El éxito de Las aventuras del capitán Alatriste y la - UvA-DARE

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El éxito de Las aventuras
del capitán Alatriste y la
imagen del Siglo de Oro
Eva Kapteijn
Universiteit van Amsterdam
Faculteit der Geesteswetenschappen
Master Spaanse Taal & Cultuur
noviembre 2008
Antonio Sánchez Jiménez
Contenido
Introducción .........................................................................................................................3
Capítulo 1: Alatriste y su contexto......................................................................................4
1.1 El contexto histórico: los años noventa.......................................................................4
1.2 Análisis de las novelas ...............................................................................................8
1.3 La imagen de España ...............................................................................................31
Capítulo 2: Alatriste como novela histórica ......................................................................46
2.1 La novela histórica...................................................................................................46
2.2 La historiografía y la novela histórica ......................................................................56
2.3 La influencia de Pérez Galdós..................................................................................58
2.4 Las fuentes históricas...............................................................................................63
2.5 El estilo y el tema ....................................................................................................66
Capítulo 3: Alatriste como best-seller................................................................................69
Conclusión ..........................................................................................................................76
Bibliografía .........................................................................................................................79
2
Introducción
En el año 1996 salió la primera entrega de la serie sobre el capitán Alatriste, de la
mano de Arturo Pérez-Reverte. En las novelas de la serie, que tratan de las aventuras de un
espadachín que vive en Madrid en el siglo XVII, el contexto histórico desempeña un papel
muy importante. No sirven como trasfondo de las historias, sino parece ser al revés. Es como
si las aventuras ilustraran la imagen de la época que Pérez-Reverte quiere transmitir, la de una
España culturalmente próspera, que todavía es una de las naciones más poderosas del
momento, pero cuyos defectos sociopolíticos empiezan a hacerse cada vez más evidentes.
Las novelas tuvieron mucho éxito en la segunda mitad de los años noventa, justamente
en un período en que se producía un aumento en el nacionalismo español, lo cual se puede ver
en el apoyo que recibió el Partido Popular y la oposición al regionalismo. En mi tesis intentaré
encontrar una respuesta a la pregunta si existe una relación entre el éxito de las novelas, la
imagen de España que dan y el contexto social de los años 90, y cuál es.
El tema es interesante porque establece una relación entre las novelas más exitosas de
los últimos años (que además pertenecen a un género muy popular hoy en día: la novela
histórica), la imagen que tiene España de sí misma, la época más gloriosa de su historia y el
contexto social en que salieron las novelas. Aunque se ha escrito bastante sobre las obras de
Pérez-Reverte, hasta ahora no se ha intentado establecer una conexión entre los elementos
arriba mencionados.
Para llegar a una conclusión, trataré en el primer capítulo el tema de la pregunta en sí,
es decir establecer el contexto en que fueron escritos (a partir de 1996) y el de que tratan las
novelas (el Siglo de Oro), analizar las novelas de la serie, determinar cuál es la imagen de
España que aparece en ellas y establecer una conexión entre estos puntos: como relaciona el
autor en sus novelas la imagen que da del siglo XVII con el tiempo en que las escribió. El
segundo capítulo forma una transición entre el tema y el estatus de los libros de best-sellers.
Aquí trataré el género a lo cual pertenecen –la novela histórica–, los aspectos importantes de
este género, la influencia que ha tenido el autor de Benito Pérez Galdós –uno de sus escritores
más admirados–, cuáles son las fuentes que ha utilizado para la serie y por qué el estilo que
utiliza es adecuado para narrar el tema. En el último capítulo hablaré del aspecto más
comercial de las novelas: su estatus de best-sellers. Terminaré con una conclusión y una
bibliografía.
3
Capítulo 1: Alatriste y su contexto
1.1 El contexto histórico: los años noventa
En general, se considera el año 1985 como el final de la Transición, por la
recuperación económica que se producía a partir de aquel momento y sobre todo porque
España entró en la Unión Europea en 1986. La Transición había llevado a cabo un giro de 180
grados en muchos aspectos de la sociedad española y gracias a la nueva Constitución de 1978
se producía una reconciliación entre la izquierda y la derecha, entre la iglesia y la cultura
secular y entre las ideas centristas y las exigencias periféricas. El espectro político ya no
consistía en un solo partido, sino que era protagonizado por la Alianza Popular, el Partido
Socialista Obrero Español, la Unión de Centro Democrático y algunos partidos locales, como
la Convergència i Unió catalana de Jordi Pujol y el Partido Nacionalista Vasco. Para asegurar
los derechos de las regiones, se establecieron los Estatutos de Autonomía y se limitó el poder
de la iglesia, que durante el franquismo había tenido mucha influencia.
En 1982, el PSOE ganó las elecciones y relevó a la UCD de Leopoldo Calvo-Sotelo,
que poco antes había marginalizado a Adolfo Suárez, generalmente considerado como una de
las figuras principales de la Transición, junto con el rey Juan Carlos. El PSOE había
gobernado en el período entre 1982 y 1996 (los últimos tres años junto con CiU). Mientras
que los últimos años de la década anterior la economía había sufrido mucho de la crisis del
petróleo, que perjudicó sobre todo la industria, durante el principio de los años 80, la
economía crecía con más de 5 por ciento1, lo cual ningún país europeo podía igualar. Al nivel
internacional, el gobierno tenía una actitud abierta, lo cual resultó en la reafirmación del
compromiso a la OTAN y la entrada en la CEE. Gracias a esto, España obtuvo acceso al
mercado común y aumentaron los ingresos del turismo, pero al mismo tiempo se produjeron
algunos problemas con Francia y Alemania, que mayoritariamente trataban de la política
agrícola europea.2 En 1991, los países de la CEE firmaron el Tratado de Maastricht, en el cual
se determinaron las exigencias que deberían cumplir los estados miembros para poder entrar
en la Unión Monetaria Europea, así abriendo paso al euro. El Tratado obligó a España de
rebajar el déficit del presupuesto y la deuda estatal y limitar las tasas de interés y la inflación,
lo cual no se cumplió antes de 1999, durante el gobierno del PP.
1
Harrison, J. & Corkill, D. (2004). Spain: a modern European economy. Hampshire: Ashgate, p. 18.
2
Harrison, J. & Corkill, D. (2004). Spain: a modern European economy. Hampshire: Ashgate, p. 20.
4
Al nivel nacional, el PSOE intentaba resolver los problemas en las Comunidades
Autónomas a través de la creación de los Estatutos de Autonomía y la colaboración con los
partidos locales nacionalistas, sobre todo los vascos. Mientras que el movimiento catalanista
optó por la vía pacífica, en el País Vasco surgió una organización terrorista para conseguir su
independencia: la ETA. Como señala Pérez-Díaz3, durante este período los partidos políticos
parecían tolerarse mutuamente y no se producían muchas dificultades entre el gobierno y la
oposición, en parte por los problemas internos que tenía la Alianza Popular, pero también
porque un clima político estable se consideraba un requisito para la democracia. Puesto que el
PSOE tenía una mayoría absoluta en el parlamento y en los gobiernos regionales y la AP no
podía ofrecer una verdadera oposición, se empezaba a ver ciertos rasgos totalitarios, como la
interferencia en el poder judicial. Por falta de un trasfondo ideológico en el PSOE – en 1979,
se había eliminado el marxismo de sus estatutos –, el partido ya no creía tanto en la promesa
de cambios, con la que había ganado las elecciones. Durante los años ochenta, el gobierno
procuraba evitar tomar decisiones controvertidas, para no perder el apoyo del mundo
empresarial o de los sindicatos. A pesar de la falta de dinamismo por parte del PSOE, sí
ofrecía un ambiente político estable que conseguía incorporar España en la economía europea
y mundial.
Sin embargo, al principio de los años noventa esta estabilidad política cambió a causa
de unos escándalos financieros, tanto en el sector público como en el privado. Mariano Rubio,
subgobernador del Banco de España, fue acusado de fraude, se descubrió una interferencia
financiera ilegal de varias empresas en el PSOE, grandes compañías como SEAT y
BANESTO fueron culpables de evasión fiscal y se encontraron varios problemas más. La
consecuencia de estos escándalos fue que se perdió la confianza en el mundo económico y en
el gobierno, que también estaba involucrado. Pero la preocupación principal era el terrorismo,
que había empezado a presentarse como un fenómeno casi común en el País Vasco con un
promedio de 34 muertos entre 1981 y 1992.4 Al mismo tiempo, el índice de criminalidad
subió, tanto como la drogadicción y el narcotráfico.
En las elecciones de 1996, el PSOE – debilitado por escándalos y corrupción – tuvo
que ceder la victoria al PP de José María Aznar, lo cual significó un cambio en muchos
3
4
Pérez-Díaz, V. Spain at the crossroads. Massachusetts: Harvard University Press, 1999, p. 38.
Ibid, p. 45.
5
sentidos. El PP es un partido de derechas y Aznar, que había empezado su carrera política
durante los últimos años del franquismo, era conservador y mucho menos carismático que
González. Sin embargo, su política económica tuvo éxito: durante los últimos años del siglo,
España tuvo su mejor resultado económico desde finales de los años 80. El nivel de paro y las
tasas de interés bajaban y gracias a los subsidios europeos, se España obtuvo miles de
millones de euros para mejorar la infraestructura. El ambiente político sin embargo, era menos
positivo. Puesto que la política al nivel nacional fue controlada principalmente por el PP y el
PSOE, surgió una polarización entre los dos partidos. Un ejemplo de esto es la supuesta
acción de “tierra quemada” por parte de los socialistas, en que al abandonar la Moncloa,
llevaron todo lo que había dentro y borraron no sólo los documentos de los ordenadores, sino
hasta el software.
Durante el primer gobierno de Aznar (1996-2000), la relación con los nacionalistas
catalanes de la CiU – con quienes el PP formaba una coalición – era bastante fructífera: Pujol
ofrecía su apoyo al gobierno en cambio de más dinero y autonomía para Cataluña. Sin
embargo, durante el segundo gobierno – cuando el PP obtuvo una mayoría absoluta y ya no
necesitaba la CiU –, el régimen prestaba poca atención a las exigencias de los movimientos
regionalistas. Sobre todo en el País Vasco, donde el PNV empezaba a radicalizarse y se
orientaba cada vez más hacia la ETA.5 La represión por parte del gobierno de la violencia
terrorista fue dura, lo cual sólo hizo aumentar la ferocidad de los etarras, y Aznar llevaba años
sin hablar con el lehendakari, Juan José Ibarretxe. La actitud negativa de los populares en
cuanto a los nacionalismos no sólo era la consecuencia del atentado de la ETA a Aznar, sino
también tenía un trasfondo ideológico. El PP, como partido conservador y de derechas es
adepto de una España unida y centralizada y aunque respeta las exigencias culturales de las
regiones, sigue poniendo énfasis en los elementos compartidos por todos los españoles.
La entrada en la Unión Europea no sólo llevó consigo beneficios como subsidios y
acceso al mercado común, sino también problemas. Con el Tratado de Schengen, las fronteras
internas se abrieron y España se convirtió en la frontera europea en el sur. Como
consecuencia, España comenzó a recibir muchos inmigrantes ilegales sobre todo de África y
de Latinoamérica. Sobre todo las Islas Canarias y Ceuta y Melilla son para muchos la entrada
5
Adolf, S. (2004). Spanje achter de schermen. De feestelijke herrijzenis van een democratie.
Amsterdam/Rotterdam: Prometheus/NRC Handelsblad, p. 253.
6
a Europa. Al principio, esto no formaba un problema, puesto que la mayoría de los
inmigrantes viajaba hacia los países en el norte, donde las posibilidades de encontrar trabajo
eran más favorables. Sin embargo, al final de los años noventa se empezaba a ver un cambio:
los inmigrantes dejaban de seguir su viaje hacia el norte y cada vez más frecuentemente
decidieron quedarse en España. La UE ejercía cada vez más presión sobre España de limitar
la inmigración, lo cual llevó el PP a expulsar a un grupo de cerca cien inmigrantes ilegales y
refugiados políticos y aumentar la alambrada alrededor de Ceuta y Melilla. Sin embargo, al
final de los años noventa resultó que España necesitaba a estos nuevos para evitar que la
población se disminuyera y llenar los puestos en el mercado laboral. A pesar de que los
inmigrantes en cierto sentido favorecían la economía, en la práctica la nueva composición de
la sociedad resultaba difícil para algunos y surgieron algunos conflictos entre españoles e
inmigrantes y también entre inmigrantes de distintos países.6 En 1999, entró en vigor una ley
de inmigración que hacía posible la legalización de muchos inmigrantes, pero el PP la
consideraba como demasiado flexible y acabó rechazando su propia ley.
En 2003, Aznar anunció su sucesor que iba a representar el PP en las elecciones del
año siguiente: Mariano Rajoy. La posición del partido del gobierno era debilitada por el hecho
de que no había podido cumplir su promesa de bajar la inflación, los altos precies de la
propiedad inmobiliaria, la participación en la guerra de Irak, la falta de carisma de Aznar y su
comportamiento autoritario. Sin embargo, el golpe mortal venía cuatro días antes de las
elecciones con el atentado del 11-M. A pesar de que no tenía pruebas para eso, desde el
primer momento, el PP culpaba la ETA de los 190 muertos y más de 1500 víctimas. Si en
realidad hubieran sido los terroristas vascos los que hicieron estallar los explosivos, el PP
probablemente habría recibido gran apoyo por parte del pueblo por su gestión recesiva de las
tendencias regionalistas. Sin embargo, el método y los instrumentos del atentado en Madrid
no eran típicos de la ETA, que además negó cualquier implicación, y un día antes de las
elecciones se descubrió una cinta en que Al-Qaeda reclamó el atentado. El PSOE, bajo la
gestión de José Luis Rodríguez Zapatero, ganó las elecciones, puesto que la razón para el
atentado había sido la presencia de soldados españoles en Irak y las buenas relaciones entre
España y EEUU en general.
6
En el barrio madrileño Lavapiés se produjeron revueltas entre marroquíes y chinos. Adolf, S. (2004).
Spanje achter de schermen. De feestelijke herrijzenis van een democratie. Amsterdam/Rotterdam:
Prometheus/NRC Handelsblad, p. 285.
7
Con la vuelta del PSOE al gobierno cambiaron muchas cosas. El día después de las
elecciones, Zapatero anunció la retirada de los militares de Irak, porque EEUU no podía
probar la existencia de armas de destrucción masiva. Se formó un gobierno minoritario, que
por primera vez en la historia de España contenía más mujeres que hombres que decidió
anular su veto en contra de la nueva constitución europea, se eliminó la enseñanza religiosa
como asignatura obligatoria y se preparaba la introducción del matrimonio entre
homosexuales. Según la revista británica The Economist, con Zapatero España había
empezado a su Segunda Transición.7
1.2 Análisis de las novelas
Resúmenes
Las aventuras del capitán Alatriste tienen lugar en el Madrid del siglo XVII y tratan de
la vida de Diego Alatriste y Tenorio, un soldado veterano que luchaba en Flandes y vive en el
momento de la serie como espadachín. La serie consta de seis novelas: El capitán Alatriste
(1996), Limpieza de Sangre (1997), El sol de Breda (1998), El oro del rey (2000), El
caballero del jubón amarillo (2003) y Corsarios de Levante (2006). Se prevé la publicación
de tres títulos más: El puente de los asesinos, La venganza de Alquézar y Misión en París.
El capitán Alatriste
En esta primera novela vemos como Íñigo, el narrador de la serie, llega a Madrid como
paje de Diego Alatriste, un veterano que estaba en el mismo tercio en Flandes que el padre de
Íñigo y ahora vive como espadachín. Su amo recibe un encargo misterioso por parte de dos
figuras enmascarados: el conde-duque de Olivares y el Secretario Real Luis de Alquézar. Le
introducen a Gualterio Malatesta, un espadachín originario de Sicilia, con quien Alatriste
tiene que dar un escarmiento a dos viajeros ingleses. Sin embargo, después de haber salido
Olivares, entra fray Emilio Bocanegra de la Inquisición que le ordena de matar a los ingleses.
Esta discordancia hace que Alatriste, en vez de cumplir el encargo, lleve a los ingleses a casa
de su amigo, Álvaro de la Marca, conde de Guadalmedina. Malatesta no está de acuerdo con
esta decisión y tras una pelea con Alatriste, desaparece. Resulta que los dos ingleses son el
7
Adolf, S. (2004). Spanje achter de schermen. De feestelijke herrijzenis van een democratie.
Amsterdam/Rotterdam: Prometheus/NRC Handelsblad, p. 418.
8
duque de Buckingham y el príncipe Carlos de Gales, el futuro rey de Inglaterra, que había
venido a España para casarse con la infanta María, hermana de Felipe IV.
Sin embargo, el rey no tiene ningún interés en un matrimonio de su hermana con el
príncipe y decide dejarle andar por Madrid hasta que se canse y vuelva a su país. Al mismo
tiempo, Alquézar y Bocanegra deciden sacudirse de Alatriste porque sabe del complot, pero
gracias a la ayuda de Íñigo, Alatriste consigue escapar de la emboscada. Unos días después,
cuando asiste una obra de teatro en el Corral del Príncipe con su amigo Francisco de
Quevedo, descubre a varios sicarios que le quieren atacar. Durante la pelea subsiguiente, los
ingleses – que también están presentes en el corral – reconocen a Alatriste y deciden ayudarle.
El protagonista pasa la noche en la cárcel y al día siguiente tiene que presentarse ante el
Conde Duque de Olivares. Después de una conversación intensa, éste decide dejarle libre.
Limpieza de sangre
Esta segunda novela de la serie empieza con una conversación en que Francisco de
Quevedo pide un favor a Alatriste. Un conocido suyo –un católico con antepasados judíos– y
sus dos hijos quieren rescatar a su hija de un convento, porque sospechan que el confesor
abusa de las novicias. Cuando Quevedo, Íñigo y Alatriste entran en el convento para rescatar a
la hija, resulta que hay algunos alguaciles que quieren detenerles. Quevedo y Alatriste
consiguen huirse, pero Íñigo es capturado por Gualterio Malatesta y trasladado a la cárcel de
la Inquisición. Antes del asalto del convento, Angélica – la sobrina de Luis de Alquézar –
había regalado a Íñigo un colgante con inscripciones extraños, que resultan ser caracteres
hebreos, por lo cual la Inquisición acusa a Íñigo de ser judaizante y le condena a la hoguera.
Alatriste intenta liberar a su paje y entra en la casa de Luis de Alquézar, pero sus amenazas no
tienen efecto. Decide pedir la ayuda del conde de Guadalmedina, que le envía al conde-duque
de Olivares. Éste le cuenta que Luis de Alquézar no tiene la limpieza de sangre que se
necesita para los puestos altos. Este secreto utiliza Alatriste para rescatar a Íñigo de la
hoguera, aunque en el mismo auto de fe, matan a la novicia del convento. Su hermano – el
único sobreviviente de la familia – consigue asesinar al confesor.
El sol de Breda
La tercera parte de la serie no tiene lugar en España, sino en Flandes, donde el capitán
e Íñigo –junto con Sebastián Copons, un antiguo amigo de Alatriste– participan en el asedio
de Breda de 1625 como soldados en el tercio viejo del general Ambrosio Spínola. Durante la
guerra, los soldados tienen una vida muy dura, porque España empieza a tener muchas
9
dificultades para mantener la unidad de su imperio. Debido a un disminución de los ingreses
de América, los soldados muchas veces no reciben su sueldo, lo cual casi lleva a una rebelión
y deserción. La novela es principalmente una descripción de las circunstancias difíciles en que
vivían los soldados y como en realidad no trata de una guerra entre dos países, sino de batallas
entre hombres que por casualidad tienen nacionalidades distintas. Luego comenta la rendición
de la ciudad tal como aparece en el cuadro de Velázquez.
El oro del rey
Cuando Alatriste e Íñigo vuelven de Flandes y su barco llega a Sevilla, allí les espera
Francisco de Quevedo, poeta famoso y amigo del capitán. Puesto que su tiempo en Flandes no
les ha rendido mucho, Alatriste y su paje tienen que buscar una manera de ganarse la vida.
Esta búsqueda les lleva a los la cárcel de Sevilla, donde participan en una fiesta de uno de los
prisioneros que ha sido condenado a la muerte, y descubren que se han planeado un asalto a
un barco que trae oro desde América para el estado. Con la ayuda algunos hombres –entre
ellos Sebastián Copons–, consiguen llegar a tiempo al barco que ya está en manos de los
atacantes. Surge una pelea y de repente aparece Gualterio Malatesta, que resulta se el líder del
grupo. Alatriste y los suyos derrotan al italiano y los otros asaltadores, ganan el combate y
devuelven el dinero al estado.
El caballero del jubón amarillo
Esta aventura tiene lugar otra vez en Madrid, donde el capitán se ha enrollado con
María de Castro, una de las actrices más famosas de la época. Sin embargo, resulta que el rey
Felipe IV –que nunca era muy fiel a su esposa– también tiene contacto con ella y quiere que
el capitán deje de verla. Entre tanto. Ínigo tiene sus propios problemas, puesto que Angélica
sigue poniéndole en situaciones peligrosos e incluso deja que le utilizan como cebo en una
emboscada para matar a su amo. En esta trampa, donde otra vez está presente Malatesta, de
repente aparece una figura que parece ser el rey. Malatesta y los suyos matan a esta persona y
huyen antes de la llegada de la justicia. Por tanto, los alguaciles detienen a Alatriste, pero éste
consigue escapar, hiriendo al conde de Guadalmedina y su viejo amigo Martín Saldaña – el
teniente de alguaciles. Resulta que la figura no era el rey, sino un doble, y que existe una
conspiración para matar al verdadero rey.
Mientras que el capitán se esconde de la justicia, Íñigo acompaña a Francisco de
Quevedo a El Escorial, donde va a estrenar su nueva comedia en la presencia los reyes.
10
Alatriste descubre que allí van a intentar a matar al rey durante una caza e intenta llegar al
palacio a tiempo para prevenirlo. Sin embargo, en el camino a El Escorial cae en una trampa
de los conspiradores, que le aprisionan. Íñigo intenta convencer a las autoridades presentes en
el palacio de la conspiración, pero no tiene mucho éxito y el único que quiere venir con el
para ayudarle, es el marido de María de Castro, Rafael de Cózar. Entre tanto, Alatriste ha
conseguido escapar de sus adversarios –entre ellos otra vez Malatesta– y encuentra a su paje.
Cuando aparece el verdadero rey y los conspiradores le atacan, Íñigo, el capitán y Cózar
intentan protegerle. Al final, consiguen vencer a los atacantes, pero Malatesta consigue
escapar.
