introduccion a la bohemia

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INTRODUCCION A LA BOHEMIA
N7RODUC7iON TO THE BOHEMIA
José Esteban1
RESUMEN
Fueron los artistas bohemios los que con mayor intensidad y conciencia ideológica se sirvieron de su
existir transgresor para repudiar el orden y la moralidad burguesa. En esta impugnación de los valores
de la sociedad burguesa, y sobre todo en el terreno de la cuestión social, quizá fueron los bohemios
los que representaron a la muier española en sus condición de explotada, ya que formaba parte de
los desheredados, con quienes los bohemios se solidarizan. Y en esto concuerdan con lo que dice Jean
Pierrot: que la imaginación decadente oscila entre dos imágenes-mitos de la mujer: la muier fatal y la
mujer víctima.
P a l a b r a s clave: bohemia, feminismo, solidaridad femenina, rebeldía.
ABSTRACT
It was Bohemian artists who made the most intensive use of your existence in the transgression to reject
the middle class order and morality, and did so with full awareness of the ideology behind their acts.
Through this challenge to middle class values (above al1 as regards the social question) it was probably
the Bohemians who best represented Spanish women in their condition of being exploited, as these
belonged to the dispossessed, whose cause the Bohemians supported. In this regard, they coincide with
the words of Jean Pierrot, for whom decadent imagination ranges between two irnages/myths about
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women: the femme fatale and the woman as victim.
K e y w o r d s : bohemia, feminism, solidarity between women, rebelliousness.
SUMARIO:
- Rebelión contra el mundo burgués. - Escribir contra el canon establecido. - Solidaridad de los
bohemios con las prostitutas y las trabaiadoras.
Así la denominan (bohemia), y es una
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1 Escritor, periodista y editor.
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denominación que se ha hecho general en Europa, a
esos hijos del genio, que, abandonando la paz de sus
hogares, se trasladan a las grandes capitales en busca
de un nombre, sin más patrimonio que esperanzas y
su fuerza de voluntad.
Pérez Escrich, El frac azul
Rebelión contra el mundo burgués
La actitud de los bohemios tiene una clara vocación de inadaptados sociales, a la vez
que una protesta individualista contra el capitalismo y la sociedad burguesa, ya instalados
en el poder. Celoso de su independencia, el bohemio no se deiará comprar y llevará su
insurgencia y su intransigencia hasta límites insospechados. Provocador por naturaleza, el
bohemio llama filisteos a los adocenados burgueses, que han mercantilizado la vida y las
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solidarizan con los marginados de la sociedad (obreros, mujeres), a la vez que adquieren
un carácter de malditos. Adoran a Baudelaire y a Verlaine, hasta convertirlos en auténticos
ídolos.
Suele olvidarse que hacia 1880 empieza a tomar cuerpo en Madrid una nueva
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conductas e intenta asustar sus bien asentadas creencias, así como sorprenderlos, adoptando
un aire anárquico en todas sus manifestaciones, tanto artísticas como vitales.
Estos escritores se sienten y actúan como verdaderos proletarios intelectuales, se
generación de escritores. Algo mayores que los del 98, e inferiores a casi todos ellos en
capacidad y aptitudes literarias. Se llaman a sí mismos «gente nueva» y ellos serán el primer
grupo del que se nutra la bohemia madrileña. Aleiandro Sawa, Nakens, Silverio Lanza,
Manuel Paso y otros muchos menos conocidos, pertenecen a este nuevo grupo, al que hay
que añadir a Rafael Delorme, Pedro Barrantes, Palomero, Ricardo Fuente y sobre todo
Joaquín Dicenta, que con su estreno de Juan José (1 895) provocó revuelo y entusiasmo entre
los ióvenes del 98.
En realidad era la bohemia. Era el proletariado intelectual. Era la lucha de unos
jóvenes que intentaban, una vez más en la historia de España, propagar las ideas nuevas y
terminar con la vieja España, ajustando sus cuentas a la Restauración de Cánovas, que por
aquellas fechas se había convertido en una caricatura de sí mismo. Era, en efecto, la guerra,
la eterna guerra entre lo viejo y lo nuevo que representaban dos revistas literarias en lucha a
muerte: Genfe vieja, que agrupaba a los que defendian el vieio orden cultural, y Vida Nueva,
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que pretendía arrollar ese más bien desorden.
Los bohemios, como luego la llamada generación del 98, eran casi todos periféricos.
que acudían a ~ a d r i en
d busca de gloria y fama literarias. La mayoría de ellos perdió la vida
en la capital y escribió sobre ella páginas amargas.
