CONVIVENCIA DE CRISTIANOS Y MUSULMANES... LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN LOS INICIOS DEL MUNDO MODERNO EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL Instituto de la Paz y los Conflictos Universidad de Granada Uno de los diversos aspectos de la Paz en la historia humana es aquél que concierne a las relaciones internacionales que se producen entre comunidades políticas distintas pero unidas por intereses y deberes mutuos1 . En este apretado análisis pretendemos aproximarnos a la problemática que resulta del cambio del Medioevo a la Edad Moderna con la aparición del Estado y con ello el nacimiento de Europa2 y la constitución de una nueva sociedad internacional, cuyas relaciones poseen una etiología particular basada en nuevos principios, donde una paz «inestable», pero siempre presente, se ve perturbada con contiendas bélicas de múltiples causas. Con ello intentamos esbozar, bajo una óptica diferente a la historiografía 1. Estas comunidades políticas que forman las «naciones», van unidas a la aparición de los Estados modernos, todavía un término impreciso, que detentan las Monarquías autoritarias del Occidente europeo a partir del siglo XVI. La nación adquiere su carta de naturaleza, como una unidad espiritual, en el Concilio de Constanza (1414-1418) cuando ante dificultades de organización al ser muy crecido el número de personas con voto, se decidió un nuevo modo de sufragio y fue dividir a los concurrentes en cuatro naciones: italiana, francesa, alemana e inglesa; los españoles al encontrarse todavía a favor del Papa Luna, no estuvieron representados. 2. TILLY, C. (1992) Coerción, Capital y los Estados europeos 990-1990, Madrid. 230 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL tradicional, la posibilidad de una visión de la historia de la paz, que es al mismo tiempo una reconstrucción del objeto, y cuyo paradigma puede ampliar sabidos conocimientos abriendo nuevas perspectivas de interpretación histórica. Por último, no podemos dejar de subrayar, de acuerdo con nuestra tesis, la existencia de aquellos generosos espíritus que pensaron, frente al maquiavelismo imperante, en una organización pacífica que desterrase por medio del amor y la fraternidad cristianas, la violencia y las guerras, no obstante la intolerancia, el fanatismo, las ambiciones y los egoísmos nacionales del largo siglo XVI3 . 1. LA SOCIEDAD INTERNACIONAL MODERNA: CONFLICTIVIDAD Y PAZ Como es sabido, la época moderna constituye un periodo revolucionario en Europa y va a significar un avance en todos los campos resultado de reajustes políticos y económicos internos en los que el núcleo urbano4 , el desarrollo comercial al mismo tiempo que el robustecimiento del poder de la autoridad real, juegan un papel fundamental. Todo ello va a conducir a una aceleración del proceso de desarrollo que se gestó en los últimos siglos de la Edad Media. Bien es verdad que continúan las tradiciones y prácticas medievales: los lazos de lealtad hacia el monarca, las ideas sobre el poder y su articulación basadas en textos romanos que conformarán el devenir monárquico5 ; la potestad de dar leyes como la facultad de impartir justicia del rey6 , pero con todo, la monarquía autoritaria sustituye a la concepción feudal del monarca. En un marco que cada día se hacía más novedoso por la intervención de nuevos cambios socioeconómicos, conviene destacar por el momento, algunos factores que afectaban al ciudadano de a pie: la recuperación del sentido de la seguridad 3 Para Braudel empezaría en 1450 y acabaría en 1640. 4. Cfr. entre otros, RINDGROSE, D. (1998) «Historia urbana y urbanización en la España moderna», en Hispania, vol. LVIII/2, 489-512. 5. En el siglo XIII escribía el gran Federico II: «La majestad imperial es libre de todas las leyes de cualquier clase que sean y no tiene que rendir cuenta más que al juicio de la razón que es madre del Derecho». 6. Como diría aún dos siglos más tarde Saavedra Fajardo: «Si falta la justicia, falta el orden de la república y cesa el oficio de rey» (SAAVEDRA FAJARDO, D. (1952) Idea de un príncipe político-cristiano representada en cien empresas. Madrid, 193-194). LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 231 personal y social, con el renacimiento de la paz y la confianza colectivas; la reivindicación de los valores individuales; la noción, que ahora triunfa, de la perfectibilidad del ser humano frente a la imperfectibilidad del hombre condenado por el pecado original y que abocará en la idea de progreso, tan cara a los ilustrados del siglo XVIII y por último, frente a la tradición y a la autoridad admitidas, la crítica de la razón, que conducirá al pensamiento libre, a la Reforma, a las especulaciones teóricas y a los descubrimientos científicos7 . Estas dos ideas últimas, no es necesario decir, han conformado nuestra civilización hasta hoy. La idea de la universalidad que abarcaba el mundo cristiano de Occidente quedaba periclitado con los cambios económicos, geográficos, científicos, sociales, ideológicos y políticos. Estos cambios, de modo especial, la aparición de la burguesía en la ciudad, el nuevo modo de producción (capitalismo comercial), las nuevas relaciones de mercado, la creación de una burocracia administrativa y de un ejército permanente que refuerza el predominio real, dan paso a nuevas realidades, que se concretan desde el punto de vista político con el nacimiento de un concepto más rico de nación (o nacionalidades) que alcanza su punto culminante con la creación del llamado Estado moderno8 . Estado moderno que encarnado en el Rey, lleva a la absorción de unidades políticas más débiles y a la acentuación del «imaginario monárquico». Al unísono, la soberanía del Estado9 se materializará en un territorio determinado con un cuerpo de funcionarios y movido por un interés que tomará el calificativo de «nacional». Como consecuencia, asistimos a un proceso mental de abstracción que pasa del poder individualizado medieval al poder institucionalizado que va a confluir en el Estado, al que se transfiere toda la soberanía. El Estado moderno, el Estado soberano, pues, fue producto de un proceso de 7. Asimismo se ha dicho del descubrimiento del poder social de la razón y del dinero, que serán los mediadores formales de todos los contenidos cognoscitivos y materiales de la vida humana. 8. Esta expresión de Estado moderno la aplicamos, por el momento, a las naciones de la Europa occidental dentro de una visión eurocéntrica de la Historia, aunque por sentido trasla-ticio la palabra Estado puede referirse a otras comunidades políticas del pasado. Sobre el Estado véase: SCHULZE, H. (1997) Estado y nación en Europa. Madrid; PADIOLEAU, P. (1989) El Estado en concreto. México; HALL, J.A y IKENBERRY, G.J. (1993) El Estado. Madrid. 9. Entre las innovaciones más importantes que presenta el Estado moderno estarían: a) Territorialidad; b) Control de los medios de violencia; c) Estructura impersonal del poder; d) Legitimidad (Cfr. HELD, D.(1997) La democracia y el orden global. Barcelona, 71). 