Corsarios de Levante
En esta última novela hasta ahora, Íñigo y el capitán se enlistan como corsarios en la
Mulata, una galera que viaja por el mediterráneo. Primeramente, paran en la ciudad de Orán,
donde encuentran otra vez a Sebastián Copons y participan en un asalto de un campamento
árabe. Copons decide alistarse en la misma galera y juntos van a la isla de Malta, donde
causan un incidente entre españoles y venecianos, conocido como el motín de Burgo. Luego
van a Nápoles, una ciudad de soldados que impresiona mucho a Íñigo, y donde otra vez se ven
involucrados en una pelea. Aunque el joven piensa que ya es un adulto y empieza a rechazar
la ayuda del capitán, esta vez Alatriste tiene que prevenir que un italiano mata a su
compañero. Después de Nápoles, van más hacia el este hasta llegar a Turquía. Puesto que la
galera sirve para eliminar piratas de otras naciones, la Mulata consigue derrotar a una galera
turca que pertenece al Gran Turco. Sin embargo, poco después el barco español y las galeras
que le acompañan, caen en una trampa turca. Después de una persecución, varias galeras
atacan a los españoles, y sólo la Mulata consigue sobrevivir, aunque la vasta mayoría de su
tripulación se muere en la batalla.
El tiempo
En su libro Análisis e interpretación de la novela8, Javier del Prado Biezma divide la
temporalidad de una novela en tres niveles: El primer nivel es el “tiempo de la historia” o
“tiempo de la acción del relato”, es decir el tiempo durante el cual acontecen los hechos. En el
caso de las aventuras del capitán Alatriste, el tiempo de la historia abarca varios años: El
8
Del Prado Biezma, J. (1999). Análisis e interpretación de la novela. Madrid: Síntesis.
11
capitán Alatriste empieza en el invierno de 1622 o 1623 (el narrador no se acuerde
exactamente) y la última novela hasta ahora, Corsarios de Levante, empieza en 1627.
El segundo nivel es el “tiempo del relato”: el modo en que el narrador organiza el
tiempo, a través de técnicas narrativas. En general, la serie está escrito de manera cronológica,
siguiendo la secuencia en la que se producen los acontecimientos. Sin embargo, desde el
principio el narrador nos indica que escribe las novelas viendo hacia atrás, como si estuviera
escribiendo sus memorias. Este recurso es una técnica conocida en la literatura, que ya
apareció en el Lazarillo de Tormes, donde un hombre cuenta en retrospección su vida como
pícaro joven. Así, Pérez-Reverte intenta evocar un ambiente auténtico. Por ejemplo, ya en la
primera página de El capitán Alatriste, el narrador comenta el modo de vivir de su amo:
“Ahora es fácil criticar eso; pero en aquellos tiempos la capital de las Españas era un lugar
donde la vida había que buscársela con salto de mata […]”9 El momento en que el narrador
cuenta el relato parece ser nuestra actualidad.
También dentro de la narración se encuentra varios saltos de tiempo, tanto hacia atrás
(analepsis), como hacia adelante (prolepsis). A lo largo de la serie, el narrador hace varias
referencias a la vida del protagonista como soldado cuando luchaba en la guerra de Flandes,
con el padre de Íñigo, por ejemplo en El capitán Alatriste: “Siempre al paso y sin
apresurarse: setecientos de los mil ciento cincuenta hombres que habían empezado la
batalla… Lope Balboa y Diego Alatriste venían con ellos, negros de pólvora, sedientos,
exhaustos […]”10. Se puede distinguir dos tipos de saltos temporales; el primero se encuentra
dentro de una novela, por ejemplo en El caballero del jubón amarillo: “Aun así estaba lejos
de imaginar hasta qué punto María de Castro iba a complicar mi vida y la de mi amo […]”.
El segundo tipo se refiere a acontecimientos posteriores en la serie, frecuentemente el final: la
batalla de Rocroi en la que se muere el capitán.11 Según Del Prado Biezma, el objetivo del
“tiempo del relato” es crear suspense.
9
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 11.
10
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
126.
11
“[…] diecisiete años después, alférez en Rocroi, sosteniendo en alto los jirones de una bandera bajo
la metralla de los cañones franceses, yo mismo sería testigo del triste ocaso de la antigua gloria, en el
centro del último cuadro formado por nuestra pobre y fiel infantería […], cuando cerré para siempre
los ojos del capitán Alatriste”. Pérez-Reverte, A. (2003). El caballero del jubón amarillo. Madrid:
Alfaguara, p. 23.
12
Al tercer nivel, se encuentra “el tiempo de la Historia externa al texto”, es decir el
contexto histórico. En la época en que tienen lugar las aventuras del capitán Alatriste –es
decir el segundo cuarto del siglo XVII–, el poder estuvo en manos de Felipe IV, el cuarto rey
de la Casa de Austria (o Habsburgo). Los Austrias subieron al trono en 1517, cuando
Fernando el Católico se murió y dejó sus posesiones a su nieto, Carlos V. Así se juntaron
varias regiones, extendidas por toda Europa: Castilla, Navarra y las Indias, Aragón y Nápoles,
los Países Bajos y el Franco Condado y por último el territorio de los Habsburgo en
Alemania.
Puesto que la explotación de las Indias todavía no estaba suficientemente desarrollada,
la fuente principal de ingresos eran los Países Bajos, que también era la región más propensa a
la rebelión. Por tanto, el emperador prestaba mucha atención a sus posesiones norteñas y
como consecuencia, otras regiones, como Castilla, se sentían descuidadas y abusadas para
guerras lejanas. Debido a las contiendas con Francia, la lucha contra los turcos y las
rebeliones en Alemania, Carlos V se veía forzado a subir cada vez más los impuestos. Sin
embargo, el emperador no consiguió afrontar los problemas de su imperio cuando subió al
trono su hijo Felipe II en 1556.
A lo largo de los años, los ingresos de las Indias llegaban a formar una parte cada vez
más grande de los ingresos del reino y por tanto, Felipe II dio mucha importancia a Castilla, lo
cual se puede ver del hecho de que localizó la Corte y su administración en Madrid, el centro
geográfico de la Península. Nacido en Valladolid, Felipe II se sentía profundamente español y
casi no pasaba tiempo en sus otros territorios. Durante su reinado, tenía que hacer frente a
varios problemas. En primer lugar, se veía un surgimiento de varios movimientos religiosos
que iban en contra de la fe católica, como el protestantismo en Alemania y los Países Bajos y
los alumbrados12, erasmistas y judíos dentro de España. El rey apoyó en la Inquisición para
mantener la unidad religiosa de su imperio y limitar la influencia de las nuevas ideas del
Renacimiento. Lo hizo a través de numerosos autos de fe y la implantación de limpieza de
sangre como requisito para puestos altos. Otro problema que dificultaba el reinado de Felipe
II era la situación económica difícil, debido a las numerosas guerras13 y la cantidad creciente
12
Un movimiento que sí se consideraba católico, pero abogaba por una conexión directa con Dios. Por
tanto, se concluyó que tenía suficientes correspondencias con el luteranismo para prohibir su práctica.
13
Por ejemplo, la Armada Invencible –derrotada en 1588– costaba 10.000.000 ducados. Elliott, J.
(2002). Imperial Spain. Londres: Penguin, p. 285.
13
de personas que subieron a la hidalguía para evitar la paga de impuestos. Como consecuencia,
el estado entró en una crisis a finales del siglo XVI: en 1575 y 1596 se declaró en quiebra. Se
produjo una sublevación calvinista en Francia que llegó hasta la frontera española, el poder de
los turcos sobre el Mediterráneo aumentó (a pesar de una victoria enorme para Felipe en
Lepanto) y las rebeliones en los Países Bajos se hicieron más frecuentes14.
Además se produjeron varios problemas dentro de España, como un conflicto en
Cataluña sobre ciertos impuestos y una rebelión de los moriscos en Granada. Con un soberano
que se fiaba casi exclusivamente en castellanos y Madrid como el capital del reino, la
monarquía se castellanizaba cada vez más, lo cual causaba cierto descontento en las regiones
periféricas, como Aragón, donde se produjo una rebelión en 1591. Tampoco con la
descendencia tuvo suerte. Su primera esposa María de Portugal15 le dio un hijo, Carlos, que
sufría de un desequilibrio mental y posteriormente se murió en la cárcel, porque negaba a
comer. Su cuarto matrimonio –con Ana de Austria– por fin le dio la solución al problema de
la descendencia: el futuro Felipe III.
Felipe III subió al trono en 1598, heredando un reino en plena crisis, que además
sufrió de una epidemia de la peste al año siguiente que dañó todas las ciudades importantes y
sobre todo tuvo consecuencias psicológicas para Castilla, ya debilitada por los conflictos en
Francia y los Países Bajos16. Para poder resolver esta situación, Felipe III se apoyaba en los
consejos de sus ‘arbitristas’, lo cual resulta ejemplar para el monarca, que tenía sólo veinte
años cuando subió al trono y era demasiado dependiente y influenciable. Pero el poder de los
arbitristas disminuyó y en poco tiempo, Felipe –más interesado en el teatro y la caza que en la
política– dejó la práctica de gobernar en manos de su valido, el duque de Lerma. Así, se
limitaba el poder de los consejos, dejándolo con un pequeño grupo independiente de
ministros.
14
Para reinstalar la autoridad del monarca sobre los holandeses –que en 1566 saquearon numerosas
iglesias–, Felipe II envió una expedición militar a los Países Bajos, bajo el mando del duque de Alba.
15
A causa de su matrimonio con María, Felipe consiguió la unificación administrativa de la Península
Ibérica.
16
Elliott, J. (2002). Imperial Spain. Londres: Penguin, p. 298.
14
En vez de ocuparse con los problemas de la hacienda, uno de los objetivos principales
de Lerma era la expulsión de los moriscos17 de Granada y Valencia a Marruecos y Túnez –lo
cual se produjo entre 1608 y 1614. Aunque el efecto que tenía la expulsión sobre la economía
no era tan grande como era el caso con la expulsión de los judíos en 1492, en años posteriores
muchos funcionarios se lamentaban de la ausencia de los moriscos. Un acontecimiento
positivo que se produjo durante el gobierno del duque de Lerma era la Tregua de los Doce
Años con las Provincias Unidas en 1609. A pesar de la situación conflictiva, el comercio entre
España y los holandeses seguía siendo importante y por tanto, una tregua sería una situación
atractiva para ambos.
Sin embargo, el gobierno de Lerma fue mayoritariamente un fracaso, puesto que los
problemas financieros se agravaban, porque los ingresos de las Indias disminuían y la falta de
impuestos seguía existiendo. En 1618, Lerma fue despedido y sucedido por su hijo, el duque
de Uceda, cuyo gobierno –a pesar de un inicio prometedor con la reforma de la Corte– no
resultó mucho más efectivo que el de su padre. En 1619, Felipe III se puso enfermo y dos
años después se murió, dejando el poder en manos de su hijo Felipe IV, que entonces tenía
diecisiete años.
Tanto como su padre, Felipe IV era inteligente y culto, pero no se interesaba mucho
por la política y era tan débil como el antiguo rey. Por tanto, antes de subir al trono, el joven
monarca ya había elegido a un privado que se encargara de la administración: Gaspar de
Guzmán, el conde de Olivares18. El privado estaba resuelto a llevar a la práctica las reformas
propuestas por los arbitristas y luego desatendidas por los validos, como una reducción de los
puestos administrativos, un intento de parar la despoblación de Castilla, una rebaja de los
impuestos en la misma zona y además una serie de revisiones morales como la prohibición de
burdeles y ropa extravagante. Las reformas financieras eran necesarias para poder financiar
las aspiraciones a una renovación de la hegemonía de Castilla sobre el mundo. En 1621,
España otra vez estaba involucrada en una guerra, puesto que la tregua con los Países Bajos
expiró y no fue renovada. La lucha consistía en asedios de grandes ciudades por parte de los
17
En Corsarios de Levante se critica mucho la expulsión de los moriscos de España:”–Era un sinvivir
–proseguía Muelas–. […] los cristianos viejos estábamos emparedados entre los moriscos de las
montañas y los piratas del mar. […]. Diego Alatrsite movió la cabeza. No todo era así, y él lo sabía.”
Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 35.
18
En 1625 llegó a ser el duque de Sanlúcar la Mayor y obtuvo el título de conde-duque.
15
españoles19, y piratería por los holandeses20. Además, en otras partes de Europa se utilizaba
rebeliones locales para aumentar la influencia militar de España y la posibilidad de expansión
del reino.
Al nivel nacional, Olivares intenta resolver la crisis financiera21 a través de un
aumento de los impuestos en otras regiones de la Península, pero esta castellanización del
reino provocó mucha resistencia en las zonas periféricas, que se veían obligadas a pagar
impuestos, sin obtener ganancia de Castilla. Por tanto, Olivares aconsejó al rey que éste
debería visitar más frecuentemente sus otros territorios españoles y crear un proyecto militar
común (la Unión de Armas), así unificando la monarquía en vez de castellanizarla. A pesar de
las reformas financieros, en 1627 el estado se veía otra vez en quiebra, la Unión de Armas no
tenía el éxito provisto, el dinero se desvaloraba rápidamente y Castilla seguía siendo la región
que más peso fiscal sufría.
La situación de la política internacional pareció favorable para el proyecto imperial,
con Francia ocupada con sus hugonotes, una victoria en Alemania y el poder marítimo de los
ingleses debilitado. Sin embargo, en 1635 Francia declaró la guerra a Felipe IV en Italia –los
franceses tenían poder sobre Mantua, mientras España tenía posesiones en Milán. La
combinación de este nuevo conflicto y los ya existentes, aumentaron aun más el déficit estatal
ya demasiado grande y Olivares tuvo que buscar nuevas fuentes de ingresos. Esta vez acudió
a Portugal y Cataluña, supuestamente las regiones más adineradas del imperio, pero también
las zonas más independientes y propensas a la rebelión contra la autoridad central. Intentó
aumentar la cantidad de castellanos en la administración portugués y cuando Francia invadió
Guipúzcoa, Olivares tomó la decisión de hacer esta guerra en tierra catalán. El efecto de estas
medidas, sólo fue que los protestos y rebeliones aumentaron, y en vez de ganar el apoyo de
sus súbditos, el conde-duque estaba en punto de perder dos provincias.
En 1640 estalló una sublevación en Cataluña que acabó con la proclamación de la
zona como protectorado de Francia y la subsiguiente batalla de Montjuïc de los catalanes y
franceses contra los españoles –ganada por los primeros. Cuando el ejército castellano estaba
19
Como Breda en 1625, bajo el mando de Ambrosio Spínola, lo cual aparece en el cuadro de
Velázquez y la novela El sol de Breda.
20
En 1628, el corsario Piet Heyn se apoderó de la flota española que traía plata desde Nueva España.
21
En El oro del rey se describe como gran parte del dinero que venía desde las Indias, nunca llegaba al
Estado, a causa de la corrupción de muchos funcionarios españoles.
16
en punto de intervenir en la sublevación, las fuerzas revolucionarias de Portugal aprovecharon
del conflicto catalán para expulsar a la regenta, matar al súbdito del conde-duque y proclamar
la independencia del reino de Portugal. Tras la pérdida de la batalla de Montjuïc, Felipe IV
ordenó en 1643 el destierro del conde-duque y la derrota de la infantería española en Rocroi22,
donde perdió una batalla contra Francia en el mismo año, parece simbolizar el fracaso del
sistema militar. En los años siguientes, Felipe decidió gobernar sólo, aunque surgió una
persona que gradualmente aumentó su influencia sobre el monarca: Don Luis de Haro, el
sobrino de Olivares. Su tarea era acabar con los conflictos interiores y alcanzar la paz en
Europa. España reconoció la independencia de las Provincias Unidas y firmó la paz con
Inglaterra y Francia en 1659. La lucha con los portugueses todavía no había acabado cuando
Felipe se murió en 1665 y fue sucedido por su hijo Carlos II.
El espacio
Para el análisis del espacio de un texto narrativo, Del Prado Biezma ofrece varias
oposiciones: natural/social, privado/público, real/imaginario, natural/artificial, de materia
blanda/dura. Las aventuras del capitán Alatriste se encuentran en un ámbito social, porque
tienen lugar en ciudades (Madrid, Sevilla, Orán, Nápoles), en un tercio en Flandes (El sol de
Breda) o en una galera (Corsarios de Levante). Son todos lugares poblados, donde las
relaciones humanas y la jerarquía entre los hombres tienen mucha importancia. A veces, el
lugar funciona como metáfora, como en el caso de Madrid. No es por casualidad que PérezReverte eligió la capital para trasfondo de gran parte de sus novelas, puesto que incluso hoy la
ciudad simboliza España como unidad y así parece representar todo el imperio.23 Por tanto, el
estado de los edificios, la construcción de las calles y las relaciones sociales de sus habitantes
parecen ser ejemplares para el resto de España.
22
Esta batalla aparece en varias ocasiones en las aventuras de Alatriste, cuando el narrador describe la
muerte del capitán. Por ejemplo: “[…] junto al capitán Alatriste y los restos del último cuadro de
infantería española, sostuve nuestra vieja y rota bandera en la llanura de Rocroi.” Pérez-Reverte, A.
(2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 128.
23
Esto se puede ver en el hecho de que en varias ocasiones se habla del pueblo de Madrid en vez del
pueblo en general; por ejemplo cuando Felipe IV está presente en una corrida de toros: “[…] en aquel
primer tercio del siglo, el pueblo de Madrid conservaba aún […] cierta ingenuidad para esa clase de
gestos en las personas reales.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p.
26.
17
Del Prado Biezma piensa que “la ciudad es casi siempre metáfora del poder, de la
opresión y de la esclavitud del individuo: espacio que hay que dominar y vencer […] 24.
Aunque sí pienso que Madrid en este caso representa el poder centralizado y el estado
económico y social de todo el imperio, no creo que el autor la vea como algo negativo que
hay que dominar. El sol de Breda es la única novela que tiene lugar en el campo, pero aquí
tampoco se puede hablar de un espacio natural, porque no trata de un ámbito en que el
protagonista se retira a solas y las descripciones del entorno se limitan a la afirmación de que
todo es gris y lluvioso por un lado25, e información estratégica relacionada con la guerra por
otro lado.26
La segunda característica es que el espacio es público; los lugares que más
frecuentemente aparecen son tabernas, la calle, el palacio de Felipe IV, la galera, campos de
batalla etcétera. Según Del Prado Biezma, un espacio público suele ser una representación
física de la estructura social, lo cual quiere decir que a través de descripciones de por ejemplo
una iglesia, nos indica la presencia del poder eclesiástico. Un ejemplo en las aventuras de
Alatriste es el siguiente comentario: “El capitán anduvo unos pasos mirando en silencio el
chapitel del convento de la Victoria, que se alzaba tras las estrechas casas del extremo de la
plaza, en el arranque de la carreta de San Jerónimo. Resultaba imposible andar por aquella
ciudad sin toparse con una iglesia.”27 Otro aspecto importante del espacio es su relación con
los personajes. Parece que todos se sienten a gusto en la ciudad –incluso Íñigo, que había
venido del campo guipuzcoano–y las obras contienen varias descripciones misteriosas pero
hermosas de la ciudad. La descripción de la taberna del Turco, donde viven Alatriste e Íñigo,
resulta ejemplar para el ambiente en toda la ciudad: “A pesar del olor a fritanga y el humo de
24
Del Prado Biezma, J. (1999). Análisis e interpretación de la novela. Madrid: Síntesis, p. 42.
25
“En alguna parte sobre la cortina de niebla que velaba el dique, un sol impreciso iluminaba apenas
las siluetas que se movían a lo largo del camino, en dirección a la ciudad que abría sus puertas para el
mercado de la mañana. Era aquel sol un astro invisible, frío, calvinista y hereje, sin duda indigno de su
nombre: una luz sucia, gris […]”. Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 11.
26
“La ciudad, que no era sino un pueblo grande, se llamaba Oudkerk y estaba en la confluencia del
canal Ooster, el río Merck y el delta del Mosa, que los flamencos llaman Maas. Su importancia era
más militar que de otro orden, puesto controlaba el acceso al canal por donde los rebeldes herejes
enviaba n socorros a sus compatriotas asediados en Breda, que distaba tres leguas.” Pérez-Reverte, A.
(1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 12.
27
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de Sangre. Madrid: Alfaguara, p. 34.
18
la cocina, la suciedad del suelo y las mesas, y los ratones que correteaban perseguidos por el
gato o a la caza de migas de pan, el lugar resultaba confortable.”28 Sin embargo, la ciudad en
esta serie también tiene un lado oscuro y peligroso, no a causa de la ciudad en sí, sino por la
gente que vive en ella: “Madrid estaba lleno de viejos soldados que malvivían en calles y
plazas, con el cinto lleno de caños de hoja de lata […]. En busca del golpe de suerte que no
llegaba jamás”.29
Además, el autor utiliza la ciudad para enfatizar el ambiente en la que se desarrolla la
acción. Por ejemplo, el capítulo de El capitán Alatriste en que se relata la emboscada de los
dos ingleses empieza con una descripción de la calle: “En marzo anochecía pronto. […] las
calles estrechas, bajo los aleros sombríos de los tejados, estaban negras como boca de lobo.
El capitán Alatriste y su compañero habían elegido una travesía angosta, oscura y solitaria
[…].”30 Y cuando el autor describe el esplendor de la corte, también utiliza el entorno de El
Escorial: “Me sentía feliz. Había dejado de llover, el día despuntaba radiante, con mucho sol
y un cielo purísimo sobre los tejados de la ciudad, y yo franqueaba la puerta de palacio junto
a don Francisco de Quevedo. Habíamos cruzado la plaza abriéndonos camino entre los
ociosos congregados desde antes de que rompiera el alba, contenidos por los uniformes y
lanzas de la guardia.”31
La tercera característica del ámbito es que es real, no imaginario y ampliamente
documentado por el autor, lo cual se puede deducir de comentarios como la siguiente: “[…] la
taberna era una de las cuatrocientas donde podían apagar su sed los 70.000 vecinos de
Madrid –salíamos a una taberna por cada 175 individuos […]”.32 Las obras se sitúan en El
Escorial, los centros viejos de Madrid, Sevilla, Orán y Nápoles y en una región cerca de
Breda. Puesto que muchos sitios ya no existen, el autor también ha tenido que inventarse
28
Pérez-Reverte, A., & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
50.
29
Pérez-Reverte, A., & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
26.
30
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 67.
31
Pérez-Reverte, A. (2003). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 226.
32
Pérez-Reverte, A., & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
49.
19
muchos elementos. Está claro que las obras tienen un objetivo realista y por tanto contribuyen
a “una lectura histórica y social de la realidad”.33
La última característica del espacio tiene que ver con su morfología; en primer lugar,
Del Prado Biezma hace una distinción entre una morfología vertical, en la que la mirada
puede volar y extenderse por todo el panorama, y una horizontal en la que los paisajes y
ciudades “extienden su horizontalidad a través de la dinámica callejera”34 y los personajes
siempre están encerrados por la estructura de la ciudad. Esta segunda forma es la que
encontramos en Galdós, Balzac, Zola y también las obras de que se trata aquí. La segunda
distinción es entre la presentación de la materia como blanda o dura ante el lector. La primera
manera se suele encontrar en textos que tienen lugar en un ambiente del campo, mientras la
materia dura es más frecuente en un espacio urbano, con edificios geométricos y calles
paralelas. Aunque en el centro antiguo de la mayoría de las ciudades la geometría no es muy
frecuente, en el caso de la serie de Pérez-Reverte, sí se habla de materia dura, por el carácter
peligroso y duro que se da a las ciudades. Al mismo tiempo el Madrid de Alatriste también
tiene un lado romántico y casi gótico, con sus callejeras oscuras, sus plazas inesperadas y
puertas misteriosas, donde la oscuridad no es el efecto de la guerra –como en Flandes– sino es
algo característico de la ciudad, tal vez de toda España.
