Emociones fuertes

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Curso Práctico de INTELIGENCIA EMOCIONAL
Módulo 2
Lectura de Profundización
Emociones fuertes
Por: José Luis Catalán
Una fuerte emoción aturde, desorganiza el curso del pensamiento y se presenta como
un certero disparo en el centro de la diana de la atención.
Si la emoción es de angustia, la necesidad urgente de escaparse es más importante
que ocuparse de estudiar a qué apunta, qué se teme y desarrollar un curso operativo
de acción. La razón es sencilla: el trabajo de sobreponerse exigiría aguantar un rato la
angustia hasta hacerla desaparecer razonablemente, por consiguiente optamos por
una solución peor pero más rápida.
Podría pensarse que esas prisas en cuidarse están universalmente mal
consideradas, de forma que ese fallo todo el mundo lo supiera y nos mirara con
extrañeza delatora cada vez que nos vieran equivocar.Nada más lejos de la verdad: la
tendencia de nuestra cultura, hoy por hoy, es predicar la prisa. La prisa es vista como
una buena cosa, efectiva, quirúrgica, práctica, productiva, capaz y toda suerte de
epítetos que connotan positividad. Así que nuestra propia sociedad es la que más nos
tienta a preferir salidas por peteneras.
En estas circunstancias es cuanto otra emoción pueda presentarse para arroparnos
y ser refugio cegador de una primera supuestamente peor. Es muy delicado en este
sentido separar cuando hacemos algo por placero por huir. ¿Cuantos cigarrillos de un
fumador son fumados realmentecon gusto, cuantas películas y programas de televisión
vemos porque nos interesan realmente, cuantas monedas que hecha a la máquina el
ludópata le dan realmente premio?, ¿cuantas compras realizamos en un gran almacén
que no nos dan más culpa que el placer de adquirir lo necesario al menor coste?.
Las pasiones compulsivas de un jugador, de un aficionado al riesgo sistemático o
sencillamente el que complica un problema creando un nuevo problema, se pueden
detectar por la función de que tienen las conductas compulsivas de estar ocupadas sin
tiempo ni energías por otra cosa, con la misma fuerza que se enfrentaría a lo que se
huye, pero volcada en otra dirección.
Imaginemos la imagen de un trabajador que tuviera que hacer una tarea difícil y
urgente en una mañana y se dedicara a pulir sus herramientas preferidas, de forma
que su pasión por tener todo arreglado le distrajera tanto que se diera cuenta de que
la mañana había pasado y ya era tarde para realizar el trabajo que tenía que hacer.
Vemos que una característica principal de la emoción desviadora es dejar el
problema original intacto y pendiente, exigiendo de una forma si cabe más imperativa
que vayamos a salvarnos con lo que nos condena.
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