EL CANON DE LOS LIBROS INSPIRADOS

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Al encuentro con la Biblia
Lección Tercera:
EL CANON DE LOS LIBROS INSPIRADOS
DIOS NOS REVELA LA VERDAD
Los que creen que la Biblia es la Palabra de Dios mencionan con frecuencia el
término “canónicos” referido a los libros de la Sagrada Escritura. Este término
poco familiar para nosotros, alude a los libros que han sido seleccionados de
muchos con temas similares, porque se les reconoce un carácter especial y una
singular autoridad. Por tanto por canonicidad entendemos el reconocimiento
formal y oficial de los libros reconocidos por la Iglesia como inspirados por Dios y
revestidos de su autoridad y que, por lo mismo, son regla de fe y norma de vida
para quienes los reciben.
Antes de iniciar esta lección, conviene conocer algunos conceptos que son
fundamentales.
1
1. Los términos que usaremos :
1
•
Canon: Es un término que se utiliza en el campo del arte y de la literatura
religiosa. Su origen es semita, qanu en asirio y qaneh en hebreo. Significan
ambos caña, luego pasó al griego canon que correspondería en nuestra
lengua a la expresión caña. En la literatura clásica significa: una vara recta
que tenía por objeto sostener derecha alguna cosa. Muy pronto esta vara
comenzó a servir para medir las cosas o hacerlas rectas y se le denominó
regla. De este modo se llegó a su significado metafórico: Todo aquello que
sirve de norma o regla para hacer algo; este significado se conserva
especialmente en el lenguaje artístico.
En la literatura eclesiástica el término conservó el significado de norma,
regla, y se le usó en relación con la norma de fe y de costumbres de la
comunidad cristiana, también hacía referencia a la disciplina del clero, a la
liturgia y sobre todo a la Sagrada Escritura considerada como regla
suprema de fe y de vida.
•
Canon Bíblico: Esta expresión indica desde el siglo III el catálogo oficial o
lista de libros inspirados, los cuales por su origen divino, constituyen la
regla de fe y de las costumbres de una comunidad que los reconoce como
autorizados y como norma de vida.
GONZÁLEZ NÚÑEZ, Angel. La Biblia: Los autores, los libros, el mensaje, Paulinas, Madrid, 1989
Lección 3:
El Canon – Veracidad Bíblica
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•
Cononicidad e inspiración: Inspirado se dice de un libro que
tiene por autor principal a Dios; canónico se dice de un libro
inspirado que la Iglesia ha reconocido oficialmente como tal y así lo ha
presentado a los fieles.
•
Libros Protocanónicos y Deuterocanónicos: Con esta distinción no se
pretende expresar que unos libros son más dignos o santos que otros,
pues todos son inspirados, simplemente la distinción indica el tiempo en
que fueron aceptados oficialmente en el canon: los deuterocanónicos
fueron reconocidos por la Iglesia universal como inspirados más tarde, por
algunas dudas que surgieron en torno a su origen divino en algunas
iglesias particulares; mientras, los protocanónicos fueron reconocidos por
la Iglesia universal desde el inicio, ya que nunca hubo alguna duda sobre
ellos.
•
Apócrifos: Se denomina así a los libros de autores inciertos que por el
título o el argumento presentan alguna afinidad con aquellos de la Sagrada
Escritura, pero que la Iglesia universal no les reconoce como inspirados.
•
Sinagoga: Se llamaba así al sitio donde los judíos se reunían para
escrutar el significado de los libros del Antiguo Testamento. Jesús acudió
también a la Sinagoga y en una de ellas proclamó el inicio de su actividad
apostólica.
•
Diáspora: Es una palabra para denominar las comunidades judías que se
habían establecido fuera de Palestina.
