victor acuña soto av. de los castillos 18

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VICTOR ACUÑA SOTO
AV. DE LOS CASTILLOS 18-3º B
SAN JOSE DE VALDERAS
28925 ALCORCON, MADRID
V JORNADAS DE ECONOMIA CRITICA
SANTIAGO DE COMPOSTELA
17 Y 18 DE MAYO DE 1996
PONENCIA PARA PRESENTAR EN EL AREA:
"FUNDAMENTOS DE ECONOMIA CRITICA"
"LA LEY DEL VALOR EN EL COMERCIO INTERNACIONAL.
LA DIVISION INTERNACIONAL DEL TRABAJO Y LA POLEMICA
ENTRE PROTECCIONISMO Y LIBRECAMBIO"
Madrid, abril de 1996.
LA LEY DEL VALOR EN EL COMERCIO INTERNACIONAL, LA DIVISION
INTERNACIONAL DEL TRABAJO Y LA POLEMICA ENTRE PROTECCIONISMO Y
LIBRECAMBIO
Quien dice unión económica, dice
unión política.
El pueblo que compra manda, el
pueblo que vende sirve; hay que
equilibrar el comercio para asegurar la libertad; el pueblo que
quiere morir, vende a un solo
pueblo, y el que quiere salvarse
vende a más de uno.
El influjo excesivo de un país en
el comercio de otro se convierte
en influjo político.
La política es obra de los hombres
que rinde sus sentimientos. Cuando
un pueblo fuerte da de comer a otro
se hace servir de el
Cuando un pueblo fuerte quiere dar
batalla a otro, compele a la
alianza y al servicio a los que
necesitan de él. El pueblo que
quiera se libre, sea libre en
negocios. Distribuya sus negocios
entre otros países igualmente
fuertes. Si ha de preferir a
alguno, prefiera al que lo necesite menos.
José Martí
En el argumento de que las naciones se deben ocupar de aquello en lo que tienen
"ventajas comparativas" se esconde la condena a los países menos eficientes a
especializarse en actividades en las que las condiciones de incorporación de valor
hacen a sus productos perfectas víctimas en la competencia internacional, se entiende,
de producciones mucho más eficientes y sofisticadas.
No es necesario esforzarse demasiado para darse cuenta que al primer grupo
pertenece el área de los países subdesarrollados, mientras que el segundo
corresponde al conjunto de países que genéricamente se les conoce como países
desarrollados. Ahora bien, el libre cambio en el régimen capitalista actual habría tenido
como papel fundamental garantizar que se diese esta reespecialización entre
producciones más o menos primarias de los países subdesarrollados, por un lado,
mientras por el otro produciría una especialización de productos con alto contenido
tecnológico y por tanto de mayor valor agregado en los países más avanzados.
Y fueron justamente condiciones de carácter histórico las que determinaron el distinto
lugar que vendrían a ocupar las naciones en un campo u en otro.
A diferencia de Inglaterra, España se condenó a una situación similar a la de un país
subdesarrollado a raíz del papel que ocupara en la división internacional del trabajo
como reexportadora de los productos ingresados de las colonias a otras metrópolis
más desarrolladas; a esto se le puede llamar una ironía de la historia económica en el
sentido de que un país que se ubicaba en el centro de la relación comercial y
productiva a nivel de la división internacional del trabajo, por una serie de
circunstancias se reubica en la periferia, esas circunstancias, nosotros lo sabemos,
son la pérdida del imperio colonial que le permitía encontrar en exclusiva el mercado
que necesitaban sus productos. Aquí queda claramente establecido que el papel que
juegan los países en la división internacional del trabajo define su situación como
desarrollados o subdesarrollados. Es necesario añadir, además, que la propia relación
que se establece opera como una especie de compromiso forzado, es decir, a los
países subdesarrollados les estará vedado el camino de la industrialización porque
esto significaría que los países situados en el centro de la relación perderían a sus
fieles abastecedores de materias primas y perderían también el mercado de sus
productos industrializados. Justamente cuando se consigue romper esta relación, y
esto lo han logrado los países de reciente industrialización como es el caso de los
tigres asiáticos, es que se puede hablar de superación del estadio del subdesarrollo.
Mientras en el caso inglés la abolición de las leyes cerealeras se da en unas
condiciones que permiten a Inglaterra despejar de su territorio las actividades agrarias,
en las economías "latinas" no se da este movimiento, esto es, los países latinos siguen
siendo esencialmente agrarios. Esto posibilitó que desde el siglo XIX Inglaterra se
incorporase tempranamente al centro de la relación países industrializados-países
subdesarrollados. Lo interesante de toda esta cuestión es que mientras Inglaterra
utiliza oportunamente el mecanismo del libre cambio para colocarse en un lugar muy
ventajoso de las relaciones económicas internacionales, muchos países porfiaban en
un proteccionismo que finalmente les habría de dejar con un gran atraso económico, lo
que apunta con toda claridad que ese momento, el siglo XIX, era fundamentalmente de
enarbolar el librecambio. Claro que la situación era diferente de país a país, por
ejemplo los Estados Unidos fueron proteccionistas cuando Inglaterra era liberal, y eso
no les perjudicó, al contrario.
