerbación de infecciones, y recurrencia de queratitis herpética (15). Heier en un estudio prospectivo, randomizado encontró un efecto beneficioso de la prednisolona tópica en el tratamiento del EMQ afáquico agudo. Este efecto fue significativamente mayor en el grupo que asociaba ketorolaco tópico, sugiriendo que su actividad sinérgica ofrece mejor y más rápida resolución del edema (113). Los AIEs administrados por vía tópica y sistémica también se han demostrado eficaces en 119 EMQ crónico (114,115) sin embargo sus efectos secundarios reducen las posibilidades de su utilización a largo plazo y en algunos casos su efecto no es superior al de los antiinflamatorios no esteroideos (108). Los AIEs pueden utilizarse periocularmente por via retrobulbar o subtenoniana, preferiblemente posterior. Habitualmente se utilizan 40 mg de triamcinolona por la mayor duración de su efecto. No debe usarse en pacientes con glaucoma o con hipertensión ocular relacionada con AIEs. En pacientes con EMQ crónico que no respondieron al tratamiento con AINEs o acetazolamida si se observó una reducción del EMQ mediante la administración de triamcinolona subtenoniana o retrobulbar, permanaciendo solo un 8% de los casos sin respuesta al tratamiento (116). Recientemente se han publicado los resultados clínicos de varias series de tratamiento mediante la inyección intravítrea de triamcinolona. La dosis utilizada varía entre 1, 4, 8 y 25 mg, así como el número de inyecciones ya que el efecto suele observarse a las 4 semanas de la administración y desaparece aproximadamente a las 24 ó 26 semanas. La respuesta al tratamiento podemos monitorizarla mediante el uso de OCT en el que se observan reducciones de espesor retiniano en el área macular (117119,121). En la mayoría de los estudios (no randomizados y con pocos casos) se ha mostrado eficaz (117-119). Sorensen en 4 ojos, en los que inyectó 2 mg de triamcinolona IV no encontró mejoría (120). Al igual que con otros tratamientos, pasado un tiempo reaparece el EMQ siendo necesario repetir la inyección intravítrea, hay publicaciones con seguimientos de hasta 51 semanas con un máximo de 5 inyecciones intravítreas (121). Las posibles complicaciones observadas en este tratamiento, excepto lógicamente la catarata, son similares a las del resto de las indicaciones de la triamcinolona intravítrea (TAIV): aumento de presión intraocular, sangrado retiniano, desprendimiento de retina, endoftalmitis tóxica o bacteriana, etc. La recuperación de la agudeza visual varía según los casos entre 120 Fig. 16: Esquema terapéutico del EMQ tras cirugía de catarata no complicada. 20/400 previo al tratamiento hasta 20/25 después del tratamiento observándose variaciones durante el seguimiento que coinciden con el aumento del espesor retiniano, como consecuencia de la reducción del efecto terapéutico de la triamcinolona al desaparecer del espacio vítreo (117-120). La recuperación de agudeza visual después del tratamiento parece ser independiente del tiempo transcurrido desde la cirugía y es posible obtener buenos resultados incluso en casos de larga evolución con baja agudeza visual (117-118). 6.2.3. Acetazolamida La acetazolamida administrada por vía oral a una dosis de 250 mg cada 12 horas se mostró eficaz en algunos casos de EMQ crónico administrada conjuntamente con suplementos de potasio sin observarse efectos secundarios graves. Sin embargo al reducir la dosis o suspender el tratamiento con frecuencia vuelve a desarrollarse el EMQ y se reduce la visión (49,122). 