R A FA E L A L B E RT I 1902 – 1999 E « 22 n un principio –escribió Rafael Alberti– busqué en la pintura el medio de expresar mis inquietudes en colores y formas. Luego fue en la poesía donde hallaron expresión estas inquietudes por medio de la palabra y la metáfora.» La poesía de Alberti tiene una clara orientación visual, y algún crítico ha observado la influencia directa del cubismo en sus estructuras. «Sin duda, yo soy un poeta para quien los ojos son las manos de su poesía», reconoció el propio Alberti. A lo largo de su vida se encarnó tanto en pintor como en poeta, y al manifestar su nostalgia por la potencia perdida de sus creaciones plásticas, la expresó del siguiente modo: «diérame ahora la locura / que en aquel tiempo me tenía / para pintar la poesía / con el pincel de la pintura». Cuando Alberti tenía quince años, su familia se fue a vivir a Madrid, donde el joven, separado del paisaje de su infancia, se volvió taciturno. Fue el Prado, según él, quien lo salvó. El Alberti adolescente se pasaba horas en el museo, copiando a los grandes maestros, a la vez que pintaba al aire libre y experimentaba con el cubismo. Así, expuso sus obras junto a un grupo de pintores vanguardistas, y a los veinte años lo hizo en solitario en el prestigioso Salón de Otoño de Madrid. A lo largo de su vida, Alberti presentó sus obras plásticas en centenares de exposiciones por toda Europa y Latinoamérica. En 1996, su hija Aitana, residente en Cuba, organizó una exposición itinerante que llegó a Estados Unidos. Aparte de sus témperas y acuarelas, Alberti hizo collages, grabados y litografías, dibujó ilustraciones para libros propios y ajenos, diseñó carteles (algunos taurinos) y portadas de discos, y decoró muebles y objetos domésticos. En su poemario A la pintura (1948), centrado en los pintores y los colores e instrumentos del artista, Alberti reconcilia ambas artes: «pintar la poesía con el pincel de la pintura». En el poema que da título al libro, rinde homenaje a los materiales artísticos: «A ti, lino en el campo. A ti, extendida / superficie, a los ojos, en espera ... A ti, pincel heroico, roca o cera, / obediente al estilo o la manera», a la imagen, a la «fingida realidad del sueño», hecha de materiales palpables, y por último «a ti, mano, pintor de la Pintura». Poeta, dramaturgo, artista plástico y traductor, Alberti nació en 1902 en el Puerto de Santa María. Sólo tenía veintidós años cuando su poemario Marinero en tierra (1924) obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Pese a las secuelas de la tuberculosis, aspiraba a ser torero, pero renunció después de su primera corrida por miedo al toro. Llegó a publicar más de sesenta y cinco libros que le reportaron un sinfín de galardones, entre ellos el Premio Nacional de Teatro (1981) y el Premio Cervantes (1983). Miembro de la Generación del 27, al igual que Federico García Lorca, y contemporáneo de artistas del calibre de Juan Gris, Salvador Dalí y Luis Buñuel, Alberti compartió el exilio de tantos compañeros vanguardistas al final de la Guerra Civil. En 1977, tras la muerte de Franco, regresó a España, donde vivió hasta su muerte (Cádiz, 1999). Durante el conflicto organizó un congreso internacional de escritores e intelectuales antifascistas, y ayudó a evacuar los cuadros del Prado. Fue amigo de Miguel de Unamuno, y mantuvo una larga relación de amistad con Pablo Picasso. Izquierda: Rafael Alberti, sin título (imagen abstracta © 2007 El Alba del Alhelí, S.L./Artist Rights Society (ARS), Nueva York de dos pájaros) Derecha: Rafael Alberti, sin título (imagen abstracta © 2007 El Alba del Alhelí, S.L./Artist Rights Society (ARS), Nueva York con corazones) 23