¿Qué virtudes son especialmente necesarias para dirigir una empresa familiar? Los ocho valores del buen líder Si en todas las empresas es necesaria la actuación ética de sus directivos, la responsabilidad de los gestores de una empresa familiar es mayor, porque de sus acciones y decisiones dependerá la supervivencia de la empresa. Hace algunas semanas pronuncié una conferencia ante un grupo de empresarios y directivos. Les hablé de las virtudes necesarias para liderar una empresa familiar. Destaqué ocho valores que pienso debería cultivar todo directivo, pero que se me antoja que en la empresa familiar son más fundamentales, por dos motivos: primero, porque en la empresa familiar los lazos de sangre diluyen muchas fronteras entre el poder-la familia-el trabajo… en segundo lugar, por experiencia: de su ejercicio depende la supervivencia. La humildad. ¡Qué difícil es evitar la tentación de aceptar la alabanza y la autocomplacencia que tienden a generar sordera, autismo y mesianismo en quienes ostentan el poder! Las formas en que la exaltación del yo se manifiesta son muchas. El paternalismo que busca reconocimiento y general dependencia; el narcisismo o complacencia, incluso jactancia de las propias cualidades; la vanidad, exaltación infundada o al menos desmesurada del yo, que busca el halago; o la megalomanía, delirios de grandeza que buscan el éxito por encima de todo. Los clásicos definían las virtudes como los hábitos o disposiciones estables del carácter que disponen al bien y denotan plenitud humana. La virtud se encuentra en el punto medio entre dos extremos: excesivo, uno, y deficitario, el otro. Dice Aristóteles en su “Ética a Nicómaco”: «La virtud está en el medio». La valentía, por ejemplo, es la virtud contraria a la temeridad (exceso) y a la cobardía (defecto). ¿Qué virtudes son especialmente necesarias en la dirección de una empresa familiar? La humildad es la moderación en el autojuicio, la llana aceptación de las propias cualidades y también de los defectos. Sus opuestos, o vicios, son semilla de destrucción de la unidad y la armonía de las relaciones humanas, lo que es doblemente importante en la empresa familiar. Por otra parte, ser dueño genera, en este mundo, admiración y envidia. Todos hemos visto el trato que puede recibir “el hijo de” por algo tan casual como la filiación. Si no cuidamos muy especialmente este extremo, en las empresas familiares corremos el riesgo de generar “monstruitos”, soberbios, que no aprecien y menos aún respeten al que no tiene. La prudencia es el hábito de juzgar rectamente. Algunos se refieren a ella como la sabiduría práctica. Consiste en la deliberación pausada para entender la situación, anticipando consecuencias, la elección pronta y firme, quizá contrastada por el consejo de tercero competente e independiente, y la ejecución oportuna en tiempo y forma. Por la especial complejidad que añaden las relaciones familiares a una empresa, se debe saber de los temas y, seguramente, conviene disponer de terceros expertos y cualificados con capacidad de juzgar sabiamente al respecto. Son muchas las ocasiones en que actuamos imprudentemente en la empresa familiar, porque son muchas las veces en que las decisiones vienen mediatizadas por el vínculo de sangre. Ser prudente en la empresa familiar es difícil, porque requiere una especie de “prudencia al cubo”: como empresario, accionista, consejero o empleado y como familiar. En muchas ocasiones, la prudencia se debe vivir junto a otra virtud: la discreción. No todos los temas de la empresa se pueden llevar a casa. No es cuestión de falta de confianza, sino de sensatez. Del mismo modo, en muchas ocasiones conviene que sea un tercero, cualificado e independiente, el que juzgue o incluso presente una idea. Del mismo modo ocurre en la familia, donde alguna observación o consejo paterno a un hijo resulta más eficaz si proviene del amigo del padre que del propio padre. 38 La fortaleza. La tercera virtud de particular importancia podría ser la fortaleza, moderación entre pusilanimidad y agresividad. La fortaleza, generalmente presente en los fundadores, en forma de espíritu emprendedor, coraje, paciencia, constancia, perseverancia, dedicación, esfuerzo, que son sus hermanos menores, tiene algunas manifestaciones, como la magnanimidad, la mansedumbre y el buen carácter, de difícil transmisión generacional. Sin ella, el deterioro de la empresa familiar es cosa sabida. ¡Cuántas caídas de empresas familiares se deben a la pasividad! Ser empresario exige fortaleza. Educar, como padre o como jefe, también lo exige. Y es difícil hoy ser fuerte en un mundo en el que se confunde tener personalidad con ser radical y ser permisivo con ser capaz de convivir. Educar en la fortaleza es educar en el esfuerzo y la renuncia a lo fácil y cómodo. Yo no conozco apenas casos de personas exigentes y rectas que hayan sido denostadas. Y sí he escuchado lamentos críticos con la pusilanimidad. “Si nos hubiera obligado...”, recriminan. La equidad consiste en dar a cada uno lo que le corresponde, reconociendo el derecho del otro, sin uso injusto de la capacidad de influencia que llamamos poder. El poder de las estirpes de una familia empresaria es grande. Y, por tanto, el riesgo de un uso abusivo debe ser objeto de continua vigilancia. La justicia, conviene IESE