“LA IMAGINACIÓN VA AL MÁS ALLÁ” Sitúate al norte del Universo

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“LA IMAGINACIÓN VA AL MÁS ALLÁ”
Sitúate al norte del Universo; concéntrate y deja volar tu imaginación, si así lo haces
llegarás al planeta sin nombre; al planeta de la fantasía, del color y lo nunca visto; si, si
como oyes, tu planeta, y ahora te preguntarás… ¿Y cómo puedo llegar hasta allí? Pues
es fácil cada uno crea un distinto planeta, con el espíritu de lo imposible, lo real e irreal,
lo fantástico, lo natural.
Ahora ya lo tienes claro ¿no?
-Si, lo tengo tan claro como el agua-Bueno, pues entonces partamos hacia allí, concentrémonos y ¡psss!!!! Despeguemos.
-Yo ya estoy llegando si, si ahí está.
-Pues, cuéntame, cuéntamelo ¿Qué ves?
-Es tan increíble que no tengo palabras para llegar a su verdadera descripción, pero lo
intentaré. Te lo contaré como un cuento.
-Está bien, venga empieza, te escucho, soy toda oídos.
-Érase una vez un lugar situado en el más allá, sus gentes eran algo raras pero a su vez
fantásticas, el suelo era de terciopelo, las nubes de algodón, y las casas en las que ellos
vivían de cristal- maravilloso, ¿verdad? Continúo.
Por ese lugar pasaba un río cristalino y en la orilla siempre había una niña, sus cabellos
rizados le caían sobre la cara, y ésta era blanca como la nieve, sus labios rojo pasión y
sus ojos verde esperanza. Era la niña más bonita que jamás había visto.
Nadie, nadie se acercaba a ella pues decían que era muy rara, que estaba loca y no tenía
solución.
Esta niña se sentaba junto al río cada mañana y pasaba allí horas y horas hasta que el sol
se volvía a esconder tras el horizonte.
La razón por la que estaba allí tanto tiempo, era rara de creer, pero maravillosa; a través
de las aguas cristalinas podía ver con sus grandes y fijo ojos, todo el universo desde el
más inmenso lugar hasta el más diminuto.
Pero nadie se lo creía.
Un buen día llegó al planeta una familia, la cual tenía un hijo-(llamado Libertad)- éste
desde el primer momento impresionado por la belleza de la niña-(llamada Esperanza)se empezó a interesar por ella.
Al día siguiente de su llegada Libertad fue hasta la orilla del río a ver a Esperanza:
-Hola-dijo el niño.
-Buenos días-contestó ella.
-¿Qué ves?-preguntó él.
-Veo a los nueve planetas girar alrededor del sol, veo como las estrellas brillan y como
algunos de los terrestres abren los ojos a un nuevo día.
-Y ¿Dónde ves eso?-volvió a preguntar Libertad.
-Bueno, mira, esto no es fácil, pero si en ti existe una fe verdadera lo logarás, mira hacia
el río cierra fuertemente los ojos y piensa que de verdad quieres observar lo que hay en
tu entorno lejano ¿estás concentrado?
-Si.
-Bueno, pues entonces, abre los ojos y fíjalos bien en las aguas cristalinas.
-Ya está, es verdad ¡lo veo! ¿Cuál es este planeta?
-La Tierra, debe ser maravillosos ¿verdad?
-¡Oh! Si, es el planeta que más me gusta ¿Por qué no vamos?
-Pero y ¿Cómo?- preguntó Esperanza.
-Si de verdad tenemos fe para ver a través del agua, también la tendremos para viajar a
la parte que más nos guste del Universo.
-Tienes razón, concentrémonos, ¡Mira! ¡Ya estamos volando!
-Yo me estoy empezando a marear espero que lleguemos pronto.
-¡Ay! Que culazo. Pero es maravilloso, ya estamos, aquí en la Tierra.
-Vayamos a inspeccionar la zona- propuso Esperanza.
-Esta parte me gusta pero mira, allá atrás están talando árboles y matando animales ¡ya
sé como son los terrestres!
-Bueno sigamos caminando ¡mira! ¡Que sitio tan bonito! Ribadesella. Si te parece bien
vayamos a ver lo qué hay.
-Mira una casa con banderas y un parque y una enorme y hermosa ría… que de cosas.
-¿Por qué no nos quedamos a vivir aquí?-dijo Esperanza.