232 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL concentración y secularización del poder que, desde ahora en adelante, se convierte en el centro sobre el que iba a gravitar el pensamiento político 10 . Asimismo surge una teoría política alternativa a la que había dominado en el Medievo, que confluye en el autoritarismo y absolutismo monárquico. Este artificio terminará por separarse tanto de los gobernantes como de los gobernados, como más adelante expresaría Hobbes. Por otra parte, es el momento en que los dos principios básicos de la actividad del municipio: proteccionismo y reglamentación corporativa pasan a las esferas rectoras del poder soberano, a través de la mentalidad del patriciado urbano que es asimilada ahora por el Estado. De ahí la actitud de éste que llevó en sí al intervencionismo protector (premercantilismo). Con estas premisas, no hay un poder superior sobre estas sociedades emergentes y, por ello, llamadas por algunos anárquicas, que se imbricaban en una estructura internacional de actores (los Estados). Estructura que suele designarse con la categorización de yuxtaposición e igualdad. En consecuencia, se desarrollan los Estados modernos en estrecha relación unos con otros a través de múltiples y variadas formas. Esta es la cara de la Paz, a la que la historia (con mayúscula) de todos los tiempos, ha concedido poca importancia. Al mismo tiempo, se desenvuelven, ahora con más libertad, lasRelaciones internacionales, que pueden ser estudiadas desde dos enfoques principales: el idealista y el realista11 . Su actuación se concretará en dos vertientes: bien aprovechando las normas consuetudinarias que correlativamente cambian de fisonomía y de contenido y se enriquecen con fórmulas nuevas que vienen a añadir matices a las tradicionales 12 . O bien, partiendo ex 10. La mejor definición de soberanía nos la dió Jean Bodin en 1576: «El poder de mandar y de obligar sin poder ser mandado ni obligado por nadie en la Tierra» (BODIN, J. (1985) Los Seis Libros de la República (1576). Madrid, 63). Estos Estados soberanos de Europa forman lo que se ha venido llamando «la aristocracia de la sociedad internacional sometida al dinamismo de la regla de la fuerza» (GARCIA ARIAS, L. (1962) La guerra moderna y la organización internacional. Madrid, 434). 11. El realismo político es aquél que sustituye los antiguos valores éticos por el nuevo concepto de interés nacional. Para las dos concepciones del idealismo político y del realismo político internacionales, véase MEDINA, M. (1983) Teoría y formación de la sociedad internacional. Madrid, 48-80. 12. Para las tradiciones referentes a relaciones pacíficas durante la Edad Antigua y Media, véase ALGANZA ROLDAN et alii (1994) «Cosmovisiones de paz en el Mediterráneo. Una primera aproximación» en CANO, M.J. y MUÑOZ, F. (Eds.) Hacia un Mediterráneo pacífico, Granada, 44-58. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 233 novo, estimando las nuevas concepciones del Derecho de Gentes (caso de la libertad de los mares, de las presas, de respeto a los derechos humanos) que en mayor o menor medida podían ser aceptadas. Concepciones dimanantes del pensamiento de los grandes teólogos, iusnaturalistas, politólogos o reformadores de la época. La gestión y el papel de los nuncios, embajadores y enviados diplomáticos se multiplican y van a adquirir enorme importancia ya como mediadores o ya en la canalización y normalización de las relaciones interestatales, al mismo tiempo que decae el arbitraje medieval13 . Se desarrolla una estrategia diplomática que cuenta con la coordinación de los Estados en sus pacíficas relaciones o, a veces, con la inordinación de los mismos, lo que presupone su enfrentamiento. Los conflictos que surgen no podían resolverse sólo mediante la aplicación del Derecho dada la soberanía con la que se impugnaba al enemigo y, su resolución debía pasar por las vías de la negociación, que era la menos costosa y «normal» para resolver los litigios internacionales o, en caso contrario, usando de la fuerza14 . Hay, pues, un aumento significativo de gestiones diplomáticas que se traducen en alianzas y tratados. Sirvan a modo de ejemplo, entre otros, los Tratados entre Inglaterra y Borgoña en 1496 aboliendo las represalias y afirmando el respeto a los mercaderes y el «intercursus magnus» del mismo año, entre Inglaterra y los Países Bajos, concediendo mutuos privilegios a ingleses y flamencos y fijando derechos de aduanas; el Tratado de Friburgo entre Francia y Suiza, el 29 de noviembre de 1516, llamado de la «Paz perpetua», que durará hasta la Revolución francesa; o la misma Tregua de los Doce Años en el Tratado de Amberes (9 de mayo de 1609) que se revela como un instrumento diplomático crucial por el que se aceptaba el hecho consumado de la rebelión de los Países Bajos contra la Corona española y, por lo tanto, también por primera vez se reconocía el espíritu de disidencia nacional en Europa. Todo ello son ajustes y reajustes encaminados a estructurar un mundo de convivencia que se hará más complejo a medida que avance el tiempo, pero que alumbrará los nuevos derroteros por los que va a guiarse en adelante la Humanidad entera. 13. Recordemos que es la época de la instauración de la diplomacia de modo permanente, a través de representantes junto a las principales cortes europeas, y que jugarán un papel polifacético: información, mediación y negociación. 14. Era lógico que los Estados se aferrasen, por otra parte, al concepto bodiniano de la soberanía que les permitía ser sujetos originarios del Derecho Internacional. 234 1.1. EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL La conflictividad y la paz indisolublemente unidas Podemos afirmar sin equivocarnos que durante todas las épocas de la Humanidad, los grupos humanos se han relacionado dentro de una pacífica convivencia en donde emergen constantemente una serie de conflictos, que tienen de positivo el presentar problemáticas nuevas, pero al mismo tiempo, la virtualidad de abrir vías de diálogo superando los planteamientos anteriores y creando nuevas expectativas. Estos conflictos que forman la trama de los cambios históricos pueden tener múltiples aspectos (económicos, sociales, políticos, jurídicos ideológicos, culturales) y distintos grados de violencia. Al estudiar la historia en sentido «subjetivo», la Historia escrita, la encontramos jalonada de periodos de crisis y conflictividad, de violencia y de guerra, pero siempre unidos de un modo indisoluble a la convivencia y a la paz, porque éstas subyacen en todo aunque no se las nombre expresamente y observando desde otra perspectiva la realidad, deberíamos en vez de enumerar los periodos de guerras que nunca eran absolutas totales, contabilizar los periodos de paz15 . Partiendo de este sustrato, si pasamos a considerar los conflictos que desembocan en luchas armadas, debemos decir que en cualquier caso, los hechos bélicos han ocupado un lugar preponderante cuando no excesivo en la historia16 , olvidando que la paz existía al mismo tiempo 15. La guerra misma, que es la máxima expresión de la violencia presupone la paz ya que ha servido en no pocas veces como un medio de paz. Aristóteles, criticando la organización espartana, diría: «El legislador debe esforzarse principalmente porque la legislación que promulgue sobre la guerra y sobre todo lo demás tenga por fin el reposo y la paz, pues la mayoría de las ciudades de tipo militar permanecen incólumes mientras hacen la guerra, mas perecen una vez que han conquistado el imperio. En la paz, pierden su temple como el hierro, y el culpable es el legislador, por no haberlas educado para el empleo del ocio (...) El fin de la guerra es la paz y el ocio del negocio» (ARISTOTELES, Política, VII,13). 16. No negamos la transcendencia que tienen en sí los hechos bélicos pero podemos aseverar que si en la antigua concepción tradicional de la Historia estos fenómenos tuvieron una presencia fundamental, fue debido por cuatro razones, que creemos, claves: En primer lugar, porque se interrumpía un periodo de paz, al que siempre se aspiraba como una existencia deseada, por un periodo de violencia y de desastres que conmovían a la población en su modo vivencial y podían afectar a grandes sectores de la misma; en segundo lugar, por sostener un concepto cuasi patrimonial y reverencial de la Historia, puesto que a ésta preocupaba más que los intereses verdaderos de los pueblos, los de la «nación» y de los LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 235 que la guerra por cuanto que además de la paz interna, seguía existiendo la coexistencia y la paz entre otros Estados. Ateniéndonos solamente al interior de los mismos, nos pueden servir estas interrogantes: ¿No hubo espacios de paz que dependían en su extensión en proporción inversa a la de las guerras? ¿Cuántos seres humanos intervinieron en esos acontecimientos? ¿Hasta qué punto afectó realmente a una gran parte de la población los avatares de una guerra en su convivencia pacífica?17. Precisamente, dentro de este escenario político, por este carácter de su «anormalidad», las guerras han servido en muchas ocasiones de pautas para separar periodos y se ha tomado el hecho bélico, unas veces como expresión