Los personajes
En cuanto a los personajes, Del Prado Biezma distingue dos categorías: por un lado
hay los personajes principales: el héroe y el protagonista; por otro lado el resto de los
personajes. Además reparte los papeles por actantes, “fuerzas que se configuran como
personaje esencial de la historia”35, de los cuales existen varias categorías: el “actante sujeto”
u “objeto”, “fuerzas actanciales ayudantes” u “oponentes”, “fuerzas no-personales” y “otras
presencias humanas”.
Uno de los personajes principales es el “héroe”, un término que viene de la literatura
mítica y épica, cuando los protagonistas eran verdaderamente héroes. En vez del concepto del
“antihéroe”, Del Prado Biezma utiliza el término “héroe doméstico” para designar al
33
Del Prado Biezma, J. (1999). Análisis e interpretación de la novela. Madrid: Síntesis, p. 43.
34
Del Prado Biezma, J. (1999). Análisis e interpretación de la novela. Madrid: Síntesis, p. 43.
35
Del Prado Biezma, J. (1999). Análisis e interpretación de la novela. Madrid: Síntesis, p. 46.
20
protagonista que surge con las novelas picarescas del realismo, porque antihéroe “nos remite
demasiado al concepto del villano”36. La característica básica del héroe es que es la fuerza
básica de todos los niveles de la obra, tanto anecdóticos como simbólicos y así determinan el
desarrollo del relato. En el caso de la serie de que se trata aquí, está claro que el héroe es
Diego Alatriste: la serie y la primera entrega llevan su nombre como título y es el personaje
entorno del cual giran los acontecimientos de las novelas. Además es el “actante sujeto”, lo
cual quiere decir que es “el personaje en torno al cual se organiza el conflicto y la resolución
del conflicto”.37
A lo largo de la serie aparecen varios elementos biográficos sobre Alatriste, aunque
muchas cosas siguen siendo vagas. Sabemos que se llama Diego Alatriste y Tenorio y que
nació en un pueblo en León de una familia de hidalgos labriegos. Cuando tenía trece años, se
alistó como paje tambor en el ejército, mintiendo sobre su edad. Durante su vida como
soldado, luchó en Flandes e Italia y como corsario por todo el mar Mediterráneo. Al principio
de la serie Alatriste vive como espadachín en Madrid, pero al poco tiempo (ya en la tercera
entrega) se enlista otra vez para ir a Flandes. Aunque está soltero, vive con Íñigo en la taberna
de Caridad la Lebrijana, una ex prostituta con quien tiene una relación un poco dudosa. Es un
hombre muy cerrado y poco hablador, valiente y algo amargado. El honor es algo muy
importante para el capitán y a pesar de ser un sicario le importa mucho no matar a una
persona por la espalda. Además tiene una lealtad incondicional hacia el rey, aunque le critica
mucho a lo largo de las obras.
Principalmente, como soldado veterano y espadachín Alatriste es un “antihéroe” o
“héroe doméstico”. En el primer encuentro con él, cuando acaba de salir de la cárcel, el
narrador le describe de una manera poca heroica: “[…] todavía me parece ver a Diego
Alatriste flaco y sin afeitar, parado en el umbral con el portón de madera negra claveteada
cerrándose a su espalda.[…] Miró a un lado y otro de la calle, pareció satisfecho a no
encontrar acechando a ningún nuevo acreedor, vino hasta mí, se quitó la capa a pesar del
frío y me la arrojó, hecha un gurruño. – Íñigo –dijo–. Hiérvela. Está llena de chinches.”38 Por
otro lado, Íñigo, el narrador de gran parte del relato, al principio de la serie le considera como
36
Del Prado Biezma, J. (1999). Análisis e interpretación de la novela. Madrid: Síntesis, p. 46.
37
Del Prado Biezma, J. (1999). Análisis e interpretación de la novela. Madrid: Síntesis, p. 47.
38
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
17-18.
21
un héroe. En la primera novela, él tiene más o menos once años y acaba de llegar a Madrid,
después de haber pasado toda su vida en una zona rural en el País Vasco. Por tanto, no es muy
extraño que el capitán le impresione mucho, como se puede ver de una de las primeras
anécdotas que Íñigo cuenta de su amo: “[…] lo primero que hizo al ingresar en el estaribel
fue irse derecho al más peligroso jaque entre los reclusos y, tras saludarlo con mucha
política, ponerle en el gaznate una cuchilla corta de matarife […]. Tras aquella inequívoca
declaración de principios nadie se atrevió a molestar al capitán, […] protegido por su fama
de hombre de hígados.”39
Para Íñigo, Alatriste es una persona admirable y temible a la vez, casi como una figura
del padre.40 Sin embargo, a lo largo de la serie, el chico se hace mayor y empieza a ver cada
vez más los aspectos negativos de su amo: “–Te equivocas, moro. Ya no es como antes. –
¿Antes?... ¿Cómo era antes? –Igual que mirar a Dios. […] –¿Y ahora ya no se parece a
Dios? […] –Veo en él cosas que antes no veía, y ya no encuentro otras.”.41
El “protagonista” es Íñigo Balboa Aguirre42, el criado de Alatriste y narrador de las
novelas, porque es el personaje que construye el texto y cuyos pensamientos sabemos.
Además está presente en casi todos los acontecimientos importantes. Cuando empieza la serie,
Íñigo tiene doce años y va a Madrid para vivir con el capitán, porque su madre no tenía el
dinero para cuidar de el y sus hermanitas. Su padre, Lope Balboa, estaba en el mismo tercio
que Alatriste y luchaban juntos en Flandes, donde se murió. Viene de Oñate, Guipúzcoa y al
llegar a Madrid todavía es bastante ingenuo. Casi inmediatamente se enamora de Angélica de
Alquézar, la sobrina de Luis de Alquézar, que es el secretario del rey y enemigo de su amo.
Aunque Alatriste y sus amigos no desean una vida militar para él y le enseñan a escribir,
literatura y latín, parece que Íñigo quiere seguir las huellas de su padre. Sin embargo – aunque
todavía no se ha producido en la serie – parece que tendrá un empleo en la corte como guardia
de los reyes: “[…] yo mismo solía acompañarlo43 sin otra escolta a El Escorial, donde
39
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 16.
40
De hecho, Alatriste dice de su criado en algún momento: “Es casi mi hijo.” Pérez-Reverte, A.
(2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 86.
41
Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 256-257.
42
Tiene el mismo apellido que el conquistador Lope de Aguirre, que también era de Oñate.
43
Al rey Felipe IV, cuando es un hombre anciano.
22
pasaba largas horas sin despegar los labios, a solas en el fantasmal panteón que contenía los
restos ilustres de sus antepasados: los reyes cuya magna herencia dilapidó de modo tan
miserable.”44
En su caso es difícil determinar si es un héroe o un héroe doméstico, porque aun es un
niño. Comete muchos errores durante las obras que ponen en peligro a varios personajes y
tampoco en asuntos sociales o morales siempre tiene razón. Además, en El sol de Breda,
trabaja como mochilero en el ejército en Flandes, donde intenta encontrar comida para sí
mismo y su amo. En este momento tiene mucho que ver con un pícaro. Sin embargo, al
hacerse mayor, Íñigo aprende mucho y llega a ser más maduro, por lo cual se puede
considerar las obras de la serie no sólo como novelas históricas, sino también como
“Bildungsromane” o novelas de aprendizaje.
Muchas veces, parece que el autor impone sus propios valores a Íñigo y habla a través
de él, pero que a la vez intenta mantener la perspectiva de una persona del siglo XVII. La
consecuencia de esto es un contrasentido en algunas de sus opiniones, por ejemplo su
tolerancia en cuanto a otras religiones: en El sol de Breda dice: “[…] aunque no parecía su
oficio el de religioso, si como tal puede llamarse a la prédica de las doctrinas del hereje
Calvino, al que mal rayo parta en el infierno o donde diablos se cueza, el hideputa.”45, y para
referir a los holandeses, utiliza la palabra “herejes”46. Sin embargo, cuando se trata de la
expulsión de los judíos y los moriscos en España durante el siglo anterior, Íñigo parece mucho
más tolerante: “Tras el fracaso de la ineficaz política de conversión intentada por el tercer
Felipe, trescientos mil moriscos […] se habían enrocado cerca de la vulnerables costas
levantinas y andaluzas, casi nunca cristianos sinceros, siempre ásperos, ingobernables y
soberbios –como españoles que a fin de cuentas eran–, soñando con la libertad y la
independencia perdidas.”47
A lo largo de la serie encontramos varios personajes importantes más, que podemos
dividir entre “ayudantes” y “oponentes”. Ya en la primera novela aparece el poeta don
44
Pérez-Reverte, A. (2003). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 268.
45
Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 24.
46
Por ejemplo: Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 123.
47
Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 34.
23
Francisco de Quevedo, que el narrador introduce como “compadre”48 de Diego Alatriste que
le ayuda mientras el capitán está en la cárcel. Por tanto, es claramente una “fuerza actancial
ayudante”. Al principio, Quevedo parece ser una figura cómica y bastante peleona49, pero
según adelanta la serie, el personaje llega a ser más serio. Íñigo le describe como “hombre
galante que gozaba de predicamento entre las damas. Estoico, lúcido, mordaz, valiente,
gallardo incluso en su cojera, hombre de bien pese al mal carácter, […]”. En Limpieza de
sangre, Quevedo intenta ayudar a unos amigos suyos que son de una familia de conversos y
se ven confrontados con acusaciones de judaizantes. A pesar de que Quevedo “, que tenía muy
a gala su estirpe santanderina de cristiano viejo, no se caracterizaba precisamente por la
tolerancia hacia gentes dudosas en materia de limpieza de sangre”50, Alatriste y el poeta
deciden ayudarles. Un elemento de Quevedo que aparece frecuentemente, es su relación con
otros escritores de la época. Como también en la realidad, en la serie don Francisco admiraba
mucho a Lope de Vega –que aparece en El caballero del jubón amarillo51 –, no sentía mucha
simpatía para Juan Ruiz de Alarcón y simplemente odiaba a Luis de Góngora, de los cuales
solía burlarse a través de sus versos. Por ejemplo, sobre Góngora:
“Peor es tu cabeza que mis pies.
Yo cojo, no lo niego, por los dos;
tú puto, no lo niegues, por los tres.”52
Y sobre Alarcón:
“¿Quién tiene con lamparones
pecho, lado y espaldilla?
Corcovilla.”53
48
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 16.
49
De hecho, la frase que más dice durante la serie es “No queda sino batirnos”, Pérez-Reverte, A. &
Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 20.
50
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 52.
51
“Debía de andar por los sesenta y cuatro años, y conservaba el aire galán, acentuado por los
elegantes cabellos grises, el bigote recortado y la perilla […]. Era discreto: hablaba poco, sonreía
mucho, y procuraba agradar a todos, intentando disimular la vanidad de su envidiable posición con
una extrema cortesía.” Pérez-Reverte, A. (2006). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara,
p. 56.
52
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 54.
24
A lo largo de la serie, vemos como cambia la posición de Quevedo en la Corte: en la
primera novela, el narrador le retrata como una figura curiosa que criticaba frecuentemente al
gobierno: “[…] famoso en la Corte por sus buenos versos y su mala leche. Eso le costaba,
por temporadas, andar de destierro en destierro y de prisión en prisión […]”. Pero en El sol
de Breda escribe una carta al capitán, en la que dice: “en la Corte sigue en ascenso la estrella
de vuestro amigo Quevedo, de lo que no me quejo, y soy otra vez bienquisto en casa del
conde-duque y en Palacio, quizá porque en los últimos tiempos guardo lengua y espada en
recaudo […]”. En El oro del rey, la cuarta novela, Quevedo no quiere participar en el
escarmiento del barco, porque piensa que puede dañar su prestigio: “–Yo sólo hago de
intermediario. Estoy bien en la Corte, el rey me pide agudezas, la reina me sonríe… Al
privado le hago algún pequeño favor, y él corresponde.”54 En El caballero del jubón
amarillo, parece que la posición del poeta ha mejorado aun más, puesto que en esta novela,
Quevedo tiene que escribir una comedia para que la representen en El Escorial para los reyes
y sus séquitos.
Otro “fuerza actancial ayudante” es Sebastián Copons, que vemos por primera vez en
El sol de Breda, cuando está en el mismo tercio que Alatriste e Íñigo. Es un viejo camarada
del capitán y se entiende inmediatamente por qué los dos se han hecho amigos: los dos son
soldados veteranos, duros y callados pero fieles a sus superiores y valientes. Después del
asalto de Breda, Copons vuelve a España donde participa en el escarmiento del barco de El
oro del rey. Después de poco tiempo, un problema con la justicia le obligó irse a Orán, donde
Íñigo y Alatriste vuelven a encontrarle cuando trabajan como corsarios. Puesto que aquella
ciudad no era muy popular entre los españoles por la lucha constante con los árabes locales,
resulta que Copons llega a ser todavía más callado y duro que antes. El capitán e Íñigo
consiguen el dinero para comprar una licencia con la que Copons puede irse de Orán y se
alista con ellos en la misma galera, donde se queda hasta el final de la novela.
Dado que no es exactamente un amigo del capitán, Gualterio Malatesta es una “fuerza
actancial oponente”. Como sicario que trabaja para Luis de Alquézar, tiene varios encuentros
53
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
164.
54
Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey. Madrid: Alfaguara, p. 49.
25
violentos con Alatriste. Aunque es mucho peor y no parece sufrir de demasiados escrúpulos,
también tiene algunas cosas en común con el capitán. Los dos son espadachines que viven en
Madrid, tienen cierto código profesional (por ejemplo que no se ataca a un adversario que es
mucho más joven o débil) y tienen interés para la literatura.55 Además, aunque pertenece al
campo de los malvados, parece ser más bien el instrumento o alguien que aprovecha de las
posibilidades, que él que lo inventa todo. En este sentido, los malvados verdaderos son el
secretario real Luis de Alquézar y fray Emilio Bocanegra de la Inquisición.
A lo largo de la serie, se indica casi nunca directamente presencia de Malatesta, sino a
través de un silbido: “Entonces oí el silbido a mi espalda. Un silbido que habría sido capaz de
reconocer hasta en el infierno. Sonaba exactamente tirurí-ta-ta. Y al volver el rostro me
encontré con un fantasma.”56 También aparece frecuentemente como sobra o figura oscura:
“Parecía un gato negro y flaco […]”57 y parece que su carácter malvado está reflejado en su
apariencia física: “era alto, flaco y silencioso; rodaba los treinta y tantos años, tenía el rostro
picado con antiguas marcas de viruela, y un bigote fino y muy recortado le daba cierto
aspecto extraño, extranjero. […] aquel fulano no tenía aspecto de permitir que se burlaran de
él ni tanto así. Era de esos que buscas en un libro las palabras espadachín y asesino, y sale
su retrato.”58
Otro personaje importante de la serie influye sobre todo en la vida de Íñigo: la menina
de la reina Angélica de Alquézar, que como sobrina de Luis de Alquézar, pertenece
indudablemente a las “fuerzas actanciales oponentes”. La primera vez que Íñigo la ve, se
enamora completamente de ella: “[…] al levantarme un momento la vista cuando el carruaje
llegó a nuestra altura, encontré una portezuela sin escudo y, en la ventanilla, el rostro de una
niña, unos cabellos rubios peinados en tirabuzones, y la mirada más azul, limpia y turbadora
que he contemplado en toda mi vida. […] Y yo me estremecí, sin conocer todavía muy bien
por qué. Pero mi estremecimiento hubiera sido aún mayor de haber sabido que acababa de
55
Cuando Alatriste va a la casa de Malatesta, encuentra allí un libro de Plinio, y uno de Quevedo.
56
Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey. Madrid: Alfaguara, p. 57.
57
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 78.
58
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
36-37.
26
mirarme el Diablo.”.59 En cada novela, Angélica –nombre llamativo, para alguien que se
compara con el diablo– aparece, en persona o a través de una carta a Íñigo.
Según avanza el tiempo, su relación con él se hace más íntimo –incluso hacen el amor
en El caballero del jubón amarillo60– y bajo la pretensión de que Íñigo tenga que probar su
amor para ella, le pone en situaciones cada vez más peligrosos, hasta utilizarle para que los
cómplices de su tío puedan matar al capitán. A pesar de esto, parece que quiere
verdaderamente a Íñigo –“–Te amo –repitió Angélica.”– pero dado que su papel forma parte
de la intriga final, el lector no llega a ser completamente seguro de las intenciones de la niña.
Lo que sí sabe, es que su amor por el joven –fingido o real– también tiene un aspecto
oportunista, porque en varias ocasiones le dice que tiene planes para él.
Las “fuerzas no-personales” influyen en la intriga y el ambiente del relato, sin tener
una presencia física, aunque pueden ser representados a través de símbolos como iglesias o
parques. En esta serie, las “fuerzas no-personales” más importantes son la religión y el estado.
La religiosidad influye sobre todo al nivel sociopolítico, puesto que es un aspecto esencial de
la guerra en Flandes, de los conflictos con los árabes y de las peleas en el mediterráneo con
los turcos y además tiene una influencia enorme dentro del país por el poder que tuvo la
Inquisición. En la serie se muestra como en varias ocasiones el clero consigue abusar la
religiosidad para ganancia personal o para aumentar su poder. La novela en que sale más
claramente este tema, es Limpieza de sangre, donde la religión influye en dos
acontecimientos. Al principio del relato, Alatriste, Quevedo e Íñigo intentan rescatar de un
convento a la hija de una familia de judíos conversos, porque el fraile del convento abusa a las
novicias. Además, cuando asaltan al convento la Inquisición encarcela a Íñigo, le acusan de
ser judío porque tiene un apellido portugués y a pesar de que no tiene catorce años –lo cual es
la edad mínima para poder ser ejecutado– casi le ahorcan. En esta novela, el narrador critica
severamente no a la religión en sí, sino a la manera en que los eclesiásticos la utilizan.61
Además, acusa a la gente de no poder distinguir entre la fe y la superstición.
59
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 20.
60
Después de lo cual Angélica es tan amable de clavar una daga en la espalda de Íñigo.
61
Por ejemplo: “En una sociedad donde la religión y la amoralidad corrían parejas, se daba de manera
notoria, por parte de los confesores, una posesión tiránica del alma y a veces del cuerpo de las beatas,
con secuelas escandalosas.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 44.
27
Al nivel personal, las figuras principales no dan mucha importancia a la religión,
puesto que nunca van a la iglesia y viven de acuerdo con un moral más bien personal o
incluso soldadesco que religiosa. Parece que esto proviene de la falta de confianza que tienen
en el clero y de la incompatibilidad de sus vidas como soldados o espadachines con las reglas
de la iglesia. Incluso Íñigo, que ha tenido una educación bastante católica por parte de su
madre, parece cada vez más a su amo y deja de practicar su religión.
La presencia del estado como “fuerza no-personal” se nota cuando se habla de la Corte
y las relaciones internacionales. Primeramente, se critica mucho al rey Felipe IV, que en la
opinión del narrador –que en este caso podría ser la del autor– es demasiado frívolo,
mujeriego, débil y dependiente del valido el conde-duque de Olivares.62 Además, se refleja la
Corte en su totalidad como el lugar por excelencia para engaños, manipulación, hipocresía,
soborno y conspiraciones. Al nivel internacional se hace muchas veces casi una
personificación de España, retratándola como un viejo cuyo cuerpo –es decir, el oro y otras
riquezas – está decayendo y que sufre ataques de casi todos los países europeos.
Otra categoría de personajes de la serie que es importante mencionar, son las personas
históricas, como el conde-duque de Olivares, el rey Felipe IV, la reina Isabel de Borbón, Lope
de Vega y Diego Velázquez. La mayoría de ellos no son fuerzas actanciales, porque no
influyen en la evolución del relato y sirven para crear un contexto social realista y creíble. La
imagen de España que se da en la serie tiene dos puntos básicos: la política y la cultura, lo
cual se ve reflejado en la presencia de las personas arriba mencionadas, que pertenecen todos
a uno de estos puntos. El personaje de Felipe IV en parte sí es una fuerza actancial, puesto que
en El caballero del jubón amarillo aparece como en una situación personal y no sólo es el rey,
sino un personaje de la novela: “[…] seguía inmóvil, hierático, la escopeta en las manos,
mirando a los asesinos que lo cercaban, el aire tan indiferente con si nada de aquello lo
concerniese.”63
El narrador
62
“[...] ese rey joven, simpático, mujeriego, piadoso y fatal para las pobres Españas que fue el buen
don Felipe Cuarto […].” Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid:
Punto de Lectura, p. 32.
63
Pérez-Reverte, A. (2003). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 328.
28
Aunque gran parte está visto desde la perspectiva de Íñigo, a lo largo de la serie se
encuentran varios narradores. Al principio, se la presenta como si fuera las memorias de Íñigo
que parece haber sobrevivido hasta la actualidad y en las novelas mira hacia atrás,
comentando su vida con el capitán Alatriste. En varias ocasiones, el narrador se dirige
directamente al lector para presentarse, comentar ciertas cosas, referir a episodios de novelas
anteriores o disculparse por perder el hilo de la historia. Por ejemplo, en El sol de Breda:
“Supongo que me habrán reconocido. Me llamo Íñigo Balboa, por la época de lo que cuento
mediaba catorce años […]”64, en Limpieza de sangre: “Ya referí en otra ocasión a vuestras
mercedes que, en aquel primer tercio del siglo, el pueblo conservaba […] una cierta
ingenuidad […]”, o en El oro del rey: “Pero cambiemos de registro, pues prometí contar a
vuestras mercedes la visita a la cárcel real […]”. Íñigo cuenta las cosas en primera persona y
utiliza frecuentemente prolepsis y analepsis para crear suspense o referir a episodios
anteriores. Puesto que es un niño, surgen varias cosas que no entiende por completo, por
ejemplo cuando está copiando un poema que trata de la vida militar, Alatriste coge el papel y
tras leer los versos, le mira largamente.65 Aunque su criado no lo entiende, el capitán parece
estar reflexionando sobre sí él puede educar bien al chico.
Pero también hay fragmentos que tienen otro tipo de narrador, por ejemplo para relatar
acontecimientos en que Íñigo no está presente. En estos casos, vemos los hechos a través del
capitán Alatriste y sabemos sus pensamientos, por ejemplo en el Portillo de las Ánimas, en la
primera novela: “–Dios del Cielo –murmuró el fraile. Sus ojos lo medían llenos de fanatismo
y desprecio. Estoy muerto, pensó el capitán, leyéndolo en aquellas pupilas negras y
despiadadas.”66 Sin embargo, en los casos en que Alatriste actúa como narrador nunca se
dirige directamente al lector, ni habla en primera persona, ni utiliza saltos temporales.
