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La Andalucía trágica
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La Andalucía trágica de Azorín
I.En Sevilla: comienza indicando el brusco contraste que se produce en
tren entre el paisaje de la Mancha y el de Andalucía, destacando de este el
verdor del paisaje, el blanco de las casas y el azul del cielo. Anota los
pueblos que se suceden: Lora del Río, Cantillana, Brenes, Sevilla. Alude a
las peculiaridades de los sevillanos: andar encorvado, reflexivo, pero
repleto de gallardía, desgaire y elegancia. En Sevilla, anota su peregrinar,
pasando al lado de la Giralda, la Catedral o la puerta de San Bernardo. Se
destaca la vitalidad, la jovialidad y la ironía de este ambiente sevillano, con
murmullos, organillos y cantos de los pájaros en las calles. Sin embargo, no
es esta la Andalucía que busca.
II.En Lebrija: en la estación, un mozuelo llamado Benito le ayuda con el
equipaje, llevándole a la única posada del pueblo. Por el camino observa el
silencio del pueblo, que las casas están cerradas y apenas hay gente por
las calles. Ya en la posada, le atiende Consolación, de la que le atraen sus
gallardas formas. Va al Casino, donde conversa con un tal Juan, quien le
hace notar que los señores no van al Casino (de hecho, Azorín lo
encuentra desierto). Recuerda una conversación con un periodista en
Sevilla, quien le hacía notar las dificultades existenciales de los jornaleros
de Lebrija, de los cuales la mitad solo cuentan con el producto de su
trabajo. Las viñas están destrozadas por la filoxera, en Jerez hay crisis,
luego no les dan trabajo, y la construcción de la carretera de Trebujena
(que proporcionará trabajo) aún no ha empezado. Mientras, se mueren de
hambre y asaltan tiendas.
Alberto García Pérez
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III.Los obreros de Lebrija: Azorín conversa con varios jornaleros en el
Casino, donde descubre la terrible desproporción entre lo que cobran los
días de trabajo (3 reales) y lo que realmente necesitarían como mínimo
para poder subsistir (9 reales). Ante ello, un tal Antonio le hace notar que lo
mejor sería expropiar terrenos desaprovechados a los terratenientes, y
venderlos a los jornaleros, si bien reconoce las dificultades para la
concesión de un crédito, y el hecho de que los intermediarios, cuando hay
arrendamientos, son los máximos beneficiados. Quejas finales de Azorín,
dirigidas al lector.
IV.Los sostenes de la patria: un día Azorín acompaña a Don Luis, médico,
a los distintos barrios de jornaleros, donde presta servicio. Tras contemplar
el desolador espectáculo, Don Luis le hace notar que la mayor parte de los
atendidos están tuberculosos (con una media que supera a la nacional), y
buena parte del resto sufren sus problemas por una mala alimentación.
Concluye considerando que la mejor solución es entregar a estos las tierras
inutilizadas de los grandes terratenientes, a los que los jornaleros
consideran sus enemigos, y para los cuales se hacen las leyes.
V.Arcos y su filósofo: describe el pueblo de Arcos de la Frontera, situado en
la ladera de una montaña, ajustado perfectamente a los ascensos y
descensos del terreno, donde vive “el tío Joaquinito”, talabartero, quien
compara la situación de su gente con la pasión de Cristo, solo que sin
ascensión a los cielos, y tan solo con eterno suplicio en la Tierra.
ROMERO EN EL ROMERAL: 1)Æ Azorín va a casa de Romero Robledo,
presidente del Congreso. Contempla la estancia en que le espera, hasta
que este llega con un diputado, el vicepresidente del congreso y uno que
parece el ayudante. Lee despectivamente un telegrama sobre la recepción
del Gobierno por el Rey, y luego se arroja el telegrama al fuego. Robledo
critica a todos los oradores actuales del Congreso (horribles desde
Cánovas). Comen, y luego le enseña la magnífica finca que tiene, para la
que ha recibido una subvención del Estado.2)Æ Romero desmiente al
Presidente del Consejo de Ministros todo lo dicho por él, según Azorín, en
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El Imparcial. 3)Æ Anterior en tiempo a 2). Romero y su gente se extrañan
de que Azorín no haya publicado nada, y no le haya hecho preguntas
durante su estancia allí, hasta que aparece el terrible artículo de El
Imparcial, donde se recogen sus insultos al Jefe del Gobierno Villaverde,
por lo que Romero decide escribir una carta al Presidente del Consejo de
Ministros, desmintiéndolo todo, si bien no puede evitar sonreír cuando relee
“es ajeno a mi carácter” para referirse a lo supuestamente dicho por él.
*Rasgos: Azorín emplea un estilo más agitado y vehemente, lejos de su
estilo clásico. Atribuye a algunos jornaleros un lenguaje y unos
conocimientos muy lejanos a los que probablemente tuviesen. El 3) de la
parte de Romero en el Romeral es una hipotética y jocosa reconstrucción
por parte de Azorín de los acontecimientos que precederían a la
elaboración del telegrama de Romero publicado previamente en El
Imparcial.
Alberto García Pérez
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