¿Alguien dijo "reforma"?

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EDITORIAL
¿Alguien dijo "reforma"?
Editorial
S
er realista implica olvidar la posibilidad de un gran proceso de
reforma del Estado. Eso solo puede hacerse con la fuerza de la
entrada de un gobierno, con ideas claras, personas adecuadas, voluntad política, autoridad, y más de 15% de aprobación.
Ninguno de los requisitos se da. El gobierno está de salida hace aproximadamente dos años (aunque vaya a irse en dos más); lo que hace
que las ideas cambien según lo que se perciba que quiere la opinión
pública, es decir, el electorado; los ministros sufren todos del síndrome
de Estocolmo a los dos días de nombramiento y adquisición de circulina,
y la aprobación presidencial tiene una advertencia de "Muy Frágil".
En estos días se desarrollan las batallas del presupuesto: un presupuesto que, a pesar de que el proceso pretende que sea distinto,
finalmente, se define sobre bases históricas que pueden arrastrar
errores por décadas y que terminan por asignar, a través de una cuota
de participación en los recursos, una cuota de poder. Una vez que a
alguien se le dice que cuenta con un monto determinado, será muy
difícil que acepte racionalizar su gasto en aras de una reforma.
Y, sin embargo, hay cosas en las que sí se puede (y se debe) continuar trabajando: la concesión de puertos es un imperativo. La apertura económica es buena per se y debe continuar profundizándose, pero
sería mucho mejor aprovechada si se eliminara sobrecostos fáciles de
superar como el que representa un puerto que, a decir del propio
Negreiros, "ya está en manos privadas en un 90%" ¿De qué estamos
hablando entonces? De reemplazar una situación de ineficiencia y
poca transparencia por un proceso abierto y claro, en el que prime el
bienestar general y no los intereses de quienes viven al amparo del
descontento o la ineficiencia.
Otra idea más: aunque resulte difícil de creer en un país en el que
hasta el INDECOPI defiende al informal en contra de las empresas
que cumplen con sus obligaciones, hay empresas que quieren pagar
impuestos. El sector pesquero está sujeto al régimen de detracciones.
Para pagar, las empresas deben hacer largas colas frente al Banco de
la Nación. El deseo de mantener el poder de un monopolio estatal no
puede perjudicar la productividad del país: ayudemos al contribuyente
a cumplir, no le pongamos trabas hasta para eso.
Nuevamente: si un Estado no puede ayudar, cuando menos que no
estorbe. „
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