Esta verdad perfectamente válida para el siglo XIX (por lo menos hasta que comienza
la crisis del liberalismo hacia 1870), se quiere validar para todos los tiempos y lugares,
es decir, convertir en una verdad universal para todos los países, lo cual ya tiene tintes
ahistóricos. Y es que la cuestión, cuando se presenta el problema un siglo después, es
decir en el último tercio del siglo XX, nos hace pensar que insistir hasta la demencia en
los beneficios de las fórmulas neoliberales porque en el siglo XIX Inglaterra fue capaz
de industrializarse con ellas, levanta la sospecha de que lo que realmente está detrás
de todo es que, nuevamente bajo el argumento de las ventajas comparativas, se quiere
que la industrialización se reconcentre en países como los que ahora ocupan el lugar
de la Inglaterra de aquellos tiempos, verbigracia Estados Unidos, Alemania y Japón,
mientras que por otro lado se vuelva a repetir el fenómeno de un nuevo subdesarrollo
en donde un conjunto de países especializados en sus correspondientes "productos
ventajosos" (baratos) se concentran en actividades poco sofisticadas desde el punto
de vista de la incorporación de la tecnología.
Con toda seguridad se puede decir que el debate más importante del siglo XIX, no sólo
en España sino en toda Europa, lo fue la controversia entre librecambismoproteccionismo: "Algunas conclusiones provisionales pueden extraerse de los hechos
enumerados. El debate entre librecambistas y proteccionistas que tuvo lugar en
España como en varios otros países estuvo en gran medida centrado en torno a la
industria algodonera. Muchos se quejaban de que esta había crecido a costa de los
consumidores, hecho difícil de negar: gracias a la protección los fabricantes podían
vender su mercancía a precios más altos que los del mercado internacional, lo cual
evidentemente perjudicaba a los consumidores. También perjudicaba a los
contribuyentes (que eran esos mismos consumidores) porque los ingresos impositivos
de los casi prohibitivos aranceles eran menores de lo que hubieran sido con más
importaciones legales y menos contrabando. Por añadidura, como han señalado varios
historiadores, Sánchez Albornoz (1977) entre ellos, los fabricantes hicieron causa
común con los terratenientes a finales de siglo y lograron formar un bloque o lobby
proteccionista invencible (como en muchos otros países europeos por entonces)."
(Tortella, 1994: 70-71)
Toda argumentación neoliberal se basa en la teoría de las ventajas comparativas de
Ricardo, lo cual quiere decir que cualquier país de la tierra tiene este tipo de ventajas
comparativamente al resto en por lo menos la producción de cierto producto ¡y es
precisamente a lo que debe dedicar su producción!, así, por ejemplo, Portugal
deberá producir vino y corcho, así como México deberá producir plata, petróleo, y
garbanzo, etc. Luego entonces si cada cual produce aquello que mejor puede producir
pues salen sobrando las barreras al comercio. Lo que no se dice, por conveniencia,
evidentemente, es que el planteamiento de A. Smith es opuesto al de Ricardo, es
decir, que para Smith lo que rige en el comercio internacional es precisamente la idea
de las ventajas absolutas, esto es que los países deberán especializarse en aquellos
productos en que sean más eficientes en términos absolutos, y que son estos costes
absolutos menores los que dominan el comercio internacional. Como dice Shaikh: "Las
exportaciones y las importaciones, después de todo, son llevadas a cabo por los
capitalistas para obtener ganancias, no provecho para la 'nación'. Además, las
ganancias dependen de manera crucial de los costos absolutos en dinero: el productor
de menores costos siempre está en posición de superar a sus competidores. En el
comercio entre dos países avanzados se puede esperar que cada país tenga algunos
productores absolutamente eficientes, de suerte que, en este caso, la ventaja absoluta
y la ventaja comparativa coincidan: cada país tendrá una mercancía que produce con
menores costos y que, en consecuencia, exporta. Pero, ¿cómo puede un país
atrasado, en competencia con un país avanzado, tener la esperanza de disfrutar las
'ganancias del comercio' cuando sus productores en las dos mercancías incurren en
los mayores costos?" (Shaikh, 1990:157) Aquí David Ricardo introduce la necesidad de
un mecanismo automático, la teoría cuantitativa del dinero. Pero se ha demostrado que
la realidad no funciona de acuerdo con esta teoría. El comercio libre, así como la libre
competencia al interior de un país, es la causa de las desigualdades, su reproducción
y persistencia: "la causa intrínseca del desarrollo desigual internacional es el comercio
libre mismo, completamente independiente de los villanos internacionales, tales como
el monopolio, la inversión extranjera, el poder político, etcétera." (Shaikh, 1990:174)
Aunque Adam Smith no lo haya dicho, si que tiene sentido instrumentar de una manera
inteligente el proteccionismo que sea necesario para que se desarrollen aquellas
industrias, que por razones históricas ciertos países, concretamente
los
pertenecientes al área subdesarrollada, no hubieren podido desarrollar, y que luego
van a garantizar un tipo de producción con una fuerte incorporación de tiempo de
trabajo (se puede utilizar el término exacto de Marx de tiempo de trabajo socialmente
necesario), o mayor valor agregado. De otra manera "el país subdesarrollado puede
efectuar con dificultad unas pocas exportaciones; aunque, por supuesto, su comercio
global quedará todavía en déficit y su posición seguirá siendo la de un país deudor. El
