reflexiones en torno a los preludios de chopin

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REFLEXIONES EN TORNO A LOS
PRELUDIOS DE CHOPIN
AUTORA: Mª DOLORES ARINERO CARREÑO
INTRODUCCIÓN
Tras la lectura de la crónica realizada por Franz Liszt, publicada en la Gazette
musicale del 2 de Mayo de 1841, de uno de los poquísimos conciertos dados en
público por Chopin en París, sentí la necesidad de buscar otros textos de autores
diversos que plasmasen ideas diferentes y distantes partiendo de un mismo fenómeno:
los preludios de Chopin. Aquí reproduzco fragmentos de algunos de ellos para realizar
un estudio comparativo que puede enriquecer nuestra visión de la obra.
Creo que realizar un trabajo de este tipo, antes de disponerse al estudio de
cualquier obra, puede ayudar a entender mucho mejor la diversidad de la misma y ser
consciente de que cada interpretación será diferente a cualquier otra y además
enriquecerá la obra dotándola de nuevos significados.
REFLEXIONES
“Los Preludios de Chopin son composiciones de un género completamente
particular. No son solamente, como el título podría hacer pensar, piezas destinadas a
ser tocadas como introducción a otras piezas; son preludios poéticos, análogos a los
de un gran poeta contemporáneo, que arrullan el alma en sueños dorados y la elevan
hasta las regiones ideales. Admirables por su diversidad, por el trabajo y la sabiduría
que allí se despliegan, pueden ser apreciados sólo después de un examen
escrupuloso. Todo parece espontáneo, inspirado, de logro inmediato. Tienen el porte
libre y grandioso que caracteriza a las obras del genio”.1
1
Fragmento de la crónica de Franz Liszt, publicada en la Gazette musicale del 2 de Mayo de
1841.
1
Franz Liszt
A pesar de la brevedad de este texto, me seduce la visión de Liszt de los
preludios de Chopin y la significación de que los dota ya que me transporta al sentir
romántico.
Considero necesario hacer referencia a tres aspectos importantes que ayudarán
en la contextualización de esta breve crítica de Liszt además de hacer referencia a la
crónica donde está incluido: uno sería que tanto la vida como la obra de Chopin estuvo
marcada por la enfermedad: otro aspecto importante será recordar el espíritu del
Romanticismo; y por último, hacer referencia a otros textos de la época, y sobre todo a
los de su amada Amandine- Lucie- Aurore Dupin, que se esconde bajo el seudónimo
George Sand.
En esta crónica de Franz Liszt se hace referencia a lo particular que resultaba su
personalidad; y cómo, a pesar de lo poco que se prodigaba en público, ocuparía un
puesto especial en el panorama musical europeo. Liszt atribuye a Chopin, de una
manera algo forzada, una vinculación con la literatura y dota a sus obras de una
significación bastante alejada de las pretensiones del autor. Liszt habla de
“pensamientos nuevos a los que ha sabido darles forma nueva”, y aquí más refleja su
concepción estética, atrapada totalmente por el espíritu romántico, que la concepción
de Chopin, que se alejaba de supuestos filosóficos o literarios basando sus
composiciones en pura experimentación sonora, aunque, de alguna manera, es
inevitable que se produzcan analogías inconscientes.
Antes de adentrarme en el comentario del texto haré referencia a los motivos que
llevaron a Chopin y su amada a Mallorca y de cómo discurrió en la isla su existencia,
algo que marcará estas composiciones. Y después comentaré las referencias al
espíritu romántico que muestra Liszt en su crónica y otros autores de la época.
La fragmentación que se produce de Polonia en tres estados con tendencias
autocráticas, Rusia, Prusia y Austria y la culminación en una revuelta en 1830-31
motivaría la salida de Chopin de su Polonia natal y su decisión de propagar la
desgraciada suerte de su patria en los salones parisienses, uno de los lugares más
adecuados para este tipo de acción. París era el centro del mundo cultural del
momento, y será allí donde Chopin coexistió con Franz Liszt, quien sería más tarde
uno de sus biógrafos más destacados. En el resto de Europa el gran descubridor de la
música de Chopin fue Schumman, quien la difundió en sus publicaciones, dándola a
conocer y propagándola en Alemania.
La salud de Chopin fue siempre frágil. Ya en su pubertad había tenido que
internarse en varias ocasiones en un sanatorio, y aunque su vida no parecía estar en
peligro, su fortaleza fue siempre escasa. La vida de París, eminentemente urbana,
influyó negativamente en su salud, y la tuberculosis, la enfermedad por excelencia de
la era romántica, se cebó en su frágil sistema respiratorio.
