Benjamin Britten

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CENTENARIO
Benjamin Britten, en ensayo
Foto: Erich Auerbach
Benjamin Britten
(1913 – 1976)
D
esconozco por qué mi padre prefería la música del siglo
XX, en especial la de compositores rusos e ingleses, aunque
tengo que reconocer que Debussy y Ravel también estaban
entre sus preferidos. Es muy probable que por ello los gustos
musicales de mis hermanos y míos sean en el mismo sentido. Hago
esta referencia porque para nosotros fue muy fácil aficionarnos por
una música que para algunos melómanos es incomprensible. Muchas
veces me han hecho la pregunta: ¿de verdad te gusta esto?, cuando en
algún concierto o función de ópera se presenta alguna obra compuesta
en el siglo XX.
Esta introducción pretende explicar que mi afición por Benjamin
Britten —y el enorme placer que siento al escribir sobre él y sus
óperas— es casi natural, y como no soy experta en temas musicales,
sino simplemente una gran aficionada, voy a abordar desde esa
perspectiva —exclusivamente personal—este artículo.
por Adriana Alatriste
hacia la música, fue el menor de cuatro hermanos. Tal vez porque ella
no había podido lograrlo, su madre siempre tuvo la esperanza que
él fuera un gran músico, pues el resto de la familia, sus hermanas y
su padre, eran totalmente antimusicales. Su hermano mostró cierta
inclinación hacia la música pero su preferencia era el ragtime.
Su familia vivía en el puerto pesquero Lowestoft, una ciudad costera
de East Anglia, cuyo ambiente y sonidos marinos, que Benjamín
escuchó desde recién nacido, influyeron en muchas de sus obras. Esta
zona geográfica de Inglaterra también influyó en un cierto estado
mental, que se refleja tanto en la vida de Britten como en su obra,
circunstancia que lo liga con otros artistas y poetas de la basta región
de Suffolk, tales como los más importantes pintores del siglo XVII,
John Constable y Thomas Gainsborough, y el poeta George Crabbe.
Nació el 22 de noviembre de 1913, y fue registrado con el nombre de
Edward Benjamin Britten. Creo que dos circunstancias anunciaban
que Britten iba a ser compositor: la primera, el día de su nacimiento,
pues en esa fecha se festeja a Santa Cecilia, la patrona de los músicos;
y la segunda, su nombre: Edward, elegido por su madre en honor del
gran compositor inglés Edward Elgar; esto, a pesar de que siempre lo
llamaron por su segundo nombre, que él haría famoso.
Además de música sinfónica, conciertos, ciclos de canciones,
cuartetos, música sacra, Benjamin Britten compuso 14 óperas, algunas
de gran formato, compuestas para grandes teatros, óperas de cámara,
para ser interpretadas por pequeños ensambles musicales y reducidas
compañías itinerantes de cantantes, que se representaban en iglesias y
escuelas, y alguna, inclusive, para la televisión. Me gustaría destacar
que dos temas recurrentes en sus óperas —en cualquier formato—
son, primero, el enfrentamiento de un individuo contra una sociedad
hostil; y segundo, la pérdida de la inocencia.
Hijo de Robert Victor Britten, de profesión dentista, y Edith Rhoda
Hockley, talentosa músico amateur quien encaminó al joven Benjamin
En 1939, Britten, junto con quien sería su pareja sentimental
y profesional, Peter Pears, se traslada a Canadá, para después
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pro ópera dicha obligación gracias a que el juez del segundo tribunal era Sir
Francis Floud, cuyo hijo había sido compañero de Britten en Gresham,
la escuela preparatoria donde ambos estudiaron, y donde a Benjamin
se le consideraba de un talento musical excepcional.
Una vez salvado el obstáculo del ejército y la guerra, Britten se
sumergió en el trabajo, especialmente en la planeación de su gran
ópera: Peter Grimes. Inicialmente, Britten pensó en encargar el libreto
a Christopher Isherwood, escritor que formaba parte del grupo de W.
H. Auden, pero éste rechazó la oferta argumentando que no podía
dedicar varios meses, o aún años, en escribir un libreto cuyo tema no
le atraía. Comentario al margen, una popular novela de Isherwood,
Adiós Berlín, sirvió de base para el popular musical de Bob Fosse,
Cabaret.
