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NUESTRA INSPIRACIÓN
¿Por qué ROWAN?
Durante la guerra de España y Estados Unidos en 1898, García, General
Cubano, fue cercado con sus tropas en la isla de Cuba.
García se vio obligado a ocultarse en las profundidades de la jungla. Nadie
conocía su paradero. No tenía contacto alguno con el mundo exterior. Ninguna
carta, ningún telegrama podía llegar hasta él. Pero Mac Kinley, entonces
Presidente de los Estados Unidos, tenía que ponerse, sin falta, rápidamente en
contacto con García. ¿Qué se podía hacer? Un colaborador del Presidente
formuló una acertada sugerencia: "conozco a un hombre que sabrá encontrar a
García. Se llama Rowan".
El Presidente hizo venir al tal Rowan y le entregó una carta, diciéndole:
"entregue este escrito al General García y tráigame su respuesta" Rowan
contestó: "!Sí señor Presidente, se hará!".
Cómo Rowan envolvió el mensaje en un paño de seda y se lo lió al pecho;
cómo desembarcó en la costa cubana tras cuatro días de viaje en un bote
descubierto, de noche, con niebla y cómo
desapareció en la jungla; cómo cumplió su misión
después de una marcha de tres semanas a través
de territorio enemigo, son circunstancias en cuyos
detalles no necesitamos entrar aquí.
Para nosotros lo importante es lo que dijo Rowan
al hacerse cargo de la carta; "Si señor Presidente,
se hará". Eso fue todo. No hizo preguntas inútiles
"Dónde está García?" "¿Cómo voy a la isla de
Cuba?", "¿Tengo que alquilar una barca o
comprarla?", "¿Cómo hay que proceder cuando se
busca a un hombre en la jungla y éste cuida que
nadie sepa donde se encuentra?", "¿Cómo
atravesar las líneas enemigas sin que
me atrapen?", "¿De dónde obtengo
dinero para pagar el viaje?". Mac
Kinley encargó a Rowan una misión y
dejó en sus manos hallar respuestas
a las cuestiones que surgirían, pues
sabía ciertamente que él mismo no
podría prever todas las situaciones
con las que Rowan se habría de
enfrentar.
Esta historia que puede parecer normal y poco extraordinaria, fue publicada y
comentada ampliamente en Marzo de 1899, por el "Philistine Magazzine".
Desde entonces el artículo ha sido traducido a casi todas las lenguas del
mundo. Hasta hoy se han impreso más de cuarenta millones de ejemplares del
"Mensaje para García". Pero dejemos la palabra al autor del artículo en el
"Philistine Magazine":
En todo este asunto cubano hay un hombre que se alza en el horizonte de mi
memoria como Marte en el Perihelio. En verdad, la figura de ese hombre
debería esculpirse en piedra, fundirse en bronce y levantarse como
monumento en cada universidad, en cada centro educativo del país. Nuestros
jóvenes no necesitan ciencia libresca, ni enseñanza de todas las asignaturas
escolares posibles. Lo que necesitan es acero en la espina dorsal, medula en
los huesos, esa fuerza de carácter que les permita ser fieles a su deber, que
les capacite para concentrar sus fuerzas, para actuar, para abordar un asunto…
para llevar "Un mensaje a García" ¡ Y si el general García está muerto, todavía
sigue habiendo Garcías a quienes entregar un mensaje!
Quien se esfuerce hoy por llevar a cabo una empresa cualquiera y quien
necesite para ello muchas manos, el trabajo de las manos de otros, se
horrorizará una y otra vez ante el embotamiento del hombre medio, ante la
incapacidad o negativa para concentrarse en algo y llevarlo a cabo.
Lo corriente es ver indiferencia culpable, negligencia, descuido y trabajo a
medio hacer. Y la empresa está condenada a la quiebra si el patrón no
consigue mediante astucia y autoridad, con amenazas y sobornos, que sus
empleados rindan algo; a no ser que los dioses hubiesen realizado
amablemente un milagro y le enviaran un ángel para ayudarle.
¿Quieres aventurarte a hacer una prueba?
Supón que estás sentado delante de tu escritorio con seis ayudantes a tu
servicio. Haces venir al que se encuentre más cerca y le dices: "Por favor,
consulte una enciclopedia y hágame un resumen sobre la vida de Corregio".
¿Dirá tu nombre tranquilamente: "Si, señor", y empezará a trabajar en ello?
¡Nunca! Con ojos saltones te mirará espantado, e ineludiblemente, te hará una
o varias de las siguientes preguntas: "¿Quién es ese Corregio?", "¿Dónde está
la enciclopedia?", "¿Es que me han empleado para eso?", "¿No estará usted
pensando en Bismarck?", "¿Por qué no lo puede hacer Paco?", "¿No prefiere
que le traiga la enciclopedia y lo consulte usted mismo?", "¿Para qué lo
necesita?".
Y aunque tú le contestes con paciencia a todas las preguntas y le expliques con
exactitud cómo puede encontrar mejor la información y para que la necesitas,
te apuesto uno contra diez a que irá directamente al primer compañero que
encuentre para que le ayude a buscar a Corregio. Y al final, volverá y te
comunicará… ¡Que ese hombre no existe!
¿He perdido mi apuesta?