2
2. ¿Cómo se formó el canon del Antiguo Testamento? :
Según Dt 31,9-10, cada siete años se debía leer la Ley - Pentateuco. Moisés
entregó la Thorá a los sacerdotes hijos de Leví y a los ancianos de Israel; es así,
que podemos considerar que ya en el Antiguo Testamento existía una autoridad
establecida por el mismo Moisés con la responsabilidad de cuidar los Libros
Santos. En 2 Re 22,8 nos encontramos que el libro de la ley ha sido hallado,
luego de haber sido escondido, perdido u olvidado durante el reinado del malvado
rey Manasés. Es hallado por el Sacerdote Jilquías y presentado al rey Josías (640609 a. C.) Este libro es ante todo el Deuteronomio, por lo menos en su parte
legislativa: Jos 24, 25; 1Sm 10, 25.
El prólogo del libro del Eclesiástico (130 a. C), igualmente que Daniel 9,2 (año 165
a.C.); y 2Mac 2,1-15 (año 120 a. C.), aluden a los Escritos Sagrados, lo cual hace
suponer la existencia de una colección de “Libros Santos” en el judaísmo. Sí, el
Eclesiástico en su prólogo nos habla de una colección de libros santos que es bien
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MORALDI LUIGI, Introduzione alla Bibbia, Marietti, Torino, 1960
Lección 3:
El Canon – Veracidad Bíblica
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precisa: La Ley; Los profetas; y Otros libros de los antepasados.
Por lo tanto, en esta época ya existían 3 grupos de libros sagrados : Cfr.
v. 1-2. 8-9. 24. 1Mac 12,9. La expresión “Otros Libros” hace suponer que
el tercer grupo aún no estaba bien determinado o concluido.
En el Nuevo Testamento hay infinidad de citas que dan testimonio de la existencia
de dicha colección de Libros Sagrados. El Evangelista Lucas, nos hace ver
claramente la existencia de los tres grupos de escritos: “Ley, Profetas y Salmos”
Lc 24,44
2.1.
Canon judío o “canon corto”:
Se llama así, al catálogo de libros aceptados por los judíos de Palestina. Consta de
39 libros llamados por Sixto de Siena en 1556 “Protocanónicos” pues nunca se ha
dudado de su inspiración en la Iglesia católica.
Cuatro fueron los criterios que tuvieron los judíos de Palestina, para señalar cuáles
libros del Antiguo Testamento podían ser considerados canónicos.
• Que haga referencia a la ley de Moisés.
• Escritos antes del siglo V a. C. (durante la época de Esdras y Nehemías ).
• Escritos en el perímetro de la tierra de Palestina.
• Escritos en lengua hebrea (con tolerancia Aramea).
Fue así que fueron rechazados por los judíos de Palestina los siguientes libros:
Baruc, Judith, Tobías, I y II Macabeos, Eclesiástico y Sabiduría. A estos libros los
llamó Sixto de Siena deuterocanónicos, es decir que tuvieron en un primer
momento alguna dificultad para entrar en el Canon de la Iglesia. Los protestantes
llaman apócrifos a estos libros. También hay fragmentos del Antiguo Testamento
considerados deuterocanónicos: Esther: 10,4-16. 24; Daniel: 3,24-90; 13. 14.
2.2. Canon Alejandrino o “Canon largo”:
Es la colección de los Libros Sagrados que aceptaban los judíos que vivían en la
ciudad de Alejandría (en Egipto) y que era normalmente aceptada y leída por los
judíos de la diáspora. Dicha colección estaba compuesta tanto por lo
protocanónicos como por los deuterocanónicos, es decir, todos los libros que han
pasado al canon católico.
Si bien es cierto que Nuestro Señor citó con frecuencia los Libros Sagrados según
el canon judío o palestinense, hoy se afirma que tanto Jesús como los Apóstoles,
utilizaron y citaron con mayor frecuencia el canon alejandrino .