El estilo
En cuanto al estilo de las novelas, hay varios elementos que llaman la atención. En
primer lugar, se nota que son fáciles de leer, lo cual surge del lenguaje poco complicado, la
estructura clara del texto y del hecho de que cada capítulo lleva un encabezamiento que indica
al lector lo que va a ocurrir. Otra cosa que al nivel textual llama la atención, es que se
64
Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 12.
65
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 55.
66
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
136.
29
encuentra muchas situaciones de suspense –cliff hangers– a lo largo de la serie. El objetivo de
este tipo de estructura es hacer las novelas accesibles para un gran público, de diferentes
edades. Además, cuando estos desenlaces se encuentran al final de un capítulo, también tiene
que ver con el hecho de que el autor vendía sus libros por capítulo a través de internet.
Otra característica del estilo es que el autor utiliza muchas expresiones anticuadas –por
ejemplo el empleo de vuestras mercedes67 y las formas verbales correspondientes68 y palabras
que provienen de la germanía. Estas son por ejemplo denominaciones de armas –como
vizcaína–, exclamaciones de rabia o sorpresa69 o incluso nombres de algunos personajes:
Gualterio Malatesta, Bartolo Cagafuego, el capitán Urdemalas y el apodo del maestre de
campo Jiñalasoga70 son los más llamativos. Con el uso de germanía, el autor alcanza evoca el
contexto histórico y social adecuado y enseña al lector algo sobre las costumbres lingüísticas
de la época.71
En cuanto al texto fuera del relato, llama la atención que cada novela empieza con
poemas, que tratan de soldados, la guerra y la España de la época y que por la mayoría son
escritos por poetas del siglo de oro. También dentro del relato aparecen poemas, como
descripción o ilustración de algo, pensamiento o recuerdo de Alatriste o Íñigo, o en un
diálogo. Estos versos intercalados suelen ser de Lope de Vega, Quevedo, Góngora72 o incluso
de Cervantes, a pesar de que éste en su época aun no tenía el prestigio que goza hoy en día.
67
Por ejemplo: “–Cuando gusten vuestras mercedes.” Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996).
El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 25.
68
“– no os disminuyáis, don Francisco –decía por lo bajini–. Que os abonen las costas.” PérezReverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 23, y:
“Cuando no se aplicaba entre familiares, amigos o personas de muy diferente condición, el vos en
lugar de uced o vuestra merced era fórmula poco cortés, que entre los siempre suspicaces españoles se
tomaba muchas veces como insulto.” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p.
110.
69
“–Pardiez –” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 34, o “–
Cagüenlostia –decía el aragonés” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p.
133.
70
“en lengua soldadesca de la época, jiñar equivalía […] a proveerse, o sea, cagar.” Pérez-Reverte, A.
(1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 33.
71
Se explica por ejemplo, que el uso de vos en vez de evoca vuestra merced por gente desconocida era
un insulto grosero.
72
Para lo cual el narrador Íñigo se disculpa a Quevedo.
30
1.3 La imagen de España
Las novelas
Uno de los aspectos más importantes de las aventuras del capitán Alatriste, es la
imagen de España que aparece en ellas, sobre todo la de la España imperial del siglo XVII,
pero también la del país hoy en día. Es decir, se busca la raíz de los problemas de la España
actual en la España del XVII.73 El autor transmite esta imagen a través de varios recursos:
comentarios o explicaciones del narrador, observaciones de los personajes y –más
implícitamente– la presencia de objetos, instituciones o figuras que resultan ejemplares para la
época. Los comentarios sobre la imagen de la España del siglo XVII se refieren a tres
aspectos de la sociedad: la Corte y el poder, el carácter de los españoles como colectividad y
las expresiones culturales.
La mayoría de los comentarios en cuanto a la imagen de España son de la primera
categoría y tratan de la política, el poder eclesiástico, la aristocracia y las relaciones
internacionales. En muchos de ellos se ve la opinión de un científico moderno y,
generalmente, las observaciones en las novelas corresponden con la imagen de la época que
nos dan los libros de historia. Por ejemplo, tanto como los historiadores, el narrador divide el
régimen de la Casa de Austria en un período glorioso (durante Carlos V y Felipe II), y uno de
decadencia (Felipe III y IV y Carlos II). Se encuentra numerosas referencias a
acontecimientos políticos del Siglo de Oro, como las sublevaciones en las regiones periféricas
de la Península74, las guerras contra Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas75 y la
obligación que siente España para defender el catolicismo contra una posible invasión turca –
73
Por ejemplo: “[…] La justicia no gozaba entonces, como tampoco ahora, de gran favor popular
[…]” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 14.
74
“[…] nos llevaban de cabeza al abismo y a la miseria, con Cataluña y Portugal a punto de separarse
de la Corona, este último para siempre.” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid:
Alfaguara, p. 36.
75
“Si Felipe IV […] hubiera recobrado Holanda, vencido a Luis XIII de Francia y a su ministro
Richelieu, limpiado el Atlántico de piratas y el mediterráneo de turcos, invadido Inglaterra, izado la
cruz de San Andrés en la Torre de Londres y en la Sublime Puerta […]” Pérez-Reverte, A. (1996). El
capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 157.
31
mientras otros países, como Francia, niegan esta responsabilidad–76. Además de estas
descripciones generales, también se refiere de vez en cuando a acontecimientos concretos,
como la expulsión de los moriscos77, varias batallas en Flandes78 y la famosa de Lepanto79.
Otro elemento importante es la política imperialista por parte de Felipe IV, o –mejor dicho– el
conde-duque de Olivares; se menciona varias veces la visión poco realista de la situación en
Europa por parte del gobierno80 y su discapacidad de mantener la unidad dentro de España.81
Además, aunque España dependía mucho de sus ejércitos, el narrador critica
frecuentemente la falta de consideración por parte de la Corona para sus veteranos. Un buen
ejemplo de esta crítica es Fermín Malacalza, el veterano de “Corsarios de Levante”, que vive
76
“Mas de justicia es precisar que, aunque Francia, Inglaterra, Holanda y Venecia negociaban con el
Turco, e incluso se aliaban con él contra otras naciones cristianas –sobre todo contra España cuando
convenía, que era casi siempre–, nosotros […] sostuvimos siempre la verdadera religión sin
desdecirnos una sílaba.” Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 44.
77
“Los moriscos, moros bautizados pero sospechosos en su fe, habían sido expulsados de España
dieciocho años antes, […]. Maltratados, asesinados por los caminos, despojados de lo que llevaban
consigo, violadas sus mujeres e hijas […].” Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid:
Alfaguara, p. 28.
78
“[...] veinte años atrás, [...] precisamente durante aquel asalto a las murallas de Ostende.” PérezReverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 16 y “[…] cuando el desastre de
nuestros tercios en las dunas de Nieuport. […] 5.000 compatriotas, incluidos 150 jefes y capitanes, que
dejaron la piel frente a holandeses, ingleses y franceses; […].” Pérez-Reverte, A. (1996). El capitán
Alatriste. Madrid: Alfaguara, p. 125.
79
“En ese viaje fue para mí de especial sentimiento navegar frente al golfo de Lepanto, donde tenían
por costumbre nuestras galeras que la gente,[..], rezase una oración en memoria de los muchos
españoles que allí murieron, batiéndose como fieras, cuando la flota de la Liga destrozó a la turca en el
combate del año mil quinientos setenta y uno.” Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante.
Madrid: Alfaguara, p. 249.
80
“Allí, la guerra, lejos ya la época de los grandes capitanes, los grandes asaltos y los grandes botines,
se había convertido en una suerte de juego de ajedrez largo y tedioso, donde las plazas fuertes eran
asediadas y cambiaban de manos una y otra vez, y donde a menudo contaba menos el valor que la
paciencia.” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 13.
81
“[...] en España los nobles y los poderosos se dividían en dos grupos: los que acataban de modo
manso, y casi abyecto, la autoridad real, mayormente castellanos arruinados que no gozaban de otro
valimiento que el del rey, y los de la periferia, escudados en fueros locales y antiguos privilegios, que
ponían el grito en el cielo cuando les pedían que sufragasen gastos o armasen ejércitos.” PérezReverte, A. (2000). El oro del rey. Madrid: Alfaguara, p. 147.
32
en Orán con una mujer árabe, inválido y muy pobre, porque apenas recibe del estado.82 La
falta de dinero, según los comentarios del narrador, fue causada por las guerras, la mala
voluntad de la periferia a pagar impuestos, la cantidad de hidalgos, la corrupción y burocracia,
el poder de los bancos genoveses y el hecho de que se fiaban demasiado en las riquezas de las
Indias.83
Una de las causas de esta mala política era Felipe IV; el narrador suele describirle como “ese
rey joven, simpático, mujeriego, piadoso y fatal para las pobres Españas”84, y le parece
demasiado débil para gobernar su imperio, dejándolo en manos del conde-duque de
Olivares.85 Sin embargo, el monarca y su administración no son los únicos que llevan la
culpa, según las novelas. En algún momento, el narrador critica severamente a la aristocracia,
que en su opinión se fijaba demasiado en las apariencias en vez de contribuir al imperio.86
Incluso el conde de Guadalmedina, un grande de España y amigo del capitán, se presta mucha
atención a las apariencias, lo cual demuestran los diamantes falsos que lleva en su chapeo.87
82
“Según nos había contado Copons, Malacalza, muy vencido de la edad, maltrecho y licenciado por
invalidez, se había quedado en Orán, donde tenía familia. Sometido a la penuria general, el veterano
sobrevivía gracias a la ayuda de algunos compañeros […].” Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de
Levante. Madrid: Alfaguara, p. 104.
83
“Una España que […] se había echado a dormir confiada en el oro y la plata que traían los galeones
de Indias. Pero ese oro y esa plata se perdían en manos de la aristocracia, el funcionariado y el clero,
perezosos, maleados e improductivos, y se derrochaban en vanas empresas como mantener la costosa
guerra reanudada en Flandes […]. Aragoneses y catalanes se escudaban en sus fueros, Portugal seguía
sujeto con alfileres, el comercio estaba en manos de extranjeros, las finanzas eran de los banqueros
genoveses, y nadie trabajaba salvo los pobres campesinos […].” Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte,
C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 61-62.
84
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 32.
85
“Sus puntos flacos fueron una cierta debilidad de carácter que lo llevó a dejar en manos del conde
duque de Olivares los negocios de la monarquía […].” Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey.
Madrid: Alfaguara, p. 149.
86
“Aquí todo el mundo presume de lo mismo: de cristiano viejo, hijodalgo y caballero. […] Y como el
trabajo es mengua de la honra, no trabaja ni Cristo.” Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El
capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 107.
87
“–Vuestro sombrero, Guadalmedina –requirió Su Católica Majestad. Hubo un silencio larguísimo.
Al cabo Álvaro de la Marca obedeció […] y le pasó al capitán su lindo chapeo […].” Y luego, cuando
Íñigo y el capitán están a solas: “–Con suerte –suspiré– algo nos darán por los diamantes de la toquilla.
El capitán estudiaba los adornos del chapeo. Al cabo movió la cabeza y se lo puso de nuevo. –Son
falsos –dijo.” Pérez-Reverte, A. (2003). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 346348.
33
A pesar de la Corte, aparece otra razón para la situación penosa en que se encontraba
España durante el siglo XVII: “Y la decadencia que sufrimos los españoles en el siglo […]
puede explicarse, ante todo y sobre todo, por la supresión de la libertad, el aislamiento
cultural, la desconfianza y el oscurantismo religioso creados por el Santo Oficio.”88 En la
serie, el papel de la iglesia es muy importante –de hecho, la segunda novela tiene como tema
principal el clero del siglo XVII, sus instituciones y excesos y la influencia que tuvo sobre la
sociedad.89 Además, en la misma obra, se critica la énfasis que existió en aquel entonces en la
limpieza de sangre (el título de la novela resulta llamativo) y el uso de este concepto para
arreglar cuentas personales.90 Y no sólo critica la religión del clero, sino también la del rey91 y
la del país entero.92 Sin embargo, el narrador relativiza todo esto, explicando que eran otros
tiempos y el odio a gentes de otras religiones era más común que hoy en día.93
Según el narrador, el colmo de la intolerancia y el ejemplo más llamativo del abuso del
poder eclesiástico era la Inquisición. En Limpieza de Sangre, Íñigo es capturado por la
88
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 109-110.
89
“En una sociedad donde la religión y la amoralidad corrían parejas, se daba de manera notoria, por
parte de los confesores, una posesión tiránica del alma […]. En cuanto a la influencia de los religiosos,
ésta era inmensa.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 44-45.
90
“Mi bisabuelo era converso, y mi abuelo fue importunado por la Inquisición. Sólo a costa de dinero
pudo solucionarse todo. Ese canalla del padre Coroado ha sabido jugar con eso. Amenaza con delatarla
por judaizante… y a nosotros también. –Lo que es falso –intervino el hijo más joven–. Aunque
tengamos la desgracia de no ser cristianos viejos, nuestra familia es intachable.” Pérez-Reverte, A.
(1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 49-50.
91
“En la España de nuestro muy católico monarca don Felipe IV, la fe era por lo común sincera; pero
[…] buena parte del clero era gente fanática e ignorante, grosera leva de ociosos que huían del trabajo
y del servicio de las armas, o bien arribista, ambiciosa e inmoral, más dedicada al medro que a la
gloria de Dios.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 42-43.
92
“Convendrán vuestras mercedes en que todo ese esfuerzo y ese coraje debíamos haberlo dedicado
los españoles a construir un lugar decente, en vez de malgastarlo en guerras absurdas, picaresca,
corrupción, quimeras y agua bendita.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid:
Alfaguara, p. 27.
93
“En un tiempo en que el odio a los judíos y a los herejes se consideraba complemento
imprescindible de la fe –el mismísimo Lope y el buen don Miguel de Cervantes se habían felicitado
unos años antes, de la expulsión de los moriscos– don Francisco de Quevedo, que tenía muy a gala su
estirpe santanderina de cristiano viejo, no se caracterizaba precisamente por la tolerancia hacia gentes
dudosas en materia de limpieza de sangre.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid:
Alfaguara, p. 52.
34
Inquisición, interrogado y casi condenado a la muerte –a pesar de que todavía es un niño. Le
acusan de ser judaizante porque tiene un apellido portugués, pero resulta que el tribunal
actuaba bajo el mando de Luis de Alquézar, enemigo de Alatriste. Así el autor demuestra
cómo se utilizaba la Inquisición para motivos personales y como esta institución –que ya no
tenía nada que ver con cualquier religión– erró su objetivo por completo.94 Sin embargo, otra
vez el autor matiza la imagen existente que España era el país más fanático en cuanto a la
religión: “Lo cierto es que no fue aquí peor que en otros países de Europa; aunque holandeses,
ingleses, franceses y luteranos, que eran entonces nuestros enemigos naturales, la incluyeran
en esa infame Leyenda Negra con la que justificaron el saqueo del imperio español en la hora
de su decadencia.”95 A pesar de la crítica que recibe el clero en España, el narrador sigue
convencido de la religión católica y de la protección y expansión de ella por el mundo.96
El segundo aspecto básico de la imagen de España en las novelas, es el carácter
colectivo de los españoles. Mientras que el primer aspecto no era muy positivo, para el autor
parece que el país compensa un poco con este segundo punto. A pesar de que muchas figuras
habla mal de España a lo largo de la serie, los personajes principales no lo hacen, y todos
intentan contribuir algo a la nación: Alatriste, Íñigo, Copons y los otros luchando en los
tercios, Quevedo a través de su poesía, el conde de Guadalmedina en la Corte, etcétera. Sus
oponentes sin embargo, parecen actuar sólo por ganancia propia: Gualterio Malatesta para
ganar dinero –no le importa con qué–, Emilio Bocanegra para aumentar su poder, Luis de
Alquézar para mejorar su posición en la Corte y Angélica también tiene sus motivos
personales, que todavía no sabemos. Además, la mayoría de los comentarios negativos sobre
94
“No había piedad en ellos, ni siquiera esos ápices de humanidad que a veces uno vislumbra incluso
en los más desalmados. Fraile, juez, escribano y verdugos se comportaban con una frialdad y un
distanciamiento tan rigurosos que era precisamente lo que más pavor producía […]. Después con el
tiempo, aprendí que, aunque todos los hombres somos capaces de lo bueno y de lo malo, los peores
siempre son aquellos que, cuando administran el mal, lo hacen amparándose en la autoridad de otros,
en la subordinación o en el pretexto de las órdenes recibidas. Y si terribles son quienes dicen actuar en
nombre de una autoridad, una jerarquía o una patria, mucho peores son quienes se estiman justificados
por cualquier dios.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 155.
95
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 108.
96
“«Yo no pienso ni quiero ser señor de herejes. Y si no se puede remediar todo, como deseo, sin venir
a las armas, estoy determinado a tomarlas sin que me pueda impedir mi peligro, ni la ruina de
aquellos países, no la de todos los demás que me quedan, a que no haga lo que un príncipe cristiano y
temeroso de Dios debe hacer en servicio suyo.» Y así fue, pardiez.” Pérez-Reverte, A. (1997). El sol
de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 21.
35
España empiezan con la afirmación que todavía era “temible en el exterior”97, debido a la
ferocidad de los tercios viejos.98 Sin embargo, según piensa el narrador, el período glorioso
militar de la Corona ya había terminado y no sólo los capitanes, sino también los soldados
fueron mejores durante Felipe II.99
Otro punto positivo de los españoles es el hecho de que –a pesar de la situación penosa
en la que se encuentra el país– logran conservar su orgullo nacional.100 El narrador afirma que
la honra y el valor son los aspectos más importantes del carácter de los españoles101, pero que
detrás de esta fachada valiente hay una motivación poco honrada: la pereza.102 Además,
considera que su carácter es parte de la causa de la decadencia del imperio,103 porque no
valoran suficientemente un trabajo con que uno puede ganarse la vida de una manera honrada.
97
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Alfaguara, p. 61.
98
“Impávidos y terribles hasta en la derrota, los tercios españoles, seminario de los mejores soldados
que durante dos siglos había dado Europa, encarnaron la más eficaz máquina militar que nadie mandó
nunca sobre un campo de batalla.” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p.
21.
99
“Aunque en ese tiempo, [...] nuestra infantería ya no fuera la espléndida milicia en la que fiaba el
gran Felipe II.” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 21.
100
“Todo lo tenemos en venta, salvo la honra nacional.” Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C.
(1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 108 y “En aquella España turbulenta,
arruinada y orgullosa –en verdad era el orgullo lo único que nos iba quedando en el bolsillo– […]”
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 21.
101
“En aquel tiempo, un hombre podía perfectamente hacerse matar por su reputación, y todo se
disculpaba menos la cobardía y la deshonra. A fin de cuentas, y en última instancia, el honor se
suponía patrimonio exclusivo del hidalgo; […]” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre.
Madrid: Alfaguara, p. 70.
102
“[...] y el hidalgo, a diferencia del pechero que soportaba todos los tributos y cargas, ni trabajaba ni
pagaba tasas a la hacienda real. El famoso honor de las comedias de Lope, Tirso y Calderón, solía
referirse a la tradición caballeresca de otros siglos […]. De modo que, tras aquellas hipérboles del
honor y la deshonra, lo que se disimulaba era el negocio, nada ligero por cierto, de vivir sin dar golpe
ni pagar impuestos.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 70.
103
“[...] los españoles preferiríamos buscar fortuna peleando en Flandes o conquistando América, en
busca del golpe de suerte que nos permitiese vivir como señores, sin pagar impuestos ni dar golpe. Ésa
fue la causa que hizo enmudecer nuestros telares y talleres, despobló España y la empobreció […].”
Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 36.
36
Al mismo tiempo, consideraba a los españoles un “buen y desgraciado pueblo”104 y víctima de
la convicción de que sus monarcas siempre fueron “los más justos y magnánimos de la tierra,
incluso a pesar de que su poderío declinaba”.105 Sin embargo, el pueblo también tiene cierta
culpa, por el hecho de que se seguía creyendo en esta idea falsa, dejándose engañar por las
apariencias.106 Aquí, el narrador da muestra de un cierto populismo, porque afirma que el
pueblo español por naturaleza está bien y son los dirigentes los que –deliberadamente o por
incapacidad– sumen al país en la desgracia.
Sin embargo, el narrado admite que la España del siglo XVII no fue una unidad, sino
que las gentes de las regiones periféricas sólo se podían de acuerdo entre ellos en cuanto a su
odio a los castellanos: “e incluso en tan reducido espacio y menguado tropa como la nuestra,
hacíanse fieros y distingos entre unas tierras y otras, juntándose éstos lejos de ésos, picados de
reproches el extremeño, el andaluz, el vizcaíno o el valenciano […], y uniéndose todos
solamente en el odio común contra los castellanos […] Que aquella germanía allí hilvanada
representaba, al cabo, una España en miniatura; y toda la gravedad y honra y orgullo nacional
que Lope, Tirso y los otros ponían en escena en los corrales de comedias, se había ido con el
siglo viejo y no existía ya más que en el teatro. Tan sólo nos quedaban la arrogancia y la
crueldad […]”.107 Por tanto, parece que el narrador se contradice de vez en cuando, porque
menciona y elogia varias veces la honra y el orgullo nacional que tienen los españoles y
cuanto le importa su reputación.
Un tercer elemento de la imagen de España es la cultura, el punto en que el narrador
más elogia el país. A lo largo de la serie aparecen varias figuras históricas de la vida cultural,
como Diego Velázquez en El sol de Breda108, Francisco de Quevedo en toda la serie y Lope
104
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
155.
105
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
155.
106
“[...] el pueblo de Madrid conservaba aún, pese a su picaresca natural y su malicia, una cierta
ingenuidad para esa clase de gestos en las personas reales. Ingenuidad que el tiempo y los desastres se
encargarían de sustituir por desilusión, rencor y vergüenza.” Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de
sangre. Madrid: Alfaguara, p. 26.
107
Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey. Madrid: Alfaguara, p. 200.
108
“La habitación olía a pintura, mezclas, barnices y aguarrás; y también olía, y muy bien, el pucherete
que junto a la chimenea, sobre un hornillo, calentaba caldo de ave con especias y vino. –Sírvase
37
de Vega en El caballero del jubón amarillo109, quien al narrador –que en este caso parece ser
el autor mismo– le gusta tanto o más que William Shakespeare: “Tengo la opinión propia, y
puedo decir que aunque el inglés profundiza mucho en el corazón del hombre, y el desarrollo
de sus personajes es a menudo superior al que busca Lope, la carpintería teatral del español,
su inventiva y su capacidad para mantener al público en suspenso, la intriga, la amenidad de
recursos y el arrebatador planteamiento de cada comedia, resultan siempre insuperables. […]
además, si resulta cierto que el teatro de Shakespeare fue de algún modo universal y cualquier
ser humano puede reconocerse en él –sólo el Quijote es tan español como Lope y tan
universal como Shakespeare–, no es menos verdad que el Fénix creó con su arte nuevo de
hacer comedias un espejo fidelísimo de la España de nuestro siglo […].”110
Al narrador no le parece una casualidad que los artistas más importantes de la época
todos vivieron en Madrid,111 sino parece que la capital ejerció una gran atracción sobre ellos.
Góngora –que era de Córdoba–, Ruiz de Alarcón –el mejicano–, Velázquez –de Sevilla–,
todos habían venido a vivir en Madrid, haciendo de la ciudad el centro cultural más
importante de España.