En esas circunstancias, Peter Pears se abocó al libreto, pero llegó a
la conclusión que no tenía la capacidad para ello. Es posible que la
verdadera razón de la negativa tanto de Isherwood como de Pears
fuera la extraña relación que guarda Grimes con sus aprendices, no
del todo clara; ambos consideraban que era un tema escabroso, algo
así como una papa caliente. Sin duda este fue un aspecto significativo,
ya que inmediatamente después Britten encargó el libreto a un
heterosexual felizmente casado, Montagu Slater. No debería
extrañarnos, sin embargo, que una vez iniciado el trabajo, Britten
tuviera ciertas dudas sobre si Slater era el libretista indicado.
Más tarde, hubo al menos otras dos razones para que el libreto de
Grimes fuera considerado problemático: nadie parecía entender ni
los elementos humanos, ni la ambición trágica del poema de Crabbe,
y Britten no había decidido en absoluto lo que quería hacer con él.
Por otro lado, había que hacer cambios a la narrativa de Crabbe para
que la adaptación musical resultara adecuada; tenía, por ejemplo,
fragmentos para una sola voz (la de Grimes), y utilizaba un coro que
funcionaba como en una tragedia griega.
Britten, Aaron Copland y Peter Pears
establecerse en Estados Unidos. En parte, ese viaje obedecía a
intereses artísticos, pero en parte, también, porque ambos sabían de
la proximidad de la guerra, y siendo ambos pacifistas declarados,
consideraron oportuno el alejamiento de Inglaterra.
Al declarar Inglaterra la guerra contra Alemania, Britten y Pears
consultaron a las autoridades británicas sobre su situación, quienes
les aconsejaron que se quedaran en Estados Unidos en calidad de
embajadores artísticos, a pesar de que muchas voces en Inglaterra
criticaban agriamente a los artistas que se exiliaron en Norteamérica.
Durante el verano de 1941, Britten leyó un artículo del E. M. Foster,
basado en una plática que había dado inicialmente en la BBC, sobre
George Crabbe. La frase inicial —“Hablar de Crabbe es hablar
de Inglaterra”— parecía especialmente dedicada a un nostálgico
expatriado de la costa este de Inglaterra. El artículo hacía alusión
al lugar de nacimiento de Crabbe, Aldeburgh, y llevaba a cabo una
brillante descripción de sus trabajos. Citaba especialmente uno de sus
más inquietantes poemas narrativos: “Peter Grimes”, perteneciente a
The Borough. Tal fue el impacto que la lectura de este artículo hizo
en Britten, que escribió a su amiga Elizabeth Mayer que acababa
de redescubrir la poesía de George Crabbe, que toda era acerca de
Suffolk y, tan impactante, que tal vez algún día compondría una ópera
a partir de lo que acababa de leer.
Slater tuvo razón cuando sugirió que en la ópera se debían incluir
varios aldeanos, con nombres e identidades, y agregar un personaje,
la maestra, que se importó de otro poema The Borough. De igual
manera, Slater cambió el final del poema: mientras Crabbe mata
a Grimes rodeado de los aldeanos cuando es atormentado por sus
demonios internos, Slater lo convirtió en un suicida que huye en su
barco y se hunde con él. Esto tiene un efecto positivo en la trama,
pues reafirma el papel del mar como personaje. Finalmente, el libreto
se concluyó y Britten se abocó a la partitura.
Peter Grimes fue comisionada por Sergéi Koussevitzky, entonces
director de la Sinfónica de Boston, y lo lógico hubiera sido que la
ópera se estrenara en el Berkshire Music Festival en Tanglewood,
Massachusetts, en el verano de 1944. Esta circunstancia hizo que
Britten considerara que el papel principal debería ser cantado por un
barítono: estaba seguro de que Peter Pears no podría o querría viajar
de nuevo a Estados Unidos en tiempos de guerra. El Festival quedó
suspendido mientras durara la guerra, y Koussevitzky generosamente
permitió que la premier se llevara a cabo en Inglaterra. Britten,
sin embargo, ya había decidido que un tenor interpretaría el rol
de Grimes, y claro, ese tenor era Peter Pears, quien había ganado
experiencia operística viajando con la compañía Sadler’s Wells. En
vez de componer una ópera para Koussevitzky, Britten compuso una
ópera para Peter Pears. Fue el principio de una intensa colaboración,
en la cual el compositor escribía específicamente para un artista que
también era su amante.