Carlostadio (1534) fue quien negó la canonicidad de los deuterocanónicos por
primera vez, luego le siguió Martín Lutero (1534) y más tarde Calvino (1540). Esta
es la reacción protestante, de allí que las Biblias protestantes no contengan los
deutero-canónicos o por lo menos los traigan en cursiva o como anexo.
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3. Formación del Canon del Nuevo Testamento:
En los orígenes de la Iglesia, el depósito de la fe se encontraba en la enseñanza
oral de los Apóstoles y de los primeros predicadores.
Muy pronto la Iglesia apostólica se vio en la necesidad de consignar por escrito las
enseñanzas y hechos del Señor y los gestos más significativos de su vida. He aquí
el origen del Evangelio escrito en su forma cuádruple ( Mt, Lc, Mc, Jn ). La
formación de los Evangelios fue lenta y gradual, de allí que cronológicamente se
pueda hablar de tres grandes períodos en la formación del Nuevo Testamento:
• El Evangelio Viviente (Jesús)
• El Evangelio Predicado (por los Apóstoles)
• El Evangelio Escrito ( por los Evangelistas )
Ahora bien, Nuestro Señor no escribió nada (o por lo menos en ninguna parte
consta). Lo cierto es que los Apóstoles, luego del acontecimiento Pascual y de
Pentecostés, cumplieron el mandato del Señor de “ir por todo el mundo predicando
el Evangelio a todas las criaturas” (Mc 16,19). Así, Los Apóstoles, fundadores de
comunidades cristianas, no las dejaron de alimentar espiritualmente y en múltiples
circunstancias respondieron a problemas diversos (teológicos, morales o
litúrgicos); éste fue el origen de las Cartas de Pablo, Pedro, Juan, Santiago y
Judas. Además entre los cristianos del siglo I se leían ya obras espirituales
magníficas de personajes importantes: Las Actas Apostólicas ( S. Lucas) y el
Apocalipsis ( de la escuela de S. Juan ).
Todos estos escritos circulaban de comunidad en comunidad y de cristiano a
cristiano (Cfr: Col: 4,16; 2P: 3,15-16). Para la época de la Segunda Carta de Pedro
ya se consideraban las cartas de Pablo como Escrituras Santas, de allí es fácil
deducir que también los Evangelios y los demás escritos del Nuevo Testamento
eran considerados como tales.
3.1. Fijación del canon bíblico del Nuevo Testamento:
Ya desde mediados del siglo II, la autoridad eclesiástica luchó arduamente en la
determinación definitiva del canon bíblico cristiano, para contrarrestar la literatura
errónea y apócrifa.
Concilios Particulares como el de Roma en el 381 bajo el pontificado de Dámaso,
estableció la lista completa de las Divinas Escrituras, esta lista fue conocida por
algún tiempo como “Decreto de Gelasio”, ya que la reprodujo luego el Papa
Gelasio (492 – 496).
Dentro de los Concilios Ecuménicos Universales son de destacar: El Concilio de
Florencia (1442) que bajo el pontificado de Eugenio IV definió la canonicidad con
relación a la inspiración; la lista que presentó este Concilio, la aprobó más tarde
solemnemente el Concilio de Trento. El Concilio de Trento (1546): este Concilio
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abordó dicha temática desde el punto de vista dogmático como respuesta
a la reforma luterana. Puso el acento, entonces en la continuidad de la
historia cristiana armonizando la relación íntima entre Sagrada Escritura y
Tradición. Hizo de la canonicidad bíblica una verdad de fe; ratificó la lista de los
libros que presentaba el Concilio de Florencia; privilegió el uso de la versión latina
de la Biblia llamada Vulgata (la cual primó durante varios siglos).
El Concilio Vaticano I (1870) ratificó dogmáticamente la doctrina tridentina sobre
la virtualidad “sagrada y canónica” de los libros inspirados y añadió: “la Iglesia
considera sagrados y canónicos esos libros del Antiguo y Nuevo Testamento, no
porque hayan sido aprobados por ella después de haber sido escritos con sólo
trabajo humano; ni únicamente porque contienen sin error la revelación; sino
porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tiene por autor a Dios, y
como tales fueron entregados a la Iglesia”.
