Estado de guerra en el centro de Bangkok

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Estado de guerra en el centro de Bangkok
Extraído de Viento Sur
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Tailandia
Estado de guerra en el centro
de Bangkok
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Martes 18 de mayo de 2010
Fecha de redacción: 18 de mayo de 2010
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Estado de guerra en el centro de Bangkok
La crisis política que atraviesa Tailandia no es un trueno en un cielo sereno. Los discursos sobre este país en el que
"todo el mundo vive en armonía y en el que no hay lucha de clases sino un pueblo unido tras su adorado soberano"
no tienen nada que ver con la realidad. Durante muchos decenios, el pueblo tailandés ha sido dominado por
regímenes autoritarios o dictaduras y un rey a su servicio. Las elites tailandesas, sin embargo, no han logrado
impedir levantamientos regulares contra el orden establecido, entre ellos los de 1973, 1976, 1992, reprimidos con
baños de sangre. Desde 2005, Tailandia hace frente a una nueva profunda crisis política, más larga que las
precedentes, y cuya salida no podrá ser como en el pasado, el ahogo de las aspiraciones del pueblo tailandés. El
boom económico del período 1986-1996 ha conllevado mutaciones irreversibles de la sociedad, particularmente la
formación de una clase obrera de alrededor de 7 millones de personas y reformas políticas estructurales.
Contrariamente a las crisis precedentes, las clases populares tailandesas -campesinos, obreros urbanos y las clases
medias de Bangkok, los menos ricos- mucho tiempo abandonadas, han tomado conciencia de su peso político y han
comenzado a reivindicar.
Mientras se escriben estas líneas, las fuerzas militares organizan desde hace tres días una violenta represión contra
los Camisas rojas atrincherados en el barrio de Rachaprosong en el centro de Bangkok. Según numerosos
testimonios de periodistas extranjeros y de habitantes de la capital, los militares disparan contra los manifestantes
balas reales. Varios civiles han sido asesinados por los francotiradores emboscados. Los enfrentamientos
comenzaron el jueves 13 de mayo después de que el responsable a cargo de la seguridad del campo de
Rachaprasong, Sae Deng, fuera gravemente herido en la cabeza por una bala disparada por un francotirador. El
gobierno se niega a asumir esta tentativa de asesinato pero parece evidente que solo un tirador de élite podía tener
tal precisión y no herir al periodista del International Herald Tribune con el que Sae Deng se entrevistaba cuando fue
alcanzado. Se deplora ya una cincuentena de muertos pero es probable que el número real no será jamás conocido
pues según Asian Human Right Comission, el ejército se ha llevado numerosos cuerpos y se niega a reconocerlo.
El gobierno de Abhisit había hecho una oferta a los Camisas rojas la semana pasada. La prensa nacional e
internacional se ha hecho eco de un posible acuerdo que satisfaría a las dos partes.
Abhisit ha propuesto un "plan de ruta" en cinco puntos de los que el principal era la celebración de unas elecciones
el 14 de noviembre. Era difícil a los dirigentes de los Camisas rojas rechazar en bloque el plan. Pero Abhisit no
ofrecía ninguna garantía. Rechazaba dar una fecha de disolución del parlamento y retractarse de las acusaciones de
terrorismo y de complot contra la monarquía. En estas condiciones, a la vez que afirmaban aceptar el plan y querer
negociar su puesta en marcha, los Camisas rojas han rechazado abandonar el barrio que ocupaban desde hace 6
semanas. Incluso si es muy difícil tener informaciones sobre el tema, parece también que el UDD ha tenido difíciles
negociaciones en su seno sobre la posición a adoptar frente a la proposición de Abhisit. Al comienzo de la semana,
los dirigentes de los Camisas rojas han exigido que el vice primer ministro Suthep Thaugsuban fuera juzgado por los
enfrentamientos del 10 de abril que causaron una veintena de muertos. Una demanda que el gobierno se ha
apresurado a utilizar para echarse atrás de su propuesta de elecciones y justificar la represión que ha comenzado el
jueves.
La situación es muy compleja y cambiante y es difícil saber como va a evolucionar en los días y las semanas que
vienen. En lo inmediato, se pueden contemplar todos los escenarios.
La represión puede provisionalmente hacer que cesen las manifestaciones de los Camisas rojas. El ejército puede
también encontrar resistencias importantes, incluso un desarrollo de la movilización en las provincias. En ese caso,
una dimisión del gobierno es probable, con posibles elecciones. Peor, también es posible que una parte del ejército
tome la situación como pretexto para imponer un nuevo golpe de estado. En ese caso, no hay que excluir una lucha
abierta entre diferentes facciones del ejército.
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El callejón sin salida en el que se encuentra el conflicto no es, desgraciadamente, sorprendente. ¿Era sincero el plan
de Abhisit de salida? La proposición plantea numerosas dudas.
Según las informaciones divulgadas por la prensa, Abhisit formaba parte de los duros del gobierno que querían
imponer la represión más que negociaciones. En el seno del gobierno, otros ministros tampoco querían unas
elecciones que estaban casi seguros de perder.
La fecha de las elecciones, el 14 de noviembre, planteaba también problemas. El interés de una disolución
inmediata del parlamento, además de su valor simbólico, es que permitía al equipo ganador estar en el poder el 1 de
octubre en el momento de la reorganización anual del estado mayor del ejército. La proposición de Abhisit le
permitía ganar tiempo y estar en el cargo en ese momento estratégico. Más fundamentalmente, para que fueran
organizadas elecciones, era preciso que hubiera garantías de que fueran justas y democráticas y de que su
resultado fuera aceptado por todos. Sin embargo, los Camisas amarillas no han ocultado nunca que rechazaban las
elecciones propuestas. Las elites siguen sin estar dispuestas a hacer concesiones. Además, ninguna evolución
democrática verá la luz mientras la monarquía y el ejército, de la mano, no acepten ninguna oposición a su
omnipotencia. A partir de ahí, se puede imaginar que una nueva victoria electoral de los Camisas rojas habría
significado manifestaciones de los Camisas amarillas para derrocar al recién elegido nuevo gobierno. En lo
inmediato, el juego democrático parece estar completamente atascado.
En fin y sin duda lo más importante. El fracaso de esta tentativa de salida de crisis es sin duda revelador del hecho
de que la mayoría de los tailandeses no cree ya que solo con unas elecciones se pondrá fin a la crisis. Será preciso
un cambio político más profundo. El problema es que decenios de represión hacen que hoy no haya partidos
políticos del movimiento obrero susceptibles de presentarse como candidatos al poder y ofrecer una solución política
progresista a la crisis. Numerosos dirigentes de los antiguos partidos obreros, socialdemócratas o comunistas de
obediencia maoísta, de sindicatos obreros y de asociaciones de campesinos han sido asesinados por los diferentes
regímenes dictatoriales. El movimiento obrero se sigue sin recuperar de ello. Es la razón de que la contestación
política tome la forma inédita de las Camisas rojas: un movimiento político que no es ni un partido ni una asociación,
heterogéneo y atravesado de contradicciones pero del que lo esencial es su lazo orgánico con el pueblo. Hay que
saludar el coraje de estas decenas de miles de campesinos y obreros venidos a ocupar los centros comerciales y de
negocios de Bangkok desde hace muchas semanas y que sufren hoy los ataques del ejército. Merecen nuestro
apoyo.
16/5/2010
Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR
Una versión mucho más larga de este artículo está disponible en www.europe-solidaire.org. Danielle Sabai,
Thaïlande: Un point de non retour.
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