-No sé yo quiero mucho a mi familia y ya sabes lo que se dice “como en casa en
ninguna parte”
-Si, tienes razón, yo nunca he sabido lo que es formar una familia, pero ahora que he
visto lo que quería volveré a casa e intentaré aprovechar mejor mi vida.
-¡Eso! Concentrémonos y ¡psss!!! Despeguemos de vuelta a casa.
Al cerrar los ojos sintieron como caían hacia el vacío, como giraban y giraban sin cesar.
Un agujero negro se los tragaba. Ya no podrían hacer nada. Tendrían que vivir en un
planeta desconocido o morir sin razón.
Cuando al fin aterrizaron se encontraron en un país oscuro y tenebroso por el cual
pasaba un riachuelo que reflejaba el cielo; los niños se sentaron junto a él y observaron,
tras las aguas, el Universo, como sabían hacer, pero sin perder la esperanza.
Y cuanta más fe tenían, más bonito se volvía aquel lugar. Nunca regresarían a casa pero
les quedaba imaginación suficiente para seguir flotando en las nubes.
-¿Qué te ha parecido el cuento?
-No acaba muy bien que digamos.
-No todos los cuentos tienen un final feliz, de todas maneras éste no acaba tan mal.
-Tienes razón pues la imaginación rompe las barreras del más allá, del aburrimiento, de
la soledad.
Thais Gutiérrez Palomino
Primer Premio
Segunda Categoría
LOS CHIQUIS
Es curioso despertarse una mañana de otoño en tu escritorio, rodeado de libros, lápices,
y bolas de papel arrugadas, ver como caen, perezosamente, las hojas de los árboles. Esto
le ocurrió a Nacho, se levantó tranquilamente de su silla, con un tremendo dolor de
espalda, se envolvió en su jersey de lana preferido, bajó a la cocina y se preparó una
taza de leche bien cargada de café que le ayudaría a despertarse de ese terrible sueño.
Seguido se metió bajo el agua caliente de la ducha donde se quedaría un buen rato y se
vistió.
Hoy era día festivo para él, pero, por el contrario, sus padres debían ir a trabajar. Ya
vestido puso un poco de música en su habitación y se sentó en su escritorio donde
dibujaba todos sus bocetos.
Nacho era un adolescente de quince años que tenía pasión por el dibujo, de hecho no se
le daba nada mal, pero él siempre dibujó cosas realistas, nunca entendió el arte
abstracto, y tampoco le gustaban los dibujos cómicos y animados, él se limitaba a
dibujar los que sus ojos podían ver y tocar.
Comenzó a dibujar pues, inmerso en su pequeño mundo limitado por una hoja de papel
y un lápiz de punta blanda, cuando nota pequeños golpes en su ventana, y encuentra
gravilla tocando contra el cristal. Extrañado abre la ventana, pero no ve nada ni a nadie,
solo el bosque de castaños y cerezos que crecía frente a su casa. Curioso apaga la
música, deja sus bocetos sobre la cama, se calza unas zapatillas viejas y roídas, y sale
fuera bien abrigado.
Nunca se había adentrado en aquel bosque ya que de pequeño tenía una querencia
especial a entrar en él, pero pensaba que había seres extraños y eso siempre lo echó para
atrás. Ahora no, no le daba miedo estaba convencido de que a su edad no podía creer en
cosas tan sumamente tontas e infantiles. Y con esta reflexión se adentró en el bosque
admirando las formas que hacía el ramaje de los árboles que proyectaba una sombra
tenebrosa. De hecho por un momento hubiera jurado haber leído una palabra, pero no,
era pura imaginación. Fue entonces cuando notó susurros a su alrededor, y una
tremendamente chillona e irritante dijo:
-¿Cómo osas entrar en este bosque? De pequeño creí haberte dejado claro que éste no es
lugar para las personas y te lo advirtieron las ramas.
-¿Quién eres? ¿Qué sabrás tú de mi infancia? ¿De qué ramas hablas?
La voz rió burlona e insistió:
-Oye Nacho no hagas tantas preguntas y contéstame- No creía lo que estaba ocurriendo.
-Pero, pero… ¡No he visto nada en las ramas!- Mintió, vio algo escrito en las ramas
pero no le dio importancia y no se fijó en lo que decía.
-Oye Nacho no intentes mentirme, viste que ponía algo así como… “Chiquis”.
-¿Chiquis? Yo no he oído esa palabra en mi vida ¿Qué es eso?-Preguntó Nacho, creyó
estar volviéndose loco.