3.2. Criterios de canonicidad para el Nuevo Testamento:
El principal criterio es: Que su origen esté garantizado en la revelación hecha por el
Espíritu Santo a la Iglesia y transmitida por la tradición apostólica.
Otros criterios que se tuvieron en cuenta son:
• Que su origen sea apostólico y durante la época apostólica : años 30 – 100;
aunque no estrictamente tiene que venir de los Apóstoles, su origen puede
estar en la generación apostólica - comunidad cristiana.
• Que su uso litúrgico sea antiguo y generalizado entre las comunidades
cristianas.
• Ortodoxia - rectitud en la doctrina cristiana (en plena comunión apostólica).
En cierto sentido podemos decir que la Biblia, Palabra de Dios escrita, es
fruto de la predicación de la Iglesia. A Ella le pertenece, por tanto, dar la
justa interpretación de lo que escribió y reconoce cuáles son auténticos y
cuáles no.
Fue así como la Iglesia con la potestad recibida de Jesús y por la fuerza del
mandato de enseñar a los hombres la verdad, llegado el tiempo conveniente,
añadió todos los libros sagrados nacidos dentro de ella a los antiguos libros
sagrados recibidos en la sinagoga; y dio al conjunto el nombre de Biblia, indicando
exactamente en ella los libros contenidos.
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4. La verdad de la Biblia :
Todos nos damos cuenta de que la Biblia, al ser Palabra de Dios, debe contener la
verdad en todos sus escritos. Muchos, sin embargo, quieren hacer aparecer
contradicciones o errores en la Sagrada Escritura con respecto a las ciencias, a la
historia o a la moral.
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MORALDI LUIGI, Introduzione alla Bibbia, Marietti, Torino, 1960
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El Concilio Vaticano II, en la Constitución Dei Verbum (n. 11) afirma la
veracidad bíblica (antes se enunciaba como “inerrancia bíblica”), es decir, la
ausencia de todo error en la Sagrada Escritura; tal afirmación implica dos
realidades:
• Siendo la Biblia inspirada por Dios, toda su doctrina es también Palabra de
Dios.
• Entre la Biblia y la ciencia no debe haber real oposición. (GS, 36; EN, 78)
Por tanto, en razón de la inspiración nada puede ni debe encontrarse en la
Sagrada Escritura que repugne a la VERDAD y a la SANTIDAD de Dios.
Para entender la verdad de la Biblia, debemos tener en cuenta:
4.1. La verdad se percibe en la relación con Dios:
En el mundo de la Biblia, la noción de verdad va más allá de la concepción griega o
filosófica. La verdad está fundada en una experiencia religiosa, en la vivencia y
contacto con Dios. Así, para el Antiguo Testamento, la verdad es la fidelidad a la
alianza (Is, 65,16) Para el Nuevo Testamento, la verdad es la plenitud de la
revelación en Cristo: (2Cor 1,20).
Algunos textos bíblicos nos ayudan a comprenderlo:
La Verdad
La Verdad
La Verdad
La Verdad
La Verdad
La Verdad
La Verdad
La Verdad
4.2.
no es de orden intelectual.
es de orden práctico.
es solidez, fidelidad (2Tim 1,12 ).
es camino que lleva a la meta (Jn 14,6 ).
es la Palabra de Dios (2Sm 7,28; Jn 17,17 ).
es aceptación y liberación (Jn 8,32 ).
es proclamación, compromiso, convicción (2Tim 2,3-6)
es Jesucristo (Jn 18,37-38; 2Cor 1,20).
La Sagrada Escritura es un mensaje de fe:
•
La Biblia no es un manual científico o meramente histórico. La Sagrada
Escritura es un libro religioso en el que Dios revela aquello que debemos saber
y hacer en orden a la salvación.