acabada de una larga época: ¿Quién no recuerda la Guerra de los Cien Años como fenómeno terminal del Medioevo en donde se da la última lucha con clave medieval como fue la derrota de la caballería francesa en Crecy? Y otras veces, como culminación de un proceso, es decir, para significarcambios cualitativos que hacenirrumpir otros periodos históricos en el devenir del tiempo: recuérdese el paso del Medievo a la época Moderna para el que se elige la conquista de Constantinopla por los turcos o el triunfo cristiano de Granada. Entre 1453 de la primera y 1492 de la segunda, se hace alumbrar la nueva época: la llamada Edad Moderna, aunque no en todos los países tiene la misma significación, en cuanto a su periodización o a las nuevas connotaciones que comporta. Ciñéndonos concretamente al periodo que nos ocupa, hallamos que la guerra está con frecuencia presente, debido en gran manera a la diferente monarcas, que encarnaban la soberanía y eran los representantes principales del Estado, a cuyos interés todo debía estar subordinado; en tercer lugar, por el concepto histórico descriptivo o de una historia crónica en la que el papel de las guerras como acontecimientos trágicos y extraordinarios ocupaba una extensión e importancia, sin lugar a dudas, desproporcionada; y, por último, como explicación en parte de la anterior, se da una equiparación psicológica en la información que recibimos hoy día, donde la frase inglesa bad news are news, tiene una total vigencia, significando que sólo lo que es extraordinario, anormal o extravagante o se «presenta» como tal, tiene capacidad de absorber nuestra atención. 17. Hay casos en los que la guerra por su duración, por su impulso destructor u otras circunstancias, alarga su radio de acción y endurece sus actuaciones, entonces la población sufre toda clase de violencias y desastres: asalto, saqueo, pillaje, alojamiento de las tropas, impuestos y tasas, etc., como sucedió en numerosos lugares de Alemania en la Guerra de los Treinta Años. 236 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL disposición de las comunidades políticas, a conceptos de legitimidad dinástica, de discriminación racial, de enfrentamiento religioso o a intereses económicos. La guerra además era facilitada por la misma estructura inorgánica de la comunidad internacional europea, a la que hemos hecho referencia, y que producía inestabilidad internacional al no existir un poder superior que evitase mediante su mediación o solucionase de modo pacífico los conflictos más graves como eran los bélicos. De hecho, al afirmarse el ius bellum en estos siglos como un derecho fundamental o prerrogativa de la soberanía ilimitada, hacía de la guerra una función natural de los Estados y por tanto, eran consideradas todas las guerras emprendidas por éstos como legales18 . Los conflictos bélicos se transforman en guerras de despacho, luchaban los ejércitos y la guerra resultaba ser más asunto de los Gobiernos que no de los pueblos, aunque éstos soportasen sus nefastas consecuencias19 . Luchas armadas con diplomacia reforzada, entendida como una manera más enérgica de negociar frente al contrario, teniendo en cuenta, en definitiva, que tanto unas como otras dependían más que nada de las posibilidades de su financiación, sobre todo si se utilizaba la estrategia del desgaste 20 . 1.2. Los principios y paradigmas internacionales Llegados a este punto, de una forma muy sucinta, señalemos que los paradigmas de esta época se centran en tres grandes cuestiones fundamentales que tienen su expresión en las relaciones internacionales: 18. Todo esto cambiará a partir de la I Guerra Mundial cuando se institucionaliza la teoría del bellum legale y el iustum bellum. Bellum legale que recogió el Pacto de la Sociedad de Naciones y confinado a su ilegalidad en la actual Organización de Naciones Unidas (párrafo 4º del art.2º), aunque no de modo absoluto ya que admite excepciones. 19. No debemos pasar por alto que las funciones del Estado eran fundamentalmente geopolíticas con predominio militar. Se calcula que entre un 70% a 80% (término medio) de los ingresos de los grandes Estados, eran para gastos militares (MANN, M. (1991) Las fuerzas del poder social. Vol.1, Madrid, 514). 20. Así lo testimonian Bernardino de Mendoza en su obra Teoría y práctica de la guerra, publicada en 1595: «El triunfo será de quien posee el último escudo» y lo mismo Giovanni Botero, en 1605: «La guerra se prolonga todo lo que es posible y su finalidad no es aplastar sino cansar, no es derrotar, sino desgastar», cit. en PARKER, G. (1977) The Dutch Revolt, 309. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 237 Desde el ámbito económico, en la llamada doctrina mercantilista21 que consideraba que el Estado debía asumir del mismo modo que los intereses particulares (municipales) la expansión del país, fomentando la población y desarrollando la industria a través de un control patrimonial de la economía, cuyo objetivo era obtener una balanza comercial favorable mediante la exportación y la consiguiente acumulación de metal dinerario 22 . Estos objetivos que los Estados pretendían alcanzar, por una parte condujeron a un extraordinario auge del comercio y de la paz, aunque a veces determinaran, sin punto de comparación posible con los periodos de paz, enfrentamientos proteccionistas y conflictos mercantilistas como el de Holanda e Inglaterra en el siglo XVII. Desde la ideología, predomina, en los comienzos de la Modernidad como continuación del Medievo, la identidad religiosa como identidad universal cristiana, pero ahora este sentimiento se trastoca con la aparición de la Reforma. La creencia de la colectividad en una sola fe acompañada de una concepción radical de la misma, como diríamos hoy, fundamentalista, enfrentará con desusada hostilidad a los bandos antagónicos que surgen de los ideales religiosos. Los espíritus no estaban preparados para la coexistencia de la verdad y la herejía. La pugna entre la Reforma protestante y la Contrarreforma católica será uno de los grandes problemas que inquietan a la Europa del siglo XVI y durante buena parte del XVII. Las cuestiones cruciales serán dos: En primer lugar, si el Estado debía basarse en la identidad religiosa (católica o protestante) como se practicaba en la mayoría de los estados católicos y que después pasará a la concepción protestante del gobernante y su pueblo; y, en segundo lugar, si la predicación de las doctrinas (cristianas o judías) era libre y pacífica o, al contrario, ejerciendo violencia, debía prohibirse. En efecto, será a partir 21. En Francia el mercantilista más conocido fue Barthélemy de Laffemas (1545-1611) por sus numerosas memorias entre las cuales destacaríamos: La ruina y la escasez de dinero común hoy a toda Francia, a causa de los desórdenes e injusticia de la guerra con el remedio seguro que no ha sido conocido ni por los más sutiles hasta el presente; La doctrina más elaborada la encontramos en la obra de Antoine de Montchrétien (1615) Traité de l’economie politique. París. 22. Era ante todo un sistema unificador y «supeditaba toda acción económica a los puntos de vista que convenían a las necesidades del Estado y al de su territorio y que se concebían como formando una ciudad» (HECKSCHER, Eli F. (1983) La época mercantilista. México, 6). Cfr. también OVERBEEK, J. (1998) Free trade versus protectionism, Cheltenham. 