comercio no servirá para eliminar la desigualdad sino para perpetuarla". (Shaikh,
1990:199) Y esto no quiere decir que la economía deba mantenerse en la autarquía; se
puede dar una apertura importante de la economía manteniendo protegidos sectores
clave de la producción. Existe la reflexión que plantea que el librecambismo ha
significado invariablemente progreso para la economía. Aquí hay una gran confusión
porque el hecho de que una economía se abra en el sentido de que comercie con otras
economías no significa un librecambismo a ultranza, es decir, el dejar el estadio de
autarquía no significa que se abolan absolutamente todas las barreras arancelarias,
esto es, que se ponga en acción la doctrina librecambista. Por el contrario, se puede
dar el caso de que se esté comerciando con el mundo y al mismo tiempo se
mantengan restricciones y barreras respecto a determinados sectores clave. No se
puede utilizar el proteccionismo o el librecambismo exclusivamente, éstas políticas
deberán instrumentarse de acuerdo a los fines que se quieran y de una manera
flexible, no dogmática. El proteccionismo puede ser flexible, es decir, orientarse a
aquellos sectores más vulnerables, además de que se debe combinar con una activa
intervención del estado en la economía que tenga como propósito incentivar el
desarrollo tecnológico y centrarse en el fomento a las actividades productivas que más
lo requieran.
Aquí conviene hacer un par de observaciones respecto a esta serie de planteamientos
sobre el proteccionismo y el librecambio referidos a los procesos de integración
económica.
Primero,
el
proceso
de
la
integración
económica
consiste
fundamentalmente en dos aspectos: por un lado el bloque que se crea como resultado
de la integración mantiene una política de protección comercial hacia el exterior al
tiempo que, por el otro, internamente se mantiene una política de librecambio entre los
integrantes del bloque económico. Esto lo que nos viene a mostrar es que de hecho
los procesos de integración no son otra cosa que un momento particular de la relación
que se ha establecido entre proteccionismo y librecambio. Lo novedoso ahora de esta
relación es que se trata de la constitución orgánica de estos dos procesos que pasan a
formar una unidad de contrarios, es decir, entre proteccionismo y librecambio ahora se
da esa unidad orgánica bajo la forma de una lucha de contrarios en el proceso mismo
de la integración, y como rasgo inherente, necesario al mismo proceso.
Anteriormente la relación entre proteccionismo y librecambio estaba ligada de una
forma un tanto casual por una suerte de alternancia, esto es, que se imponía una
forma a costa de la otra en distinto tiempo o lugar. Ahora proteccionismo y librecambio
coexisten en una unidad de contrarios que da como resultado el proceso de
integración económica.
El gran argumento del librecambismo es el abaratamiento de los productos producidos
en una situación de competencia. Este es justamente el argumento supremo que se
formuló por primera vez con los economistas clásicos y que sigue en pie hasta la
actualidad. Sin embargo la contraparte de este argumento es que la competencia
muchas veces le pasa la cuenta a sectores de la producción que tendría un interés
especial mantener y desarrollar hasta que pudieran sobrevivir por sí mismos en un
contexto de competencia, es decir, se puede plantear la necesidad de preservar ciertas
industrias, sobre todo el tipo de industrias más vulnerables de los países
subdesarrollados, de la feroz competencia de los países más aventajados en términos
de tecnología, fuerza de trabajo y de control de mercados en estas mismas ramas. El
concepto darwiniano de capitalismo nos acostumbró a atribuirle a la competencia un
efecto de desarrollo absoluto al ejercer un efecto depurador de las fuerzas productivas,
ignorando la necesidad de ofrecer ciertas condiciones propicias para que se pudiera
desarrollar cierta producción en ciertas condiciones y sobre todo una producción de
carácter industrial de países que, como la India en el siglo XIX, habían sido sometidos
a una serie de distorsiones en su desarrollo.
La historia de la relación librecambismo-proteccionismo tiene muchos capítulos, y es
especialmente abundante cuando se estudian las causas que originaron las sucesivas
divisiones internacionales del trabajo que ha conocido la historia económica. Una de
las causas de la independencia de las colonias del dominio colonial español lo fue el
monopolio con el que España enfrentaba la producción de la colonia; en el caso de
Cuba es clarísimo que si España cerraba las fronteras al dulce cubano éste iba a tener
muchos problemas puesto que el único mercado al que podía tener acceso era
exactamente el de España, entonces los productos de las colonias se encontraban en
un callejón sin salida porque no tenían acceso al libre mercado internacional, la única
salida era bajar los precios hasta niveles exagerados o de plano sucumbir. No cabe la
menor duda de que esta fue una de las causas de la independencia de Cuba de la
Corona Española. Inglaterra presionó a los países que recién dejaban la tutela de
España para que adoptaran el libre cambio, se trataba ante todo de que floreciera la
exportación de materias primas de los nacientes países subdesarrollados hacia la
metrópoli industrial de Inglaterra, así como el interés de poder venderles sus productos
manufacturados. Por eso el siglo XIX se puede definir como el siglo del liberalismo, así
como el siglo XX, no todo pero al menos la mayor parte de él, se identifica con el
intervencionismo del estado en la economía.