Rafael Cansinos-Assens, como tantos otros, -había
nacido en Sevilla-,
dio, como
era preceptivo, con sus huesos en Madrid. Unido a los llamados despectivamente modernistas,
vivió la exaltación del momento, la crisis que precede a todo movimiento literario, y es la
historia de esa crisis lo que nos cuenta pormenorizadamente en las apasionantes páginas de
l a novela de un literato. Los avatares de una tribu literaria que rendía culto a la amistad y a la
libertad y que se permitía poner todo en tela de juicio: la religión, la propiedad, el arte. Eran
los profetas del arte nuevo, del nuevo cambio social o, en palabras de Rubén Darío, jóvenes
ansiosos de cultura. Toda una cuestión de formas y toda una cuestión de ideas.
Las incontables revistas de la época, revistas que nacían y morían casi a diario, nos
dan las verdaderas claves del momento, la feroz lucha sostenida cuerpo a cuerpo entre unos
y otros, los llamados «melenudos» por Pereda, o «extranjerizantes» por Clarín, pero que en
realidad, y lo cuenta Dicenta, sólo «querían el progreso indefinido como idea superior... y
reclaman libertad para el pensamiento en el libro, en la tribuna, en el teatro, en el arte, en
todo».
Lo bohemios clamaron, a veces desde el desierto, contra la implacable sociedad
burguesa. Manuel Machado arremetió duramente contra la injusticia en su «Prólogoepílogo»,
pintándonos una clase dirigente verdaderamente abyecta, donde nada noble existe:
En pobre país viejo y semisalvaje,
mal de alma y de cuerpo y de facha y de traie,
lleno de un egoísmo antiartístico y pobre
-los más ricos apilan Himalayas de cobre,
y entre tanto cacique tremendo, ¡qué demonio!
no se ha visto un Mecenas, un Lúculo, un Petronio-,
ni vive el Arte ... O, mejor dicho, el Arte,
mendigo, emigra con la música a otra parte.
El sentido de solidaridad entre bohemios y modernistas se debe a su común ausencia
de éxito y reconocimientos oficiales; al rechazo de una sociedad que en palabras de Baroia,
les dejó <<sinoficio. sin medios de existencia y sin porvenirn. El escritor vasco pensaba que
la bohemia era el resultado del «vacío hecho por los políticos a todos los que no fueran
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sus amigos y quizás también por la pérdida de las colonias que, naturalmente, restringió el
número de empleados en España».
Escribir contra el canon establecido
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Los bohemios de España, a través de su rebeldía estética y ética, contra la sociedad
burguesa, intentaban vivir una vida impregnada de literatura: «la vida por el arte» y «el
arte por el arte». Este anhelo «esteticista» de la vida era, para los bohemios, algo como la
proverbial hoja de papel: el arte moderno es el anverso y la vida cotidiana el reverso, así
que no puede rasgarse una cara sin rasgar al mismo tiempo la otra. La actitud bohemia de
que la vida de arte tiene por objeto impuesto el propio arte, a veces equivale a practicar
un género de vida irregular y azarosa -pasar noches sin dormir, tener poco orden ante las
leyes morales, vivir ajenos a las reglas sociales, excediéndose tanto en sus costumbres como
en su comportamiento cotidiano, y todo esto dentro de una sociedad burguesa, de la que, no
~bstante~formabanparte.
La bohemia es hija del romanticismo y la primera vez que se escribió en un libro
romántico: ¡Viva la bohemia!, se creó una metáfora que había de influir mucho en la vida
literaria y en las costumbres (también femeninas) del Parnaso.
Oponerse, por tanto, a los cánones tradicionales del arte, por medio de una
«expresividad agresiva» equivale a una capacidad de romper con los gustos burgueses que
para ellos eran, al contrario que una auténtica estética, puro «filisteismo». «Hay que confesar
que las bellas letras viven aisladas, como mendicantes, al margen del orden social», escribió
Carrere. Es decir, el estado de la conciencia de los bohemios se ha marginado conscientemente
de las tendencias artísticas de su tiempo; ellos se apartan del llamado «orden» social o estético
y no reconocen ni en los cánones de la cultura ni en las costumbres de la burguesía que los
promulgaba los valores del arte que, no siendo suyos, los consideraban valores exteriores
a ellos. Esta clase de desposesión, a la vez social, cultural y sicológica, afectaba tanto a la
conciencia individual de los bohemios, como a la colectividad, la Bohemia entera: «los que
se hallan incómodos en la vida» (Sawa). «Nada he tenido ni tampoco espero» (Gálvez). «Y la
bohemia es, en esencia, un magnífico gesto de independencia espiritual» (Phillips, 1999).
