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¿Quién se ha llevado mi queso?
Autor: Spencer Johnson
Érase una vez un laberinto en el que vivían 4 seres:
Dos eran ratones (Cofi y Oli) y los otros dos eran unos seres humanos del tamaño de
un ratón (Kif y Kof).
Todos ellos tenían el mismo objetivo:
Encontrar queso en el laberinto.
Un día, los cuatro se pusieron su tenis y su ropa deportiva para empezar su búsqueda
del preciado queso.
El laberinto, al igual que en la vida, tenía muchos obstáculos, puertas cerradas,
caminos oscuros y pasillos que no conducían a ningún lado.
Cofi, Oli, Kif y Kof un día encontraron una fábrica en la que había mucho queso.
Todos se pusieron muy contentos y empezaron a disfrutar del ansiado tesoro.
A diferencia de los ratones que se pusieron los tenis colgados en sus hombros para
seguir buscando más fabricas de queso, los humanos guardaron sus tenis y ropa
deportiva.
Incluso Kif y Kof construyeron una casa cerca de la fábrica de queso para no tener
que buscar más en el laberinto.
Después de un tiempo, la fábrica se empezó a quedar sin queso por lo que Cofi y Oli
decidieron aventurarse en el laberinto nuevamente para encontrar otra mejor.
Kif y Kof por su parte decidieron quedarse porque tenían miedo de adentrase en el
impredecible laberinto.
Kof era más renuente al cambio que Kif, ya que este último le insistía frecuentemente
a Kof que buscaran queso en otro lugar.
Lo que Kof siempre respondía era:
Yo no me muevo de aquí, voy a esperar a que alguien ponga nuevamente mi
antiguo queso, algún día llegará.
Ese día no llegaba y ambos empezaron a sufrir los estragos del no comer mas queso.
Mientras los humanos tenían la esperanza de que todo volviera a ser como antes, los
ratones ya habían encontrado la fábrica de queso más grande que jamás se haya
conocido.
Kif decidió un día adentrarse solo en el laberinto, ya que sabía que cualquier cosa
era mejor que quedarse.
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Kof por su parte, seguía en su actitud de esperar a que algún día las cosas
cambiaran por si solas.
Kif se puso su tenis y su ropa deportiva que había dejado arrumbadas y empezó su
misión:
(es más seguro buscar en el laberinto que quedarse de brazos cruzados sin queso).
Al principio le resultó difícil, ya que había perdido la práctica por haberse quedado
tanto tiempo estático.
Después de unos días sin haber encontrado nada aun, le invadió el miedo y pasó
por su mente regresar con Kof, sin embargo recordó la situación en la que vivían y
decidió seguir buscando.
Poco a poco empezó a adquirir confianza y se dio cuenta de que si se hubiera
quedado con Kof se hubiera enfermado y tal vez muerto (si no cambias te
extingues).
De vez en cuando encontraba queso pero no en cantidades suficientes.
Como el laberinto era confuso y difícil, el miedo regresaba frecuentemente hasta
que un día se formuló una pregunta:
¿Qué haría si no tuviera miedo?
Con lo anterior se dio cuenta de que no perdía nada al dejar su miedo a un lado.
Por el contrario, le ayudaba a buscar la fábrica con más entusiasmo (cuando dejas
atrás el miedo, te sientes libre).
En su camino también recapacitó el que tanto él como Kof cometieron el error de
confiarse.
Se dio cuenta de que todo lo que estaba pasando lo hubieran podido prevenir si él
y Kof hubieran empezado a buscar otras fábricas en cuanto empezó a agotarse el
queso
(Huele el queso a menudo para saber cuando empieza a enmohecerse).
Aunque no sabía con exactitud donde encontrar el queso, empezó a utilizar sus
sentidos y descubrió que al avanzar en una dirección nueva le ayudaba a encontrar
un nuevo queso.
Ya para esas fechas había olvidado el queso viejo y se dio cuenta de que Kof
estaba cometiendo un error al vivir en el pasado.
Las viejas creencias no conducían al nuevo queso (cuanto antes se olvida el queso
viejo, antes se encuentra el nuevo queso).
Muchos días se imaginó disfrutando de grandes y variadas cantidades de queso,
antes incluso de haberlo encontrado.
Los escenarios que había formulado en su mente le dieron resultado ya que un día
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por fin, encontró la misma fábrica que los ratones.
En esta había todo tipo de queso y en cantidades abundantes.
Kif saludó a Cofi y Oli mientras comía del tan buscado queso.
Se colgó sus tenis en los hombros para al día siguiente seguir buscando otras fábricas
de queso cercanas.
Al finalizar el día Kif escribió en una pared del laberinto lo que había aprendido:
“el cambio es un hecho” (el queso se mueve constantemente)
“prevé el cambio” (permanece alerta a los movimientos del queso)
“controla el cambio” huele el queso a menudo para saber cuando empieza a
enmohecerse)
“adáptate rápidamente al cambio” (cuanto antes se olvida el queso viejo, antes se
encuentra el nuevo queso)
“¡cambia!” (Muévete cuando se mueva el queso)
- “¡disfruta del cambio!” (saborea la aventura y disfruta del nuevo queso)
“prepárate para cambiar rápidamente y disfrutar otra vez” (el queso se
mueve constantemente)
Los ratones llevaban una vida simple.
No analizaban en exceso ni complicaban demasiado las cosas.
Cuando el queso se movió, ellos cambiaron de sitio también.
¿Qué acaso nosotros no podemos cambiar también?
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