Lo que las mujeres nos enseñan en el Evangelio de Juan

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Lo que las mujeres nos enseñan en el Evangelio de Juan
M. Neus Edo
1. Presentación.
Me interesa mucho descubrir el papel de la mujer en tiempos de Jesús y en tiempo de las primeras comunidades
cristianas, para poder reinterpretar y recrear hoy el papel que debe tener la mujer en la sociedad y en la iglesia.
Siguiendo a Cristina Conti, leeré el Evangelio de Juan según el tercer enfoque a la lectura de la Biblia que hacen
las feministas: “Analizan los textos sobre mujeres para aprender de las mujeres que vivieron en culturas
patriarcales” (Conti: 6).
Creo que si Juan dio un papel tan preponderante a la mujer, por algo sería. Para Schüssler, “estas cinco discípulas
son paradigmas del discipulado apostólico de las mujeres así como modelo de autoridad para las comunidades
joánicas. No son sólo el ejemplo de la discípula fiel que debe ser imitado por las mujeres, sino por todos aquellos
que pertenecen a la comunidad familiar de Jesús” (Schüssler, 1989: 399).
Y siguiendo a la teología feminista, cabría preguntarse: ¿por qué Juan da esta importancia a la mujer como
discípula, y los sinópticos no? ¿Es una omisión intencional de los sinópticos? ¿Es un invento de Juan? No creo
que sea esto último, pues Juan tenía una comunidad detrás, y parece cierto que quiso reflejar en su evangelio cómo
vivía y cómo debía vivir esa comunidad. Entonces, quiero pensar que si esto fue una práctica real de una
comunidad concreta, hoy podemos aprender mucho de ello. Aunque por siglos se haya querido silenciar.
“El lenguaje androcéntrico y los textos escritos de autoría masculina presuponen la presencia histórica y la
actividad de las mujeres; pero en su mayoría, a pesar de ello, no las mencionan” (Schüssler, 1996: 126). Entonces,
mi pregunta es: ¿por qué en el Evangelio de Juan se da tanta importancia o protagonismo a estas mujeres? ¿Será
que no fue escrito por un varón sino por una mujer? Pregunta que queda abierta.
Presentaré a estas cinco mujeres: María, la madre de Jesús, María y Marta de Betania, la mujer de Samaría y María
Magdalena, en cinco apartados, y luego presentaré mis conclusiones. Omito en este trabajo a la mujer adúltera,
porque parece consensuado que no es propio de Juan sino que es un añadido posterior.
2. María, madre y seguidora (Jn 2:1-12; 19:25-27).
Poco es lo que el Evangelio nos habla de María, la madre de Jesús. En este Evangelio sólo dos veces aparece
claramente. Pero podemos entender, de estas dos veces en que aparece, que María estuvo siempre muy cerca de
Jesús. ¿Y cómo no lo haría así una madre? Por lo que sabemos por los sinópticos, María tenía plena conciencia de
que Jesús debía ser especial, de que tenía un llamado singular de Dios. Posiblemente no entendió totalmente al
principio, pero poco a poco, dejándose en manos de Dios, fue comprendiendo.
En este primer pasaje del Evangelio de Juan, María aparece cerca de Jesús atendiendo a las necesidades de los
demás, descubriendo lo que hace falta. De este modo, María nos enseña a estar pendientes de las necesidades de
los/as otros/as. Ve, percibe, se percata, e intercede. Y no en favor propio, sino para el bien de los demás.
En la segunda aparición, al pie de la cruz, es una escena conmovedora. Debió ser muy duro acompañar a su hijo
hasta la muerte cruenta, ignominiosa, en la cruz. Pero ahí estaba. Corrió peligro, pues no era permitido a
familiares y amigos/as llorar a los ajusticiados. No se alejó, no se escondió. Debe ser cierto, pues coinciden en ello
los cuatro evangelios. Lo que nos enseña en esta escena es el valor y el coraje. A pesar de las amenazas y peligros,
estar firme acompañando al que sufre.
María era la madre física de Jesús, y, en la boda de Caná, puede interpretarse que hacía uso de su “poder como
progenitora” para conseguir una intervención milagrosa de su hijo. La respuesta un poco tajante de Jesús hace
pensar que, en el seguimiento, lo que cuenta no es la filiación sino “cumplir la voluntad de Dios” 1 . Que María fue
su seguidora, además de su mamá, se confirma al pie de la cruz, cuando Jesús la hace “madre universal, madre de
todos los creyentes”, al hacerla madre del discípulo amado. El discípulo amado es el prototipo del seguidor de
Jesús. María, al convertirse en su madre, se hace la seguidora por excelencia. Y el seguidor es el verdadero
hermano de Jesús. Es decir, la fraternidad en la comunidad nos hace hermanos/as de Jesús, y hermanos/as entre
nosotros/as 2 . Y Juan nos presenta a un hombre y a una mujer como modelos de seguimiento, lo que indica hasta
qué punto “en la comunidad joánica los hombres y las mujeres se hallaban en un nivel igual en el rebaño de Dios”
(Brown, 2005: 192).