Y si eres inteligente, no te molestarás en hacer comprender a tu "ayudante"
que Corregio figura en la enciclopedia con "C" y no con "K". Por lo contrario,
sonreirás ligeramente y dirás: "Bueno, está bien." Y después irás y lo buscarás
tú mismo.
Esta incapacidad para actuar por cuenta propia, este embotamiento moral,
esta atrofia de toda voluntad, este no querer “arrimar el hombro” son lo que
postergan para un futuro muy lejano el advenimiento del verdadero socialismo.
¿Cómo podrían actuar para otros, personas que ni siquiera lo quieren hacer
para sí mismas?, ¿Qué harían entonces, cuando los frutos de su trabajo
tuvieran que redundar en beneficio de todos?
Probablemente no funcionaría sin un vigilante con porra. ¿Cuántos
trabajadores, incluso hoy, se mantienen a raya solamente por miedo al
despido? Busca un taquígrafo y comprobarás que nueve de cada diez
solicitantes no saben gramática, ni ortografía…
Y tampoco lo consideran importante. ¿Cómo podrían tales personas ser las
encargadas de llevar un "Mensaje a García"?
"Mire usted a mi contable”, me dijo el director de una gran empresa. Si, ¿y
qué? Bueno, pues, este hombre es sin lugar a dudas un contable eficiente.
Pero imagínese que yo le mandara a la ciudad para un recado. ¿Lo cumpliría
bien? Tal vez. O a lo mejor se pararía durante el trayecto en cuatro o cinco
bares, y una vez en la ciudad, habría olvidado para que le habían mandado.
¿Quién podría confiar a este hombre un "Mensaje para García"?
Últimamente se han escrito muchas cosas sobrecogedoras, se ha manifestado
mucha compasión por la pobre y pisoteada población obrera, por los
emigrantes sin patria en busca de un trabajo digno. Y se han dicho muchas
palabras duras contra el hombre que lleva el timón.
Pero nada hemos oído acerca del empresario cansado y encanecido demasiado
pronto, del hombre que ha envejecido prematuramente por causa del esfuerzo
inútil invertido en incitar a holgazanes negligentes a un rendimiento razonable,
envejecido por el empeño incansable y paciente de encontrar "trabajadores"
que luego haraganean alegremente a sus espaldas.
En cada negocio, en cada empresa, en cada fábrica está en marcha un proceso
de depuración permanente. Continuamente se despiden personas que han
dado testimonio de su incapacidad para fomentar los intereses de la empresa.
Y continuamente se contrata a nuevas personas. Por muy buenos que sean los
tiempos este proceso de depuración continúa sin cesar. Cuando los tiempos
son malos y el trabajo escasea, se selecciona con mayor rigor “¡Largo con los
inútiles!”, solo el eficiente sobrevive. Porque en su propio interés el empresario
se queda con los mejores, con aquellos a quienes podrían confiar un "Mensaje
para García".
Yo conozco a un hombre, a un hombre brillante en algunos aspectos; pero le
falta la capacidad de dirigir una empresa propia. Y también carece de valor
como empleado porque siempre tiene la estúpida sospecha de que su patrón le
oprime o que tiene el propósito de oprimirle. Es incapaz de dar órdenes ni de
recibirlas. Si se le quisiera confiar un "Mensaje para García", diría con toda
seguridad: "Pues lléveselo usted mismo".
¿He sido demasiado claro? Puede ser
Pero en un mundo que se degrada, que se estropea y empobrece cada vez
más, quiero romper una lanza en favor del triunfador, de quien supervisa y
dirige el trabajo de los otros a pesar de todos los impedimentos.
He realizado durante mi vida trabajos malos y no me he ganado el pan con
facilidad. Pero también he dirigido como patrón una plantilla. Si, conozco
ambas caras y sé que en ambas partes hay cosas que decir; entre otras, ésta:
la pobreza no es, en sí, nada admirable; los harapos no son ninguna
recomendación. Ni todo empresario es necesariamente altanero y rapaz, ni
tampoco es virtuoso todo hombre pobre. Mi amor y respeto tienen como
destinatarios a quienes hacen su trabajo estando o no el jefe cerca, a quienes
aceptan en silencio un "Mensaje para García" sin hacer preguntas tontas, sin
albergar la secreta intención de tirar la carta a la alcantarilla más próxima o
hacer con ella sabe Dios qué otra cosa, con tal de no verse obligados a
entregarla. A una persona así ni se la despide, ni tiene que regatear, y, menos,
ir a la huelga por un sueldo más elevado. Lo que exige, se le concede. Se le
necesita en cualquier país, en cualquier ciudad, en cualquier pueblo, en cada
oficina, en los comercios, los negocios y las fábricas. El mundo le está
buscando, está clamando por él; se le necesita, se le necesita urgentemente a
él; al hombre que pueda encargarse de llevar un "Mensaje para García".
Hasta aquí el comentario del "Philistine Magazine" publicado en 1899.
No sé qué le dice a usted este artículo. ¿Acaso le parece un cuentecito viejo y
trasnochado? Esta historia del "Mensaje para García" quiere decirnos sobre
todo una cosa a saber: Quien quiera lograr algo extraordinario tendrá que
tomar, hoy también, el camino de la jungla cubana, estar dispuesto a realizar
su encargo, a cumplir su misión a pesar de todas las dificultades, adversidades
y contratiempos.
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