Cargando paja - Railwaymania

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Modelismo ferroviario
Enero 2009
Railwaymania
report
Cargando paja
Un artículo de
JFK
-POR FIN LLEGÓ LA
COSECHA (parte I)¿Quién no quiere cosas buenas, bonitas y baratas?
Aunar estas tres palabras mágicas nunca es fácil, y
el modelismo de ferrocarriles no es una excepción.
En la medida de nuestras posibilidades, queremos aportar
nuestro grano de arena en esa búsqueda. Aprovechando la
gama de vagones económicos que ofrece la
firma
Electrotrén, proponemos el repintado, carga y envejecido
de un vagón plataforma, con dos objetivos fundamentales:
utilizar los medios más asequibles a nuestro alcance…
sin renunciar a obtener unos buenos resultados y por
supuesto, disfrutando con el proceso.
La carga
Fieles a ese espíritu, empezamos a trabajar construyendo
el cargamento de paja. Para ello cortamos un bloque de
porexpan del tamaño apropiado y dejando unos márgenes
razonables respecto a la caja del vagón. Posteriormente,
lo pintamos de un color ocre más o menos claro.
Para simular la paja, la estopa
es un material que nos viene como
anillo al dedo. Forma la parte
inferior de la planta del cáñamo,
y es utilizada por los fontaneros
para
sellar
cañerías
y
conducciones.
Su
color
y
su
finísimo
textura
la
hacen
perfecta
para
nuestros
propósitos. En cualquier tienda
de suministros o ferretería, y
por la módica cantidad de un par
de euros, nos darán estopa para
toda nuestra vida modelística.
Una vez recortada en
pequeñas briznas, se
coloca cuidadosamente
sobre el bloque de
porex,
en
el
que
habremos
extendido
una generosa capa de
cola blanca. Después
de
esta
primera
pasada, se repite el
proceso hasta cubrir
por completo nuestro
cargamento.
En esos retoques, se utiliza la consabida mezcla de cola
blanca diluida con agua al 50 % y unas gotas de
lavavajillas, que se deja caer suavemente sobre nuestra
paja con la ayuda de una aguja hipodérmica. Con esas
capas sucesivas, lograremos un relieve y un volumen que
simula bien el material original.
Una vez seco todo el
conjunto, se tallan los
relieves que tendrían
nuestras
’balas’
de
paja apiladas. Tenemos
en cuenta dos cosas: su
formato rectangular, y
los
huecos
que
se
forman
en
las
respectivas
esquinas,
que realzaremos con la
punta
afilada
del
cutter.
El toldo
Una vez apiladas y compactadas nuestras balas de paja,
vamos a procuramos un toldo que pueda protegerlas de la
lluvia durante su viaje. Para ello, utilizamos papel
transparente de cocina, que extendemos y cortamos sobre
una superficie lo más plana posible –idealmente, un
espejo-. Las dimensiones tendrán en cuenta el tamaño de
nuestro cargamento y el ‘vuelo’ con el que queramos que
caiga nuestro toldo.
La realidad nos brinda
toda
clase
de
posibilidades:
desde
toldos que cubren por
completo el cargamento
o incluso parte del
v a g ó n ;
h a s t a
cubrimientos
más
discretos, como muestra
la foto. Nosotros hemos
optado por éste último,
ya que queremos lucir
todo lo posible nuestro
cáñamo reconvertido en
paja.
Una
vez
cortado,
se
pinta con una mezcla de
Humbrol 63 y negro mate
nº 33, en proporción
70-30 %. Es conveniente
u t i l i z a r
u n
pulverizador
y
capas
muy finas de pintura,
para mantener así la
flexibilidad
y
la
ductilidad del plástico
de
cocina.
Si
se
utiliza
pincel,
se
corre
el
riesgo
de
’cargar’
excesivamente
de pintura el plástico,
volviéndolo rígido.
Las argollas se confeccionan cortando secciones del tubo de un
bastoncillo para los oídos. Las arandelas resultantes se
pintan de color acero, se le dan unos toques de óxido y se
pegan utilizando cola blanca o vinílica (Micro Kristal Clear
de la casa Microscale, en nuestro caso).
Y por último, con la punta bien caliente de un soldador y con
sumos cuidado, se perfora el plástico por el interior de las
arandelas.
