EDITORIAL La Cefalea post-punción dural Desde aquella anécdota sucedida en 1899 entre los Dres. Bier y Hildenbrandt, se tiene plena evidencia de la utilidad clínica de la anestesia subaracnoidea para su uso como anestesia. El Dr. Bier fue el primero en dejarse hacer la anestesia espinal, pero la no coincidencia de los conos de las cánulas hizo fracasar el intento. Inmediatamente el ayudante se ofreció dejarse inyectar la cocaína al 2%, con similar procedimiento que en esta instancia le efectuó el Dr. Bier. Todo salió como estaba planeado, hasta los vómitos y cefaleas posteriores que ya habían observado en alguno de los tres pacientes voluntarios anteriores. En este caso se atribuyó la violencia de los síntomas post-inyección a una ingesta con la que ambos facultativos “celebraron” inmediatamente después del procedimiento, ingesta ésta acompañada de abundantes líquidos. Como hecho positivo quedó la utilidad de la cocaína; en aquella época se utilizaban 2/3 ml de cocaína al 2 o 3 por ciento. La mezcla de Pitkin, que contenía Novocaína recién se impuso a fines de la segunda década del siglo XX. En segundo término llamó la atención la violenta reacción postanestésica, que en el caso del Dr. Hildenbrandt, aparte de los mareos y cefaleas agregó profusos vómitos. Bier pensó en una irritación meníngea aunque poco después se le comenzó a dar importancia a la difusión de LCR por la abertura que había dejado en la duramadre la gruesa aguja utilizada. En aquella época, por el temor que la cánula se pudiese romper, se utilizaban agujas de grueso calibre. En cuanto la anestesia raquídea comenzó a usarse con mayor frecuencia, Bier hizo la observación que cuanto más gruesa era la aguja usada, mayor posibilidad de cefaleas (25%), cifra que disminuía notablemente con un menor grosor de la aguja. Para esa misma fecha, Bier observó que la cefalea post dural aparecía tanto en jóvenes como en personas de mayor edad1. Transcurren luego varias décadas de relativa quietud, en las cuales predominó su uso pleno o limitado. Se excluyó a la anestesia subaracnoidea para ser usada en cirugía de cesáreas y en pacientes jóvenes, ya que existía el prejuicio que en estas cirugías era segura la aparición de cefaleas, hipotensión y vómitos, aunque a la larga nada de ello se pudo comprobar estadísticamente. En la década del 90 aparecieron otros dos hechos, algunos permanentes y otros transitorios, pero de mayor o menor gravedad para el paciente: el síndrome de la cauda equina (síntomas permanentes) y el síndrome de irritación medular transitorio (síntomas transitorios). Para ambos se pensó como causal el uso de la lidocaína mezclada con solución de glucosa hiperbárica y administrada por catéter subaracnoideo. Aunque se prohibió por parte de FDA el uso de catéteres, no pudo probarse que la lidocaína fuese la única droga que provocaba ambos síndromes, ya que comunicaciones de todo el mundo confirmaron que también los producían otras sustancias. Durante muchos años se discutió acerca del recorrido de las fibras de la duramadre (si era longitudinal y/o transversal). Según el recorrido de las mismas se deducía la lesión producida y la mayor o menor capacidad para cerrar la lesión y evitar así la continuidad y cuantía de la pérdida de LCR, a la que se adjudicaban los síntomas de hipotensión, cefaleas, náuseas, vómitos, etc. Hasta allí todo estaba sujeto al “instinto” clínico, aunque tampoco esta vez pudo probarse estadísticamente. RAA 109 Finalmente la tecnología dio el puntapié inicial para la resolución del problema. Con el uso del microscopio electrónico se pudieron visualizar estructuras anatómicas de las capas que envuelven a la médula y raíces nerviosas2. Cuando comienzan a surgir las agujas finas (G25, G27 y G29 - ésta última poco usada por la dificultad en el manejo), la industria comenzó a fabricar dos tipos de puntas de aguja: la punta de lápiz y la biselada. Ambas tienen sus ventajas y sus aspectos negativos. En el número anterior de la RAA y en este mismo2,3 se encuentran detallados los artículos que se refieren a los temas: lesiones que origina la punción en la duramadre, aracnoides y piamadre, puntas de las agujas de punción, probables mecanismos de la hipotensión, vómitos y cefaleas. Estos hallazgos hubiesen sido imposibles sin el uso del microscopio electrónico y dieron un fundamento anatómico más sólido. Dr. Rodolfo Friedolin Jaschek Editor-Jefe de la RAA Los relatos acerca del Dr. Bier han sido tomados en parte del libro “La lucha contra el dolor” del profesor Hans Killian, Editorial Planeta (1981). España. Capítulo 6º; pág. 171 en adelante. 1 110 Volumen 66 · Nº 2 · Abril · Junio 2008 Dres. Reina MA, Castedo J y López A; Cefaleas postpunción dural, RAA 2008: 66; 2;.pág. 6-26 3 Dres. Reina MA, Villanueva MC y López; Aracnoides trabecular, piamadre espinal humana y anestesia subaracnoidea; RAA 2008: 66; 2; pág. 111-133 2