238 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL de las luchas cainitas de religión y de las persecuciones que llevaban consigo, cuando en algunas mentes va abriéndose paso la idea de la tolerancia, que entonces tenía su estricto sentido que es la aceptación provisional de un mal inevitable. Es evidente que fue ganando terreno a medida que los disturbios y las guerras se hacían más feroces o se prolongaban. Esta tolerancia estaba motivada en sí más que por la fidelidad de los fieles a unos principios religiosos, por la impotencia de los Estados, fueran católicos o no, para reducir a los disidentes (luteranos y calvinistas, en el lado católico, o presbiterianos, baptistas, independientes, congregacionistas, etc. en el lado protestante y judíos en ambos sectores), grupos que en algunos lugares llegan a generar guerras civiles. Desde el campo político, esas monarquías potentes que apoyándose en las ciudades han vencido a los señores feudales van creando un espacio propio e independiente y pretenden un desarrollo ególatra con aspiraciones de hegemonía, moviéndose en tres planos: el de la fuerza, el del poder y el de la autoridad. Emerge así el interés egoísta de los Estados, el deseo de engrandecimiento, que suponía como requisito el ser independientes en el concierto europeo y contar con una Hacienda saneada, sin la cual era difícil mantener un ejército permanente, otro rasgo de la modernidad, para salvaguardar el poder mismo y hacer posible la práctica expansionista más allá de sus fronteras. En el fondo de todas estas actitudes yacía la razón de Estado23 , a la que podemos llamar maquiavelismo político, este realismo político internacional que imponía la falta de escrúpulos en los medios empleados para alcanzar sus fines, separándose de las consideraciones éticas o teológicas que habían predominado en la Edad Media, a las que habían estado inseparablemente unidos y cuyas primeras desviaciones surgen ya a partir del siglo XV. Debemos consignar que estos tres paradigmas que se incardinan en el juego político de las sociedades europeas, provocan sustanciosos debates que versan sobre los mismos orígenes del Estado y la sociedad, sobre su estructura y su función, sobre la soberanía y el papel que corresponde 23. En los documentos de la época se llama a veces con las expresiones de «interés superior del Reino» o «provecho público». Se ha definido como «la máxima del obrar político, la ley motora del Estado» (MEINECKE, F. (1983) La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna. Madrid, 46) o «como aquella necesidad que tienen quienes gobiernan de tomar medidas propias para asegurar la continuidad en el poder y en periodo de crisis, la salvación del Estado» (GAUTIER, L. (1971) Maquiavelo. México, 98). LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 239 al binomio gobernantes y gobernados, apareciendo con un nuevo sesgo la idea contractualista, que tiene añejos precedentes en el Medievo y terminará por triunfar en el siglo XVII24 . Junto a todo ello, se analizan las relaciones que deben presidir los distintas comunidades políticas y el equilibrio que debe reinar entre ellas para salvaguardar su propia seguridad. Estas investigaciones y sus resultados van a ir gestando la evolución mental de las élites europeas que, unidos a otros factores, darán lugar al fenómeno de la Ilustración. Es también el momento, no lo olvidemos, de la racionalidad que hemos indicado, siendo una de sus manifestaciones el nuevo sentido dado al Derecho Natural, recogido de los canonistas medievales, y que había sufrido ya una evolución desde los tiempos romanos a la Edad Media. Su vinculación al verdadero ius gentium o Derecho Internacional dará frutos que se recogerán más adelante25 . Con los paradigmas indicados, tanto en una u otra situación, las relaciones internacionales se basan en dos principios que van imponiéndose y se sustentan por la transcendencia que se les concede como conocimiento científico cimentado en un saber acerca de la realidad. Estos dos principios fundamentales en los que se va a encuadrar la sociedad internacional moderna y por los que tambien se regulan sus relaciones, son: Principio de igualdad y de independencia, por el que todos los Estados están en pie de igualdad con los demás a diferencia de la época medieval: la existencia teórica de una soberanía del Sacro Imperio Germánico sobre los reinos de la Cristiandad.26 Se crea así una comunidad paritaria dado 24. Idea de gran enjundia que tendrá multiples aspectos: Desde la cuestión del origen de la soberanía y el papel que desempeña el pueblo y el rey hasta el más riguroso absolutismo monárquico. Recuérdese la lucha de los monarcómanos protestantes contra la Corona francesa, la respuesta de Jean Bodin (1530-1596), en 1570, con Los Seis Libros de la República, defendiendo contra los extremistas la inmunidad del rey al que se imponían las leyes fundamentales (leyes de Dios, de la naturaleza y costumbres), pero desechaba la subordinación a una teocracia y defendía la libertad religiosa. Era la primera tentativa que se hacía para fundamentar de un modo racional la teoría del poder monárquico. Y a partir de 1585, serán los católicos franceses, por razones obvias, los que adopten las teorías antimonárquicas llegando a la apología del tiranicidio. 25. En el Reino Unido desde el siglo XVI se aduce que la ley internacional forma parte de la ley del país («International law is a part of the law of the land»). 26. La teoría de la soberanía universal del Emperador no tenía ninguna efectividad, era, pues, una pura entelequia. Ni siquiera Carlos V llegó a pensar en tal posibilidad, como 240 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL que sus miembros no están ya subordinados a ningún ente superior sino que se encuentran unos Estados junto a otros en una relación de coordinación y en caso contrario, enfrentados en una relación de inordinación. En la relación de coordinación se tendía a alcanzar la paz por medio de aunar intereses comunes, donde cada una de las partes obtuviese beneficios y, por lo tanto, el principio se mostraba positivo para la paz. Sin embargo, al no existir homogeneidad de los Estados modernos que se van construyendo como unidades políticas independientes, nace una sociedad desigual en cuanto a las diferencias de recursos y de poder y esto podía acarrear ambición de dominio, hostilidad y enfrentamiento. Principio de equilibrio y balanza de poderes, por el que ninguno de los Estados debe suponer una amenaza para la existencia y seguridad de los demás. Era evitar la prepotencia o hegemonía de un Estado que predisponía al recelo y temor de los otros. Este principio, que se enuncia ya a fines del siglo XV por Lorenzo de Médicis para demostrar la necesidad de aliarse con Milán y Nápoles contra el predominio de la República de Venecia, se pondrá en práctica a lo largo de la Edad Moderna. Así también lo vio el cardenal Wolsey, en la Inglaterra de Enrique VIII, con la fórmula cui adhaereo praeest, que permitía inclinarse por uno de los bandos, entre los contendientes, para sacar de ello ventajas. Un principio que ahora se hace más necesario no porque no existiera una autoridad superior, sino porque el instinto de conservación se reforzaba ante el peligro acrecentado de ser absorbido por su vecino, peligro que era mucho mayor que en la Edad Media. Este principio de equilibrio, que usa el maquiavelismo con el empleo de cualquier medio para conseguir sus fines, dio lugar a extrañas alianzas, como la de Enrique II de Francia con el Papa y con los turcos (!!) contra Felipe II. O más adelante la que sigue sosteniendo Francia contra la hegemonía de España o el engrandecimiento de la Casa de Austria, con su intervención en todos aquellos acontecimientos que tendieran a debilitarla. A partir de 1670, este equilibrio se orientará contra Luis XIV. puso de manifiesto Menéndez Pidal al analizar las diferencias que separaban al César de las Memorias de su secretario Mercurino de Gattinara. Son curiosas las láminas que se conservan de principios del siglo XVI que dibujan esta comunidad universal cristiana colocando en su centro al Emperador, a su derecha, al rey de Francia y a su izquierda al de España, y ya en posición inferior, los nobles en sus diferentes titulaciones. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 1.3. 