OCTUBRE - DICIEMBRE 2004 / Revista de Antiguos Alumnos Los empresarios familiares deberían prestar especial atención a conocer todo lo posible esos fenómenos del alma humana que nos confunden, cuando los lazos de sangre andan por medio, en lo referente a las relaciones entre propiedad-poder-trabajo, ostentación-moderación, etc. a fondo / reflexión recordarlo, no es dar a todos lo mismo, sino a cada uno lo que le corresponde. Y lo que le corresponde a cada uno debe ser función de lo que cada uno se merece y necesita. No sería justo, por ejemplo, que todos los herederos reciban la misma educación, que no es lo mismo que dispongan de las mismas oportunidades. También cabe preguntarse si todos han de recibir la misma cuota patrimonial y tener los mismos derechos y obligaciones. No hay evidencia de que ésta sea una regla de equidad, por el contrario, puede ser injusta. La amistad, como virtud opuesta al egoísmo. La amistad es el sacrificio del propio interés legítimo por el bien del amigo. Amistad es tolerancia, comprensión, capacidad de perdón... Egoísmo es anteponer el propio bien no necesario a la mejor conveniencia del otro. Y también el egoísmo tiene múltiples manifestaciones: en la envidia, el juicio temerario, la acusación infundada, la crítica negativa... que desembocan en aversión, rencor e incluso odio y cólera, o deseo de venganza en forma de riñas, rivalidades y contiendas. Es el final de la convivencia. Rota la unidad, nada se puede hacer. El desprendimiento. El consumismo suele ser otra trampa para las empresas. El afán de lucro es un motor natural para emprender. Pero ha de ser mesurado para que no desemboque en codicia, que es desorden en el deseo de riqueza, siempre fuente de graves conflictos. El desprendimiento es la virtud que despega a uno de los bienes materiales y facilita la austeridad, que es moderación en el gasto y que no es tacañería o falta de generosidad en lo necesario. El consumismo lleva al despilfarro o gasto en cosas inútiles, la ostentación para hacerse ver, la prodigalidad o gasto innecesario y tantas otras fuertes desgracias familiares a las que invita la riqueza material. No vamos a ponernos tragicómicos con la “desgracia” de ser más o menos afortunados. Sería una falsedad hipócrita. Hay que dar gracias a Dios o a quien uno quiera agradecer la fortuna. Pero las mejores formas de dar gracias y reconocer lo inmerecido son la austeridad y el desprendimiento. No es cuestión de renunciar a los bienes materiales, sino de renunciar a lo innecesario... ¿Cómo van a reaccionar descendientes y empleados si nosotros mismos no somos templados? En una empresa familiar sana debería estar perseguida la murmuración, que no la crítica abierta y sana. En una empresa familiar deberían desterrarse el juicio temerario y la acusación infundada. Una empresa familiar no puede llenarse de envidias, rencores... Para conseguirlo, no hay más receta que el ejemplo personal, que es exigente en cortar valientemente la maledicencia, aunque a veces sea divertida... Es un auténtico ejercicio de generosidad y amistad. La diligencia. Laboriosidad y diligencia, frente a la pereza, son virtudes esenciales en la empresa familiar. Existen múltiples manifestaciones de pereza. Pereza es la falta de intensidad y atención en el trabajo, la superficialidad, el desinterés en la formación, la despreocupación, la impuntualidad, el incumplimiento de plazos, el descuido en el acabado... y la pereza, ya lo decían nuestros mayores, es la “madre de todos los vicios”. Una forma de decir. Pero no demasiado disparatada... La dejadez, la permisividad en la búsqueda de la perfección se encuentra en la raíz de muchos fracasos educativos, y la empresa familiar es una gran escuela de formación de personalidades recias y con carácter. Pero aquí cabe hacer la observación de que no es ser diligente el no darse el necesario descanso, en la forma conveniente. A veces, seguir trabajando y dejar de atender las otras obligaciones que uno tiene para con los demás y para consigo mismo es pura dejadez, desidia, pereza... IESE OCTUBRE - DICIEMBRE 2004 / Revista de Antiguos Alumnos La veracidad es la comunicación leal. Responsabilidad ante la palabra dada y el compromiso adquirido. Ser veraz no es decir todo a cualquier persona, sin motivo suficiente. Esto es insensatez. Verdad es decir lo debido en función de la persona y las circunstancias. Y mentir es falsear la verdad, velar la información a la que el otro tiene derecho, con objeto de obtener una ventaja no merecida. La mentira tiene muchos grados y tipos, como la indebida ocultación, el indebido disimulo, incluso la ironía y la adulación. Sin verdad es imposible convivir, siendo la convivencia algo esencial a la naturaleza humana, que es social. Todos tenemos muchos defectos, y algunos particularmente arduos de erradicar. Como suma de personas, las empresas son, por tanto, comunidades de defectos y virtudes que debidamente liderados producen un gran efecto social. En las empresas familiares, la necesidad de unidad y armonía se traduce en un gran nivel de exigencia ética y moral, una exigencia superior porque, en algún sentido, el privilegio de pertenecer a una empresa familiar también lo es. Juan Carlos Vázquez-Dodero Profesor Ordinario, IESE Contabilidad y Control y Ética Empresarial [email protected] 39