Finalmente, en 1942 decide regresar a Inglaterra a pesar de los
problemas que enfrentaría: primero, cruzar el Atlántico, donde
muchos barcos eran hundidos por los submarinos enemigos; y,
segundo, aunque se había declarado pacifista, sabía que debería
enlistarse en el ejército, de lo contrario iría a la cárcel. Mar, prisión o
muerte, parecía el argumento de una de sus futuras óperas: Billy Budd.
Peter Grimes se estrenó en el Teatro Sadler’s Wells de Londres y,
finalizada la primera función, la reacción del público fue de absoluto
silencio, rompiendo al instante en una gran ovación. Curiosamente,
lo mismo ocurrió en muchos estrenos posteriores de Britten. El
comentario de uno de los participantes esa noche fue: “Cuando la
cortina bajó, imaginaba algo similar —ese silencio me pareció una
eternidad, aunque debieron ser 30 segundos—; no había ni un sonido,
absolutamente nada, pero entonces el público prorrumpió en aplausos,
que siguieron y siguieron, creo que fueron 14 veces que el telón se
levantó”. Peter Grimes está considerada una de las mejores óperas del
siglo XX, e inclusive la mejor ópera inglesa desde Dido and Aeneas
de Henry Purcell.
En la primera audiencia que tuvo, el tribunal decidió que él debería
quedar registrado con la obligación de ser llamado al servicio, pero
empleado en tareas fuera del combate. Sin embargo, al presentar la
apelación a este fallo, afortunadamente se le otorgó la excepción de
Poco después del estreno de Peter Grimes, Britten inició la
composición de una ópera de cámara que no requiriera ni de una gran
orquesta ni de un coro. Desde 1944, Eric Crozier le había dado una
copia del drama de André Obey, Le viol de Lucrèce (La violación
pro ópera
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Uno de los logros más importantes de Britten, junto con Peter Pears
y Eric Crozier, fue la creación del Festival de Aldeburgh, cuya
motivación inicial respondía a una pregunta: “¿Por qué no hacer
nuestro propio festival? Un modesto festival con algunos conciertos
tocados por amigos.” Esta idea inmediatamente evolucionó para
que, además de eventos musicales, hubiera lecturas de poesía, teatro,
literatura, conferencias y exposiciones de arte. El primer festival se
llevó a cabo en 1948, y desde esa fecha ha venido celebrándose en
el mes de junio. Britten no quiso que el festival llevara su nombre,
para que éste no estuviera ligado a un compositor, como sucede
con Salzburgo o Bayreuth. Una característica de este festival es su
eclecticismo musical, ya que se presentan obras musicales desde los
clásicos hasta los músicos contemporáneos.
La primera ópera que escuché de Britten fue Billy Budd, su opus
50, y con ella creció mi gusto y admiración por Britten. Me gustó
el tratamiento que da al aspecto ingenuo del protagonista, además
de contar únicamente con voces masculinas, lo cual resulta un
atrevimiento. Basada en la última novela de Herman Melville (autor
de la mejor novela estadounidense, Moby Dick), en Billy Budd cuenta
la historia de un muchacho ingenuo y lleno de buenos propósitos
que se enfrenta al clima opresivo y agobiante de una tripulación
hostil. Billy es tal vez una alegoría del carácter cerrado, enigmático
e inhumano que el mundo tenía para Melville. Durante los años de
la guerra que Britten y Pears vivieron en Estados Unidos fueron
considerados como cobardes por el British Establishment, y ese
sentimiento de rechazo seguramente vinculó a Britten con la historia
de Billy Budd.
Britten y Pears
de Lucrecia), para ver si el tema le interesaba para una ópera. En
esta ocasión, para la elaboración del libreto trabajó con el poeta
Ronald Duncan, quien también conocía la obra y a quien Britten le
había musicalizado su “mascarada poética” This Way to the Tomb.
El plan original era componer una ópera para la “nueva compañía de
ópera”, y presentarla en Dartington, donde Imogen Holst (la única
hija de Gustav Holst, compositor de Los planetas) era la directora
musical. Cuando este proyecto se encontró en dificultades financieras,
se acordó con el dueño de Glyndebourne, John Christie, y con el
entonces gerente general, Rudolf Bing, que The Rape of Lucretia se
estrenaría en la reinauguración de su casa de ópera, el 12 de julio de
1946. Eric Crozier sería el productor y John Piper el diseñador.
Como la ópera tendría varias representaciones en forma consecutiva
en Glyndebourne, e inmediatamente después saldría de gira —para
un total de 83 representaciones— se planeó que dos elencos hicieran
las funciones. El primero incluía a Kathleen Ferrier (Lucretia) y
Otakar Klaus (Tarquinius), con Peter Pears y Joan Cross como el Coro
Masculino y el Femenino. En este caso, el coro se compone de sólo un
cantante de cada sexo, quienes comentan sobre la acción de la ópera
en una dimensión y tiempo diferentes. El segundo elenco lo componía
Nancy Evans (Lucretia), Frank Rogier (Tarquinius) y Aksel Schiotz y
Flora Nielsen como los coros.