241 La paz y el irenismo como teoría y práctica Como hemos mencionado párrafos arriba, si solamente nos fijáramos en los momentos bélicos dejaríamos un mundo mucho más amplio marginado, un mundo que convive y vive a pesar de las guerras: el de la paz. Este mundo de la paz que se estructura en la Edad Moderna, tiene dos facies distintas: La paz que no aparece, que sostiene la convivencia diaria en buena vecindad, que se da por supuesta, que es la que se practica entre los ciudadanos y entre las naciones, en sus múltiples relaciones de intereses comunes (comercio, relaciones diplomáticas, dinásticas, de cultura, participaciones pacíficas, intercambio de conocimientos, etc.). Es una paz silenciosa, que no se explicita ni resulta de manifestaciones de alborozo ni de toque de campanas, sino que es esa paz que no necesita propaganda porque se convive con ella cotidianamente y que, por su diversa gradación en cuanto a la conflictividad, podemos llamar paz gradual27 . En el ámbito internacional engloba, a su vez, la paz de alianzas y tratados en mutuo beneficio, sobre todo de relaciones comerciales que son consustanciales a la propia existencia de las sociedades modernas. Esta paz silenciosa se manifiesta: En coexistencia pacífica que especifica la condición mínima para que los Estados organicen sus problemas compartidos en el orden internacional, a través de la costumbre, de acuerdo con la naturaleza de los acuerdos y su respeto (pacta sunt servanda). Y en la coexistencia cooperativa con el conjunto de reglas que facilitan la cooperación y que llevan a vinculaciones económicas y sociales 28 , aunque se desarrollarán partir del siglo XVII. Todo ello se refleja en alianzas, tratados de muy diversa índole, pacificaciones, concordatos, convenios 29 . 27. Se denomina también a esta paz silenciosa, paz imperfecta (F.A.MUÑOZ), paz relativa (SCHWARZENBERGER), eficaz, neutra, etc. 28. Cfr. HELD, D.(1997), 101-102. 29. Recuérdese la alianza de Ginebra, entre Francia y Suiza, firmada el 7 de noviembre de 1515; En cuanto a los tratados valga como recordatorio, el de Troyes entre Francia e Inglaterra, en 1564, por el que ésta renunciaba a Calais a cambio de 227 millones de coronas; La pacificación de Gante en 1576 en que todas las provincias de los Países Bajos pactaron para defender sus intereses nacionales y religiosos, expulsar a los españoles y, en una asamblea posterior, resolver todos los conflictos; Como concordato, sirva de botón de 242 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL Como es sabido, a pesar de las guerras, el conjunto o la gran mayoría de la sociedad europea vivió pacíficamente, dado que aquéllas afectaban directamente a porcentajes reducidos de la población, exceptuando casos como las guerras civiles, la guerra que España sostuvo en los Países Bajos30 o la de los Treinta Años, con la que quedó el Reich alemán completamente desvastado y cuyas consecuencias se dejaron sentir en países muy alejados de la contienda (Polonia, Rusia, Italia)31 . Una segunda cara de la paz es la paz emanada de tratados, que pone fin a conflictos armados y es la paz que se manifiesta públicamente con la satisfacción de haberla alcanzado, recuperando la armonía entre las naciones que hasta hacía poco eran enemigas. Esta paz advenida, interestatal, se plasma, fundamentalmente, en tratados de paz32 y treguas33 . Que los tratados adquieren una relevancia especial dentro del mundo cultural-histórico, lo demuestra el hecho del nacimiento de una disciplina llamada Historia de los tratados, que se constituye en la primera Historia de las Relaciones Internacionales, cuyo desarrollo se inició en este mismo siglo XVI (el Recueil de Jean Tillet en 1577). Aparte de estas facies de la paz, señalemos aquí aunque sea a modo de síntesis, el irenismo que es la paz como construcción social volitiva y no simplemente como una convivencia «normalizada», que anhela alcanzar una verdadera paz intra y extraestatal y vuelca su actividad para que el grado de conflictividad sea el menor posible, señalando la negociación como única salida al conflicto y prohibiendo el uso de la violencia. El irenismo de los primeros tiempos del cristianismo ponía de relieve la ilicitud intrínseca de toda guerra y muchos papas y padres de la Iglesia muestra el de Viena, en 1444, entre el Papado y el Imperio que tendrá consecuencias a lo largo de la Edad Moderna o el de Bolonia, firmado entre el Papado y Francia en 1516. 30. Cfr. PARKER, G. (1985) El ejército de Flandes y el Camino español (1567-1659). Madrid. 31. Véase nota 17. 32. Matrimoniales, de paz después de una guerra (como el de Cateau-Cambresis el 3 de abril de 1559 entre Francia y España que desalojó a Francia de Italia y dio la hegemonía a España; el de Vervins el 2 de mayo de 1598 entre Enrique IV y Felipe II,etc.); paces de contenido religioso (Paz de Bergerac, de Flix o la de Nantes entre la monarquía francesa y los protestantes), etc. 33. Con las que se suspendía la guerra por un periodo determinado, como la de Niza en 1538 entre el Emperador y Francisco I por 10 años; las de Amboise de 1563 y de SaintGermain de 1570, de fondo religioso entre la monarquía francesa y los hugonotes, etc. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 243 desde San Clemente, a San Brasilio el Grande pasando por Tertuliano, Orígenes o Lactancio llegan hasta prohibir el servicio de armas. Esta época quedará bien lejos con la Iglesia constantiniana, cuando se realiza la estrecha alianza entre Imperio e Iglesia y se pasará del pacifismo radical al idealismo moderado que desde San Atanasio y, sobre todo, San Agustín llega hasta la época moderna mientras aquel pacifismo se refugia paradójicamente en algunas sectas heréticas. Es también el momento en el que se impone no sólo la permisión de la guerra sino su misma licitud, la llamada guerra justa y que, más tarde, sería aclarada y completada brillantemente por Francisco de Vitoria en el siglo XVI. A aquel irenismo radical se van a soldar sectas religiosas, de origen protestante en esta época, con una teorización del mismo como doctrina y práctica de paz absoluta que obligaba a sus miembros y a su jerarquía. Este irenismo tendrá acabado cumplimiento en dos doctrinas muy dispares entre sí que ven la luz en los siglos siguientes: la de los cuáqueros, de tipo confesional y la de los francmasones, aconfesional. Debemos añadir, finalmente, que las actitudes de paz las podemos contemplar no sólo a través de aquellas creencias religiosas sino también por las aspiraciones y conductas pacifistas, desde el punto de vista práctico, que sostuvieron personajes de la época en su gobierno34 y, desde el téorico, algunos inquietos pensadores hacia un mundo mejor y pacífico por medio de las llamadas utopías, que podemos conceptuar como absolutas, porque tratan de crear comunidades ideales verdaderamente irrealizables en ese momento35 , que distinguimos de los irenismos (pacifismos no radicales) 34. A los actores «pacifistas» los encontramos, por doquier, en la historia de cada país. Baste citar aquí, en el caso de España, a Ruy Gómez de Silva, príncipe de Eboli, amigo y consejero de Felipe II que en la segunda mitad del siglo XVI hasta su muerte se enfrentará al «partido belicista» del duque de Alba; o en la Francia de la misma época, el partido de los llamados políticos dirigidos por L’Hospital y sostenido por la reina Catalina de Médicis, que buscará el equilibrio entre los católicos radicales y los hugonotes, considerando que el Estado debía existir por encima de las rivalidades religiosas y por lo tanto, se trataba de promover reuniones para llegar a acuerdos pacíficos y componendas (sínodos, asambleas, concilios y paces); Otro ejemplo el del grupo armoniano holandés, dirigido por el gran pensionario Jan Oldenbarneveldt, a principios del siglo XVII. Al igual podemos encontrar en el Papado. 