Estudios sobre la autotraducción en el espacio - beck

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Competencia bilingüe y autotraducción
en Galicia –algunos apuntes
Designada por Eduardo Blanco Amor en afortunada expresión como
actividad que se lleva a cabo en carne propia, la autotraducción está siendo
en los últimos tiempos una línea de estudio repetidamente abordada. Tal
interés obedece sin duda al hecho de que la competencia bilingüe constituye hoy en día un fenómeno con singulares manifestaciones desde la
perspectiva de la globalización multicultural. Pero es imprescindible, a la
vez, tener en cuenta que la principal causa de que la autotraducción esté
siendo enfocada con especial relieve, como forma traslativa en la que el
traductor al mismo tiempo posee la condición de autor, responde sobre
todo a la posibilidad que brinda para acotar algunos elementos del proceso de traducción y, de igual modo, para extraer conclusiones valiosas
sobre los productos traducidos.
En cualquier caso, una advertencia inicial que debe hacerse es que
no existe por ahora un modelo prescriptivo único o, si se prefiere, una
caracterización genérica de validez absoluta para profundizar en la autotraducción como forma sui generis de traducción. Parece útil por lo tanto
establecer como punto de partida una triple clasificación, en la que conviene que no se produzcan equívocos, con respecto a todos aquellos
individuos que particularmente en el ámbito literario se caracterizan por
el manejo de cuando menos dos lenguas.
En primer lugar, hay que considerar por supuesto a los autores que
son bilingües, los cuales no han sido pocos de manera fundamental a lo
largo del último siglo, y menciónense entre ellos, tan solo como muestras emblemáticas, al polaco Joseph Conrad, los checos Franz Kafka y
Milan Kundera, los irlandeses James Joyce y Samuel Beckett, el rumano
Eugene Ionesco, el ruso Vladimir Nabokov, el búlgaro Elias Canetti, el
español Jorge Semprún, etc. Casi todos son escritores, como se puede
constatar, que eligieron como instrumento expresivo de su quehacer
literario, en la alternativa ante la que se encontraban, el idioma de más
audiencia, seguramente para conseguir de ese modo una mayor proyección pública.
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En segundo lugar, hay que traer a colación el caso de los autores bilingües que fueron simultáneamente excelentes traductores, como por
ejemplo Charles Baudelaire, Boris Pasternak, Cesare Pavese, Paul Celan
y Antonio Tabucchi, aunque nunca se rindieron a la tentación de poner
su propia obra en otra lengua en la que también eran competentes. Por
último, es obligado destacar a los autores bilingües, traductores o no de
obras ajenas, que en no poco número si se han entregado, por el contrario, a la actividad de traducirse a sí mismos, quienes componen el grupo
de más interés para el objeto del presente trabajo.
Sería lógico pensar, de buenas a primeras, que se hallan en este tercer grupo de escritores bilingües, en calidad de autotraductores, los mejores traductores siempre que dominen la lengua a la que traducen, pues
entre otras cosas ya llevan una parte del camino andado en la compleja
tarea de verter una obra original a otra lengua. En efecto, estos escritores bilingües conocen como nadie, para comenzar, el sentido más fiel del
texto de partida, de tal forma que pocos de manera tan acertada, en apariencia por lo menos, estarían habilitados para dar nueva expresión a lo
que ya surgió de su propia mano en otro momento, hasta el extremo
de que podrían ser calificados de traductores privilegiados.
Esta es precisamente la opinión de Tanqueiro (1999, 2000), para
quien los escritores que se autotraducen ejercen sobre todo el rol de traductores y no tanto el papel de autores, pese a que disfrutan de una situación de privilegio a la hora de traducirse. Tanqueiro cimentó su hipótesis en la comparación de la obra catalana El cami de Vincennes, de Antoni Marí, y la traducción que el mismo autor hizo al castellano. Dicho
análisis, contrastado aún con la versión portuguesa, condujo a observar
que el autotraductor utiliza las estrategias y los procedimientos de traducción que desplegaría cualquier traductor literario bien formado y con
suficiente sensibilidad. Para Tanqueiro, los autores bilingües que se autotraducen lo hacen, de forma esencial, como traductores, de lo cual
sería una prueba manifiesta el caso de Milan Kundera, quien acostumbra
a distinguir sus competencias como autor y como autotraductor al firmar en el segundo caso con pseudónimo, distanciando su actividad de
creador y su actividad de traductor.
Es interesante detenerse en otra aportación teórica sobre el asunto,
ahora de García Cela (1995), donde se plantean igualmente algunas reflexiones sugestivas acerca de la autotraducción centrada en Samuel
Beckett. García Cela parte de las siguientes interrogaciones: en primer
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