EL CONTROL DE LOS DATOS DE LOS CONTRIBUYENTES POR LA ADMINISTRACIÓN FISCAL EN MÉXICO Dr. Juan Manuel Ortega Maldonado Planteamiento del problema Cuando se alude al control tributario deben tenerse presentes las dos perspectivas: a) El enfoque de la Administración Fiscal, la cual pretenderá aplicar los mecanismos jurídicos que eviten una evasión en el pago de las contribuciones y b) La óptica del contribuyente, que procurará la protección y privacidad de los datos personales que de él posee la Administración Tributaria, o si se prefiere, la protección jurídica del contribuyente frente al uso de sus datos personales tratados automatizadamente por la Administración Tributaria. Ahora bien, esta ponencia se limitará a analizar someramente la segunda de las perspectivas descritas por ser atingente al tema que nos ocupa. Empecemos afirmando que si bien la Administración tiene la función de control como fin fundamental para la verificación en el cumplimiento de las obligaciones tributarias, ésta se ha visto cualitativamente renovada por la incursión de la informática en el campo tributario. Hasta hace muy pocos años, el control administrativo del tributo se efectuaba solamente sobre la contabilidad y sobre los documentos públicos y privados; la verificación contable o documentaria con relación a lo declarado por el contribuyente era el mecanismo de control común, es decir, el aspecto formal constituía la prueba idónea y eficiente para la liberación del contribuyente de mayores obligaciones formales, desvirtuando con ello cualquier pretensión fiscal.1 1 Por supuesto que estos medios de control continúan vigentes pero su utilización poco a poco tenderá a desaparecer para dar pie a una revisión informatizada. Esto llevó a la conclusión de que había que variar substancialmente el método de control fiscal buscando optimizar su eficiencia, apartándose de la verificación formal como único medio de control, y buscando la verificación real, a través de información de terceros distintos del contribuyente, que permitan determinar sus verdaderas obligaciones tributarias, todo ello con la importante utilización de la informática. ( Artículos 41-A y 42-A del C.F.F ). Pero al variar el método de control, se tocó un hilo particular y social muy sensible: la privacidad. Esto es, el derecho a poder disponer de los datos de información personal propios y, por tanto, a permitir o rehusar su uso por parte de la Administración Tributaria que maneja grandes bancos de datos, el acceso a su conocimiento por parte de terceros y al uso que de ellos se haga con finalidades distintas a las autorizadas legalmente. Hoy, la compra de un billete de avión implica el riesgo de dar a conocer las fechas y los lugares de traslado, no sólo de una persona sino de todos los compañeros de viaje; y este género de control va extendiéndose ante la necesidad de recurrir a sistemas electrónicos para las reservaciones de los hoteles, para las comunicaciones telefónicas, para las operaciones de crédito bancario y para cualquier otra clase de relaciones. El registro tributario implica un control que tiende a hacerse cada día mas estrecho. Por esta razón, el derecho a la intimidad ha adquirido, como se ha dicho, un significado nuevo e imprevisto en el momento de su primera formulación. Hoy, el derecho a la intimidad se refiere especialmente a los datos informáticos, cuya existencia, extensión y circulación ha establecido una nueva dimensión de la información. Por eso, el derecho de control sobre los datos, que debe ejercerse con respecto a quien administra y maneja esta información, exige ciertas garantías de seguridad y transparencia con las que nuestro sistema aun no cuenta en forma plena. Y dada la dimensión internacional del asunto -pues los datos acumulados en una base de ordenador bien pueden viajar de un lugar del mundo a otro en segundos,- se hace menester que la seguridad y transparencia a la que nos referimos, también se presente en las relaciones internacionales, pues se corre el peligro de que aun suponiendo que en México existiera una adecuada MEMORIA 2o CONGRESO NACIONAL... protección a la intimidad de los contribuyentes, el tránsito de estos datos a otro país desprovisto de garantías mínimas, o sea, de países cuya legislación permite la ocultación o la violación de los datos (paraísos informáticos) haga nugatorio cualquier esfuerzo de protección que se pretendiera.2 Problemas del control tributario frente a la privacidad El control de los datos o la información que el contribuyente transmite o puede transmitir a la Administración Tributaria presenta diferentes problemas: 1. La Administración Tributaria puede exigir del contribuyente información que en sí misma resulte violatoria de su derecho a la privacidad frente a los funcionarios tributarios que conocen de la información contenida en su expediente personal. 