3. Marta y María, sus amigas y discípulas (Jn 11:1 – 12:8).
Una de las cosas que resalta de este relato es la relación de amistad y cercanía que une a Jesús con Marta y María.
En aquella época, esto debía resultar extraño. Seguro que en relaciones familiares no era tan extraño, pero lo que
sorprende aquí es que no eran familia. Y el trato de cercanía de Jesús con las dos hermanas es llamativo. Tanto
Marta como María le dicen que si hubiera estado ahí su hermano no habría muerto. Marta tiene una conversación
teológica con Jesús, lo que tampoco debía ser corriente en las mujeres de su época. Seguro que no fue la única. En
Lucas se nos presenta a María como una discípula de Jesús en igualdad de condiciones con los varones 3 . El hecho
de sentarse a los pies del maestro y escuchar sus palabras denota ser discípulo/a 4 . Que María lo hiciese con
naturalidad, y que Jesús lo valorara frente al ajetreo de Marta, indica que para Jesús no era ninguna novedad. Esta
actitud de Jesús, y de María, nos permite ver que Jesús vio las cosas de forma distinta a lo corriente en su época.
Jesús enseñó a las mujeres igual que a los varones, “las animó a descubrir espacios que las llenaran de satisfacción
y las hicieran sentir personas con capacidades iguales a las de los varones” (Tamez, 2001: 28).
Otra cosa que sorprende en este relato es que hay una confesión de fe, importante por ser la primera, incluso antes
que la de Pedro, hay un milagro de resurrección y la unción de Jesús. Juan nos permite ver el protagonismo de las
mujeres en la comunidad de seguidores/as, en igualdad de condiciones que los varones. Esta confesión de fe de
Marta, parece “contraponer el poder de Jesús, que da vida abundante, y el poder de la sociedad patriarcal, que se
esfuerza por controlar y suprimir” (Tamez, 2001: 31). Y “Marta estaba asumiendo la propuesta del movimiento de
Jesús como alternativa a ese poder patriarcal” (Tamez, 2001: 31).
El milagro de la resurrección de Lázaro nos deja ver que la vida abundante que promete Jesús para los que le
siguen es algo concreto, casi tangible. A la vez que nos presenta a un Jesús “que se conmueve con nuestro dolor
humano” (Tamez, 2001: 32). Y la unción que hace María a los pies de Jesús puede expresar el amor y cariño que
sentía por Jesús, su amigo, pudiendo también presentir su muerte cercana 5 .
En definitiva, estas dos mujeres nos enseñan la importancia de la amistad, del afecto y cariño hacia los demás,
hacia la comunidad, hacia Jesús. También que el seguimiento, el escuchar la palabra del Maestro es tarea de todas
y todos. Y que la confesión valiente de la fe es imprescindible en el seguimiento, pues la fe es adhesión personal y
decidida.
1
Cf. Mc 3:31-35.
Cf. Brown, 2005: 187-192.
3
Cf. Lc 10: 38-42.
4
Podemos apreciarlo claramente cuando se indica que Pablo era discípulo de Gamaliel. Cf. Tamez, 2001: 28.
5
Cf. Tamez, 2001: 33.
2
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2
4. La Samaritana, misionera entre los no-judíos (Jn 4: 5-42).
En tiempos de Jesús, los samaritanos y los judíos no se hablaban, no se trataban, porque los judíos consideraban
que los samaritanos eran unos impuros, pues procedían de raíz judía pero se habían mezclado con asirios y otros
pueblos vecinos. Además, los samaritanos no reconocían el Templo de Jerusalén, sino que adoraban a Dios en el
monte Garizín. De aquí se desprende lo extraño de la acción de Jesús, que habla con una mujer, que además de ser
considerada, en su cultura, inferior por ser mujer, era extranjera. Es decir, la falta es doble. En palabras de Elsa
Támez, Jesús fue un atrevido 6 .
Destaca también la actitud de la mujer, que no rechaza ese diálogo con un extranjero, sino que se abre a escuchar
lo que le dice, integra en lugar de excluir, e incluso entabla un diálogo teológico con él. Vemos en estas dos
actitudes, una disposición a abrirse a lo distinto, a romper prejuicios. En una sociedad y religión que subordina la
mujer al varón, tanto en las manifestaciones político-sociales como religiosas, Jesús nos quiere mostrar la igual
dignidad de varón y mujer, tanto en lo cotidiano como en lo religioso. Se podría decir que quiere descubrir las
semillas del Reino, estén donde estén. En aquellos tiempos, es impensable que un rabí judío entablase un diálogo
teológico con una mujer, y menos extranjera. “Lo que Jesús quería es que sus discípulos y seguidores se
alimentaran de una nueva realidad, basada en relaciones humanas dignas y solidarias, que es lo que Dios, de
hecho, siempre anheló” (Támez, 2001:88).
