THADDÉE MATURA EL RADICALISMO EVANGÉLICO Y LA VIDA RELIGIOSA Le radicalisme évangélique et la vie religieuse, Nouvelle Revue Théologique, 113 (1981) 175-186 Si analizamos atentamente los textos evangélicos, ¿qué relación encontramos entre los textos evangélicos considerados como radicales y la vida religiosa, tal como ésta se concibe y vive en la actualidad? PREÁMBULOS Exegético 1. La Biblia no conoce la "vida religiosa": ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento conocen la existencia de una categoría particular de creyentes a quienes estarían reservadas unas exigencias éticas particulares que les convertirían en un grupo, a parte, de "perfectos". Las exigencias éticas de Jesús, generales y particulares, van dirigidas a todos los creyentes (lo que Jesús exigió de un modo particular a sus discípulos, los evangelistas lo proponen como una exigencia siempre actual para todos los creyentes). El N.T. no conoce dos caminos de perfección, como no conoce la distinción, si exceptuamos el celibato, entre los preceptos y los consejos. 2. El radicalismo no es el todo del evangelio. El radicalismo -el aspecto duro, punzante de las exigencias de Jesús- debe ser situado en el conjunto de su mensaje, que es don, gracia, benevolencia divina, vida nueva... Además, hay otras exigencias más fuertes: la metanoia, la fe en Jesús, la escucha de la palabra, la vigilancia incesante, el amor de Dios y del prójimo... Debemos evitar que hipnotizados por unas exigencias olvidemos sus presupuestos: el amor misericordioso de Dios para todo hombre, la salvación por la sola gracia, el don de la vida nueva por el Espíritu. 3. El radicalismo es más amplio que la concepción coste de la vida religiosa. La tríada pobreza-castidad-obediencia no debe ser eliminada. Pero debe ser situada de otra manera, pues no puede estructurar, como elemento principal, un género de vida cristiana cuyo eje no puede ser otro que la fe en Jesús y el amor al hermano. La búsqueda de Dios, la oración, la comunidad con sus exigencias de amor mutuo, el servicio al prójimo son más importantes que la castidad y la obediencia. Y a propósito de la exigencia no sólo de poner en común los bienes, sino también de compartirlos con los pobres, ¿la mayoría de los grupos religiosos no deberían ponerse algunas preguntas graves por fidelidad al evangelio? Histórico Se sabe que el monaquismo antiguo estaba muy marcado por rasgos que no eran propios del evangelio (o, al menos, no ocupaban en él un lugar central): ascetismo, huida del mundo, etc. Pero el monje cristiano sabía que la salvación le venía de la gratuidad pura de Dios que salva al pecador. Por esto resulta importante verificar qué parte el evangelio THADDÉE MATURA y sus exigencias radicales ocupan en los textos monásticos antiguos. En ellos constatamos lo siguiente: 1. De hecho, todas las grandes familias religiosas han nacido en un clima de radicalismo evangélico: quieren, como lo prueban p. Ej. las reglas de S. Basilio, S. Benito y S. Francisco, aceptar hasta las últimas consecuencias el evangelio de Jesús, vivir consecuentemente la vocación cristiana. 2. Un aná lisis sumario de los textos muestra que una buena parte de las consignas radicales del evangelio ha sido asumida en las reglas fundacionales. 3. La comparación entre dichas reglas y los textos radicales del evangelio mostraría cómo estos han inspirado y guiado sus opciones y se podría verificar en qué medida y sentido el radicalismo es la norma de la vida religiosa. Interpretativo 1. Los textos fundacionales no proponen jamás una teoría, una interpretación de la vida que describen. Los fundadores no intentan comparar esta vida con otras ni se preguntan si está reservada a una categoría especial de creyentes o si todos están llamados a ella. 2. Cuando más tarde se intentó sistematizar teológicamente el hecho de la vida religiosa, la reflexión se orientó en dos direcciones: a) una corriente, que se remonta hasta Eusebio, Jerónimo y Casiano y está representada hoy por el monaquismo oriental ortodoxo, subraya que la vida religiosa se identifica con la vida cristiana integral: ser monje significa, entonces, tomarse en serio, individual y comunitariamente, todo el evangelio, teniendo como centro de la propia existencia la escucha de