el rol del estado peruano en la defensa de la democracia militante

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EL ROL DEL ESTADO PERUANO EN LA DEFENSA DE LA DEMOCRACIA
MILITANTE
Stephen Haas Del Carpio (*)
Hace algunos días el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de norma que propone modificar
la ley de partidos políticos en donde se prohíbe la inscripción de organizaciones políticas que
constituyen una amenaza al sistema democrático en razón a que en las últimas semanas,
hemos visto con suma preocupación la realización de diferentes actividades de personajes
vinculados con el terrorismo. En dichas presentaciones, no se ha descartado la idea que el
Partido Comunista Peruano-Sendero Luminoso pueda participar en futuros procesos
electorales, lo que resultaría preocupante para nuestro incipiente sistema democrático pues los
principios y valores que inspiran y sostienen el Estado de Derecho pueden verse vulnerados o
amenazados por fuerzas disidentes que actúan al margen de la ley.
ROL PROACTIVO DEL ESTADO
Frente a este riesgo, el Estado ha adoptado correctamente un rol proactivo con la finalidad de
apuntar a la prevención del peligro. La protección de los derechos fundamentales y la
obligación del Estado de darle a la ciudadanía una garantía efectiva a los principios y valores
sobre los que se estructura el ordenamiento jurídico y la convivencia social así lo exigen por lo
que se deben establecer instrumentos legales que actúen a priori en el control democrático de
las organizaciones políticas.
Así, rechazar la posibilidad de un control previo a las organizaciones políticas, cuando su
contenido ideológico pretenda la destrucción del sistema democrático, implicaría hacer inviable
cualquier tipo de fiscalización y ello en razón a que, cuando el peligro se concretice, será ya
tarde para actuar puesto que el partido antisistema habrá aniquilado al sistema democrático.
EN DEFENSA DE LA DEMOCRACIA
Por ello, el Estado debe salir en defensa de la democracia militante, proscribiendo dentro de
nuestro sistema a aquellas ideologías que pretendan la desaparición de la democracia. En
efecto, nuestro sistema jurídico constitucional ha consagrado la definición de la democracia
militante1 por lo que su comprensión resulta fundamental para afrontar el tema del control
previo.
El concepto de democracia militante ha sido utilizado por autores como Kart Loewenstein y se
emplea para describir a las democracias que cuentan con mecanismos de defensa para hacer
frente a las organizaciones políticas que pretenden aprovecharse de la fragilidad del sistema
para lograr su destrucción y ella se puede apreciar notablemente en la legislación europea
sobre el control previo de las organizaciones políticas, especialmente en países como
Alemania y España.
ALEMANIA Y ESPAÑA
La legislación alemana impide la existencia de partidos antidemocráticos. En la Ley
Fundamental de Bonn se señala que no se admite a los partidos que pretenden perjudicar o
eliminar el ordenamiento constitucional libre y democrático, o amenazan la existencia de la
República.
En cuanto a la legislación española, la Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio, de Partidos
Políticos cumple con su objetivo legal que es la de garantizar el funcionamiento del sistema
democrático y los derechos fundamentales de los individuos por lo que estableció un
procedimiento judicial de ilegalización de los partidos por dar un apoyo político real y efectivo a
la violencia o terrorismo. Es a través de esta norma que el Tribunal Supremo Español, con
1
Fundamento Nº 371 de la sentencia Nº 00003-2005-AI/TC Tribunal Constitucional.
fecha 27 de marzo del 2003, declaró la ilegalidad del Partido Político Español Batasuna por sus
probadas conexiones con el grupo terrorista ETA.
TRIBUNAL EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS
En cuanto a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ella ha dado lugar a
una doctrina clara y reiterada sobre la posición de los partidos políticos en una sociedad
democrática. Según el Alto Tribunal sólo son compatibles con el Convenio Europeo de
Derechos Humanos los partidos políticos que defiendan proyectos respetuosos de la
democracia y los derechos humanos, y que lo hagan por medios igualmente democráticos.
Por estos motivos, nuestro Estado no puede quedarse inerte ante el peligro y avance de estas
organizaciones que pretenden cubrirse bajo el manto de la legalidad para la consecución de
sus objetivos. De esta manera, debemos reaccionar de inmediato ya que no podemos darnos
el lujo de dar cabida a grupos políticos que representen ideologías totalitarias, racistas y
antidemocráticas cuyo contenido ideológico pretenda la destrucción de nuestro sistema
democrático o menoscaben los derechos y libertades expresados en los principios y valores
constitucionales que sostienen el Estado de Derecho.
(*) Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional
de Derechos Humanos.
Abogado por la Universidad de Lima.
Maestrías en Derecho Internacional y Política
Internacional por la Universidad de Québec en
Montreal (Canadá).
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