6.3. Tratamiento quirúrgico Además del ya señalado tratamiento quirúrgico de las complicaciones intra-operatorias, recientemente se ha publicado un artículo usando vitrectomía via pars plana y extracción de la membrana limitante interna en 2 casos de EMQ afáquico crónico y resistente al tratamiento médico (123). La agudeza visual mejoró notablemente en ambos casos, la escasa casuística y la utilización quirúrgica de triamcinolona intra- 4. Edema macular quístico afáquico vítrea restan algo de valor al trabajo, pero abre una nueva vía de investigación. En resumen, una pauta terapéutica que nos parece correcta actualmente sería: comenzar con AIEs y /o AINEs tópicos 4 veces al día. Si no hay respuesta a los 3 meses inyección de triamcinolona subtenoniana posterior. Si no hay respuesta, considerar azetazolamida oral o TAIV (fig. 16). Si hay evidencia de tracción vítrea en segmento anterior o fragmentos de cristalino retenidos en vítreo, realizar vitrectomía con o sin inyección de TAIV (65). 7. EXPERIENCIA PERSONAL En el Hospital Miguel Servet de Zaragoza hemos realizado un estudio prospectivo con el objetivo de detectar la incidencia y evolución de edema macular quístico (EMQ) tras cirugía de catarata tanto clínico como subclínico, mediante OCT. Para ello hemos analizado diferentes parámetros de 286 ojos intervenidos de forma consecutiva de catarata mediante facoemulsificación con implante de lente intraocular acrílica, desde septiembre del 2004 a marzo de 2005. Se excluyeron del estudio 23 ojos, por presentar cirugía ocular previa o patología macular (a excepción de retinopatía diabética) y 3 ojos que no completaron el periodo mínimo de seguimiento de 3 meses. Los 260 ojos restantes se dividieron en 3 grupos: Grupo A con 208 ojos de pacientes no diabéticos, grupo B con 42 ojos de pacientes diabéticos, grupo C con 10 ojos de pacientes diabéticos con edema macular y que recibieron triamcinolona intravítrea (TAIV) al finalizar la cirugía. En cada revisión efectuada a los 6 días (considerada basal), 5 semanas y 12 semanas se realizó la determinación de la agudeza visual con y sin corrección, actividad inflamatoria en cámara anterior, biomicroscopía de polo posterior con lente de 78 dioptrías y tomografía óptica de coherencia. No hubo diferencias entre los grupos A y B en cuanto al tipo de catarata, dureza, tiempo o potencia de faco utilizado. La duración de la cirugía fue mayor en el grupo B que en el gruo A (p=0,026). La única complicación encontra- 4. Edema macular quístico afáquico da, el daño iridiano intraoperatorio, fue más frecuente en el grupo B (14,29% de los ojos) que en el grupo A (0,96%) con una diferencia estadísticamente significativa (p<0,001). El espesor macular, tomado del valor del círculo central de 1 mm en la OCT, fue significativamente superior en el grupo B que en el grupo A (241,6±56,3 versus 204,6±21,8, p<0,001). En el grupo A no detectamos ningún paciente con EMQ clínicamente significativo, pero en 4 ojos (1,92%) detectamos aumento del espesor macular ≥43,74 µ (2 DS del valor basal del grupo A). En el grupo B, 6 ojos presentaron EMQ clínicamente significativo, con disminución de agudeza visual (14,2%), en 12 ojos detectamos aumento del espesor macular ≥43,74 µ (28,5%). Las diferencias entre grupos fueron significativas (p<0,001). En los 10 ojos que recibieron TAIV se observó una disminución media del espesor central de 68 µ a las 5 semanas y de 77 µ a las 12 semanas. En conclusión podemos decir que la incidencia de EMQ clínico ha sido muy baja en esta serie. La OCT detectó un aumento del espesor macular en ambos grupos en un pequeño porcentaje de pacientes y significativamente mayor en el grupo de pacientes diabéticos. En todos los ojos del grupo de inyección de TAIV se observó, en cambio, una disminución significativa del espesor macular. BIBLIOGRAFÍA 1. Irvine A R. A newly defined vitreous síndrome following cataract surgery interpreted according to recent concepts of the structure of the vitreous. Am J Ophthalmol 1953; 36: 599-619. 2. Gass JDM, Norton EW. Cystoid macular edema and papilledema following cataract extraction: a fluorescein funduscopic and angiographic study. Arch Ophthalmol 1966; 76: 646-661. 3. Amin HI, McDonald R, Johnson RN, Ai E, Schatz H. Adquired macular disease. En: Tasman W (ed.), Jaeger EA (ed. asoc.), Benson WE (ed. sección). Duane’s Clinical Ophthalmology on CD-ROM. Progressive Information Technologies, producers. 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