La intervención del estado en la economía arranca de fechas muy anteriores a la del
keynesianismo, de hecho el estado se involucra con el propio desarrollo del
capitalismo; en este sentido es falsa la concepción que concibe un desarrollo sin
estado. Marx planteaba que el librecambio amenazaba a los estados nacionales
anteriores porque al hacer la competencia la nación más desarrollada a los países
menos desarrollados la base económica anterior era cuestionada y con ello las bases
de sustento de esos estados.
En el siglo XIX, en toda América Latina, la lucha entre liberales y conservadores se
tradujo en la lucha entre librecambismo y proteccionismo. Los liberales tuvieron su
base de apoyo en la oligarquía agroexportadora que estaba ligada al mercado
internacional, en cambio los conservadores estaban ligados a otro tipo de oligarquía,
terrateniente, semifeudal, que era cercana a algunos intereses de la colonia española,
por aquel entonces derrotada. Siguiendo esta argumentación, los interesados de un
cierto proteccionismo que diera la cobertura de la industrialización eran los
terratenientes conservadores, en cambio los que no tenían proyecto industrializador
eran justamente los liberales. En esto se puede notar que en la historia de México
mientras gobernaban los conservadores hubo intentos industrializadores, mientras que
cuando gobernaron los liberales nunca se desarrolló ninguna iniciativa de
industrialización. También los conservadores fueron centralistas, mientras que los
liberales fueron federalistas. Los terratenientes agroexportadores eran liberales y aquí
la clave del asunto estriba en el distinto carácter de las clases sociales ligadas a la
agroexportación que determinaba que sus intereses estuvieran ligados a la libre
exportación e importación de mercancías, lo cual los hacía liberales y no
conservadores como pareciera indicarnos la lógica de las cosas. Así, los liberales en
México eran los grandes hacendados terratenientes ligados al mercado mundial, y los
conservadores serían otro tipo de terratenientes, aquellos más ligados a la tradición
del monopolio.
Hay que decir que el liberalismo del siglo XIX en Inglaterra, sobre todo con las leyes
cerealeras, prohijó la industria de ese país, mientras que el liberalismo de la misma
época en México fue un obstáculo para la industrialización. Esto se explica por el
distinto lugar que ocupan estos dos países en la división internacional del trabajo.
Y de ahí que el siglo XIX sea el del fracaso de la industrialización en México, tal y
como sucedió en España:
"... la razón más importante desde el punto de vista de la inexistencia de condiciones
para impulsar la actividad industrial fue el hecho de que el nuevo estado vinculó el
desarrollo de la economía nacional al mercado mundial, a través de actividades
ligadas a la exportación, (...) Como se ha mencionado ya, la propuesta de desarrollo
de los liberales giraba en torno a la aceptación de la división internacional del trabajo
como norma de desarrollo, y la consecuente especialización del país como primarioexportador.
"Los conservadores luchaban por la centralización del gobierno y el
proteccionismo económico como únicas vías para garantizar un vigoroso desarrollo
autónomo; negando la división internacional del trabajo como cauce del desarrollo,
postulaban la necesidad de crear las condiciones económicas internas que propiciaran
la industrialización, a través de una transferencia de capitales del agro a la industria.
Consideraban asimismo, el desarrollo como un aumento de la producción que no
requería modificación de las estructuras sociales y económicas". (Villareal, 1988:272273)
Está demostrado que una de las condiciones del desarrollo industrial es la llamada
"revolución verde", la creación del mercado interno por parte de la agricultura para que
se desarrolle la industria. En los hechos esta revolución verde se dio primero en
Inglaterra y sólo después le siguieron países como Francia, Alemania, etc., sin
embargo esta primicia les valió a los ingleses incorporarse al desarrollo mundial desde
el centro y no desde la periferia, como les sucedería a países como México. Aquí en el
proyecto triunfante desde el punto de vista del desarrollo, es decir el proyecto liberal,
se puede ver cómo se dio esa inserción a la división internacional del trabajo.
Durante el porfiriato se promulgó la ley comercial de 1887 que abre a México al
comercio mundial. El porfiriato significó, luego entonces, el auge del modelo
agroexportador bajo la concepción liberal de la economía, concepción en la que no
cabía mayor involucramiento del estado, por el contrario, se quería que el estado se
mantuviera como agente externo al proceso productivo, "como vigilante nocturno"
según palabras de Gramsci, sólo garantizando las medidas necesarias de apertura de
la economía al mercado mundial. El estado sólo vendría a jugar un rol activo
cuando se hizo necesaria la protección que sirviera de cobertura a la
industrialización. Pero este rol activo del estado sólo lo veremos después de la crisis
del 29, cuando se combinan una serie de condiciones que hacen que se hable de un
modelo de desarrollo "hacia adentro".