2. También existe la posibilidad de potenciales vulneraciones a la privacidad por carecer el mismo sistema normativo que obliga a recoger informes privados, de garantías suficientes que resguarden y protejan adecuadamente esa información de posibles violaciones por sujetos no autorizados; 3. Existe cierta información privada que el contribuyente debe dar a conocer a un tercero extraño en cumplimiento a un mandato de la autoridad administrativa o por disposición de la propia ley fiscal. 4. El propio cónyuge o algún otro familiar, puede verse obligado a romper esa privacidad en el cumplimiento de obligaciones fiscales. 5. Los funcionarios tributarios están obligados al sigilo y a la reserva de la información que llegan a conocer con motivo de sus funciones públicas, sin embargo, este mecanismo no es suficiente. 6. La posibilidad de que la Administración Tributaria ceda información privada con trascendencia fiscal a otros órganos públicos o a otras Administraciones públicas. 2 El artículo 69, último párrafo, de la LISR indica que “Mediante acuerdo de intercambio recíproco de información, suscrito por el SHCO, se podrá suministrar la información a las autoridades fiscales de países extranjeros, siempre que se pacte que la misma sólo se utilizará para efectos fiscales y se guardará el secreto fiscal correspondiente por el país de que se trate. EL CONTROL DE LOS DATOS DE LOS CONTRIBUYENTES... 7. El acceso de los contribuyentes a la información que sobre ellos tenga la propia Administración Tributaria. 1. En efecto, con relación a lo primero, resulta ejemplificativa la sentencia 110/84, del asunto Garrido Falla, que resolvió el Tribunal Constitucional Español, pues fue este ilustre jurista el recurrente. Impugnó una resolución de la Administración Tributaria que autorizaba la investigación de las operaciones bancarias y de crédito que este profesionista había realizado. Llegado el caso al Tribunal Constitucional, este traza una regla o principio general que puede formularse así: “La Administración puede exigir los datos relativos a la situación económica de un contribuyente porque existe un sistema tributario y una actividad inspectora y comprobadora que vela por su eficacia y, en última instancia,, porque lo exige el adecuado cumplimiento del artículo 31.1 de la norma fundamental, con el resultado de evitar una distribución injusta de la carga fiscal”. La sentencia se detiene en examinar si los datos que se piden tienen relevancia o no para la intimidad llegando a la conclusión de que los extractos de las cuentas son sólo la causa genérica de los movimientos, sin descender a la motivación concreta de cada partida, por lo que carecen de esa relevancia. A esta afirmación pueden formularse dos comentarios. El primero es que no es lo mismo la radiografía vital que puede suponer el análisis de una cuenta corriente para un ejecutivo o profesional que a través de sus cuentas pagan el colegio de los niños, las cuotas de los clubes o asociaciones a las que pertenecen, el arrendamiento de casas o locales, la energía eléctrica que consumen o el regalo a una amiga...etc., que el pequeño empresario agrícola que, todo lo más, usa el banco como lugar donde guardar lo ahorrado, si es que ahorra. “Desde esta perspectiva, -como lo anota Cabra de Luna- la posibilidad de análisis de las cuentas bancarias que la sentencia comentada paladinamente admite... es especialmente perjudicial para determinada clase social, pues suelen ser los ciudadanos de la burguesía los que usan las cuentas corrientes hasta el punto que del estudio de las mismas puede resultar en efecto una biografía en números. Creemos que no se puede admitir como verdad inconMEMORIA 2o CONGRESO NACIONAL... trovertible el que todos usan la cuenta bancaria de tal forma que el estudio de la misma sirva a la inspección para proteger el bien constitucionalmente protegido que es la distribución equitativa del sostenimiento de los gastos públicos; en algunos caos así será, en otros el estudio de sus cuentas no dirá nada y en otros la simple contemplación de los datos puede afectar a su mas honda intimidad”. Un claro ejemplo de esto nos lo pone