Y por ese diálogo tan personal, en el que Jesús le habla verdaderamente, le toca lo más profundo, la samaritana
cree, reconoce que Jesús es el Mesías. ¿Qué hace un buen discípulo/a? Va, y lo comunica a otras personas. El
testimonio personal es importante para ayudar a otras personas a descubrir al Mesías. Sus vecinos samaritanos,
algunos, creyeron por la palabra de la mujer. Fueron, vieron, y también creyeron. Pero entonces, ya no creyeron
por la palabra de la mujer, sino porque ellos mismos vieron y oyeron. Nos enseña este relato que a la fe se puede
llegar de muchas maneras, entre ellas por el testimonio de otras personas creyentes, pero requiere la adhesión
personal. Ser misionero/a sería fruto de la fe personal y valiente, de haber descubierto la buena noticia, de haber
descubierto que Jesús es el Cristo, el Mesías.
5. María Magdalena, discípula y primera apóstol (Jn 20: 11-18).
Empezaré con una pregunta: ¿por qué Jesús eligió a una mujer para anunciar su resurrección a los otros apóstoles?
Esto es obvio, pues los cuatro evangelios coinciden en ello. Es la única que está antes y después de la muerte de
Jesús, es decir, al pie de la cruz y en el sepulcro. Ella “descubre la tumba vacía y es, además, la primera en recibir
una aparición del resucitado. De esta manera, es doblemente apostola apostolorum, la apóstol de los apóstoles”
(Schüssler, 1989: 397). María recibe el encargo del mismo Jesús, de ir a anunciar a los otros. “María es la primera
testigo apostólica de la resurrección” (Schüssler, 1989: 397).
Seguro que esto les cuesta mucho digerirlo a algunos (o a muchos) miembros varones de las distintas iglesias. Pero
en definición del propio Pablo, ella es auténtica apóstol, pues estuvo con Jesús cuando vivía, le experimentó
resucitado y recibió de él el encargo de ir y anunciar. Entonces me pregunto de nuevo: ¿por qué los varones de las
iglesias nos han relegado a las mujeres? ¿No es esto anti-evangélico?
Tres actitudes se pueden destacar de María, según Schüssler: - es la discípula que busca a Jesús y le encuentra, a
pesar de la tristeza por la pérdida; - Jesús la llamó por su nombre y ella reconoce su voz;
- reconoce a Jesús
resucitado como maestro 7 . Por eso es la principal testigo apostólica.
6
7
Cf. Tamez 2001:85.
Cf. Schüssler, 1989: 398.
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3
María nos enseña la fidelidad del discípulo/a, el coraje en el sufrimiento y la persecución, la valentía en el
seguimiento, la alegría de quien ha encontrado un tesoro muy valioso y lo quiere proclamar, la firmeza en la
proclamación de la Buena Nueva.
6. Conclusión.
En resumen, ¿qué nos enseñan las mujeres en el Evangelio de Juan? Lo expresaré en un gráfico.
Escucha
Fraternidad
Apertura
Discípulo/a
amado/a
Confesión
de fe
Proclamación de
la Buena Nueva
Lo he expresado en un pentágono simplemente porque son cinco las mujeres que he tomado como ejemplos.
Seguro que podría ser de otra manera. Entonces, explicaré cada una de estas cinco actitudes en función de lo
resaltado en los puntos anteriores, ahora ya de forma global, y que en mi modesta opinión, es lo que nos
enseñan las mujeres en este evangelio, es lo que deberíamos aprender de ellas. Tanto las mujeres como los
varones, en todas las iglesias. Schüssler habla de “las mujeres, paradigmas del verdadero discipulado”
(Schüssler, 1989: 377).
Apertura
• Estar atentas/os a las necesidades de las demás personas.
• Interceder a favor de las demás.
• Estar abiertas a lo diferente, a lo otro.
Creo que es la actitud básica y fundamental, que permitirá las otras. Hay que estar abiertas/os a algo distinto, a
las necesidades de las demás personas, a lo distinto, a romper prejuicios y barreras. Esta actitud de apertura
nos facilitará descubrir lo positivo de los/as demás, nos hará receptivos/as. Y permitirá que Dios entre y toque
nuestro corazón. Condición indispensable para cualquier discípulo/a de Jesús. Dios nunca nos forzará,
necesita nuestra disposición interior.
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Escucha
• Escuchar y aprender del Maestro.