Haciendo un aparte, la utilización de un pulverizador o
aerógrafo de simple acción es casi obligada si queremos
realizar este tipo de trabajo. Ofrecen la posibilidad de
pintar con un acabado perfecto, siendo mucho más sencillos de
desmontar y de limpiar que un aerógrafo al uso. Existen
equipos completos muy baratos (por ejemplo, en eBay), por lo
que pueden servir para ganar experiencia y confianza antes de
utilizar un equipo más complejo. La necesidad de una fuente de
aire comprimido es el asunto más peliagudo: para pequeños
trabajos como éste, pueden utilizarse botellas de propelente,
que sumergiremos en un recipiente con agua para tratar de
compensar su rápida perdida de presión, que es su principal
inconveniente.
Ya tenemos nuestra carga y el toldo que la cubrirá. Ahora solo
falta adecentar nuestro vagón para cumplir con su cometido:
una buena mano de pintura para dejarlo como nuevo y una buena
sesión de envejecimiento para que deje de serlo. Así de
contradictoria es, por suerte, esta afición.
-POR FIN LLEGÓ LA
COSECHA (parte II)Continuamos con la segunda parte del tutorial,
centrándonos en este caso en los trabajos de pintura
y envejecimiento, así como en la realización de los
detalles finales.
Pintura
Tras lavar con agua templada y jabón para eliminar
restos de grasa y polvo, y después de una sesión de
enjuagado a base de secador, desmontamos el vagón de
Electrotren, compuesto de chasis y caja. El proceso es
sencillo, ya que la caja está acoplada al chasis
mediante cuatro pivotes de plástico. Bastará apalancar
–siempre con suavidad– con un destornillador pequeño
aprovechando la ranura entre chasis y bastidor, y acabar
manualmente con el desacople, teniendo cuidado de no
malograr
pequeñas
piezas
–estribos,
portafaroles,
asideros-.
La caja se pinta con
gris Humbrol nº 27
-cuya
tonalidad
resulta muy renferadiluida al 60-40% con
el disolvente de la
marca. La utilización
de un pulverizador nos
garantiza un acabado
impecable en un tiempo
récord.
Un
par
de
sencillos trucos para
aquellos que no estén
familiarizados
con
este tipo de aparatos:
en primer lugar, calcular bien la distancia a la que
vamos a trabajar, teniendo en cuenta que si nos
acercamos demasiado, la excesiva presión hará que la
pintura se disperse; mientras que si estamos demasiado
alejados, la pintura llegará ‘seca’ a la caja del vagón,
generando un efecto rugoso conocido como ‘piel de
naranja’. Atención si se trabaja en interior y con una luz
artificial próxima al modelo: deberemos tener en cuenta el
calor que disipa.
Puede parecer complicado o excesivamente técnico, pero
nada más lejos de la realidad. Si realizamos unas pruebas
previas sobre un cartón o similar, veremos que la
distancia ideal estará entre los 15 y los 20 cm. Y que con
una buena disolución de la pintura y una presión adecuada,
el pulverizador hará el resto sin que nos demos cuenta.
Otra pequeña estratagema es no empezar ni acabar las
pasadas de pulverización sobre el modelo; de esta manera
evitaremos las acumulaciones de pintura que se producen al
abrir y cerrar el circuito del aire.
Y, por último, y como dicta el sentido común, el uso del
pulverizador debe realizarse en un lugar bien ventilado,
protegiendo nuestras manos con guantes y, llegado el caso,
nuestras fosas nasales con una mascarilla de papel.
Calcas
El repintado de la
caja conlleva la
pérdida
de
la
t a m p o g r a f i a
original, que hemos
tratado
de
sustituir con la
ayuda de calcas comerciales. Simplemente reproducimos la
técnica al uso: barniz brillante en la zona en la que va a
depositarse la calca, para conseguir una superficie lisa;
y aplicación de la calca con la ayuda de algún producto
específico (por ejemplo, Microset). En nuestro caso, hemos
utilizado
una
solución
llamada
Solvaset,
cuya
particularidad es que ’funde’ el soporte transparente de
la calca, minimizando así el efecto de cerco o de bordes
visibles. Una vez fijas y secas las calcas, se barniza el
conjunto con una mano de barniz mate aplicada con el
aerógrafo, para igualar la caja. Otro pequeño truco es
trocear, con la ayuda de un cutter bien afilado, el rombo
amarillo de velocidad y pegar sus tres partes de manera
que no ‘tape’ las ranuras de las tablas de la caja.
El chasis
Para el chasis, vamos a
tratar
de
probar
una
técnica diferente con el
objetivo de conservar la
tampografía del modelo.