•
No puede haber real contradicción entre la ciencia y la palabra de Dios
correctamente interpretada, cada una tiene un objeto propio de estudio y de
reflexión (GS, 36). La revelación es gradual y progresiva, nunca en un solo
libro lo vamos a encontrar todo de una vez, ya que Dios quiso por
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condescendencia divina organizar y transmitir la revelación por medio
de las palabras de un autor.
Por consiguiente, cuando la Biblia dice que “el sol sale... y se pone” (Qo 1,5;
Mc 16,2), no intenta dar una noción científica de astronomía, sino que se
acomoda al lenguaje cotidiano, que aun usamos nosotros a pesar de que
sabemos que el sol no se mueve y que la tierra es la que gira al rededor de
éste; decimos que “se ocultó”, “que por fin salió el sol”... etc. Observa muy bien
y atinadamente San Agustin: “ No se lee en el Evangelio que haya dicho el
Señor: Os envío el Espíritu Santo, que os enseñará el curso del sol y de la
luna. El Señor quería hacernos cristianos y no astrólogos” .
•
La Biblia tampoco intenta satisfacer las curiosidades sobre la historia profana
del lejano Oriente, sino relatar la serie de acontecimientos en los que Dios ha
intervenido en orden a la salvación del mundo. La inspiración respalda la
historicidad de aquellos hechos que tienen relación con el plan de salvación.
No es lícito exigirle a la Biblia detalles exactos que no conciernen a la
salvación. Aunque, dicha realidad no excluye que la Biblia nos de interesantes
informaciones -por añadidura- de acontecimientos históricos que se han ido
confirmando por la arqueología ( Jn 17,3 ; 1Jn 5,20 ).
4.3.
Doctrina del Magisterio eclesiástico:
•
Concilio Vaticano I: “Constitución Dei Filius” (1870)
Declara que no puede existir contradicción alguna entre la ciencia y la
revelación divina, ya que ambas proceden de una misma fuente que es Dios.
•
León XIII: “Providentissimus Deus” ( 1893).
No existe desacuerdo real entre teología y ciencia cuando ambas se
mantienen en sus límites, ellas son dos páginas de un mismo libro, o mejor,
dos libros de un mismo Autor: Dios. Dios sólo reveló al hagiógrafo la verdad
salvadora y no nociones de tipo científico. El autor sagrado, se ha fijado
solamente en los fenómenos histórico-sensibles, los fenómenos sensibles son
vehículos de la revelación y no la revelación misma
•
Pío XII: “Divino Afflante Spiritu” (1943).
“Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras
cosas, los géneros literarios, pues la verdad se presenta y se anuncia de
modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o
poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor
sagrado intenta decir y dice, según su tiempo y su cultura, por medio de los
géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el
autor quiere afirmar en su escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de
pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en tiempo del escritor, y
también las expresiones que entonces se solían emplear más en la
conversación ordinaria”
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•
Concilio Vaticano II: “Constitución Dei Verbum”, 11 (1964)
“Como todo lo que afirman los hagiógrafos o autores inspirados lo afirma el
Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente y sin
error la verdad que Dios quiso consignar en dichos libros para nuestra
salvación”.
Concluyamos por tanto, que la Biblia, por estar inspirada por Dios, dice la verdad, a
pesar que las apariencias nos hagan creer otra cosa. Basta profundizar su doctrina
para que nos convenzamos de ello.
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5. La fuerza salvífica de la Palabra de Dios :
Después de haber abordado el tema del canon y de la verdad bíblica, podemos dar
un paso para descubrir lo que debe significar la Biblia para los creyentes.
Dios, a través de la Iglesia, nos brinda la Sagrada Escritura como norma de fe,
fuerza salvadora y alimento espiritual.