La poesía y el teatro son muy importantes en todas las novelas, puesto que están llenas
de fragmentos de obras de los autores más importantes de la época, como Quevedo, Lope,
Calderón y Góngora. Además, el personaje principal, el capitán Alatriste, es muy aficionado a
la literatura112 y siempre lleva consigo algún libro, incluso en las trincheras flamencas y
vuestra merced, señor Balboa –dijo Diego Velázquez.” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda.
Madrid: Alfaguara, p. 237-238.
109
“Yo aprovechaba de la ocasión para observar de cerca a Lope de Vega [...] Era discreto; hablaba
poco, sonreía mucho, y procuraba agradar a todos, intentando disimular la vanidad de su envidiable
posición con una extrema cortesía.” Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo.
Madrid: Alfaguara, p. 56.
110
Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 57-58.
111
“Y lo cierto es que nunca dióse en otro lugar del mundo semejante concentración de talento y fama;
pues sólo por mencionar algunos nombres ilustres diré que allí vivían, en apenas doscientos pasos a la
redonda, Lope de Vega en su casa de la calle de Francos y don Francisco de Quevedo en la del Niño;
[…] Por allí anduvieron también el mercedario Tirso de Molina y el inteligentísimo mejicano Ruiz de
Alarcón.” Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 43.
112
“Que soldado y espadachín como era, amén de parco en palabras, resultaba hombre razonablemente
instruido, había leído buenos libros y visto mucho teatro; y aunque no se las diera de tal y reservase
casi todo juicio para sí, tenía buen golpe de vista para las virtudes de una comedia sin dejarse arrastrar
38
durante su vida como corsario. Su paje Íñigo también se interesa por los libros, a causa de la
influencia del capitán, el dómine Pérez y sobre todo Francisco de Quevedo, que le suele
mandar libros buenos, como las dos partes del Quijote. Estos dos últimos personajes se han
encargado de la educación del joven, enseñándole a leer, a escribir y incluso algo de latín,
porque piensan que la pluma puede alcanzar más que la espada.
Otra referencia literaria es la comparación que frecuentemente se hace entre don
Quijote y Sancho Panza y los españoles. En ella, don Quijote simboliza lo bueno y lo noble,
mientras lo vulgar, hipócrita y tonto está representado por Sancho. Según el narrador, el
pueblo español debe comportarse como don Quijotes y de hecho, muchos de sus compatriotas
piensan que lo son. Sin embargo, “viví mi siglo de cabo a rabo, y siempre topé en el camino
con más Sanchos que Quijotes, y con más gente ruin, malvada, ambiciosa y vil, que valiente y
honrada.”113
Otros dos elementos culturales importantes son el origen de los personajes y la lengua
que hablan. Por ejemplo, en El sol de Breda, cuando Íñigo nos presenta los compañeros del
capitán también menciona su región natal114 y cuando se produce un motín en su tercio,
resulta que la cantidad de regiones presentes es aún más grande.115 También llama la atención
que el autor utiliza palabras como “vascuence” y “vascongado” para referir a lo que llamamos
hoy en día el País Vasco, términos que hoy en día utilizan los que están a favor de un estado
más bien centralizado en vez de un modelo federal. Además, cuando Íñigo comenta el acento
de cierto personaje, dice: “Su acento también era peninsular de allá arriba, aunque más seco.
Asturiano, quizás.”116 El comentario de “allá arriba” nos indica que el narrador mira a España
por los efectos fáciles […].” Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid:
Alfaguara, p. 22.
113
Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 82.
114
“[...] como era el caso del malagueño Curro Garrote. Otros, como el mallorquín José Llop o el
vizcaíno Mendieta, ya habían combatido en Flandes antes de la tregua de los Doce Años, y unos
pocos, como Copons, que era de Huesca, […].” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid:
Alfaguara, p. 40.
115
“[...] como de costumbre, según estas mismas lenguas y sus tierras de origen, tomaban partido unos
contra otros, valencianos a una parte y andaluces de la otra, leoneses frente a castellanos y gallegos,
catalanes, vascongados y aragoneses cerrando para sí mismos y por su cuenta, y los portugueses, que
alguno teníamos, viéndolas venir agrupados y en rancho aparte. De modo que no había dos reinos o
regiones de acuerdo;” Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 82.
116
Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 238.
39
desde la capital, porque visto de Oñate –donde nació Íñigo– Asturias está en el oeste. Esto
indica que para el narrador (y en este caso probablemente también el autor), el centro de
España es Madrid, y no la región natal de una persona.
Pero a pesar de las diferencias regionales, sí opina el narrador que existen ciertos
elementos comunes para todo el país, lo cual se ve en este fragmento de El oro del rey: “Yo
miraba Cádiz, fascinado por el efecto de la luz sobre sus casa blancas y la majestuosidad de su
inmensa bahía verde y azul; aquella luz tan distinta de mi Oñate natal, y que sin embargo
también sentía como propia. Como mía.”117 También la cultura es un factor aglutinante del
pueblo español, lo cual demuestra la popularidad del teatro.118
El cómic
Aunque en el cómic se utiliza frecuentemente el texto original de la novela El capitán
Alatriste –por ejemplo las frases que introducen al capitán119–, se ha eliminado muchas de las
descripciones, fijándose más bien en la acción del relato. Pero al principio del cómic, cuando
se describe el contexto sí se encuentra un comentario sobre la época, otra vez literalmente el
mismo texto que la novela: “En aquellos tiempos, la capital de las Españas era un lugar donde
la vida había que buscársela, a salto de mata, en una esquina, entre el brillo de dos aceros.”120
Además, de una conversación que tiene el capitán con el conde de Guadalmedina también
podemos deducir una descripción de la España del siglo XVII: “Aquí, todo el mundo presume
de lo mismo: de cristiano viejo, hijodalgo y caballero. Y como el trabajo es menguado, no
trabaja ni Cristo.”121 Y sigue con: “En esta España nuestra, querido Diego, con oro se puede
117
Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey. Madrid: Alfaguara: p. 17.
118
“Desde el monarca hasta el último villano, la España del Cuarto Felipe amó con locura el teatro.”
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 175.
119
“No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente.” Pérez-Reverte, A.
& Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 11, y Giménez, C., &
Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random House Mondadori, p. 7.
120
Giménez, C., & Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random House Mondadori, p.
8, y Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
11.
121
Giménez, C., & Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random House Mondadori, p.
83. Otra vez, estas palabras aparecen exactamente iguales en la novela: Pérez-Reverte, A. & PérezReverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 107.
40
comprarse por igual al noble que al villano. Todo lo tenemos en venta, salvo la honra
nacional; e incluso con ella traficamos de tapadillo a la primera oportunidad.”122
Más importantes son las reflejas culturales de la época, que aparecen en la
conversación entre Íñigo y Angélica, en que el joven dice que Lope de Vega es un amigo
suyo123, y después cuando Alatriste y su paje asisten a la representación de una comedia del
mismo poeta, aparecen en el cómic un retrato de él124 y unas escenas de su obra. La cultura
también aparece en las citas poéticas, en la novela la mayoría como comentario del narrador,
aquí a través de los personajes. Por ejemplo, aparece un papel en que Íñigo ha practicado su
letra con unos versos125 y don Francisco cita a un verso suyo.126 El último elemento cultural
importante, es la arquitectura. Mientras que en la novela se encuentran muchas descripciones
de los lugares en las que se desarrolla la acción, aquí hay numerosos dibujos de edificios,
plazas y panoramas de la ciudad.127
La película
Ya en la primera escena, se menciona la situación política; se ve un mapa con el
imperio de los Austria, un ‘voice over’ describe las posesiones de la Corona y elogia las
prestaciones de los tercios viejos de infantería en la “guerra cruel” en Flandes. Entre tanto, la
cámara da un golpe de zoom en estas regiones norteñas del imperio. También Malatesta
comenta el imperio español: “Los españoles sois tan vanidosos y tan toscos, os manca finesa.
122
Giménez, C., & Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random House Mondadori, p.
84, y Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
107-108.
123
“Fanfarroneé un poco, lo confieso. Hablé de Lope –a quien acababa de conocer en las gradas–
como de un viejo amigo.” Giménez, C. & Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random
House Mondadori, p. 141, y Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste.
Madrid: Punto de Lectura, p. 174.
124
Giménez, C., & Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random House Mondadori, p.
144.
125
Giménez, C., & Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random House Mondadori, p.
40.
126
Giménez, C., & Mundet, J. (2005). El capitán Alatriste. Barcelona: Random House Mondadori, p.
43.
127
Por ejemplo en las páginas 13, 45 y 87 del cómic.
41
Quizá por eso domináis el mundo, de momento.” La tercera vez en que aparece la política es
cuando Olivares interroga a Alatriste sobre su implicación en la emboscada de los dos
ingleses. El conde duque le comenta: “Flandes me quita el sueño, pero nunca he estado allí”,
Alatriste responde: “Flandes es el infierno” y Olivares concluye: “Sin Flandes no hay nada.
Necesitamos este infierno.”
El momento en que más claramente se habla de la situación política del imperio, es
durante una conversación entre Francisco de Quevedo y el capitán. El poeta se queja del
hecho de que el rey niega a alentar a sus ejércitos en la guerra con Francia, dejándose guiar
demasiado por Olivares, que sólo quiere arruinar al pueblo y humillar a la nobleza. Sin
embargo, Alatriste piensa que los tercios no necesitan que los dirija el rey, sino dinero y que
la nobleza no está nada humillada y despilfarra todo el dinero robado de los pobres por el
estado. Después, Luis de Alquézar comenta a su hija la posición difícil del valido, con la
mayoría de los grandes y los nobles importantes en contra de él. Otra escena llamativa es la en
que se hablan sobre la relación entre Felipe IV y la actriz María de Castro. Quevedo dice: “El
rey es el rey” y Copons responde con: “El rey es un cabrón.”128
Más implícitamente aparece el carácter del estado cuando el príncipe de Gales visita a
la Corte con un séquito de enanos y mujeres guapas mujeres con ropa extravagante, mientras
que la representación española consiste en el rey mismo y dos o tres de sus consejeros, todos
vestidos de negro. El contraste en austeridad refiere a las reglas morales del régimen, pero
también parece decir que la Corte español no necesitaba estos adornos para hacerse respectar.
Otro comentario más bien implícito se encuentra durante una batalla en Flandes. El capitán
Bragado manda a Alatriste y algunos otros a los túneles para crear una emboscada para los
holandeses que están dentro. Sin embargo, los holandeses les descubren y atacan con azufre,
de lo cual Alatriste y los suyos apenas consiguen escapar. Vuelto al campo español, se caen al
suelo e intentan parar la quemadura en sus ojos con barro. Al mismo tiempo vuelve el capitán
Bragado para decirles que Breda se ha rendido, implicando que su expedición fue inútil. Este
contraste entre los soldados y sus superiores es algo que aparece varias veces, tanto en la
película129 como en las novelas.130
128
Anteriormente, Alatriste responde al mismo comentario: “Sí, es mi rey. Pero hay reyes y reyes, y
éste debería dedicarse a gobernar.”
129
Como en la conversación entre Quevedo y Alatriste arriba mencionada.
130
Por ejemplo, durante el motín en El sol de Breda.
42
Otra escena en la que se encuentra un comentario implícito a la autoridad de la época,
es la en que Íñigo intenta convencer a un conocido del capitán a participar en el asalto del
barco Niklaasbergen131. Sin embargo, éste le dice que ya tiene problemas suficientes, porque
teme que la Inquisición vaya a perseguirle, puesto que ya están encarcelados su hermano y su
padre. En este momento, entran en el bar algunos hombres de la justicia, que quieren
detenerle en nombre del Santo Oficio. Pero antes de que lleguen a donde está el hombre, éste
se suicida, degollándose a sí mismo.
La cultura aparece por primera vez cuando se comenta la pelea entre Quevedo y
Góngora y además cuando el conde de Guadalmedina y el capitán están comentando un
cuadro que acaba de comprar el primer. Alatriste toca el lienzo para ver si una gota de agua en
ello está pintada o verdadera. Así el director comenta la peculiaridad y la cualidad de los
artistas españoles del siglo. Además, se comenta el cuadro que hizo Velázquez de la rendición
de Breda, se ve una representación de una obra de teatro de Lope de Vega –que también
aparecen en las novelas– y se ve mucho de la arquitectura de Madrid, como también corre en
los dibujos del cómic y las descripciones en los libros.
La relación con el presente
La serie contiene claramente una relación bastante estrecha entre el pasado y el
presente, lo cual ya se puede ver en el período histórico en sí. Como he dicho anteriormente,
las novelas tienen lugar en el segundo cuarto del siglo XVII, cuando España todavía era una
de las naciones más poderosas de Europa, pero ya había perdido mucho de su poder. Al elegir
un período más difícil, el autor aumenta puede mencionar más problemas de la sociedad y así
establecer una conexión con los problemas de su actualidad. También la posición del narrador
en las novelas es muy curiosa, puesto que a veces relata las cosas con la objetividad y
131
El asalto de este barco aparece en El oro del rey.
43
distancia de un historiador que comenta todo desde el presente132, pero otras veces tiene una
opinión muy fuerte y relacionada con la época en que se desarrollan los hechos.133 Debido a
estas dos actitudes tan opuestas, se puede hablar de dos narradores en vez de uno: el más bien
objetivo y distante parece ser Pérez-Reverte mismo, mientras que el más subjetivo e
involucrado en el siglo XVII es Íñigo. Sin embargo, frecuentemente esta distinción no está tan
clara, porque varias veces se insinúa que el joven todavía sigue viviendo134 o que cuenta la
historia aunque ya haya muerto135, y por tanto podría representar ambas opiniones.
Muchos de sus comentarios se refieren tanto a la situación de España en el siglo XVII,
como a la de hoy, porque trata del carácter del pueblo español, lo cual –según piensa el
narrador– es algo universal y cuya esencia no cambia mucho a lo largo de los años.136
Además, varios asuntos que el narrador objetivo señala en las novelas siguen siendo
relevantes en la España de hoy. El ejemplo más llamativo de esto es la resistencia de las zonas
132
Por ejemplo: “Pero ya dije a vuestras mercedes en otra ocasión que aquéllos eran tiempos en que la
vida, incluso la de uno mismo, valía menos que el acero que se empleaba en quitarla. Tiempos difíciles
y crueles. Tiempos duros.” Pérez-Reverte, A. (1996). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 19, o: “Si
en el casi medio siglo de reinado de nuestro buen e inútil monarca don Felipe Cuarto, por mal nombre
llamado el Grande, los gestos caballerescos y hospitalarios, la misa en días de guardar y el pasearse
con la espada muy tiesa y la barriga vacía llenaran el puchero o pusieran picas en Flandes, otro gallo
nos hubiese cantado a mí, al capitán Alatriste, a los españoles en general y a la pobre España en su
conjunto. A ese tiempo infame lo llaman siglo de Oro.” Pérez-Reverte, A. Pérez-Reverte, C. (1996). El
capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 104.
133
“[...] desde los tiempos de su reina virgen Isabel –lo de virgen lo digo por epíteto al uso, no por
sentencia probada–. Me refiero a esa zorra bermeja en la que todos nuestros poetas dieron como en
real de enemigos […]. […] aquellos perros de agua venidos de mares fríos, desalmados y borrachos,
que con el pretexto hipócrita de hacer guerra contra los papistas, se comportaban no como corsarios
sin como piratas […].” Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 136137.
134
“Ha sido un largo camino, pardiez. Todos los personajes de esta historia, el capitán, Quevedo,
Gualterio Malatesta, Angélica de Alquézar, murieron hace mucho; y sólo en estas páginas puedo
hacerlos vivir de nuevo, recobrándolos tal y como fueron.” Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey.
Madrid: Alfaguara, p. 128.
135
“Y todavía hoy, a este lado de la frontera del tiempo y de la vida […].” Pérez-Reverte, A. (2006).
Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 127-128.
136
“Capitán por un día, de una tropa sentenciada a muerte que se fue al carajo vendiendo cara su piel,
uno tras otro, con el río a la espalda y blasfemando en buen castellano. Cosas de la guerra y la
vorágine. Cosas de España.” Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste.
Madrid: Punto de Lectura, p. 13.
44
periféricas hacia la autoridad central, a lo cual se refiere el autor en varias ocasiones, tanto en
los comentarios al contexto histórico137, como en el relato.138
Otro ejemplo es las ideas sobre la posición del país en el contexto (político) europeo,
en la cual el autor relaciona implícitamente las guerras con Inglaterra, Francia y los
holandeses con un problema más bien general que influye en la España de hoy en día: la
cuestión de si España tiene que dirigirse más a Europa o conservar su autonomía. Así, el autor
busca la raíz de los problemas que tiene el país a finales del siglo XX en la España del XVII.
137
“[…] se levantaban Cataluña, Sicilia y Nápoles, conspiraban los nobles andaluces y aragoneses
[…].” Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 267
138
Por ejemplo, en el hecho de que se menciona de cada personaje la región de donde viene.
45
Capítulo 2: Alatriste como novela histórica
2.1 La novela histórica
Cronología de la novela histórica
Como indica Fernández Prieto (1998), la distinción estricta entre historiografía y
narrativa ficticia no surgió antes del siglo XVI y el género de la novela histórica no existió
antes del XIX, con la adquisición de una conciencia histórica bajo la influencia del
Romanticismo. Aunque Fernández Prieto piensa que no se puede hablar de un desarrollo
linear de los géneros literarios, que durante los siglos han tenido características y funciones
distintas, sí considera la novela histórica de hoy como el fruto de las relaciones entre historia
y novela que ya empezaron en la Antigüedad clásica.
En la Poetica, Aristóteles habla de la diferencia entre historia y poesía, que en su
opinión no consiste en el hecho de que un texto sea escrito en verso o no, sino depende del
carácter de lo descrito. El historiador dice lo que ha sucedido, el poeta lo que podría suceder.
Además, la poesía trata más bien de lo general, mientras la historia describe lo particular.139
Sin embargo, esta distinción no es tan clara como parece, puesto que muchos escritores de
historias ficticias intentaban alcanzar el mayor grado posible de credibilidad. Del mismo
modo, muchos historiadores griegos –como Herodoto– incluían elementos maravillosos y
sobrenaturales en sus obras. 140 Además, en la historiografía griega, la observación directa
valía como una garantía de verdad para los hechos que narraba un autor. Una consecuencia de
esto es que los historiadores principalmente se ocupaban con la presente o el pasado
inmediato; el pasado lejano era el terreno de los mitos y las leyendas.
Puesto que durante la Edad Media no se distinguió entre lo real y lo inventado,
tampoco se puede hablar de una separación entre narrativa histórica y narrativa romance –es
decir, ficticio. Según Fernández, el hecho de que muchos autores intercalaron la mitología en
la historiografía durante los siglos XII y XIII, fue causado por el deseo de dar un aspecto
139
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p.42.
140
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 43.
46
ilustre a sus antepasados.141 Incluso la obra de Alfonso X contiene varios elementos
inventados. Un ejemplo de esta mezcla son las novelas de caballerías, que se basaban en parte
en hechos y personas reales, pero a la vez estaban llenas de elementos fantásticos. Para
reforzar el aspecto histórico, se empezaba a atribuir el relato a una fuente manuscrita –por
ejemplo en El Amadís de Gaula–, un recurso que también apareció en las historias verdaderas.
Sin embargo, ya en aquella época surgieron voces que criticaban la mezcla de historia y
ficción y en el siglo XVI los humanistas abogaron para una frontera más clara entre ellas.
El Renacimiento llevó consigo la difusión de las ideas contrarreformistas sobre la
seriedad religiosa y el renovado interés en la Antigüedad clásica causó un debate sobre la
traducción de sus ideas científicas. Debido a la reinterpretación de la Poetica, se otorgaban
una nueva importancia a la mímesis o verosimilitud, que consiste en representar algo de tal
modo que resulta creíble. Así, no la veracidad de un hecho determina su credibilidad, sino la
manera de presentarlo. Sin embargo, a lo largo del siglo XVI, se empezaba a interpretar el
término mímesis como ‘imitación’, lo cual significaba que la historia llegaba a ser superior a
la poesía, puesto que aquella narraba directamente lo real, mientras que ésta sólo era una
copia. Esta interpretación llegó a ser la vigente durante los siglos XVII y XVIII. La aparición
de la primera parte del Quijote en 1605 significó una ruptura con muchas ideas literarias
porque criticaba las mentiras de los libros de caballerías y la presentación de éstos como
históricamente ciertos.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII, “la narrativa de ficción sigue buscando su lugar
frente a la epopeya (al poema épico) y a la historia, los dos géneros consagrados en la
tradición clásica. Son siglos en los que vamos a asistir en Europa, y especialmente en Francia
e Inglaterra, a un lento, pero progresivo afianzamiento teórico del nuevo género narrativo,
expresado tanto en libros especialmente dedicados a la historia o a la teoría de las novelas
[…], como en los prólogos de las mismas obras […].”142
En el XVIII, los críticos discutieron sobre el dilema de que por una parte querían mantener
fieles la realidad cuanto más posible, pero por otro lado tenían intereses moralizantes,
141
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 50.
142
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 66-67.
47
didácticos e ideológicos. Según Fernández, la verosimilitud llegó a ser lo que se consideraba
bueno y decoroso y así la novela adquirió una intención moral.143 Otros autores decidieron
basarse en la historia antigua, cuya falta de documentación les permitió inventar cuanto
quisieran. Gracias al desarrollo científico a lo largo de los siglos, se estableció una distinción
entre conocimiento y percepción, lo cual, junto con nuevas tecnologías para el análisis de
documentos, llevaría al surgimiento de una historiografía seria, basada no sólo en la
observación del historiador, sino apoyada por pruebas. También en el contenido de la
historiografía se veía un cambio: ya no se fijaban exclusivamente en acontecimientos políticos
y guerras (salieron por ejemplo, historias de la poesía), y además apareció la protagonista
colectiva en la forma de costumbres, tradiciones, etcétera.144 Otra tendencia que se veía es la
implantación del realismo en la narrativa de ficción, que en vez de basarse en el pasado o la
leyenda, utilizaba la realidad cotidiana. En la segunda mitad del siglo XVIII se produjo en
Inglaterra un nuevo fenómeno literario: la novela gótica. La novedad de este género consistió
en la combinación de los relatos medievales con la recién surgida novela realista, así mezclan
dos géneros.
Aunque los fenómenos arriba mencionados tienen ciertas correspondencias con la
novela histórica –es decir, la mezcla de historia y ficción–, no se puede hablar de antecedentes
de ella, puesto que el género no surgió antes del siglo XIX. A partir de este momento se puede
hablar de la novela histórica tal como conocemos hoy en día.
Fernández señala cinco modelos genéricos: en primer lugar la literatura medieval,
sobre todo los libros de caballerías, cuyas tácticas narrativas adopta para crear suspense y el
recurso del manuscrito para dar autenticidad al relato145. Segundamente, se ve la influencia de
la novela gótica en la utilización de escenarios nocturnos y misteriosos, pero el marco
histórico localizado de la novela histórica quita su aspecto maravilloso. En tercer lugar,
incorpora técnicas de la novela social-realista para retratar el mundo privado de los
143
Fernández Prieto C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 67.
