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22 – Septiembre - 2012
REFLEXIÓN DE MONS. HECTOR AGUER
“SEPTIEMBRE: EL MES DE LA BIBLIA”
“El mes de septiembre es conocido en la Iglesia Católica como el mes de la
Biblia y eso es porque el 30 de este mes se celebra la fiesta litúrgica de San
Jerónimo”.
“San Jerónimo, que vivió entre los años 340 y 420, orientó la mayor parte de
su trabajo personal, como intelectual que era y como sacerdote, al estudio de la
Sagrada Escritura”.
“El Papa Dámaso, del cual fue secretario, le encargó una versión latina de la
Sagrada Escritura que, como ustedes saben, está escrita originalmente en hebreo y
en griego. San Jerónimo realizó esa traducción latina que ha pasado a la historia con
el nombre de Biblia Vulgata. Por eso la Iglesia venera a San Jerónimo y nos lo
propone como patrono en la lectura y en el amor a la Sagrada Escritura”.
“En la Biblia, junto con la tradición tenemos la fuente de la revelación de Dios.
Dios nos ha hablado con palabras humanas. A lo largo de siglos ha ido inspirando a
los autores bíblicos para poner por escrita lo que él quería comunicarnos”.
“Algún Padre de la Iglesia ha dicho que la Sagrada Escritura es como una
carta que Dios nos ha dirigido. Nos encontramos en los libros bíblicos con un
despliegue literario y cultural admirable. Desde el punto de vista literario, artístico,
podríamos decir que no hay libro en toda la historia de la humanidad que tenga la
belleza y la variedad de la Biblia”.
“Pero para nosotros tiene un valor superior porque allí encontramos la
Palabra de Dios. Por eso en este mes de septiembre la Iglesia quiere exhortarnos a
que hagamos de la lectura bíblica la fuente de nuestra oración, de nuestra
meditación, de nuestra reflexión, de nuestro crecimiento en la fe”.
“Para acercarse cristianamente a la Biblia hay que tener en cuenta que esos
libros constituyen una unidad. El Antiguo y el Nuevo Testamento están íntimamente
vinculados entre sí. San Agustín decía que en el Antiguo Testamento el Nuevo está
latente, y en el Nuevo el Antiguo se hace patente. Efectivamente es así; todo el
Antiguo Testamento es una gran profecía de Cristo. Y la revelación del Nuevo
Testamento, los cuatro Evangelios y los escritos de los Apóstoles, han venido a
coronar ese proceso de inspiración divina por la cual nosotros contamos con esta
fuente de nuestra fe”.
“Entonces tener en cuenta, al leer la Biblia, que lo que tratamos de buscar en
ella es a Cristo. Siempre buscamos a Cristo: en el Antiguo Testamento porque
profecía de Cristo y en el Nuevo porque es expresión, testimonio de Cristo, de su
vida, de su muerte y resurrección, de su enseñanza. Allí tenemos entonces la fuente
de la más auténtica espiritualidad cristiana”.
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“Existen muchos comentarios de la Biblia; además de los comentarios
exegéticos, obras que ofrecen explicaciones científicas desde el punto de vista
lingüístico, histórico, cultural, etc.; pero lo que nos importa es leerla con el espíritu
con que fue compuesta. Es decir invocando al Espíritu Santo para que nos ayude a
hacer fructuosa esa lectura y ayudándonos, sobre todo de las notas que ilustran el
texto en las ediciones católicas con comentarios doctrinales y espirituales que
proceden de la tradición de la Iglesia y especialmente de los Santos Padres”.
Quiero señalar al respecto dos traducciones hechas en nuestro país. La
llamada “El Libro del Pueblo de Dios”, debida principalmente al trabajo de un
sacerdote platense, Mons. Armando Levoratti, y la que elaboró en La Plata Mons.
Juan Straubinger, un sacerdote alemán que, él solo, tradujo la Biblia entera, con
abundantes notas explicativas muy útiles para una lectura espiritual”.
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