Pintamos el conjunto con
un ‘negro sucio’ (negro y
blanco al 70-30%) con
pintura acrílica de la
marca Vallejo. Este tipo
de pintura, y las finas
capas
que
proporciona
nuestro pulverizador, van
a permitirnos acudir al rescate de las inscripciones. Con un
pincel muy fino, embebido en agua, frotaremos suavemente en
su emplazamiento hasta sacarlas a la luz. No nos debe
importar demasiado el cerco que pueda dejar la operación,
puesto que será convenientemente camuflado en el proceso de
envejecimiento.
Una
vez
garantizada
la
filiación
de
nuestro
vagón,
procedemos a barnizar el chasis con barniz mate de tipo
esmalte (Humbrol). Es importante no olvidar este punto, ya
que en el proceso de envejecimiento utilizaremos un tipo de
alcohol que disolvería la pintura acrílica con suma
facilidad, arruinando nuestro bien llevado trabajo.
Un disfrute aún mayor: envejecer
Tratando de seguir con
nuestra
filosofía
de
mínimos,
presentamos
aquí el equipo con el
que
vamos
a
patinar
nuestro vagón. Un poco
de pigmentos en polvo
(en este caso de la
marca
Artitec,
comercializados
entre
otros
por
la
revista
Mastrén), un conjunto de
pinceles, un gotero y
unos pocillos para las
mezclas.
El quinto elemento: alcohol isopropílico
Efectivamente, en la relación de
materiales
falta
un
elemento
fundamental: el alcohol isopropílico
(isopropanol o 2-propanol QP según
nombre técnico). Se trata de un
alcohol químicamente ‘puro’, empleado
como disolvente y agente limpiador en
la industria; así como en determinados
procesos farmacéuticos. También es muy
conocido por ser el elemento que
limpia los cabezales de nuestros
dvd’s, cd’s y en general, todo tipo de
lentes ópticas. La casi inexistente presencia de agua en su
versión de 99º lo hacen particularmente apropiado para ello.
También lo es para nuestros modelos en miniatura. Más
concretamente, es el alcohol que mejor resultado da para mezclar
o ‘licuar’ pigmentos en polvo. Como tendremos oportunidad de
observar, su capacidad para diluirse sin problemas con agua y su
rápida tasa de evaporación van a proporcionarnos unos efectos
muy interesantes.
Antes de entrar en materia, comentar que el alcohol isopropílico
puede intentar conseguirse en alguna farmacia de confianza o en
aquellas que preparen fórmulas magistrales. Lo normal es que la
petición sea recibida, como mínimo, con un arqueo de cejas: tal
y como está el patio, basta una chispa para encender sospechas y
reticencias. Si encima argumentamos que vamos a utilizar el
alcohol para ‘pintar trenes’, la cosa puede empeorar hasta
límites insospechados.
Por tanto, os recomendamos que utilicéis como coartada la
limpieza de las lentes de una cámara fotográfica o similar, a
fin de evitar mayores complicaciones. También puede conseguirse
con mucha mayor facilidad y menos preguntas en una droguería
industrial.
En
Barcelona
tenemos,
por
ejemplo,
‘Químics
Dalmau’ (www.quimicsdalmau.net), una auténtica cueva de Alí Babá
repleta de potingues y brebajes muy útiles para nuestros
trabajos (por ejemplo, el tricloroetileno, un potente disolvente
que tiene la particularidad de ’fundir’ el Evergreen sin dejar
huella). Disfrutemos, pues, de las virtudes de la química antes
de que los burócratas de Bruselas, esgrimiendo el fantasma de
nuestra seguridad, nos lo prohíban de un plumazo.
Trabajando con isopropílico
Una
vez
conseguido
el
preciado material, pasamos
sin mayor dilación a los
trabajos
de
envejecido.
Nuestra primera operación
ha
sido
realizar
un
‘lavado’ con pigmento gris
muy oscuro (negro+blanco).
Para ello, preparamos en un
pocillo una solución de 70
% de agua y 30 % de
alcohol;
para
después
adjuntar una pequeña dosis
de pigmento. Mezclamos bien
y aplicamos por todo el
conjunto de la caja con la ayuda de un pincel de cerdas suave. La
solución tiende a depositarse por capilaridad en ranuras y huecos,
que es justo el efecto que buscamos. Se trata de nuestra primera
capa de ‘mugre’; el colchón sobre las que descansarán las demás.