-Los Chiquis son seres minúsculos, que vuelan en el ambiente, son extremadamente
infantiles y traviesos a pesar de llegar a los 200 años, yo personalmente los encuentro
realmente simpáticos.
Nacho miró a su alrededor, empezaba a creerse toda esa historia, y se planteó una duda,
se preguntó a si sería con sus quince años… E inevitablemente comenzó a imaginarse a
esos seres diminutos jugueteando alrededor suyo, se sentía asustado, y aturdido salió
corriendo del bosque, entonces el cielo se oscureció y una sombra inmensa cayó como
un velo sobre Nacho, éste aterrorizado gritó:
-¡¿Qué está pasando?!!- Y una voz profunda y muy expresiva le dijo:
-Hola soy la madurez- y un ser gigante apareció a su lado.
-No entiendo nada ¿qué he hecho?-Estaba confuso no comprendía nada de los que
estaba sucediendo. Y la voz llena de calma y sosiego le respondió:
-Soy una forma de ser de aquellos que han pasado cierta edad y me necesitan.
-Yo ya he pasado esa edad-Respondió Nacho altivo y orgulloso.
-No Nacho yo soy responsable, organizado y formal… Será mejor que los pienses
bien…-El gigante se fue desvaneciendo poco a poco hasta convertirse en uno de esos
seres tan curiosos a los que llamaba Chiquis, se acercó lentamente a su oído y le dijo:
-La madurez no es mala, pero ha de llegar a su tiempo.
Jimena Calvo Sáenz
Segundo Premio
Segunda Categoría
EL CAMINO CORRECTO AL LUGAR EQUIVOCO
El invierno por frío que sea, siempre deja alguna sorpresa. La nieve que baña los
bosques, de altos árboles y fríos suelos; pocos son los animales que dejan el calor de sus
casas, para dejarse ver por el helado ambiente del exterior.
Yo era uno de ellos, por supuesto yo no soy un animal, solo un alma errante que anhela
encontrar un sentido a la vida, a lo que la naturaleza quiere decir con estaciones tan
diferentes a lo largo del año. No es que esté loca, o tenga mucho tiempo libre, sino que
en uno de mis numerosos viajes, he encontrado, en un bosque de Asturias, un lugar
mágico en el que reflexionar. Reflexionar sobre uno mismo y lo que sucede en tu
camino.
Lo mágico del lugar era como un paisaje podía ser tan perfecto, su paisaje nevado, sin
ninguna mancha, y con delicadas flores ocultas entre la maleza; hecho por la propia
naturaleza, sin ayuda del hombre y sus máquinas.
Aquel bosque te envolvía con su gélida brisa e invitaba a quedarse y seguir eternamente
contemplando su majestuoso panorama. Pero del sueño siempre hay que despertar y
había llegado la hora de irse y dejar mi fantasía, para meterse de cabeza en la realidad, y
en la oscuridad del proyecto de la vida del hombre.Durante mi trayecto hacia mi morada
pensé y recapacité sobre lo que había pasado, aquello que había empezado como una
pequeña salida, pasó a ser una auténtica vivencia personal acompañada de un hermoso
paraje. Sumida en mis pensamientos me había olvidado de lo que estaba haciendo, por
lo que rápidamente seguí esquivando los vehículos que, posiblemente, sospechaban que
era una demente la que se encontraba al volante.
Llegué con mi coche a la ciudad en la que vivo y más tarde, tras una fatigosa hora
rodeando el núcleo urbano y eludiendo el monótono gentío, llegué a la soledad de mi
casa. Aquí ni con el más alto voltaje de calefacción se podía calentar la frialdad de mi
domicilio.
Miré a través de la ventana del salón y vi lo que me esperaba, lo mismo de siempre:
multitud de personas corriendo de un lado a otro movidos por el consumismo y el
ambiente gris de la ciudad por culpa de la contaminación. Consumida por mi
impotencia debido a mi pesar, corrí a mi habitación decidida; hice las maletas, cogí el
coche y huí despavorida de la ciudad.
Hasta hoy me he refugiado en el pueblo donde había nacido y me habían criado mis
padres, pero que no había visto desde el día que me mudé a la ciudad, y todo por la
ignorancia de pensar que era lo mejor para mi.
Hoy disfruto del colorido del campo y del cálido manto que me arropa cada día; y que
cada invierno se llena de la esperada nieve que tanto me agrada, y sin saberlo ansiaba
desde hacía muchos años.
Esther Alperi Fernández
Tercer Premio
Segunda Categoría
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