Santamaría Pastor. “La revelación simplemente de los nombres de los clientes de un médico o clínica dedicados exclusivamente al tratamiento del SIDA, deducidos de la investigación de los ingresos bancarios de estos últimos, supone, de modo indiscutible, una agresión intolerable a la intimidad de aquellos”. En ese mismo sentido resultará interesante dar respuesta a los siguientes cuestionamientos: Conforme a una interpretación sistemática de los artículos 1o, párrafo tercero, 6o, 20-A, fracción II y 24 de la Constitución Federal nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias; de alguna forma ¿no será obtener una declaración por vía indirecta el querer saber de un contribuyente cuál es el destino de una determinada suma que donó a un partido político, confesión religiosa u obras pías? Si de la documentación bancaria sólo resultase el hecho de la extracción ¿puede el contribuyente negarse a especificar la causa o destino del importe de la misma, amparándose en el invocado precepto constitucional? ¿hasta dónde puede considerarse no colaboración u obstrucción y hasta dónde constitucional el derecho al silencio?” El otro comentario que cabe formularse a la sentencia es con relación a la insistencia que se concede a las partidas pasivas para enjuiciar como correcta o no la conducta fiscal del contribuyente. Se entiende que éste debe presentar a la administración todas aquellas partidas, llamémoslas positivas, que incrementan su renta, patrimonio o capacidad de gasto, porque ellas pueden integrar la base imponible y tienen una importancia decidida sobre la cantidad a pagar a Hacienda en concepto de tributo. Pero el destino de las cantidades, no su obtención, no tienen mayor relevancia desde el punto de vista de la recaudación; sin embargo, las autoridades fiscales presumirán que cuando los contribuyentes obtengan salidas superiores a sus entradas, la diferencia constituirá resultado fiscal (artículo 59, fracción VII del C.F.F.) EL CONTROL DE LOS DATOS DE LOS CONTRIBUYENTES... En cualquier caso, como explica Arsuaga Navasquez, el silencio acerca de determinadas partidas negativas (gastos), en todo caso, puede suponer para el contribuyente la pérdida de un determinado beneficio fiscal, al que puede renunciar si quiere, si con ello protege su intimidad. Un ejemplo lo cita Alonso González: “pensemos en la no inclusión, no precisamente infrecuente, en las declaraciones de Renta, de un hijo subnormal con el efecto directo de no aminorar la cuota tributaria de pago”. Sin duda esto mismo acontece en nuestro país en relación al artículo 176, fracción I, de la LISR que permite deducir de los ingresos anuales los honorarios médicos efectuados para el contribuyente o sus familiares, con la obligación, claro está, de presentar la documentación relativa en la que se describen las consultas y tratamientos correspondientes. 2. La segunda forma de afectación a la intimidad personal y familiar es potencial, lo que de suyo ya resulta grave. Un asunto así se planteó en la sentencia 146/1994 ante el Tribunal Constitucional Español. Se alegó por el recurrente que: “un sistema normativo que, autorizando la recogida de datos incluso con fines legítimos, y de contenido aparentemente neutro, no incluye garantías adecuadas frente a su uso potencialmente invasor de la vida privada del ciudadano, a través de su tratamiento técnico, vulnera el derecho a la intimidad de la misma manera que lo harían las intromisiones directas en el contenido nuclear de ésta”. El Tribunal Constitucional argumenta la desestimación del recurso pues “...el Real Decreto 338/1990, lo mismo que su orden de desarrollo, forman parte de un conjunto normativo que introduce garantías suficientes frente al eventual desviación de la información que aquellas normas permiten recabar”. Sin embargo, el Tribunal no arguye más al respecto guardando silencio sobre las razones que lo orillan a afirmar que ese Decreto realmente introduce garantías efectivas que salvaguarden el derecho a la intimidad. Este potencial atentado podría configurarse en México conforme el tercer párrafo del artículo 69 de la LISR que habilita discrecionalmente al Secretario de Hacienda para publicar los siguientes datos de grupos de contribuyentes: nombre. domicilio, actividad, ingreso total, utilidad fiscal o valor de sus actos MEMORIA 2o CONGRESO NACIONAL... o actividades y contribuciones acreditables o pagadas. En nuestra opinión esta medida es atentatoria del principio de reserva de ley, pues debe exigirse que sea ésta la que establezca límites al uso de datos informáticos en garantía de los ciudadanos y no actos discrecionales de algún funcionario. 