La relación del autor con la escritora Aurore Dupin, desembocó en uno de los
más curiosos proyectos de salud que se hayan descrito en la historia de la música: el
célebre viaje a Mallorca, en el invierno de 1838. El viaje sería resultado de varios
factores: George buscaba un lugar para curar las crisis reumáticas de su hijo Maurice;
además, un médico había recomendado a Frédéric un clima tranquilo y soleado. Pero
la elección no pudo ser peor: en invierno, el clima de la isla no era mucho mejor que el
de París (fue de los inviernos más lluviosos que se recuerdan) y las incomodidades
2
mucho más acusadas. La estancia de Chopin en Valldemosa tuvo pocos momentos
gratos, y la extravagancia de George Sand en una Mallorca recatada y poco habituada
a tratar con personajes de ese estilo provocaron una hostilidad ambiental que amargó
la estancia del compositor y de todos sus acompañantes.
Vivían en un convento, húmedo en verano y, por supuesto, mucho más en
invierno. Para Chopin, sobre todo, el convento donde los pequeños gritaban felices,
sucios y mojados, era un lugar espectral:
“En esa atmósfera creó sus mejores piezas
breves, a las que denominaba modestamente
preludios, y que son auténticas obras maestras.
Algunos parecen escritos durante la tremenda
visión de un cortejo de monjes muertos mucho
tiempo antes intentando entonar un canto fúnebre.
Otros son melancólicos y dulces (...)”2
Se requería todo el romanticismo fantástico y salvaje de George Sand para
captar en Mallorca, a pesar de tantos peligros y adversidades, la magia de ese lugar,
el reto entre el ruido del mar y el estruendo del viento quebrado por el grito de las
gaviotas o los troncos retorcidos y espectrales de los olivos, doblados por los años
bajo las nubes grávidas de lluvia:
“... Paseando por la noche siempre se tiene que
recordar que son árboles, puesto que de dar crédito
a los ojos y rienda suelta a la imaginación puede
arrebatarte el terror de creer que se trata de
monstruos extraordinarios.”
Se puede apreciar el cambio brutal del espíritu de Chopin desde su llegada a la
isla de Palma de Mayorca leyendo palabras escritas por él a Julián Fontana3:
“ Aquí me tienes en Palma, entre palmeras, cedros,
cactus, olivos, áloes, limoneros, naranjos, higueras,
granados. Todo lo que el Jardín Botánico posee en
sus invernaderos. El cielo es color turquesa, el mar
azul, las montañas de esmeralda y el clima
paradisíaco. Sol durante todo el día; las gentes van
vestidas como en verano, hace calor, y, durante la
noche, se oyen sonidos de guitarras y voces que
cantan, horas y horas. Grandes balcones y
emparrados, arquitectura árabe, reflejos de África
por todas partes. ¡En una palabra, una vida
encantadora!...junto a tantas bellezas me siento
mejor…”4
2
George Sand: Un invierno en Mallorca (Palma de Mallorca: José J. de Olañeta, 2000).
3
Pianista, compositor y gran amigo y editor de la obra Chopin.
Fragmento de una carta escrita por Chopin el 15 de noviembre de 1838 a Julián Fontana y
que recoge Andrés Ruiz Tarazona en su libro Federico Chopin: un clásico del sentimiento
editado por Real Musical (Madrid, 1975).
4
3
Pero esa mejoría que Chopin esperaba obtener no se produciría pues el tiempo
se tornó frío y húmedo. El sueño de Chopin se desvanecía; para él era importante que
hubiera sol durante todo el día y que la tranquilidad sólo la rompieran el canto y el
rasgueo de alguna guitarra de los isleños. Chopin quedó impresionado con “el mar de
color azul, las montañas de esmeralda y el cielo de turquesa” y concluyó que era “¡Una
vida admirable!”. Tenía sueños terroríficos y su tos empeoraba. No obstante, la música
que componía era sencillamente divina.
Como ejemplo de la diferencia de interpretación entre receptores y compositor
y la lejanía entre sus valoraciones estéticas y juicios de valor, serviría la reflexión de
George Sand al escuchar el Preludio nº 6 que creyó oír en él la repetida caída de
gotas de agua en un día de lluvia y así lo escribió:
“.......En el preludio que compuso aquella noche,
se oyen las gotas de lluvia que golpeaban el tejado,
transformadas en lágrimas que caían desde el cielo
sobre su corazón”5
Cuando Chopin lo leyó se sintió muy molesto por esta interpretación tan banal
dada por George; realmente el preludio refleja una melancolía profunda y un
abatimiento sin límite, fiel reflejo del estado de ánimo del compositor.