144
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 71.
145
A diferencia de los libros de caballería, en la novela se suele utilizar el manuscrito con cierta ironía,
más bien como lo aplicó Cervantes en el Quijote.
48
personajes, que está afectado por los acontecimientos públicos. En último lugar, del
costumbrismo toma la descripción detallada y la incorporación de elementos cotidianos,
dando cierto “color local” al estilo. Además, a diferencia de las novelas del XVII y XVIII que
localizaban la acción en un pasado lejano y exótico, la novela histórica incluye las
peculiaridades del pasado que se manifiestan en elementos de la vida cotidiana, como la
arquitectura, las costumbres y las relaciones entre la gente. 146 Fernández considera el tema el
elemento común de las novelas históricas: “representar de forma verosímil una época del
pasado histórico nacional, preferentemente la Edad Media, y por su función didáctica y socioideológica directamente ligada a la situación política y a la historiografía romántica […].”147
Según Georg Lukács148, el gran cambio que llevó consigo la novela histórica, es que
ya no se trataba la historia como algo en el trasfondo, que no influye en el relato en sí. Hasta
el siglo XIX, el contexto histórico servía para añadir curiosidad y excentricidad y no hacía
falta hacer una representación fiel a la verdad histórica. Incluso la novela realista del siglo
XVIII no lo consiguió, puesto que sus autores eran incapaces de ver lo específico de una
época determinada.
Lukács ve la Revolución Francesa (1789) como el origen de la novela histórica, puesto
que en aquel momento se empezaba a utilizar la historiografía para demostrar a través de
errores del pasado la necesidad de una renovación de la “irracional”sociedad feudal y
absolutista para crear una sociedad “racional”. Otro acontecimiento histórico que influye en el
surgimiento de la novela histórica, es la revolución industrial, que tenía como consecuencia la
creación de la burguesía. A la luz de la creación de los estados europeos modernos, este grupo
social quería establecer un sentimiento nacional, para lo cual empezaba a investigar su pasado
común. Además, a causa de las guerras que estallaron en Europa –por ejemplo las conquistas
de Napoleón–, en las que figuraban ejércitos de masas en vez de mercenarios, la ciudadanía
entró en contacto con gente de otros países y así se dieron cuenta de la influencia que tiene la
historia en la vida cotidiana y incluso en la personalidad.
146
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 75-76.
147
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 77.
148
Lukács, G. (1937) La novela histórica, traducción de Jasmin Reuter, México: Era, 1966.
49
El primer escritor que escribió una novela histórica, fue el escocés Walter Scott, con
Waverley (1814) y Ivanhoe (1819), cuya novedad consiste en tratar de la vida privada de los
personajes en vez de fijarse en la época en general. La idea detrás de esto es que los
sentimientos humanos no difieren durante los siglos y por tanto sirven al lector para
relacionarse con los personajes. Aunque el nuevo género surgió en el Romanticismo, Lukács
argumenta que justamente una de las principales novedades de Scott es que consigue superar
el romanticismo, puesto que no trata los problemas de su época a través del pasado, sino
“conserve en sus creaciones la gran objetividad histórica del auténtico poeta épico.”149
Además, el hecho de que sus protagonistas siempre son héroes mediocres da cierto aspecto
realista a sus obras.150
En España, la Ilustración no había tenido mucha influencia, porque chocaba
demasiado con la religión católica, profundamente arraigada en la vida diaria. Comparado con
otros países, en España el Romanticismo se desarrollaba con mucho retraso, debido a varios
acontecimientos políticos y sociales. Por un lado se aceptaba los estímulos del historicismo, la
idea de la imaginación como fuerza creadora y el interés en la Edad Media, pero por otro lado
exaltó los valores tradicionales de una sociedad apenas modernizada. Además, dado que la
religión católica había limitado el éxito de la Ilustración, el Romanticismo no causó una
ruptura brusca con ideas anteriores. A pesar de la poca influencia que tuvo el Romanticismo, a
partir de 1830 las obras de Walter Scott sí llegaron a España a través de traducciones que
venían de los emigrantes en Londres. Sus novelas mayoritariamente tenían éxito en Cataluña,
donde se valoraba sobre todo “la “verdad” que hay en sus descripciones de los usos y
costumbres de la época evocada, el correcto equilibrio entre el respeto a la historia y la
invención novelesca y, también, el carácter moral y la moderación en los contenidos, que lo
alejan de los excesos románticos.”151 Sin embargo, puesto que el Romanticismo en sí no tuvo
mucho éxito en España, la novela histórica romántica no consiguió establecerse en el espectro
literario.
149
Lukács, G. (1937) La novela histórica, traducción de Jasmin Reuter, México: Era, 1966, p. 34
150
Además, siempre toma personajes ficticios como protagonistas para sus obras; las personas
históricas tienen un papel secundario.
151
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 97.
50
La crítica de las obras de Scott y sus discípulos surgió con la publicación de Le Rouge
et le noir, de Stendhal en 1830. Como señala Fernández Prieto, en esta novela y varios
ensayos de su mano, Stendhal demuestra cierto desencanto en cuanto a “la presentación
puritana del amor y de la vida emocional en general”152 y el aspecto mimético de sus novelas,
porque descubrió que muchos elementos supuestamente históricos que sirven para dar color
local, eran falsos. Otro punto de crítica es su inclinación a la nostalgia por el tiempo pasado y
la sugerencia de una historia nacional compartida por todo un pueblo. La decadencia de las
novelas históricas románticas entonces es debido a un cambio en las expectativas de los
lectores, que ya no querían fantasear sobre un pasado exótico y ficticio, sino buscaban una
fundación histórica verdadera.
Como efecto de este cambio en las expectativas y el surgimiento del realismo en toda
Europa, se creó un nuevo género: la novela histórica realista. Los autores ya no se basaban en
la Edad Media, sino en el pasado inmediato al presente y se concentraba en la vida cotidiana y
en los costumbres. Además, utilizaban lo que Fernández Prieto llama el método histórico, que
“consistía en acudir a los archivos sin ningún tipo de ideas preconcebidas, estudiar los
documentos y luego escribir una narración sobre los acontecimientos constatados
documentalmente.”153 El realismo surgió como consecuencia de cambios en la sociedad: a
causa de la Revolución Industrial, el poder de la burguesía aumentaba y surgió un proletariado
urbano que vivía y trabajaba en condiciones abominables. Autores realistas como Balzac,
Clarín y Galdós se esforzaban para escribir novelas que eran copias del mundo real, en la que
los acontecimientos históricos no sólo sirven como trasfondo, sino interfieren en la vida
privada de los personajes.
Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós –escritos en el último tercio del
siglo– son el ejemplo más llamativo de la novela histórica realista en España. En ellos, se
habla entre otros de la invasión de Napoleón, la revolución del 68, el destronamiento de Isabel
II y la Restauración de Alfonso XIII, todos acontecimientos importantes de la época que
determinan la trama de los episodios. Mientras que en la novela histórica romántica los
protagonistas solían ser personajes ficticios, en el realismo se reparte el protagonismo entre
152
Jauss, H.R. (1970), citado en Fernández Prieto (1998), p. 104.
153
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 109.
51
personajes inventados e históricos. Según Hinterhaüser, las obras de Galdós sirven como
“medio de educación política”
154
en vez de presentar los acontecimientos con nostalgia y
exotismo. Esta intención didáctica, junto con el hecho de que lo público interfiere en lo
privado hace que se suele considerar los Episodios Nacionales como el inicio de la novela
histórica española.
A finales del XIX, la historiografía entra en crisis: varios filósofos, sociólogos y
historiadores argumentaban que no existe algo como la observación objetiva y que todas las
pretensiones científicas de ha historia son equivocaciones y se empezaba a cuestionar todos
los aspectos de la historiografía, desde los sujetos (individuos/colectividad) al concepto del
tiempo (linear/circular/ inmóvil/eterno). Una novela que sigue esta manera de ver la historia,
es Guerra y Paz de Leo Tolstói, que trata de la historia de Rusia entre 1805 y 1820, cuando el
país experimentó la invasión de Napoleón. En la novela, se cuestiona las observaciones
hechos por parte de los historiadores, así tratando la relación entre la realidad, la historia y la
novela. Según varios críticos, entre ellos Fernández Prieto, Guerra y Paz es el eje de la novela
histórica.
Al final del siglo XIX, autores como Unamuno, Azorín y Baroja empezaban a
interesarse por el “problema de España”, que consistía en cómo tratar la pérdida de las
colonias y determinar una nueva actitud hacia el resto de Europa. Como indica Fernández
Prieto, consideraban que sólo se puede reflejar bien la realidad histórica en una novela, puesto
que la historia no debería ser una reconstrucción de los hechos, sino más bien una
interpretación moral y emocional de ellos. El aspecto documental ya no es tan importante y el
autor tiende a adaptar los materiales históricos para poder elaborar su propio relato. Además,
los personajes históricos pasan al segundo plano, aparece el pueblo como protagonista y entra
en juego el azar para demostrar que los hombres no podemos controlar todo. Unamuno y
Valle-Inclán introdujeron la incorporación de diversos puntos de vista sobre los hechos e
incluso el autor asume una perspectiva ideológica escéptica en vez de sólo informativa o
didáctica, lo cual muestra a través de comentarios explícitos. El énfasis temático se desplaza
desde los grandes acontecimientos históricos y las biografías de los protagonistas de una
época a una historia de la vida cotidiana, compartida por las masas. Como consecuencia, la
154
Hinterhaüser, H. (1961), citado en Fernández Prieto (1998), p. 117.
52
temporalidad del relato tiene un papel secundario y muchas veces pierde su cronología.155
Debido a la temática cotidiana, se suele situar la acción en un espacio familiar, por lo cual se
reduce considerablemente la cantidad de descripciones.
El surgimiento del modernismo causó una ruptura con la aproximación de la novela
histórica: mientras los autores del siglo XIX se habían fijado en el pasado reciente y una
temática familiar y cotidiana, en el XX se volvió al pasado remoto. Según Fernández Prieto,
se empezaba a interesarse por la Antigüedad tardía y el cristianismo primitivo, así buscando
su inspiración otra vez en el exotismo. Sin embargo, la novela histórica modernista no era
igual a la romántica: se seguía utilizando las descripciones de objetos, detalles y personas del
realismo.156 Otra diferencia con el Romanticismo era la valoración del pasado: mientras que
en el siglo XVIII predominaba la búsqueda a una identidad nacional, para los modernistas el
pasado simbolizaba lo opuesto de la contaminación y la fealdad del industrialismo, que se
utilizaba para poder escapar de la realidad cotidiana. Aunque sí se solía comentar los
acontecimientos de la época, casi no intervenían personajes históricos, por lo cual se puede
decir que el pasado funciona como escenario libre a la interpretación del autor. El
modernismo era particularmente exitoso en Hispanoamérica, entre autores como Rubén Darío
y Enrique Larreta, que situó su novela en la España de Felipe II.
En la segunda mitad del siglo XX, se veía un auge de los géneros entre la historia y la
ficción; después de la II Guerra Mundial, se empezaba a valorar lo que antes se consideraba el
mayor defecto de la novela histórica: su hibridismo. Generalmente, se considera el período a
partir de los años 70 hasta hoy el auge de la novela histórica157, que en la actualidad se ve
dividido en dos tipos: por un lado las novelas que siguen los modelos tradicionales, por otro
las “nuevas” novelas históricas o las postmodernistas. La primera categoría sigue el ejemplo
de Scott en cuanto al respeto a los datos y la intención didáctica. Sin embargo, también se ve
innovaciones que tienen que ver con la idea de que la historia es algo subjetivo. Como
155
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 134.
156
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 137.
157
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 149.
53
consecuencia, se elimina el narrador omnisciente en tercera persona y se aplica perspectivas
individuales, generalmente en primera persona. Además desaparece la distinción estricta entre
el tiempo de la acción, el del narrador y el del lector. En la literatura hispánica, los ejemplos
más llamativos son Bomarzo (1962) de Manuel Mujica Láinez, El general en su laberinto
(1989) de Gabriel García Márquez y El bobo ilustrado (1986) de José Antonio Gabriel y
Galán.
La segunda categoría – la novela histórica postmodernista – rompe con los elementos
básicos de la novela histórica tal como había existido hasta aquel momento. Según Fernández
(1998), hay dos innovaciones principales: en primer lugar, se permite la invención por parte
del autor ya no sólo en puntos donde la historia había dejado huecos – por ejemplo, la vida
privada de personajes históricos – sino en cada momento en que el autor quiera contradecir las
versiones generalmente aceptadas de la historia.158 Se distingue tres maneras en que se aplica
esta invención: en primer lugar, el autor adopta un sentimiento apocalíptico o muestra la
perspectiva de los grupos marginados, como hace Salman Rushdie. Otra técnica es que se
pone énfasis en la hipertextualidad de la novela, es decir el hecho de que una novela histórica
siempre relata lo que otros ya han contado en historiografías o crónicas. Poniendo más énfasis
en el carácter dudoso de las fuentes (ficticias) de las novelas crea un efecto de duda hacia la
historia oficial. El nombre de la Rosa (1980) de Umberto Eco es el ejemplo más llamativo de
este recurso. Una tercera manera es añadir anacronismos para “desmontar el orden “natural”
de la historiografía”159. En Hispanoamérica, la celebración del quinto centenario del
descubrimiento del continente favoreció la nueva novela histórica desde finales de los años
70. Muchos autores utilizaban el género para ilustrar la visión indígena de la llegada de los
europeos y sobre todo reflejar las ideas que tenían sus antepasados sobre esta cultura ajena.
Títulos que pertenecen a esta categoría son Terra Nostra (1975) de Carlos Fuentes y El arpa y
la sombra (1979) de Alejo Carpentier.
158
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 154.
159
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 156.
54
La segunda innovación de la nueva novela histórica es la metaficción
historiográfica160, que consiste en la justificación del hibridismo entre historia y novela a
través del cuestionamiento de la historiografía en sí. Se discute o se niega su capacidad de
ofrecer una versión verosímil de lo que realmente sucedió, puesto que en la opinión de estos
escritores la objetividad no existe. Un ejemplo de esta innovación es Santa Evita (1995) de
Tomás Eloy Martínez, sobre Eva Perón. Como señala Fernández Prieto, estas innovaciones
postmodernistas han recibido valoraciones distintas por parte de los analistas. “Para F.
Jameson (1984), la novela histórica postmoderna […] ilustra la pérdida de los referentes
históricos de nuestra cultura, la desaparición de la “historia real” […]. La novela es incapaz de
representar el pasado histórico […]. Para E. Wesselling (1991), en cambio, las implicaciones
políticas de buena parte de la producción de narrativa histórica postmoderna son
innegables”.161
La poética de la novela histórica
En cuanto a la forma, Fernández Prieto distingue algunos rasgos importantes. En
primer lugar, menciona la importancia de los títulos, a través de los cuales el lector puede
distinguir el tipo de la obra. Por tanto, las novelas históricas suelen llevar títulos muy
denotativos, como el nombre propio del personaje histórico principal o una referencia directa
a la época en que se desarrolla el relato. Además, frecuentemente llevan subtítulos que
indican la época si ésta no figura en el título. Como segundo rasgo formal, señala que las
novelas suelen contener prólogos o epílogos, en los que el autor muchas veces comenta y
justifica el carácter híbrido (lo histórico y lo ficcional) de su obra, o reclama su veracidad u
originalidad. Un tercer rasgo en la forma es la introducción de epígrafes, una cita que aparece
al principio de la obra, o de cada capítulo.162 Scott inició este recurso en Ivanhoe, donde
utilizaba citas de autores como Homero, Shakespeare y Chauser, que no están relacionadas
con el contenido del capítulo. Con los epígrafes se quería enfatizar la conexión entre la novela
160
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 159.
161
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 164.
162
Fernández Prieto, C. (1998). Historia y novela: poética de la novela histórica. Berriozar: EUNSA,
p. 174.
55
histórica y la literatura anterior, como el romance, los libros de caballerías, las leyendas y la
tradición oral. En cuarto lugar, Fernández Prieto menciona el epitexto, que consiste en textos
en que el autor comenta su novela y responde a cuestiones de los críticos y lectores, sobre
todo de la problemática del género en sí, como se ve en los prólogos y epílogos. El último
punto es el papel del editor y la comercialización del libro. La contracubierta debe atraer
lectores y por tanto, en el caso de la novela histórica, siempre se da una impresión de la época
en cuestión y además suele aparecer lo más sustancial del argumento.
En cuanto a la temática, la novela histórica tiene la característica básica que la acción
se desarrolla en el pasado, reconocible para el lector a través de la introducción por parte del
autor de elementos característicos de cierta época. Se mezcla el mundo histórico –
previamente estudiado por el autor – con personajes, lugares y acontecimientos ficticios. Por
tanto, el autor asume cierto conocimiento de la época en cuestión por parte del lector, para
poder completar, confirmar o matizar lo que el lector ya sabe.
2.2 La historiografía y la novela histórica
Aunque la relación entre la novela histórica y el tiempo histórico de que trata parece
algo lógico y inherente, muchas veces resulta difícil y problemática. El autor tiene que tener
en cuenta el objetivo de su novela, su accesibilidad, el equilibrio entre lo novelesco y lo
histórico, la manera en que aparece la información histórica y la imagen de la época que
quiere transmitir a través de la obra.
Si asumimos que el objetivo de la mayoría de las novelas históricas es didáctico, hace
falta que la historiografía en ellas sea fácil y accesible para un gran público. Como señala
Kurt Spang en su libro La novela histórica. Teoría y comentarios163, en esas novelas se
describen “usos y costumbres de tiempos ya pasados, pero no muertos, […] un pasado que
influye de alguna manera en nuestro presente”164. En muchas novelas históricas, pues,
aparece el contexto histórico en dos niveles distintos: por un lado la historia general –la época
en la que se desarrolla el relato–, por otro lado la historia personal, es decir la función
ejemplar de ciertos personajes y la descripción de usos y costumbres. La relación con el
163
Spang, K. et al. (1998). La novela histórica. Teoría y comentarios. Pamplona: EUNSA.
164
Spang, K. et al. (1998). La novela histórica. Teoría y comentarios. Pamplona: EUNSA, p. 19.
56
presente y el énfasis en lo personal causan que el tiempo remoto sea más fácil de comprender
para el lector moderno. Además, si el autor busca alguna conexión entre el pasado y la
actualidad, la historia se haga más comprensible para este lector y el provecho educativo más
relevante.165 Según Spang166, el interés por la historia es inherente al ser humano porque
piensa que cuando aumenta el saber histórico, también crece el conocimiento sobre los
hombres y por tanto al ser humano siempre le interesan las novelas históricas.
Un segundo elemento importante es un buen equilibrio entre lo novelesco y lo
histórico. Una falta en esto puede resultar en una obra literaria sin su contexto histórico, o en
la pérdida del interés del lector porque el libro sea demasiado seco o científico y deja de ser
una novela. Existen varias maneras en las que la información para crear un contexto histórico
aparece en la obra. La historia general suele aparecer en comentarios del narrador, como
ocurre muchas veces en Las aventuras del capitán Alatriste cuando Íñigo se dirige
directamente al lector.167 Otra manera es la aparición de acontecimientos cruciales de la
época, por ejemplo una batalla168 o una revolución169. La historia general entonces trata sobre
todo de los aspectos sociales y políticos.
La historia personal170 se desarrolla a través del relato y otros elementos literarios, es
decir las vicisitudes de los personajes o sus clases sociales, empleos, raza, sexo, etc. Por
ejemplo, en una novela histórica normalmente no es una mera anécdota cuando una persona
se pone enfermo, sino una indicación de que en éste período hubo una epidemia o algo
parecido. Cuando el protagonista de una novela es, por ejemplo, judío, el autor nos quiere
165
Como consecuencia, no se puede hablar de escapismo en la novela histórica: el autor (y su lector)
no quiere escapar de la realidad en un pasado lejano, sino enfrentar los problemas actuales e intentar
solucionarlos a través de problemas parecidos u opuestos de la historia.
166
Cita al filósofo Dilthey, que dice: “«cuanto el hombre es, lo experimenta a través de la historia.»”
Spang, K. et al. (1998). La novela histórica. Teoría y comentarios. Pamplona: EUNSA, p. 29.
167
Por ejemplo: “Ya refería en otra ocasión a vuestras mercedes que […]” Pérez-Reverte, A. (1997).
Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 26.
168
Como en El sol de Breda, cuando Alatriste e Íñigo participan en el asedio de Breda.
169
En uno de los Episodios nacionales de Galdós los personajes viven la revolución “Gloriosa” de
1868.
170
Es este tipo de historia que es más atractivo de la novela histórica, según Spang, puesto que lo
personal se refiere tanto a los costumbres de cierta época, como a las valores universales que aparecen
en el relato, como el honor, el amor, el poder, etcétera.
57
indicar que en la época que la obra, había muchos judíos en España. La historia personal es
muy presente en la serie de Alatriste; sobre todo en las escenas en que el capitán y sus amigos
comentan la vida diaria y cultural de Madrid y en las descripciones por parte del narrador de
la gente en la calle. Además, el empleo del capitán nos dice que el estado no cuidaba de los
soldados antiguos y que Madrid era una ciudad peligrosa. Sin embargo, el deseo de Íñigo de
obtener un trabajo en el palacio en vez de ser soldado indica que el período imperial de
España estaba acabando y que por tanto con el trabajo de soldado ya no se podía vivir bien.
2.3 La influencia de Pérez Galdós
Arturo Pérez-Reverte ha mencionado varias veces a Benito Pérez Galdós como el
escritor que más le ha influido, sobre todo sus Episodios nacionales. Estas obras son una serie
de cuarenta y seis novelas históricas que tratan de la historia de España aproximadamente
entre 1805 y 1880. Se describe la historia a través de las aventuras de varios personajes
inventados, que participan en o son testigos de varios acontecimientos históricos. Puesto que
los Episodios fueron escritos entre 1872 y 1912, tratan de una época que era muy próxima
para el autor, lo cual es una diferencia con la serie de Alatriste, que trata de un pasado lejano.
Según Gogorza, la intención de Galdós fue enseñar al pueblo español sobre su propia
historia y por tanto quería alcanzar un público muy amplio.171 Esto también parece ser el
objetivo de Pérez-Reverte, aunque sus libros sirven también como incitación a la lectura de
libros de historia172 o de obras literarias, dado la cantidad de referencias y citas de literatura
del siglo XVII. También parecen compartir que escriben sus libros por amor de su patria, que
puede aprender y mejorarse a través de los errores del pasado, sea remoto o reciente. Es decir,
Pérez-Reverte admira a Galdós porque consigue hablar del pasado de una manera atractiva y
relevante para su actualidad. A causa de esta diferencia, Galdós entiende mejor las costumbres
y el espíritu de la época, mientras que Pérez-Reverte podría considerar el contexto con la
distancia de un historiador (aunque no lo hace siempre).
En sus novelas, Galdós intentaba conectar los acontecimientos de la historia con las
aventuras del hombre medio de una época determinada. Para poder establecer esta conexión,
171
De Gogorza Fletcher, M. (1973). The Spanish historical novel 1870-1970. Londres: Tamesis, p. 2.
