Devocional, domingo 03 de enero del 2016 «Cuando vean a los sacerdotes levitas llevar el arca del pacto del SEÑOR su Dios, dejen sus puestos y síganlos. Dado que ustedes nunca antes viajaron por este camino, ellos los guiarán. Quédense como a un kilómetro detrás de ellos, mantengan una buena distancia entre ustedes y el arca. Asegúrense de no acercarse demasiado». Entonces Josué le dijo al pueblo: «Purifíquense, porque mañana el SEÑOR hará grandes maravillas entre ustedes». (Josué 3. 3-5; NTV) Israel está por entrar a la tierra de Canaán, la tierra que Dios les había prometido entregarles al sacarlos de la esclavitud de Egipto, promesa que ya le había hecho a los antepasados de Israel, su pueblo elegido. Israel había llegado a la rivera del río Jordán y el liderazgo ya lo ejercía Josué, sucesor de Moisés. Dios ya había tratado con él y le había prometido que no lo iba a dejar, solo debía esforzarse y ser valiente (Josué 1. 9) en guiar al pueblo hacia la conquista de ésta nueva tierra que se encontraba enfrente de ellos. Ninguno de los que conformaban el pueblo, incluso Josué mismo, sabían lo que les esperaba al otro lado del río, y a duras penas tal vez algo podían intuir. Tanto es así que envían dos espías a la primera ciudad que debía enfrentar, Jericó (Josué 2. 1) para informarse. En este contexto Dios instruye, a través de Josué, lo que Israel debía hacer. Con mucha delicadeza Dios ordena mirar el arca que debían llevar los levitas, pues ella les iba a guiar por donde debían caminar, pues ellos nunca antes habían transitado por esos caminos antes. El arca era aquél mueble especial que siempre se ubicaba en el lugar santísimo del Tabernáculo de Reunión, desde dónde Moisés hablaba con Dios; lugar en el cual también el Sumo Sacerdotes, una vez al año, derramaba ofrenda por los pecados de omisión del pueblo. No era cualquier mueble, representaba simbólicamente la misma presencia de Dios. Presencia que les había acompañado durante cuarenta años en su travesía por el desierto. Hoy no era diferente y nuevamente Dios les guiaba hacia Su propósito de bendición, hacia una nueva esperanza, y lo hacía de manera tierna pues sabía que el pueblo nunca antes había pisado esos lugares. Que hermosa lección de vida y del amor de Dios por los suyos. Su dirección hacia Su propósito pleno de esperanza y sin que los suyos siquiera imaginen la envergadura de Su obra en sus vidas. ¿Será suficiente para nosotros y esperar y prepararnos para este nuevo año 2016? ¿Creemos que Dios nos esté llevando hacia sus propósitos en lo que viviremos este 2016? Si nuestra respuesta es Sí, entonces debemos prepararnos. Pr. Guillermo Hernández P.