Chopin adoptará una actitud negativa hacia algunas formas nacidas en su época,
aquellas que consideran que la música debe comunicar a los oyentes algo más que lo
que ella en sí significa, que trasciendan el sonido. Chopin rechazaba así la opinión de
Liszt y demostraba una increíble hostilidad en ese sentido hacia la producción
pianística de Schumann, artista al que, sin embargo, admiraba sin reservas. Jamás en
su vida se alejó Chopin de estos principios, y ningún título de sus composiciones
contiene la más mínima alusión a un tema concreto o a un programa, sino sólo a la
forma musical adoptada, siendo sus límites extremos los títulos de Balada, Barcarola,
Berceuse y Fantasía.
El contenido de estos preludios, en conexión con la estancia de Chopin en
Mallorca, es el fruto de compendios y conjeturas poéticas de George Sand, aunque
Liszt y los comentaristas de Chopin lo explicasen de manera y de forma distinta. Por
voluntad explícita y convicción del compositor, el contenido de su música queda
encerrado en la forma sonata, que sorprende la fantasía del oyente con impulsos
emocionales más fuertes y variados que los de muchas obras de la denominada
“música programada”. Parece que su valoración no debe ir más allá de términos
puramente musicales. No se interesaba en trasladar ideas poéticas o filosóficas a sus
composiciones, sino que más bien ponía el acento en la funcionalidad de la música, en
la actividad instrumental. Y si no se nutrió, como tantos otros románticos, de la poesía,
la filosofía o la pintura, fue precisamente porque prefirió construir un universo personal
de sonidos con significado propio, antes que traducir a música otras artes. Donde sí
podrá ser considerado un verdadero artista romántico es en el marco de su anhelo
patriótico.
Cuando Liszt comenta en la crónica, con respecto a los preludios:
“..... son preludios poéticos, análogos a los de
un gran poeta contemporáneo, que arrullan el alma
5
George Sand: Un invierno en Mallorca (Palma de Mallorca: José J. de Olañeta, 2000).
4
en sueños dorados y la elevan hasta las regiones
ideales”
establece una analogía entre los preludios de Chopin y la poesía de Lamartine
intitulada les Préludes. Esto es algo más propio de la concepción de Liszt y lejos de las
intenciones de Chopin. Y si Liszt, aun siendo consciente de las convicciones de
Chopin, establece esa analogía entre estos dos autores no es sino muestra de su
admiración por ambos y cómo siente al escuchar los Preludios los rasgos propios del
romanticismo que igualmente podía apreciar en la poesía de Lamartine: elegancia y
refinamiento en la expresión de emociones y sentimientos, ambiente teñido de
melancolía y brillantes descripciones de la naturaleza como reflejo del estado de
ánimo del poeta. Algo que, como sabemos, no está nada lejos de la situación que vivió
Chopin durante la composición de estos Preludios.
El ciclo de los Preludios contiene veinticuatro composiciones muy breves, como
pequeños poemas musicales vinculados entre sí por una unidad cíclica: es el
“Clavicémbalo bien templado” de Chopin (en doce tonalidades mayores y doce
menores, en la espiral ascendente de las quintas), nacido en los años 1836-39, y
sobre todo en el invierno de 1838-39, durante su estancia en Mallorca con la
esperanza de restablecerse de sus dolencias. Por ello, los Preludios son, en algún
sentido, el reflejo de estas esperanzas, pero transmiten también nuevas angustias y
nuevas dudas. Schumann los define del siguiente modo:
“son borradores, principios de estudios, es
decir, ruinas, alas de águila, una variedad salvaje.
Pero cada pieza, escrita con una fina y aperlada
mano muestra: “Chopin lo escribió””
En realidad, la verdadera grandeza y la novedad de esta creación chopiniana,
residen, por el contrario, en el hecho de que no se trata propiamente de apuntes o
fragmentos, sino más bien de manifestaciones completas, definidas; reveladoras, en
su brevedad, de su carácter cristalino. En cada pieza el autor desarrolla una idea
concreta, un cuadro concreto, una impresión concreta. Pero, como ya comenté antes,
las analogías inconscientes funcionan. Madame Dupin juzgó las páginas inmortales de
su enamorado en la “Histoire de ma vie”6, hablando de “risas de niños bajo la ventana”
y de “son lejano de las guitarras” con lo que España se convierte en real fuente de
inspiración.