172
Dice por ejemplo: “[...] que no pienso resumir aquí porque para eso están los libros de Historia.”,
Pérez-Reverte, A., & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p. 103.
58
el autor utiliza “una de las instituciones más características de las costumbres españolas
[...]”173, las tertulias. En estas reuniones, que tenían lugar en todas las clases sociales, se
comentaban los sucesos cotidianos y los acontecimientos históricos –es decir tanto la historia
personal, como la general. La consecuencia de este recurso es que el contexto histórico llega
al lector filtrado por el punto de vista de los personajes. En los libros de Alatriste, son los
comentarios del narrador los que sirven para dar el contexto. Aunque éste intenta mantener la
objetividad en ellos, por una parte habla con la voz de un soldado del siglo XVII y por otra
parte se nota que el autor ha utilizado determinadas fuentes históricas. Una segunda manera
en que Galdós establece una relación entre el relato y la historia es a través de contactos
sociales entre los personajes ficticios y los históricos. Esto también ocurre en la serie de
Pérez-Reverte, por ejemplo cuando el capitán tiene una cita con el conde duque de
Olivares.174
Otra semejanza es que ambos autores trabajaban como periodistas, lo cual se nota en el
estilo claro y accesible que aplican a sus novelas y la documentación que utilizan. Como
señala Hinterhäuser, Galdós utilizaba para cada episodio una obra histórica principal175, que
eran casi todas de una ideología liberal (lo cual era la opinión corriente entre los intelectuales
del siglo XIX). Pérez-Reverte tiene un método parecido, sobre lo cual volveré más tarde en el
capítulo sobre Alatriste como best-seller. Además de estas obras históricas, Galdós utiliza
varias fuentes orales, lo cual es posible porque sus novelas tratan de un tiempo muy cerca de
su actualidad y por tanto puede hablar con personas que han vivido en esta época. En el caso
de las serie del capitán Alatriste, esto claramente no es posible.
Un tercer tipo de fuentes que utilizan ambos escritores, es la inspiración pictórica.
Según Hinterhaüser, Galdós utiliza muchos cuadros de Goya en sus obras para las
descripciones de los personajes históricos, por ejemplo de la familia Carlos IV, pero también
utilizaba sus cuadros costumbristas y sociales.176 También en la obra de Pérez-Reverte se
173
Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez Galdós. Madrid: Gredos, p.
234.
174
Esto ocurre en El capitán Alatriste, p. 191.
175
Hinterhäuser, H. (1963). Los "Episodios nacionales" de Benito Pérez Galdós. Madrid: Gredos, p.
56.
176
Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez Galdós. Madrid: Gredos, p.
82.
59
reconoce la influencia de un pintor, aunque en su caso es uno del siglo XVII, Velázquez. Las
descripciones de los personajes históricos son claramente basadas en las pinturas que existen
de ellos.177 Por ejemplo, describe a Angélica de Alquézar de la siguiente manera: “[…] el
rostro de una niña, unos cabellos rubios peinados en tirabuzones, y la mirada más azul, limpia
y turbadora que he contemplado en toda mi vida.” Se ha argumentado que el cuadro La
Infanta Margarita en azul178 de Velázquez ha servido como ejemplo para esta imagen de
Angélica. Sin embargo, el ejemplo más llamativo de la influencia pictórica de Velázquez se
encuentra en El sol de Breda, cuando el capitán y su paje participan en el asedio de Breda y
en el último capítulo, Íñigo visita al taller de Velázquez para hablar con él sobre su cuadro La
rendición de Breda, en la cual supuestamente aparece Alatriste. Llama la atención que tanto
Pérez-Reverte como Galdós se basan casa exclusivamente en los artistas y cuadros más
conocidos de la época. El efecto de esto es que las referencias sean reconocibles para un gran
público, lo cual hace aumentar la accesibilidad y la relevancia histórica de las novelas.
La inspiración pictórica también influye en la manera en que ambos escritores
presentan los personajes históricos: tanto en los Episodios –según Hinterhaüser–, como en los
libros de Alatriste se introduce a alguien a través de su apariencia física. Resulta que esta
descripción corresponde frecuentemente con retratos existentes de estas personas históricas.
La más llamativa en las obras de Pérez-Reverte es cuando se habla de la física del conde
duque de Olivares:
“Era corpulento, de cabeza grande y tez rubicunda, barba oscura y cerrada sobre el
mentón y enormes bigotes que se rizaban espesos en los carrillos. Vestía de seda
azul oscura, con realces de trencilla negra, zapatos y medias del mismo color; y
sobre el pecho lucía la cruz roja de Calatrava, que junto a la golilla blanca y una
fina cadena de oro eran los únicos contrastes en tan sobria indumentaria.”179
177
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
20.
178
Este
cuadro
se
puede
consultar
http://www.abcgallery.com/V/velazquez/velazquez67.html
por
ejemplo
en
179
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
192.
60
En el momento en que el narrador describe este personaje, todavía no ha dicho de quién
trata.180 Directamente después de la descripción el autor revela que trata del conde duque, lo
cual da una sensación de desenlace y aumenta la idea de que es una persona con mucha
importancia. Si se considera la descripción de Zumalacárregui por parte de Galdós
mencionada en el libro de Hinterhaüser, resulta que existen muchas semejanzas:
“Una mañana paseaba (Monsalud) solo por la Taconera, cuando tropezó con una
persona cuyo rostro no era extraño para él. Detúvose, saludó, y el desconocido le
contestó fríamente. Era un hombre de alta estatura, moreno, de ojos negros,
bigote y patillas. […] Su nariz aguileña de perfecta forma, el mirar penetrante, y
un no sé qué de reserva, de seriedad profunda […]. Al soltar el embozo dejó ver
su cuerpo, vestido con zamarreta peluda, estrechamente ajustada con cordones
negros. Las patillas, las botas, la zamarreta, la aguileña y delgada nariz, los ojos
de cuervo y la gravedad taciturna, son rasgos suficientes a trazar sobre el lienzo
o sobre el papel la inequívoca figura de Zumalacárregui.”181
En ambas descripciones se ve un énfasis en los rasgos físicos y la ropa del personaje, lo cual
probablemente tiene que ver con la influencia de la pintura. Un segundo punto llamativo es
que en ambos casos, el autor no revela la identidad de la persona hasta el final. Otro elemento
común de las descripciones es que a los personajes malos se les atribuyen rasgos físicos que
subrayan este carácter. En el caso de Pérez-Reverte, esto ocurre por ejemplo con la
descripción de Luis de Alquézar:
“Hubo un movimiento en la penumbra del interior del coche y, primero una
mano de uñas sucia, y luego un brazo vestido de negro […]. Les siguió una capa
también negra y un jubón con la insignia roja de la orden de Calatrava; y por fin
[…] apareció el rostro de un hombre […] redonda la cabeza, villano el pelo
escaso, deslucido y gris como su bigote y su perilla. Todo en él, a pesar de su
vestimenta solemne, transmitía una indefinible sensación de vulgaridad ruin; los
rasgos ordinarios y antipáticos, el cuello grueso, la nariz ligeramente enrojecida,
180
Es muy posible que Pérez-Reverte basó esta descripción del conde-duque en un retrato de él hecho
por Velázquez, véase http://www.abcgallery.com/V/velazquez/velazquez60.html
181
Pérez Galdós, B. citado en Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez
Galdós. Madrid: Gredos, p. 249.
61
la poca limpieza de las manos […] y sobre todo la mirada arrogante y taimada de
menestral enriquecido, con influencia y poder.”182
El ejemplo más llamativo en los Episodios nacionales es la descripción de Sagasta:
“Joven era el rostro, de mediana talla, con barba negra y corta, la boca extremada
en dimensiones y como hecha para rasgarse continuamente en un sonreír franco
tirando a diabólico, el mirar vivo y ardiente, el pelo bien compuesto, con raya
lateral, y un mechón arremolinado sobre la frente formando cresta de gallo.”183
Aunque Hinterhaüser dice que Galdós casi nunca hablaba del pasado lejano, menciona
algunos comentarios del autor sobre el siglo XVII, la época sobre la cual también escribe
Pérez-Reverte. Según él, Galdós consideraba la literatura picaresca como el símbolo de este
siglo y puesto que en su opinión este género era “literatura deplorable, inmoral, irreverente, y,
en suma, antirreligiosa”184, la sociedad que lo produjo para él era “una sociedad artista en la
imaginación, pero caduca en la conciencia”.185 Esta visión de la época es muy parecida a la
imagen que aparece en Las aventuras del capitán Alatriste, que se basa en la cultura como
punto positivo, mientras que el autor ve muchos errores en la política y la sociedad. También
la opinión sobre Felipe II que tienen ambos escritores es muy similar: los dos ponen énfasis
en el poder que tuvo el monarca y su capacidad de mantener la unidad de su imperio, pero por
otro lado están muy influidos por la leyenda negra y le consideran un personaje “enigmático,
de pesadilla”186.
También en cuanto a la forma de sus obras existen muchas semejanzas. Los dos
escriben novelas históricas elaboradas en un estilo realista típico del siglo XIX, y además son
182
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
117.
183
Pérez Galdós, B., citado en Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez
Galdós. Madrid: Gredos, p. 253.
184
Pérez Galdós, B., citado en Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez
Galdós. Madrid: Gredos, p. 96.
185
Pérez Galdós, B., citado en Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez
Galdós. Madrid: Gredos, p. 96.
186
Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez Galdós. Madrid: Gredos, p.
95.
62
novelas de entrega. Galdós vendía sus novelas por dos pesetas cada volumen187 y PérezReverte utiliza el internet para vender sus novelas por capítulos. Con esto se puede ver que
ambos autores escribieron para el mercado popular y con estos métodos de venta consiguieron
alcanzar un público amplio.
2.4 Las fuentes históricas
Como he mencionado en el apartado anterior, Galdós recibía mucha crítica en cuanto a
su trabajo como historiador. Muchos pensaban que un autor literario no podía ser un
historiador a la vez, porque siempre le faltara una aproximación científica. De hecho, Galdós
tenía un método de documentación más bien periodística, puesto que utilizaba una fuente
básica para cada episodio, que podía ser completada con fuentes geográficas, orales o
biográficas.188 Así, el autor podía formar una idea de la época y sus acontecimientos más
significantes, pero no hacía falta un período de documentación muy larga. Parece que PérezReverte ha empleado un método muy parecido a éste, lo cual no es muy sorprendente, puesto
que él también fue periodista y gran admirador de Galdós.
En mi opinión, para Las aventuras del capitán Alatriste, Pérez-Reverte se basó
principalmente en fuentes del siglo XX. Existen dos razones para esta decisión; en primer
lugar la comodidad para el autor: es mucho más fácil encontrar información contemporánea
sobre el siglo XVII que fuentes procedentes de la época en cuestión. Además, el conocimiento
histórico de un libro del siglo XX muchas veces es más valioso para alguien que no es
historiador de profesión, puesto que la información es más estructurada y ya compuesta como
un relato coherente. La segunda razón es que los libros de historia contemporáneos suelen
ofrecer una imagen de la época según nuestra interpretación moderna. Para los lectores de la
serie, de los cuales se supone que conocen más o menos esta interpretación, será más fácil
comprender el contexto histórico si el autor lo describe de una manera que entienden.
La aproximación periodística de Pérez-Reverte se ve no sólo en la manera en que se
documenta el autor, sino también en un cierto menosprecio en cuanto a los libros de historia.
Puesto que trabajaba como corresponsal de guerra se nota mucho que él mismo ha vivido que
187
Douglas, H. (1974). Galdós: The Novelist as Historian, 1845-1920. History Today, 24 (5), p. 317.
188
Hinterhaüser, H. (1963). Los “Episodios nacionales” de Benito Pérez Galdós. Madrid: Gredos, p.
59.
63
una descripción de una batalla u otra situación de guerra no puede reflejar completamente la
experiencia. Por ejemplo, dice en El sol de Breda: “Hoy, los libros de Historia hablan del
asalto a Oudkerk como de una matanza, mencionan la furia española de Amberes y toda esa
parafernalia, y sostienen que aquel amanecer el tercio de Cartagena se comportó con singular
crueldad. Y, bueno… A mí no me lo contó nadie, porque estaba allí.”189
Como ya he mencionado, la historia general, es decir lo universal, aparece en la serie a
través de comentarios por parte del narrador y suele consistir o en una simple descripción del
contexto, o en su opinión propia –que frecuentemente parece ser la del autor mismo190– sobre
los acontecimientos de la época. De las descripciones no se puede decir mucho, puesto que
son meras menciones de lo que está ocurriendo en un período histórico determinado. De los
fragmentos en que aparece una opinión podemos deducir cuáles son las fuentes que utilizaba
Pérez-Reverte y en qué época fueron escritas.
La perspectiva moderna se ve sobre todo en los comentarios sobre el clima político y
sus protagonistas. En primer lugar, divide el reinado de los Austrias en dos etapas: una
gloriosa durante Carlos V y Felipe II, la segunda de decadencia bajo Felipe III y IV. De estos
últimos el narrador dice por ejemplo: “ese buen y desgraciado pueblo español que siempre
consideró a sus reyes los más justos y magnánimos de la tierra, incluso a pesar de que su
poderío declinaba, que el reinado del anterior rey don Felipe III había sido breve pero funesto
[…], y también pese a que nuestro joven monarca, cumplido caballero pero abúlico e incapaz
para los aciertos y errores […] del conde y más tarde duque de Olivares.”191 Esta división es
muy llamativa, puesto que es exactamente la misma que hace Elliott en su libro Imperial
Spain 1469-1716192 y la opinión vigente durante la época en que su obra fue escrita. Aunque
Elliott generalmente es considerado como un historiador autoritario, los últimos años esta
división tan estricta se está haciendo más vaga.
La imagen negativa de Felipe IV también aparece en la parte novelesca, sobre todo a
través del capitán Alatriste. En El caballero del jubón amarillo dice por ejemplo: “Valor, tal
189
Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 15.
190
Cuando no lo es, parece representar la opinión del soldado medio del siglo XVII y a veces resultan
un poco estereotípicos, por ejemplo la imagen que aparece de los ingleses.
191
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Alfaguara, p. 115.
192
Elliott, J. (2002). Imperial Spain. Londres: Penguin.
64
vez, se dijo. Pero también, y sobre todo, estupidez y absurda compostura a la borgoñona. […]
A fin de cuentas, reflexionó Alatriste, qué infiernos le iba a él mismo en ello. Quién lo
obligaba a jugársela por un fulano que no era capaz de mover una mano para defenderse, cual
si esperase que bajaran los ángeles del cielo o salieran de la maleza sus arqueros de la guardia
o sus tercios, apellidando a Dios y a España.”193 Y luego: “El rey es el rey, recordó, aunque
haya reyes y reyes.”194 Otro comentario muy llamativo se encuentra en la película, durante la
batalla de Rocroi. En ella, los franceses gritan “Pour le roi” y los soldados españoles “Cierra
España”, lo cual indica que el ejército de Francia lucha para su rey, mientras el español lo
hace por la patria. En otra escena de la película, Copons expresa su descontento sobre Felipe
IV con las palabras: “El rey es un cabrón”, es decir, mucho menos sutil que en las novelas.
Otro ejemplo de una aproximación moderna es que el narrador habla varias veces de la
“leyenda negra” como instrumento que utilizaban otros país es europeos para justificar su
lucha contra España. El momento en que más claramente aparece este término es en Limpieza
de sangre: “Lo cierto es que no fue aquí peor que en otros países195; aunque holandeses,
ingleses, franceses y luteranos, que eran entonces nuestros enemigos naturales, la incluyeran
en esa infame Leyenda Negra con la que justificaron el saqueo del imperio español en la hora
de su decadencia.”196 Sin embargo, esta teoría de la mala imagen del país deliberadamente
construido por sus enemigos, no surgió antes del siglo XX y por tanto nunca podía estar en los
pensamientos de un soldado del siglo XVII. Y aunque Pérez-Reverte soluciona esta falta de
coherencia con el recurso de que el narrador cuenta los hechos en retrospección y tal vez
desde hoy, sigue siendo poco creíble.
Otro problema en que el narrador pone mucho énfasis es en los nacionalismos
periféricos, lo cual probablemente tiene que ver con su intención de buscar la raíz de los
problemas de la España de hoy en el siglo XVII. Como ya he mencionado en otro capítulo, la
procedencia de los personajes es muy importante y el narrador menciona la de todas las
figuras principales. El hecho de que Íñigo, el narrador y uno de los dos protagonistas, viene
del actual País Vasco no es ninguna coincidencia. El autor quiere demostrar que alguien de la
193
Pérez-Reverte, A. (2006). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 328-329.
194
Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 140.
195
El narrador está hablando del fanatismo religioso en la época.
196
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 108.
65
región que actualmente es una de las más independistas de la Península, puede contar
perfectamente esta novela sobre España en su totalidad, sin dejar de ser vasco.197 En la
importancia del papel de los nacionalismos se ve claramente la influencia de la actualidad,
puesto que las diferencias regionales culturales todavía no influyeron tanto como hoy. Puesto
que los medios de comunicación y de transporte eran mucho menos avanzados que hoy en
día, la centralización de la Península no tenía mucho efecto en la vida diaria. En los años
noventa, cuando Pérez-Reverte empezó con la serie, la cuestión de los nacionalismos era muy
actual debido al cambio político en que el PP avanzaba hacia un estado más centralizado,
abandonando el modelo federal de los años anteriores. En el siglo XVII, las regiones se
apoyaban en privilegios antiguos –como los fueros– para escapar de la autoridad central.
Según el narrador, esto era debido a mera oportunismo, puesto que las zonas periféricas no
querían pagar para las guerras de Castilla.198
También en el ámbito cultural se ve que las novelas fueron escritas en la modernidad,
por ejemplo en la manera en que se refiere a Don Quijote. Muchas veces aparece esta figura
como símbolo de lo bueno que hay en la sociedad española. Sin embargo, –como admite el
propio Pérez-Reverte199–, en la época en que tiene lugar la serie, la novela todavía tenía muy
poco prestigio. Más importante, la interpretación del Quijote tal como es hoy en día no surgió
antes del siglo XIX, cuando bajo la influencia del romanticismo se empezaban a considerar su
protagonista como el símbolo del pueblo español y como un héroe en vez de simplemente un
payaso.
2.5 El estilo y el tema
Existen varios elementos del estilo que le hacen adecuado para narrar el tema de Las
aventuras del capitán Alatriste. En primer lugar hay que notar que son escritas en un lenguaje
bastante fácil con frases cortas y palabras poco complicadas. Así, el autor hace la serie
accesible para un gran público, de distintas edades y niveles de educación. Como periodista,
197
“Pues yo fui y soy vascongado y español […]”. Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón
amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 82
198
Una opinión que parece compartir J. H. Elliott.
199
“en aquellos años, la novela se consideraba arte menor y de poco ingenio, propio sólo para
entretener a doncellas; […]. Por eso Lope respetaba a Quevedo, temía a Góngora y despreciaba a
Cervantes.” Pérez-Reverte, A. (2006). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 61.
66
Pérez-Reverte ya trabajaba para los grandes y populares medios de comunicación, lo cual
probablemente le ha ayudado para determinar el tono y lenguaje adecuado para sus novelas.
El segundo elemento importante es la relación entre lo histórico y lo novelesco, un
problema que aparece en cada novela histórica, como ya he mencionado. En la serie, el autor
elabora el contexto histórico a través de comentarios del narrador, que son muy semejantes a
las imágenes que encontramos en los libros de historia y por tanto reconocibles para el lector.
El contexto también aparece más implícitamente en el relato, por ejemplo en el trabajo que
tienen los personajes, su estatus social, las casas en que viven, lo que comen, etcétera. Esta
manera es muy efectiva para transmitir la historia, puesto que son aspectos reconocibles,
incluso para el lector de hoy. Por ejemplo, cuando Íñigo se pregunta si el trabajo de soldado es
una buena opción o cuando el capitán se queja de la falta de consideración para los veteranos
por parte del gobierno, son cuestiones muy parecidas a las que preocupen la gente moderna.
El contexto histórico sirve en este caso como investigación de problemas existentes en
la España actual. Por tanto, el autor a veces subraya cuestiones que en el siglo XVII en
realidad no eran muy importantes, pero sí influyen en la actualidad, por ejemplo la cuestión de
los nacionalismos periféricos. El énfasis en estos problemas modernos hace que las historias
sean más relevantes para el lector moderno, puesto que éste puede observar los efectos de
estos problemas en su vida diaria. También la intención didáctica, que aparece por ejemplo en
la descripción de Madrid en El caballero del jubón amarillo200, ayuda a aumentar la
relevancia para el autor moderno y da la sensación al lector que además de una novela
divertida, está leyendo una de la cual aprende algo.
Las numerosas referencias a las expresiones culturales del Siglo de Oro que se
encuentran en las novelas, sirven en primer lugar para subrayar los puntos positivos de la
España de la época, porque probablemente no es muy atractivo leer sólo sobre los problemas
de tu país en cierto momento, sin también sobre la fama que adquirieron los artistas. En
segundo lugar sirven para despertar el interés del lector en la literatura de este período.
Además, las referencias a obras ya conocidos, como el Quijote, aumentan la accesibilidad de
las obras, puesto que dan la oportunidad al lector de poner los sucesos en cierto contexto
cultural.
200
“[...] la muralla construida sobre los cimientos de la antigua fortificación árabe […]”. PérezReverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 143.
67
En los diálogos de las novelas se encuentra una mezcla curiosa de lenguaje moderno y
palabras o expresiones anticuadas o procedentes de la germanía. Así, el autor ha conseguido
elaborar un lenguaje fácil que a la vez resulta creíble para personajes del siglo XVII. A lo
largo de la serie aparecen varios personajes históricos –Francisco de Quevedo, el conde duque
de Olivares, el rey Felipe IV entre otros– y hechos reales – como la visita del príncipe de
Gales y el duque de Buckingham a Madrid– que contribuyen al contexto histórico y lo
conectan con lo novelesco de las obras. Así, el contexto llega a ser más reconocible, fácil de
comprender y más personal para el lector, dado que tiene la sensación que conoce
personalmente a por ejemplo Quevedo.
Las aventuras, que consisten en la acción en sí, sirven para crear un relato atractivo y
con mucha suspensión. Aumentan el atractivo de las obras, que uno también podría leer
simplemente como novelas de aventuras, sin considerar el contexto histórico y la imagen de
España que transmiten. A través de la estructura de cliff hangers201 el autor consigue mantener
la atención del lector y debido a la venta por capítulos, logró que la gente siguiera comprando
las entregas. Volveré sobre esto en el siguiente capítulo.
201
Cliff hangers son escenas al final de un capítulo o sección en que aumenta el suspense del relato. El
lector tiene que esperar hasta la siguiente parte para el desenlace de la acción.