Como norma de fe: en cuanto que la Sagrada Escritura, interpretada por
quienes en la Iglesia de Cristo han recibido este encargo del Señor, se nos
presenta como guía hacia la verdad.
Cuando se contradice o se niega la revelación que los Apóstoles entregaron a
la Iglesia, y a la vez, la Iglesia, como Madre y Maestra, nos la transmite a
nosotros, se está cometiendo un error.
Es norma de fe también para el Magisterio de la Iglesia, que en ningún
momento puede contradecir la Palabra de Dios, esto es conocido como
analogía de la fe o semejanza con las otras verdades de la fe, ya que ésta
tiene las funciones de aclarar, explicitar o hacer manifiesto; pero más aún, la
actitud de la Iglesia es la de un respeto creyente, dado que Ella es una
servidora de la Palabra.
Es importante que tengamos en cuenta que el Papa y los Obispos, al igual que
los sacerdotes, no son dueños de la Palabra de Dios, ni mucho menos los
teólogos o exégetas (estudiosos de la Biblia), ya que son sólo servidores de la
Palabra, teniendo una obligación concreta: interpretarla y anunciarla.
Nosotros como cristianos tenemos también la obligación de colaborar con ellos
en la transmisión de la Palabra de Dios, teniendo en cuenta nuestras
capacidades y posibilidades.
La Biblia es una herencia que debe estar al alcance de todos los hombres de
todos los lugares y épocas.
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Tomado del Curso Bíblico: Descubrir la Biblia, Editorial católica sin fronteras, Lección 8, páginas 6-7
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
Como fuerza salvadora: Porque tiene el mismo poder que ha
demostrado la Palabra divina a lo largo de los siglos. En efecto, en el
libro del Génesis leemos: “En el principio de la creación dijo Dios: ¡Haya
luz, y hubo luz” (Gen 1,3); dijo Jesús al mar y al viento: “¡Calla!
¡Enmudece!”, y el mar y el viento obedecieron (Mc 4,39).
Al escuchar nosotros la Palabra que Dios nos dirige en la Biblia, participamos
en el diálogo entre El y sus hijos, entablado desde el origen. Ahora bien, como
para Dios no hay tiempo (está en un eterno presente), Ël por su Espíritu,
inspiró a unos hombres e hizo que su mensaje nos llegara también a nosotros,
a pesar de las distancias en el tiempo.
Esta comunicación puede tener forma externa de llamada: “Ven, sígueme”,
también de nombramiento para una misión: “Id y predicad el Evangelio”, al
mismo tiempo puede ser una manifestación explícita de su voluntad: “Amaos
unos a otros como yo os he amado”, y podríamos citar otras formas, a
través de las cuales Él nos quiere manifestar su voluntad salvífica.
La Palabra de Dios por tanto, se dirige a nosotros de muchos modos que
pueden adoptar otras variadas formas en su expresión, con la particularidad de
que se trata de un diálogo de parte de Dios hacia el hombre y de respuesta de
éste a Dios que lo llama. Por esto la Palabra de Dios es poderosa ya que
produce en nosotros frutos si la escuchamos con fe, un efecto que significa
cambio de vida, aumento de fe, consuelo, arrepentimiento, vigilancia, etc.
La respuesta del hombre puede ser de diversas maneras dependiendo de
cómo reaccionemos ante ella, aunque debería ser una respuesta generosa,
abierta, instantánea, es decir, decidida ante Dios que nos habla, pero la verdad
es que muchas veces nos quedamos indiferentes, haciéndonos sordos a su
mensaje de amor. Deberíamos tener presente siempre la recomendación del
Apóstol Santiago: “Despojándoos de toda bajeza y todo desbordamiento
de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra plantada en vosotros,
que tiene poder para salvaros” (Sant 1,21).