35. Citemos sólo la más conocida del siglo XVI, la de Tomas Moro: Utopía (1516) que combatirá entre otras cosas el espíritu de conquista y la guerra sería permitida sólo por motivos humanitarios. Para este tema puede consultarse: DAVIS, J.C. (1985) Utopía y sociedad ideal: Estudio de la literatura utópica inglesa 1516-1700. México; y en un 244 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL en los que en oposición frontal a la guerra, predominaban ideales de paz pero sin llegar a elaborar planes concretos, apelando a la obligación, moralidad y justicia que la paz, entre cristianos, encierra, aunque admitían una justificación para la guerra justa 36 . Y, por último, los llamados planes de paz, respuestas elaboradas frente a una sociedad internacional desordenada, que propone la creación de organizaciones supranacionales que desterrasen las guerras fratricidas entre los Estados37 . Los planes de paz que, desde ahora, van a aparecer con más insistencia, buscan, por tanto, crear un mundo armonioso que supere los egoísmos nacionales, estableciendo una comunidad o federación de Estados cristianos, aunque esa paz a veces sirviese, en un segundo término, para poder luchar con éxito contra el enemigo común: Los turcos. A fines del siglo XVI las contiendas políticas y religiosas parecían haber llegado a su fin tras el entronizamiento de Enrique IV y el edicto de Nantes que apaciguaba a los protestantes en Francia y la estabilidad de la situación alemana. El Occidente de Europa parecía tender al compromiso. Se afirma una nueva generación que algunos historiadores la han llamado la generación pacifista de 1600, representada fundamentalmente por Felipe III en España, Jacobo I en Inglaterra o María de Médicis en Francia. La paz de Francia con España en 1598 y la de España con Inglaterra en 1604, la tregua entre el Emperador y el Sultán en 1606, la del Emperador con las Provincias Unidas de 1609, la de Dinamarca y plan más general: MANUEL, F.E. y MANUEL, F.P. (1981) El pensamiento utópico en el mundo occidental. Madrid. 36. Destaquemos a Erasmo de Rotterdam, en sus obras Laus Stultitiae (1511), en Querella pacis (1517) y en los Adagia, sobre todo destacables por su oposición a toda guerra, ni siquiera contra los turcos, aunque más tarde admitiría la guerra justa contra la agresión en Enchiridion Militis christiani (1518) (Cfr. CASTELLANO CASTELLANO, J.L.(1993) «Erasmo defensor de la paz», en MUÑOZ, F. (Ed.): Confluencia de culturas en el Mediterráneo, Granada, 277-288); el flamenco Jose Van Clichtove con su De bello et pacis opusadum que recuerda los argumentos de los primitivos cristianos contra toda violencia; Alfonso de Valdés en su Diálogo de las cosas ocurridas en Roma (1530) se opone a la guerra, aunque justifica la guerra justa emprendida por el Emperador; Luis Vives en su magnífico tratado De concordia et discordia humani generis; el mismo Miguel de Montaigne, etc. 37. El mismo Erasmo señala una organización de estados unidos cristianos; John Sylvagius en 1515 y mucho más tarde, Emeric Crucé en Le nouveau Cynée, verdadera organización de paz, etc. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 245 Suecia en 1613 y Suecia y Rusia en 1617, parecían augurar una Europa en paz por mucho tiempo. Fue un momento en que las relaciones internacionales bien por cansancio, por agotamiento o por falta de actores agresivos, crean un clima de paz internacional que se prolongaría hasta 1618 38 . 2. REALISMO, IDEALISMO Y PAZ INTERNACIONAL Con el objetivo de esclarecer los conceptos que expresan las «Relaciones internacionales» de un lado, y del otro, la «Historia de la paz», es conveniente que deslindemos estas dos cuestiones, comenzando por los enfoques con los cuales los Relaciones internacionales han sido estudiadas y comprendidas. De estos enfoques nos interesan básicamente dos, que son el idealismo y el realismo político internacional, dejando de lado la visión cientifista, de la que se asume sólo la concepción científica que conlleva39 . Acto seguido, pasaremos a la concreción de nuestras posiciones con respecto a la Historia de la Paz en estrecha conexión con las Relaciones Internacionales. Hemos visto en las páginas precedentes como se constituye la comunidad internacional40 en una estructura que, decimos, se califica de anárquica, 38. No es el momento oportuno de traer aquí la cuestión de si era sentido en el fondo de la generación o era un puro arbitrio de coyuntura o un «periodo de contracción» el que, en realidad, determinaba las actitudes (TRITONE). Lo que sí parece cierto es la crisis de 1619-1622, que se caracteriza por su entrada en una fase económica en que van de modo seguido, la interrupción del crecimiento rápído y la estabilización, y que se le conoce como crisis de tiempo corto (Juglar) o cambio de movimientos medianos (Kochin), etc. 39. Para un esquema de las distintas concepciones de las Relaciones Internacionales desde el punto de vista sociológico, véase MERLE, M. (1995) Sociología de las Relaciones internacionales. Madrid (1ª reimpresión). 40. Aunque en el caso de la sociedad internacional no es muy apropiado, prefiero usar el término de comunidad en vez de sociedad, por cuanto consideramos que, al final, más allá de los Estados lo que debe existir es la humanidad. Esta diferenciación (sociedadcomunidad) utilizada por primera vez por el sociólogo Ferdinand Tönnies, en el siglo pasado, completado por Max Scheler y seguido por Poch o Fueyer, entre otros, estima que la comunidad es la categoría de lo espontáneo, vivir por tener algo en común, mientras la sociedad es un grupo social de cohesión artificial, basado en actos conscientes, producto de actividad reflexiva, que puede expresarse con la idea de contrato. En la comunidad se es, en la sociedad se está. 246 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL en su sentido estricto de falta de un poder superior, pero no de desorden, tal como podemos comprobar históricamente al no existir un ente superior al que pudiera estar sometida. Esta sociedad así constituida da origen a unas relaciones internacionales que llevan de por sí la conflictividad en cuanto, que por la misma razón anterior, no hay una ley superior a la cual todos deban obedecer. Ahora bien, esta realidad, que no negamos, ha servido de punto de partida para la construcción del enfoque del realismo político (o como también se le llama en alemán Real-politik), un mundo derivado de la concepción maquiaveliana en cuanto a la creencia de la maldad del hombre, completada por Hobbes, que trata de resaltar la teoría contractualista para situar, lo mismo que había hecho con el hombre, al Estado, es decir situando a éste en un estado de naturaleza, de guerra permanente, sometido a la ley de la selva donde el más poderoso triunfa y los esfuerzos de los Estados se encaminan a lograr el llamado «interés general», que era en realidad el interés de los gobernantes en un primer nivel, interés que no dudamos estaba sometido a las ideologías del príncipe y, en un segundo nivel, el de los pueblos bajo el subterfugio del beneficio colectivo, que después se llamará interés nacional41 . Esta situación de pesimismo antropológico y de guerra permanente se asocia así, como hemos dicho líneas arriba, con la teoría realista del poder internacional y por ende, de las Relaciones Internacionales. A pesar de la realidad de la independencia y la igualdad soberana de todos los Estados modernos, no podemos estar de acuerdo con el enfoque del realismo político por todas sus características retenidas como esenciales: por negar la posibilidad del progreso, por su determinismo inmanentista, por la competición constante de los intereses de los Estados y por la distinción que realizan entre los códigos de la moral y del Estado. 41. Esta razón de Estado servía de coartada moral para acallar la conciencia, al emplear cualquier medio con la expresión «el fin justifica los medios». Nos referimos a los políticos y más altos dignatarios del siglo XVI. Es el examen de conciencia al que tuvieron que someterse los monarcas, a pesar de la laxitud moral que daba el principio superior de la salvación de la sociedad (fuera católica o protestante), justificando todos los medios a su alcance. Pensemos en nuestro mismo Felipe II con la ejecución de Montigny en Simancas, sin proceso y ocultando la causa verdadera de su muerte o el del secretario de D.Juan de Austria, Escobedo, en Madrid, a instigación de Antonio Pérez; o la matanza desde el poder en las luchas religiosas en Francia, acallada bajo la denominación de «bien público» para evitar la descomposición del Estado. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 247 En este realismo político internacional al parecer dominan más las fuerzas ocultas, las pasiones y hasta el fatum, que la verdadera voluntad de los hombres42 . Solo juega la razón de Estado más descarnada 43 . La política se entiende sólo como lucha por el poder44 . La idea que el realismo político ha creado en torno al hombre y a la sociedad, nos lleva a un mundo donde se pierden los valores en aras de una sociedad caótica, donde cada uno en una competencia feroz trata de aniquilar al adversario, al Otro, al que se ve siempre como un potencial enemigo45 . ¿Que hay más allá de esta concepción? Al otro lado no hay nada, es el vacío, el de la neutralidad indiferente que va a ocupar el lugar de la civilización, porque se pierde con esa visión la conciencia de lo esencial y nos conduce a una ignorancia respecto a las motivaciones humanas más profundas de las que sólo se extraen sus móviles negativos y una desconfianza total en su racionalidad. Es este pensar técnico, esta ratio Status, con su contenido negativo, el que nos aleja del humanismo en la sociedad internacional y deviene banal la idea de progreso. Debemos añadir que la visión realista ha entrado recientemente en crisis, debido a la creciente interconexión global que está transformando la naturaleza y el papel del Estado, como entidad política parcialmente autónoma y al Estado mismo se le ve ya como un epifenómeno46 . Los 42. Más todavía cuando esta cara del realismo político depende, no ya de los fenómenos debidos a la fortuna (al fatum, al azar, lo que se nos viene dado como dirá el mismo Maquiavelo), sino a los que posee la propia naturaleza del ser humano. No entramos aquí en una polémica que puede no tener fin, sólo afirmamos que el hombre es capaz de aportar su voluntad y su decisión, marcados por unos principios ético-políticos a nivel individual y a nivel estatal o internacional. 43. Para una síntesis completa de las distintas etapas y movimientos (realismo, behaviorismo, cientifismo, idealismo, neo-realismo, etc.) véase DEL ARENAL, C. (1990, 3ª ed.) Introducción a las Relaciones Internacionales. Madrid, 109 y 126 y ss.; KRIPPENDORFF, E. (1985) El sistema internacional como historia. México; MERLE, M. (1995), 27-106. 44. Si bien el fenómeno del poder está presente siempre en la política como un elemento indispensable, no quiere decir que todo deba girar en torno al mismo. 45. Entre las críticas al realismo y al behaviorismo norteamericano y a la imposible separación de las consideraciones valorativas de las puramente científicas, aún sigue teniendo vigencia la obra de Raymond Aron y la de su discípulo Hoffmann (ARON, R. (1963) Paz y guerra entre las naciones. Madrid). 46. Véase si no las teorías de Arthur Schleinger y de Bruce Porter, ante la crisis de la democracia en los Estados Unidos, creen que se necesita un enemigo exterior, retomando 248 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL enfoques actuales se centran en los debates entre globalismo y realismo 47 o entre el realismo de poder y el humanismo planetario. El tema no es baladí. Pero de igual modo, tampoco podemos aceptar el enfoque amplio del idealismo político internacional, distinto del idealismo filosófico y del utopismo político 48 . Y ello, al no reconocer determinados fenómenos que afloran en la vida de la sociedad internacional y que nos transportarían fuera de la realidad. Podemos estar de acuerdo con la fe en el progreso, con una visión no determinista del mundo, con el radical racionalismo, pero sin embargo, diferimos de la afirmación de una armonía natural de intereses de los Estados como complementarios más que antagónicos, porque para nosotros, éstos pueden darse y se dan en la realidad internacional. A raíz de esto, si caminamos por la vía del idealismo con su escala de valores, somos conscientes de no idear un utopismo social, ya que estamos dispuestos a conocer las tendencias que la realidad modifica, sin descender al fácil recurso de la simplicidad utópica, que al creer en una política perfecta y un Estado perfecto, caería, a su vez, en el más acendrado idealismo. En síntesis, este modus vivencial de las comunidades políticas que surgen de la Edad Moderna, nos muestran una realidad fenoménica en la cual, decíamos, ha habido periodos de guerra, intercalados temporalmente entre determinados Estados y por un tiempo limitado. Esto es lo que designamos bajo la expresión realismo pacífico. Pero, inmediatamente, se nos presentan una serie de cuestiones que aquí, de modo muy somero, intentamos explanar: El primer paso es saber qué conceptualización debemos dar, en este caso concreto, a la paz. Pero, previamente, digamos algo de esta ciencia tradicionales ideas, para que pueda sobrevivir una sociedad constituída en Estado. Son el desarrollo de las nuevas fuerzas centrífugas de la sociedad actual (TARNAWSKI, E. (1997) «Las inciertas perspectivas de la democracia en la época del choque de las civilizaciones», en CANO, M.J. y MUÑOZ, F. (Eds.), 137-154). También DUNN, J. (1996) La agonía del pensamiento político occidental. Madrid y COCHRAN, T. (1996) La cultura contra el Estado. Madrid. 47. KEOHANE, Robert O. (ed.) (1986), Neorealism and its Critics. New York. 48. Para los distintos enfoques de la problemática que presentan las Relaciones internacionales como materia científica, véase entre otros: DEL ARENAL, C. (1990), 95203; MERLE, M. (1995). 99-106. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 249 nueva: Es esta ciencia de la paz, sui generis, una ciencia, de un lado, abierta y dinámica que promueve una epistemología de la complejidad 49 y de otro, es una ciencia de valores50 que obliga a la voluntad a guiarse por valores supremos como son la solidaridad, el amor y el respeto de los derechos humanos51 . En nuestro caso, es la misma Paz que conlleva un compromiso ético y que nos mueve a desentrañar lo que de Paz, en sus múltiples facetas, haya en la historia del pasado. Pero ¿qué concepto de paz estamos utilizando? El concepto que utilizamos es el de la paz negativa, en su nivel más bajo, es decir, la ausencia de violencia física, la cual trasladada a la disciplina de las Relaciones internacionales, supone la ausencia de guerra o de conflictos armados. Esta paz negativa es el eje alrededor del cual gira el contenido conceptual que nos debe servir de criterio histórico. A tenor de lo dicho, queremos subrayar la posibilidad de una nueva reinterpretación de la Historia y, en este caso, la elaboración de la Historia de la Paz. No obstante, debemos señalar que la elaboración no puede responder a una amplitud global y absoluta. No puede ser una elaboración acabada y menos aún en la historia, que es una ciencia en construcción y que depende de los conocimientos y del nivel que hayamos alcanzado para ampliar nuestro arsenal tanto epistemológico como metodológico, con el que poder llevar a cabo nuevas reinterpretaciones de aquella realidad fenoménica. 3. HACIA UNA HISTORIA DE LA PAZ INTERNACIONAL EN LA ÉPOCA MODERNA Hemos llegado al final de nuestro discurso en el que tratamos de configurar una Historia de la Paz internacional en los inicios del mundo moderno. Una historia alternativa a la historia tradicional como referíamos al principio. Aunque nos movamos dentro de lo que se ha llamado el tipo 49. MORIN, E. (1994) Introducción al pensamiento complejo. Barcelona. 50. Como decía Galtung, los estudios sobre la Paz consti-tuyen una ciencia social aplicada clara y explícitamente orienta-da por valores. Para la problemática de la conceptualización de la Paz, véase GALTUNG, J. (1993) «Los fundamentos de los estudios sobre la Paz», en RUBIO, A. (Ed.) Presupuestos teóricos y éticos sobre la paz, Granada, 15-50. 