• Romper prejuicios.
No basta la apertura, hay que saber escuchar. Ello implica olvidarnos de nosotras/os, poder captar y descubrir
las semillas del reino a nuestro alrededor, romper los prejuicios que nos impiden descubrir la verdad en el/la
otro/a. Es también una actitud básica del/de la discípulo/a de Jesús. Acompañada por la humildad y la
sencillez, como dice Jesús: “te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se
las has revelado a los sencillos” (Mt 11: 25).
Fraternidad
• Amistad, cariño, hospitalidad, afectuosidad.
• Ofrecer amor.
• Amar, acompañar, a pesar de las dificultades.
La comunidad es algo que se palpa en el amor que unos a otros se tienen. El único mandamiento de Jesús es:
“que se amen unos a otros como yo les he amado” (Jn 13: 34). En este evangelio, las mujeres lo ponen en
práctica, nos enseñan que es posible. También nos lo enseñan así en la práctica cotidiana, en nuestra propia
realidad. ¿No son principalmente las mujeres las que aman sin medida, sin esperar nada a cambio? En la
comunidad de seguidores/as, igual debe ser así.
Confesión de fe
• Valentía para confesar la fe.
• Ser fieles en el seguimiento.
El convencimiento de la propia fe, lleva la confesión valiente de la misma, el reconocimiento explícito de
quién es el Mesías, el Señor, el Salvador. Es un reconocimiento humilde, que a su vez invita a otras personas a
querer conocer, a creer, a confesar la fe. Es un reconocimiento que implica esperanza, valentía, perseverancia.
Las mujeres discípulas de Jesús no se dejan atemorizar, no pierden la esperanza, son firmes en su seguimiento
y buscan hasta encontrar 8 . Fidelidad en el seguimiento y valentía en la confesión de la fe, es el mensaje de las
mujeres en el Evangelio de Juan.
Proclamación de la Buena Nueva
• Ser misioneras, apóstoles.
• Ser maestras, enseñar a otras.
Jesús confía a María el primer anuncio. Porque sabe que su fe es firme, valiente, y que no se quedará este tesoro
para ella sola. Sabe que lo proclamará. Sabe que compartirá su alegría, su gozo con los demás. Porque ser apóstol
no es algo teórico, es algo que sale del corazón tocado por la experiencia del resucitado.
¿Es esto un modelo de seguimiento? Ciertamente. Claro que tampoco caeré en posturas extremistas de feminismo
que llegan a ser igualmente excluyentes. Pero lo que me parece claro es que este es un resumen o compendio de las
actitudes del/de la “discípulo/a amado/a” que Juan nos presenta en su evangelio, de discípulos/as que forman una
comunidad. “Esta comunidad se constituye como un discipulado de iguales mediante el amor con que se aman los
8
Cf. Lc 15: 8-9.
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5
unos a los otros” (Schüssler, 1989: 389). Y en esta comunidad, las mujeres nos enseñan mucho. En un plano de
igualdad con los varones.
“Jesús inauguró un movimiento dentro del cual las mujeres participaban en un plano de igualdad con los varones”
(Támez, 2001: 12). Esto es lo que debemos reivindicar, lo que debemos practicar en este siglo XXI, lo que
debemos aprender de esas primeras mujeres discípulas y apóstoles.
“En los puntos cruciales de la narración, las mujeres aparecen como discípulas ejemplares y testigos apostólicas”
(Schüssler, 1989: 390). Hoy, ¿será igual?
Como dice Lidia, “este mensaje que no me excluye, que me considera hija de Dios, persona libre e importante, le
ha dado sentido a mi vida y a mi comunidad” (Támez, 2001: 9). Me identifico con esta afirmación de Elsa Támez.
Intento que mi seguimiento de Jesús testimonie también esta convicción. Y al igual que esas mujeres, en mi
comunidad de fe apostamos por la mujer en la iglesia, en la sociedad. Pedro Poveda fue un defensor e impulsor del
papel de la mujer en la sociedad y en la iglesia.
7. Bibliografía
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Bíblia catalana interconfesional (1993). Barcelona: ABC-EC-SBU.
Brown, Raymond E (2005). La comunidad del discípulo amado. 6ª ed. Salamanca: Sígueme.
Conti, Cristina. Hermenéutica feminista. Relat 225. www.servicioskoinonia.org. Fecha de consulta: 28
de agosto de 2007.
Schüssler Fiorenza, Elisabeth (1996). Pero ella dijo. Prácticas feministas de interpretación bíblica.
Madrid: Trotta.
--------------------- (1989). En memoria de ella. Una reconstrucción teológico-feminista de los
orígenes del cristianismo. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Támez, Elsa (2001). Jesús y las mujeres valientes. New York: Iglesia Metodista Unida.
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