la Palabra, la entrega incondicional a Cristo, la celebración de la oración, el amor mutuo creador de una comunidad de acogida, de perdón y en la que se comparte lo espiritual y lo material; en este sentido es un recuerdo radical de la vocación común a todo cristiano. b) Otra corriente que, parece, fue inaugurada por Orígenes y fue sistematizada en la época escolástica, tiene como punto central la distinción entre los preceptos y los consejos: los primeros obligan a todos los cristianos, los segundos (concretados sobre todo en la pobreza, castidad y obediencia) ofrecen el modo de conseguir una perfección mayor. Esta concepción que presupone la existencia de dos categorías de cristianos, no concuerda con los resultados de la exégesis. Por un lado, reduce sin razón el radicalismo evangélico y, por otro, monopoliza el radicalismo evangélico en provecho de una clase, la de los religiosos, de modo que la vía de los cristianos no religiosos sería menos perfecta, menos segura. EL RADICALISMO ESTÁ EN EL CORAZÓN DE LA VIDA RELIGIOSA Intentaré, ahora, poner en relación de una manera positiva el radicalismo evangélico y la vida religiosa utilizando un esquema de cuatro polos del radicalismo: THADDÉE MATURA 1. El radicalismo fundamental es el del seguimiento de Jesús, el de la primacía absoluta que debe tener la persona de Jesús en las opciones y en la vida del discípulo. Es el lazo de fe y de amor establecido entre Jesús y el creyente lo que permite y justifica todas las exigencias: Jesús es preferido absolutamente a todo. Aquí se sitúa el centro de la vida cristiana y, por lo tanto, el de la vida religiosa. Esto parece obvio, pero ¿la vida religiosa ha considerado siempre que su centro es éste? 2. El radicalismo del amor al hermano es otro polo importante. El religioso no hace voto de creer a Cristo y de amarlo; tampoco lo hace de amar al prójimo como a sí mismo y, sin embargo, el amor paciente, misericordioso, que excluye el juicio, que practica el perdón una y otra vez, que soporta la violencia, que llega hasta el amor a los enemigos es ciertamente el signo distintivo del discípulo de Jesús. Las exigencias de la comunidad, del compartir, de la autoridad como servicio humilde de amor se originan aquí y encuentran aquí su sentido. La obediencia -a falta de un fundamento escriturístico directo- debería pasar por el concepto de comunidad y por sus estructuras para encontrar su justificación evangélica. Y así las fuertes palabras del evangelio sobre la autoridad como servicio, sobre la exclusión de poder, de títulos y de preeminencias -raramente utilizadas en la reflexión sobre la obediencia- serían mejor conocidas y mejor aplicadas. El mismo celibato, como libertad, disponibilidad, posibilidad de compartir, no encuentra su plena significación si no es vivido en el interior de este espacio. 3. El radicalismo del compartir está más relacionado con el mandamiento del amor que con la exigencia de un desprendimiento ascético: la palabra "dar", "distribuir" es más importante que la de "renunciar". La finalidad esencial es, en definitiva, la igualdad de todos y la perfecta comunidad. En cambio, buscar la riqueza y usarla de modo egoísta aparece como un mal y un peligro ante el que el discípulo debe estar alerta. 4. Para nuestro propósito el punto capital es el llamado "radicalismo de la nopretensión". Para el religioso, este tipo de radicalismo y las palabras que se refieren a él (bienaventuranzas, los dichos sobre la dificultad de la empresa, etc.) deben convertirse en un aguijón que empuje siempre hacia adelante y evite toda instalación, excluyendo para siempre toda pretensión y todo dominio sobre Dios: la salvación por las obras. CONCLUSIÓN Aunque los religiosos no tengan la exclusividad del radicalismo, deben referirse a él y releer su vida a su luz. Esta lectura hará que algunas concepciones corrientes -y mal fundadas- se tambaleen, pero ello redundará en provecho de la vida religiosa, pues a partir de esta luz podrán apercibirse otras perspectivas más justas y más cercanas al evangelio (y, también, a las intenciones de los grandes fundadores, cuyo objetivo primario fue, precisamente, el de vivir en su totalidad y según su propia estructura el santo evangelio de Jesús). Tradujo y extractó: MIQUEL SUNYOL