La voluntad; Azorín

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La voluntad
(1902)
Azorín
Esta novela trata sobre la lucha interior del personaje protagonista, Antonio Azorín, por integrarse en un
ambiente que le es totalmente extraño. En este intento de integración, Azorín intentará dar respuesta a la
cuestión primera y última de todo ser humano, de marcado carácter filosófico: el porqué de su existencia.
En esta búsqueda de sí mismo, el protagonista pasa de ser, en la primera parte de la novela, un hombre de
carácter pasivo y vida contemplativa (leer y pasear, viendo y escuchando lo que pasa a su alrededor, parecen
ser sus actividades principales... de ahí que las ideas predominen sobre las acciones, y los verdaderos
protagonistas parezcan ser los autores representados por los personajes: Schopenhauer, Tomás Moro, etc.) a
ser, ya en la segunda parte, un hombre rebelde y combativo, que intenta imponerse sobre las circunstancias
que le rodean. Pero pronto su pesimismo se consolida, su angustia vital se incrementa y su voluntad se
disgrega: se convierte en paradigma de la angustia nietzscheana, sólo superable mediante la reafirmación de la
propia personalidad... pero al final el hombre de acción fracasa, y la voluntad de Nietzsche (la rebeldía, la
citada afirmación de la personalidad) es derrotada por la voluntad de Schopenhauer (el pesimismo, la
supremacía del universo sobre el hombre).
***
Para el autor de Doña Inés, el valor primordial de la literatura consistía en el planteamiento y la solución de
problemas sociales (pero sin olvidar el cuidado de los aspectos formales de la obra literaria en cuanto tal).
Por supuesto, más aún tratándose de una de las novelas fundamentales de lo que se ha venido a llamar
generación del 98, la historia personal del protagonista puede extrapolarse a la realidad de la España de
entonces, así como a la actitud vital del propio José Martínez Ruiz, que significativamente adoptaría el
apellido de su creación como seudónimo literario.
Es significativo que en el mismo año, 1902, Pío Baroja publicase la novela Camino de perfección,
considerada hermana gemela de La voluntad, en la medida en que tratan temas semejantes (otro vínculo entre
las obras de estos escritores amigos podría ser las conversaciones filosóficas que aparecen tanto en las páginas
de La voluntad como en la parte central de El árbol de la ciencia, esta última una de las novelas más
relevantes de Baroja). Ambas obras −La voluntad y Camino de perfección−, junto con Sonata de otoño de
Valle−Inclán y Amor y pedagogía de Unamuno, conforman el grupo de las llamadas novelas de 1902, que
cambiaron el panorama literario español del momento, abriendo las puertas a nuevas formas de expresión que
superaban la literatura realista típica del XIX, que ya había quedado estancada. Es común a estas cuatro obras
el protagonismo de un joven egoísta y desilusionado, clara víctima de una especie de angustia intelectual, en
la cual se da la antinomia vida−inteligencia: sólo el ignorante, el que padece de desconocimiento, puede ser
verdaderamente feliz.
Al hablar de La voluntad, puede decirse que estamos ante una novela en buena parte autobiográfica, que
continuará, en primer término, con dos obras literarias: Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un
pequeño filósofo (1904); para después continuar en el mundo real con la adopción por parte del escritor del
seudónimo con el que hoy se le recuerda.
No obstante, pese al profundo contenido filosófico de la novela, en ésta se da una gran importancia a los
pasajes descriptivos: las estampas o paisajes de Azorín, como ocurría en la obra del también alicantino
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Gabriel Miró, son muy comunes a lo largo de La voluntad: pero no buscan sólo el mero placer estético
(aunque también: Azorín, como Darío y otros modernistas, había leído a los simbolistas y decadentistas
franceses... especialmente Baudelaire y Las flores del mal), sino que también aspiran a reflejar el estado
anímico del propio autor y de los personajes del relato.
Así pues, en último término, en La voluntad es tan importante la forma como el fondo: la crisis que se expresa
en sus páginas respecto a su autor es tanto la de Azorín−pensador como la de Azorín−novelista, y el rechazo
que en ella se percibe atañe tanto a la situación política de la España de fin de siglo como a la citada literatura
realista contra la que modernistas y noventaiochistas reaccionaban.
Ver La voluntad, introducción,
− Contenido: pp. 22−23; 27; 40−41.
− Forma: pp. 43−47 (útil para el comentario de texto).
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