Como alimento espiritual: De todas las páginas de la Sagrada Escritura se
puede decir lo que San Juan dice de su Evangelio: “han sido escritas para
que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo
tengamos vida en Él” (Jn 20,31). Teniendo en cuenta esto, todas las páginas
de la Biblia nos invitan a participar de la vida que Dios nos ofrece.
Desde muy antiguo se ha hablado de la Sagrada Escritura como de un
alimento. En el mismo Antiguo Testamento encontramos esta explicación del
maná: “Dios te ha alimentado con maná que no conocías ni habían
conocido tus padres, a fin de hacerte conocer que no sólo de pan vive el
hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de
Yahvéh” (Dt 8,3).
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Juan en su Evangelio tiene un pasaje amplio sobre la Eucaristía, en
similitud con la Palabra de Dios, donde ambas son alimento que dan
vida al hombre. Aunque prevalece el aspecto Eucarístico, nos da a
entender que sus Palabras -las de Jesús- son vida, quien las acepta y cree en
El, tiene vida eterna. De hecho, la Eucaristía, sacramento de nuestra fe, es un
sacramento para los que creen en la Palabra de Jesús, que poseen ya la vida
de la gracia y la aumentan y la robustecen comiendo el cuerpo del Señor y
bebiendo su sangre (Jn 6,51-58). Es esta la razón por la cual la Iglesia en la
celebración Eucarística, une la proclamación de la Palabra de Dios con el
banquete Eucarístico, en que en forma de alimento recibimos a Cristo
sacrificado por nosotros.
Conozcamos lo que el Catecismo de la Iglesia Católica
nos dice acerca del Canon:
Dios es el autor de la Sagrada Escritura. “Las verdades reveladas por Dios, que se
contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del
Espíritu Santo”. La Santa Madre Iglesia, fiel a la base de los apóstoles, reconoce
que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas su partes, son
sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo,
tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia (Nro, 105).
La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de
los Libros Santos. Esta lista integral es llamada "Canon" de las Escrituras.
Comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos (45 si se cuentan Jeremías y
Lamentaciones como uno solo), y 27 para el Nuevo:
Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos
libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas,
Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los
Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el
Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas,
Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías,
Malaquías para el Antiguo Testamento.
Los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los
Apóstoles, las cartas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los
Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la
primera y la segunda a los Tesalonicenses, la primera y la segunda a Timoteo, a
Tito, a Filemón, la carta a los Hebreos, la carta de Santiago, la primera y la
segunda de Pedro, las tres cartas de Juan, la carta de Judas y el Apocalipsis para
el Nuevo Testamento (Nro. 120).
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Al encuentro con la Biblia
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas te ayudarán a recordar lo aprendido en esta lección:
1. ¿Qué recomienda insistentemente el Concilio Vaticano II respecto a la
Biblia?
a. Abstenerse de leerla
b. Leerla como palabra humana
c. Leerla asiduamente.
2. ¿Cómo nos da la Iglesia la Sagrada Escritura?
a. Como norma humana
b. Como norma de fe
c. Como un simple libro cualquiera
3. ¿Cómo se ha considerado la Sagrada Escritura desde antiguo?
a. Como una colección de libros juntos
b. Como un simple libro histórico
c. Como un alimento
4. Protocanónicos son los libros de la Biblia de los cuales:
a. Su inspiración ha sido reconocida enseguida
b. Su canonicidad ha sido admitida unánimemente
c. Todas las anteriores
5. ¿Cuál es la postura de la Iglesia frente a la lectura de la Biblia?
a. Que sólo los sacerdotes la pueden leer
b. Que nadie puede leerla
c. Que todos los católicos deben leerla
6. ¿Qué debe acompañar la lectura de la Biblia?
a. La música ambiental
b. El diálogo con Dios que me está hablando en ella
c. La duda de lo que estoy leyendo
7. ¿En qué consiste el canon de la Biblia?