Pero la intervención del estado brindando protección al desarrollo industrial tiene
antecedentes lejanos. Fiederich List elabora una teoría relativa a la necesidad de que
las industrias nacientes, para poderse desarrollar, cuenten con la protección que les
brinda el estado. Bajo este esquema es que Alemania logró arribar a la
industrialización cuando otros estados, Inglaterra y Francia, que le habían sacado una
ventaja considerable en el proceso de industrialización, le hacían la competencia a sus
productos y era imposible que bajo un esquema de librecambio total se pudiera
desarrollar su industria. Esto lo que nos muestra es que en la medida en que se
industrializan ciertos países existen una serie de dificultades derivadas de la
competencia en el mercado internacional para que los países que no se han
industrializado lo hagan por primera vez. Si esto es cierto, entonces la protección del
estado se convierte en una necesidad para poder desarrollar ciertos sectores clave de
la economía. Sin embargo durante todo el siglo XIX el estado mexicano se abstuvo de
brindar esta protección a sus industrias nacientes y esta fue la causa de que hubieran
fracasado todos los intentos de industrialización en México durante ese siglo.
Una polémica que se origina a partir del siglo XIX es la que discute si darle más
importancia al librecambismo o al proteccionismo. Fiedericht List es proteccionista, y
plantea que es necesario proteger a las industrias nacientes, mientras que Adam Smith
es librecambista, y plantea que toda protección favorece a las industrias ineficientes.
Los mercantilistas están a favor de exportar más e importar menos, mientras que los
liberales piensan que no se le debe dar demasiada importancia a una u otra cuestión.
Esta polémica entre liberales y conservadores pareciera que se ve superada en el
siglo XX, cuando queda claro que la intervención del estado en la economía es no sólo
una de las condiciones para anteponer contratendencias a la crisis a la que se vió
arrojado el capitalismo a partir del 29, sino, más importante, palanca del desarrollo,
instrumento para lograr que la actividad económica sea estimulada por la acción
política. Inclusive en los países subdesarrollados la intervención del estado servirá
para generar un proceso de industrialización del que se desconocía toda noticia hasta
cuando menos principios del siglo XX. En América Latina tenemos un ejemplo muy
claro en las teorías de la CEPAL que tenían como propósito la industrialización
apoyada fundamentalmente en la cobertura que otorgaría la acción del estado, el
proteccionismo, las inversiones, la tecnología y el mercado, todo estaba garantizado
por el estado. Sin embargo ese modelo de desarrollo, al que se le llamó
industrialización por sustitución de importaciones, también encontró sus límites y
sucumbió víctima de una serie de contradicciones; la mayor y más persistente el
estancamiento del propio proceso de sustitución, y con su crisis sobrevendría el
neoliberalismo, la privatización de todo lo posible de privatizar, las industrias básica en
primera instancia, la liberalización del comercio y de los flujos de capital, hasta llegar a
condensarse todo este conjunto de fenómenos en la expresión no muy exacta de
"globalización" de la economía.
Podemos decir que en la era de la llamada "economía global" la conformación de los
estados nacionales se ha opacado por la acción de esas fuerzas monopólicas que
suprimen cualquier concepto de soberanía, es decir, el liberalismo al final del siglo XX,
es un poderoso agente corrosivo de toda acción a favor de la constitución de los
estados nacionales, ¿cómo se pueden constituir los estados nacionales si los
monopolios se hacen de los medios fundamentales de producción y sumen a los
países en la desindustrialización?, ¿cómo se pueden constituir estados nacionales si
los gobiernos de esas naciones son simples apéndices de los gobiernos de donde
proceden estos monopolios?, Es sabida la dificultad que enfrentaron las naciones
latinoamericanas para constituirse como verdaderos estados nacionales dada la
particular relación que se establecía entre la oligarquía exportadora-importadora y las
metrópolis. Esta relación llevó a las naciones latinoamericanas a la balcanización (para
esto es necesario ver a Abelardo Ramos), y ahora se ejerce otra acción de
balcanización que se opone a la unidad latinoamericana, nada más que el agente que
introduce esta nueva acción difuminadora no es el liberalismo del siglo XIX, sino el
liberalismo del siglo XX, o XXI. Con el establecimiento de los llamados bloques de
comercio resulta que una serie de países permanecen cautivos de unas relaciones en
extremo restrictivas, es decir, si antes se daba la concentración del comercio ahora
tenemos la exclusividad del comercio, y ese es exactamente el caso de las uniones
aduaneras en las que se da la exclusividad del comercio de unas naciones respecto a
otras.
Pero la exclusividad no sólo se da en relación al comercio, México, por ejemplo, poseía
una de las leyes sobre inversión extranjera que más limitaciones ponía a los grandes
monopolios de inversionistas, era una ley que protegía áreas estratégicas, que tenía
un límite clarísimo en el porcentaje de propiedad que podían tener los extranjeros, que
impedía la libre movilidad de capitales, etc. Esta ley fue infinidad de veces cuestionada
por los liberales, por los neoliberales, por los grandes monopolios, sin embargo
durante muchas décadas fue un bastión fundamental del nacionalismo mexicano.