250 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL de modelo teórico de integración y orden por cuanto que enfatiza el interés colectivo, sin embargo, somos conscientes al mismo tiempo de la conflictividad presente que puede dar inestabilidad al sistema en cualquier situación dada52 . Pero, entendámonos, no se trata de prefigurar un mundo histórico de acuerdo con nuestros deseos sino de hallar en el mundo de esa realidad objetiva, las facies existentes de ese acontecer que están dependiendo, en gran manera, de nuestra interpretación53 . En consecuencia, se trata también de ordenar los acontecimientos según un orden de prioridades a tenor de la importancia de los distintos factores que entran en juego. Recogiendo las formulaciones hechas en las páginas precedentes nos interesa aquí sintetizarlas de un modo ordenado, a modo de conclusiones provisionales tomadas también como propuestas a debatir. Estas propuestas o puntos que deberán ser profundizados, sobre todo a nivel de categorías analíticas con la extensión requerida en ulteriores trabajos, serían: En el campo de sociedad internacional, hacemos uso del concepto de la Paz negativa, es decir, la ausencia de conflictos armados, que nos sirven de criterio para conformar la Historia internacional de la Paz. Una ausencia de guerras que facilita la doctrina mercantilista, puesta en práctica por los Estados y señalada muchas veces como motivo de ruptura y fricciones, cuando debemos estudiarla bajo otros parámetros, como hacedora de paz a través del comercio internacional. Hemos demostrado la indisolubilidad de la conflictividad y la paz en el ámbito internacional y, sin embargo, la historia escrita que se ha hecho sobre la Europa moderna con la creación del Estado, con sus contiendas, ambiciones de dominio, desequilibrios, de la que la «Real-Politik» ha extraído sus consecuencias, no nos dice todo sobre esa realidad. Junto a esa realidad parcial, existió la Paz, la paz que nace de las relaciones e intercambios de toda índole y, en especial, del comercio. Esta paz 51. Cfr. LEWIS, H. (1994) La cuestión de los valores humanos. Barcelona; KüNG, H. (1995) Proyecto de una ética mundial. Madrid. 52. Frente al modelo de integración está el de conflicto, que se interesa por la divergencia de intereses de la sociedad y estima que el consenso sólo sería un ocultamiento de las relaciones fácticas de poder (VON BEYME, K. (1977) Teorías políticas contemporáneas, Madrid, 42). 53. Ya hace muchos años que Spykman, en su teoría del conocimiento, distinguía entre la realidad empírica y el mundo de concepto y valores: «El conocimiento no procede de la observación de la realidad sino que se adquiere a través de la observación de la realidad mediante las categorías específicas de conocimiento» (MEDINA, M. (1983), 49). LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 251 silenciosa manifestada en una coexistencia pacífica o en una coexistencia cooperativa. Hubo, pues, espacios de Paz en los inicios de la Edad Moderna, que no han sido mencionados dando por supuesta una realidad de la que no se hablaba nunca. Desde otro punto de vista, no es necesario insistir en el hecho de que uno de los objetivos de la Historia de la Paz sería contabilizar los periodos de Paz y no sólo de guerra. Es preciso poner de relieve, la importancia de la Paz conseguida en los Tratados que ponen fin a los conflictos armados. Paz y tratados que deben ocupar un papel primordial en la Historia. De igual modo, la Historia debe partir también de las paces para señalar cambios históricos aunque hayan aparecido como final de una guerra. Se impone, desde otro lado, recalcar también la existencia y el papel que jugaron tanto el pacifismo radical, nunca bien ponderado, que creó espacios de Paz en el lugar en que vivían, como el irenismo pacífico que intentaba evitar la conflictividad debida a cuestiones religiosas o políticas; así como las utopías que refundaban un mundo en paz y que, a pesar de su utopismo, espoleaban los sentimientos pacifistas de sus lectores; y, por último, los planes de paz, al elaborar organizaciones que pretendían modificar las actitudes belicosas de los Estados y crear la armonía en la sociedad internacional, haciendo a aquéllos más humanos. Incluso los mismos paradigmas que hemos expuesto van a servir para preparar nuevos horizontes para la paz, como fue, de un lado, la idea de contrato que augura el liberalismo y la libertad humana en paz y de otro, la racionalidad que abre también caminos con el Derecho Natural y el Derecho de Gentes que servirán para regular pacíficamente las relaciones entre los Estados. Asimismo, el principio de equilibrio y balanza de poderes, que modificó el planteamiento de las Relaciones internacionales, no tuvo siempre un sentido negativo, ya que sirvió tambien de regulador pacífico en las situaciones en que un Estado por su potencia y superioridad pudiera avasallar al vecino por medio de la guerra. Como hemos advertido, el realismo que nosotros aceptamos, como constatación de una parte de la historia, es aquél que nos habla de aspectos conflictivos y aspectos cooperativos en las relaciones interestastales y postula una realidad pacífica con contenidos conflictivos, que denominaríamos realismo pacífico. Por consiguiente, en trazos gruesos, frente a las concepción realista, debemos ir creando la Historia de la Paz y de las Relaciones Internacionales, bajo el realismo pacífico, que no es la historia de los aconte- 252 EDUARDO ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL cimientos bélicos, de los enfrentamientos, de las guerras, aunque sea ésta ahora la impresión que tengamos cuando abordamos la historiografía de la propia historia, como hemos puesto de manifiesto a lo largo de este discurso. En definitiva, coloquemos a la guerra y a los hechos bélicos en el lugar justo que les corresponden, como la otra cara, aunque oscura, de la Paz. De otro lado, es admisible el enfoque idealista restringido que nos permite la construcción de una teorética para una historia del presente o para una proyección futura, mientras que el realismo pacífico nos sirve como elemento de conceptualización para una historia del pasado. Repetimos que no pretendemos negar la realidad, pero queremos recuperar dentro de la misma, la de la vida del hombre y de los pueblos: la paz, su anhelo de convivencia y su efectiva realización54 . Aspiramos con ello, a que la Historia de la Paz sea escrita, por tanto, con una visión distinta de la historiografía tradicional sobre el pasado 55 , al ser éste interpretado con nuevas claves 56 . En consecuencia, bajo estas premisas, situemos a la Paz y a lo que ella significa y representa, en el centro del objeto histórico no sólo como parte del modelo a construir sino, al mismo tiempo, como criterio para recrear la historia57 . Creemos que esta nueva interpretación se aviene a la realidad internacional o, dicho de otro modo, no es más que la adaptación de la realidad empírica a los valores que estamos propugnando como claves de la comprensión de la sociedad que apareció en el siglo XVI. 54. Me vienen aquí, a la memoria, las palabras de Giovanni Botero, quien en aquellas fechas tan conflictivas, donde la razón de Estado se imponía en todas las Cortes, se deja llevar por su íntima convicción repudiando la fuerza y la guerra, al preguntarse: «¿De qué sirven las conquistas violentas, las guerras o la exaltación de la fuerza? De nada. Para que un país florezca sólo requiere justicia, paz y abundancia» (BOTERO, G. (1603) Delle cause della grandezza delle città). 55. ENRIQUEZ DEL ARBOL, E. (1997) «Historia y Paz. Hacia un nuevo paradigma» en DIAZ BARRADO, M. (Coord.) Historia del tiempo presente. Teoría y metodología. Cáceres, 259-266. 56. En resumen, a la luz de estas manifestaciones, las categorías que hemos presentado y que necesitan profundizarse en estudios históricos futuros, son primordialmente: La coexistencia pacífica, la cooperación internacional y el pacifismo en teoría y práctica, además de una conceptualización de los enfoques del realismo pacífico y del idealismo restringido. 57. La riqueza de la historia como globalidad del devenir de las sociedades humanas, hace que sean numerosas las incursiones desde otras disciplinas ya que la Historia ofrece el acontecer espacio-temporal en su génesis y desarrollo a cada una de las posibles ciencias. LA PAZ Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES... 253 Por último debemos añadir que este análisis, en el que hemos planteado hipótesis de trabajo sobre las que se habrá de volver más de una vez, es, en definitiva, un estudio preparatorio que nos ha servido para delinear la posición teórico-práctica que hemos asumido sobre la Historia de la Paz en el marco del Mundo moderno, y, que no es más que una aproximación, como decíamos al principio, que no tiene otras pretensiones sino las de ser un reto al que debemos enfrentarnos.