Lucretia es un amasijo de paradojas, pero la partitura es sutilmente
más matizada que en Grimes —los colores de las maderas, por
ejemplo, son mucho más seductores— y la mayoría de los críticos
coinciden en que, con ésta, Britten reinventó la ópera de cámara.
Sin embargo, la obra tiene sus defectos, en su mayoría atribuibles a
Duncan, pues su libreto es demasiado literario y estático, un aspecto
que se acentúa por la decisión de haber incorporar las dos figuras
narrativas del drama de Obey, el Coro Masculino y Coro Femenino,
agravado por un epílogo cristiano fuera del tiempo en que se
desarrolla la ópera (casi 500 años antes del nacimiento de Cristo). Sin
embargo, el Coro Masculino resuelve finamente el problema de dar
un papel a Pears, el cual no lo presenta como un heterosexual romano;
pero el peligro es que podamos detectar en esto cómo Britten se hizo
a un lado de la acción. Sentimos que el corazón de Britten no está en
Lucretia como lo estuvo en Grimes y, sin embargo, al tomar distancia
de la acción, le permitió dar mayor fluidez de su música.
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Como en la mayoría de sus óperas, el libreto causó varios problemas
a Britten. En esta ocasión seleccionó a dos escritores para escribir el
libreto: E. M. Forster, cuya novela más conocida es Pasaje a la India,
y Eric Crozier. Britten tuvo problemas con Forster, quien criticaba
la música que Britten componía para la ópera. Un cometario que
Forster hizo a uno de sus amigos lo consternó y enfureció de manera
particular: “Él (Britten) ha compuesto música contrapuntística, sin
duda, original y excelente desde el punto de vista del músico, pero
totalmente contrario al mío.” Crozier, por su parte, ayudó para que
el libreto llegara a buen puerto y fuera dramáticamente soberbio y
perfectamente estructurado. Mientras Grimes adolece de un sentido de
resolución y Lucretia gira hacia una moral cristiana fuera de contexto,
en Budd, el prólogo y epílogo proporcionan una estructura totalmente
satisfactoria.
Una diferencia del libreto con la novela es que Edward Fairfax Vere,
el capitán del buque real el Indomable, es herido y muere al final
del viaje del Indomable en la novela; en contraste, en el libreto vive
hasta una edad avanzada, lo que permite crear el marco del prólogo
y epílogo a la ópera. El papel del Capitán Vere se compuso para la
voz de tenor, por supuesto para Peter Pears, mientras que el de Billy
Budd fue para la tesitura de barítono y, que a pesar de la creencia
general en la ópera, era joven y atractivo. Aunque inicialmente Britten
pensó en Geraint Evans para este papel, se le asignó finalmente al
barítono californiano Theodor Uppman, porque uno de los miembros
de Covent Garden lo describió como “muy rubio y de cabello
rizado”. Comentaba, además, que Uppman estuvo trabajado durante
el verano a la intemperie, cargando barriles de aceite, descamisado,
lo que le había proporcionado una buena musculatura y un excelente
bronceado, además de que obviamente cantaba muy bien. Al
seleccionarlo, sin conexión consigo mismo, ni con Aldeburgh, ni
Inglaterra, Britten refutó a sus detractores que lo acusaban de utilizar
únicamente miembros de su propio clan.
Billy Budd se estrenó el 1 de diciembre de 1951 en su versión original
de cuatro actos, bajo la dirección del propio Britten. La ópera tuvo
un gran éxito, tanto de público como de crítica. No tengo la menor
duda: la mejor celebración que podemos hacer por los cien años
del nacimiento de Benjamin Britten es escuchar su música y que se
cumpla su deseo de que su música fuera tocada y escuchada por la
mayor cantidad de gente. o
Fuentes:
Powell, Neil, Benjamin Britten A Life for Music (2013)
Palmer, Tony, A Time There Was… (2006)
Cartas de: Benjamin Britten, Eric Crozier, E. M. Forster y
Peter Pears
pro ópera 
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