Ahora esa ley ha sido derogada y en su lugar se puso en vigencia una ley acorde a las
necesidades de las grandes trasnacionales; el pretexto para acceder a estas nuevas
exigencias fue que en las nuevas condiciones de globalidad las economías tenían que
abrirse, etc., etc. Esta nueva ley no impone limitaciones para que los inversores se
hagan de cualquier sector de la economía, no existe el concepto de sectores
estratégicos, así la inversión extranjera puede ir al petróleo y a la electricidad, a la
banca y la agroindustria. Ahora los inversionistas extranjeros pueden poseer hasta el
100% de las industrias y finalmente existe la libre movilidad de capitales.
Esto aunado a la liberalización del comercio exterior ha dado como resultado la
práctica extinción de la industria de base nacional, un tremendo desempleo y la
sobrevivencia de sólo algunas pocas empresas muy ligadas a grandes trasnacionales,
el resto sucumbieron.
Uno de los logros más sonados de los regímenes que de alguna manera defendían los
intereses de cierta burguesía "nacionalista", fue precisamente el de industrializar a
países como México, Brasil y Argentina en la década de los 50´s. Esta
industrialización, que se llevó a la práctica por la llamada "sustitución de
importaciones" bajo un esquema fuertemente proteccionista, se encuentra en declive
cuando menos en Argentina y México. Si esa industrialización sirvió para diversificar la
producción, con los nuevos esquemas liberales se volvió a depender de algunas pocas
materias primas. ¿Qué experiencia podemos sacar de esto? No basta nacionalizar los
sectores clave de la producción, es necesario nacionalizar el sector financiero que es
la palanca del desarrollo; quien tiene el control de los bancos tiene el control de la
economía (y su "radiografía"), decide en qué monto se invierte y en qué sectores,
además de que es una fuente de recursos fundamental.
De aquí se desprende que es necesario revolucionar las relaciones económicas
internacionales sobre bases más equitativas, tarea que está más vigente que nunca
luego del renacer de la institución mercado en todos los ámbitos, particularmente en
las relaciones económicas internacionales. Se plantea la necesidad de romper el
esquema de productores de materias primas por parte de los países subdesarrollados
y generar industrias que procesen determinadas materias primas hasta darles un valor
mayor que la simple extracción y exportación de los productos primarios.
Es necesario volver la mirada hacia los fundamentos de la división internacional del
trabajo, darse cuenta de que mientras el mundo esté dividido entre países
desarrollados y subdesarrollados seguirán sucediéndose las continuas catástrofes en
las que frecuentemente se ven atrapadas las naciones del mundo que forman más de
las tres cuartas partes del mismo, naciones que son las más pobres, las más pobladas
y que cada vez se separan más de los países desarrollados. Es hora de dejar de lado
los problemas de déficit de los presupuestos gubernamentales como primacía de
política económica, de supuestas necesidades de ajuste que tanto pregonan
organismos como el FMI y el Banco Mundial.
Es necesario decir simplemente que el problema no es el instrumento monetario sino
que el problema está en la manera en que se distribuyen los productos del trabajo
social dentro de determinadas relaciones de producción, y por añadidura: ¿os habéis
fijado que los desequilibrios en la esfera del comercio, las desigualdades, se traducirán
necesariamente en que aquellos países que son capaces de producir en las mejores
condiciones técnicas y con los costes de producción menores, tendrán unas balanzas
comerciales favorables con respecto a los países menos competitivos y que tienen
condiciones de producción peores, los cuales tendrán balanzas deficitarias? Shaikh
demuestra que estas desigualdades, que se traducen en déficits del comercio de los
países subdesarrollados, encuentran su solución (como condena más que como
salvación) en flujos de capital financiero que van de los más desarrollados a los menos
desarrollados como créditos o inversiones extranjeras directas. Detrás de estos flujos
"equilibradores" de los desbalances comerciales (que por otro lado el GATT se
encargaría de institucionalizar), se encuentran las grandes trasnacionales y también
los organismos financieros internacionales como el FMI, el Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo.
La pinza cierra a la perfección, por una lado una de las tenazas es el comercio abierto
al que son obligados los países llamados subdesarrollados, países que llevan todas la
de perder en este esquema de globalización, esquema que les permite a los
desarrollados mantener un eficaz proteccionismo. Por otro lado se cierra la otra tenaza
de la pinza con los mecanismos financieros que vienen a compensar los desequilibrios
originados en el comercio internacional.
La cuestión es que de acuerdo a este esquema los países subdesarrollados estarán en
una relación de dependencia con los desarrollados muy parecida a un "círculo vicioso"
de desequilibrios comerciales y compensaciones de carácter financiero que les
tendrán sumidos en una dependencia absoluta respecto a los organismos de comercio
y financieros creados had-hoc, Banco Mundial, FMI, Bancos internacionales , etc.
