CUENTOS CORTOS

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CUENTOS CORTOS
Arnaldo Jiménez
EL
SIMPLEMENTE ESO.
PARECIDO.
Ayer me detuve frente a una vitrina de
juguetes atraído por unos muñecos. Cuando
muchacho, esa era mi obsesión. Permanecía largas
horas mirándolos a través de los cristales.
Subió las escaleras y fue a su cuarto, recibió
una llamada telefónica, eran las dos de la
madrugada, dijo: ¡ no es posible, no es posible!
Las mismas palabras que pronunció su esposa
cuando llegó y fue a acostarse a su lado y el cuerpo
de él yacía inerte bajo un enredijo de plumas
blancas posadas en la sangre que manó de su boca
crepitada por la detonación.
Recordé casi automáticamente los muñecos
que tuve, los cuales no eran sin embargo mis
juguetes preferidos, a mí no me gustaba perder
el tiempo moviendo soldados o sumergiendo buzos
en los pipotes de agua, era más dado a correr, a
perseguir a mis amiguitos siendo yo uno de los
policías y ellos los ladrones, también bailé trompo
sobre la tierra de las plazas, jugué metras y
gurrufíos. A los muñecos me fascinaba verlos
detrás de los vidrios mostradores, allí estaban en
su verdadero hogar, reunidos, limpios y ordenados.
Desde el otro lado yo imaginaba que los estaba
alborotando, que junto con ellos me ponía a trepar
los techos y a colgarme de las lámparas.
EL ULTIMO RESPLANDOR.
I PACATRACSCHHH!..., y todo terminó.
También recordé cómo los comerciantes
adornaban las vidrieras en las épocas de carnaval
y de diciembre. Los muñecos veíanse inmersos
en un mar de papelillos multicolores, serpentinas
caracoleando por el aire y unas cuantas máscaras
estratégicamente distribuidas. En diciembre ocurría
otro tanto, algunos muñecos eran opacados por
las imágenes intermitentes de los reyes magos o
del niño Jesús. Otros lucían sus alegrías eternas
haciendo poses ridiculas al lado de un muñeco de
nieve o de una gigantesca vela fabricada con anime
y llama de escarcha azafranada .
ESTA ESCRITO.
Buscaba por todas partes al remordimiento,
injurió, humilló y ofendió a todo aquel ser que
procurara su amor, a pesar de todos sus esfuerzos
no lo pudo encontrar, entonces decidió escribir:
no pronunciarás el nombre de dios en vano.
Ayer, cuando me detuve frente a la vitrina,
distrájeme con la imagen arrugada de mi rostro
reflejada en la superficie del cristal, al fondo
estaban unos muñecos cuyas miradas y sonrisas
me parecieron falsas. Los vi ahí encerrados, ajenos
a las molestias del sol y del viento. Maquillados
vanamente, con largas pestañas y pupilas estáticas.
Otra vez creí estar adentro, igual que ellos: frío,
pálido, con una mirada sin destino. Luego me alejé
pensando en el parecido que las vitrinas tienen
con las urnas.
OTRA POSE.
En la foto la señora luce una amplia sonrisa,
la mirada lejana, franca y brillante. Diríase que es
una mujer enamorada. Lleva puesto un vestido
estampado de colores alegres. En la parte de arriba
se puede leer: Cleotilde Ramírez. 1920-1999.
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