EDUCANDO A PAPÁ

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EDUCANDO A PAPÁ
Lunes, 12 de Junio de 2006
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Gente
En Jericó, Antioquia, la rectora de la Escuela Normal creó un programa para que los
estudiantes regresen a sus veredas a alfabetizar a sus padres. Y el éxito ha cambiado al
pueblo.
Todos los fines de semana los caminos hacia las veredas de Jericó se llenan de alumnos
de la Escuela Normal. Pero no son paseos domingueros, sino peregrinaciones académicas.
Con las mochilas repletas de lápices y cuadernos, algunos recorren hasta nueve kilómetros
para llegar hasta sus alumnos: sus padres, campesinos jericoanos que nunca han asistido a una
escuela.
Más de 2.000 personas se han visto beneficiadas por este proyecto denominado
Educación Rural para Adultos (ERA). Hace seis años, la hermana Alicia Ríos, rectora de la
Escuela Normal, encontró un alto nivel de analfabetismo entre los adultos del pueblo, es
decir, entre los padres de sus alumnos. Una cosa llevó a la otra, y nació el programa destinado
a aprovechar la capacitación de los jóvenes en la educación de sus propios progenitores. Con
el apoyo económico de la Gobernación de Antioquia, del Comité Departamental de Cafeteros
de Antioquia y del municipio, el programa comenzó con 576 alumnos de las 27 veredas de
Jericó. Hoy la hermana Alicia tiene tantas cosas buenas para contar de su experiencia en la
educación campesina, que prefiere no hablar del día en que le toque trasladarse del municipio.
Los motivos de satisfacción son grandes. Gracias al ERA, en la zona rural de Jericó,
habitada por 5.950 personas, el analfabetismo pasó del 22 por ciento en 2000, a 11 por ciento
el año pasado. Y los éxitos van más allá de las cifras. Ana María Bedoya, quien vive en una
casa llena de flores en la vereda Guacamayal, tiene colgado en la pared más ancha el diploma
de bachiller que recibió con el programa, en diciembre. Hoy es la vicepresidenta del concejo
de Jericó y una de los tres concejales que salieron del analfabetismo gracias a este proyecto.
Su hija Jenny Correa, estudiante de la Normal, explica qué los motiva a recorrer caminos
llenos de barro o caminar trochas pendientes y vías desoladas para dar clase. "Es muy bueno
ver progresar a la vereda", dice. La satisfacción de ver cómo su mamá pasó de ser una
campesina tímida y apocada a convertirse en una de las líderes más representativas de Jericó,
lo compensa todo.
Alirio Jaramillo y Lucila Ramírez ya terminaron el bachillerato y planean iniciar un
proyecto de ganadería proyecto ERA no sólo ha logrado que campesinos que antes eran
analfabetas hoy estén presidiendo el concejo municipal, como es el caso de Heriberto
Bustamante, sino que las religiosas de clausura se entusiasmen frente al estudio.
PUBLICIDAD Y este ejemplo se multiplica en este municipio cafetero famoso por sus
balcones y por ser la cuna de los carrieles paisas. Hasta los 27 reclusos de la cárcel municipal
están siendo beneficiados por el ERA. Y el convento de clausura de las Clarisas también está
participando. Dieciséis religiosas entre los 26 y los 87 años están aprendiendo a escribir, a
sumar y a leer. Los ojos de la hermana Alicia se llenan de lágrimas cuando habla de ellas.
Cuenta, por ejemplo, que al principio hubo muchas dificultades porque esta comunidad
religiosa, fundada por Clara de Asís hace ocho siglos, ha considerado la promoción
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académica contraria al espíritu de la 'minimidad' franciscana.
Las primeras clases tuvieron que ser dictadas por las ventanas del convento. Mientras
las 16 clarisas se arrodillaban y apoyaban sus cuadernos en el suelo, la profesora les leía las
lecciones desde la calle. La situación cambió a los pocos meses, cuando la rectora de la
Normal solicitó a la madre superiora permiso para entrar al claustro. Aceptó con la única
condición de que sólo permanecieran mientras durara la clase.
Las 16 hermanas clarisas están próximas a graduarse. Según sus profesoras, son las
alumnas más aplicadas "aunque a veces hagan trampa porque -como dicen ellas- todo lo
deben hacer en comunidad, hasta las tareas", comenta una de las profesoras.
El proyecto ERA no sólo ha sido útil para disminuir los índices de analfabetismo, sino
para volver a enamorar al campesino con su tierra y evitar ese canto de sirenas de la gran
Medellín -a apenas tres horas de su parcela- que sólo trae decepciones y miseria. Y muchos lo
han logrado. La hermana Alicia celebró un convenio con el Sena para que los campesinos
puedan seguir cursos agropecuarios que refuerzan sus vínculos con la tierra.
Es el caso de Lucila Ramírez y Alirio Jaramillo, cuyas profesoras fueron sus propias
hijas. "Cuando yo escuché a la hermana Alicia hablar de ese programa por la radio, yo le dije
a Alirio, mijo, estudiemos los dos". Viven en La Aguada, una vereda cruzada por seis
quebradas cristalinas. Aunque ya se graduaron del ERA, Lucila sigue estudiando con otros 15
campesinos de Jericó en el Programa de Explotación Agropecuaria. "Mientras más conozco a
mi tierra, más cariño le tengo", dice Lucila resumiendo la filosofía del proyecto. Entre los
planes de estos esposos está la ganadería. Ya convencieron a varios vecinos suyos
(beneficiarios del ERA) para que tomen los cursos del Sena -que también llega hasta sus
veredas- y así puedan unirse para presentar un proyecto ante el municipio para que lo
financie.
En Jericó se libra una dura batalla contra la ignorancia. La educación ha resultado la
mejor fórmula para reconquistar al campesino. Y la hermana Alicia, junto con sus pequeños
profesores, está decidida a lograrlo.
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