a. En una simple lista de libros
b. En el catálogo de los libros reconocidos por la Iglesia como
inspirados por Dios
c. En la lista de libros que más me llaman la atención de la Sagrada
Escritura
Lección 3:
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Al encuentro con la Biblia
8. ¿Qué Concilio hizo público la lista de los libros canónicos de la
Biblia?
a. El de Florencia
b. El Vaticano II
c. El de Trento
9. ¿Cuáles son los libros deuterocanónicos?
a. Son aquellos libros de la Biblia de los cuales
se dudó su inspiración por alguna iglesia
b. Son los libros no aceptados por algunas
confesiones protestantes
c. Las dos anteriores
INVESTIGAR:
La lista de libros deuterocanónicos
RESPONDER:
¿En qué siglo se define la lista de los libros canónicos?
¿Qué significa la palabra canon?
¿Cómo debemos considerar la Palabra de Dios?
¿Qué importancia tiene la respuesta a la Palabra divina?
¿Cuál es mi respuesta a la Palabra de Dios?
Lección 3:
El Canon – Veracidad Bíblica
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Al encuentro con la Biblia
La P alabra de Dios sustento y vigor
de la vida de la I glesia
Sustento y vigor son dos calificativos que el Concilio Vaticano II, en su constitución
dogmática Dei Verbum (DV, 21), aplica a la Palabra de Dios. Esta doble imagen
nos remite directamente al puesto de fundamental importancia que ocupa la
Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. Si, según las afirmaciones conciliares, la
Palabra de Dios significa tanto para la vida del creyente, podemos nosotros pensar
en las implicaciones concretas de hacer que la Biblia ocupe el puesto que le
corresponde en la vida personal y de la comunidad eclesial. Estas insinuaciones
son igualmente un derrotero de encuentro con Dios a través de la Sagrada
Escritura.
El Concilio Vaticano II ha pedido “favorecer a los fieles el acceso a la Sagrada
Escritura” (DV, 22) de modo que todos podamos nutrirnos del alimento que está
contenido en la divina revelación escriturística.
A este deseo de la Iglesia
debemos corresponder con una actitud de búsqueda de la Palabra de Dios; los
medios son muchísimos: la escucha atenta de la Palabra proclamada y explicada
en la celebración de la Eucaristía, la entronización de la Biblia en nuestros hogares
y la lectura cuidadosa y atenta, ojalá en familia, de los textos bíblicos. En la
misma línea, el documento de Puebla (nro. 1001), al pedir que la pastoral tenga
como fuente primordial la Sagrada Escritura, insiste en la reflexión comunitaria de
la Palabra de Dios en los grupos bíblicos y movimientos apostólicos; estos son un
vehículo propicio para el conocimiento, escucha, aprovechamiento y aplicación a la
vida de todo aquello que Dios nos dice en la Biblia.
En esta búsqueda de la Palabra no buscamos la erudición o la acumulación de
conocimientos bíblicos. Nos acercamos a la Biblia para dialogar con Dios que nos
habla y confrontarnos con la experiencia de los creyentes que se encuentra
recogida en sus páginas. Esta es la “lectura creyente de la Sagrada Escritura” o
“Lectio Divina”, ya que, por encima de todo, intenta que el contacto con la Biblia
alimente el camino de fe de los cristianos que se acercan a ella. Y esto se hace
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dejando que se establezca un diálogo fecundo entre la Palabra de Dios y la vida .
Es así, como la Palabra de Dios se convierte en motor de una práctica viva de lo
que Dios quiere: cuando la escuchamos, la aceptamos, dejamos que cuestione
nuestra vida y la mueva a la conversión.
La carta a los Hebreos nos dice:
“Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada
alguna de dos filos; penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las
junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (4,12).
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AA.VV. El impulso del Espíritu: Guía para una lectura comunitaria de los Hechos de los
Apóstoles. Col. Palabra y Vida, 4. Estella, Navarra, 1998. p. 65-66.
Lección 3:
El Canon – Veracidad Bíblica
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