Por ello, es preferible trabajar siempre con poca cantidad de
mezcla y muy diluida, para ir subiendo el ’tono’ progresivamente en
aquellas zonas más proclives a acumular la suciedad (en general,
todo tipo de bordes).Bastará con esperar a que se evapore la
solución (cuestión de un minuto) para volver a aplicarla. Y así
sucesivamente.
El alcohol isopropílico actúa como fijador de los pigmentos, al
mismo tiempo que ‘matea’ la superficie otorgándole un aspecto
similar a la decoloración que realiza el sol. Ese efecto, junto a
la apariencia ‘terrosa’ del propio pigmento, constituyen la base de
la técnica.
Oxidando
Empleamos una técnica
muy
diferente
para
aportar
los
primeros
matices
a
nuestro
vagón. Para simular los
depósitos
de
óxido,
mezclamos en seco unos
granos
de
pigmento
marrón rojizo con algo
de negro, y añadimos
una
gota
de
alcohol
isopropílico
puro.
R e m o v e m o s
inmediatamente con un
pincel muy fino hasta
obtener una masa más o menos consistente. Frotamos el pincel sobre
una hoja de papel o cartón hasta dejar una mínima cantidad en sus
cerdas –de manera parecida a la técnica del ’pincel seco’-; y acto
seguido aplicamos en el modelo. Observaremos como el alcohol se
evapora rapidísimamente, dejando el pigmento adherido a la
superficie formando bellos y sutiles reflejos que parecen,
realmente, ’polvo’ de óxido. Lógicamente, trabajamos este color en
las partes metálicas (remaches, tirantes, cierres).
Con el añadido de pigmento marrón anarajando, las posibilidades
comienzan a dispararse. Los pigmentos pueden mezclarse entre sí,
creando infinidad de gamas. Para ello debemos tener en cuenta que el
pigmento ya depositados no desaparecen bajo la ‘pincelada’ de uno
nuevo, sino que ambos tienden a fundirse: las gradaciones de color
están servidas. Poco a poco, nuestro vagón va adquiriendo relieve y
empiezan a notarse los ‘arrastres’ que deja el agua de la lluvia,
gracias a la luminosidad del pigmento beige casi blanco.
El chasis
Para
no
alargarnos
demasiado,
simplemente
comentar que en el caso
del chasis se han seguido
los
mismos
pasos.
Un
lavado
de
marrón
oscuro+negro con agua y
alcohol; para mas tarde
aplicar
pasadas
de
pigmento y alcohol puro.
Lógicamente,
el
chasis
tiende a estar bastante
más sucio que la caja.
Por tanto, aquí las mezclas están más cargadas de
pigmentos. Hemos intentando diferenciar las diferentes
partes que componen el bastidor (ballestas, cajas de
grasa, soportes, zapatas de freno…); acentuando aquellas
que puedan presentar mayor grado de suciedad o desgaste.
Precisamente con ese espíritu diferenciador, utilizamos
pintura acrílica color óxido, con una gota de negro, para
pintar las ballestas. La diferencia de textura entre
pintura y pigmento crea, en esa zona, un interesante
efecto de relieve. Las pinturas provienen de un set de
pátina específico para ferrocarriles de la casa Vallejo
(llamado Traincolor), que puede resultar muy útil para
iniciarse en el envejecido de modelos.
En
la
plataforma
procedemos
de
manera
similar: un lavado de
óxido
naranja
oscurecido,
y
una
pasada de ‘polvo’ beige
en el enrejado metálico
del suelo. No olvidemos
pintar
en
rojo
los
s o p o r t e s
d e l
portalámparas: un nuevo
detalle más para añadir
‘relieve’.
Unas consideraciones
No debemos olvidar que el alcohol isopropílico puede actuar como
un potente disolvente. Por tanto, conviene realizar pruebas y
ensayos antes de aplicarlo en nuestros modelos, sobre todo cuando
se emplea ‘puro’, sin diluirlo con agua.
Asimismo, el alcohol garantiza una buena adhesión del pigmento,
pero no total. Esta circunstancia presenta ventajas, como es el
hecho de poder ‘rebajar’ la cantidad de pigmento en el modelo si
se nos ha ido la mano. Bastará con frotar suavemente con un
pincel limpio la zona en cuestión, hasta eliminar el material
sobrante.