El propio esquema de globalización de la economía sirve de soporte a esta relación
espuria entre las trasnacionales y un sector de la burguesía que siempre ha estado
muy vinculado a éstas. De ello ya existían antecedentes. En el siglo XIX se daba esta
misma relación entre la burguesía exportadora-importadora y los capitalistas de la
metrópoli. Recuérdese que la burguesía exportadora-importadora fue el principal
obstáculo para la conformación del estado nacional, era la que luchaba por el sistema
federalista y la que creó innumerables republiquetas, fraccionando dos o tres grandes
áreas que eran las subdivisiones que salieron del proceso de independencia de las
colonias españolas en América Latina, en multitud de pequeñas naciones.
Ahora cuando hablamos de burguesía ligada a los intereses de los grandes
monopolios nos estamos refiriendo fundamentalmente a un sector que está ligado a los
circuitos del mercado del dolar, a la burguesía que es capaz de tener presencia activa
en los mercados de Wall Sreet, que tiene hechos sus depósitos en estos mercados,
que obtiene financiamiento en dólares de estos mismos mercados y no depende del
financiamiento interno, que sus ganancias las convierte en dólares y que siempre logra
expatriar sus beneficios. Esta burguesía puede tener asiento en actividades de diversa
índole pero invariablemente la sola existencia de este sector representa el
aniquilamiento de la base industrial creada a raíz de la sustitución de importaciones,
proceso industrial que se generó bajo el proteccionismo y que la burguesía ligada al
gran capital internacional no tiene ningún interés en preservar.
Como ya hemos dicho, la primera división internacional del trabajo se operó a finales
del siglo pasado capitaneada por Inglaterra. De acuerdo con Marx, en "Futuros
resultados de la dominación británica en la India", esto se hizo a costa de las
manufacturas de estos países, la India, prohijándose en su lugar a una clase
exportadora-importadora. Pues bien, actualmente se está rediseñando esta misma
división internacional del trabajo, nada más que ahora a los países industrializados les
interesa una serie de materias primas fundamentales, aquellas que se incluyen en la
categoría de estratégicas. Por otro lado el nuevo diseño de las relaciones económicas
internacionales bajo el nombre de globalización, ha permitido en esencia la vuelta al
liberalismo de hace un siglo, a la completa indefensión de las economías nacionales
frente a estos fenómenos de globalización.
Marx había dicho en su "Discurso sobre el librecambio" que el liberalismo era un
poderoso disolvente de los estados nacionales, y parecía que eso era bueno a la luz
de aquella idea de que los países desarrollados ponían delante de los menos
desarrollados el espejo de su propio desarrollo. Sin embargo se demostró que la
destrucción de los estados nacionales de esos países, y por lo tanto su condena a la
situación de subdesarrollados, no permitía que los efectos benéficos de los más
desarrollados se transmitieran a los subdesarrollados. Marx veía con un cierto
escepticismo que las naciones subdesarrolladas avanzaran en la conformación de
"estados nacionales" al margen y en contraposición de la acción "benéfica" de los
países desarrollados, en todo y por todo veía que el atraso de los subdesarrollados se
terminaría en el momento en que los países más adelantados involucraran a los menos
adelantados en sus espacios económicos externos, y esto último sucedió, sólo que en
lugar de superarse el subdesarrollo éste se perpetuó. Es por todo esto que tiene
pertinencia la formación de los estados nacionales en las naciones subdesarrolladas
como una forma de permitir un desarrollo autónomo de esos países y de lograr el
proceso de industrialización que se les ha negado aún cuando se pudiera avanzar en
este sentido.
Lo que sí queda intacto es la apreciación de Marx en el sentido de que el liberalismo, y
sobre todo si se da a escala planetaria, es un poderoso disolvente de los estados
nacionales, de los estados de las economías más débiles, y esto lo han sabido
aprovechar a la perfección los nuevos estrategas de la globalización. En la llamada
fase de globalización de la economía las contradicciones son más insalvables que en
ninguna otra época y menos alternativas deja al conjunto de los países menos
desarrollados. Estos, los subdesarrollados, en este esquema de globalización pierden
como nunca la posibilidad de remontar las crecientes diferencias que se dan respecto
al conjunto de los países desarrollados.
Con las reformas de Breton Woods surgieron una serie de instituciones que habrían de
acompañar indisolublemente a la marcha expansiva del capitalismo, estas instituciones
son las ya mencionadas, el GATT, el FMI y el Banco Mundial. La cuestión es que estas
instituciones siempre actuaron en contra de los intereses de los llamados países
subdesarrollados, esto está largamente demostrado, sin embargo es de llamar la
atención que se quiere presentar a estas instituciones como benéficas para estos
países.
Existe una complementaridad entre los tres organismos que se mencionan aquí. Pues
bien, mientras que el GATT mantiene una apertura indiscriminada de las economías de
los países subdesarrollados, permite que las economías más desarrolladas,
concretamente Estados Unidos, preserven el proteccionismo que les permite seguir
subsidiando a sus productos agrícolas y mantener barreras técnicas que impiden la
importación de determinados productos agrícolas. Nosotros podemos ver cómo
funciona la hipocresía de las normas desiguales en el comercio internacional según se
trate de países desarrollados o subdesarrollados. En el caso de el TLC, por ejemplo,
cuando se decretó la liberalización de las mercancías entre México y Estados Unidos,
los Estados Unidos no permitieron que circularan libremente los productos agrícolas
mexicanos porque según los norteamericanos existían toda una serie de impedimentos
de tráfico que les hacían sacar de la circulación a los vehículos de México que
transportaban los productos agrícolas.