3. La tercera forma de cómo se puede violentar la privacidad, dijimos, era a través de actuaciones de terceros extraños, que así procedieran en cumplimiento a obligaciones fiscales. Esto último se presenta actualmente con el artículo 30-A del C.F.F. que obliga a los contribuyentes a proporcionar a las autoridades fiscales la información que se solicite sobre sus clientes y proveedores. En sistemas tributarios como los europeos o los norteamericanos, por ejemplo, para determinar la retención del ISR es preciso tomar en cuenta las circunstancias que determinan el mínimo personal y familiar, lo que exige poner en conocimiento del pagador no sólo el número de hijos o descendientes del trabajador, sino también su situación familiar, esto es, si es viudo, soltero, separado, divorciado, si las rentas de su cónyuge exceden de determinada cantidad, si los hijos o descendientes que conviven con aquél padecen o no algún tipo de discapacidad y cuál es el grado de la misma, e incluso si viene obligado por resolución judicial a satisfacer pensiones compensatorias a su cónyuge o anualidades por alimentos a los hijos. Y todas esas circunstancias, no se comunican a la Hacienda Pública, sino al empleador, al que se han de remitir los documentos acreditativos de cada una de esas situaciones, incluso la resolución judicial de la que nazca la obligación de satisfacer la pensión alimenticia, que bien puede surgir de una causal necesaria de divorcio, por ejemplo, poniendo en evidencia las intimidades personales y familiares del trabajador frente a un tercero extraño, como lo es el patrón. De esa manera, no puede negarse que en la línea de sacrificar la intimidad a las necesidades recaudatorias se ha avanzado un paso más, de suerte que ahora no es sólo la Hacienda Pública la depositaria de algunos datos relativos a la vida privada de los contribuyentes, sino que lo son también los pagadores de las rentas del trabajo personal. EL CONTROL DE LOS DATOS DE LOS CONTRIBUYENTES... Algo similar sucede en nuestro país al establecer el artículo 222 de la LISR que el IMSS tendrá la obligación de otorgar a los patrones que inscriban ante dicho Instituto a trabajadores con capacidades diferentes, un certificado de incapacidad en el que se señale el grado de la misma, si es que desean obtener la deducción adicional del 20% de la cantidad pagada por salario a ese trabajador. 4. La afectación a la privacidad puede también ser realizada por el propio cónyuge u otra familiar en cumplimiento a obligaciones fiscales. En España, por ejemplo, esta posibilidad ha quedado eliminada de la legislación tributaria a partir de la sentencia 45/1989. En efecto, esta resolución declaró inconstitucional el artículo 34.3 de la Ley 44/1978 que obligaba a los cónyuges a declarar conjuntamente. Cuando los cónyuges no llegaban a un acuerdo a la hora de declarar, la Ley les imponía a cada uno declarar sus propias rentas y también las del otro cónyuge, como miembro de la unidad familiar que es. Para el Tribunal Constitucional Español: “el precepto no lesiona el principio de igualdad, en cuanto que es aplicable sólo a los esposos, cuya sujeción conjunta al impuesto, es, en principio, lícita, pero es desde luego claramente incompatible con el derecho a la intimidad personal y familiar”. Mas adelante se afirma: “El precepto prescribe un deber de denunciar a la Hacienda Pública las incorrecciones en que, a su juicio, incurre su respectivo cónyuge en la estimación de sus propias rentas. La obligada manifestación pública de una discordia en el seno de la familia no es tampoco compatible con la intimidad familiar”. Una situación de esta naturaleza puede presentarse en México porque el artículo 108 de la LISR obliga a los integrantes de la sociedad conyugal a responder solidariamente por el incumplimiento del representante común. 