De igual forma, tratamos de poner en práctica una sencilla idea:
la impresión de realidad se produce por la suma de pequeños
detalles. En ese sentido, hemos pintado en rojo la maneta del
cambio de régimen de frenos y también hemos añadido algunas
inscripciones hechas con ‘tiza’ (rotring del 0.20 y tinta china
blanca; también podría servir un lápiz graso). Una vez escritas,
las hemos frotado con un bastoncillo de algodón para ’gastarlas’
un
poco, sin olvidar incluir alguna ya borrada por el agua de
La sesión de envejecimiento está a punto de finalizar. En
nuestro caso, tratamos siempre de observar el vagón a plena luz
del día para observar –y corregir si es necesario– el trabajo. Y
una vez satisfechos, pasamos al barnizado final, con un par de
finas capas de barniz aplicadas con el pulverizador.
Barnizar sin miedo
Cuando se trabaja con pigmentos, un efecto muy frecuente es la
’desaparición’ de éstos cuando llega la hora de barnizar. No
es un efecto nuevo –sucede lo mismo con las pinturas-; pero
quizá los pigmentos son más proclives a esa atenuación.
Conviene recordar este detalle para evitar disgustos, pero sin
dramatismos. Con el tiempo aprenderos a ’forzar’ o ’subir’ un
poco la pátina para que el momento del barnizado no sea
problemático.
Otra posibilidad es dejar el modelo sin barnizar, pero no nos
parece demasiado práctico. En realidad, barnizamos para
proteger nuestro trabajo, ya que sin esa protección más tarde o
más temprano acabaría por desaparecer.
Entoldando y atando
Una
vez
realizado
y
protegido
el
envejecido,
pasamos ahora a completar el
cargamento de paja que -no
olvidemoses
el
que
realmente está dotando de
personalidad
a
nuestro
vagón. Para ello, procedemos
a
pegar
nuestro
toldo,
utilizando cola blanca o
similar. De momento, sólo
pegaremos la parte superior
del
toldo,
dejando
los
cuatro laterales libres y a
la espera de ser ’atados’
con nuestras cuerdas. El papel de cocina es tan fino que generará
espontáneamente unas arrugas muy convincentes y realistas, tan
propias de los cargamentos entoldados.
Las cuerdas son hilo de coser, envejecido
con varias pasadas de pigmento gris y
alcohol.
Para
atar
nuestro
toldo,
y
después de barajar diversas posibilidades,
hemos optado por taladrar unos pequeños
agujeros en el suelo del vagón, lo más
cercano posible a los bordes. Después de
ser
introducidos
en
sus
respectivas
anillas,
los
hilos
pasan
por
estos
agujeros y se pegan bajo la caja. De esta
manera conseguimos unas ‘cuerdas’ tensas,
lo suficiente como para generar incluso sus propias arrugas en
el toldo, añadiendo así una nota más de realismo.
El
proceso
puede
resultar
algo
laborioso,
por
lo
que
recomendamos armarse de paciencia. Una aguja de coser nos puede
venir muy bien para conseguir que los finos y lánguidos hilos
pasen por donde han de pasar. Lógicamente, operaremos siempre
con sumo cuidado y tratando de no dañar las partes más frágiles
del vagón.
Siempre con la idea de huir de la uniformidad, en la parte
delantera atamos nuestras cuerdas a los dos pasamanos de la
plataforma: un pequeño detalle más en el camino de hacer único
a nuestro vagón.
En realidad, las cuerdas deberían ir atadas a las pequeñas
argollas que bordean todo el perímetro de la caja. Pero el
hecho de ser solidarias con ésta, además de su minúsculo
tamaño, han decantando nuestra sistema por otros derroteros más
heterodoxos.
Últimos detalles
Nos vamos acercando al final: tan sólo nos queda camuflar con
un poco de estopa los agujeros en el piso de la plataforma, que
simulará perfectamente la paja caída en el proceso de carga,
que pegaremos con la consabida mezcla de cola blanca y agua. Y
un toque de negro satinado en los topes para simular las
huellas de grasa.
El final de los finales
Tras unas cuantas sesiones de trabajo, ya estamos en
disposición de anotar una nueva alta en nuestro
parque móvil. Es el momento de estar contentos: con
un mínimo desembolso hemos conseguido algo diferente,
nuevo; y lo mejor de todo, trabajado con nuestras
propias manos.
Esperamos que os pueda ser de alguna utilidad. Y no
olvidéis de compartir con todos nosotros vuestros
experimentos y vuestros logros: así aprenderemos
todos.
Salud y buena suerte.
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