68
Capítulo 3: Alatriste como best-seller
Además de los elementos de la novela anteriormente mencionados, existe otro punto
que influye en gran medida en el éxito de la serie de Alatriste: el mercado. Cuando uno
considera que hoy en día aparecen 1 millón de libros en todo el mundo por año y al mismo
tiempo el consumo literario es cada vez menos202, la importancia de los editoriales, de las
campañas publicitarias, de los métodos de venta, etc. está muy clara. Varios autores han
argumentado que con el inicio de la serie, Pérez-Reverte tenía la intención explícita de
escribir un best-seller.203 De hecho, el escritor estimulaba esta idea, diciendo en varias
entrevistas que uno de sus objetivos al escribir un libro es que la gente lo lea y siempre
defendiendo la calidad de los best-sellers204. Además, como menciona López de Abiada, hay
varios elementos en sus novelas que subrayan esta intención, como el uso de un anti-héroe
como protagonista, la situación de las obras en el Siglo de Oro, la relación con el presente, el
estilo y otros elementos que ya he mencionado anteriormente en este trabajo. La atracción de
la serie también se ve en el hecho de que después de haber salido en forma escrita, se adaptó
la historia a otros medios, como el cómic y la película. La historia resulta sumamente
adecuada para estas adaptaciones, gracias a su estructura poca compleja, al suspense que se
encuentra en ella, al elemento pintoresco y al período histórico que apela mucho a la fantasía
del lector o espectador.
Como es el caso en la mayoría de los best-sellers, el método de venta resulta decisivo
para su éxito. Merece la pena comparar la serie de Alatriste con otro best-seller de los últimos
años: el Código Da Vinci, que también debe parte de su éxito a la popularidad de la novela
histórica. La novela trata del intento de un científico de resolver un asesinato y descubrir un
secreto de la religión católica, supuestamente ocultado por la Iglesia. Esta búsqueda le lleva a
París –donde se enamora de una colega– y el Vaticano. Como describe Stephen Brown, el
éxito del libro se debe en primer lugar al talento del autor Dan Brown y en segundo lugar a la
202
Brown, S. (2006). Consuming Books: The marketing and consumption of literature. New York:
Routledge, p. 3.
203
Entre ellos, J.M. López de Abiada en su trabajo para el VII congreso internacional de la sociedad
española de didáctica de la lengua y la literatura.
204
Por ejemplo en su ensayo ´La vía europea al best-séller’, que apareció en López de Abiada, J.M., &
López Bernasocchi, A. (2000). Territorio Reverte. Madrid: Verbum, p. 361 – 367.
69
editorial Doubleday.205 El editor tomó varias medidas para asegurar el éxito del libro, como
subir la cantidad de advance reader copies –ejemplares que se regalan entre otros a críticos,
antes del estreno oficial del libro–, incluir en la portada las opiniones de otros autores del
mismo género en vez de las de unos críticos y además una foto del autor, retratándole como
una persona de mundo, misteriosa y atractiva.
Para la venta de las aventuras de Alatriste, se adaptó una aproximación que en parte es
parecida, en parte muy distinta de la del Código Da Vinci. En ella, también encontramos un
énfasis en el autor, lo cual se ve en el caso de Pérez-Reverte en las fotos que aparecen en las
portadas de sus libros y la sección personal que está en la página web dedicada a la serie. Sin
embargo, el papel del editorial es muy distinto. Doubleday tomó medidas que, aunque
financieramente arriesgadas, eran más o menos las mismas que los editoriales han tomado
desde la aparición del paperback: estimular la venta de los ejemplares en papel, en una forma
barata. La editorial de Pérez-Reverte –Alfaguara– por otro lado, decidió aplicar otra técnica.
Siguiendo el ejemplo de Stephen King, se decidió vender la primera entrega a través del
internet: en la página web del autor, la gente podía comprar las novelas por capítulo. Este
método ya había sido muy fructífero para el autor estadounidense, lo cual se puede ver en el
hecho de que vendió 400.000 ejemplares de su libro Riding the Bullet en la primera semana
después de su estreno.206
Este método de venta tiene muchas ventajas. En primer lugar, es una manera muy
barata de distribuir un libro, puesto que permite eliminar los gastos del papel y transporte y la
parte del precio que demanda la librería para venderlo. Este precio bajo permite a mucha
gente comprarse un capítulo y una vez empezado con una novela, uno quiere seguir leyendo.
Sin embargo, para poder emplear este método, no cada género vale. En el caso de la serie de
Alatriste, el autor ha elegido un género muy adecuado para la venta por entregas, puesto que
contiene suficientemente aventuras, acción y suspense para que el lector quiera seguir
leyendo. Además, la estructura relativamente fácil no requiere una lectura inmediata –para no
perder el hilo de la historia–, lo cual es necesario al esperar la salida del capítulo siguiente.
205
“[...] how could the Da Vinci Code become an international bestseller can be explained by
Doubleday’s coordination of market forces. Why would it can be explained by Brown’s pithy,
engaging, and ultimately flawed use of symbolic capital […].” Brown, S. (2006). Consuming Books:
The marketing and consumption of literature. New York: Routledge.
206
Gilroy, A. (2000). E-Book Marketers Take Giant Steps Forward. TWICE: This Week in Consumer
Electronics, 15 (9), 21.
70
Tanto como Dan Brown –cuyo agente literario de Doubleday leyó el manuscrito del
Código Da Vinci en una sola noche207– el autor de Alatriste tiene varios recursos de mantener
la atención del lector durante toda la novela, como el uso de cliff hangers al final de un
capítulo. Por ejemplo, en Limpieza de sangre: “Y cuando levanté los ojos, espantado, la
puerta se había abierto con violencia, y el hijo mayor de don Vicente de la Cruz estaba ante
mí con una daga en la mano.”208 Y posteriormente en la serie: “Un instante después, con
crujido de astas, relinchos de monturas heridas y batir de aceros, los caballos corazas
holandeses nos cayeron encima, y ya sólo Dios pudo reconocer a los suyos.”209 Y en El
caballero del jubón amarillo: “Así empezó la noche más terrible de mi vida.”210
Algunos cliff hangers tienen una función casi meta-literaria, puesto que en ellos, el
narrador se dirige directamente al lector para decirle como va a contar las aventuras que
vienen, por ejemplo en El oro del rey: “Faltaban otros tantos pares de manos; y para
completar nuestra singular y bien herrada compañía, Diego Alatriste decidió acudir aquella
misma noche a la vela del bravo Ganzúa, en la cárcel real. Pero eso lo contaré por lo menudo,
pues aseguro a vuestras mercedes que la cárcel de Sevilla merece capítulo aparte.”211 O: “[…]
el moro Gurriato, quien […] tuvo más tiempo libre, dándome ocasión de mantener con él
conversaciones que contaré en el siguiente capítulo.”212 Es algo que Pérez-Reverte
probablemente tomó de Cervantes, que en el Quijote termina un capítulo varias veces con una
referencia a lo que va a pasar en el capítulo siguiente. Si comparas por ejemplo el relato sobre
207
Brown, S. (2006). Consuming Books: The marketing and consumption of literature. New York:
Routledge, p. 63.
208
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 51.
209
Pérez-Reverte, A. (1998). El sol de Breda. Madrid: Alfaguara, p. 140.
210
Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 282.
211
Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey. Madrid: Alfaguara, p. 144.
212
Pérez-Reverte, A. (2006). Corsarios de Levante. Madrid: Alfaguara, p. 160.
71
la cárcel de Sevilla213 con el episodio en que se describe el encuentro de don Quijote con el
vizcaíno, se nota que la transición es muy parecida.214
Además del cliff hanger Pérez-Reverte utiliza otro recurso para poder seguir atrayendo
la atención del lector: la prolepsis. Mientras que el cliff hanger influye sobre la acción de una
manera instantánea, la prolepsis refiere más bien a la novela entera o incluso a la serie en su
totalidad, puesto que en ella el narrador revela lo que va a contar posteriormente. Un ejemplo
muy llamativo del uso de la prolepsis tanto al resto de la novela, como al nivel de la serie
entera se encuentra en El capitán Alatriste: “Es la aventura de los enmascarados y los dos
ingleses, […] del turco y de los corsarios berberiscos […].”215 Aquí, el narrador refiere a la
primera, y a hasta ahora la última entrega, Corsarios de Levante y así intenta despertar la
curiosidad del lector para el resto de la serie. Pero también encontramos referencias a
acontecimientos que van a ocurrir casi inmediatamente después: “Estaba yo lejos de
sospechar hasta qué punto aquel encuentro iba a complicarnos la vida, poniendo en peligro la
de todos y en particular la mía, y como el Destino se complace en trazar extrañas
combinaciones con los hombres, sus trabajos y sus peligros.”216
Otro elemento literario que hace que el lector quiera seguir leyendo las novelas, es que
las entregas forman un conjunto. El autor establece esta unidad a través de una historia
general que abarca los argumentos de las distintas entregas, y a través de personajes que
aparecen en cada episodio –como Quevedo, Malatesta o Luis de Alquézar– o que aparecen en
una novela y luego reaparecen en otra –“Porque delante de una taberna […] estaba Bartolo
Cagafuego.”217. Así, el interés del lector no para cuando una novela acaba, sino se prolonga
durante la serie entera. Para mantener la curiosidad del lector para el desenlace de la historia
general –que evidentemente se encuentra en la última entrega–, el autor anticipa
213
“Pero eso lo contaré por lo menudo, pues aseguro a vuestras mercedes que la cárcel de Sevilla
merece capítulo aparte.” Pérez-Reverte, A. (2000). El oro del rey. Madrid: Alfaguara, p. 144.
214
“y así […] no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual […] le halló del modo que
se contara en la segunda parte.” Cervantes, M. (2004). Don Quijote de la Mancha, 1. Madrid: Alianza,
p. 128.
215
Pérez-Reverte, A. & Pérez-Reverte, C. (1996). El capitán Alatriste. Madrid: Punto de Lectura, p.
15.
216
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 29.
217
Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 187.
72
frecuentemente al final, a través de una prolepsis. Por ejemplo: “[…] diecisiete años después,
alférez en Rocroi, sosteniendo en alto los jirones de una bandera bajo la metralla de los
cañones franceses, […] cerré para siempre los ojos del capitán Alatriste.”218 El autor no sólo
utiliza saltos de tiempo hacia adelante, sino también hacia atrás, la analepsis. El narrador lo
hace bastante explícitamente, dirigiéndose directamente al lector: “Creo haberles hablado ya
de Angélica de Alquézar […]”.219 Con esto, el autor no sólo acuerda el lector de lo que
ocurrió en historias anteriores, sino también estimula a los que no han leído estas historias, de
hacerlo después.
Otra ventaja de la venta por internet es que la aparición de cada novela por capítulo
causa que todos los lectores estén leyéndola al mismo momento, lo cual estimula el
surgimiento de una discusión –por ejemplo, sobre el desenlace de la novela. Además, puesto
que los lectores ya asocian la novela con el internet, este también será donde va a tener lugar,
es decir en blogs y foros. Esto es importante, porque el internet es un medio muy fácil y
accesible para muchos. La barrera de poner algún comentario en alguna página sobre una
novela es muy baja –ni siquiera hace falta poner un nombre–, lo cual causará que muchos
participaran en la discusión. Así, se puede crear un hype acerca del libro, por encima de la ya
existente popularidad del momento de la novela histórica –que surgió más o menos con la
salida de El nombre de la Rosa, de Umberto Eco220.
El último punto del método de venta que hace falta mencionar es la página web oficial
del autor.221 Aunque la página trata de todas las obras de Pérez-Reverte –no sólo sus novelas,
sino también los artículos que escribe para El Semanal– el url de la página
(http://www.capitanalatriste.com/) indica que las aventuras de Alatriste actualmente forman la
parte más importante de su obra. Hay tres elementos interesantes en la página web: en primer
lugar la intención claramente comercial que tiene. Aunque ya no se puede comprar aquí los
capítulos de Alatriste, cada entrega tiene su propia página que contiene un sumario, toda la
información bibliográfica –incluso el número ISBN, para poder adquirirla fácilmente– y sus
218
Pérez-Reverte, A. (2004). El caballero del jubón amarillo. Madrid: Alfaguara, p. 23.
219
Pérez-Reverte, A. (1997). Limpieza de sangre. Madrid: Alfaguara, p. 74.
220
Una novela también apareció como película.
221
TresTristesTigres.com. (s.f.). La web oficial de Arturo Pérez-Reverte. (Santillana Ediciones
Generales S.L., Editor) Obtenido de http://www.capitanalatriste.com/
73
primeras páginas en formato pdf. De este modo, Pérez-Reverte aplica otra vez el estilo de sus
novelas para poder venderlas, como lo hizo al distribuirlas por capítulos en su estreno. Las
primeras páginas de una de sus novelas son suficientes para despertar el interés de una
persona y persuadirle de comprar el libro. Además, en la página principal se anuncia
ampliamente la salida de futuros libros del autor, de los cuales también se puede leer el
inicio.222 De las aventuras de Alatriste no sólo aparecen las novelas en varias ediciones (de
bolsillo, escolar, etc.), sino también cada forma en que han aparecido: la película, un recorrido
turístico por Madrid, el cómic, un sello, miniaturas en metal y varios juegos (este último con
un enlace directo a una tienda digital).
El segundo punto que llama la atención, es la información adicional que aparece sobre
la historia de las novelas. Se encuentran los datos biográficos y una imagen de cada personaje
ficcional, y además información sobre las vidas de los personajes históricos. Esto es muy útil
sobre todo para la figura de Alatriste mismo, puesto que sólo obtenemos información sobre su
vida de manera esporádica e implícita a lo largo de las novelas. Otra categoría de información
sobre las novelas, son los enlaces a ensayos de críticos sobre las novelas, que aunque son
claramente muy positivos –lo cual influye sobre el aspecto comercial arriba mencionado–
también puede aumentar el conocimiento del lector sobre las novelas y darle nuevas opiniones
sobre ellas. Sin embargo, a pesar de los elementos comerciales arriba mencionados, se
consigue mantener la credibilidad del autor en la página. Las críticas son todos de periódicos
y otras fuentes de cualidad y no se encuentra por ejemplo un enlace directo a por ejemplo
Amazon.com, donde se podría comprar una novela directamente después de haberla leído en la
página de Pérez-Reverte. Esta comercialización sutil es importante, porque no contradice la
reputación relativamente seria del autor,223 ni la idea del lector de que está aprendiendo algo
sobre España cuando lee los libros de Alatriste. Además, en la página web hay un foro,
llamado “La taberna del Turco”, como la taberna en la que Alatriste y sus amigos se reúnen
para hablar de cosas de la época. Aquí, los lectores de la serie pueden discutir sobre la obra e
incluso chatear. La popularidad de este foro se puede ver en la cantidad de mensajes: más de
13.000 hasta ahora.
222
Actualmente esto es Un día de cólera, que además tiene su propia página web.
223
Un elemento que contribuye a esta reputación es el hecho de que Pérez-Reverte actualmente es un
miembro de la Real Academia.
74
Un tercer elemento interesante de la página web es la imagen del autor que aparece en
ella. Según Brown, la celebridad actual de autores de best-sellers es el cambio más llamativo
que se ha producido en el mercado de los libros.224 En los últimos años han surgido
fenómenos como festivales literarios y sesiones en que autores firman sus libros, que causan
un cambio en la posición de un autor literario. Mientras que los escritores más tradicionales
fueron más anónimos y dependían más de sólo sus libros, los más modernos casi tienen el
mismo estatus que las estrellas de cine. Así han dejado de depender exclusivamente de sus
obras y pueden atraer lectores a través de su propia personalidad o apariencia. En la página
web de Pérez-Reverte, que aunque lleva el título de sus obras más populares, tiene como el
título La web oficial de Artura Pérez-Reverte, este papel prominente que tiene el autor es muy
visible. En su sección personal aparecen una biografía, varias fotografías225, el discurso entero
que leyó cuando ingresó en la Real Academia, un resumen de los premios literarios que ha
ganado, sus novelas y otros textos y además críticas y varios libros sobre él.
224
Brown, S. (2006). Consuming Books: The marketing and consumption of literature. New York:
Routledge, p. 7.
225
La más llamativa es la en que Pérez-Reverte posa al lado de un cuadro con dos barcos de vela.
Lleva una chaqueta de cuero y así combina su imagen de aventurero con su interés en y conocimiento
sobre barcos, véase http://capitanalatriste.com/escritor.html?s=imagenes.
75
Conclusión
La pregunta principal de mi tesis era si existe una relación entre el éxito de las
novelas, la imagen de España que aparece en ellas y el contexto social de los años 90, y cuál
es esta relación. En la primera parte del trabajo, queda claro que el contexto histórico tuvo
mucha influencia sobre la popularidad de la serie. Por un lado se ve que en el momento en que
la serie salió –es decir la segunda mitad de los años 90– el clima sociocultural era favorable
para el tema que aparece en ella. Después de varios años de gobierno por parte de los
socialistas del PSOE, el PP ganó las elecciones en 1996, el año en que apareció la primera
entrega de la serie, El capitán Alatriste. Los conservadores tenían una visión del país más bien
centralista en vez del modelo federal propagado por el PSOE, y en el hecho de que el PP ganó
las elecciones, se puede ver que la mayoría de los españoles compartía esta idea. Se podría
decir entonces que el momento era adecuado para una novela sobre España como conjunto.
El tema de las novelas sobre Alatriste corresponde con la noción de una España
centralizada, puesto que tienen lugar en el segundo cuarto del siglo XVII, una época todavía
gloriosa para el país, a pesar de las dificultades económicas y políticas, como las guerras con
los Países Bajos y los ingresos disminuyentes de las Indias. España era un poder mundial y tal
vez el país más influyente de Europa y consistía –además de la Península Ibérica– en partes
de los Países Bajos, Italia y América. En la época que describe la serie, la cultura española era
una de las más desarrolladas y apreciadas de su tiempo, con obras como El Quijote, los versos
de Lope y Quevedo y los cuadros de Velázquez, que aparecen todos de manera directa o
indirecta a lo largo de la serie.
En las novelas la época en que tienen lugar no sólo sirve como contexto de la historia
del capitán Alatriste, sino funciona como parte esencial del tema. Por tanto, se encuentran
numerosas referencias a la situación sociopolítica y cultural del país. Pérez-Reverte quiere
transmitir una imagen positiva del país y pone énfasis en el carácter benigno y orgulloso del
pueblo español, que sufre por culpa de sus dirigentes corruptos o incapaces. Según él, es por
ganancia propia que los líderes del estado y de la Iglesia perjudican al pueblo con
instituciones como la Corte y la Inquisición y así deshacen los frutos del sufrimiento de los
soldados en guerras extranjeras. En esto, el autor demuestra una opinión populista de España
y de la época. Otro punto que enfatiza es la vida cultural del momento, que aparece a través
76
de personajes como Quevedo, Lope y Velázquez, representaciones de teatro y en comentarios
del narrador, sobre todo a la obra de Cervantes.
Sin embargo, lo más importante de la imagen de España que da el autor, es que la
relaciona con su presente: busca en el Siglo de Oro correspondencias y explicaciones para
fenómenos actuales y así intenta educar a sus lectores. La relación con el presente también
sale del hecho de que Pérez-Reverte utiliza fuentes históricas del siglo XX y que por tanto
enfatiza ciertos elementos modernos, como la “leyenda negra” y los nacionalismos
periféricos. En el cómic y la película aparece una imagen de España muy parecida, aunque en
ellos el contexto es menos presente y el énfasis está en la acción del relato.
En la segunda parte de mi tesis, aparece la importancia del género de la serie y la
influencia de Galdós sobre la popularidad. Para sus novelas, Pérez-Reverte utiliza la novela
histórica, que en el momento en que empezó a escribir la serie, era muy popular. Este género
surgió en el siglo XIX bajo la influencia del Romanticismo y encuentra el mejor ejemplo en
España en los Episodios Nacionales de Pérez Galdós. Las influencias principales de la novela
histórica son de los libros de caballería, la novela gótica, la novela social-realista y el
costumbrismo. Así, se crea una historia que tiene lugar en un pasado no demasiado remoto,
algo misteriosa y aventurera, con mucha atención para la descripción y las costumbres y la
vida privada del pueblo.
En las novelas de Pérez-Reverte, se ve claramente la influencia de los Episodios
Nacionales, que le parecían relevantes por su temática histórica, la intención didáctica, el
énfasis en lo personal de las figuras históricas y ficticias y la accesibilidad de las novelas.
Estos dos últimos puntos surgen del hecho de que tanto Pérez-Reverte, como Galdós fueron
periodistas. Además, ambos escritores sacaron gran parte de su inspiración de la pintura para
describir los personajes históricos y los dos establecen una conexión entre un carácter
malvado y los rasgos físicos de este personaje. También tienen una visión muy parecida sobre
el siglo XVII, en la que el pueblo sale muy positivo y se elogia las expresiones culturales del
momento.
Un tercer punto que influye sobre la popularidad de la serie –aparte de lo contextual y
lo literario– es su método de venta. Fue la intención de Pérez-Reverte escribir un best-seller y
lo consiguió a través de varias medidas adoptadas por su editorial, la venta de sus libros por
capítulos y recursos literarios que causa que el lector quiera seguir leyendo, como el cliff
hanger y la prolepsis. Otro elemento muy importante es que utiliza el internet para vender y
77
propagar sus libros; así crea un hype y estimula la especulación y discusión en foros. Su
página web sirve para convertir el autor en una persona famosa y aumentar la venta de las
distintas versiones de las novelas.
En conclusión se puede decir que la imagen de España que aparece en la serie sólo
explica en parte el éxito. La visión positiva del pueblo –es decir, del hombre medio– que sale
en los libros influye seguramente sobre la popularidad, puesto que es más agradable leer sobre
puntos positivos del país de uno, que sobre los puntos negativos. Sin embargo, el autor
también menciona aspectos de la sociedad que son menos favorables para España, por
ejemplo el hecho de que la serie no tiene lugar en la época de Carlos V o Felipe II –cuando el
país tenía un período de prosperidad–, sino en los años ya no tan fructíferos de Felipe IV.
Además, la serie es en primer lugar un relato ficticio y no un libro de historia. Por tanto, si
alguien quisiera leer sólo sobre la historia gloriosa de España, las novelas de Pérez-Reverte no
serían la fuente más adecuada.
Del contexto podemos deducir que en la segunda mitad de los años 90, el clima
literario era muy favorable para este tipo de libros. El sentimiento nacionalista creció, tanto
como el énfasis en la cultura compartida de España. Los aspectos literarios también son muy
importantes para el éxito de la serie, puesto que el autor aplica un estilo fácil de entender,
divertido de leer y a la vez da la idea al lector que se puede aprender algo de sus libros. La
popularidad del género en el momento en que salió la serie es otro punto relevante, porque
demuestra que en este momento existía un interés compartido por los lectores de este tipo de
historias. La manera en que se trata la historia en la serie también es importante, puesto que a
través de una conexión con el presente y la idea de que se puede entender mejor los problemas
de hoy por medio de un análisis de los problemas anteriores, el relato se hace más relevante.
La incorporación de medios modernos es quizás el factor más relevante para la
popularidad de las novelas. Aunque un buen estilo es un requisito para crear un best-seller, no
se puede olvidar la importancia de las técnicas de las editoriales. En el caso de Las aventuras
del capitán Alatriste, la venta por internet y el estatus del autor persona casi célebre atrajeron
una gran cantidad de lectores, y las técnicas narrativas causaron que estos lectores seguían a
leer las entregas posteriores.
78
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