5. Por otro lado, conforme a los artículos 46, fracción IV, 63 y 69 del C.F.F. los funcionarios tributarios están obligados al sigilo y a la reserva de la información que llegan a conocer con motivo de sus funciones públicas, sin embargo, este mecanismo no es suficiente. En efecto, la vulneración del derecho a la intimidad -como todos sabemosse produce con la difusión pública de los datos personales del contribuyente; MEMORIA 2o CONGRESO NACIONAL... y la privacidad es eso, pero es mucho más que eso. La privacidad individual entraña el derecho a que los datos personales de la vida de alguno no sean conocidos por nadie (salvo por aquellos a quienes la persona quiera libremente confiarlos); incluso por los propios inspectores, que además de inspectores y antes que ello, son personas humanas, ante las que otra puede igualmente sentir reparo o avergonzarse. Bien esta, pues, el deber de sigilo y reserva, pero con ellos no se satisface ni de lejos, el derecho a la privacidad. Máxime si se toma en cuenta que las sanciones administrativas y penales que prevé el C.F.F. para quien infringe estas obligaciones son reducidas en comparación con los daños que pueden generarse. 6. La posibilidad de que la Administración Tributaria ceda información privada con trascendencia fiscal a otros órganos públicos o a otras Administraciones públicas, encuentra su apoyo en los artículos 63 y 69 del C.F.F. En este último precepto se establece como regla general que los funcionarios hacendarios están obligados a la reserva de la información que conozcan como ya dijimos. Sin embargo, existen algunas excepciones, entre ellas que sí podrán ceder esa información “a las autoridades judiciales en procesos del orden penal o a los tribunales competentes que conozcan de pensiones alimenticias”. La controversia puede sintetizarse con la pregunta de si pueden requerir los jueces y tribunales en el ejercicio de sus funciones datos obtenidos por la Administración tributaria en el desempeño, también, de sus funciones. Una pregunta relevante porque se puede apreciar una clara contradicción entre el contenido del artículo 79 del Código Federal de Procedimientos Civiles que habilita al juez para valerse de cualquier documento ya sea que pertenezca a las partes o a un tercero, para conocer la verdad y el artículo 69 del C.F.F ya citado que, en estricto sentido, sólo permite que las autoridades fiscales cedan esa información a las autoridades judiciales en los procesos del orden penal, no en otro tipo de procesos como los meramente administrativos, civiles, laborales, agrarios, e inclusive, no debiera tampoco ceder información en los procedimientos de averiguación previa. Seguidamente debe analizarse la justificación de ceder esa información en cualquier proceso del orden penal, incluyendo los delitos de orden patrimonial, pues no se ve la razonabilidad de EL CONTROL DE LOS DATOS DE LOS CONTRIBUYENTES... que en estos, que afectan intereses exclusivamente particulares, las autoridades fiscales acudan en su auxilio, máxime si se considera que en asuntos de mayor relevancia social como los laborales, agrarios, etcétera no se autoriza esa transmisión. Finalmente y lo que es más grave, es que la cesión de la información que posee la Administración tributaria y que obtuvo directamente del contribuyente, puede violentar el derecho a no declarar contra sí mismo, (artículo 20, fracción II, de la Constitución Federal) cuando es requerida por un tribunal que juzga hechos considerados delictivos contra el mismo sujeto. 7. El acceso de los contribuyentes a la información que sobre ellos tenga la propia Administración Tributaria. Esta parte no la regula el C.F.F. sino los artículos 20, fracción I y 25 de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental que permite a los ciudadanos el acceso y corrección de datos que el obligado tributario considere inexactos o incompletos. Este derecho, debemos indicar, no se configura como un derecho absoluto, es decir, el ciudadano no tiene un derechos sobre “sus datos” en el sentido de la soberanía absoluta e ilimitada, sino que debe aceptar determinadas limitaciones de su derecho en aras del interés preponderante de la colectividad. Por otro lado, es importante acotar que esta rectificación no podrá realizarse cuando ello implique un serio perjuicio a las actividades de la recaudación de las contribuciones, lo que hace suponer que cuando se realiza una auditoria el particular puede encontrarse con el impedimento para modificar sus datos con los que cuenta la Administración tributaria en su base de información. Conclusiones Generales 1. El control tributario se refiere tanto a las tareas propias de la Administración para verificar el cumplimiento de las obligaciones fiscales, como a las relativas a la información que el contribuyente transmite a la Hacienda Pública. 2. El control de los datos con los que cuenta la Administración tributaria respecto de un contribuyente origina diversos problemas porque no se cuenta con los mecanismos adecuados para su salvaguarda.