Sustrayéndose a los encantos “poéticos” del romanticismo, la música de Chopin,
con su esencialidad, que extrae sus propias razones de la vida misma del sonido, la
fuerza de sugestión intrínseca al mismo, y capaz de despertar las correspondencias
más soterradas, nos aparece como la traducción más natural y espontánea del
“absoluto” romántico. Y propone, como dice Benedetto7, bastante antes de que
empiecen a definirse las poéticas del simbolismo, una “concepción ornamental de la
música”, y al igual que Mallarmé decía que la poesía debía estar hecha de palabras y
no de ideas, Chopin basaba sus composiciones en sonidos exclusivamente y no en
intenciones o motivaciones poéticas.
6
George Sand: Historia de mi vida (Barcelona: Parsifal Ediciones, 1990).
7
Renato Di Benedetto: El siglo XIX. Primera parte. Historia de la Música, Vol 8. Editorial Turner
Musica. Madrid 1987.
5
Como quiso transmitirnos André Gide8 aproximando su músico predilecto,
Chopin, a Baudelaire, escribiría:
“Ambos poseen el mismo deseo de perfección,
el mismo terror a la retórica, a la declamación, al
desarrollo oratorio, pero, sobre todo, querría decir,
observo en los dos el mismo modo de utilizar la
“sorpresa”, y las extraordinarias síntesis que la
producen”.
La pasión que le inspiraba Chopin le llevó en alguna ocasión a dictar opiniones
sangrientas acerca de otros compositores. Como estudioso de la música de Chopin
tenía ideas muy claras de cómo debía ser la interpretación de su obra y en su Diario
se puede leer que quería la música de éste compositor dicha “a media voz, sin
ninguna brillantez”, porque, como asegura en otra página “Chopin propone, supone,
insinúa, persuade, pero casi nunca afirma”.9
Charles Baudelaire10 definió mejor que nadie el arte de este gran compositor:
“Esta música ligera y apasionada se parece a
un brillante pájaro que sobrevuela los horrores del
abismo”
Como ejemplo del reflejo de los sentimientos de Chopin en sus Preludios, nada
resultaría más claro que el comentario de la persona más cercana a él en esos
momentos, y conocedora de todo su drama, George Sand:
“Al volver de nuestros paseos, Chopin tocaba
para nosotros las cosas sublimes o, mejor dicho,
las
terribles
ideas
y
las
desgarradoras
alucinaciones que le dominaban”
Entiendo que la crónica escrita por Liszt no está hablando de las intenciones
del autor, ni realizando un análisis de sus Preludios como entendido, sino simplemente
exponiendo su visión y sus sensaciones como un exquisito receptor y admirador de su
obra.
BIBLIOGRAFÍA
Benedetto, R. (1987). El siglo XIX. Primera parte. Historia de la Música, Vol 8. Madrid:
Editorial Turner Musica.
8
André Gide (1869-1951) fue uno de los grandes novelistas franceses de la primera mitad del
siglo XX cuya novela Los alimentos terrenales lo convierte en un escritor fundamental. Poseía
gran formación musical y se confesaba gran admirador de Chopin amante de su música.
9
Se pueden leer más reflexiones de André Gide sobre la música de Chopin en las Notas sobre
Chopin, que publicó en la Revue Musicale de diciembre de 1931.
10
Poeta y crítico de arte y admirador de la música de Chopin.
6
Grove Music (2005).Voz Frédéric Chopin. Oxford University Press.
Revistas
Alier, Roger. (1995). El espíritu del Romanticismo. Documento de la Revista Amadeus
Nº 33. Ed. RBA Revistas. Septiembre.
Raddatz, Fritz J. (1995). George Sand, compañera y amante de Chopin, una figura
rodeada por el escándalo amoroso y la extravagancia. Águila, paloma y ruiseñor.
Documento de la Revista Amadeus Nº 33. Ed. RBA Revistas. Septiembre.
Documentos JSTOR
Belotti, Gastone. (Jul., 1966). Three Unpublished Letters by George Sand and Their
Contribution to Chopin Scholarship. The Musical Quarterly > Vol. 52, No. 3 (pp. 283303)
Cooke, Charles. (Winter, 1965). Chopin and Liszt with a Ghostly Twist. Notes > 2nd
Ser., Vol. 22, No. 2 (pp. 855-861).
Waters, Edward N. (Apr., 1961). Chopin by Liszt. The Musical Quarterly > Vol. 47, No.
2, (pp. 170-194).
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