En el caso del FMI, el mecanismo nivelador de la balanza de pagos siempre consiste
en programas de austeridad que en lo fundamental imponen una serie de medidas de
política económica del más puro corte neoliberal: reducción del gasto público, topes y
recortes salariales, despidos de personal del gobierno, privatización de empresas,
concretamente las de carácter estratégicos, para, según esto, acabar con el déficit en
el que incurren las finanzas del país.
Finalmente el Banco Mundial y su tecnocracia orientan una serie de recursos para
paliar los efectos de las desigualdades más no para atacar su fundamento. Nunca se
fomentan sectores clave de la economía que permitieran a los países mejorar las
condiciones de existencia de la población. ¿Pero por qué siguen teniendo credibilidad
estos organismos al menos en ciertos sectores sociales? Lo que sucede es que se ha
hecho cómplices a ciertos sectores de la burguesía "nacional" o a toda ella en el
sentido de hacer que los países subdesarrollados se aíslen del resto de las naciones
que luchan por mejores condiciones en el comercio internacional. La cuenta de
aislarse de la acción común la pagarán esas burguesías cuando tengan que
enfrentarse en solitario a los países industrializados en una serie de negociaciones
desiguales con contrincantes mucho más poderosos. Y también tendrán que
enfrentarse a sus propios pueblos. El camino es lograr que los países
subdesarrollados ocupen un lugar distinto al que ocupan en la división internacional
del trabajo, y esto sólo se logra a través de la industrialización, que en definitiva es la
más perjudicada en el esquema capitalista de la división internacional del trabajo.
Una experiencia de países subdesarrollados que lograron acceder a países
industrializados y por tanto ocupar un distinto papel dentro de la división internacional
del trabajo lo tenemos en el caso de los Nuevos Países Industrializados Asiáticos, y
aquí habría que estudiar las medidas de política económica que siguieron para permitir
ese desarrollo de la industria que les coloca ahora en una nueva relación en el
comercio internacional.
Estos países han burlado las limitaciones de esa división internacional del trabajo.
El elemento de control, de sometimiento más eficaz por parte de los países
desarrollados hacia los subdesarrollados, es precisamente el instrumento financiero.
Son los movimientos de capitales, en lo que eufemísticamnete se ha llamado la
economía global, los que determinan las modalidades de inversión, hacia dónde se
mueven los recursos y en qué cantidad. Cuando aún existían los estados nacionales
que surgieron de los intentos de desarrollo basados en la industrialización, cuando aún
se tenían por valederas las políticas de fuerte intervención del estado, existían una
serie de regulaciones que impedían a los capitales, sobre todo los capitales en la
esfera internacional, actuar especulativamente, emplearse con objetivos de
desestabilización si así lo querían sus dueños. Sin embargo en ese engendro que se
ha llamado la economía global, los capitales han escapado a cualquier control, a
cualquier regulación por parte del estado o de cualquier organismo financiero
internacional. Ahora son algunos cuantos bancos, o inversores internacionales, los que
van a determinar las políticas que se han de seguir en materia de movilidad de
capitales, deciden hacia dónde se dirigen, en qué montos y bajo qué condiciones. Es
imprescindible establecer un control sobre estos flujos de capital, tal parece que los
peores temores se cumplieron al despojarse estos capitales del control. Ahora las
finanzas internacionales mantienen una dictadura, la del capital financiero, sobre
naciones completas, como es el caso de México. Los países desarrollados ponen en
práctica aquel adagio que dice: "divide y vencerás", y es que la fragmentación del
mundo subdesarrollado permite que se erija en ley del funcionamiento de las
relaciones económicas internacionales la llamada "economía global", esto es, la libre
circulación de capitales y de mercancías a nivel planetario. Pero cuando decimos libre,
deberíamos decir al antojo de los grandes monopolios, porque eso de la libertad no es
más que la circulación de mercancías y de capitales a la conveniencia y al gusto de las
grandes firmas trasnacionales.
Y justamente esa situación de indefensión por parte de las naciones subdesarrolladas
es lo que permite esta libertad que proclama la globalización, y es libertad para los
grandes magnates así como restricciones para los subdesarrollados. Y aquí debemos
preguntarnos ¿libertad para quien? Recordemos las palabras de Marx: "Señores, no
se dejen ustedes impresionar por la palabra libertad ¿libertad para qué? No se trata de
la libertad de un individuo con respecto a otro. La libertad que se invoca es la que
reclama el capital para poder explotar al trabajador". Parafraseando lo dicho por Marx
podríamos decir que la libertad que se invoca con la circulación planetaria de
mercancías y capitales, es la libertad para que unas naciones, las desarrolladas, o más
exactamente sus trasnacionales, sus grandes monopolios, exploten y mantengan el
control sobre otras naciones, las subdesarrolladas.
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