Resulta que uno de los factores que se destaca entre los bohemios españoles es,
precisamente, la conciencia viva que ellos mismos tenían de su propia situación social: sólo
por ser «jóvenes ansiosos de cultura» eran socialmente marginados. Presumiendo que «la
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creación se concibe como rebelión» (sobre todo respecto al arte y la literatura, según ellos
contra la pereza mental de su tiempo), no estaban integrados en la sociedad burguesa pero
por lo menos, desde el margen y apartados del canon, tenían libertad. El continuo análisis de
sí mismos y sobre todo su sentido anticanónico de la modernidad nos recuerda que, durante
el fin del siglo XIX, oponerse al canon conscientemente «en esta tierra inhóspita, que no ama
a sus cantores» (Buscarini), equivalía a cultivar la capacidad de actuar y escribir libremente,
sin rendir homenaie a las obligaciones sociales o costumbres culturales.
Así que estos artistas y escritores bohemios se daban perfecta cuenta de que
si, por un lado, con «su forma de vivir y sus costumbres escandalizaban a la sociedad
biempensante», por otro, liberados del peso del arte tradicional, se regían -o por lo menos
así lo creían- por sus propias leyes modernas, independientes, utópicas y quijotescamente
autónomas. Era de esperar que una actitud radicalmente «Anti-institucional» hubiera de
acarrearles a la mayoría de ellos muchas dificultades además de rodearles de obstáculos
tanto artísticos como económicos. «Bohemios son. .. todos los que tienen muy poco dinero
y muchas ilusiones» (Gómez Carrillo, 1900). De ahí la importancia de su función cultural
dentro de la modernidad.
Sabido es que, en general, en cuanto nacemos empieza la sociedad, por el medio
burocrático de diversas instituciones, a obrar en nosotros tratando de transformarnos en
unidades sociales. Y así, dentro de la sociedad española de la Restauración, hubo grupos
que establecían reglas o normas que, en ciertos momentos y bajo ciertas circunstancias,
intentaban hacer cumplir. Resulta que, estas normas, suelen canonizarse, y señalan unas
determinadas acciones como aceptables y otras cono inaceptables. Y en una sociedad como
la de la Restauración, la idea de «ley y orden» importaba más que la libertad individual, lo
que para los bohemios que aspiraban a propagar y defender lo nuevo, era verdaderamente
intolerable.
Ahora bien, $qué ocurre cada vez que (a diferencia de la mayoría) se les acusa a
ciertos miembros de la minoría de haber violado los cánones? Se les considera personas non
gratas, gente peculiar y especial, de la que no puede esperarse que viva y actúe como los
otros. Se les considera extraños, extravagantes, desviados, pecadores, marginados, rebeldes,
pícaros, golfos, e incluso, hacia finales del siglo XIX, bohemios. Se trata de etiquetas en su
mayoría peyorativas. «No era literato, no era artista, no era nada. Nada más que bohemio»,
o «aquellos plumómanos andaban siempre encrespados en polémicas violentas por motivos
fútiles» (José Alfonso).
N o obstante, las reacciones negativas, los bohemios que se veían así etiquetados;
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o estigmatizados, de melenudos, golfos o parásitos, gozaban de una distinta perspectiva y,
aristocróticamente y con cierta arrogancia, no aceptaban la regla canónica en nombre de
la cual los estaban juzgando. Tampoco reconocían en las autoridades (para los bohemios
«burócratas de la imaginación,) ni la aptitud moral ni la capacidad estética ni el derecho
moral para juzgarles. Basta fijarnos en la reacción modélica de un auténtico bohemio contra
el «gusano bu~ocrótico»que no sabe nada, «iNi soñar!» {luces de bohemia). Porque en si
mismas la rebelión cultural y la disidencia estética eran síntomas modernos de los bohemios
españoles. «La creación se concibe como rebelión», as; que «vivir es atacar. Vivotear es
resistir, (Sawa, 1909).
Solidaridad de los bohemios con las prostitutas y las trabajadoras
Vistas así las cosas, no era raro que fueran los artistas bohemios los que con mayor
intensidad y conciencia ideológica se sirvieran de la sexualidad transgresora para repudiar
el orden y la moralidad burguesa. Fueron también ellos los primeros que representaron a la
mujer española en su condición de explotada, ya que formaba parte de los desheredados,
como ellos mismos se consideraban.
Para ellos, la mujer, víctima de la sociedad, aparece en su doble vertiente de prostituta
y mujer trabajadora, y ellos mismos se consideraban como verdaderas prostitutas del arte
en la sociedad capitalista del libre mercado, y estos escritores malditos y bohemios, a partir
de Baudelaire, veian en la prostituta la expresión de la rebelión contra la sociedad burguesa
y la moral católica basada en la familia. En la poesía bohemia queda todo esto muy bien
reflejado y sobre todo en el famoso verso de Manuel Machado: «Hetairas y poetas somos
hermanos».
Desde estos principios, son muchos los poemas de los bohemios dedicados a las
prostitutas, entre los que sobresale el famoso entonces y hoy olvidado, Soliloquio de las
rameras, de Pedro Barrantes:
Un mísero tabuco es nuestra casa;
negro está y desconchado la pared.
La canalla va allí cuando la abrasa
del gran deseo, hidrópica la sed. [...]
Somos bestias humanas, no sabemos
lo que es amor, decoro y honradez,
ni aprenderlo tampoco pretendemos,
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pues no aprendimos más que lo soez.
Cuando ya no servimos para nada,
nos echan del,abyecto lupanar,
y ya nuestra existencia degradada
arrastramos sin lecho y sin hogar.
En este poema, como en muchos más, veremos la solidaridad del poeta con las
oprimidas y explotadas, a la vez que una cierta mitificación del cuerpo femenino, muy propio
del momento en Europa.
En esta dirección de la solidaridad y el amor a la muier considerada perdida por los
burgueses, destacan los bohemios que Víctor Fuentes llama de la tercera generación. Son
estos Pedro Luis de Gálvez, Buscarini, y sobre todos Vidal y Planas, llamado por CansinosAssens «el Cristo de los meretricios». Y este mismo autor, en un caso quizá único en las
literaturas europeas, llega a elevar a los altares a una de ellas. Es su drama Santa Isabel de
Ceres, de enorme éxito teatral.
Por otra parte, se hace preciso decir que de estos bohemios, al filo de fin del siglo XIX
y principios del XX, surgieron algunas de las más significativas reivindicaciones feministas, en
las que se solidarizan con la muier trabajadora, así como piden leyes para la protección de
la infancia y la creación de un Ministerio de Trabajo.
Tanto en prosa como en verso, nos encontramos con semblanzas y cuentos que
reivindican el papel de la muier en el mundo del trabaio. Algunas, hay que decirlo, algo
plañideras y hasta llorosas:
Ya la lavandera llega, arroia el fardo,
lo desata, prepara la ropa;
se arrodilla en la arena. Es el vaho
de su aliento una nieve. Un instante
se detiene, con miedo pensando
en el frío terrible del agua.
Es el poema l a lavandera, del citado Pedro Barrantes.
N o hubo muchas artistas bohemias, pero ya desde El frac
bohemia española), aparecen las compañeras abnegadas y generosas, las Enriquetas y las
Mimis, a quienes cantan y necesitan los bohemios.
Iris Zavala nos habló de varios bohemios, entre ellos Aleiandro Sawa y Ernesto Bark
que procuraban el progreso socio-Político dentro del opresivo marco de la Restauración y
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y sociales muy avanzadas para su tiempo, por
no vacilaron en propagar ideas
ejemplo los derechos, ignorados, de las mujeres. El ensayo «Feminismo» de Alejandro Sawa,
aparecido en 1905, se destaca aún hoy, por el tono moderno de sus protestas. Veamoslo:
Hace algunos años, en Ginebra y a orillas del lago, en aquella encantadora residencia de
Mon Plaisir donde Augusto Baud-Bovy, el pintor de las nubes y las montañas, obligaba a sus
amigos, a fuerza de gracia en la hospitalidad que les dispensaba, a que encontraran, sino
dulce, digna de recorrer cuando menos la existencia, una mujer que en las filas de los espíritus
independientes de su país tuvo un nombre ilustre que supo luego hacer respetable en el mundo
de la ciencia, madame Plehanoff, me preguntó como remate a una conversión.
- Pero en el país de usted, i q ~ hacen
é
las muieres solteras que carecen de bienes de fortuna,
y en qué piensan cuando suena la hora de dar cara al porvenir?
- Pues no hacen nada y piensan en buscar un novio.
-2Lo encuentran todas?
-iBah! También hay solteronas en los demás países de la tierra -le respondí un tanto
malhumorado, como siempre que tengo que dar fe de alguna inicua fatalidad humana.
Y el tema viejo, pero cada vez más vigoroso, del feminismo y de la emancipación de
las mujeres, se irguió resueltamente ante nosotros, como una conminación improrrogable...
Bibliografía
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Este artículo ha sido:
Recibido el 14 de abril de 2006
Aceptado el 4 de iulio de 2006
BlBLlD [1139-1219(2007)10: 13-211
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